Estudio bíblico de Santiago 3:1-4

Santiago 3:1-4

Continuamos hoy, amigo oyente, viajando por la epístola de Santiago. Y llegamos al capítulo 3 de esta epístola. Le recordamos que nos encontramos en la primera gran división de esta epístola, que lleva el título "La verificación de la fe genuina" y que abarca los capítulos 1 al 3. En esta gran división ya hemos considerado los siguientes títulos o temas: "Dios prueba la fe por medio de las dificultades de la vida"; a continuación consideramos que "Dios no prueba la fe por medio del mal"; después vimos que "Dios prueba la fe por medio de La Palabra y no por medio de las palabras humanas"; otro tema considerado fue que "Dios prueba la fe por medio de nuestra actitud y acciones con respecto a las personas".

Y especial estudio mereció el tema inmediatamente anterior a éste, que llevó el título; "Dios prueba la fe por medio de las buenas obras". Terminamos nuestro programa anterior con el conocido versículo 26 del capítulo 2, que dice lo siguiente: así como el cuerpo sin espíritu está muerto, también la fe sin obras está muerta. Así que, como consta en nuestro bosquejo general que presentamos en la introducción a este libro, hemos asignado a este capítulo el título:

Dios prueba la fe por medio de la lengua

El profesor McGee escribió un trabajo sobre este tercer capítulo de la epístola y eligió para él un título sensacionalista, llegando a la conclusión de que su sensacionalismo no era mayor que el de la Biblia porque, después de todo, su título era un título Bíblico y fue el siguiente: "El infierno en llamas". Veremos que ésta fue la expresión que Santiago usó en este pasaje en el cual habló sobre la lengua.

Siempre se oye hablar mucho sobre la libertad de expresión y la libertad de prensa. Sin embargo, ambas expresiones de libertad se han visto con frecuencia degradadas por la manipulación, el lavado cerebral y el lenguaje de bajo nivel. A veces da la impresión de que, junto con las citadas expresiones de la libertad, alguien debería proporcionarnos la libertad de oír. Aunque hay que reconocer que muchas veces podemos escoger lo que leemos, lo que vemos y lo que oímos.

Este capítulo trata sobre "La libertad de Palabra en la Universidad de Dios", que es otra manera de titular este capítulo en particular. También nos gustaría un título que dijera: "Dios escucha nuestra conversación". No hay ninguna duda de que Él tiene el derecho de escucharnos hablar. Él ha tenido ese derecho por mucho tiempo, y ha oído todo lo que usted y yo hemos dicho. Se ha calculado que una persona normal pronuncia alrededor de 30.000 palabras por día. (Por supuesto que hay personas que exceden ese número). Es una cantidad suficiente como para escribir un libro de buen tamaño. En toda una vida, usted o yo podríamos llenar una biblioteca con las palabras que hemos pronunciado. Por cierto, Dios lo tiene todo registrado porque Él escucha nuestras conversaciones.

Ahora, los problemas ocasionados por la forma en que se ejerce la libertad de expresión no solo se reflejan en los medios de difusión, o en la universidad, sino también en aquellos círculos cristianos donde impere el cotilleo, o los chismes. Cada uno de nosotros, los cristianos, tenemos que preocuparnos por la forma en que ejercemos nuestra libertad de palabra.

Tal como hemos hecho con el libro de Proverbios, comparamos a la Epístola de Santiago con un curso en la Universidad de Dios. Es como si Santiago hubiera sido el rector de esa universidad, a medida que consideramos este tema polémico, y él tuvo mucho que decir sobre el uso y el abuso de la lengua. En esta Epístola hemos visto que Dios prueba nuestra fe de muy diversas maneras. Aquí Dios prueba nuestra fe por medio de nuestra lengua. Queremos alcanzar el estante alto del laboratorio de la vida y bajar un frasco de ácido para probar nuestra fe. En realidad, este ácido es mucho más potente que el ácido sulfúrico, el ácido clorhídrico o cualquier otro ácido que haya sido creado por el hombre y la etiqueta que encontramos en el frasco dice LENGUA.

Sin embargo, no estamos hablando de la química de la lengua, sino de la teología de la lengua. Santiago ya había indicado que iba a tratar este tema. En el capítulo 1, versículo 26 dijo: 26Si alguno se cree religioso entre vosotros, pero no refrena su lengua, sino que engaña su corazón, la religión del tal es vana. Y recordemos que también escribió, en el mismo capítulo 1, versículo 19, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar.

La lengua es el arma más poderosa del mundo. Es más letal que una bomba nuclear, pero de ella no se lleva a cabo una inspección cuidadosa. Hay personas que tienen doble lengua, como bien sabemos. Ellos dicen una cosa por un lado, y luego dicen otra cosa por otro lado. Alguien ha destacado que a un bebé le lleva aproximadamente 2 años aprender a hablar, y unos 50 años el aprender a tener la boca cerrada.

(Se dice que el caracol tiene sus dientes en la lengua, que conserva enrollada como una cinta mientras no la necesita. Una vez que llega el momento de usarla, saca su afilado apéndice y aunque el tamaño de los dientes es realmente microscópico, esto no impide el que realmente haga una labor devastadora. Lo mismo puede decirse de algunas personas, que parecen tener dientes en sus lenguas, y muerden al hablar, devorando la buena fama y reputación de sus semejantes. )

Alguien ha dicho que si deseamos que nuestra lengua no cometa errores, deberíamos recordar cinco factores: (1) a quien hablamos; (2) de quien hablamos; (3) como hablamos; (4) en qué momento hablamos; y (5), donde hablamos.

La importancia de la lengua ha sido expresada de muchas maneras y prácticamente cada país ha tenido algo que decir al respecto. En una colección de dichos de Spurgeon, encontramos las siguientes frases: "La lengua, un miembro sin hueso, tan pequeño y débil, puede aplastar y matar", dijeron los Griegos. Y los Turcos afirmaron: "La lengua destruye una gran horda mejor que una espada". Un proverbio Persa dice: "Una lengua larga, muerte temprana". A veces también se oye expresado de otra forma: "No permitas que tu lengua de corte la cabeza". Los Chinos dicen: "La lengua puede pronunciar una palabra a tal velocidad que supera a la de un corcel". Los sabios Árabes dicen: "El depósito de la lengua se encuentra en el corazón". De la inteligencia de los Hebreos surgió esta frase: "Aunque los pies resbalen, nunca se lo permitas a la lengua". Y finalmente, el escritor sagrado corona todos los dichos, con esta frase: "El que guarda su lengua, guarda su alma".

Por otra parte, el refranero español es rico en refranes que reflejan la sabiduría popular con seriedad no exenta de ironía. Se resaltan las advertencias, como por ejemplo cuando dicen: "a la lengua y a la serpiente hay que temerles"; "en caso de duda, ten la lengua muda"; "es peor un tropezón de la lengua que de los pies". Podemos ver la ironía en refranes como, por ejemplo, "la lengua es manjar muy grato, pero servida en un plato" y en cambio, en otros, se destaca el carácter dañino y destructivo de la lengua. Por ejemplo, "la lengua no tiene dientes y más que ellos muerde"; y otro dice "la lengua, aunque no tiene huesos los quiebra":

Todos estos dichos revelan mucha sabiduría, porque creemos fervientemente que el elemento más peligroso de este mundo es la lengua. Un grupo, institución o congregación de cristianos puede ser más dañado por las termitas que haya en su interior que por los pájaros carpinteros que se encuentren en el exterior. Alguien lo ha expresado de la siguiente manera: "tu controlas la palabra no pronunciada, pero la palabra pronunciada te controla a ti". En otras palabras, una vez que usted ha pronunciado una palabra, ella está más allá de su control.

En fin, hasta aquí hemos hablado de detalles preliminares. Veamos ahora lo que Santiago tuvo que decirnos sobre la lengua, Leamos el versículo 2 de este tercer capítulo de su libro:

"Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor condenación."

Santiago estaba diciendo que el maestro tiene mayor responsabilidad, y la razón para afirmarlo es el grave peligro de enseñar algo equivocado. Estamos sorprendidos y abrumados por la forma en que muchos cristianos se dejan arrastrar por cualquier tipo de enseñanza, especialmente en temas relacionados con la profecía. Todo lo que algunos maestros necesitan hoy es tener mucha labia. Hay personas que aceptan toda clase de métodos, cultos y sectas, porque son absolutamente ignorantes de la Palabra de Dios. Y nos alegramos por el crecimiento de estudios Bíblicos en los hogares, siempre y cuando sean dirigidos por personas que tengan una reconocida experiencia en la iglesia, que conozcan bien la Biblia y que sepan transmitir a los demás su mensaje de una manera clara y comprensible. Además tales personas deben estar preparadas para responder las preguntas básicas que inquietan a las personas de nuestro tiempo. Hay por supuesto muy buenos maestros dirigiendo grupos de Estudio Bíblico. Ahora, cuando éste no ha sido el caso, a veces, las divagaciones de un grupo que se aparta de sus metas y de la enseñanza de la Biblia, pueden llegar muy lejos, hasta el punto de forzar la interpretación de la Palabra de Dios. Por otra parte, otros maestros sucumben ante el orgullo y muestran una actitud de superioridad ante los demás.

Y así fue que, teniendo en cuenta los peligros de la lengua, Santiago les estaba diciendo a sus lectores que muchos de ellos no pretendieran ser maestros; que no pensaran que en el mismo momento en que alguien se convierte en un hijo de Dios, ya puede comenzar a enseñar en una clase Bíblica y, por ejemplo, comenzar a enseñar un libro tan complejo como el Apocalipsis.

Y el versículo continuó advirtiendo a los que asuman la responsabilidad de ser maestros: sabiendo que recibiremos mayor condenación o, como dice otra versión: "pues, como sabéis, seremos juzgados con más severidad". Francamente, causa temor el ser conscientes de que Dios nos juzgará por la forma en que enseñemos Su Palabra, y estaremos bajo Su condenación si nuestra enseñanza fuera errónea. Estimado oyente, cuanto mayores sean sus oportunidades de exponer la Palabra de Dios, mayor será su responsabilidad ante Dios mismo. Continuemos leyendo el versículo 2 de este tercer capítulo de la epístola de Santiago:

"Todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende de palabra, es una persona perfecta, capaz también de refrenar todo el cuerpo."

Este versículo 2, comienza diciendo: Porque todos ofendemos muchas veces. Quiere decir que nosotros podemos fallar con frecuencia y no hay ninguna excepción a esta regla.

Y después dice: Si alguno no ofende de palabra, es una persona perfecta. Aquí la palabra perfecta significa un creyente ya maduro, como debería ser, como un bebé que ha crecido, se ha convertido en un niño, en un joven, que después madura hasta llegar a la mayoría de edad.

Santiago dijo que esa persona "perfecta" era capaz también de refrenar todo el cuerpo. En otras palabras, si alguien podía controlar sus palabras, podía controlar la totalidad de su cuerpo y, en realidad, toda su vida. La lengua eleva al hombre sobre el mundo animal. Evita que sea un simio que emite sonidos sin sentido o un loro imitador. El hombre no es un animal con dificultades para expresarse. Puede introducir transformar el pensamiento en palabras, puede expresarse, puede ser comprendido, puede comunicarse al más alto nivel. La lengua es como un distintivo que usted y yo llevamos y que nos identifica. Es el mayor indicador de la vida. es el índice de materias de nuestras vidas.

Nuestras lenguas nos delatan; dicen quienes somos. Esto ocurre muchas veces a personas que como nosotros trabajan en un medio como la radio. Hay personas que conocen la voz del locutor o presentador de un programa y cuando éste viaja por algún lugar, personas que han oído su voz por radio lo pueden identificar fácilmente, aunque llegue a pronunciar muy pocas palabras. A veces la persona se sorprende de que le reconozcan en lugares muy apartados, donde él ni siquiera se imaginaba que le podían conocer. Pero por medio del mensaje de la radio, la gente ha escuchado su voz, y lo reconocen. La lengua, entonces, nos descubre ante los demás.

Recordemos que el día que crucificaron al Señor Jesús y como podemos leer en Mateo 26:73, el Apóstol Pedro le seguía de lejos, y algunos de los que estaban cerca le dijeron a Pedro: Verdaderamente también tú eres de ellos, porque aun tu manera de hablar te descubre. . Él no podía negar que era de Galilea. Así que su manera de hablar, dice a los demás quién es usted; su lengua lo delata. Revela su procedencia, si es ignorante o educado, ordinario o culto; si es puro o impuro, vulgar o refinado; si es creyente o blasfemo, cristiano o no cristiano, si es culpable o no lo es. Estimado oyente, pensamos que, si usted tuviera una grabación de todas las cosas que usted ha dicho durante el mes pasado, usted quizás no querría oírla. .

Bien, veamos ahora si podemos colocar este ácido del cual hablamos sobre la lengua, sobre su lengua y la mía. Santiago trató en primer lugar el tema de la lengua desenfrenada, incontrolable. Leamos el versículo 3 de este tercer capítulo:

"He aquí nosotros ponemos freno en la boca de los caballos para que nos obedezcan y dirigimos así todo su cuerpo."

Aquí Santiago usó la ilustración del caballo. Como podemos leer en el Salmo 39, versículo 1, fue el rey David quien dijo: Yo dije; "atenderé a mis caminos para no pecar con mi lengua; guardaré mi boca con freno, en tanto que el impío esté delante de mí". En otras palabras, David decía que como él quería presentar el testimonio apropiado, se pondría una mordaza en la boca. "Yo quiero presentar el testimonio apropiado, por tanto quiero ponerle freno a mi lengua". Hay muchos creyentes hoy que deberían refrenar su boca. ( El Salmo 32, versículo 9, dice: No seáis como el caballo, o como el mulo, sin entendimiento, que han de ser sujetados con cabestro y con freno, porque si no, no se acercan a ti. )

Los elementos de la brida no impresionan por su tamaño, pero pueden mantener a un caballo vivaz y enérgico bajo control y evitar que salga corriendo desbocado. Pensamos que algunos aún recuerdan lo días de la carreta y del caballo, y saben el grave accidente que puede provocar un caballo desbocado, corriendo fuera de control. De la misma manera, la lengua puede descontrolarse. Alguien, hablando de otra persona ha dicho: "¿Sabe una cosa?, su mente hace que su lengua se ponga en movimiento, luego su mente se queda en blanco y lo deja". No deberíamos pasar a través de la vida de esa manera; tiene que haber un freno para la lengua.

Y después el apóstol Santiago iba a expresarse de otra manera, usando una ilustración diferente. Leamos el versículo 4:

"Mirad también las naves: aunque tan grandes y llevadas de impetuosos vientos, son gobernadas con un muy pequeño timón por donde el que las gobierna quiere."

Los grandes barcos pueden ser controlados por un pequeño timón, que pocas personas pueden incluso ver. Una tormenta muy fuerte puede empujar a un barco, pero un timón también puede controlarlo. Y la lengua puede cambiar el curso de nuestras vidas. Muchos hombres han resultado arruinados por la lengua. Muchos buenos nombres o reputaciones de mujeres han sido arruinadas completamente por los chismes de alguna lengua chismosa.

Por lo que estamos leyendo, vemos que Santiago pensaba que la lengua era más peligrosa que un caballo desbocado o que una impetuosa tormenta en el mar. Hoy podemos observar que el alcoholismo está destruyendo a personas y familias. ¿Pero sabía usted, estimado oyente, que la lengua es condenada en las Sagradas Escrituras más que el alcoholismo? Creemos que la lengua es aún más poderosa y destructiva. En este sentido, viene bien recordar lo que dice el capítulo 6 del libro de Proverbios, versículo 16: Seis cosas aborrece el Señor, y aun siete le son abominables: los ojos altivos, la lengua mentirosa, las manos que derraman sangre inocente, el corazón que maquina pensamientos inicuos, los pies que corren presurosos al mal, el testigo falso, que dice mentiras, y el que siembra discordia entre hermanos. Como usted puede ver, estimado oyente, una lengua mentirosa es una de las siete cosas que Dios detesta. Y resulta interesante observar que la lengua es la protagonista, por lo menos, de dos elementos más de esta lista: nos referimos al testigo mentiroso y al que siembra discordia entre hermanos.

Realmente, la lengua puede implicarnos en problemas, que no nos quepa ninguna duda al respecto. Alguien ha tratado de subrayar la importancia de las palabras con las siguientes frases: "Una palabra descuidada, puede encender un conflicto; Una palabra cruel puede destruir una vida. Una palabra amarga puede inculcar odio; una palabra brutal puede golpear y matar. Una palabra compasiva puede suavizar el camino; una palabra alegre puede iluminar el camino; una palabra oportuna puede disminuir la tensión; una palabra amorosa puede sanar y bendecir". Hasta aquí la cita.

Bien, estimado oyente, vamos a detenernos aquí por hoy, y si Dios lo permite, continuaremos con nuestro estudio de este tema tan importante y práctico en nuestro próximo programa. Le invitamos a continuar acompañándonos en nuestro próximo encuentro y le sugerimos que continúe leyendo por sí mismo los versículos siguientes de este capítulo 3 de la epístola de Santiago.

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