Estudio bíblico de Levítico 4:13-35

Levítico 4:13-35

Continuamos hoy con el Tema general de las 2 ofrendas de aroma no agradable. Recordemos que los capítulos 4 y 5 estaban dedicados a explicar las citadas ofrendas, que eran la ofrenda por el pecado y la ofrenda por la culpa. En nuestro programa anterior habíamos comenzado con la primera de ellas, concretamente, con la ofrenda por el pecado, que presentaba al pecado como una naturaleza, y abarca todo el capítulo 4. Para situarnos mejor en el Tema, vamos a recordar el bosquejo que desglosaba los puntos de la ofrenda por el pecado.

a. Los pecados de ignorancia, vv. 1, 2.

b. Los pecados del sacerdote, vv 3-12.

c. Los pecados de la congregación, vv 13-21.

d. Los pecados del jefe, vv 22-26.

e. Los pecados de la gente del pueblo, vv 27-35.

f. La ley de la ofrenda por el pecado, capítulo 6:24-30

En nuestra consideración de este Tema, habíamos estudiado el punto a. titulado "Los pecados de ignorancia" (versículos 1 y 2) y el b. titulado "Los pecados del sacerdote" (versículos 3 al 12). Hoy comenzaremos nuestra exposición examinando el apartado c. del bosquejo, que abarca los versículos 13 al 21, titulado

Los pecados de la congregación

Leamos los versículos 13 y 14:

"Si es toda la congregación de Israel la que comete error, y el asunto pasa desapercibido a la asamblea, y hacen cualquiera de las cosas que el Señor ha mandado que no se hagan, haciéndose así culpables, cuando se llegue a saber el pecado que ellos han cometido, entonces la asamblea ofrecerá un novillo del ganado como ofrenda por el pecado, y lo traerán delante de la tienda de reunión."

La víctima por toda la congregación o comunidad israelita era la misma que para el sacerdote. El novillo o becerro era considerado el animal más valioso de las ofrendas. Es que el sacerdote representaba a la totalidad de la congregación ante el Señor. Por tal motivo, el requisito sería el mismo.

Pienso que tenemos aquí otra lección. No solamente hay una responsabilidad individual ante Dios, sino que también existe una responsabilidad corporativa o colectiva. Dios juzga a las naciones, y mucha gente que no ha participado en los pecados de una nación, es juzgada con ella y así como los ciudadanos que la componen pueden haber disfrutado de épocas de prosperidad logradas por la nación en su conjunto, así también han sufrido las consecuencias del castigo o juicio de Dios. La historia de los pueblos ha registrado casos que nos muestran la acción de Dios y sus consecuencias. Y como a través de la historia Dios ha venido desarrollando Sus propósitos soberanos y salvadores, la Biblia ha registrado casos del juicio de Dios sobre determinadas naciones como Israel y otras naciones e imperios que dominaron el mundo en ciertas épocas. Poderosos imperios que parecían destinados a prevalecer dominando a pueblos y naciones más pequeños, acabaron derrumbándose de manera espectacular. Estos juicios fueron anunciados por los profetas y al haberse cumplido fielmente, constituyen una de las pruebas de la inspiración de la Biblia, del poder de Dios que es infinitamente superior a los mayores poderes humanos y una evidencia indiscutible de la autenticidad de la revelación de Dios en Su Palabra.

Los pecados corporativos, nacionales y teocráticos fueron muy comunes a través de la historia de Israel. Cuando Jerusalén fue destruida en el año 70 de nuestra era, toda la nación fue llevada cautiva. Cuando el Imperio Romano se desintegró, todos sus súbditos resultaron afectados. Todos nosotros, concretamente tú y yo, tenemos una responsabilidad como parte de una nación.

Tu responsabilidad y la mía son individuales, pero cuando nos unimos a una institución, quedamos también incluidos en una responsabilidad colectiva. Cuando el Señor envió Sus mensajes a las 7 iglesias de Asia, como registra el último libro de la Biblia, el libro del Apocalipsis, en sus capítulos 2 y 3, el mensaje iba dirigido a dichas iglesias y a todo miembro de cada una de ellas.

Continuemos leyendo el versículo 15:

"Los ancianos de la congregación pondrán sus manos sobre la cabeza del novillo delante del Señor, y el novillo será degollado delante del Señor."

Los ancianos representaban a la nación. De igual manera, los ancianos del libro del Apocalipsis representan a la iglesia.

El ritual aquí es idéntico al de los sacerdotes, así que no entraremos nuevamente en los detalles. Está explicado en los versículos 16 al 21.

Los pecados del jefe

Leamos los versículos 22 y 23:

"Cuando es un jefe el que peca e inadvertidamente hace cualquiera de las cosas que el Señor su Dios ha mandado que no se hagan, haciéndose así culpable, y se le hace saber el pecado que ha cometido, traerá como su ofrenda un macho cabrío sin defecto."

Tenemos aquí el caso de la ofrenda por el pecado de un líder, que podía ser el jefe de una tribu o el representante de un clan. Hasta ahora habremos observado que todos estos diferentes grupos tenían que traer una ofrenda por ser pecadores. Sus responsabilidades eran diferentes, en cada caso, pero todos eran culpables. Aquí se hace referencia a un jefe civil. Los que desempeñan la función de jefes son, con frecuencia, acusados incorrectamente y son el objeto de chismes. Pero aquí se habla de una culpa real. El afectado tenía que conocer su pecado y entonces debía traer su ofrenda. En este caso, otra vez, vemos que el jefe ocupaba un lugar de responsabilidad. Su ofrenda tenía menos valor que la del sacerdote, o que la de toda la congregación, pero tenía más valor que la de una persona privada.

El jefe debía traer una ofrenda consistente en un chivo o macho cabrío sin ningún defecto, que era de menor valor que un buey. El ritual y el procedimiento para la ofrenda del jefe seguía los mismos pasos que la del sacerdote, y que la del pueblo. Solo difería en el aspecto de la manipulación de la sangre, porque en lugar de llevar la sangre al tabernáculo, el sacerdote simplemente tomaba parte de ella y con su dedo la ponía sobre los cuernos del altar del holocausto, derramando el resto de la sangre al pie del altar. Es que el pecado del ser humano es el mismo que si se tratase de un ciudadano cualquiera. El valor del animal que debía ser sacrificado indicaba el grado de responsabilidad.

Los pecados de la gente del pueblo

Leamos el versículo 27:

"Y si es alguno del pueblo el que peca inadvertidamente, haciendo cualquiera de las cosas que el Señor ha mandado que no se hagan, y se hace así culpable"

Aquí se está hablando sobre la gente común, sobre el ciudadano privado o miembro de la comunidad. La ofrenda se presentaba por un pecado cometido en ignorancia, pero que era realmente un pecado contra un mandamiento de Dios, contra algo que específicamente se había declarado como prohibido. Su culpa no podría estar basada simplemente en un rumor, sino que debía ser demostrada.

Esta ofrenda tenía nuevamente la finalidad de remover el complejo o sentimientos de culpa, y de satisfacer la conciencia. Solo la muerte de Cristo puede quitar del ser humano moderno el aplastante complejo de culpabilidad. Los procedimientos psicológicos y los tratamientos que incluyen una medicación específica y rigurosa que pueden ofrecer un alivio momentáneo, no han sido capaces de lograr ese objetivo. Porque hay ciertos rincones íntimos, oscuros, en al ámbito espiritual, donde las ciencias humanas no pueden actuar. La conciencia de una persona puede ser como cauterizada con hierro candente y la culpa transferida de un área a otra. Pero en lo más profundo del corazón humano, el extraño complejo de culpa permanece. Solamente será removido cuando sea presentado y traído a Cristo para que El lo perdone. Y es allí donde se manifiesta el poder de Dios para salvación a todo aquel que crea.

Continuemos leyendo el versículo 28:

"y se le hace saber el pecado que ha cometido, traerá como su ofrenda una cabra sin defecto por el pecado que ha cometido."

Si más tarde le llegaba a una persona el conocimiento de su pecado, entonces ya no podía hablarse de un pecado de ignorancia, aunque se requería el mismo sacrificio. Y, con respecto a esto, ¿qué hace el creyente en la actualidad cuando peca? Antes de ser creyente, había venido a Cristo como un pecador perdido y le había aceptado como su Salvador. A partir de ese momento y siendo ya un hijo de Dios, cuando se da cuenta de que ha pecado, lo confiesa a Dios. En tal sentido, el apóstol Juan escribió lo siguiente en su primera carta 1:9, Si confesamos nuestros pecados, El es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad.

Una cabra era una ofrenda de menor valor que cualquier ofrenda previa. Sin embargo, se requería esa ofrenda. Y todas estas ofrendas señalaban a la muerte de Cristo, a su sacrificio en la cruz.

Nuevamente encontramos que el ritual era el mismo para todas las diferentes clases de personas o grupos implicados. De acuerdo con el versículo 32, también se aceptaba una hembra de cordero e, igualmente, el ritual para este animal era el mismo.

La declaración importante que debemos observar es la siguiente: "y el pecado le será perdonado", y se encuentra citada en los versículos 31 y 35. La verdad fundamental que aquí se expresa tiene enormes alcances. Dice que se le aseguraba al pecador un perdón completo. Se lograba una absolución total. Y esta verdad se proyectaría en la historia culminando en el sacrificio de Cristo. Porque esto fue exactamente lo que se logró a favor nuestro cuando Cristo murió. Dijo el apóstol Pablo en su carta a los Efesios 1:7. En El tenemos redención mediante su sangre, el perdón de nuestros pecados según las riquezas de su gracia. Aquella antigua declaración se enriquece con el significado del Evangelio, que trae liberación y perdón.

A continuación, y habiendo terminado con este penúltimo punto del bosquejo que exponíamos al principio de este programa, referente al pecado cometido por un miembro de la comunidad israelita, vamos a adelantarnos al capítulo 6 para considerar el último punto del bosquejo, titulado,

La ley de la ofrenda por el pecado

(Levítico 6:24-30)

Leamos los versículos 24 y 25:

"Y el Señor habló a Moisés, diciendo: Habla a Aarón y a sus hijos y diles: Esta es la ley de la ofrenda por el pecado: la ofrenda por el pecado será ofrecida delante del Señor en el mismo lugar donde el holocausto es ofrecido; es cosa santísima."

Como hemos indicado anteriormente, el lugar para la ofrenda por el pecado era el mismo que para el holocausto. Ambos sacrificios se referían a Cristo y la ofrenda era considerada santa. Continuemos leyendo los versículos 26 y 27:

"El sacerdote que la ofrezca por el pecado la comerá. Se comerá en un lugar santo, en el atrio de la tienda de reunión. Todo el que toque su carne quedará consagrado; y si la sangre salpica sobre una vestidura, en un lugar santo lavarás lo que fue salpicado."

Con respecto al carácter santo de la ofrenda por el pecado, recordemos que cuando Cristo estaba en la cruz clamó a Dios con las siguientes palabras que, siglos antes, habían sido escritas por el rey David en el Salmo 22:1-3.

"Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? ¿Por qué estás tan lejos de mi salvación y de las palabras de mi clamor? Dios mío, de día clamo y no respondes; y de noche, pero no hay para mí reposo. Sin embargo, tú eres santo, que habitas entre las alabanzas de Israel."

Cristo fue hecho pecado al cargar con el pecado de todos nosotros. En la cruz, Dios le trató como al propio pecado, aunque El no cometió pecado alguno, pues era inocente y puro. En consecuencia, Dios se apartó de El. Y sin embargo, en Cristo, Dios estaba reconciliando consigo mismo al mundo. Humanamente hablando, yo no puedo comprender la magnitud del amor de Dios expresado en la obra de la redención. Se trata indudablemente de un gran misterio. Que siendo Cristo santo, aún así, nuestros pecados fueron cargados sobre El. Nunca llegaremos a comprender o a asimilar en nuestra mente lo que El tuvo que sufrir cuando se encontraba colgado en la cruz. Como El es santo y nosotros no lo somos, por tal motivo no podemos entender la indescriptible naturaleza, los alcances y la dimensión real de aquel sufrimiento del Hijo de Dios.

Continuemos leyendo, en el capítulo 6 de Levítico, los versículos 28 al 30:

"Y la vasija de barro en la cual fue hervida, será quebrada; y si se hirvió en una vasija de bronce, se fregará y se lavará con agua. Todo varón de entre los sacerdotes puede comer de ella; es cosa santísima. Pero no se comerá de ninguna ofrenda por el pecado, cuya sangre se haya traído a la tienda de reunión para hacer expiación en el lugar santo; al fuego será quemada."

La Ley era meticulosa incluso en las vasijas o recipientes. Hay que tener en cuenta que la ofrenda se presentaba por el pecado, y el pecado es lo opuesto a la santidad. Es como si Dios hubiese querido dejarnos un recordatorio final de esto, incluso en estos detalles que aparentemente no parecían importantes.

Hay un pasaje del libro del profeta Isaías 55:7-9, que destaca esta verdad y dice lo siguiente:

"Abandone el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase al Señor, que tendrá de él compasión, al Dios nuestro, que será amplio en perdonar. Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos - declara el Señor. Porque como los cielos son más altos que la tierra, así mis caminos son más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos."

Necesitamos que se nos recuerde el hecho de que El nos salvó del pecado y no para pecar. Esto debe quedar claro pues es muy importante. Por ello el apóstol Pablo, aclarando esta cuestión, escribió en su carta a los Romanos 6.1 y 2 (VP) lo siguiente: ¿Qué, pues, diremos? ¿Vamos a seguir pecando para que Dios se muestre aún más bondadoso? ¡De ninguna manera! Nosotros ya hemos muerto respecto al pecado: ¿cómo, pues, podremos seguir viviendo en pecado?

Pero las últimas menciones al pecado quizás hayan sonado extrañas para algunos de nuestros oyentes. Es que la palabra "pecado" no es precisamente un término popular o muy difundido en la actualidad. En algunos casos provoca indiferencia, asociándolo de forma general con el vocabulario religioso. En otros casos este término se asocia con una mentalidad estrecha, que se considera desfasada por el relativismo de nuestro tiempo. En general, existe un rechazo social, porque no se reconoce la vigencia de la imagen Bíblica de Dios, ni valores absolutos como el bien y el mal. No resulta popular en nuestra época proclamar el universalismo del pecado ni una visión pesimista del ser humano. Sin embargo la Biblia nos recuerda, una vez más, con las palabras de San Pablo en la citada carta a los Romanos y al final del mismo capítulo 6 (VP), que acabamos de mencionar: "El pago que da el pecado es la muerte, pero el don de Dios es vida eterna en unión con Cristo Jesús, nuestro Señor". Creo sinceramente que la realidad y los hechos que vivimos en nuestros días, individualmente y en sociedad, dan la razón a esta típica afirmación Bíblica, que muchos han aceptado por la fe y, como resultado, han visto sus vidas transformadas y proyectadas hacia una dimensión eterna, es decir, más allá de esta vida.

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