Estudio bíblico de 1 Pedro 2:5-12

1 Pedro 2:5-12

Continuamos hoy, amigo oyente, nuestro viaje por la primera epístola universal del Apóstol Pedro y llegamos al capítulo 2. En este capítulo 2 comienza la tercera división de este libro, que incluye también los capítulos 3 y 4 y lleva el título "El sufrimiento de los santos y el sufrimiento de Cristo". En el capítulo 2 predomina el tema de que el sufrimiento produce separación del mal. Al finalizar nuestro programa anterior estábamos comentando el versículo 5, que dice

"Vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo."

Dice aquí vosotros también, como piedras vivas. Ahora, ¿cómo somos nosotros piedras vivas? Como dice el capítulo 1, versículo 23 de esta carta, hemos sido renacidos Bueno, hemos sido renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la Palabra de Dios que vive y permanece para siempre.

Y además, como piedras vivas, el apóstol les dijo: sed edificados como casa espiritual. Recordemos el pasaje que citamos antes de la confesión de Pedro, cuando le dijo al Señor Tu eres el Cristo, el hijo del Dios viviente y el Señor Jesús le dijo: tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia. El nombre Pedro significa roca, piedra. En efecto, el señor le estaba diciendo que él iba a ser una piedra pequeña, como un guijarro, pero colocado sobre la roca del fundamento que era Cristo, El iba a edificar Su iglesia. El Señor Jesús es la piedra fundamental, y sabemos que Pedro lo entendió de esta manera, porque aquí en su epístola escribió: vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual. Así como Simón Pedro era una de esas piedras pequeñas, usted y yo somos cada uno una piedra pequeña, que al unirse sirven para ser edificadas y formar una casa espiritual, cuando nacemos espiritualmente de nuevo, nos convertimos en hijos de Dios y somos colocados en el edificio de Dios.

Si repasamos la epístola a los Efesios, encontraremos que el apóstol Pablo también usó esta ilustración de un edificio en su capítulo 2, versículos 19 al 22. Hoy Dios está construyendo un templo, un templo viviente. Aquellos que hemos venido a Él, como pecadores que somos y caemos sobre El ---nos abandonamos sobre El buscando su compasión y misericordia--- somos salvados. Y El nos convierte en una parte del templo viviente que está edificando sobre la piedra angular, la piedra fundamental, el fundamento que es Cristo mismo.

Y en este versículo 5 del segundo capítulo de 1 Pedro leemos: sacerdocio santo. Ya hablaremos sobre ese sacerdocio real en nuestro programa de hoy. Ahora, en el versículo 6 de este capítulo 2 de la primera epístola del Apóstol Pedro, leemos:

"Por lo cual también dice la Escritura: He aquí, pongo en Sión la principal piedra del ángulo, escogida, preciosa; el que crea en él, no será avergonzado"

Esta es una cita tomada del capítulo 28 del libro de Isaías, versículo 16. Tal vez sería bueno que leyéramos lo que dice este versículo en el pasaje de Isaías: Por tanto, el Señor Dios dice así: He aquí que yo he puesto en Sion por fundamento una piedra, piedra probada, angular, preciosa, de cimiento estable; el que crea, no será perturbado. Esa piedra angular es Cristo y las Sagradas Escrituras exponen este hecho muy en claro. Ahora, el versículo 7 de este capítulo 2 de la primera epístola del Apóstol Pedro, dice:

"Para vosotros, pues, los que creéis, él es precioso. En cambio para los que no creen: La piedra que los edificadores desecharon ha venido a ser la cabeza del ángulo"

Destacamos la frase para vosotros, los que creéis, él es precioso. Otra traducción dice "Este precioso valor es, pues, para vosotros los que creéis". La hermosura de Cristo es apreciada por los que creen. Creemos que es interesante que Simón Pedro, un pescador rudo, utilizara la palabra "precioso". Esta palabra es más bien usada por personas más sofisticadas o delicadas, que se expresan con un vocabulario más escogido. Pero cada vez que Pedro habló de Cristo o de Su sangre utilizó esta palabra.

Y sigue diciendo este versículo 7 En cambio, para los que no creen, la piedra que los edificadores desecharon ha venido a ser la cabeza del ángulo. Leamos ahora el versículo 8 de este segundo capítulo:

"Y: Piedra de tropiezo y roca que hace caer."

Ellos, por su desobediencia, tropiezan en la palabra. ¡Ese es su destino!

Ahora, este es un pasaje muy importante de las Escrituras. Recordemos que es una cita del Salmo 118, versículo 22. Ahora, existe una tradición que nos hace retroceder hasta el tiempo de la construcción del templo del rey Salomón en Jerusalén. En el primer libro de los Reyes, capítulo 6, versículo 7, leemos lo siguiente acerca de la construcción misma del templo: 7Cuando se edificó la Casa, la construyeron con piedras que traían ya talladas, de tal manera que no se oyeron en la Casa ni martillos ni hachas, ni ningún otro instrumento de hierro, cuando la edificaban. Como vemos, las piedras eran talladas en la cantera de acuerdo con la medida exacta; así que cuando llegaban al emplazamiento del templo no se oía el sonido del martillo. Simplemente se colocaban en los lugares correspondientes.

Ahora bien, la tradición cuenta que al comienzo del proyecto llegó de la cantera una piedra muy grande y hermosa, pero los albañiles no la podían encajar en ninguna parte, así que la colocaron a un costado. Como se encontraba en el paso, al final la empujaron por la cima de una colina para dejar libre el lugar y poder colocar allí otras piedras que estaban llegando, y se olvidaron de aquella piedra. Finalmente, cuando todas las demás piedras habían sido colocadas en sus respectivos lugares enviaron un mensaje a la cantera pidiendo que les enviaran la piedra angular. El edificio había sido terminado y solo faltaba la piedra angular. El caso fue que llegó un mensaje de la cantera diciendo: "ya os hemos enviado al principio". Entonces ellos recordaron que se trataba de la piedra que habían hecho caer por la colina. Así que, realizando un gran esfuerzo, tuvieron que arrastrar de vuelta aquella piedra hasta la cima de la colina, y entonces descubrieron que encajaba perfectamente en su lugar. Si esta tradición es verídica, seguramente nos explica estos versículos que estamos leyendo en este segundo capítulo de 1 Pedro.

Realmente la piedra que los edificadores desecharon ha venido a ser la cabeza del ángulo. Ya dijimos que la piedra era una figura del Señor Jesucristo. Cuando El llegó al mundo fue rechazado por su propio pueblo, como podemos leer en Juan 1:1, a lo suyo vino, pero los suyos no lo recibieron. Y no solo fue rechazado Él en aquel tiempo, sino que usted y yo, estimado oyente, vivimos en un mundo que lo rechaza. En el momento en que estamos grabando este estudio nos encontramos en la época de Navidad. Las ciudades se adornan y todos se preparan para celebrar la Navidad, pero Jesucristo continúa siendo rechazado. Una de las acciones más hipócritas del mundo es rechazar a alguien cuyo cumpleaños está siendo celebrado. Estimado oyente, hoy Jesucristo es para usted o una piedra sobre la cual se puede apoyar y poner en pie, o una piedra de tropiezo.

Los versículos anteriores nos han conducido a un hermoso pasaje de la Biblia, que revela que la vida del cristiano tiene que corresponder a su posición en Cristo. Y hasta que no vivamos esa vida, no estamos experimentando una vida cristiana normal. Leamos entonces el versículo 9 de este segundo capítulo de 1 Pedro:

"Pero vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable."

El apóstol estaba así diciendo unas verdades de gran importancia. En primer lugar habló de un linaje escogido; en segundo lugar, de un real sacerdocio; en tercer lugar, de una nación santa; y en cuarto lugar, de un pueblo adquirido por Dios.

(1) En primer lugar, somos un linaje escogido. En el Antiguo Testamento, Dios eligió a Israel como Su pueblo, y en las Escrituras tenemos a dos grupos de personas elegidas. La nación de Israel, llamada un pueblo elegido; y la iglesia, llamada una nación elegida, o un pueblo adquirido, ha sido elegida, y a la iglesia también se le llama una nación elegida, un pueblo adquirido.

Recordemos que el apóstol Pedro estaba escribiendo a su propio pueblo, a los cristianos judíos que se habían dispersado por todo el Imperio Romano y más allá de él. En efecto, les estaba diciendo que aunque seguramente no parecían un linaje o un pueblo elegido, realmente lo eran, y que como habían venido a Cristo, eran un linaje escogido, una nación elegida, un pueblo elegido, así como los israelitas habían sido elegidos en un principio. Las llaves del reino habían sido entregadas a la iglesia y nosotros hoy tenemos que proclamar el Evangelio porque la iglesia es el instrumento elegido. Este honor ha sido concedido a los creyentes. Es como si Dios hubiera acuñado para usted y para mí una hermosa medalla en la cual ha inscripto: "sois un linaje escogido".

En nuestro tiempo se han realizado muchos intentos para identificar a ciertos pueblos de esta tierra con las 10 tribus perdidas de Israel. Pero aun en el caso de que se pudiera demostrar que algunos pueblos actuales fueron fundados o constituidos por tales tribus, ¿qué se habría demostrado? Dios a puesto a un lado temporalmente al pueblo de Israel y en la actualidad, Dios está llevando a cabo algo nuevo. El está llamando a un nuevo pueblo, a un linaje escogido de cada pueblo, lengua y nación, tanto a judíos como a no judíos, y ellos están siendo traídos para tener una nueva relación con Dios en la iglesia.

Aunque usted y yo digamos que hemos venido a Cristo, El dice que nos ha elegido. Un par de niños muy pobres en una ocasión se pusieron a mirar diversos juguetes expuestos en el escaparate de una tienda. Ellos estaban viendo cosas que nunca podrían tener, pero en cualquier caso se pusieron a jugar y uno decía "yo elijo este balón" y el otro "y yo este coche" y así estuvieron jugando con sus ilusiones. En el terreno espiritual, usted y yo somos como aquellos niños pobres, y cuando decimos "yo elijo a Jesús" descubrimos que El ya nos ha elegido. Recordemos que el Señor Jesús les dijo a sus propios apóstoles: No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros (como leemos en el Evangelio de Juan capítulo 15, versículo 16). Es maravilloso saberlo y no estoy siendo irreverente al decir que ya que El me ha elegido, es responsable por mí. La responsabilidad es suya porque El nos ha elegido.

(2) En segundo lugar, somos un real sacerdocio. En el Antiguo Testamento, Dios, en primer lugar, eligió a toda la nación de Israel para que fueran Sus sacerdotes. Sin embargo, ellos pecaron y entonces Dios eligió a una tribu de esa nación. A partir de ese momento, los sacerdotes provinieron de esa tribu. En la actualidad no hay un sacerdocio de ese tipo que Dios reconozca, excepto uno. Hoy, cada creyente en el Señor Jesucristo es un sacerdote. Israel tuvo un sacerdocio; hoy la iglesia es un sacerdocio.

Cada creyente es un sacerdote en el sentido en que tiene acceso a Dios, puede venir ante Su presencia y, ---como el antiguo sumo sacerdote en el tabernáculo y en el templo--- entrar en el Lugar Santísimo. Y el apóstol Pedro nos estaba diciendo aquí que, como creyentes, somos un sacerdocio real. Somos hijos del Rey de reyes. Un poco más adelante en esta epístola leeremos que los ojos del Señor están sobre los justos, y que El oye sus oraciones. Esta es una hermosa realidad.

(3) En tercer lugar, somos una nación santa. El pueblo de Israel nunca fue santo en su conducta, y lo mismo puede decirse de la iglesia. Al releer la historia vemos que el fracaso de Israel fue patente y el fracaso del cristianismo, atroz. Sin embargo somos santos en nuestra relación con El, porque Cristo es nuestra justicia. Si tenemos alguna posición ante Dios, no se debe a nosotros mismos, sino a Cristo. No podemos imaginar una realidad más extraordinaria que pensar que, hoy estamos completos en El. Es una satisfacción ser miembros de un pueblo santo, que es hoy un nuevo pueblo en el mundo.

(4) En cuarto lugar, somos un pueblo adquirido por Dios. Somos un pueblo que ha sido comprado y por lo tanto pertenece a Dios como posesión propia. Le pertenecemos. Así que no solo hay un nuevo pueblo en el mundo sino que este pueblo también es Suyo. Ahora este concepto no puede ser mal interpretado ni debe causar temor. El ser Su pueblo no significa que seamos peculiares en sentido de actuar de manera extraña o estrafalaria. Pensando en la vida diaria, podemos comparar la situación con un hijo que estaba recibiendo de su padre dinero para sus gastos pero un día consiguió un trabajo, y por primera vez ganó algo de dinero. Es algo que ha conseguido por su propio esfuerzo y ahora le pertenece. De la misma manera, la obra de Cristo, Su obra de redención, requirió el precio del derramamiento de Su sangre, como ya hemos leído en esta epístola. Y ahora, El tiene un pueblo propio, adquirido por El mismo.

En Su oración sacerdotal del Señor Jesús El dijo, 6»He manifestado tu nombre a los hombres que del mundo me diste; tuyos eran, y me los diste (como podemos leer en el evangelio según San Juan, capítulo 17, versículo 6). Y también dijo. 37Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí, y al que a mí viene, no lo echo fuera (como podemos leer en este mismo evangelio de Juan, capítulo 6, versículo 37). Es extraordinario que el Padre nos haya entregado como posesión a Cristo.

Y Dios llama a los Suyos. Él le llama a usted hoy, estimado oyente. No importa quién sea usted o a que raza pertenezca. Él le está llamando para que usted sea Suyo. Quiere que usted se una a su linaje escogido y a su real sacerdocio. No le está invitando para que se vista de cierta manera o para que recite ciertas fórmulas rituales, sino para que se una a un sacerdocio que tiene acceso a Dios. Le está pidiendo que pase a pertenecer a un nuevo pueblo. No es un pueblo determinado de esta tierra, sino una gran multitud de creyentes que provienen de todas las naciones. Dice el Salmo 144, versículo 15: ¡Dichoso el pueblo que tiene todo esto! ¡Dichoso el pueblo cuyo Dios es el Señor! Y el Salmo 79, versículo 13 dice: Y nosotros, pueblo tuyo y ovejas de tu prado. Y por medio del profeta Isaías, en su capítulo 53, versículo 8, Dios dijo: por la rebelión de mi pueblo fue herido. Y en el Nuevo Testamento, en la carta a los Hebreos capítulo 13, versículo 12, Jesús, para santificar al pueblo mediante su propia sangre, padeció fuera de la puerta. Así que tenemos una posición extraordinaria en Cristo. Continuemos leyendo el versículo 10 de este segundo capítulo de la primera carta del apóstol Pedro:

"Vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, ahora sois pueblo de Dios; en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia."

La frase en otro tiempo no erais pueblo enfatizó que no pertenecíamos a Dios, sino que estábamos lejos de Él.

Y continuó diciendo el apóstol en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia. Estimado oyente, éste es un regalo que usted no querrá perder, y el nombre escrito en la caja es "misericordia". Es un estuche grande porque Dios es rico en misericordia, en compasión. Si usted la necesita hoy, puede acudir a Él para recibirla.

Nuevamente, recordemos que el apóstol Pedro estaba escribiendo a la llamada "diaspora", es decir, a su pueblo que se había dispersado por otros países. En este versículo 10 dice en otro tiempo no erais pueblo. Es que ellos habían rechazado a Cristo como su Mesías y entonces, Dios los había rechazado. Y la frase se completa diciendo: pero ahora sois pueblo de Dios. Dios estaba y está haciendo hoy algo nuevo, al llamar a un nuevo pueblo y extender sobre ellos Su misericordia. Leamos ahora el versículo 11 de este segundo capítulo:

"Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de las pasiones carnales que batallan contra el alma."

El hijo de Dios tiene que publicar las alabanzas de su Padre celestial. ¿En qué manera? ¿Cantando himnos? Es bueno hacerlo de esta forma, pero usted puede hacer pública Sus alabanzas mejor, no cediendo ante los deseos pecaminosos de la naturaleza humana. Antes, el apóstol nos dijo que las obras de esa naturaleza humana eran la malicia, la astucia, la hipocresía, la envidia y la calumnia. Hacemos públicas Sus alabanzas haciendo públicas nuestras actitudes, que han sido determinadas por la Palabra de Dios. Y finalmente por hoy, leamos el versículo 12 de este segundo capítulo de la primera epístola del apóstol Pedro:

"Mantened buena vuestra manera de vivir entre los no judíos, para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, glorifiquen a Dios en el día de la visitación, al considerar vuestras buenas obras."

Aquí el apóstol les aconsejó que mantuvieran una conducta ejemplar ante los incrédulos. Aquí recordamos que la verdadera separación cristiana del mal no consiste en adoptar una posición piadosa, No se trata simplemente de abstenerse de realizar acciones mundanas. Es más bien una actitud positiva, que incluye honestidad y buenas obras. Todos los creyentes pueden exponer, en cualquier tipo de ocupación profesional, las alabanzas a Dios por medio de su honestidad. Esta actitud, esta conducta constituye el testimonio que el mundo necesita ver.

Bien, estimado oyente, vamos a detenernos aquí por hoy, y si Dios quiere continuaremos desarrollando este tema en nuestro próximo programa, exponiendo este capítulo 2 de la primera epístola del Apóstol Pedro. Le invitamos pues, a que continúe acompañándonos en este estudio y le sugerimos leer los siguientes versículos de este capítulo 2, para estar bien informado de los asuntos que consideraremos en nuestro próximo encuentro.

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