Estudio bíblico de Apocalipsis 1:10-20

Apocalipsis 1

Versículos 10-20

Continuamos avanzando hoy, amigo oyente, por el libro de Apocalipsis, el único libro profético del Nuevo Testamento, que es la segunda parte de La Biblia, las Sagradas Escrituras. Nos encontramos en el capítulo 1, y vamos a regresar al versículo 10, para profundizar algunos conceptos que, a su vez, nos servirá de repaso sobre la deslumbrante y hermosa visión que tuvo el apóstol Juan durante su exilio en la isla de Patmos. Leamos el versículo 10,

10 Yo estaba en el Espíritu en el día del Señor, y oí detrás de mí una gran voz como de trompeta, (Ap. 1:10)

En nuestro programa anterior mencionamos que Juan estaba en el Espíritu, y que escuchó una gran voz, como de trompeta. Sin embargo, no llegamos a comentar algo sobre el significado de este "día del Señor". Según entendemos nosotros, esta expresión día del Señor aquí indica lo que nosotros llamamos el día domingo, el primer día de la semana; ese fue el día de la resurrección de Cristo, de dos apariciones posteriores a sus discípulos, el día del descenso del Espíritu Santo; los discípulos se reunían para partir el pan, y Pablo instruyó a los corintios que recogieran la colecta el día del Señor, el primer día de la semana.

Vamos a seguir adelante, y considerar lo que nos dicen los versículos 17 y 18. En el programa anterior mencionamos que estamos observando el cuadro que nos relata Juan. Contemplamos a Cristo glorificado, vestido y realizando una de las funciones que también en nuestro tiempo le ocupan: es nuestro Gran Sumo Sacerdote. Nuestro Gran Sumo Sacerdote está llevando a cabo Su labor ante el altar de oro en el Lugar Santo, donde intercede fiel y contantemente por nosotros. Un poco más adelante veremos la importancia de este ministerio que nuestro Señor Jesucristo realiza.

Vimos en el anterior programa que Él, como Sumo Sacerdote no sólo intercede por nosotros, sino que Él hoy, ahora, está dispuesto a lavar nuestros pies, ensuciados con el polvo de nuestro caminar por la vida; lavar nuestras manos, ociosas o ocupadas en asuntos superficiales; lavar nuestros ojos, cuya visión está tan turbia por contemplar más las cosas terrenales que las celestiales; y no se cansa de lavar todo nuestro ser, si decidimos llegar a Su presencia, y pedirle con humildad el perdón por nuestros pecados, por nuestros errores, nuestras rebeliones, nuestra auto-suficiencia, soberbia, egoísmos, indiferencias, y tantas cosas secretas que sólo lo sabemos nosotros y Dios, que todo lo ve. Pero que maravillosa promesa: Y si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo, y siempre está dispuesto a limpiarnos y perdonarnos.

La escena que nos describe Juan es deslumbrante. Le encontramos vestido con los ropajes de un Sumo Sacerdote en medio de los 7 candelabros. Desde los tiempo de Moisés, cuando Aarón su hermano era el Sumo Sacerdote, esta distinguida clase de sacerdotes eran los que tenían a su cuidado las lámparas que estaban en el candelabro de oro del Tabernáculo, y más tarde en el Templo. Nuestro Señor Jesucristo, la Luz del mundo, en medio de los candelabros, nos habla de la deidad de Cristo; las lámparas de estos candelabros nos hablan del Espíritu Santo, que Jesucristo prometió a sus discípulos enviar al mundo después de su ascensión. El había dijo que enviaría al Espíritu Santo, que les iba a consolar, les iba ayudar a recordar, que les revelaría cosas celestiales, del Padre y de Él, Jesucristo. El Espíritu Santo, dijo, iba a tomar las cosas de Cristo y nos iba alumbrar el entendimiento para que pudiéramos brillar en la oscuridad del mundo,

Aquí Él, Jesucristo en gloria y potestad está en medio de esos candeleros, que representan a las iglesias, como lo veremos algo más adelante. La misión de la Iglesia es ser luz del mundo en el presente tiempo, representándole a Él, que fue la luz del mundo, cuando se encontraba en este mundo. Pero, Jesucristo también dijo que nosotros seríamos la luz del mundo. Como Gran Sumo Sacerdote Él vela por el brillo de la luz, y donde hay sombra, Él procura limpiar la mecha, para que nada empañe Su luz.

En el programa anterior hablamos de que Jesucristo es nuestro Gran Sumo Sacerdote, que también juzga a Su Iglesia, para su purificación, para que su luz irradie con mayor poder y fuerza. Juan, al contemplar la escena, atónito y deslumbrado escuchó Su voz como estruendo de muchas aguas, en el versículo 15. Es la voz de autoridad de Jesucristo. Es la voz que le dio existencia a este universo, con un poderoso "hágase". Es la voz que resucitará a los Suyos; que llamará a todos los que integran Su Iglesia de este mundo, para reunirse y estar con Él. Veamos lo que nos dicen los versículos 17 y 18 de este capítulo 1 de Apocalipsis:

17 Cuando le vi, caí como muerto a sus pies. Y él puso su diestra sobre mí, diciéndome: No temas; yo soy el primero y el último; 18 y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades. (Ap. 1:17-18)

La visión dejó completamente paralizado al apóstol Juan. Juan era al más joven de los apóstoles, el que se recostó su cabeza sobre el pecho de su amado Señor durante la Santa Cena en el Aposento Alto. Juan tenía absoluta confianza en su Señor y Maestro, era su amigo y compañero. Pero, la visión es tan poderosa, tan impactante, lo que vio y oyó le hace caer a Sus pies como muerto. Cuando usted y yo lleguemos a la presencia del Señor Jesucristo Lo veremos también como el Cristo glorificado. Estimado amigo oyente, creemos que se muestra hoy en día mucha falta de respeto y reverencia hacía el Señor Jesucristo. Recordemos que dijo: Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. (Jn. 15:14).

Pero en su desmayo, paralizado por el deslumbramiento de esa visión, Juan escucha la clara y firme voz de su amado Señor Jesucristo, por el cual estaba sufriendo el exilio en la Isla de Patmos, que le dice con mucha ternura: No temas. ¡Éste es nuestro Señor y Salvador, este es nuestro Dios!, el que se compadece de nuestra humanidad, que comprende nuestros temores y desalientos; este "no temas" es la expresión, el saludo de la deidad, que se dirige a la humanidad. Y a continuación Jesucristo, el Señor, da cuatro razones, o motivos, para no temer. Primera razón: Él dice Yo soy el primero y el último. Eso habla de Su eterna deidad. Él salió de la eternidad, y avanza hacia la eternidad. El salmista escribió: Antes que naciesen los montes y formases la tierra y el mundo, desde el siglo y hasta el siglo, tú eres Dios. (Sal. 90:2). Y esta palabra "siglo" indica un punto en la lejanía que se desvanece en la distancia. Así es que, desde un punto en la lejanía que se desvanece en el del pasado, hasta un punto en la lejanía que se desvanece en el futuro, Él es Dios. Él es el primero, porque no hubo nadie antes de Él, y Él es el último, porque no hay nadie que le pueda seguir.

La segunda razón por la cual no debemos sentir temor, Jesucristo dice: Y el que vivo, y estuve muerto. Estas palabras recordaron a Juan la realidad más importante de toda la historia de la humanidad: Jesucristo murió, pero resucitó. Y eso es exactamente lo que dijo el Apóstol Pablo, cuando formuló una pregunta en su epístola a los Romanos, capítulo 8, versículo 34, donde dice: ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; mas aun el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros.

Este es un aspecto maravilloso acerca del perdón de Dios. Si llegamos ante Él, con nuestras cargas, con nuestros pecados, cualesquiera que sean, por muy graves y terribles, Dios nos acepta incondicionalmente, si somos sinceros en nuestro arrepentimiento. Dios nos escucha, nos limpia con la sangre que Su Hijo Jesucristo vertió en la cruz, y aceptándole como nuestro único Salvador, todo el lodo, toda la carga que nos aplastaba queda removida. Y en la Biblia leemos que Dios tira todas nuestras iniquidades, nuestro fardo de pecados, a lo más hondo del mar, a lo más profundo, donde nadie podrá encontrarlo. Y es más, dice la Palabra de Dios, que Él borra nuestros pecados, pero también los borra de Su memoria. Eso significa que con Dios podemos comenzar de nuevo, como personas nuevas, como nacidas de nuevo. Ese es exactamente lo que significa "el nuevo nacimiento" el comenzar como un bebé recién nacido espiritualmente. Cristo murió por mí, por usted, estimado amigo oyente, pero también Él resucitó para nuestra justificación, para demostrar que somos perdonados, y que vamos a ir al cielo algún día. El que además está a la diestra de Dios. Esto es maravilloso, Él está vivo, Él intercede por nosotros, Él ora por nosotros. ¡Sí, así es nuestro Dios!

La tercera razón por la cual no debemos temer, es esto: Mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Esta es una afirmación que nos tranquiliza. Jesucristo nos recuerda que está vivo HOY, en nuestro tiempo presente, que su acción es continua; que Él no sólo está juzgando, sino que está intercediendo, día tras día, cada día, cada mes, cada año.

La cuarta razón para no sentir temor que Jesucristo menciona es esta: Y tengo las llaves de la muerte y del Hades. Estas llaves nos hablan de Su autoridad y de Su poder. Él, el Señor Jesús, tiene poder sobre la tumba y sobre la muerte ahora, ahora mismo, gracias a Su propia muerte y resurrección. Ahora, Hades aquí, es la palabra griega para "el mundo que no se ve". Puede referirse a la tumba, o al lugar donde va el espíritu.

Uno no debe tener temor a nadie, con excepción de Aquel que tiene autoridad y poder para quitarnos la vida. Pero Jesucristo, el Señor afirma que Él tiene las llaves. Él es quien puede quitar de nosotros ese temor de la muerte.

Llegamos ahora al versículo 19, y aquí tenemos la división de tiempo y del contenido del Apocalipsis. Aquí tenemos el orden cronológico y la división de este libro en sus tres tiempos: pasado, presente y futuro. Leamos este versículo 19 del primer capítulo de Apocalipsis:

19 Escribe las cosas que has visto, y las que son, y las que han de ser después de estas. (Ap. 1:19)

Aquí en el capítulo 1, tenemos las cosas que has visto. Hasta este momento, ¿qué es lo que Juan, el autor, ha visto? Él contempló en su visión, con toda claridad, al Cristo glorificado. Aquel que es el centro mismo, el tema, de este libro. Este libro es totalmente Cristo-céntrico. Es el Señor Jesucristo quien es el personaje. Él es quien ha sido, quien es, y quien será. Él es el mismo ayer, y hoy, y para siempre. Y el Cristo glorificado ordena a Juan escribir las cosas que ha visto.

Y también las que son. Ahora, ¿cuáles son esas "cosas que son"? Bueno, es la Iglesia en el mundo. A pesar de las terribles persecuciones, de muchas circunstancias adversas que batallan por aniquilar la existencia y la evidencia del Evangelio, aún estamos aquí, los cristianos, después de más de 2.000 años. Este tema lo trataremos en los capítulos 2 y 3.

Luego, las cosas que serán después de estas, tienen que ver con el programa de Jesucristo. El programa de Jesucristo abarca la salida de la Iglesia de la Tierra, cuando es recogida por Jesucristo, y las circunstancias y situaciones que tendrán lugar sobre la tierra, después de haber partido la Iglesia. El Señor Jesucristo sigue siendo el centro y corazón mismo de esta etapa de la historia de la humanidad. El programa de Jesucristo está contenido en los capítulos 4 al 22. Llegamos al versículo 20, el último versículo de este capítulo 1 de Apocalipsis, leemos:

20 El misterio de las siete estrellas que has visto en mi diestra, y de los siete candeleros de oro: las siete estrellas son los ángeles de las siete iglesias, y los siete candeleros que has visto, son las siete iglesias. (Ap. 1:20)

Notemos que el apóstol Juan utiliza un lenguaje sencillo para presentarnos claramente cuándo utiliza símbolos, para ayudarnos a comprender lo que esos símbolos significan. De otro modo, él está hablando literalmente.

Ahora, Juan escucha la explicación o la revelación de un misterio. Un misterio en las Sagradas Escrituras significa un secreto sagrado, que no había sido revelado hasta ese momento, hasta el momento en que fue dado a Juan. Y esta revelación del misterio está relacionada específicamente a aquello que Juan está viendo, la escena que está contemplando, al Cristo glorificado.

El Apóstol Pablo, antes de su conversión y aceptación de que Jesús era el Cristo, en su feroz persecución de los cristianos, tuvo un encuentro que cambió toda su vida. Se encontró de pronto con Jesucristo, en el camino a Damasco. Pero, ¿qué fue lo que vio? Él mismo cuenta: Vi una luz del cielo que sobrepasaba el resplandor del sol. (Hechos 26:13). Bueno, estimado amigo oyente, ni siquiera podemos mirar al sol sin una protección especial para nuestros ojos. Tampoco el Apóstol Pablo pudo hacerlo, no lo pudo ver a Jesucristo, en toda Su gloria. Pero sabía que estaba allí. Esa luz del cielo que sobrepasaba el resplandor del sol causó una ceguera en Pablo que duró unos días, quizá incluso le restó visión para el resto de su vida.

Jesucristo explica a Juan el significado de las siete estrellas, y las identifica como los siete ángeles. Las estrellas representan autoridad. En el libro de Judas, versículo 13, se les llama a los apóstatas "estrellas errantes". La palabra "ángel", en griego "angelos" significa literalmente "ángel" y "mensajero", y pueden ser humanos, o divinos. Y aquí podría referirse a un mensajero de las huestes angelicales del cielo, o también puede referirse a alguien que está a cargo de una congregación, a un maestro.

Los siete candeleros representan a las siete iglesias de Asia. Ellas a su vez representan, a la Iglesia en su totalidad. La Iglesia como el cuerpo de Cristo.

Hemos llegado al capítulo 2 de Apocalipsis. Esto nos acerca a la sección que habla acerca de la Iglesia, también llamada "el cuerpo de Cristo". Él amó a la iglesia y por ella se entregó. La Iglesia es el cuerpo, el conjunto de creyentes, los cuales le fueron dados a Él por el Padre. En su oración, en el capítulo 17 del evangelio de Juan, Jesucristo le da las gracias al Padre por ello "los que tú me diste". Ahora, aquí estaremos tratando con siete iglesias, que representan a la totalidad de las iglesias. Ya entraremos en detalle en este capítulo 2.

Y después del capítulo 3, ya no se menciona más a la Iglesia. Hasta el capítulo 4, la iglesia es mencionada 19 veces. A partir del capítulo 4, hasta el capítulo 20 donde tiene lugar el juicio ante el Gran Trono Blanco, ya no se menciona más a la Iglesia. El motivo es que la iglesia ya no se encuentra en el mundo. Ha sido removida de este planeta.

Los siete mensajes, o cartas, tienen una interpretación y una aplicación triple. La primera interpretación o aplicación es el de darles un significado contemporáneo, es decir, que tienen un mensaje directo para las iglesias locales que existían en el tiempo del apóstol Juan. Nosotros vamos a acercarle, estimado amigo oyente, en los próximos estudios, a la localidad de estas siete iglesias. Describen la situación y condición que realmente existía en las 7 iglesias locales en esa época. Sería maravilloso que pudiéramos visitar estos sitios personalmente, porque opinamos que uno se acerca más a la Biblia, visitando estas siete iglesias. El comentarista Sir William Ramsey escribió hace tiempo: "La persona que escribió estas siete cartas a las siete iglesias tuvo que haber estado allí, porque evidentemente conocía las condiciones locales".

Hay una segunda interpretación o aplicación es enfocar el estudio como una visión de la Cristiandad en la tierra, en cualquier momento de su historia. Los rasgos descritos en estas cartas han existido en parte, al menos, en cada siglo después de Pentecostés. O sea que, cuando leemos el mensaje a la iglesia de Pérgamo, podemos encontrar un mensaje aplicable a nuestra propia iglesia y para nosotros, personalmente.

Y luego, hay una tercera interpretación y aplicación, y es la que vamos a enfatizar, y es una interpretación cronológica. Aquí se presenta la historia panorámica de la iglesia. Hay siete períodos definidos en la historia de la iglesia, y aparentemente nos encontramos en el último en el presente, que sería el de la iglesia de Laodicea, o creemos estar muy cerca a ese período.

Éfeso, la primera iglesia mencionada representa a la iglesia apostólica, la iglesia que está en su mejor momento, pero había dejado su primer amor. Laodicea, la última iglesia, representa a la iglesia apóstata, tibia y alejada. Y este cuadro que Juan vio en su visión en Patmos, tan patético, se ha cumplido en su gran mayoría, y es ahora conocida como la historia de la iglesia.

Ahora, el Señor Jesucristo seguirá un formato muy definido al dirigirse a cada una de las iglesias. Esa es la razón por la cual decimos que el libro de Apocalipsis es un libro muy sencillo, porque el material, su contenido está mejor organizado que cualquier otro libro de la Biblia.

Vamos a terminar aquí nuestro estudio, y continuaremos en la próxima oportunidad, comenzando a estudiar la "Iglesia en Éfeso". Como siempre pedimos a Dios por usted, y por su familia, estimado amigo oyente, para que el Todopoderoso, por medio de Su Espíritu pueda alumbrar y revelar a su alma las profundas verdades espirituales de Su amor, de Su Paz, y de Su perdón.

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