Estudio bíblico de Habacuc 1:12-2:3

Habacuc 2:1-3

Continuamos hoy, amigo oyente, recorriendo el libro del profeta Habacuc. Comenzaremos con un breve repaso. En el primer capítulo de este corto pero hermoso libro de Habacuc, hemos podido comprobar la perplejidad del profeta. Él observó el escenario de su propia nación, y vio que había mucha violencia; se había quebrantado la ley. Parecía como si Dios no estuviese haciendo nada al respecto. Habacuc pensaba que Dios se había retirado de la escena, que había cerrado Sus ojos, y por lo tanto no observaba lo que estaba ocurriendo. Pero Dios le dio una respuesta a este hombre, a Habacuc, el profeta que tenía tantas preguntas.

Y Dios le dijo: "¿Piensas que no estoy haciendo nada? Tienes tantas preguntas, tantos interrogantes. Te estás preguntando ¿por qué permito el mal?" Y Dios le reveló que Él sí tenía respuesta para esa pregunta tan concreta. Dios le mostró que en la primera venida de Cristo al mundo, Él proveería una cruz, el único camino de escape para la humanidad de su pecado. Ésa era la razón por la cual Él permitía el mal. Y ésa es la razón por la cual Él lo está permitiendo en nuestros días, amigo oyente. Dios quiere que los hombres se aparten del mal. En cualquier momento que usted sienta, en su propio corazón, que está harto del pecado, que está cansado de pecar, de estar lejos de Dios, usted puede ser salvo al volverse a Cristo Jesús. El problema con el hombre, nunca está en su mente, en sus preguntas o dudas. El problema es que la Biblia condena la vida que usted está viviendo, y eso, lógicamente, no es de su agrado. Pero recuerde, en cualquier momento en que usted esté dispuesto a venir al Señor Jesucristo, con arrepentimiento, humildad y deseos sinceros de cambiar, Él le salvará. Hay una respuesta a su pregunta, que comienza con un ¿por qué?

Ahora, la segunda pregunta fue: ¿Por qué no juzga Dios al impío? Y Dios le dio una respuesta a Habacuc. Dios le dijo: "Yo quiero que tú sepas esto. Yo estoy preparando algo. Existe una nación a las orillas del río Éufrates, y Yo la estoy preparando para que esta nación descienda y tome a Mi pueblo en cautividad. Ellos van a pasar setenta años allá, en Babilonia, y Yo castigaré a Mi pueblo. Ellos no se van a salir con la suya; no van a quedar impunes de los pecados cometidos". Sí, así es, Dios juzga al impío.

Así parece ocurrir también en la actualidad, ¿no le parece, estimado oyente? Parece como que los impíos, que atropellan, dañan, engañan, que son egoístas, sin escrúpulos, indiferentes al dolor que causan, se estuvieran saliendo con la suya, impunes y sin castigo. Pero, la segunda venida de Jesucristo será una respuesta a esa pregunta, porque Él vendrá ceñido con una corona real. La primera vez que Jesucristo vino a este mundo, Su propósito era llevar una corona de espinas y morir en una cruz. En la próxima ocasión, Él regresará con una corona de gloria; en Su mano tendrá un cetro, y gobernará aquí, en esta Tierra. Éste era el gran problema al que se enfrentaba el profeta Habacuc. La primera respuesta que recibió no fue suficiente; en realidad, provocó una pregunta todavía más grande y terrible en Habacuc. Esa pregunta era: "Dios, ¿por qué estás permitiendo que nosotros suframos a manos de una nación que es más impía que nosotros? Los caldeos son más impíos, por tanto ellos deberían ser juzgados, y no nosotros". Bueno, miremos lo que dice el versículo 12 del capítulo 1 de Habacuc:

"¿No eres tú desde el principio, oh Señor, Dios mío, Santo mío? No moriremos. Oh Señor, para juicio lo pusiste; y tú, oh Roca, lo fundaste para castigar."

Dios dijo: "Eso es correcto. Pero Yo actúo de manera misteriosa, para realizar Mis maravillas. Y Yo actúo lenta, pero justamente. Yo voy a resolver esto. Yo obro según Mi propio plan y propósito."

Pero la siguiente pregunta del profeta fue: "¿Por qué tiene que sucedernos esto? ¿Por qué nosotros vamos a tener que ser juzgados ahora, y ellos no?" Y la respuesta de Dios fue: "Yo les juzgaré a ellos oportunamente". Y el versículo 13 de este capítulo 1 de Habacuc, dice:

"Muy limpio eres de ojos para ver el mal, ni puedes ver el agravio; ¿por qué ves a los menospreciadores, y callas cuando destruye el impío al más justo que él?"

Es decir, el profeta hizo esta reflexión delante de Dios: "Nosotros somos mejores que ellos. ¿Por qué vas a utilizarlos a ellos, para castigarnos a nosotros?" Habacuc cambió su forma de expresarse aquí. Éste fue el mismo problema que antes también tuvo Isaías. Usted recordará que Dios le dijo: "Isaías, Yo voy a utilizar a los asirios para tomar el reino del norte. Ellos os causarán grandes problemas". En el libro de Isaías, capítulo 10, versículo 5, Dios dijo: "Oh Asiria, vara y báculo de mi furor, en su mano he puesto mi ira". Y Dios agregó: "Yo voy a usarlos como una vara para castigar. Cuando Yo termine, entonces, también voy a juzgarles". Y Dios hizo exactamente eso; y ahora Él volvía a emplear la misma disciplina, usando a los babilonios. Dios presentó de una manera muy clara lo que iba a hacer.

Ahora, la respuesta que Dios le dio a Habacuc, fue una respuesta directa y específica. Y, amigo oyente, pensamos que Él, el Dios Eterno, también nos está diciendo algo a usted y a mí en el presente. Ni usted, ni yo, ni nadie, tenemos ningún derecho a hacerle preguntas a Dios Altísimo. ¿Qué derecho tenemos, amigo oyente, de cuestionar a nuestro Hacedor? ¿Qué derecho tiene este pequeño e insignificante hombre de levantar su cabeza hacia el cielo y preguntar: "Por qué Dios haces esto"? Bueno, amigo oyente, debemos reconocer que no es un asunto de nuestra competencia. Es asunto de Dios. Este es el universo de Dios. Y Él lo está dirigiendo de la manera que a Él le place. Nosotros tan sólo debemos creer en nuestro grandioso Dios.

El autor de estos estudios bíblicos, el Dr. J. Vernon McGee, contaba la siguiente experiencia de su vida personal. Dijo "Puedo recordar que cuando era un niño, mi padre se levantó una noche, me despertó, y me tomó en sus brazos. Asustado, y dormido, comencé a llorar y le preguntaba a dónde íbamos. Él me contestó: te voy a llevar al sótano porque se acerca una gran tormenta. El sótano era un sitio muy oscuro, un lugar muy húmedo. No era muy cómodo para permanecer allí por varias horas. Pero, lo que sucedía era que, de vez en cuando, esa zona sufría los azotes de los huracanes y, cuando mi papá me tomaba en sus brazos y me llevaba al sótano, él no me daba ninguna respuesta; él solamente levantaba a ese niño que lloraba y lo acostaba sobre un camastro improvisado". A continuación, el Dr. McGee dijo: "Yo aprendí a creer en mi padre. Cuando él me llevaba de noche a ese lugar, yo aprendí una cosa, aprendí a confiar en él. Mi querido padre falleció cuando yo tenía catorce años, y desde entonces he tenido un Padre Celestial. Y muchas veces Él ha hecho cosas, y permitido cosas, que nunca me ha explicado. Él se llevó a mi primer hijo, por ejemplo, y yo tenía preguntas en cuanto a esa triste circunstancia; y debo confesar, aún tengo esas preguntas. Pero yo sé esto, - concluía el Dr. McGee - que Él, mi Dios, mi Padre Celestial, tiene la respuesta. Y algún día Él me va a dar esa respuesta cara a cara". Hasta aquí, la experiencia personal del Dr. McGee.

Notemos ahora lo que hizo Habacuc en el capítulo 2. En este capítulo 2, tenemos la percepción del profeta. Antes habíamos hablado de la "perplejidad del profeta", ahora tenemos la "percepción del profeta". Usted puede observar que el profeta había aprendido que Dios tenía las respuestas. Él le respondió al profeta su primera pregunta, aunque Habacuc no creía que podría haber una respuesta para ella, pero descubrió, y aprendió que sí, que Dios tenía todas las respuestas.

La pregunta que tuvo el profeta era mucho más grande, amplia y profunda, y él, sin embargo, reconoció que Dios tenía también una respuesta para ella. Pero, a pesar de la lección aprendida, la pregunta seguía rondando a su alma. Y lo que deseamos señalar aquí, amigo oyente, es que si usted tiene una pregunta, no tiene que taparla, u ocultarla, con frases piadosas. Existen demasiadas respuestas fáciles, y que suenan muy espirituales. Hay personas que dicen: "Yo confío en Dios". Pero, en realidad, no están confiando en Él, sino que Le hacen preguntas a cada paso. Si usted tiene alguna pregunta, no es ningún pecado el preguntarle al Señor. Sencillamente diríjase a Él y dígale que usted no comprende esto o aquello. Eso es lo que hizo Habacuc. Él había aprendido que Dios tenía una respuesta. En el primer versículo del capítulo 2 de Habacuc, leemos:

"Sobre mi guarda estaré, y sobre la fortaleza afirmaré el pie, y velaré para ver lo que se me dirá, y qué he de responder tocante a mi queja."

Este versículo es maravilloso. Habacuc dijo que iría a la fortaleza y que iba a esperar allí. Y cuando él dijo que iba a estar de guardia allí, el profeta no quiso decir que iba a ese lugar a pasar el tiempo. Él explicó que iba a la fortaleza para ver lo que se le iba a decir, y ésa fue una expresión que utilizaron varios profetas. Usted recordará, por ejemplo, que el profeta Ezequiel dijo que era como un atalaya en la noche. El profeta era el atalaya que iba a profetizar a la nación. Y Dios le dijo que le consideraba responsable. Ahora, un atalaya era aquel que estaba de guardia durante la noche. Si realizaba su tarea fielmente, entonces la ciudad estaba segura. Pero, si el atalaya traicionaba a la ciudad, o no hacía sonar la alarma cuando se acercaba el enemigo, entonces esa ciudad se encontraba en un serio peligro.

Así fue que Habacuc se declaró profeta de Dios, y que asumía su responsabilidad, al decir: "Sobre mi guarda estaré, y sobre la fortaleza afirmaré el pie, y velaré, y velaré para ver lo que se me dirá, y qué he de responder tocante a mi queja."

De modo que, Habacuc estaba diciendo que iba a subir a la atalaya, y que allí esperaría. Que iba a ser muy paciente. "Voy a esperar - dijo - voy a esperar allí porque sé que Él tiene una respuesta. No sé cuál es la respuesta en este momento; pero Él tiene una respuesta, y Él me la dará a su debido tiempo. Así es que iré allí y esperaré pacientemente."

El profeta esperaba que Dios le fuera a dar la respuesta correcta. Entonces, y sólo entonces él comprendería, y ya no tendría más preguntas. Ése fue el pensamiento que se expresó aquí en este versículo. Dios le iba a dar la respuesta, en el futuro, y él, Habacuc, sólo tenía que esperar. Ahora, eso significaba una "demora". Y la razón por la cual Dios no actuó inmediatamente para hablarle es porque Dios actúa lentamente en todo lo que hace, en todo lo que Él realiza. Dios le daría una respuesta, pero eso sólo ocurriría en el tiempo que Dios considerara apropiado.

Ahora, la verdad es que nosotros somos los que siempre estamos con prisa, siempre estamos apurados. Hay varias expresiones que se pueden escuchar y que en realidad no son bíblicas. Por ejemplo, escuchamos hablar de la "pronta" venida de Cristo. ¿Dónde dice eso en la Biblia? No lo hemos encontrado. Alguien puede señalar esa expresión que dice: "¡He aquí, yo vengo pronto!", que se encuentra en la primera parte del libro de Apocalipsis, capítulo 3, versículo 11. Pero, Jesucristo no dijo que iba a venir "pronto", en relación al tiempo, porque si lo hubiera dicho en esos términos, el pronto indicaría más de dos mil años. Él no quiso decir eso. Él dijo: "pronto" indicando que las cosas que se mencionan en Apocalipsis, que le traerán a Él a esta tierra, iban a suceder rápidamente.

Hace algún tiempo la conocida revista TIME publicó, al finalizar el año, algunos sucesos que tuvieron lugar en los últimos diez años. Hizo un resumen de lo que había acontecido en esa década. Presentaron las diez grandes crisis que tuvieron lugar en esta Tierra durante esos diez años. Bueno, eso no es nada, amigo oyente, comparado con lo que sucederá en los últimos siete años antes de que Cristo regrese a la Tierra para establecer Su Reino. Y lo que introducirá esos siete años, será el Arrebatamiento de la Iglesia. Cuando el Señor recoja a la Iglesia, los eventos se sucederán como los golpes de un mazo sobre una estaca: un golpe tras otro; un hecho sucederá a otro muy rápidamente, y habrá mucho más que diez crisis o sucesos, en esos siete años. Tendrán lugar uno tras otro. Así es que la Biblia no enseña una pronta venida; lo que enseña es la inminente venida de Cristo.

Tenemos otra expresión que hemos escuchado en alguna ocasión: "Si el Señor demora Su venida". El Señor JESUCRISTO no va a demorar Su venida. Él va a llegar a la hora exacta, según Su propio horario. No según el mío, ni el de nadie, sino según Su propio horario. Y Él no se demora, amigo oyente, pero, debemos recordar que el Señor es muy paciente. Él no desea que ninguno, nadie, ningún alma, perezca. En Babilonia había un grupo de personas que Dios iba a salvar. Así es que, ese período que los hijos de Israel pasarían en la esclavitud, en la cautividad, esos setenta años, fue un período de tiempo glorioso para Dios. Él iba a tocar el mismo corazón del rey Nabucodonosor.

Así es que, aquí estamos contemplando un versículo maravilloso. Habacuc estaba diciendo que se retiraría a la fortaleza, a su torre de vigía (o a su atalaya). Él no había recibido respuesta a su pregunta, pero iba a ir allí a esperar la respuesta de parte de Dios.

El Apóstol Pablo, en su 2º libro a los Corintios, capítulo 5, habló del Tiempo, cuando nuestros cuerpos serán colocados en una tumba; y que vendrá un día cuando Cristo regresará y resucitará a estos cuerpos; pero mientras tanto, el que está "ausente del cuerpo", está "presente con el Señor". Cuando dejemos estos cuerpos, estaremos "presentes" con el Señor. Pero, el Señor se mueve lentamente. Así fue que, el apóstol Pablo, dijo, en su Segunda epístola a los Corintios, capítulo 5, que debemos "andar por fe y no por vista". De modo que, en el presente, "andamos por fe". Amigo oyente, ¿tiene usted alguna pregunta que no ha sido respondida? Si usted no la tiene, yo sí la tengo. Tengo varias preguntas para las cuales no tengo respuesta. Pero, he aprendido que el Señor obra de cierta forma conmigo, y hay cosas que me suceden, que a veces me provocan ciertos interrogantes. Y quiero decir que he aprendido esto: Que Él, mi fiel Padre Celestial, mi eterno Dios, tiene la respuesta, y que algún día Él me dará esa respuesta. Así es que, he andado ya algunos años de esta vida "por fe". Andamos por fe, no por vista. Y éste es el día, hoy, cuando debemos confiar en Él, es importante que aprendamos esto. Ahora, Habacuc dijo en la primera parte del versículo 2, del capítulo 2 de su profecía:

"Y el Señor me respondió, y dijo: Escribe la visión"

Notemos esto. Dios le dijo que Él quería que la gente, también la de este siglo XXI, todos aquellos que tuvieran alguna pregunta, recibieran una respuesta de Dios, para estos días, cuando tuvieran que andar por la fe. Creemos que Él puede haber estado pensando también en usted, amigo oyente. Leamos el versículo completo:

"Y el Señor me respondió, y dijo: Escribe la visión, y declárala en tablas, para que corra el que leyere en ella."

Ahora, algunos de nosotros, parece que cambiamos un poco estas palabras, como si dijeran: "Para que el que corriere, lea en ella". Pero, eso no es lo que Habacuc escribió. Dios dijo: "para que corra el que leyere en ella". Es decir, que se necesita tener un mapa consigo; necesitamos saber a dónde vamos. Se necesita saber mucho acerca del camino para que corra el que leyere en ella. No dijo aquí que: "El que corra pueda leer", sino, que corra el que leyere en ella. Quizá no sea del agrado de algunos, pero es necesario decirlo. Hay muchos personas bien intencionadas que predican o intentan predicar, o tratan de enseñar, que necesitarían leer un poco más, "antes" de empezar a correr. Necesitan prepararse mejor. Es como un joven que quiere dejar de lado los estudios seculares para entrar directamente a estudiar en una escuela bíblica, o seminario. Pero, es mucho mejor aprender a leer, prepararse, antes de comenzar a correr; antes de comenzar a testificar, es bueno saber cuál es la razón de la esperanza que está en uno. Ahora, él dijo en el versículo 3:

"Aunque la visión tardará aún por un tiempo"

Es importante saber esto. Y continuó en este versículo 3:

"Mas se apresura hacia el fin, y no mentirá; aunque tardare, espéralo, porque sin duda vendrá, no tardará."

Amigo oyente, usted puede depender de Dios, de que Él tendrá una respuesta para usted y para mí algún día, para todas esas preguntas que tenemos. Esto va a ser fantástico. Hay muchos que hablan de las maravillas del Cielo, de sus calles de oro, y demás maravillas. Bueno, todos esos detalles son importantes y hermosos, pero lo que sí esperamos todos es recibir muchas respuestas a las muchas preguntas que tenemos cada uno. Pero, mientras tanto, el apóstol Pablo nos dijo que debíamos "andar por la fe". Y con esto, amigo oyente, llegamos al versículo 4, que consideraremos Dios mediante, en nuestro próximo programa. Y debemos anticiparle que quizá ése sea el mayor o el más importante de los versículos que encontramos en el Antiguo Testamento. Ya veremos por qué, Dios mediante, en la próxima oportunidad.

Mientras tanto, le recomendamos leer todo el capítulo 2 de la profecía de Habacuc, para estar así más familiarizado con su contenido. Será entonces, hasta nuestro próximo programa, amigo oyente, y es nuestra ferviente oración que la Palabra de Dios halle eco en su alma, en su corazón.

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