Estudio bíblico de Amós 2:9-3:2

Amós 2:9-3:2

Continuamos hoy, amigo oyente, recorriendo el libro del profeta Amós. Y en nuestro programa anterior llegamos hasta el versículo 9 del capítulo 2 de esta profecía. En nuestro programa anterior, en el versículo 3 de este segundo capítulo, finalizamos la primera gran división de este libro, titulada "El juicio contra las naciones vecinas de Israel", que abarcaba el capítulo 1 y los 3 primeros versículos de este capítulo 2. En esa división vimos el juicio contra Siria, Filistea, Fenicia, Edom, Amón y Moab.

Después consideramos, en los versículos 4 y 5 de este capítulo, el juicio contra Judá por despreciar la Ley de Dios. En ese pasaje destacamos que Amós se dirigió a la nación de Israel con un método opuesto al que los otros profetas usarían más tarde. Ellos siempre mencionarían el juicio de Dios sobre Israel y después el juicio contra las naciones que se encontraban a su alrededor. Sin embargo, Amós se había ocupado de estas naciones primero, y después se dirigió a Israel, contra cuyo pueblo el juicio de Dios sería mayor. La razón para un juicio más severo era bastante obvia: el privilegio siempre crea responsabilidad. A mayor luz de revelación que uno recibe, corresponde una mayor responsabilidad ante Dios. Así que, al dejar el tema de las naciones vecinas, el profeta procedió a ocuparse de los pecados del pueblo de Dios. Comenzó con Judá, el reino del sur, del cual él mismo procedía. En el versículo 4 destacamos la frase porque menospreciaron la ley del Señor, no guardaron sus ordenanzas y los hicieron errar sus mentiras, en pos de las cuales anduvieron sus padres. Esta frase resumió en pocas palabras lo que a los profetas Isaías, Jeremías y Ezequiel les llevó muchas páginas expresar. Dios juzgaría al reino del sur. ¿Y por qué? Porque ellos no obedecieron Sus mandamientos; despreciaron la ley de Dios. Incluso tenían el templo que se encontraba en Jerusalén. Y en consecuencia, Dios los juzgaría de acuerdo a la ley.

También vimos que después, a partir del versículo 6, el profeta expuso el juicio contra Israel por inmoralidad y blasfemia. Ellos también tenían la ley de Dios y habían sido enseñados de acuerdo con los Diez Mandamientos de Dios. Iba a tratar el tema de la Ley de Moisés. No hablaría de los Diez Mandamientos, como lo hizo con Judá, sino que se ocuparía de las leyes de Moisés que tenían que ver con la vida diaria de las personas. Los israelitas estaban cometiendo los mismos pecados que las naciones vecinas. En primer lugar se mencionó el maltrato a los pobres. En este libro encontramos referencias a este tema en el capítulo 4 versículo 1 y en el capítulo 5, versículo 11. El les había dado varias leyes sobre este tema y mencionamos simplemente una, registrada en Deuteronomio capítulo 16, versículo 19. Dios entregó esa ley para proteger a esa clase social. En aquellos días un hombre podía ser absolutamente inocente, pero su adversario podía hacerle llegar dinero al juez para recibir un veredicto favorable. Después, el profeta mencionó un problema de inmoralidad. Aparentemente, el profeta estaba hablando acerca de una sirvienta que era una prostituta, y tanto el padre como el hijo tenían relaciones con ella. Y Dios dijo que el adulterio profanaba Su santo nombre. Y el versículo 8 terminó con una denuncia contra la embriaguez.

Ahora, en el versículo 9 de este capítulo 2, de la profecía de Amós. Leemos:

"Yo destruí delante de ellos a los amorreos que eran altos como los cedros y fuertes como las encinas; destruí su fruto arriba y sus raíces abajo."

Observemos aquí el lenguaje expresivo y figurativo de este predicador rural que había llegado de Tekoa, en el desierto de Judá. Por medio del profeta Amós Dios estaba anunciando la destrucción de los amorreos, pueblo semítico enemigo de Israel. En Josué 24, versículo 8, dice 8Yo os introduje en la tierra de los amorreos, que habitaban al otro lado del Jordán, los cuales pelearon contra vosotros, pero yo los entregué en vuestras manos; ocupasteis su tierra, porque yo los exterminé de delante de vosotros. Anteriormente dijimos que hoy no podríamos encontrar Moabitas y creemos que podemos decir lo mismo en cuanto a los Amorreos.

Dios le había dicho a Abraham que no podía colocarle en la tierra en aquel momento porque en ella se encontraban los amorreos, pueblo cuya maldad aun no había llegado a su punto culminante. Y Dios les iba a dar una oportunidad de volverse a Él, apartándose de los pecados que estaban cometiendo. Ahora, alguien quizá nos diga: "Después de todo, esas eran naciones paganas. No tenían la ley de Moisés y no sabían cómo debían comportarse". Leamos a continuación una declaración interesante que escribió el apóstol Pablo en su epístola a los Romanos, capítulo 2, versículos 12 al 14: 12Todos los que sin la Ley han pecado, sin la Ley también perecerán; y todos los que bajo la Ley han pecado, por la Ley serán juzgados, 13pues no son los oidores de la Ley los justos ante Dios, sino que los que obedecen la Ley serán justificados. 14Cuando los gentiles (es decir, los no judíos) que no tienen la Ley hacen por naturaleza lo que es de la Ley, estos, aunque no tengan la Ley, son ley para sí mismos, ¿Por los no judíos, que no tienen la Ley, se abstienen de cometer un asesinato? ¿Por qué se abstienen de mentir, o de robar? Bueno, Pablo continuó escribiendo y el versículo 15 del capítulo 2, de la epístola a los Romanos dice: mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándolos o defendiéndolos sus razonamientos. Ahora, usted y yo, estimado oyente, tenemos una conciencia, e incluso si nunca hubiéramos oído de los Diez Mandamientos, nuestra conciencia nos acusaría, o nos disculparía. Es decir, que reconoceríamos nuestra culpabilidad, o nos sentiríamos libres de cualquier sentimiento de culpa. Al ser humano se le ha dado un sentido de lo que está bien, o de lo que está mal.

Y fue en base a esto que Dios juzgó a los amorreos, porque ellos continuaron en el pecado. Dios le dijo a Abraham que iba a enviarlo a él y a su descendencia a Egipto durante 420 años, hasta que culminara la maldad de los Amorreos. Creemos que todos estaremos de acuerdo en que al concederles Dios ese período de tiempo tan prolongado, ese pueblo tuvo múltiples ocasiones de arrepentirse y rectificar. Pero, contra lo que podía esperarse, ese pueblo fue incrementando sus malvadas costumbres.

El hecho fue que los Amorreos no se volvieron a Dios. Cuando Josué al frente del pueblo de Israel cruzó el río Jordán, llegó a la tierra de los Amorreos. Jericó era una ciudad Amorrea, y Rahab, la ramera que protegió a los espías israelitas antes de la caída de la ciudad, pertenecía a ese pueblo. Ella y su familia fueron los únicos que no sobrevivieron a la conquista. Ahora, los Moabitas desaparecieron, pero Ruth, la Moabita, formó parte de la genealogía de Jesucristo. Los Amorreos, también desaparecieron hace mucho tiempo, pero Rahab también figuró en la línea de descendencia que conduciría al Mesías.

Y Dios les estaba diciendo a los israelitas que había juzgado a los Amorreos por los mismos pecados que ellos estaban cometiendo. El les había dado a los israelitas Su Ley, y ellos la habían desobedecido. Y en los versículos 10 y 11, de este capítulo 2 de Amós leemos:

"A vosotros os hice subir de la tierra de Egipto y os conduje por el desierto cuarenta años, para que tomarais posesión de la tierra del amorreo. Y levanté profetas entre vuestros hijos y nazareos entre vuestros jóvenes. ¿No es esto cierto, hijos de Israel?, dice el Señor."

Dios deseaba que ellos la hubieran servido en esa tierra, que educaran a sus hijos para que lo sirvieran, para que fueran profetas, y para que fueran Nazareos. Pero en cambio, ¿qué sucedió? Leamos el versículo 12 de este segundo capítulo:

"Mas vosotros disteis a beber vino a los nazareos, y a los profetas mandasteis diciendo: No profeticéis."

Un nazareo era un israelita que voluntariamente había hecho una promesa de dedicarse a Dios. Y había tres cosas que él no haría: (1) no cortaría su cabello. ¿Por qué? Bueno, el apóstol Pablo diría que para un hombre era vergonzoso tener el cabello largo, como vemos en la primera carta a los Corintios capítulo 11, versículo 14. Para los Nazareos, esa costumbre era una forma de soportar o compartir esa vergüenza con los demás.

(2) No les estaba permitido beber vino o tocar la fruta del viñedo. No debían comer las uvas, ni siquiera las pasas de las uvas. Los israelitas, al darles vino, estaban logrando que los Nazareos quebrantaran sus votos.

(3) El Nazareo no podía tocar un cuerpo muerto ni acercarse a él. Cuando un ser querido suyo moría, ni siquiera asistía al funeral. Tenían esa costumbre para poner en evidencia que Dios era la prioridad y ocupaba el primer lugar de su vida.

El versículo 12 continuó diciendo que ellos les dijeron a los profetas: no profeticéis. Ellos les estaban diciendo a los profetas que no querían escucharles. No querían recibir de los profetas ningún mensaje y así, se negaron a escuchar el mensaje de Dios.

Uno de los factores que se destacó en la caída del Imperio Romano fue que su destrucción no provino de un enemigo exterior. Esa ciudad y ese imperio cayeron por factores internos. Y lo mismo les ha sucedido y les sucede a varias naciones de todas las épocas y de nuestro tiempo. Aunque hayan sido fuertes en su economía y la abundancia de sus recursos humanos y materiales, son destruidas por elementos externos como, por ejemplo las armas de un enemigo, sino por graves problemas internos.

Hay dos factores que contribuyen a la decadencia de una nación; factores que actúan pos sí mismos, o agravando otros problemas internos de ese país. Uno de ellos es el abuso del alcohol, el alcoholismo y uso de las drogas. El alcoholismo es como una enfermedad que afecta a millones de personas en muchos países. No solo es éste el factor que produce la mayoría de los accidentes fatales en nuestras carreteras, sino también altera el comportamiento de las personas en la sociedad, en el mundo laboral y de manera especial, en la esfera familiar, donde provoca o agrava los sentimientos de agresividad y violencia entre los miembros de una familia.

EL otro factor, aunque generalmente no reconocido, es que la mayoría de las personas no quiere escuchar la Palabra de Dios. Esta actitud es simplemente una consecuencia del hecho evidente de que Dios ha sido dejado de lado en la sociedad secular y resulta significativo que ese alejamiento ha coincidido con el abandono de valores básicos para la convivencia entre los miembros de la sociedad. La pérdida de tales valores coincide pues con el gran aumento de trastornos psicológicos y con el incremento de la agresividad verbal y física en esferas tan diversas como la escuela, la política y el hogar. Y esta es una consecuencia de una secularización producida por la idea de que la Palabra de Dios ya no es relevante para transformar al ser humano y para crear una sociedad más justa. ¿No es acaso cierto que estamos presenciando la creación de una sociedad menos humana, y menos respetuosa de las leyes y de los derechos humanos fundamentales?

Lo mismo estaba sucediendo en Israel. La actitud de los israelitas haciendo incumplir sus promesas a los Nazareos, y prohibiéndoles a los profetas que declararan la Palabra de Dios, les estaba conduciendo al juicio de Dios. En aquella época las personas querían escuchar algo diferente, que las hiciera sentir bien, aunque estuviera alejado de la realidad. Pero escuchemos lo que el profeta dijo en el versículo 13 de este capítulo 2 de Amós:

"Por eso, yo os apretaré en vuestro lugar, como se aprieta el carro lleno de gavillas"

Hay diferentes formas de traducir e interpretar este versículo. Una segunda versión lo traduce de esta manera: "He aquí, Yo estoy oprimido debajo de vosotros, como está oprimida una carreta llena de gavillas". Ahora, con respecto a esta traducción, algunos opinan que es un poco degradante pensar que Dios se encontraba oprimido de esta forma. Preferimos esta segunda traducción, que expresa que ellos le habían colocado a Él en una situación difícil. Porque Dios los había colocado a ellos, a los israelitas, en un territorio, expulsando de él a los Amorreos. Pero los israelitas estaban cometiendo los mismos pecados que los Amorreos. Y, por supuesto, El no iba a pasar por alto esos pecados sino que los juzgaría. Ahora, en nuestra Biblia en castellano, en la primera versión que hemos usado y como hemos leído se tradujo Yo os apretaré en vuestro lugar, como se aprieta el carro lleno de gavillas. O sea que, en este caso, fue Dios quien estaba ejerciendo la presión y Él los iba a juzgar, como veremos al estudiar el capítulo 3. Continuemos leyendo ahora los versículos 14 al 16 de este segundo capítulo de Amós:

"El ligero no podrá huir, al fuerte no le ayudará su fuerza ni el valiente librará su vida; el que maneja el arco no resistirá, ni escapará el ligero de pies ni el jinete salvará su vida. El esforzado entre los valientes huirá desnudo aquel día, dice el Señor."

Algunos expositores Bíblicos creen que estos versículos, los últimos del capítulo 2 de la profecía de Amós, se refieren al terremoto mencionado en el primer versículo de esta profecía. No creemos que aquí haya ninguna referencia a algún terremoto. La idea aquí es que Israel era una nación fuerte. Dios había mantenido alejados a sus enemigos y ninguno de ellos había avanzado para conquistar su tierra. Pero en ese momento, todo se destruiría, incluso las murallas de la ciudad. El enemigo había entrado en su territorio y los que habían sido fuertes, ya no lo eran.

Estas palabras deberían llevarnos a una reflexión sobre las naciones en la actualidad. Grandes potencias han experimentado la grandeza por haber intervenido en asuntos mundiales. Junto con el orgullo y la seguridad de la capacidad de su fuerza que han sentido, han ido desarrollando el sentimiento de que ya no necesitaban a Dios. Y la verdad es que algunas han entrado en un proceso de decadencia. Y esa situación constituye una advertencia de Dios a todos los pueblos.

En nuestro pasaje Dios le dijo a Israel que se estaba convirtiendo en una nación débil, y que ese pueblo no se había dado cuenta de que Dios había comenzado a juzgarlos. Este fue el mensaje transmitido por el profeta Amós y no nos sorprende que la gente quisiera expulsarle de la ciudad. No nos asombra que no quisieran escuchar el mensaje que tenía para ellos. Y aún no había terminado. Y así llegamos al

Amós 3 - La acusación de Dios contra todo el pueblo de Israel

Dice el versículo 1 de este tercer capítulo de Amós:

"Oíd esta palabra que ha hablado el Señor contra vosotros, hijos de Israel, contra toda la familia que hice subir de la tierra de Egipto"

Ahora Dios pasó por alto el hecho de que la nación se había dividido y dijo que estaba hablando a la totalidad del pueblo de Israel, al que sacó de Egipto. Ante Sus ojos no había dos naciones sino solo una. Ante El, las doce tribus eran como una familia. Y dice el versículo 2 de este tercer capítulo:

"A vosotros solamente he conocido de todas las familias de la tierra; por tanto, os castigaré por todas vuestras maldades."

Como vemos, Dios les estaba hablando de una forma clara y directa, acorde con la forma de ser del profeta. Él se andaba con rodeos no daba vueltas sino que se dirigía directamente al grano. Él no andaba con rodeos ni tenía pelos en la lengua, como se dice. Israel sería castigada por su maldad. Fue una desgracia que sus políticos y sacerdotes no le escucharan. Si lo hubieran hecho, la historia de aquel pueblo habría sido diferente.

El mensaje profético continuó diciendo en el versículo 2 a vosotros solamente he conocido de todas las familias de la tierra. En el libro del Génesis podemos ver que después del desastre del diluvio, los seres humanos vivían en un estado de pecado y rebelión contra Dios, condición que se expresó en la torre de Babel. En aquel momento, toda la humanidad se alejó de Dios., produciéndose una apostasía total. Entonces, Dios se dirigió hacia Ur de los Caldeos y de aquella ciudad llamó a un hombre, a Abraham. Dios formaría a partir de él una nación, a quien entregaría una tierra. Eso fue lo que El quiso decir aquí en este versículo de Amós, al proclamar A vosotros solamente he conocido de todas las familias de la tierra.

Y aquí, estimado oyente, debemos poner punto final a nuestro estudio de hoy. En nuestro próximo estudio, haremos un repaso desde el principio de este capítulo 3 y continuaremos avanzando por dicho capítulo. Nos agradaría continuar contando con su compañía y por ello le sugerimos que lea los versículos siguientes para estar más familiarizado con este mensaje profético.

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