Estudio bíblico de Malaquías 2:13-15

Malaquías 2:13 - 15

Continuamos hoy, estimado amigo oyente, nuestro recorrido por el libro del profeta Malaquías. Recordamos que este libro es el último del Antiguo Testamento, que constituye una parte importante de La Biblia, las Sagradas Escrituras, la Palabra de Dios.

Regresamos hoy al capítulo 2, a una sección donde Dios, por medio del profeta, está reprendiendo a Su pueblo escogido; al pueblo de Israel, a causa de sus pecados sociales. Más adelante Él les reprenderá por sus pecados religiosos. Pero aquí, Él trata con los pecados de sus relaciones sociales que tienen que ver con el hogar y con la familia.

Y de manera específica, Dios les acusa, en el versículo 11 de este capítulo 2: Prevaricó Judá, y en Israel y en Jerusalén se ha cometido abominación; porque Judá ha profanado el santuario del Señor que Él amó.

¿Qué fue lo que hicieron ellos para encender la ira y la reprensión de Dios? Bueno, aquí se nos presenta, de una manera llana y clara, que no deja lugar a dudas, en la segunda parte de este mismo versículo 11, dice:

"Y se casó con hija de dios extraño."

Es decir, que no era extraño el casamiento entre israelitas con mujeres que no pertenecían al pueblo de Dios; se estaban formando matrimonios mixtos, porque llegó a ser una práctica muy normal el casarse con mujeres paganas. Ahora, ¿qué pasaban con sus propias esposas? El Señor les dice aquí en el versículo 13 del capítulo 2 de Malaquías que estamos estudiando:

"Y esta otra vez haréis cubrir el altar del Señor de lágrimas, de llanto, y de clamor; así que no miraré más a la ofrenda, para aceptarla con gusto de vuestra mano."

La indiferencia y la apatía espiritual habían llegado a tal punto que se practicaba abiertamente el abandono o el repudio de sus propias esposas, se divorciaban de ellas, para casarse con las muchachas paganas de otros pueblos. A pesar de esta situación, la gente continuaba yendo al Templo para adorar y llevar sacrificios al altar. Y Dios dice: "Así que no miraré más a la ofrenda, para aceptarla con gusto de vuestra mano". Continuamos con el versículo 14:

"Mas diréis: ¿Por qué?"

Otra vez observamos que la gente del pueblo levanta la voz, quizá asombrados o perplejo cuestionando la causa de esa amonestación tan severa de parte de Dios. Mas diréis: ¿Por qué?" Todos se veían como muy cumplidores de la ley, se creían, como se dice "buena gente". ¡Vamos al templo a adorar! Y entonces, el profeta explica claramente el pensamiento de Dios, en este versículo 14, y vamos a leerlo en su totalidad:

"Mas diréis: ¿Por qué? Porque el Señor ha atestiguado entre ti y la mujer de tu juventud, contra la cual has sido desleal, siendo ella tu compañera, y la mujer de tu pacto."

El profeta, al decir la mujer de tu juventud, se refiere claramente a la primera esposa, la abandonada, repudiada o divorciada para lograr un consiguiente casamiento con otra mujer, que no pertenecía al pueblo de Dios.

Algunos expositores bíblicos consideran que el siguiente versículo, el versículo 15 de este capítulo 2 de Malaquías, es el más difícil de todo el libro. La primera parte del versículo 15 comienza con una pregunta:

"¿No hizo él uno?"

Es decir, ¿de qué se estaba hablando, de un hombre, de una mujer? Leamos todo el versículo 15 que dice:

"¿No hizo él uno, habiendo en él abundancia de espíritu? ¿Y por qué uno? Porque buscaba una descendencia para Dios. Guardaos, pues, en vuestro espíritu, y no seáis desleales para con la mujer de vuestra juventud."

Dios, clara y explícitamente les declaró que Su disgusto fue provocado por el cambio de comportamiento y en el estilo de vida que el pueblo había adoptado, contrario al sistema que Él mismo había instaurado como el modelo de sociedad. Él estaba rechazando sus sacrificios, porque se habían producido graves problemas dentro de las familias que minaban las leyes espirituales, morales, y sociales que el Pueblo de Dios debía observar. Había llegado a ser una práctica muy común el dejar a la esposa, "la mujer de su juventud" para poder casarse con mujeres paganas, de pueblos ajenos, que veneraban a dioses ajenos.

En nuestro programa anterior comentamos lo que el Señor Jesucristo dijo y señaló como una razón definitiva y específica para el divorcio. Y esa razón, no era otra que "a causa de la dureza del corazón de los hombres y las mujeres", debido al pecado que había entrado al mundo, pervirtiendo los valores iniciales.

El Apóstol Pablo presentó claramente el tema relacionado de un matrimonio entre un creyente y un incrédulo. El Señor no estaba hablando sobre la situación de un matrimonio mixto, sino que estaba hablando a personas que eran de la misma raza, de un mismo pueblo, y todos se supone, adoraban al mismo Dios. Pero el Apóstol Pablo estaba hablando para los creyentes de Corinto, ya que algunos se habían convertido a Jesucristo cuando ya estaban casados. ¿Y qué es lo que ellos debían hacer? Bueno, si el incrédulo deseaba permanecer con el cónyuge creyente, y juntos deseaban construir un hogar donde reine la paz y armonía, entonces debían continuar. Pero si eso no era posible, si el incrédulo, el no creyente, decidiera apartarse y separarse del creyente, éste no estaba bajo ninguna obligación. Y por esa razón, nosotros creemos que en ese caso se permitiría el divorcio.

Ahora, este pasaje del profeta Malaquías es el pasaje más extenso que tenemos en el Antiguo Testamento sobre el tema del divorcio. Dios no ha dado una base muy amplia para el divorcio bajo la ley, como pudimos observar en nuestro programa anterior, en el capítulo 24 de Deuteronomio. El argumento que Dios presentó en ese capítulo está basado sobre la apreciación, por parte del esposo, si éste encontraba algo indecentes, indecoroso, algo que le desagradaba de su esposa. Esa es sin embargo una expresión genérica que incluye tanto al hombre, como a la mujer. Es decir, que si la mujer encontraba algo indecente en el esposo, también sería aplicable el mismo principio. El divorcio, tan común hoy en día es una experiencia traumática, difícil y muy triste. Muchos sueños y esperanzas se truncan, y se destruyen expectativas, anhelos de amar y ser amado. Un divorcio siempre marca, aunque los protagonistas no siempre lo manifiesten. Nadie toma el paso del matrimonio pensando en un futuro divorcio, pero muchas veces ese resultado negativo casi es previsible. Cuantas experiencias dolorosas se podrían evitar si la futura pareja hubiera escuchado los consejos de advertencia sobre las posibles incompatibilidades, o se hubieran preparado, antes de tomar una decisión tan trascendental.

El matrimonio es una institución que nació en el corazón de Dios, y un matrimonio sano, fuerte y unido es un testimonio que honra el concepto que Dios "inventó" como unidad base para una sociedad equilibrada, compasiva, amorosa y respetuosa.

Regresamos al versículo 15, de este capítulo 2, donde Malaquías pregunta: "¿No hizo Él uno?" Adán y Eva eran uno, por creación y diseño de Dios Creador.

En nuestro programa anterior comentamos que no había ayuda ni compañía idónea para Adán. Él se sentía solo, y no tenía ninguna ayuda del mundo inferior, es decir, del mundo animal. Tampoco pudo encontrar compañía entre los ángeles. Como pudimos ver, Dios tomó entonces una costilla de Adán según el relato bíblico. Pero, ¿por qué no hizo Dios a la mujer del polvo de la tierra como lo había formado a Adán, el hombre? Porque Él quiere enseñarle al hombre que la mujer es parte del hombre. El hombre es sólo una mitad de hombre, sin la mujer. Como alguien comentó poéticamente: la mujer no fue formada con alguna parte de su cabeza, para que fuese superior; tampoco fue sacada de sus pies, para que fuese su sierva. Ella ha sido tomada de su costado, cerca de su corazón, para que fuese su compañera. Eva fue creada para ser su ayuda; juntos, ambos, iban a ser "no solo". Ahora, ¿cómo puede uno más uno, ser igual a uno? Bueno, esa es la aritmética de Dios.

Ahora, en el versículo 23 del capítulo 2 de Génesis, leemos: "Dijo entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; esta será llamada Varona, porque del varón fue tomada. En Hebreo la palabra para hombre es "Ish", y para mujer es "Isha". Nosotros le llamamos masculino y femenino. Pero es sencillamente la otra mitad de él, del hombre. Él dijo: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada varona, porque del varón fue tomada. Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán uno y cuando estaban ambos desnudos, Adán y su mujer, y no se avergonzaban. Esto era antes de sola carne.

Cada matrimonio es una nueva creación, en la que no deben intervenir, ni interferir, los padres o demás familiares o amigos. Serán una sola carne. En realidad, lo que tenemos aquí es que uno más uno es igual a uno. La creación de Eva hizo de Adán un hombre completo. Y la presencia de Adán hizo de Eva una mujer, una mujer completa.

El Apóstol Pablo, escribiendo a los Efesios unos pensamientos relacionados con el testimonio de un hogar cristiano, con recomendaciones para tener una vida llena del Espíritu, dice en el capítulo 5, el versículo 18: No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien, sed llenos del Espíritu, hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones; dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Y luego, el Apóstol Pablo, sigue diciendo en el versículo 21: Someteos unos a otros en el temor de Dios. Y luego, pasando al versículo 22, dice: Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor. Ahora, él no está hablando de "obediencia", él está hablando de que la esposa tiene que responder a su marido, "dar cuenta" al hombre. Ella es la otra parte del hombre, pero por necesidad de dirección, el hombre es la cabeza de la mujer. Y sigue diciendo el Apóstol: Así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y Él es Su salvador. Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo. Y esto está basado en el siguiente mandamiento: Maridos, amad a vuestras mujeres. Esta es la clase de esposo al cual ella no tendrá ningún problema en responder, o dar cuenta de sí. El hombre, el creyente, tiene que ser el primero en decirle a la esposa: "Yo te amo". Y entonces, ella responderá: "Yo te amo también". Si ella tiene el esposo apropiado, entonces responderá a ese hombre que la tratará de la manera correcta.

Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella. Creemos que los jóvenes de hoy necesitan mucha más instrucción que la que están recibiendo, y no nos referimos solamente sobre temas relacionados con el sexo, sino también sobre el respeto, la consideración, la diferencia emocional entre un hombre y una mujer, el compartir las tareas del hogar, la educación de los hijos, la economía familiar, etc. En el presente hay una obsesión por el sexo que es aterrador y muy alarmante.

A nuestro alrededor se puede escuchar las voces de personas que, en nombre de la libertad de expresión y la libertad de decisión sobre nuestro cuerpo, señalan que una disciplina y una contención de nuestros instintos nos llevan a tener una personalidad neurótica, inmadura, desconocedora de quién somos o qué necesitamos para ser más felices y realizados. En todas las revistas para adolescentes encontramos columnas de consejos y comentarios sobre cómo deben comportarse y qué cosas deben hacer o evitar.

Se hace la acusación falsa de que la Biblia y la Iglesia han desaprobado el sexo y lo tratan como si fuera un tabú. Hay estudios acerca del aterrador aumento de los divorcios, y los fracasos estrepitosos de los matrimonios. Las causas son varias, dicen, y los argumentos son muy diversos: inmadurez, ignorancia, falta de experiencia, el feminismo, el machismo, la presencia de hijos, la ausencia de los mismos, el trabajo de la mujer fuera de casa, el desempleo de él, etc. Pero pocas veces se lee algo acerca del costoso, desinteresado, reiterado, trabajoso cultivo del amor: como mimarlo y mantener fresca la llama del sentimiento que es más fuerte que la muerte: el amor.

¿Quién fue el que creó el sexo? No fue Hollywood, con sus películas y músicas románticas, aunque quizá ellos piensan que tuvieran mucho que ver. Pero, estimado amigo oyente, fue Dios mismo quien pensó que en este aspecto tan importante del ser humano. Sin embargo, amigo oyente, a pesar de todo el énfasis que se hace sobre el sexo, los divorcios continúan aumentando, y ya es habitual escuchar la historia de la tragedia del matrimonio moderno.

En una publicación se dijo: "Uno de los problemas en este mundo es que la gente confunde al sexo con el amor; al dinero con la inteligencia; y a la radio de transistores con la civilización". Un resumen sencillo, pero elocuente.

La Palabra de Dios trata el tema del sexo con franqueza, y de una manera directa. Nunca ha sido considerado como un tema tabú, sucio, o inmundo. La Biblia es directa y habla trata el sexo usando un lenguaje respetuoso y hasta sublime. Esta es la razón por la cual le hemos dedicado este tiempo, como un paréntesis, al estudiara el libro de Malaquías.

Pensamos que ya es hora de que se escuche a Dios, a lo que Dios tiene que decir sobre este tema, para colocarlo en su lugar correcto. En el principio fue Dios mismo quien creó al hombre y a la mujer. Fue quien trajo la mujer al hombre. Dios los bendijo, y el matrimonio llegó a ser sagrado, santo y puro. Y, amigo oyente, esa es la única relación entre un hombre y una mujer que Dios bendice en esta tierra. Su proyecto era que el matrimonio fuese una unidad de complemento, de ayuda, de una fortaleza mutua, que fuese un refugio cálido y en donde los hijos pudieran crecer salvos y en seguridad, viendo un modelo de compromiso y entrega mutua entre los padres, que ellos a su vez quisieran imitar en sus propias vidas. Ese era Su plan y proyecto al crear al hombre y a la mujer.

Dios quiere que Sus hijos sean felices en sus matrimonios. Él desea cumplir Sus promesas en nuestras vidas, en cada uno de nosotros, si solamente quisiéramos escuchar y confiar en lo que Él nos dice. Permítanos referirnos a un versículo de las Escrituras aquí, y con esto vamos a concluir nuestro programa de hoy. Queremos terminar diciendo esto: Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor. (Apocalipsis 2:4).

Y aquí nos detenemos por hoy, confiando en que nos encontremos en el próximo programa. ¡Que Dios llene su corazón con Su Palabra y Su verdad, y que usted desee conocer más de cerca a Aquel que le ama más que nadie en todo el universo, a Jesucristo, nuestro Señor, y Salvador!

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