Estudio bíblico de 1 Pedro 3:10-22

1 Pedro 3:8-22

Continuamos hoy, amigo oyente, nuestro viaje por la primera epístola del Apóstol Pedro. Nos hallamos en el capítulo 3, donde se encuentra la tercera gran división de esta carta, titulada "El sufrimiento y el sufrimiento de Cristo", que abarca los capítulos 2 al 4. El capítulo 2 lleva el título "El sufrimiento produce separación del mal" y el capítulo 3, que estamos estudiando, se titula "El sufrimiento produce conducta cristiana". En nuestro programa anterior comenzamos nuestro estudio analizando la conducta de los creyentes en el hogar, tema tratado en los primeros 7 versículos.

Ahora quisiéramos añadir una reflexión que no comentamos anteriormente. El matrimonio es algo que Dios ha dado a toda la familia humana, no sólo a los creyentes o a la nación de Israel. En el libro de Génesis, se nos dijo que Dios hizo al hombre, y en ese momento el hombre estaba solo. Y opinamos que el Señor le permitió a Adán estar solo por mucho tiempo, para que pudiera apreciar que le faltaba algo. Entonces la Biblia nos dice que Dios tomó al hombre y de él hizo a la mujer. Es interesante notar que en el texto Hebreo, el pasaje de Génesis capítulo2, versículo 23 dice que ella sería llamada "Isha", porque fue tomada de "Ish". Fue llamada una ayuda idónea" (en el versículo 18), es decir, una ayuda adecuada para el hombre. El era solo la mitad de un hombre, y ella sería su otra mitad, su otra parte. Recordando este detalle, podemos ver que en la relación matrimonial, el hombre no deberá insistir en tratar a su esposa como si ella fuera una niña, colocada a su lado para obedecer sus órdenes. Ella se encuentra junto a él para ayudarle, para ser una parte de él, para amarle. Y en esa relación él tiene que amarla y protegerla. Esta relación de compañerismo y ayuda mutua es el estado ideal de la relación matrimonial.

Retomemos nuestro estudio leyendo el versículo 8 de este tercer capítulo, que inicia un nuevo párrafo titulado

La conducta en la iglesia

"En fin, sed todos de un mismo sentir, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables."

Los creyentes deben ser de un mismo sentir, comprensivos, compasivos y atentos, lo cual significa, que se espera que sean humildes, que no sean dominantes en su trato con los demás. Estas tienen que ser las actitudes y acciones de un creyente hacia otros creyentes y hacia todas las personas en general. Y dice el versículo 9 de este tercer capítulo:

"No devolváis mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo, sabiendo que fuisteis llamados a heredar bendición"

Este pasaje nos recuerda el Sermón del Monte, en el cual el Señor Jesucristo dijo que no devolviéramos con mal, al que nos causara un daño, sino que si recibíamos una bofetada en la mejilla derecha, le ofreciéramos también la otra. ¿Y si alguien dice de nosotros algo que no es cierto, debemos devolver el golpe y contraatacar? No. En una situación así, debemos remitir el caso al Señor y El se encargará de resolver la situación con justicia. Si adoptáramos esta actitud y obráramos de acuerdo con este principio, se disolverían todos los grupos de resentidos, todas las rivalidades y discusiones que enturbian las relaciones y la convivencia fraternal entre los cristianos. Recordemos que somos representantes del Señor en este mundo.

Leamos ahora el versículo 10 de este tercer capítulo de 1 Pedro:

"Porque: El que quiere amar la vida y ver días buenos, refrene su lengua de mal y sus labios no hablen engaño"

Todos deseamos vivir, pero desgraciadamente, hay muchos cristianos hoy que no están disfrutando de la vida. No están viviendo la vida en toda su plenitud, no obteniendo de la vida todo lo que deberían recibir. Alguien dijo en una ocasión que le gustaría que la vida se pareciera a una naranja, para poder exprimirla y aprovechar cada gota de jugo viviendo para Dios. Dijo aquí el apóstol citando a un Salmo "El que quiere amar la vida". Si usted desea vivir verdaderamente, aquí tiene la fórmula, la clave para hacer realidad ese deseo. Pedro dijo que debíamos dominar nuestra lengua para no hablar mal de otras personas, para no proferir engaño y poder así expresar solo la verdad. Continuemos leyendo el versículo 11 de este tercer capítulo:

"Apártese del mal y haga el bien; busque la paz y sígala"

Amigo oyente, el Hijo de Dios no tiene que ponerse cómodo, quedarse de brazos cruzados y adoptar una apariencia piadosa. Podemos disfrutar de la vida, pero no nos permitamos el implicarnos en el cotilleo y en hablar mal. Pasémoslo bien apartándonos del mal y dedicándonos a todo aquello que esté al servicio de la paz. Vivamos hoy para Dios, porque esto es lo más importante que podemos hacer. Y dice el versículo 12 de este tercer capítulo de 1 Pedro:

"Porque los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos atentos a sus oraciones; pero el rostro del Señor está contra aquellos que hacen el mal"

Aquí tenemos un pasaje sorprendente de las Sagradas Escrituras. El apóstol estaba citando aquí al Salmo 34, versículos 15 y 16, que dicen: Los ojos del Señor están sobre los justos y atentos sus oídos al clamor de ellos. La ira del Señor está contra los que hacen mal, para eliminar de la tierra la memoria de ellos. Como podemos apreciar, estas palabras del Salmo son bastante duras, porque esto es algo que la Palabra de Dios ha enfatizado mucho. Dios ha garantizado escuchar las oraciones de aquellos que son Suyos. El no ha garantizado escuchar las oraciones de aquellos que no le pertenecen. La única oración que un pecador puede hacer es: "Señor, yo te acepto como mi Salvador. Te pido que Tú me aceptes como un pecador". Esa es la oración que Dios escuchará, y que Dios contestará. Pero hay personas que piensan que uno puede vivir una vida alejada de Dios, una vida vivida como uno quiera, y cuando se encuentre en problemas y dificultades podrá presentarse ante Dios en oración, y esperar que Dios lo escuche y le conteste. El que así vive, alejado de Dios tendrá que acercarse a Dios, iniciar una relación con El ---o restaurarla si la tenía antes--- y entonces, El escuchará su oración y la responderá. Hay quienes tienen la falsa idea de que uno puede pedirle a Dios ayuda en cualquier circunstancia, indiferentemente de que sea un hijo de Dios o no. Estimado oyente, recordemos que El no ha prometido escuchar las oraciones de aquellos que no le pertenecen.

En el libro de Eclesiastés, podemos leer la declaración de un hombre que probó de todo en esta vida. Había vivido como un malvado y pudo decir en el capítulo 2, versículo 17: Por tanto, aborrecí la vida, pues la obra que se hace debajo del sol me era fastidiosa, por cuanto todo es vanidad y aflicción de espíritu. Cuántos hombres y mujeres hoy están viviendo para el sistema de valores del mundo, y de pronto, es como si se despertaran de un sueño y se dan cuenta que no merece la pena vivir de esa manera, que la vida es demasiado monótona, y que no tiene sentido. No nos sorprende, entonces, que recurran al suicidio. Estimado oyente, uno no puede comenzar a vivir la vida en toda su plenitud hasta que establezca una relación correcta con Dios.

¿Significa esto que un hijo de Dios se encuentra viviendo en un nivel lo suficientemente elevado y que por ello está por encima de los problemas de este mundo? Escuchemos lo que dijo aquí el apóstol Pedro en el capítulo 3, versículo 13 de esta primera epístola:

"¿Quién es aquel que os podrá hacer daño, si vosotros seguís el bien?"

¿Significa esto que Dios le da a usted una armadura para que nadie pueda tocarlo? Dice el versículo 14:

"Pero también si alguna cosa padecéis por causa de la justicia, bienaventurados sois. Por tanto, no os amedrentéis por temor de ellos, ni os inquietéis."

El sufrir por una causa justa debería traer alegría al hijo de Dios. Algunos cristianos realmente se hacen odiosos en su testimonio ante los demás, creyendo que están manteniéndose firmes por el Señor. Pero si simplemente hemos adoptado una posición discreta por lo que es justo y a favor de Dios, deberíamos alegrarnos si tenemos que sufrir por ello. Y queremos reiterar que usted no va a evitar el sufrimiento en este mundo, si es un hijo de Dios. Alguien dijo lo siguiente: "Con frecuencia, Jesucristo habló del cristianismo como un banquete, pero nunca como la comida de una excursión". Y cuán cierto es esto, estimado oyente. Él nunca dijo que en esta tierra las cosas nos resultarían fáciles.

Tenemos ahora ante nosotros el versículo 15, y nos gustaría poder aclararlo de tal manera que fuera una bendición para su corazón. Dice este versículo 15 del capítulo 3 de la primera epístola del Apóstol Pedro:

"Al contrario, santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros."

Esto significa que uno tiene que conocer más que un poco sobre la Biblia. La tragedia de la hora presente es que muchas personas dicen que son cristianas, pero viene un escéptico y los puede enredar de tal manera que no puedan desenredarse y salir airosamente de la conversación. ¿Por qué? Por el hecho de que no conocen la Palabra de Dios.

Este versículo 15 dice Santificad a Dios el Señor en vuestros corazones. Estimado oyente, ¿tiene usted un pequeño santuario, como una pequeña capilla en su propio corazón? Cuando usted está conduciendo un coche o caminando por la calle, en el taller en la oficina, o en el aula de clase, ¿hay ese santuario en su corazón a donde usted pueda retirarse y santificar u honrar al Señor en su interior? Si así es, entonces los de fuera sabrán que usted pertenece a Dios, y no tendrá necesidad de estar hablando de ello todo el tiempo, y hacerse una persona pesada ante los demás, por estar expresando siempre frases piadosas. ¡Ah, si hoy pudiéramos en nuestras vidas honrar al Señor Dios en nuestros corazones! ¡Cuánto necesitamos adoptar esta actitud para presentar un testimonio silencioso pero eficaz!

En el libro del profeta Habacuc, capítulo 2, versículo 20, leemos: Más el Señor está en su santo Templo; ¡calle delante de él toda la tierra! Los domingos por la mañana usted podrá ir a la iglesia, pero las multitudes que pasan a su lado se adelantarán en dirección a la playa, a las montañas, y a los lugares de ocio. Todo el mundo no está guardando silencio delante de Él. ¿Por qué? Porque nosotros como individuos necesitamos santificar y honrar a Dios el Señor en nuestros corazones. Ahora, el versículo 16, dice:

"Tened buena conciencia, para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, sean avergonzados los que calumnian vuestra buena conducta en Cristo."

En otras palabras, debemos asegurarnos de que aquellos que hablan cosas malas de usted estén equivocados. A veces las personas que ocupan una posición pública y se encuentran constantemente bajo el escrutinio de la gente, son objeto de habladurías y comentarios maliciosos y, con frecuencia, no pueden estar defendiéndose una y otra vez ante las calumnias. El apóstol Pedro estaba aconsejando a sus lectores que tuvieran una conciencia limpia para que los que hablaran mal de su buena conducta tuvieran que avergonzarse de sus calumnias, de los rumores que habían propagado. Y dice el versículo 17 de este tercer capítulo:

"Mejor es que padezcáis haciendo el bien, si la voluntad de Dios así lo quiere, que haciendo el mal."

Es decir, si usted sufre por amor a Cristo, puede regocijarse en esa experiencia. Pero si usted está sufriendo porque ha cometido alguna equivocación, porque usted se ha metido en problemas, o en pecados, es un asunto completamente diferente.

Leamos ahora al versículo 18 de este tercer capítulo de 1 Pedro, que comienza un párrafo titulado

El sufrimiento de Cristo predicado por el Espíritu en los días de Noé

"Asimismo, Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu"

Para nosotros es importante ver que el Señor Jesucristo se convirtió en un ser humano, y fue en Su humanidad que El murió en la cruz. El murió en la cruz, y fue el Espíritu Santo quien le levantó de los muertos. Y dice el versículo 19:

"Y en espíritu fue y predicó a los espíritus encarcelados"

Este ha sido un pasaje mal entendido de la Biblia. La palabra clave de todo este pasaje es "cuando" y se encuentra en el versículo 20, que leemos a continuación:

"Los que en otro tiempo desobedecieron, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, mientras se preparaba el arca, en la cual pocas personas, es decir, ocho, fueron salvadas por agua."

¿Cuándo predicó Cristo a los espíritus encarcelados? Como dice este versículo, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé. En los días de Cristo, los espíritus de aquellos a quienes Noé había predicado estaban encarcelados, porque habían rechazado el mensaje de Noé. Habían ido al Sheol, lugar al cual descienden los muertos; estaban esperando el juicio, estaban perdidos. Pero Cristo no descendió y les predicó después de morir en la cruz. Les predicó por medio de Noé; como dice este versículo 20, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé. Por 120 años Noé había predicado la Palabra de Dios. Salvó a su familia, pero a nadie más. Fue el Espíritu de Cristo el que predicó a través de Noé en su tiempo. En los días de Cristo, aquellos que rechazaron el mensaje de Noé se encontraban en una prisión. Aquí la idea es que la muerte de Cristo no significó nada para ellos, así como no significa nada hoy para muchas personas que, como consecuencia, también se tendrán que enfrentar con el juicio. Continuemos leyendo el versículo 21 de este tercer capítulo:

"El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva (no quitando la suciedad del cuerpo, sino como la aspiración de una buena conciencia hacia Dios) mediante la resurrección de Jesucristo"

Ahora, ¿a qué bautismo se refiere este versículo? No es el bautismo por agua, sino el bautismo del Espíritu Santo. Este es el bautismo del Espíritu Santo. El bautismo del Espíritu Santo es un verdadero bautismo, y el bautismo por agua es un bautismo ritual. Ahora, nosotros creemos en el bautismo por agua, y que el bautismo por inmersión es la forma apropiada de realizarlo. Sin embargo lo importante aquí es ver que es el bautismo del Espíritu Santo el que nos introduce en el cuerpo de los creyentes.

Y dice además el versículo 21: no quitando la suciedad del cuerpo. O sea, que no es simplemente por agua, porque ello no quita las impurezas del cuerpo. Y añadió el apóstol: sino como la aspiración de una buena conciencia hacia Dios mediante la resurrección de Jesucristo. Es decir, una fe en la resurrección de Jesucristo que trajo la acción del Espíritu Santo a su vida y lo regeneró. Finalmente por hoy, leamos el versículo 22 de este tercer capítulo de 1 Pedro:

"Quien habiendo subido al cielo está a la derecha de Dios; y a él están sujetos ángeles, autoridades y poderes."

Este versículo está hablando sobre el Señor Jesucristo. Usted y yo somos pecadores aquí en la tierra, pero podemos acudir a Él, recibirle, y de esta manera unirnos a la gran multitud de los redimidos. Somos bautizados por el Espíritu Santo, introducidos así en el cuerpo de Cristo, porque El fue resucitado de los muertos y está sentado a la derecha de Dios en el cielo.

Bien, estimado oyente, vamos a detenernos aquí por hoy. En nuestro próximo programa, comenzaremos nuestro estudio del capítulo 4 de esta primera epístola del Apóstol Pedro. Mientras tanto, le sugerimos que usted lea este capítulo 4 y se familiarice con su contenido, porque esperamos contar con su grata compañía en nuestro próximo encuentro, en el que continuaremos nuestro recorrido a través de la Biblia.

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