Estudio bíblico de Apocalipsis 9:1-6

Apocalipsis 9

Versículos 1-6

Continuamos, muy estimados amigos oyentes, este interesante viaje que iniciamos programas atrás por el libro de Apocalipsis, que como usted ya sabe, es el último libro de la Biblia, el libro de los libros, el cual contiene toda la sabiduría que usted necesita para vivir en una época difícil y llena de incertidumbres, en la que el ser humano necesita menos palabras, menos promesas y más certezas.

Jesucristo es esa certeza. Toda la Biblia, y todo este fascinante libro apunta hacia esa única certeza: Jesucristo. Él es el Hijo de Dios. Él murió para saldar sus cuentas, las suyas, con Dios; para que usted pudiera tener vía libre a la vida eterna, y a una vida terrenal muy diferente a lo habitual. Una vida con Jesucristo es una vida con gozo, a pesar de los innumerables problemas que nos atenazan; es una vida llena de alegría y esperanza, a pesar de vivir una época en la que el temor y la inseguridad crean ansiedad. Y miramos hacia el cielo buscando salidas y señales, o algo que pueda ofrecer estabilidad, tranquilidad y sosiego. Pero sí hay algo que nos da respuesta y guía para cualquier situación que pudiéramos estar atravesando. ¿Qué es? Es La Biblia, estimado oyente. Programa a programa, estamos desgranando y meditando en ella, para conocer más el Autor de la Vida, quien nos ofrece un plan personal para obtener una póliza de vida, ilimitada y eterna, con total garantía de cumplimiento de un contrato que fue firmado con sangre. La Biblia es La Palabra de Dios, y los principios de vida que en ella encontramos son absolutamente útiles y válidos para el hombre y la mujer del siglo XXI.

Nuestra travesía de hoy parte del capítulo 9 de Apocalipsis, capítulo en el que el apóstol Juan, autor de este libro y privilegiado espectador de estas visiones, continuará relatándonos las terribles consecuencias del juicio de Dios sobre aquellos seres humanos que se han negado a aceptar la evidencia de Su existencia y Su señoría sobre ellos. En el programa anterior hemos leído el capítulo 8, donde Jesucristo rompió el séptimo y último sello del documento que sólo Él podía tocar. Al abrir ese séptimo sello, vimos que todo el Cielo enmudeció, se hizo silencio total, y siete ángeles se presentaron ante Dios, cada uno portando una trompeta. También vimos como los primeros cuatro ángeles, al tocar sucesivamente sus trompetas, provocaron terribles males sobre la Tierra. El toque de la primera trompeta provocó granizo y fuego, y se quemaron la tercera parte de los árboles y toda hierba verde. El toque de la segunda trompeta causó la caída de una masa de fuego al mar, y la tercera parte del mar se convirtió en sangre, muriendo la tercera parte de seres vivientes y naves que estaban en el mar. El toque de la tercera trompeta inició la caída de una gran estrella, y la tercera parte de las aguas que se convirtieron en venenosas y muchos murieron de sed. Y el toque de la cuarta trompeta trajo el oscurecimiento de la tercera parte del sol, la luna y las estrellas.

Las tres últimas trompetas están separadas de las primeras cuatro, que ya hemos visto, por tres terribles ayes que están por caer sobre la tierra cuando estos tres últimos ángeles toquen sus trompetas. Se produce una pausa en la que un ángel anuncia las terribles consecuencias para los habitantes de la tierra. Leamos el último versículo del capítulo 8:

13 Y miré, y oí a un ángel volar por en medio del cielo, diciendo a gran voz: ¡Ay, ay, ay, de los que moran en la tierra, a causa de los otros toques de trompeta que están para sonar los tres ángeles!

Los tres ayes son un lamento por cada toque restante; aunque las consecuencias de los cuatro primeros fueron inconcebibles, no serán nada en comparación con los tres que faltan. En este noveno capítulo de Apocalipsis escucharemos el sonido del toque de la quinta y sexta trompeta, así como a los horribles acontecimientos que se producen en la Tierra.

Estimados amigos y amigas oyentes; lo que hoy vamos a leer trata de los tremendos acontecimientos sobrenaturales de los últimos tiempos; es el juicio de Dios sobre los malvados. Hemos comentado muchas veces que Dios es amor, pero también es justicia. Su Santidad, demanda Justicia absoluta. Recordemos que hemos llegado a un punto de la historia de la Humanidad en la los hombres han alcanzado el cénit de su maldad y desobediencia hacia Dios. Dios tiene que poner en práctica su justicia; de lo contrario sería un Dios injusto, y cada persona nunca recibiría su castigo o recompensa eterna. Mucho se ha hablado del amor y perdón de Dios; de su paciencia y misericordia. Pero a menudo nos olvidamos de que Dios demuestra en la Biblia tener sentimientos, no como aquellos falsos dioses griegos que permanecían impasibles e indiferentes a las acciones y motivaciones humanas: Dios no se mantiene indiferente a nuestras acciones, conducta, y vida. Por increíble que pudiera parecernos, a Dios le interesa muchísimo cada detalle de su vida. ¿Somos realmente conscientes de esto?

Recordamos que, según numerosos estudiosos bíblicos, la Iglesia no tendrá que sufrir las terribles consecuencias de la ira de Dios sobre la Tierra. La Iglesia ha sido ya rescatada y llevada al cielo, y disfruta ya de la presencia de Dios.

Esos ayes marcan el inicio de la parte más intensa y dolorosa del período de la Gran Tribulación, que podría corresponder a los últimos tres años y medio de la septuagésima semana descrita por el profeta Daniel, que probablemente serán los años más oscuros de toda la existencia humana.

También querríamos añadir que enfrentamos un pasaje de difícil interpretación, por lo que seremos especialmente cautos y no dogmáticos; muchos reconocidos intérpretes de La Biblia coinciden en las líneas principales, pero no en los pequeños detalles, y tampoco nosotros pretendemos ir más allá. Leamos los versículos uno y dos del capítulo 9 de Apocalipsis, que dicen así:

1 El quinto ángel tocó la trompeta, y vi una estrella que cayó del cielo a la tierra; y se le dio la llave del pozo del abismo. 2 Y abrió el pozo del abismo, y subió humo del pozo como humo de un gran horno; y se oscureció el sol y el aire por el humo del pozo.

A diferencia de las otras estrellas que habían caído sobre la tierra (en los capítulos 6:13 y 8:8), ésta será un ser angelical, quizá el mismo Satanás. El denominado "pozo del abismo" se menciona siete veces en Apocalipsis y siempre se refiere a la prisión donde algunas de las hordas demoníacas serán encarceladas, un lugar donde se experimenta con mayor severidad el tormento y proscripción. Este abismo, denominado también "pozo sin fondo", es el lugar intermedio de castigo de los ángeles caídos, los demonios, la bestia, el falso profeta y Satanás (9:2, 2, 11; 11:7, 20:1,3). El lugar final es un destino horrible, el denominado infierno: un lago de fuego y azufre (20:10, 14, 15), cuyo fuego no puede ser apagado (Marcos 9:43), un lugar de vergüenza y confusión perpetua (Daniel 12:2), un horno de fuego (Mateo 13:41-42), un lugar con llantos y crujir de dientes (22:13) y con tinieblas (8:12).

Creemos que esta estrella es Satanás. Algunos creen que podría tratarse del Anticristo, lo cual sustentaría la hipótesis de que el Anticristo es Satanás encarnado, pero nuestra opinión es que el Anticristo es exactamente lo que su nombre indica: un personaje que representa los valores, la conducta, el pensamiento y la voluntad opuesta, contraria a la de Cristo. Sin duda, será alguien motivado, sustentando y protegido por Satanás. Pero no será Satanás. Las razones en las cuáles basamos nuestra posición las encontramos en las mismas Escrituras, tal y como podemos leer, por ejemplo, en el libro del profeta Isaías capítulo 14, versículo 12, que dice: "¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana! Cortado fuiste por tierra, tú que debilitabas a las naciones".

El mismo Señor Jesucristo dijo en el evangelio de Lucas, capítulo 10, versículo 18: "Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo". Una imagen que nos rememora a una estrella fugaz. Y el apóstol Pablo en su Segunda epístola a los Corintios, capítulo 11, versículo 14, escribió: "Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz". Juan declarará más adelante que Satanás fue expulsado del cielo, y arrojado a la tierra, en Apocalipsis capítulo 12, versículos 7 al 9. Ahora, si hemos establecido el hecho de que estamos hablando de Satanás, arrojado del cielo, ¿qué es lo que él va a hacer, cuál será su misión? La Biblia dice que a Satanás le es entregada una llave, lo cual, aparentemente, significa que Dios está permitiéndole que lleve a cabo lo que leeremos a continuación. La llave demuestra autoridad y poder, recibida directamente de Dios. No olvidemos que Dios está en control de todo.

El "pozo del abismo", hemos comentado que significa un pozo profundo, que conduce al abismo, el mismo que nos volveremos a encontrar en Apocalipsis 20. El "abismo" y "el Hades" pueden ser expresiones sinónimas, pero el "abismo" y "el infierno" no son lo mismo, como matizaremos a continuación.

Probablemente el Señor Jesucristo se refirió a este lugar en el capítulo 12 del evangelio de Mateo, versículo 40, donde leemos: "Porque como estuvo Jonás en el vientre del gran pez tres días y tres noches, así estará el Hijo del Hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches". Muchos estudiosos coinciden en señalar que, posiblemente, Jesús se estaba refiriendo a Su descenso al corazón de la tierra. Esto respondería a la interesante cuestión de ¿dónde estuvo o qué estuvo haciendo el Señor Jesucristo durante los tres días que permaneció muerto, antes de resucitar, al tercer día? Aunque no podamos saberlo con certeza, es posible que en el pasaje que acabamos de leer se refiera al "abismo", a la así denominada por el pensamiento antiguo judío, "morada de los muertos", a lo que la Biblia se menciona como el Hades o el Seol. El apóstol Pedro nos dice que los demonios están allí, como prisioneros. El Señor Jesucristo dijo en el evangelio de Lucas, capítulo 8, versículos 30 y 31: "Y le preguntó Jesús, diciendo: ¿Cómo te llamas? Y él dijo: Legión. Porque muchos demonios habían entrado en él. Y le rogaban que no les mandase ir al abismo". Recordemos brevemente que los judíos llamaban Seol (o Hades, en griego) al lugar donde se dirigían los muertos, bienaventurados o no. En muchos pasajes del Antiguo Testamento hallamos alusiones a la existencia de almas en el Seol. Los judíos creían que el Seol se dividía en dos partes: una, reservada a los impíos, es decir, a los no creyentes que habían muerto, atormentados ya desde el mismo comienzo de su llegada al Seol; y la otra, reservada a los bienaventurados, es decir, exclusiva para los creyentes, llamada "paraíso" o "seno de Abraham". El mismo Jesús empleó estas expresiones y dio notables precisiones acerca de la morada de los muertos (Lucas 16:19-31). Desde su partida de este mundo, el creyente gozará de consuelo y reposo. Éste era el "paraíso" prometido al ladrón de la cruz el mismo día de su muerte (Lucas 23:43). En cambio, el impío, en plena posesión de sus facultades y memoria, sufre en un lugar del que no puede salir. Este lugar de tormento es un encarcelamiento previo, en espera a que se produzca la resurrección de los impíos, el Juicio Final, y la reclusión eterna que tendrá lugar en el infierno. Sin embargo, se produjo un gran cambio en la "morada de los muertos" bienaventurados al descender allí Cristo. Según la profecía, el Señor no fue dejado allí (Salmo 16:8-11) por cuanto era imposible que Él fuera retenido por los lazos de la muerte (Hechos 2:24). Salido de la tumba, "subiendo a lo más alto, llevó cautiva a la cautividad, y dio dones a los hombres" (Efesios 4:8-10). Por ello, los comentaristas creen que, en Su glorificación, Cristo liberó del Seol a los muertos creyentes, y los llevó con Él al cielo mismo. El hecho es que desde entonces, todos los que mueren en la fe, en lugar de descender a la morada de los muertos, van directamente a la presencia del Señor. Así, el apóstol Pablo afirmará que prefiere partir y estar con Cristo, lo cual es mucho mejor (Filipenses 1:21-24). Por ello, para los cristianos, la muerte viene a ser "ganancia", y de hecho, deja de ser "muerte" como tal. (Juan 11:25).

Siendo tan horrendo el castigo en el mundo venidero, nuestro principal interés debiera ser evitarlo a cualquier precio. Éste es también el deseo de Dios para nosotros, y la condición que Él ha puesto para ello es de lo más simple. Él ha dado a Su Hijo a fin de que todo aquel que crea en Él no se pierda (Juan 3:16). Todo el que oye su palabra y cree tiene la vida eterna y no vendrá a condenación, sino que ha pasado de muerte a vida (Juan 5:24). Apocalipsis dice: "El que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente" (Apocalipsis 22:17). En resumen, y aunque suene muy duro decirlo, van al infierno los que quieren, y van a cielo los que quieren. Y aunque algunos que opinan que el Cielo y el Infierno son productos de la mitología destinada al consumo de mentes poco cultas, poco racionales y muy supersticiosas, los cristianos tenemos la certeza de que lo que la Palabra de Dios enseña acerca del Cielo y del Infierno es real y literal.

Leamos ahora los versículos 3 y 4 de este noveno capítulo de Apocalipsis, que dicen así:

3 Y del humo salieron langostas sobre la tierra; y se les dio poder, como tienen poder los escorpiones de la tierra. 4 Y se les mandó que no dañasen a la hierba de la tierra, ni a cosa verde alguna, ni a ningún árbol, sino solamente a los hombres que no tuviesen el sello de Dios en sus frentes.

La devastación y el terror que pueden causar las langostas son casi increíbles. Por todo el Antiguo Testamento las langostas son el prototipo de destrucción. La descripción más gráfica, realista y terrible y de su poder destructivo se encuentra en los dos primeros capítulos del libro del profeta Joel: arruinaron viñas y desnudaron los árboles de su corteza; los campos estaba arruinados y destruyeron las cosechas de cereales; todos los árboles del campo fueron destruidos y se secaron; las ovejas y las cabras se murieron de hambre porque no quedaba pasto. (Joel 1: 7-18; 2:1-11).

Las langostas se reproducen en lugares desiertos e invaden y devoran cultivos. Tienen unos cinco centímetros de largo, y una envergadura en las alas de diez a doce. Son de la misma familia que el grillo casero y el saltamontes. Viajan en columnas de 30 metros de profundidad y hasta siete kilómetros de frente. Cuando aparece una nube de langostas es como si hubiese habido un eclipse de sol, y no pueden verse grandes edificios a una distancia de cincuenta metros. La destrucción que causan es increíble. Cuando han pasado por un área, no queda ni una brizna de hierba. Las langostas ordinarias devastan la vegetación pero no son peligrosas para las personas, pero las langostas aquí mencionadas, las del abismo, son diferentes: tienen un aguijón como un escorpión. La víctima de un escorpión se retuerce en agonía, produce espuma en la boca y rechinan sus dientes por causa del dolor. Es así como los demonios en forma de langostas serán capaces de infringir daño físico y quizá también espiritual, como un escorpión. Su ataque durará cinco meses, tal y como podemos leer en el siguiente versículo cinco:

5 Y les fue dado, no que los matasen, sino que los atormentasen cinco meses; y su tormento era como tormento de escorpión cuando hiere al hombre.

El sufrimiento que causarán estas langostas será tal que la gente querrá morirse, pero no podrá. Continúa el versículo 6 de este capítulo 9 de Apocalipsis:

6 Y en aquellos días los hombres buscarán la muerte, pero no la hallarán; y ansiarán morir, pero la muerte huirá de ellos.

Los atormentados no hallarán alivio durante esos interminables cinco meses. Hasta sus intentos inimaginables de poner fin a su miseria por medio del suicidio serán fallidos. Evidentemente, Satanás no deseará que esa multitud de personas atacadas por el juicio de Dios muera, y pase al Seol o Hades, pues allí perdería ya toda potestad sobre ellos, dejándole de ser útiles en esta batalla espiritual que está manteniendo en la Tierra. Satanás los herirá porque se está llevando a cabo una batalla entre la luz y las tinieblas. Otros comentaristas opinan, en cambio, que quizá Dios no permita que mueran porque el hombre pecaminoso debe hacerle frente a las consecuencias de las cuales no hay escape.

No es asunto trivial, querido amigo y amiga, rechazar a Jesucristo. Las consecuencias de su decisión, serán eternas. Y aunque usted pueda pensar que estos temas son asunto de religiosas, o ancianos al borde de la muerte, no se engañe; la vida es fugaz y breve y, en ocasiones, como decía el poeta, muerde sin previo aviso. A lo largo del día y de su vida usted tomará muchas decisiones, algunas más acertadas y otras no tanto, pero todas de alguna manera afectan y afectarán su diario vivir.

Pero ninguna de estas decisiones será jamás tan importante como la de aceptar o rechazar a Cristo. Aceptarle supone la vida eterna. Rechazarle supone el castigo eterno. Y muchas cosas ocupan hoy el segundo, tercer o cuarto lugar en su vida, pero ¿qué ocupa realmente el primer lugar de su existencia? ¿Se ha hecho alguna vez esta simple pero trascendental pregunta? Lo más probable, querido amigo, es que usted mismo ocupe el primer lugar en su vida; y es lógico, porque todos nos queremos mucho a nosotros mismos. Pero si usted es lo más importante para usted mismo, ¿qué quedará cuando usted haya muerto? La importancia de una persona no se mide por cuánto tenía o conocía, sino por la magnitud del hueco que ha dejado. ¿Quién dijo que a los cristianos no nos importa la muerte? ¿Quién escribió que incluso "nos agrada" la muerte? Esa idea es falsa. La Biblia dice que la muerte es nuestro mayor enemigo; y será, de hecho, el último enemigo que será vencido por Dios. La muerte de un ser querido es, para nosotros, los creyentes, tan penosa y dolorosa como para cualquiera. Pero hay un aspecto que nos servirá de consuelo el resto de nuestros días: la certeza de que volveremos a ver al ser querido, también creyente, en el cielo.

Hoy queremos despedirnos de usted con este pensamiento: Dios sí existe y usted puede disfrutar desde hoy mismo una vida nueva en Jesús; y no porque su actual existencia sea mala, infeliz o desgraciada, sino porque ¡puede ser mucho mejor! Jesús da vida, y el murió para que usted tuviera "vida en abundancia". Jesús es el camino hacia la Vida, después de la vida. Es su mano está aceptarle o rechazarle. No hay punto intermedio.

Nos despedimos ya, estimados oyentes, hasta nuestro próximo programa, en el que seguiremos ahondando en las profundidades de este impresionante libro de la Biblia. ¡Que Dios bendiga Su Palabra!

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