Estudio bíblico de Miqueas 4:6-13

Miqueas 4:6 - 13

Continuamos hoy, amigo oyente, nuestro viaje por el libro del profeta Miqueas. Volvemos a ese maravilloso capítulo 4, y vamos a comenzar nuestro estudio a partir del versículo 6. Hemos podido apreciar en este capítulo 4 que el tema ha cambiado. Ha pasado de la oscuridad y las tinieblas de la noche, a la luz diáfana del día. Se cruzarán una o dos nubes delante del sol, en esta sección, pero en su mayor parte veremos que el tema que nos toca a desarrollar es tan brillante como la luz del mediodía. Aquí tenemos una gran profecía acerca del reino milenario del Señor Jesucristo, y el cuadro que se nos presenta describe el día cuando Dios cumplirá Su promesa en que todos los hijos de Israel regresarán a la tierra prometida. El profeta Miqueas presentó esto de una manera muy clara en la sección que comienza con el versículo 6. Y hasta este punto habíamos llegado en nuestro programa anterior.

Leamos entonces, este versículo 6 del capítulo 4, Miqueas escribió:

"En aquel día, dice el Señor, juntaré la que cojea, y recogeré la descarriada, y a la que afligí"

Iremos analizando este versículo por partes. "En aquel día", aquí volvemos a encontrar este término que hace referencia a los llamados postreros días: "El día del Señor", que está relacionado con el reinado milenario de Jesucristo. Cuando estudiábamos el libro del profeta Oseas vimos esa expresión. Todos los llamados "profetas mayores" también utilizaron este término. "El día del Señor" es una expresión específica de un tiempo que comenzará con la llamada "Gran Tribulación". Leamos una vez más el versículo 6:

"En aquel día, dice el Señor, juntaré la que cojea"

Ahora, ¿a quién se refirió Dios cuando describió a "la que cojea"? Dios está hablando de la nación de Israel. Continúa el versículo 6:

"Y recogeré la descarriada, y a la que afligí"

Dios manifestó claramente que fue Él quien la afligió. Parecería como si Dios tomara la responsabilidad de todo lo que le ocurrió a la nación de Israel.

En una ocasión el Dr. McGee mantuvo una conversación con un judío, delante del famoso hotel Rey David en Jerusalén. Este hombre había escapado de la muerte bajo la persecución nazi, aunque le había tocado estar preso en un campo de concentración. Este hombre le comentó al Dr. McGee que después de esa horrenda experiencia, de tanto sufrimiento, agonía y dolor, él se había convertido en un ateo. En su conversación este judío preguntó: ¿Dónde estaba nuestro Dios? ¿Por qué no nos ayudó durante ese tiempo de extrema dificultad? ¿Por qué no nos libró? El Dr. McGee le respondió: "Bueno, la verdad es que creo que Él estaba allí presente. Probablemente usted le echaría la culpa a Dios por lo que le sucedió". Le respondió: "Por cierto que lo hago. Si existiera un Dios, Él tendría que haber respondido". Y el Dr. McGee le dijo: "No, señor, el pueblo judío ha tenido la oportunidad de conocer a Dios y de obedecerle a Él mucho antes que todo el resto de la humanidad. Cuando la nación judía tuvo el conocimiento del Dios vivo y verdadero, mis antepasados eran paganos. Había tribus en Alemania, tribus en Escocia, y en otros lugares del planeta. Eran ignorantes paganos, cuando ustedes ya tenían la luz. Finalmente, algunos de su pueblo llevaron la luz a nuestro pueblo, por lo cual estamos muy agradecidos". El Dr. McGee continuó: "Pero Dios fue muy claro en sus escritos, sus propios libros hebreos, al decir que cuando se tiene el conocimiento del verdadero y único Dios, no se le puede dar la espalda, y apartarse de Él, sin recibir el castigo correspondiente. Si usted lee los escritos de su pueblo, no sólo puede echarle la culpa a Dios por todas las aflicciones que han pasado, porque Dios todavía no ha terminado con Su plan para la nación. Dios tiene el propósito de reunirlos otra vez. Y para entonces ustedes ya habrán aprendido la lección que éste es el universo de Dios y no se puede rechazar el conocimiento que Él mismo les ha dado sin sufrir Su juicio."

Ésa es también la situación de muchas naciones en el presente. Una triste realidad que nos alarma, es la ignorancia de la Palabra de Dios en la actualidad de muchos que se denominan "cristianos". Pero no sólo es la ignorancia, sino también la indiferencia hacia la Palabra de Dios, otras de las características de nuestros tiempos. Se ridiculiza, o se ironiza, sobre temas que tengan relación con la fe cristiana, pero se respetan creencias y prácticas muy exóticas, por ser más progresistas, o simplemente, porque están de moda.

Dios dijo: "Yo os he afligido". Dios abiertamente declaró ser el autor de las aflicciones de los israelitas. Él no tiene por qué dar explicaciones, o justificar Sus hechos, o manera de obrar. Si Él así lo declaró, vamos a creerle, pero también esto debería servir de advertencia para nosotros, y nuestras naciones. Dios continuó en el versículo 7 de este capítulo 4 de Miqueas:

"Y pondré a la coja como remanente"

Vamos a detenernos y dedicar algo de tiempo para considerar esta palabra "remanente". Nunca, a través de la larga y extensa historia de la nación de Israel, la totalidad del pueblo de esta nación adoró a Dios. Siempre hubo una minoría, un remanente, el que permanecía fiel a Dios. En realidad fue un remanente, de aquellos que salieron de Egipto, los que finalmente entraron en la tierra prometida, después de esa larga odisea de cuarenta años por el desierto. Prácticamente toda la generación de los que salieron con Moisés de Egipto murieron en esa larga travesía. Fueron sus hijos que pudieron entrar en esa tierra soñada, la tierra prometida por Dios. Dios siempre cuidó de los remanentes.

También en los días del profeta Elías, Dios cuidaba y preservaba la vida de aquellos que formaban su remanente fiel. Elías era muy pesimista. El profeta dijo: "y sólo yo he quedado". (1 Reyes 19:10) Sin embargo, Dios le respondió: "Y yo haré que queden en Israel siete mil, cuyas rodillas no se doblaron ante Baal, y cuyas bocas no lo besaron". (1 Reyes 19:18) Estos fieles estaban huyendo y se escondían de los malvados y perversos reyes Acab y Jezabel, motivo por el cual el profeta Elías no sabía de la existencia de ese grupo fiel a Dios.

Es muy posible que en la actualidad también ocurra algo semejante. Pensamos que probablemente haya muchos más creyentes de lo que imaginamos. Aunque no escuchamos mucho sobre estos creyentes, ellos son verdaderos y fieles seguidores de Jesucristo.

Pero Dios tenía un remanente; Hubo un remanente de creyentes en la venida de Cristo, y aunque los líderes de la nación Le rechazaron, e instigaron Su crucifixión, había un remanente que le recibió y creyó en Él. No debemos decir que toda la nación de Israel rechazó a Cristo, porque no fue así. Había un pequeño remanente que sí le recibió. En el día de Pentecostés hubo una gran multitud que aceptó a Cristo como su Salvador y Señor. Aunque fueron muchos los que creyeron en Él ese día, era sólo un remanente. Y creemos que lo mismo ocurre en la iglesia de nuestros días.

Ya hemos manifestado que creemos que hay más creyentes en el mundo de los que las estadísticas mencionan. Y también pensamos que es muy posible que en una iglesia no todos los miembros sean verdaderos creyentes. No todos los que se consideran cristianos son realmente hijos de Dios, por el hecho que no han experimentado la conversión, el retorno a Dios, lo que la Biblia llama, "el nuevo nacimiento", que implica, confesar nuestros pecados a Dios, y pedirle que nos perdone nuestros pecados. Y al entrar en la Familia de Dios, se nos trata como a "hijos amados" por el Padre, no por nuestros méritos, sino por el sacrificio de Jesucristo en la cruz, muriendo por los pecados de cada uno de nosotros. Y puede ser que nos encontremos en la época actual, con oposición o dificultades, o como dijo el escritor de la epístola a los Hebreos: "Porque el Señor al que ama disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo". (Hebreos 12:6) Él va a disciplinar a los suyos, los va a probar.

Por ejemplo, si tiene usted en su casa algún objeto de metal y quiere comprobar si realmente es un metal valioso, como es el oro, lo que hará es someterlo a un examen por un experto en la materia. Este profesional experimentado aplicará un altísimo grado de calor para descubrir si el objeto a evaluar es realmente de oro. El resultado de ese examen determinará el valor de esa pieza.

Amigo oyente, Dios hace eso mismo con Sus Hijos, con todos aquellos que son Suyos. Nos permite vivir experiencias y pruebas, fuertes y duras, para determinar si nuestra fe es auténtica y nuestro compromiso con Él es genuino. La manera en que afrontamos y luchamos en las pruebas que Él permite que nos ocurran a lo largo de nuestra vida demostrará el grado de confianza, dependencia, obediencia, de fe y amor que tenemos los que nos llamamos hijos de Dios.

Dios, siempre, a lo largo de la historia de la humanidad, ha tenido un fiel remanente. Y hay un remanente también en la nación de Israel en la actualidad; pensamos que hay más creyentes en la nación de Israel, de lo que nos podamos imaginar. Por lo tanto, esta palabra remanente tiene un significado muy importante en las Sagradas Escrituras, y esperamos que usted no lo pase por alto. La última parte del versículo 7 de este capítulo 4 de Miqueas, nos dice:

y el Señor reinará sobre ellos en el monte de Sion desde ahora y para siempre.

En los días del profeta Miqueas Dios dijo que de los afligidos Él formaría un remanente; Él los reunirá y hará de ellos "una nación fuerte". Eso no ha sucedido aún. Como podemos apreciar, esta profecía todavía no se cumplió. Continuamos con el versículo 8 de este capítulo 4 de Miqueas:

"Y tú, oh torre del rebaño, fortaleza de la hija de Sion, hasta ti vendrá el señorío primero, el reino de la hija de Jerusalén."

"Y tú, oh torre del rebaño, fortaleza de la hija de Sion", probablemente Dios se dirigió a todo el pueblo informándole que el dominio que tuvo bajo el reinado del rey David y de su hijo, el rey Salomón, sería restaurado, y que el grandioso reino del Mesías se haría realidad. Esto no ha ocurrido todavía, ese reino todavía no ha llegado. El hecho que ellos se encuentran en esa tierra en la actualidad, no se debe al cumplimiento de la profecía del reino. Ese reino llegará, pero será en un futuro bastante lejano cuya fecha nadie puede predecir. Nosotros creemos que esta es una profecía muy clara y específica.

Ahora comienza una sección que titulamos:

El Futuro Cercano

Hemos llegado a un punto del relato en que podríamos decir que "una nube pasa por delante del sol". Muchos estudiosos de la Biblia creen que los siguientes dos versículos se refieren a la cautividad del pueblo israelita en Babilonia.

Leamos el versículo 9 y el 10:

"Ahora, ¿por qué gritas tanto? ¿No hay rey en ti? ¿Pereció tu consejero, que te ha tomado dolor como de mujer de parto? Duélete y gime, hija de Sion, como mujer que está de parto; porque ahora saldrás de la ciudad y morarás en el campo, y llegarás hasta Babilonia; allí serás librada, allí te redimirá el Señor de la mano de tus enemigos."

Estos versículos son tan claros y específicos que creemos que se refieren a la cautividad babilónica que sufriría el reino del sur. Miqueas, el profeta, al dirigir sus comentarios a la hija de Sion, se refirió a Judá, el reino del sur. Pero lo que nos llama la atención es la terminología utilizada en la expresión: "Te ha tomado dolor como mujer de parto". Los hombres no podemos hablar por experiencia propia. La mitad de la raza humana no sabe cómo son los dolores de un parto. Sólo las mujeres pueden experimentar ese tipo de dolor. Todo lo que los hombres podamos saber es por la experiencia que han vivido nuestras esposas, madres y hermanas, y por lo que nos comentan los demás. Estos dolores, en un parto natural, son temibles, desgarradores y casi insoportables. Esa clase de dolor no se puede soportar por mucho tiempo; tiene que ser puntual y temporal, no podrían durar para siempre.

Dios ha presentado muchas ilustraciones a través de Su Palabra, para hablar de los eventos futuros. Estos eventos históricos contienen un mensaje. Y Dios presentó Su mensaje usando la historia, para que nosotros podamos captar el mensaje que Él quiere dejarnos.

El cuadro que Miqueas nos describió es el hecho histórico en el cual el rey Nabucodonosor se apoderó de Jerusalén. En realidad, tres veces sitió a la ciudad y finalmente, en la tercera ocasión, destruyó el área del templo, la arrasó y quemó, y no dejó piedra sobre piedra. La ciudad de Jerusalén quedó en completa ruina. El sufrimiento del pueblo de Judá se describió aquí como los dolores que sufre una mujer al estar de parto. Este tiempo debió ser un período breve, o la nación no hubiera podido continuar su existencia. Esa terrible circunstancia no podía prolongarse por mucho tiempo porque el pueblo no podría haberlo soportado. Sería demasiado angustioso, demasiado terrible. Por la misma razón el período de la Gran Tribulación tendrá que ser breve.

El Señor Jesucristo expresó esta afirmación muy clara en el evangelio según San Mateo, capítulo 4, versículo 22, dónde dijo: "Y si aquellos días no fuesen acortados, nadie sería salvo". Nadie podría soportar tal agonía y dificultad por mucho tiempo.

"porque ahora saldrás de la ciudad y morarás en el campo, y llegarás hasta Babilonia" cuando el rey Nabucodonosor conquistó Jerusalén, los habitantes de la ciudad que no fueron asesinados huyeron y trataron de vivir en los cercanos campos, pero con el tiempo también ellos serían capturados y llevados a Babilonia.

El profeta Miqueas, al mencionar estos dos versículos, miró al futuro, más allá de esta cautividad de Israel - el reino del norte- por los Asirios y dirigió la mirada a la cautividad posterior que iba a sufrir Judá en Babilonia. Inmediatamente, sin embargo, Miqueas continuó profetizando la liberación "allí serás librada, allí te redimirá el Señor de la mano de tus enemigos". Aunque ellos sufrirían cautividad en Babilonia, Dios les iba a liberar de esa situación. Por la historia sabemos que Dios los liberó de la mano Ciro (podemos leer en Isaías 44:28 y 2ª Crónicas 36: 22 y 23). El profeta Miqueas aquí enfatizó que el sufrimiento y el dolor del pueblo de Dios finalizaría con alegría.

La siguiente sección se titula:

El Futuro Distante

A continuación vemos que Miqueas siguió adelante en su relato, avanzando hacia el futuro lejano, al tiempo de la Gran Tribulación, específicamente hacia la guerra final, la guerra de Armagedón. Leamos el versículo 11 de este capítulo 4 de Miqueas:

"Pero ahora se han juntado muchas naciones contra ti, y dicen: Sea profanada, y vean nuestros ojos su deseo en Sion."

La mención de muchas naciones nos muestra que Miqueas ya se alejó en su espíritu del hecho de la invasión babilónica y comenzó a hablar de otro asunto. Que muchas naciones se iban a unir contra Jerusalén fue mencionado también por otros profetas, por ejemplo, en Joel 3, Zacarías 12 y 14, en Ezequiel 38 y 39. Todos estos profetas se refirieron a la guerra de Armagedón durante el período de la Gran Tribulación. El versículo 12 continúa diciendo:

"Mas ellos no conocieron los pensamientos del Señor, ni entendieron su consejo; por lo cual los juntó como gavillas en la era."

Estas naciones estarán en contra del pueblo de Dios. Jerusalén llegará a ser el punto máximo de atención del mundo. Estas naciones no saben lo que Dios hará en el cumplimiento de Su plan. Avanzarán ciegamente en contra de Israel, desconociendo que Dios los estará llevando a ese punto para realizar Su juicio. Ahora, en el versículo 13, el versículo final de este capítulo 4, Miqueas dijo:

"Levántate y trilla, hija de Sion, porque haré tu cuerno como de hierro, y tus uñas de bronce, y desmenuzarás a muchos pueblos; y consagrarás al Señor su botín, y sus riquezas al Señor de toda la tierra."

Lo que ocurrirá entonces será tan devastador que la famosa "guerra relámpago de los seis días" parecerá un hecho de mucha menor importancia. En aquel día Dios les capacitará para que Israel se defienda por sí mismo. Hoy en día, Israel es una nación que depende en muchos aspectos de otras naciones; es acosada, perseguida, y sus enemigos la rodean por todas partes. Pero en aquel día, habrá aprendido a depender sola y exclusivamente del Señor. Su ayuda no vendrá del norte o del sur, no vendrá del oeste, ni del este, sino que su ayuda vendrá del Dios Altísimo.

Y con esto, amigo oyente, concluimos el capítulo 4 de Miqueas. En nuestro próximo programa comenzaremos con el estudio del capítulo 5. Le invitamos a muy cordialmente a continuar acompañándonos en nuestro estudio. Será pues, hasta el próximo programa, y como siempre, nuestro más profundo deseo y oración es que usted conozca a Dios personalmente, para poder experimentar Su luz, paz, amor y perdón. ¡Le esperamos!

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