Estudio bíblico de 3 Juan 1:10-14

2 Juan 10 al 15

Llegamos hoy, amigo oyente, a nuestro último estudio en esta Tercera Epístola del Apóstol Juan. En nuestro programa anterior, estuvimos observando al segundo de los tres hombres que se mencionaron en esta tercera epístola de Juan. En primer lugar, Juan mencionó a Gayo. Él era el hermano amado, a quien se dirigía esta carta. Pero en la iglesia a la cual asistía Gayo había otro hombre. Y no estamos preparados para decir si dicho hombre, llamado Diótrefes, era o no creyente. No lo sabemos. Pero lo que se dijo en cuanto a él es que ambicionaba ocupar el primer lugar. Y esto hizo que él dejara de recibir a otros hermanos, es decir, a todos los evangelistas y maestros que viajaban de un lugar a otro. Además, expulsaba a cualquiera de la iglesia que recibiera en su propio hogar a algunos de esos hermanos. Esto era algo verdaderamente trágico, ya que ellos estaban viajando por el país y eran en realidad eficaces maestros de la Biblia.

Hoy vamos a describir, en primer lugar a Diótrefes, y después a Demetrio, uno de los fieles creyentes desconocidos del pasado, pero que fue maravillosamente utilizado por Dios.

Juan había dicho de Diótrefes que era uno que ambicionaba tener el primer lugar de importancia entre los demás. Y una de sus malas acciones consistió en propagar comentarios negativos contra el Apóstol Juan y contra los demás apóstoles, porque él pretendía ser el único líder de una iglesia. Era una persona que solo pensaba en sí mismo, se daba mucha importancia, y posiblemente debía haberse elegido a sí mismo para un cargo relevante en la iglesia. Era una de esas personas que no admitía discrepancias con su forma de pensar y consideraba como adversario a cualquiera que se le opusiera. Leamos entonces el versículo 10 de esta tercera y última carta de Juan:

"Por esta causa, si yo voy, recordaré las obras que hace profiriendo palabras malignas contra nosotros; y no contento con estas cosas, no recibe a los hermanos, y a los que quieren recibirlos se lo prohíbe, y los expulsa de la iglesia."

El apóstol dijo, al principio de este versículo, Por esta causa, si yo voy. Y no creemos que este "si" expresara dudas en cuanto a sus deseos de ir. Vamos a ver al final de la epístola que Juan estaba pensando en ir a ese lugar. Pero nosotros nunca sabemos lo que puede suceder en un día determinado. Así que, fue como si Juan hubiera dicho: Si yo voy, en el sentido de que si sucediera algo, si se presentara alguna dificultad, entonces el no podría ir. Pero él tenía toda la intención de hacer el viaje. No había ninguna duda en su mente, en cuanto a sus deseos de hacerlo.

Entonces la primera frase completa, quedaría de la siguiente manera. Por esta causa, si yo voy, recordaré las obras que hace profiriendo palabras malignas contra nosotros. En el Cristianismo, la palabra importante es "la verdad", la verdad se manifiesta a sí misma en el amor. Es algo tan sencillo y, al mismo tiempo, tan importante como esto. Diótrefes, ambicionaba ocupar el primer lugar, y esa es una de las características de la naturaleza física o carnal, ya que el fruto del espíritu es humildad. Pero Diótrefes era un déspota, un dictador. Ahora, hay que aclarar que la humildad o mansedumbre no indica necesariamente debilidad o cobardía. Lamentablemente, no había en esa iglesia personas que hablaran en contra de Diótrefes. Por ejemplo, a Moisés se le consideraba un hombre humilde. Pero cuando él se ponía en pie y hablaba al pueblo de Israel, no parecía ser un hombre muy manso y humilde, en el sentido en que nosotros nos imaginamos la humildad. Él hablaba clara y directamente, con la autoridad que Dios le había dado. El Señor Jesús era manso y humilde, pero en una ocasión, relatada en los Evangelios, expulsó a los vendedores del templo. En fin, consideramos que se debe hablar claro sobre este tema, teniendo en cuenta, especialmente, el ejemplo dado por el Señor Jesús, los apóstoles y escritores del Nuevo Testamento, y los profetas y escritores del Antiguo Testamento

Por todo ello Juan advirtió en cuanto a este tema, cuando dijo: Si yo voy, recordaré las obras que hace. Este personaje, Diótrefes, en ninguna manera exhibió en su vida aquello que era precisamente la marca o señal de un cristiano. Podemos decir que él, aparentemente, no conoció la verdad.

Juan continuó escribiendo en este versículo 10 lo siguiente: profiriendo palabras malignas contra nosotros. Este hombre estaba tratando de destruir completamente la efectividad de los apóstoles, y especialmente la de Juan. Y el apóstol dijo: "Cuando yo llegue allí, no voy a dejar de reprocharle personalmente su comportamiento, y también lo haré públicamente, ya que está actuando con verdadera malicia y expresando palabras malintencionadas contra nosotros".

El Dr. McGee contó la siguiente experiencia de sus años en el ministerio pastoral de una congregación. Dijo el profesor lo siguiente: "Hace un tiempo me llamó un hombre que había sido miembro de mi iglesia, y me dijo que yo debía perdonarle por lo que él había dicho en cuanto a mí. Él había propagado el rumor de que había dejado a una iglesia en deuda. Algo que nunca ocurrió en esa ni en ninguna iglesia en la cual yo hubiera desempeñado la función de pastor La realidad fue que cuando salí de esa iglesia para desempeñar la misma función en otra, la dejé con un abundante fondo de reserva. Por lo tanto, él envió un informe falso. Pero al visitarme ahora, me dijo llorando que quería que yo le perdonara. Entonces le dije: "a quien tiene que pedirle usted perdón es al Señor". A lo que él respondió: "Bueno, como me he arrepentido, ya se lo he expresado en oración". Entonces, finalmente, el profesor le dijo que una correcta actitud por parte suya sería hacer llegar un informe verdadero a todos aquellos que habían recibido un informe falso. Es que aquel hombre, se parecía a nuestro personaje de la tercera epístola de Juan, es decir, a Diótrefes. A aquel le encantaba presidir reuniones y que se hicieran las cosas a su manera. Pero después de esa entrevista con el profesor, éste recibió una buena noticia: Aquel hombre pareció experimentar un cambio porque se encontraba en otra iglesia, en la cual estaba llevando a cabo un buen trabajo. Al recordar los incidentes, el profesor McGee pensó que quizás, en su momento, debió haber sido más severo con él, así como el apóstol Juan había actuado con Diótrefes. Porque Juan dio a entender que él iba a tomar la iniciativa, tratando el asunto personalmente con él.

Finalmente, el versículo 10 dice: Y no contento con estas cosas, no recibe a los hermanos, y a los que quieren recibirlos se lo prohíbe, y los expulsa de la iglesia. Veamos cuán lejos llegó aquel personaje. Estaba expulsando de la iglesia a todos los que agasajaran a quienes el apóstol Juan había recomendado. ¡Qué situación tensa y desastrosa había llegado a producirse! La presencia de una persona como ésta en una congregación, basta para irla destruyendo.

Podemos llamar a Juan "el apóstol del amor" y muchos realmente así lo han representado. Pero el Señor Jesucristo le llamó "el hijo del trueno". Y estamos seguros de que cuando Juan llegó a aquella congregación, figurativamente hablando, se desató una verdadera tormenta, porque el apóstol iba a tratar directamente con este hombre llamado Diótrefes. Episodios como éste constituyen ejemplos para la vida pastoral en nuestro tiempo, para prevenir este tipo de situaciones y tomar medidas que eviten divisiones y enfrentamientos en ciertos círculos cristianos. Continuemos leyendo el versículo 11 de esta tercera epístola de Juan:

"Amado, no imites lo malo, sino lo bueno. El que hace lo bueno es de Dios, pero el que hace lo malo no ha visto a Dios."

El apóstol Juan animó a Gayo a que continuara practicando el bien y nuevamente enfatizó que el que actuaba con justicia, era un hijo de Dios. Pero el que no practicaba la justicia no había nacido espiritualmente de Dios. Y ahora vamos a conocer mejor a otro de los personajes del libro, y hablaremos de

Demetrio, un hombre serio y fiable

Este fue el tercer personaje. Era una persona amable y cualquiera que lo conocía se alegraba de su compañía. Así como Gayo era una persona encantadora y Diótrefes un déspota, ahora nos encontramos con Demetrio, una persona en la que se podía confiar. Leamos entonces el versículo 12 de esta tercera epístola de Juan:

"Todos dan testimonio de Demetrio, y aun la verdad misma; y también nosotros damos testimonio, y vosotros sabéis que nuestro testimonio es verdadero."

Todos daban buen testimonio de este hombre, incluso la verdad misma. Era espiritualmente sano en la fe. Y el apóstol llegó a decir de él, nosotros también lo recomendamos. Toda verdad quedaba establecida mediante el testimonio de dos o tres testigos. Y todos hablaban bien de Demetrio. La verdad misma deba testimonio de él, y Juan dijo que el también daba testimonio y lo enfatizó diciendo: y vosotros sabéis que nuestro testimonio es verdadero. Por supuesto que la iglesia sabía que el testimonio de Juan era veraz.

Evidentemente, Demetrio era uno de aquellos fieles creyentes que Diótrefes había expulsado de la iglesia. Solo tenemos un versículo que nos habla de Demetrio, y es toda la información que tenemos sobre él. Nunca se le volvió a mencionar en las Sagradas Escrituras. Sin embargo este único versículo de la Biblia nos proporciona una perfección clara del carácter cristiano de este noble personaje. No lo podemos identificar con ningún otro individuo del mismo nombre. Su nombre significa "perteneciendo a Deméter". En la mitología romana veneraban a esta diosa como Ceres, la diosa de la agricultura. Así que el nombre de aquel cristiano lo identifica como un convertido del paganismo. Evidentemente, fue criado en un hogar pagano que adoraba a los dioses de los Griegos y los Romanos. Y este hombre, una vez convertido, viajaba por varios lugares enseñando la Palabra de Dios. Y por su personalidad, adornó la doctrina de Cristo. Como hemos dicho, otros testificaron de su carácter, y el fue fiel a la doctrina de las Escrituras.

Así que Demetrio se encontraba entre ese grupo de hombres de quienes el apóstol Juan dijo que Diótrefes no quería recibir. Era uno de los predicadores itinerantes que recorrían ciudades y pueblos en el siglo primero, hombres humildes, desconocidos y olvidados. Eran como los miembros de un gran ejército que propagó el Evangelio por todo el Imperio Romano, y gracias a cuya labor pudo decirse que todo el mundo Romano de aquel tiempo, es decir, el mundo civilizado de aquella época, fue totalmente evangelizado. Estaban propagando su mensaje más allá de sus fronteras, cuando la apostasía comenzó a establecerse y aparecieron hombres como Diótrefes.

Demetrio fue una de las luces brillantes en el Nuevo Testamento, un creyente que vivió para Dios una vida de santidad. En la actualidad y alrededor nuestro, hay multitudes como él. No son personas como Diótrefes y ni siquiera como Gayo - no son cristianos sobresalientes. Son sencillamente creyentes que practican la santidad, realizando la tarea que Dios les ha encomendado. De una manera humilde, quizás solo están enseñando a un pequeño grupo de estudiantes de la Biblia. Otros, se dedican a enseñar a los discapacitados. Son personas que no están buscando protagonismo ni notoriedad. No afanan en ocupar cargos importantes y se limitan a formar parte de la iglesia de una forma que casi pasa desapercibida para la mayoría, pero son realmente las columnas de la iglesia. Llevan el peso del trabajo y animan al predicador o a las autoridades de la iglesia. Podemos decir que los que se parecen a Demetrio, y por los que tenemos que dar gracias a Dios, constituyen una gran mayoría de la iglesia, y los que se parecen a Diótrefes, son una insignificante minoría.

El tiempo que utilizó Juan para expresarse aquí indicaba que Demetrio había tenido una buena reputación en el pasado, y que aún tenía una buena reputación. Esto quería decir que por un prolongado período, Demetrio había demostrado tener una fe probada con el transcurso del tiempo. Esa constancia, esa continuidad, y el hecho de que los cristianos supieran que se podía confiar en él, hicieron que la gente le conociera como un hombre de Dios. Estaba a la altura de la definición de un verdadero cristiano, de un fiel creyente. Una persona de semejante talla, honraba a la doctrina cristiana y al nombre de Cristo.

La verdadera prueba de la vida cristiana no tiene lugar en los lugares públicos, respaldados por el aplauso y los elogios. Mirando retrospectivamente al principio de la iglesia, diremos que hubo unos cinco millones de mártires que dieron testimonio de la verdad del Evangelio, entregando sus vidas por la causa de Cristo, en los tres primeros siglos. ¿Sabía usted que hubo muchos millones más que dieron testimonio de su fe por medio de las vidas fieles que vivieron? En ellos no había nada espectacular, nada sensacional, nada que sobresaliera de una forma especial; simplemente, vivieron para Dios. Tenían un propósito para vivir, una dirección, una meta para alcanzar. Y experimentaron una vida emocionante. Nuestra civilización contemporánea está pasando por la decadencia que caracterizo a Roma en el siglo primero. Después de la segunda guerra mundial un autor inglés escribió un libro titulado "Mirando hacia atrás con ira". Esta obra reveló un pesimismo insondable, sin ninguna esperanza para el futuro, Este sentimiento, que ha afectado especialmente a los jóvenes, y que se ha expresado a través de las más variadas formas en la música y en otras manifestaciones del arte y la cultura, se ha venido transmitiendo generación tras generación, hasta llegar a nuestros días. En otros programas ya hemos comentado algunas expresiones actuales de este sentimiento, evidente es el escepticismo hacia todo aquello que sea sobrenatural, y hacia valores espirituales y morales que se encuentran en las Sagradas Escrituras, y cuyo abandono está causando crecientes daños a la infancia, a la juventud y a la convivencia social. Así que miramos a aquellos cristianos de la iglesia primitiva con cierta nostalgia. Aquellos dignísimos nombres de hombres y mujeres, humanamente hablando, se han perdido en el anonimato; no los descubriremos en las páginas de ningún registro histórico, pero algún día los encontraremos escritos en el libro de la vida, por la mano del Cordero de Dios, del Hijo de Dios. Vivieron para Dios, desconocidos para el mundo, y de esa misma forma, murieron. Continuemos ahora leyendo el versículo 13 de esta tercera epístola de Juan:

"Yo tenía muchas cosas que escribirte, pero no quiero escribírtelas con tinta y pluma"

Aunque Juan escribió el evangelio de Juan y el libro de Apocalipsis, dos de los libros más largos del Nuevo Testamento dijo, con toda sinceridad, que prefería decir las cosas verbalmente, a tener que escribirlas. Y continuó escribiendo lo siguiente en el versículo 14:

"Porque espero verte en breve, y hablaremos cara a cara."

Este encuentro va a ser una realidad para usted y para mí algún día. Vamos a poder hablar con Juan cara a cara. Quizás quisiéramos hablar con él en cuanto a estos breves libros que él escribió. Seguramente tendríamos muchas preguntas que hacerle. Pero este versículo se refiere concretamente al hecho de que él vendría a hablar personalmente con aquellos hombres del siglo primero. Seguramente tendría la intención de hablar con Diótrefes, con Gayo y con Demetrio. Y finalmente, el versículo 15 dice:

"La paz sea contigo. Los amigos te saludan. Saluda tú a los amigos, a cada uno en particular."

Esta fue una hermosa forma de terminar la epístola. Frente a nosotros han pasado ante nosotros los nombres de Gayo, Diótrefes y Demetrio. Hemos visto que la iglesia del siglo primero estaba pasando por pruebas. En dos de estos personajes, hemos visto un ejemplo de cristianos genuinos, auténticos. Y en el tercero, un ejemplo de un cristiano falso. Así que en esta carta hemos visto al Evangelio encarnado en personas que transitaron por aquellos caminos Romanos. Y a pesar de que, a veces, nuestras fuerzas flaqueen, en nuestro tiempo necesitamos hacer circular el Evangelio, tanto por los caminos más concurridos del mundo de nuestra generación, como por los senderos más apartados y solitarios.

Amigo oyente, hemos llegado, pues, al final de nuestro estudio de esta tercera epístola del apóstol Juan y queremos agradecerle su compañía y participación. Si a lo largo de nuestro estudio han surgido dudas o preguntas sobre algún punto que hayamos tratado, le rogamos que se ponga en contacto con nosotros y tendremos sumo agrado en contestarle tan pronto como nos sea posible. En nuestro próximo programa regresaremos al Antiguo Testamento para estudiar el libro del profeta Nahum, que fue uno de los llamados profetas menores. Hay que destacar también que el libro de Nahum, es una de las obras menos conocidas por los lectores de la Biblia. Así que, al comenzar una nueva etapa, le invitamos cordialmente a acompañarnos en una nueva etapa de nuestro largo viaje "a través de la Biblia", esperando que la Palabra de Dios esté pasando a formar una parte importante de su vida. Y será entonces, ¡hasta nuestro próximo encuentro!

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