Estudio bíblico de Santiago 1:25-2:2

Santiago 1:25-2:2

Continuamos hoy, amigo oyente, nuestro estudio en el primer capítulo de la epístola de Santiago. En nuestro programa anterior, brevemente comenzamos a comentar el versículo 25, incluido en la sección titulada "Dios prueba la fe por la Palabra, no por las palabras humanas", sección que se extiende desde el versículo 22 hasta el 27 de este primer capítulo de la epístola. Dijimos que la Biblia es un espejo que revela nuestros defectos, y no deberíamos olvidar aquellas palabras de Hebreos capítulo 4, versículo 12, que dice: 12La palabra de Dios es viva, eficaz y más cortante que toda espada de dos filos: penetra hasta la división del alma y del espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. La Palabra nos revela y expone tal como somos, penetrando bajo la superficie de nuestro ser.

Ahora, este versículo 25 del capítulo 1 de la epístola de Santiago, dice:

"Pero el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace."

En el día de hoy, Dios ha llamado a Sus hijos a vivir en un nivel mucho más alto. Un hijo de Dios tiene una espontaneidad espiritual, un motivo mucho más elevado y noble, una inspiración de Dios. El creyente no desea asesinar a nadie. Él vive en una esfera más alta que la ley. Está motivado ahora por el amor del Salvador y desea obedecerle a Él. Cuanto más leamos y estudiemos la Palabra, más aprenderemos, más amaremos y más viviremos. La alegría llenará e inundará el alma. No somos como los esclavos de las galeras, azotados y encadenados a un banco, y haciendo lo que no queremos hacer.

Es posible que usted y yo no necesitemos conocer todas las leyes de nuestro país, pero, sin duda alguna, necesitamos conocer la Palabra de Dios, si vamos a vivir para Él. Hay muchas personas hoy que no conocen la Palabra de Dios y no es ninguna deshonra desconocerla. Todos hemos nacido en este mundo en un estado de ignorancia total con respecto a todo lo que nos rodeaba, e incapaces de comunicarnos con los demás. Por ello, enfatizamos que no es ninguna vergüenza ser ignorante cuando uno comienza su vida cristiana. Pero sería grave permanecer en esa ignorancia si usted es un hijo de Dios. Continuemos leyendo el versículo 26 de este primer capítulo de Santiago:

"Si alguno se cree religioso entre vosotros, pero no refrena su lengua, sino que engaña su corazón, la religión del tal es vana."

Los términos "religioso" y "religión" no son realmente palabras Bíblicas, es decir, que aparecen solo una media docena de veces en el Nuevo Testamento. Santiago las usó aquí más que cualquier escritor del Nuevo Testamento. La palabra "religión" proviene de una palabra latina, que significa "atar de nuevo". Aunque Herodoto usó la palabra, no era una palabra de uso común en el idioma Griego. Él habló de la religión de los sacerdotes egipcios. La palabra se refiere a cumplir un ritual, una formalidad, una ceremonia.

Hay muchas religiones hoy, y ellas pueden demostrar que tienen seguidores fieles, y celosos. Pero uno no puede someterse a ciertas formas exteriores de ritual. El Cristianismo no es una religión; es una persona, y esa persona es Jesucristo, usted lo tiene o no lo tiene en su vida.

Santiago estaba diciendo aquí que incluso si una persona religiosa no controla sus palabras, su religión, indiferentemente de cual sea, será vana e inútil. ¿Y qué diremos del cristiano y su lengua? El apóstol Santiago trató extensamente este tema en el capítulo 3, refiriéndose al hijo de Dios y al problema de controlar la lengua. Alguien ha dicho: "Uno no puede creer la mitad de lo que oye, pero puede repetirlo". Este es hoy un verdadero problema entre los cristianos. Tenemos a muchas personas que tienen una lengua desenfrenada, incontrolable. Y continúa diciendo el versículo 27:

"La religión pura y sin mancha delante de Dios el Padre es esta: visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones y guardarse sin mancha del mundo."

Esta es una gran declaración. El término pura es el lado positivo, y sin mancha es el lado negativo. Usted necesita ambas partes si ha de tener el tipo de religión correcto y el Cristianismo debería producir estos resultados.

Veamos la frase visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones. Este es el lado positivo. Un hijo de Dios debería estar en contacto personal con el sufrimiento del mundo y con los problemas de las personas. En este sentido, algunos políticos son sagaces, conscientes de la importancia del contacto personal y suelen salir con frecuencia para estrechar las manos de la gente. De la misma manera pero, por supuesto, con diferentes motivaciones, los cristianos deberían salir y estar más tiempo donde la gente se encuentra, creemos que existe el peligro de tener una religión en el santuario, pero no una religión de la calle. Necesitamos también esta clase de religión. Tendríamos que estar en contacto con el mundo de una manera personal, con ternura, amabilidad y una actitud de servicio.

Como parte de esa religión pura, el apóstol nos recordó que convenía guardarse sin mancha del mundo. Este es ahora el lado negativo. El contacto con el mundo no significa que deberíamos implicarnos en ciertas cosas del mundo. Como creyentes, estamos en el mundo, pero no somos de este mundo, es decir que no pertenecemos al sistema de valores del mundo. El Señor Jesucristo dijo: No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. (Juan 17:15)

Recordamos aquí la siguiente ilustración: Ocurrió que un niño muy pequeño perdió a su madre. Su padre no tenía los suficientes recursos y, trabajando, trató de criar al niño. Un matrimonio tuvo interés en este niño. Eran personas muy ricas, y también parientes. Así es que, se dirigieron al padre y le dijeron: "Mira, tú no puedes dar a este niño todo lo que necesita en la vida. Nosotros sí podemos darle de todo". Así es que el padre fue a conversar con su hijo y habló muy seriamente con él en cuanto a que fuera a vivir con sus parientes. Entonces le dijo a su hijo: "Ellos te pueden dar una bicicleta, juguetes, regalos maravillosos en la Navidad, y te llevarán a pasear muchas veces. Ellos pueden hacer muchas cosas por ti que yo no puedo hacer". Y el hijito contestó: "Yo no quiero ir con ellos". El padre le preguntó entonces: "¿Por qué?" Y el niño respondió: "Porque ellos no pueden darme a ti". Lo que este niño necesitaba era la relación y compañía de su padre. Y hay muchas personas hoy, estimado oyente, que desean tener ese contacto personal. Estimado amigo, usted puede traer un contacto cristiano a estas personas, con dulzura, amor, delicadeza y amabilidad. Pero recordemos el mantenernos en este mundo, sin mancha, es decir, intachables. Porque podemos llegar a implicarnos tanto en ciertos asuntos del sistema mundano que nos encontramos ante situaciones dudosas o peligrosas. Y así, en esta epístola de Santiago llegamos al:

Santiago 2 - Dios prueba la fe por la actitud y la acción con respecto a las personas

En los primeros 13 versículos de este capítulo, Santiago trató el tema de cómo debemos tratar a la gente de los diferentes niveles de la sociedad. ¿Cómo trata usted a una persona rica? ¿Cómo trata usted a una persona pobre? ¿Cómo trata usted a una persona de la clase media con la cual usted suele encontrarse? Esta sección trata sobre la guerra de Dios contra la pobreza y, curiosamente, también trata acerca de guerra de Dios contra las riquezas. Así que se trata de una guerra de Dios contra la pobreza y las riqueza. Su guerra contra la pobreza es un poco diferente de la de los gobiernos de este mundo; indiferentemente del partido político que esté en el poder, los gobernantes no han sido capaces de hacer frente a este problema satisfactoriamente.

La pobreza y la riqueza pueden ser una maldición. La pobreza y la riquezas son parte de la maldición de la raza humana. El escritor del libro de los Proverbios dijo, en su capítulo 30, versículo 8: No me des pobreza ni riquezas. La gente más difícil de alcanzar en el presente son aquellos que se encuentran agobiados por la pobreza, así como también los que poseen grandes recursos. Parece casi imposible alcanzar a cualquiera de esas clases sociales con la Palabra de Dios.

El verdadero problema es, en realidad, el desequilibrio de la riqueza en el mundo. El problema hoy no existe entre partidos políticos, aunque a primera vista pueda parecerlo, e incluso no existe entre las razas. El problema, dondequiera que vayamos, surge de esa falta de equilibro en la distribución de la riqueza. Por ejemplo, tenemos una nación como la India cuya población supera los mil millones de habitantes, es decir, alrededor del 16% de la población mundial. Hay una gran hambre e inanición en esa nación. Miles de personas mueren a causa del hambre y la malnutrición. Contrastemos esa situación desesperante con el lujo y la abundancia de la que disfrutan las personas de grandes recursos. Dios habló de ese problema en esta epístola. Él está del lado de los pobres y nos agrada que así sea. Después de todo, cuando el Señor Jesucristo vino a este mundo, Él no nació en una familia rica; nació en la pobreza. Nació en un pesebre prestado. Él tuvo que pedir panes y peces prestados para alimentar a la multitud. Habló desde un bote prestado. Y en una ocasión dijo que las zorras tenían sus cuevas y las aves sus nidos; pero que el Hijo del hombre no tenía donde reclinar su cabeza. En otra ocasión tuvo que pedir prestada una moneda para ilustrar una verdad. También pidió prestado un pequeño asno para entrar a Jerusalén, y pidió prestado una habitación para celebrar la Pascua. Murió sobre una cruz prestada, en realidad esa cruz pertenecía a Barrabás, no le pertenecía a Él. Y finalmente lo colocaron en una tumba prestada, que pertenecía a José de Arimatea.

Hay algunos que, hablando sobre la pobreza han tratado el tema de las bendiciones de la pobreza. A menos que Dios, quien siempre quiere lo mejor para nosotros, permita la pobreza como parte de Su plan, con un propósito específico que redunde en bendiciones para nosotros, no hay bendiciones en la pobreza misma. La pobreza es una maldición, y parte de la maldición que Cristo soportó, fue la pobreza.

Y las riquezas, estimado oyente, también pueden ser una maldición, como el apóstol Santiago demostrará en su epístola. Recordemos que el apóstol Pablo ya dijo, en su primera carta a Timoteo, capítulo 6, versículo 10: Raíz de todos los males es el amor al dinero. Y por cierto que el apóstol Pablo y Santiago con toda certeza se pusieron de acuerdo en este tema. Uno puede gastar su dinero en cosas equivocadas. Uno puede depositar su dinero en un banco equivocado. Recordemos la frase de Mateo, capítulo 6, versículo 19: 9No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el moho destruyen, y donde ladrones entran y hurtan; Todos los bancos nos aconsejan sobre donde depositar nuestro dinero. Pero, por supuesto hablando de otro tipo de riquezas, las riquezas eternas, Dios dijo: Se nos dice que no debemos reunir tesoros para nosotros mismos aquí en la tierra. Debemos poner nuestro tesoro en el cielo. Dios dice: "Yo tengo un banco allí arriba y lo reservaré para vosotros". Santiago, en esta carta, será bastante severo con los ricos, como veremos oportunamente en el capítulo 5 de esta epístola. Y el pasaje de Proverbios capítulo 30, versículo 8, que dice no me des pobreza ni riquezas debería ser la filosofía de vida de cada cristiano.

Ahora, ¿cuál es la solución de Dios para el problema de la pobreza? No es quitar al rico para cuidar al indigente, al perezoso, al indolente, al borracho, al vagabundo, a aquellos que no quieren hacer nada. Por otra parte, Dios nunca destruiría la dignidad, el respeto propio, la integridad y el honor del pobre colocándolo en condiciones de recibir la caridad de los demás. La guerra de Dios contra la pobreza y las riquezas no marcha bajo el estandarte del dinero, pues millones son asignados a ayudas sociales. La estrategia de Dios tampoco se dirige primordialmente a la cabeza o al estómago, sino al corazón humano. Es una guerra contra las distinciones de clase y las divisiones entre los creyentes, que son un producto del dinero. Escuchemos ahora, lo que dice el primer versículo de este capítulo 2 de la epístola de Santiago:

"Hermanos míos, que vuestra fe en nuestro glorioso Señor Jesucristo sea sin acepción de personas."

Aquí el escritor comenzó diciendo que vuestra fe en nuestro glorioso Señor Jesucristo sea... Otra versión traduce adecuadamente de la siguiente manera: "No tengáis vuestra fe en nuestro glorioso Señor Jesucristo con una actitud de favoritismo. Observemos que Santiago era medio-hermano suyo desde el punto de vista humano, pero el apóstol lo mencionó aquí con su nombre completo "nuestro Señor Jesucristo". Y lo llamó "glorioso Señor Jesucristo". Aquí tenemos una afirmación firme de la deidad de Cristo. No conocemos a otra persona que estuviera en una posición mejor para determinar la deidad de Cristo que el hermano más joven del Señor Jesús, que se crió al mismo tiempo que Él. Francamente, Santiago estaba en una posición más aventajada para hablar de la deidad de Cristo que algunos teólogos que reflexionan por largas horas en sus cómodos despachos, algunos de ellos muy lejanos a la realidad del siglo primero y de la casa en que Jesús se crió. Por lo tanto, estamos de acuerdo con Santiago. Él es el "Señor Jesucristo, el Señor de gloria".

Lo que Santiago estaba diciéndonos aquí era que no se debía profesar fe en Cristo y, al mismo tiempo, ser un creído espiritual que presume de ser superior a los demás. Todos los creyentes son hermanos en el cuerpo de Cristo, sea cual sea la congregación o denominación a la que pertenezcan. Hay un compañerismo propio de los creyentes; la amistad debería estar sobre ellos como un estandarte. Santiago se estaba dirigiendo a la comunidad total de creyentes: a los ricos, a los pobres, a la gente común, a los que ocupan una elevada posición, a los humildes, a los esclavos y libres, a los judíos y no judíos, a los griegos y los bárbaros, y a los hombres y mujeres. Todos ellos son uno cuando están en el cuerpo de Cristo. Hay una hermandad dentro del cuerpo de los creyentes, y el Señor Jesucristo es el denominador común. La amistad y el compañerismo son la moneda corriente o legal entre los creyentes.

Santiago dijo: no tengáis vuestra fe en nuestro glorioso Señor Jesucristo con una actitud de favoritismo. Si usted pertenece al Señor Jesucristo y otro individuo también pertenece al Señor Jesucristo, él es su hermano. Además, si un pecador entra en su congregación o usted, de otra manera, se pone en contacto con él, recuerde que él es un ser humano por quien Cristo murió. Tendrá que colocarse a los pies de la cruz, así como también usted tuvo un día que hacer lo mismo.

El Antiguo Testamento les enseñaba a los israelitas que no evaluaran a las personas como ricos o como pobres. Dios en el sistema mosaico, advirtió, en Levítico capítulo 19 y versículo 15: 15No cometerás injusticia en los juicios, ni favoreciendo al pobre ni complaciendo al grande: con justicia juzgarás a tu prójimo. Simón Pedro aprendió esta lección en Jope, cuando Dios hizo descender del cielo un lienzo lleno de animales impuros y le mandó que comiera de ellos. De esa experiencia, Pedro llegó a la siguiente conclusión: En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas o sea, que no hace favoritismo entre ellas (como podemos leer en Los Hechos 10:34).

Ahora veremos que Santiago usó una aguda ilustración para reforzar su argumento. Leamos el versículo 2 de este segundo capítulo de Santiago.

"Si en vuestra congregación entra un hombre con anillo de oro y ropa espléndida, y también entra un pobre con vestido andrajoso"

La palabra congregación aquí significa sinagoga. Evidentemente, los creyentes judíos llamaban "sinagoga" al lugar donde se reunían. No habían erigido edificios y se reunían frecuentemente en casas privadas, pero lo más probable era que en muchos lugares alquilaran una sinagoga. Se reunían el domingo en lugar del sábado y de esa manera no entraban en conflictos con la reunión de los judíos.

Aquí se mencionó a un hombre con anillo de oro. Esta descripción no implicaba que ese hombre usaba un solo anillo, sino más bien que tenían sus dedos llenos de anillos de oro, que eran una evidencia de su riqueza. Se añade el detalle, Con ropa espléndida, que significaba ropa muy buena, muy fina. Ese individuo estaba haciendo ostentación y su ropa destacaba el contraste con la ropa del pobre.

Pero tendremos que esperar hasta nuestro próximo programa, para continuar hablando sobre este tema. Mientras tanto, le sugerimos, estimado oyente, que lea todo el capítulo 2, de la epístola de Santiago, para estar familiarizado con lo que diremos en nuestro próximo estudio.

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