Estudio bíblico de Jonás 3:9-10

Jonás 3:9-10

Estimado oyente, hoy continuamos recorriendo el libro de Jonás. Hemos llegado a nuestro penúltimo programa dedicado a este libro del Antiguo Testamento y creemos conveniente recordar el esquema general del libro que expusimos en la segunda parte de nuestra introducción. El considerar el libro de Jonás como un horario, nos daría para esta obra el siguiente bosquejo general, que nos describe la trayectoria del profeta desde el principio al fin, destacando las etapas e incidentes producidos como resultado de su resistencia al cumplimiento del propósito de Dios para su vida.

En el capítulo 1, Jonás salió de Israel. Evidentemente él había salido de la ciudad donde vivía, que podía haber sido Samaria o Gath-hepher. Él partió desde ese lugar. Su destino era Nínive. Ahora, en realidad, su destino de llegado terminó siendo un pez.

En el capítulo 2, vemos que él salió del pez. Su destino aun era Nínive. Pero él llegó a tierra firme.

En el capítulo 3, vemos que él salió de tierra firme; su destino seguía siendo Nínive y, efectivamente, él llegó a esa ciudad. Se demoró en su viaje y las circunstancias accidentadas del mismo ocuparon el relato de 3 capítulos, teniendo que realizar el viaje dentro de un pez; pero el hecho es que llegó al destino de su travesía.

Ahora, en el capítulo 4 veremos que él partió de Nínive. Su destino fue una calabaza, o un lugar fuera de la ciudad de Nínive. Pero el destino verdadero de su viaje fue realmente el corazón de Dios, que es un destino extraordinario y al cual cualquier persona puede llegar.

Y estos son, pues, los seis grandes temas que se tratan aquí en este pequeño libro de Jonás. A lo largo de nuestro estudio hemos venido destacando también las implicaciones y aplicaciones prácticas para nosotros, principalmente relacionadas con los planes y propósitos de Dios para nuestra vida cristiana aquí en la tierra.

Ahora, al examinar las circunstancias del recorrido de Jonás por las calles de aquella gran concentración humana de tres ciudades llamada Nínive, alguien quizá podría preguntar: ¿Cómo hizo él para reunir a una multitud? Este siempre ha sido un problema para el predicador que sale a la calle a proclamar su mensaje. Es natural que éste desee reunir a la mayor cantidad posible de gente. ¿Cómo lo habrá logrado Jonás, sin disponer de medios como los que hoy tenemos para promover publicidad, como por ejemplo, música, el apoyo de personajes populares o de instituciones sociales, etc. En realidad, Jonás no disponía de medios para atraer a una multitud ni para entretenerla, así que lo que atrajo a las masas fue el contenido impactante de su mensaje. Ese fue el motivo por el cual causó un impacto en aquella sociedad.

El profeta usó un método bastante diferente a los que están disponibles en la actualidad. Su método consistió en presentarse como un hombre que provenía de los muertos y la presentación de este hecho debió resultar espectacular. Un hombre que había estado tres días y tres noches dentro de un pez no podía, simplemente, tener un aspecto normal, como el que tenía antes de pasar por esa experiencia.

Los jugos gástricos del pez seguramente habían afectado a Jonás a medida que el pez trataba de digerirlo y debieron afectar concretamente a la coloración de la piel de Jonás. Podemos imaginarnos el color que le quedó al profeta en su piel, y el aspecto que tenía. Cuando él se detenía en una esquina y hablaba en voz alta y le preguntaban dónde había estado, él seguramente habrá respondido: "Yo soy un hombre que viene de entre los muertos; un pez me tragó, porque Dios me había enviado a Nínive, pero yo traté de huir a Tarsis". Ante semejante testimonio y apariencia del profeta, la gente no ridiculizó a Jonás, sino que lo escuchó.

¿Quién hubiera esperado que alguien en la malvada ciudad de Nínive hubiera escuchado la Palabra de Dios a un hombre que afirmara haber regresado de los muertos? Por cierto, su mensaje es el mismo que proclamamos en la actualidad. Tenemos un mensaje acerca de un hombre que regresó de los muertos. El apóstol Pablo escribió en su carta a los Romanos, capítulo 4, versículos 24 y 25, creemos en aquel que levantó de los muertos a Jesús, Señor nuestro, 25el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación.

Jonás había entrado en la ciudad con un mensaje de juicio: Dentro de cuarenta días Nínive será destruida. Creemos que el profeta comunicó el mensaje con entusiasmo, porque a él no le gustaban los habitantes de Nínive.

En la ciudad de Nínive, el mensaje del rey exhortó a sus súbditos con las siguientes palabras: Que cada uno se convierta de su mal camino y de la violencia que hay en sus manos. Como indicamos en otra ocasión, los habitantes de Nínive eran un pueblo brutal y violento, que imponían la ley de la calle. Entonces el rey les ordenó que se apartaran de toda esa forma de vivir y actuar y que clamaran a Dios por compasión.

Entonces se produjo un acontecimiento de lo más extraño: la totalidad de la ciudad se volvió a Dios. Este evento fue extraordinario: en realidad, más que asombroso. Desde el rey en el trono hasta el campesino en su humilde morada, todos se volvieron al Señor. Clamaron con fuerza a Dios y creyeron en El. Fue aquel un tiempo maravilloso de restauración.

Ahora, la gente de Nínive creyó a Dios, y los habitantes de la gran ciudad proclamaron un ayuno. Demostraron visiblemente su creencia. La fe siempre conduce a las obras. Dice el texto Bíblico que desde el mayor hasta el menor se vistieron de luto en señal de arrepentimiento.

Llegamos ahora a un nuevo párrafo que hemos titulado,

Nínive no fue destruida

Hemos visto, pues, que Jonás fue a Nínive y toda la ciudad se volvió a Dios. Este hecho nunca había ocurrido antes. Con toda seguridad, el patriarca Noé no tuvo esa clase de experiencia, pero el profeta Jonás, sí. ¿Qué haría Dios entonces, ya que la ciudad se había vuelto a Él? El rey mismo adelantó una posibilidad. Leamos los versículos 9 y 10 de este tercer capítulo de Jonás:

"¡Quizá Dios se detenga y se arrepienta, se calme el ardor de su ira y no perezcamos!. Vio Dios lo que hicieron, que se convirtieron de su mal camino, y se arrepintió del mal que había anunciado hacerles, y no lo hizo."

Aquí tenemos una declaración notable de las Sagradas Escrituras, en la que se presentó a Dios arrepintiéndose. ¿Qué quiere decir la Biblia cuando afirma que Dios se arrepintió? ¿Se arrepiente Dios? La palabra "arrepentimiento", tal como fue usada en el Antiguo y en el Nuevo Testamento significa principalmente un cambio de forma de pensar. En la Septuaginta (que es la traducción Griega del Antiguo Testamento) la palabra "metanoesen" significa eso, precisamente, cambiar de opinión. Entonces surge la pregunta, ¿cambia Dios de forma de pensar, de opinión?

Uno de los atributos de Dios es Su inmutabilidad, lo cual significa que El nunca cambia. El conoció el final, desde el principio. Dios no ha sido sorprendido por novedades, ni se entera de los acontecimientos ni por líderes humanos ni por los medios de difusión, ni ha tenido que aprender nada de ellos y nunca ha tenido motivos para cambiar de opinión. El está llevando a cabo un programa que diseñó en el principio, y El está simplemente continuando con su desarrollo. Por lo tanto, Dios no cambia.

Pero este pasaje Bíblico dice que Dios se arrepintió. Tenemos que considerar cuidadosamente esta afirmación. Hay expresiones en la Biblia que son términos antropomórficos; es decir, que hay ciertos atributos del ser humano como, por ejemplo, ciertos atributos físicos y psicológicos del hombre que se le atribuyen a Dios.

En primer lugar, observemos algunos atributos físicos. En el segundo libro de Crónicas, capítulo 16, versículo 9, dice: 9Porque los ojos del Señor contemplan toda la tierra. ¿Quiere esto decir que Dios tiene ojos como los nuestros? ¿Y serán azules, grises o verdes? Dios es Espíritu, y por lo tanto, no tiene ojos como los nuestros. Pero Aquel que ha creado los ojos, puede ver, y puede ver sin necesidad de ojos. Y eso, a veces, es algo muy difícil de comprender. Nos referimos al hecho de que El conoce aquellos problemas con los cuales vamos a tener que enfrentarnos. Ello significa que El puede ver absolutamente todo. Por eso bien dice el pasaje que acabamos de leer que el Señor, con Su mirada, recorre toda la tierra. Así que, este es un término antropomórfico, asignando a Dios un atributo que pertenece al hombre, para que podamos entender mejor una verdad.

La Biblia también habla sobre el brazo del Señor, y de la mano del Señor. Estas expresiones son útiles para nuestra comprensión de Dios, pero Aquel que creó mis manos y mis brazos no tiene manos y brazos como yo tengo, porque Dios es Espíritu, Pero la Biblia también dice, en el Salmo 19, versículo 1: Los cielos cuentan la gloria de Dios y el firmamento anuncia la obra de sus manos. O sea, la obra de Sus dedos. Y eso me ayuda mucho a mí, pero Aquel que hizo mis manos, y mis brazos no tiene una mano y un brazo como los que tengo yo. Él es Espíritu. Pero se nos dice que los cielos son obra de Sus manos, eso significa obra de Sus dedos. Eso me dice algo a mí. Juan Wesley lo expresó de la siguiente manera: "Dios creó los cielos y la tierra, y ni siquiera se esforzó". Cuando hablamos de obra de los dedos es como cuando hablamos de una mujer que está haciendo ganchillo, bordando o tejiendo algo. Estas labores no requieren mayor esfuerzo físico ni el empleo de la fuerza. Requieren, por supuesto, un conocimiento previo, pero no una profunda preparación de aprendizaje. Dios creó los cielos y la tierra - que fueron el resultado de la obra de Sus manos.

Sin embargo, cuando estaba comentando la salvación de Dios y Su obra de redención, el profeta Isaías dijo, en su capítulo 53, versículo 1: ¿Sobre quién se ha manifestado el brazo del Señor?" Al oír hablar del término "brazo" comprendemos mejor lo que no entendíamos antes. A Él le costó más y para El fue más difícil redimir al hombre que crear el universo.

Estos son, pues, ejemplos de términos antropomórficos, es decir, de atributos físicos del hombre referidos a Dios para facilitar una comprensión que de otra manera no podríamos tener. Las Sagradas Escrituras también atribuyen a Dios ciertos atributos psicológicos del hombre. Por ejemplo, la Biblia nos habla de la ira del Señor. ¿Quiere decir esto que Dios se enfada? Creemos con toda seguridad que sí. El se enfada con los malvados de todos los tiempos. O sea, que puede enfadarse, pero su enojo, su enfado, no es como el mío. A veces nos enfadamos porque alguien ha hablado mal de nosotros o reaccionamos impulsivamente ante situaciones negativas. Pero el enojo de Dios no se manifiesta en irritación o en la reacción pasional de un malhumor humano, sino que es un enojo que se dirige hacia todo el pecado y la maldad.

Las Sagradas Escrituras nos dicen que Dios ama y eso es algo que podemos comprender. En realidad, en el breve libro de Rut, Dios tomó una relación muy humana, - como lo es el amor de un hombre y una mujer--- como una figura de Su amor por nosotros. También leemos en el Nuevo Testamento, que la iglesia fue llamada la esposa de Cristo. Esta comparación nos dice algo sobre el amor de Dios. Estimado oyente, Dios le ama, y usted no puede evitar que El le ame.

Ahora aquí, en el libro de Jonás, tenemos otro ejemplo que ya mencionamos al principio, cuando el texto dice que Dios se arrepintió. Pero ahora, aquí tenemos algo diferente. Dios se arrepiente. Reiteramos que arrepentirse, en lo que a nosotros se refiere, significa cambiar de forma de pensar, de opinión. Cuando nos arrepentimos, cambiamos de opinión. Hemos cometido un error, y al arrepentirnos, somos conscientes que estábamos equivocados. Entonces, nos apartamos del error y nos dirigimos a Dios para pedirle perdón. Ello quiere decir que he vuelto a ponerme del lado de Dios, contemplando mi error como Dios lo ve. Esto es lo que hacemos al confesar nuestros pecados, manifestándonos de acuerdo con Dios acerca de nuestro pecado.

Ahora, ¿se arrepiente Dios de esa manera? ¿Cambia Él su forma de pensar? ¿Dice El: "Bueno, aquí he cometido un error, así que no destruiré la ciudad de Nínive? Pues, no. Tenemos que ver que la ciudad de Nínive tenía dos opciones cuando Jonás entró a la ciudad con su mensaje de juicio. Sus habitantes podían rechazar el mensaje de Dios, o podían ignorarlo, sin prestarle atención, o no haciendo caso del mismo Si ellos así lo hubieran hecho, habrían sido destruidos. Dios nunca cambió sus opciones. Por otra parte, los habitantes de dicha ciudad podían aceptar el mensaje de Dios y volverse a Él; en este caso, Dios los libraría del castigo, los salvaría. Dios es inmutable. Él nunca cambia. Cuando Su palabra es rechazada y las personas se apartan de Él, entonces están perdidas. Pero cuando se vuelven a Él, El siempre las salva, indiferentemente de quienes sean.

Por lo tanto, en esta historia, ¿quién fue el que cambió? ¿Cambió Dios? No, estimado oyente, pero como ya anticipamos, el leer la expresión de que Dios se arrepintió, parecería que hubiera sido así. Jonás había predicado el siguiente mensaje: "Dentro de 40 días esta ciudad de Nínive será destruida". Pero Dios no la destruyó. ¿Acaso fue Dios quien faltó a Su palabra? No, estimado oyente. Dios es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos. La ciudad había tenido dos opciones. Si aquellas personas no hubieran aceptado el mensaje de Dios. Habrían sido castigadas, destruidas. Pero ellas aceptaron el mensaje divino, creyeron en Dios y se apartaron de su maldad. Así que, Dios no cambió; El siempre salva a las personas cuando éstas se vuelven a Él. Aunque a primera vista pareciera que Dios cambió, fue realmente la ciudad de Nínive la que había cambiado, y ello cambia totalmente nuestra perspectiva cuando leemos este pasaje.

Y con esto llegamos al final; al último capítulo del libro de Jonás, que desarrollaremos en nuestro próximo programa, porque nuestro tiempo por hoy ha llegado a su fin. Solo diremos que el cuarto capítulo de este libro es como un apéndice a la obra del profeta. Al leer en el relato el desenlace que hemos presenciado, casi podríamos decir que el libro bien podía terminar aquí. Aparentemente, el profeta había cumplido su misión y ante semejantes resultados a su mensaje de advertencia, con la conversión masiva de toda una ciudad, incluyendo tanto a sus máximas autoridades - como el rey-como a sus habitantes de condición más humilde, debía sentirse muy satisfecho.

Pero en nuestro próximo encuentro veremos que el problema ya no se debía a los habitantes de la ciudad de Nínive. El problema que surgió después, fue el del mismo Jonás. Por sus reacciones veremos que el profeta era una persona problemática. Resulta paradójico, a estas alturas, concluir que en todo este largo proceso que comenzó cuando Dios llamó a Jonás para que se dirigiera hacia Nínive, Dios tuvo más dificultades con un profeta reincidente llamado Jonás, que las que enfrentó con la totalidad de una ciudad habitada por pecadores paganos, crueles y brutales.

Mirando a la situación del profeta desde nuestra perspectiva actual, diremos que cada uno de nosotros, o cualquier otro predicador o maestro, habría sentido su corazón rebosante de gratitud hacia Dios y querríamos contarle a todo el mundo la forma en que Dios nos había utilizado, para poner en marcha una reforma y renovación sin precedentes en la historia. Pero claro, hay que reconocer que nuestra posición de observación es relativamente cómoda y bajo circunstancias totalmente opuestas. Si hubiéramos estado en lugar de Jonás, es decir, si hubiéramos tenido los antecedentes raciales y prejuicios del profeta y sus conocimientos sobre la forma de actuar del pueblo y ejército de Asiria, si hubiéramos pasado por la traumática experiencia de estar en el estómago de un gran pez durante tres días y tres noches, entonces, posiblemente hubiéramos tenido los mismos sentimientos de perplejidad que él tuvo. Sin embargo, creemos que en su reacción llegó demasiado lejos. Tenemos que concluir que su personalidad compleja constituye para nosotros el gran problema que con tanta exactitud presentó este libro. Porque al ver su trayectoria de forma global, vemos que desde el mismo principio fue llamado por Dios para dirigirse en una dirección, y tomó la ruta más diferente que pudo encontrar. Pero, por otra parte, no podemos entender su actitud a menos que miremos a nuestro propio corazón, y siendo sinceros con nosotros mismos reconozcamos que a veces nos hemos dirigido en la dirección equivocada, tomando un rumbo que se oponía claramente a la voluntad, a los planes y a los propósitos de Dios. Y al hacerlo, hemos tenido que sufrir las consecuencias de nuestra insensibilidad a la Palabra de Dios y a la guía del Espíritu Santo.

Estimado oyente, a la espera de nuestro próximo encuentro, le sugerimos que lea todo el capítulo 4, el último capítulo de este libro de Jonás, para estar familiarizado con esta parte del libro que tiene una gran importancia, pues con toda sinceridad nos vuelve a mostrar el lado oscuro en la vida de una persona como Jonás, a quien se le había encomendado una misión sin precedentes, de gran trascendencia pública. Así que, al agradecerle la atención prestada durante esta etapa de nuestro recorrido por el Antiguo Testamento, le invitamos a acompañarnos en el examen de un curioso incidente, que forma parte de nuestro extenso viaje "a través de la Biblia."

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