Estudio bíblico de Malaquías 3:9-16

Malaquías 3:9 - 16

Continuamos hoy, amigo oyente, nuestra travesía por el libro del profeta Malaquías.

En nuestro anterior programa comentábamos que cualquier persona que echara un vistazo a la historia de Israel podría fácilmente constatar el cuidado, la fidelidad y el amor que Dios ha demostrado por su pueblo, Israel. Y tal y como podemos leer en Malaquías, aunque esta nación opinaba exactamente lo contrario, Dios ni se había vuelto injusto, ni había actuado en su contra. Dios no había cambiado. Y ellos, tampoco, dado que Él seguía siendo tan justo como siempre y ellos tan injustos como de costumbre.

También vimos cómo a partir del versículo 8 y hasta el 12, Dios les respondió a la insolente pregunta sobre Su acusación de que se habían desviado del camino que les había trazado y les urgía volver a Él. Malaquías presentó una ilustración de la deslealtad espiritual de su pueblo, la cual era bastante evidente e innegable. El Señor les recordó que no habían traído los diezmos y ofrendas que se requerían para financiar el templo y sostener así a los levitas, celebrar las fiestas religiosas y dar limosnas a los pobres. De esta manera, al no pagar sus impuestos y literalmente robar a Dios de esta manera, también ellos se habían perjudicado a sí mismos, porque Dios había tenido que interrumpir su bendición.

Dios preguntó por medio del profeta: "¿Robará el hombre a Dios?" Y la respuesta afirmativa, fue respondida por Dios mismo, tan clara, que no deja lugar a dudas: "Vosotros me habéis robado". Pero ellos, el pueblo amado y escogido por Dios, negando semejante imputación, se ofendieron y con gran descaro preguntaron: ¿En qué te hemos robado? Ante lo cual, Dios, respondió: "En vuestros diezmos y ofrendas".

Retomemos ahora nuestra lectura a partir del el versículo 9 de este capítulo 3 de Malaquías, que dice:

"Malditos sois con maldición, porque vosotros, la nación toda, me habéis robado."

Ellos habían robado a Dios y este pecado, lejos de ser un hecho aislado y puntual, era flagrante y generalizado. La nación entera había robado a Dios lo que era Suyo, conforme a la Ley divina. Pero antes de levantar nuestro dedo acusador hacia la nación israelita, veamos por un momento qué es lo que sucede hoy en día. La realidad es que muchas de nuestras iglesias apenas pueden mantenerse cubriendo sus gastos y pocas son las que pueden reunir bastante dinero como para pagar un salario digno a su pastor, el cual suele verse abocado a compatibilizar su ministerio a tiempo completo a cambio de un salario parcial.

Estimado amigo oyente, cualquier persona que da ofrendas, diezmos y limosnas recibirá bendiciones de parte de Dios, sean o no, de tipo material. En Efesios 1:3 leemos: "Nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo. Y Dios bendecirá de una forma misericordiosa a aquellos que son generosos con Él. El que siembra ricamente, cosechará abundantemente. Y el que cosecha miserablemente, recogerá pobremente. Si nosotros abrimos nuestro corazón a Dios, Él nos colmará de bendiciones. No necesariamente bendiciones materiales, sino más bien, mediante bendiciones espirituales. Él le prometió bendiciones materiales a Su pueblo, pero a nosotros nos garantizó bendiciones espirituales en los lugares celestiales. Y Dios siempre fue fiel para cumplir sus promesas para con Su pueblo. Por ejemplo, durante la época del Rey Ezequías, tuvo lugar un gran avivamiento espiritual. Y en el segundo libro de Crónicas, capítulo 31, versículo 10, leemos: "Y el sumo sacerdote Azarías, de la casa de Sadoc, le contestó: Desde que comenzaron a traer las ofrendas a la casa del Señor,, hemos comido y nos hemos saciado, y nos ha sobrado mucho, porque el Señor ha bendecido a Su pueblo; y ha quedado esta abundancia de provisiones".

Como podemos ver, el pueblo estaba dando más que abundantemente. De la misma manera, muchos años antes, cuando se construyó el Tabernáculo, o Templo, para Dios en el desierto, en los días de Moisés, éste lanzó un llamamiento al pueblo para que trajera sus joyas con el fin de tener suficientes materiales preciosos para construirlo. ¿Qué sucedió? Moisés tuvo que detener a la gente, porque estaba ofrendando demasiado, y ya no sabían que hacer con tantas joyas, oro y plata. Literalmente, había demasiado. El pueblo había ofrendado en exceso. Regresando al capítulo 3 de Malaquías leemos el versículo 10 que dice así:

"Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice el Señor de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde."

Resulta sorprendente ver cómo aquí, contrariamente al patrón bíblico habitual, el pueblo recibió la invitación de poner a Dios a prueba. Si ellos le honraban, dejaban de robar y traían lo que Él requería en una demostración de arrepentimiento verdadero, Él haría llover sobre ellos una abundancia excesiva, los protegería de las temibles langostas, aquí denominadas "el devorador" y serían bienaventurados y deseables entre las naciones del mundo.

¿Por qué daba tanto énfasis Dios en el pago de diezmos? Porque cuando éstos no eran pagados, los sacerdotes se veían obligados a abandonar su ministerio y a convertirse en agricultores; la vida religiosa de la nación se paralizaba y las viudas, los pobres y los extranjeros sufrían. Sin embargo, el pecado principal no era este, sino el robo a Dios y la desobediencia hacia Él, quien era el verdadero rey de la llamada teocracia o gobierno de Dios en Israel.

¿Qué quiere decir la expresión "traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa". El alfolí era un cuarto en el templo donde el pueblo traía los diezmos de sus animales y cosechas. Este era el tesoro del templo, y una de las tareas de el profeta Nehemías consistió en asegurar que las provisiones necesarias para el sustento del ministerio en el templo no faltaran, tal y como sucedió durante su ausencia.

Cuando Nehemías regresó a Jerusalén, descubrió que un hombre llamado Tobías, un declarado enemigo de Dios, estaba viviendo en una de las recámaras del Templo que había sido limpiada y acondicionada. ¿Por qué sucedió esto? Porque el pueblo no estaba ofrendando generosamente, así que reconvirtieron una habitación destinada a las ofrendas en un cuarto para dormir. Pero Nehemías limpió ese lugar, y arrojando los enseres de Tobías por la ventana, le dijo que se marchara de la ciudad. Poco después el pueblo comenzó a traer de nuevo sus ofrendas y a llenar esas habitaciones o depósitos.

Así es como se ofrendaba en Israel en aquéllos días. Si usted ha leído la Biblia recordará la ley en cuanto a las ofrendas. Dios ordenó dar ciertas partes de los animales que eran llevados como ofrendas para la alimentación y sustento de los sacerdotes. Les ordenó comerla allí mismo, dado que por aquel entonces no existía sistema de refrigeración alguno, y de no seguir esta recomendación, los alimentos, pronto se estropearían con el calor de esa tierra. No debían guardarlo pero, si alguno no cumplía con ese mandato, iba a tener problema. Ese es el cuadro que se nos presenta aquí.

Continuemos nuestra lectura con el versículo 11, que dice así:

"Reprenderé también por vosotros al devorador"

Si ellos llevaban diezmos generosamente, Él les había prometido que abriría las ventanas de los cielos y derramaría sobre ellos bendiciones hasta que sobreabunde. Y en este versículo añade que reprendería al devorador, que tal y como hemos adelantado anteriormente, representa una clara alusión al mayor terror de los agricultores de la época: la langosta, cuyo insaciable y voraz apetito le permite comer todo lo que encuentra a su paso. Por eso Dios afirma: Reprenderé también por vosotros al devorador.

En numerosas ocasiones observamos en las Escrituras cómo el juicio de Dios cae sobre una nación cuando la gente Le rechaza. Este juicio puede venir en forma de hambre, sequía, guerra, problemas económicos, etc. Así ha sucedido en el pasado y posiblemente suceda en el futuro. En este versículo 11 leemos, entonces:

"Reprenderé también por vosotros al devorador, y no os destruirá el fruto de la tierra, ni vuestra vid en el campo será estéril, dice el Señor de los ejércitos."

Es decir, que la vid producirá en abundancia. Y continúa en el versículo 12, diciendo:

"Y todas las naciones os dirán bienaventurados; porque seréis tierra deseable, dice el Señor de los ejércitos."

Cuando ellos estaban en buena armonía con Dios, el pueblo de Israel llegó a ser una bendición para las demás naciones del mundo. Amigo oyente, aquí se habla de honradez con Dios, y no puede tener "santidad" si no se actúa con transparencia con Él.

Recientemente finalizamos nuestro estudio del libro del profeta Zacarías, y queremos leer algo que se dice en el capítulo 8 de ese libro, versículo 13,que dice: Y sucederá que como fuisteis maldición entre las naciones, oh casa de Judá y casa de Israel, así os salvaré y seréis bendición. No temáis, mas esfuércense vuestras manos. Zacarías miraba hacia delante, a un día futuro. Pero Dios dijo entonces: Os haré bendición para todas las naciones. Cuando Israel sirve a Dios, llega a ser una gran bendición para las otras naciones.

Veamos ahora lo que nos dice el versículo 13, y aquí llegamos a la octava declaración sarcástica que ellos dirigen a Dios. Ya hemos visto siete de estas declaraciones irónicas y despectivas que el pueblo dirigió a Dios, en respuesta a Sus acusaciones. El versículo 13, entonces, de este capítulo 3 de Malaquías, dice:

"Vuestras palabras contra mí han sido violentas, dice el Señor. Y dijisteis: ¿Qué hemos hablado contra ti?"

"Nosotros no nos acordamos de haber hablado nada en contra ti", dijeron insolentemente a Dios, pero Él les respondió de forma directa en cada una de estas ocasiones. El versículo 14 dice:

"Habéis dicho: Por demás es servir a Dios. ¿Qué aprovecha que guardemos su ley, y que andemos afligidos en presencia del Señor de los ejércitos?"

Ellos decían: "¿Qué hay de bueno en servir a Dios? No vale la pena hacerlo". Toda práctica y cumplimiento les resultaba una pesada carga, ya no tenía sentido ni trascendencia, porque en sus corazones no estaban convencidos de la necesidad ni de la utilidad de cumplir con unas leyes dadas tantos siglos atrás. Y ya que sus corazones se había enfriado, y con su vida y actos se habían apartado de Su presencia, Dios no los bendijo. Y como consecuencia de esa frialdad espiritual llegaron a acusar a Dios por la situación en que se encontraban. Decían: "Por demás es servir a Dios".

Honestamente, delante de Dios no podemos disimular, Él ve y sabe todo, y con Su mirada escudriña hasta los rincones más oscuros de nuestra alma. Dios sabe perfectamente si acudimos a un culto religioso, un estudio bíblico, o a una reunión en una iglesia por obligación moral, por conformar nuestra conciencia o evitar alguna presión familiar. Dios también conoce nuestro corazón y percibe si acudimos a Su presencia sólo por intereses personales, para implorar Su ayuda, o si estamos allí por el amor que sentimos por Él, el Dios Altísimo. Hay personas en las iglesias los domingos por la mañana que llenan los bancos, con rostros aburridos, cansados, y que obviamente desearían estar en cualquier otro sitio, menos en ese lugar. Hay personas que asisten sólo para criticar, lo que ven y oyen, y se abstienen de cualquier participación y compromiso fuera de ese breve tiempo de culto. Si en nuestro corazón no hay gratitud y amor, entonces, estimado amigo oyente, no habrá deseos de alabar y adorar a Dios, y todo lo que hagamos, aunque sea entregar una generosa ofrenda, no tiene valor ante Dios.

Jesucristo dijo a la mujer samaritana, sentado en el pozo donde ella estaba sacando agua: "Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre". (Juan 4:21). Los samaritanos ofrecían sus sacrificios en ese monte, pero Jesucristo le aclaró que: Ni en Jerusalén. Jerusalén, la capital, con su Templo, tampoco iba a ser en un futuro el lugar para adorar a Dios. Los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad". (Juan 4:23). Cierto hombre le comentó a un amigo creyente en una ocasión: "Bueno, yo creo que voy a ir a parar al infierno porque juego al golf los domingos". Y su amigo creyente le respondió: "Usted no va a ir a parar al infierno porque juega golf los domingos, sino porque ha rechazado al Señor Jesucristo, el deporte no tiene nada que ver con esto". Asistir a un culto pero con un corazón alejado, interesado en otros asuntos, no vale nada, porque no se "está adorando en espíritu y en verdad". Amigo oyente, toda la religiosidad externa no conduce a nada, no es válida; lo que es de valor ante Dios es la condición de su corazón y su relación con Jesucristo. Y en este versículo 14 del capítulo 3 de Malaquías, leemos:

"Habéis dicho: Por demás es servir a Dios. ¿Qué aprovecha que guardemos su ley, y que andemos afligidos en presencia del Señor de los ejércitos?"

Su cuestionamiento de la observancia de la Ley, el aburrimiento de estar en la Presencia santa de Dios demuestra cuan alejados estaban espiritualmente. No sólo se justificaban, sino también encontraban argumentos para seguir sus caminos deseosos de desligarse de cualquier presión que sus conciencia pudieran despertar en ellos. Continuamos con el versículo 15 de este capítulo 3 de Malaquías, leemos:

"Decimos, pues, ahora: Bienaventurados son los soberbios, y los que hacen impiedad no sólo son prosperados, sino que tentaron a Dios y escaparon."

¿Cómo es posible que este pueblo que había visto maravillas, prodigios, milagros y pruebas del gran amor que Dios tenía por ellos, cómo era posible que pudieran tentar a Dios con tal soberbia, y salirse con la suya? El profeta Habacuc cuyo libro hemos estudiado hace algún tiempo, también había percibido el actuar de Dios, juzgando la vida de la nación, y que ese juicio iba a caer sobre Su pueblo amado, pero rebelde, obstinado, indiferente. ¡Cuán doloroso resulta para un padre la actitud despectiva, indiferente, o rebelde de un hijo! Y Dios, como Padre Celestial, también se sintió dolido, ofendido y despreciado. Y ahora, en el versículo 16 de este capítulo 3 de Malaquías, leemos:

"Entonces los que temían al Señor Jehová hablaron cada uno a su compañero; y el Señor escuchó y oyó, y fue escrito libro de memoria delante de él para los que temen al Señor, y para los que piensan en su nombre."

Encontramos que había un pequeño remanente, un reducido grupo de gente que amaba a Dios, se reunía y temía al Señor. Hablaba el uno con el otro, en unidad, en la comunión que practicaba, Y Jehová escuchó y oyó.

Para ajustarnos al tiempo de este estudio no podemos extendernos sobre el pensamiento que encontramos a través de toda la Escritura de que Dios "escribe lo que sucede". No creemos que se refiera a un libro en el sentido literal. Dios tiene una memoria eterna, por lo tanto, Él no padece de olvidos, ni necesita un registro o una agenda para recordar. Cuando lleguemos a nuestro estudio del libro de Apocalipsis, el último libro de la Biblia estudiaremos este tema, porque existen diferentes registros, o libros.

Vamos a detenernos aquí por hoy. Le animamos a continuar con este estudio del profeta Malaquías que contiene tantas lecciones prácticas aplicables también para nuestro tiempo, en este siglo XXI. Continuamos rogando a Dios por nuestros oyentes, para que Su Palabra encuentre eco en cada alma, y se despierte una profunda sed y hambre en la búsqueda de LA VERDAD que cada ser humano tiene en lo más profundo de su ser. ¡Permita que Dios le bendiga abundantemente, pero primero, usted debe acercarse a Él, para restablecer la comunicación y la comunión que Él tanto anhela, y usted y yo necesitamos! Hasta nuestro próximo programa.

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