Biblia online - Mateo 16 - Reina Valera 1995

Mateo 16

La demanda de una señal

1Llegaron los fariseos y los saduceos para tentarlo, y le pidieron que les mostrara una señal del cielo.
2Pero él, respondiendo, les dijo: "Cuando anochece, decís: "Hará buen tiempo, porque el cielo está rojo".
3Y por la mañana: "Hoy habrá tempestad, porque el cielo está rojo y nublado". ¡Hipócritas, que sabéis distinguir el aspecto del cielo, pero las señales de los tiempos no podéis distinguir!
4La generación mala y adúltera demanda una señal, pero señal no le será dada, sino la señal del profeta Jonás". Y dejándolos, se fue.

La levadura de los fariseos

5Los discípulos llegaron al otro lado, pero olvidaron llevar pan.
6Jesús les dijo: --Mirad, guardaos de la levadura de los fariseos y de los saduceos.
7Ellos discutían entre sí, diciendo: --Esto dice porque no trajimos pan.
8Dándose cuenta Jesús, les dijo: --¿Por qué discutís entre vosotros, hombres de poca fe, que no tenéis pan?
9¿No entendéis aún, ni os acordáis de los cinco panes entre cinco mil hombres, y cuántas cestas recogisteis?
10¿Ni de los siete panes entre cuatro mil, y cuántas canastas recogisteis?
11¿Cómo no entendéis que no fue por el pan que os dije que os guardéis de la levadura de los fariseos y de los saduceos?
12Entonces entendieron que no les había dicho que se guardaran de la levadura del pan, sino de la doctrina de los fariseos y de los saduceos.

La confesión de Pedro

13Al llegar Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo: --¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?
14Ellos dijeron: --Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas.
15Él les preguntó: --Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?
16Respondiendo Simón Pedro, dijo: --Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.
17Entonces le respondió Jesús: --Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos.
18Y yo también te digo que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia, y las puertas del Hades no la dominarán.
19Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos: todo lo que ates en la tierra será atado en los cielos, y todo lo que desates en la tierra será desatado en los cielos.
20Entonces mandó a sus discípulos que a nadie dijeran que él era Jesús, el Cristo.

Jesús anuncia su muerte

21Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho a manos de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas, y ser muerto, y resucitar al tercer día.
22Entonces Pedro, tomándolo aparte, comenzó a reconvenirlo, diciendo: --Señor, ten compasión de ti mismo. ¡En ninguna manera esto te acontezca!
23Pero él, volviéndose, dijo a Pedro: --¡Quítate de delante de mí, Satanás! Me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres.
24Entonces Jesús dijo a sus discípulos: --Si alguien quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame,
25porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará.
26¿De qué le servirá al hombre ganar todo el mundo, si pierde su alma? ¿O qué dará el hombre a cambio de su alma?,
27porque el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre, con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras.
28De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí que no gustarán la muerte hasta que hayan visto al Hijo del hombre viniendo en su Reino.

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