Estudio bíblico de Levítico 15:1-15

Levítico 15:1-15

Tema: Los flujos crónicos representan a la contaminación secreta del pecado.

Hemos dedicado 2 capítulos al problema de la lepra, enfermedad ya lo suficientemente grave. Pero ahora la problemática de este capítulo es aun peor. En estos tiempos hemos oído mucho acerca de la contaminación en el ámbito de la ecología. Pero hay otro tipo de contaminación que afecta al alma, a la mente y a la totalidad del ser. Estas dolencias consistentes en flujos y llagas eran sumamente contagiosas e infecciosas, y revelaban la tremenda maldad del pecado. La naturaleza humana es como un pozo negro desbordante y una alcantarilla inmunda. No solo está la naturaleza humana contaminada sino que es contaminante; no solo es corrupta sino también corruptora. Este capítulo mantiene un espejo frente a la naturaleza humana y después de contemplar la imagen, nadie puede enorgullecerse ante Dios.

Podría pensarse en la lepra como la peor de las enfermedades pero, de hecho, no era tan contagiosa y contaminante como los flujos y llagas mencionados. Una autoridad en la lepra, el Dr. Leiker dijo:

"La lepra está causada por diminutos gérmenes llamados bacilos de la lepra que solo pueden ser observados en el microscopio. Los bacilos fueron descubiertos en 1873 por el médico noruego Hansen. Por eso se conoce a la lepra como enfermedad de Hansen. Los bacilos están presentes en grandes cantidades en la piel de los pacientes de ciertos tipos de lepra. De allí pasan a las personas sanas, principalmente por contacto corporal. Entonces, penetran en la piel a través de heridas y arañazos muy pequeños, donde viven y se multiplican. Solo los pacientes infectados -aquellos que tienen muchos bacilos en su piel- pueden propagar la enfermedad. A muchos pacientes no les quedan bacilos en la piel y entonces no pueden contagiar la enfermedad. Los baños frecuentes, el lavado de la ropa y la limpieza de la casa previenen la enfermedad, porque muchos bacilos pueden ser eliminados con agua y jabón antes de que entren en la piel. Lo más importante es evitar cualquier contacto corporal con casos infecciosos de lepra. Los gérmenes no se transmiten por el aire o por insectos. No hay pruebas de que la lepra se propague de otras maneras, aunque existe la posibilidad de que, ocasionalmente, la enfermedad se transmita por otros medios, aparte el contacto corporal. Pueden usarse las ropas de los pacientes, colchonetas y herramientas sin riesgo, siempre que hayan sido lavados con agua caliente o jabón y hayan estado expuestos al sol al menos por 24 horas. No hay peligro en visitar las casas de los pacientes o en estrecharles la mano, pero el visitante deberá lavarse las manos posteriormente. No hay motivos para temer el contagio si se toman estas precauciones".

La lepra era una enfermedad que no podía mantenerse en secreto por mucho tiempo. Operaba lentamente, pero finalmente se hacía evidente. Así como los flujos. Estos representan a los pensamientos del ser humano y al acto visible del pecado. Dice el Génesis 6:5, Y el Señor vio que era mucha la maldad de los hombres en la tierra, y que toda intención de los pensamientos de su corazón era sólo hacer siempre el mal. Esto tiene que ver con esa parte de la naturaleza humana que está contaminada que afecta a otros. Ya el patriarca Job, en 14:4, se preguntaba ¿Quién hará algo limpio de lo inmundo? ¡Nadie! David en el Salmo 19:12, expresó: ¿Quién puede discernir sus propios errores? Absuélveme de los que me son ocultos. Y el apóstol Pablo, describía su problema personal cuando escribió en Romanos 7:18, Porque yo sé que en mí, es decir, en mi débil condición humana, no habita el bien; por eso, aunque tengo el deseo de hacer lo bueno, no soy capaz de hacerlo. Aquí podemos ver la escondida naturaleza humana. Nadie más puede conocerla. Esto es lo que sabemos en lo más profundo de nuestros corazones. Sin embargo, este pecado secreto puede ser transmitido a otros.

Algunos famosos han hecho comentarios sobre el pecado secreto del ser humano. Goethe: "No he visto ninguna falta cometida por alguien que yo también no habría cometido"; Dr, Samuel Jonson: "Lo que cada hombre sabe de sí mismo no se lo contaría a sus mejores amigos"; Conde de Maistre: "No se como será el corazón de un canalla, sólo conozco el de un virtuoso, y es espantoso"; Shakespeare: "Ve a tu propio corazón. Llama allí y pregúntale a tu corazón qué es lo que sabe"; Séneca: "¿Porqué nadie confiesa sus vicios? Porque todavía no los ha podido desechar. Solo un hombre despierto puede contar sus sueños"

La maldición del pecado ha afectado al poder del hombre para propagar la raza. El ser humano solo es capaz de producir seres de su misma especie, es decir, pecadores como él. La misma fuente de la raza está contaminada. Muchas de estas llagas y flujos están relacionadas con los órganos generativos de la raza. En su mayoría, son enfermedades sociales. Hay una tremenda deshonra y obscenidad relacionadas con los pecados sexuales. El rey David clamó a Dios en el Salmo 51:7 y 10: Purifícame con hisopo, y seré limpio; lávame, y seré más blanco que la nieve. Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí.

Cuando se ha hablado de nuevas formas de moralidad, resulta interesante comprobar que éstas están asociadas con las mismas enfermedades antiguas. En la actualidad, las enfermedades sociales, las enfermedades venéreas y otras muy graves, se incrementan en una proporción alarmante. Son dolencias que arrebatan a las personas la alegría de vivir y la de experimentar la salvación.

Podría parecer extraño que Dios hablase sobre un Tema tan repulsivo. Sin embargo, El ha proporcionado al ser humano una visión amplia sobre la extrema maldad del pecado. En este capítulo puede verse ese peculiar punto de vista. Necesitamos recordar las palabras de San Pablo en la carta a los Romanos 15:4, Porque todo lo que fue escrito en tiempos pasados, para nuestra enseñanza se escribió, a fin de que por medio de la paciencia y del consuelo de las Escrituras tengamos esperanza.

A continuación presentaremos, de este capítulo 15, un breve

Bosquejo

La purificación de los flujos crónicos

1. La purificación en el hombre, vv. 1-18.

2. La purificación en la mujer, vv. 19-30.

3. El carácter repulsivo y las reglas para estos flujos, vv. 31-33.

Comencemos nuestra lectura con el versículo 1, que comienza a tratar

La purificación en el hombre

"Habló el Señor a Moisés y a Aarón, diciendo:"

Dios se dirigió a Moisés y a Aarón. En el capítulo 14, cuando se trataba la ley del leproso, solo se dirigió a Moisés, el legislador. Aarón, como sumo sacerdote, era una figura profética de nuestro Gran Sumo Sacerdote. Solo el Señor Jesús puede dar consuelo y comprensión a los afligidos, ofreciéndoles su gracia y misericordia. Nuestro Sumo Sacerdote no puede resultar afectado por nuestro pecado. Pero El es sensible a nuestras debilidades porque fue sometido a las mismas pruebas que nosotros, aunque El jamás pecó. (Hebreos 4:14 y 15, 2:17 y 18).

Continuemos leyendo los versículos 2 y 3:

"Hablad a los hijos de Israel y decidles: Cuando cualquier hombre tenga flujo de su miembro, su flujo será impuro. Esta será, por tanto, su impureza en su flujo: será su impureza, ya sea que su cuerpo permita su flujo o que su miembro obstruya su flujo."

Este lenguaje gráfico revela cuan repugnante, detestable, ofensiva, impura, absolutamente corrupta y corruptora es la naturaleza humana. El pus del pecado fluye del corazón humano. Podemos verlo a nuestro alrededor y dentro de nosotros mismos. La suciedad está aquí. No podemos encogernos de hombros y evitar que afecte a nuestras vidas porque la naturaleza humana no solo está corrompida sino que es también corruptora. Tú y yo nos influenciamos mutuamente. No podría ser de otra manera. Cada uno de nosotros proyecta su vida e influencia sobre otros.

La naturaleza humana es corruptora por ser pecaminosa. Incluso el ser humano regenerado aun lleva consigo a su vieja naturaleza viciada por sus pasiones y deseos pecaminosos. En Mateo 15:18-20, dijo el Señor Jesús: Pero lo que sale de la boca proviene del corazón, y eso es lo que contamina al hombre. Porque del corazón provienen malos pensamientos, homicidios, adulterios, la inmoralidad sexual, robos, falsos testimonios y calumnias. Estas cosas son las que contaminan al hombre.

Hoy resulta sorprendente ver que muchas personas están interesadas en las ceremonias religiosas. Aun cuando participan de tales ceremonias, tienen un corazón tan sucio como puede llegar a ser. Y todos tenemos esa clase de corazón, a menos que haya sido purificado por la sangre de Cristo.

El apóstol Santiago lo expresó de forma práctica en 1:14 y 15: cada uno es tentado cuando es llevado y seducido por su propia pasión. Después, cuando la pasión ha concebido, da a luz el pecado; y cuando el pecado es consumado, engendra la muerte. El apóstol Pablo, en Romanos 7:18, afirmó con desesperación: Yo sé que en mí, es decir, en mi débil condición humana, no habita el bien. La llaga del pecado puede ser visible o estar oculta; puede rezumar sangre o pus, o puede no aparecer en la superficie, sin embargo, allí está. La impureza aquí considerada se encuentra en la mente, en los pensamientos, en los pecados secretos. Está claro que son secretos para el ser humano pero no para Dios. Dice David en su Salmo 51:6 He aquí, tú deseas la verdad en lo más íntimo, y en lo secreto me harás conocer sabiduría. Este pasaje bíblico debería humillar al orgulloso ser humano y mostrarle cuán absolutamente repugnante es su pecado a la luz de la presencia de Dios. El citado escritor, David, hablando de su propia experiencia dijo en el citado Salmo 51:4: Contra ti, contra ti sólo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos, de manera que eres justo cuando hablas, y sin reproche cuando juzgas.

Dios, en Su Palabra, ha enfatizado una y otra vez que el pecado es sumamente malo. Puedes leer en el profeta Ezequiel 16:1-13, donde Dios deja bien claro a los israelitas que ellos no tenían virtudes ni atractivo, sino una conducta aborrecible. Estaban contaminados y su genealogía estaba viciada. O también puedes leer el capítulo 59:2 de Isaías, donde dice: Pero vuestras maldades han hecho separación entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados le han hecho esconder su rostro de vosotros para no escucharos.

Continuemos leyendo en nuestro capítulo 15 de Levítico, los versículos 4 al 7:

"Toda cama sobre la cual la persona con flujo se acueste será impura, y todo sobre lo que se siente será impuro. Además, cualquiera que toque su cama lavará su ropa, se bañará en agua y quedará impuro hasta el atardecer; y cualquiera que se siente en aquello sobre lo cual el hombre con el flujo ha estado sentado, lavará su ropa, se bañará en agua y quedará impuro hasta el atardecer. También, cualquiera que toque a la persona con el flujo lavará su ropa, se bañará en agua y quedará impura hasta el atardecer."

A Dios le interesa la vida personal de Su pueblo. Su ley alcanza las áreas más pequeñas de la vida. Incluso les observa mientras duermen. El hombre con un flujo impuro contaminaba la cama en que dormía e incluso sus sueños eran impuros. Muchas personas pasan una noche sin dormir y vienen a sus pensamientos sus pecados con un placer sensual. Dios está interesado en lo que pensamos cuando apoyamos nuestra cabeza sobre la almohada. El quiera controlar nuestros pensamientos. EL apóstol Pablo dijo en Filipenses 4:8, Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo digno, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo honorable, si hay alguna virtud o algo que merece elogio, en esto pensad.

Dios está realmente interesado en ti. Cuando te acuestas y cuando te levantas y sales. Está interesado en aquello con que te pongas en contacto. Cuando en nuestra vida social nos sentamos a conversar, El está interesado en nuestra conversación. ¿Propagamos el virus de la contaminación? También nuestro trabajo y contactos sociales le interesan. El contacto físico de lo puro con lo impuro siempre contagia el mal al que está puro. Esto podrá sonar a lenguaje religioso pero, desgraciadamente, es una realidad.

Es que no podemos estar en contacto con la gente o, simplemente, salir a la calle sin ensuciarnos o adquirir elementos extraños. Escuchamos ciertas palabras, vemos imágenes y somos atraídos e influenciados por la propaganda. Y éste es un proceso continuo. Tenemos que ser conscientes de ello y entre los variados elementos que hayamos incorporado a nuestra mente, debemos confesar lo que sea pecado para ser limpiados por Dios. Todos padecemos de la lepra espiritual del pecado, de estas llagas crónicas, de estos pecados ocultos.

Leamos ahora los versículos 8 al 12:

"O si el hombre con el flujo escupe sobre uno que es limpio, éste también lavará su ropa, se bañará en agua y quedará impuro hasta el atardecer. Y toda silla de montar sobre la cual cabalgue la persona con el flujo será impura. Todo el que toque cualquiera de las cosas que han estado debajo de él quedará impuro hasta el atardecer, y el que las lleve lavará su ropa, se bañará en agua y quedará impuro hasta el atardecer. Asimismo, a quien toque el que tiene el flujo sin haberse lavado las manos con agua, lavará su ropa, se bañará en agua y quedará impuro hasta el atardecer. Sin embargo, una vasija de barro que toque la persona con el flujo será quebrada, y toda vasija de madera será lavada con agua."

Esto llega a extremos en que la persona se siente casi asqueada, pero revela el carácter de suciedad y repugnancia del pecado por contacto. Las reglas anteriores tenían que ver con la conducta en la casa y ahora, éstas se refieren al contacto en la calle o en lugares públicos. Algunos de estos contactos podrían calificarse como accidentales.

Esta puede ser una situación que se da en la actualidad. Por ejemplo, un creyente puede encontrarse en un lugar público y alguna persona, con una mente sucia, abre su boca y pronuncia una blasfemia atroz e irrepetible. En cierta medida, esto contamina y ese cristiano puede tener la sensación de sentirse sucio después de abandonar a esa persona o grupo. Y entonces siente la necesidad de limpiarse y purificar sus pensamientos. Por tal motivo es importante que la Palabra de Dios permanezca en nuestra mente. Dice el Salmo 119:9, ¿Cómo podrá el joven llevar una vida limpia? ¡Viviendo conforme a tu palabra! Tenemos que reconocer que en esta vida adquirimos impurezas y éstas quedan grabadas en nuestra mente.

Escuchemos a las siguientes palabras de Jesús, dirigidas a Pedro, que se negó a que Jesús le lavara los pies, palabras registradas en el Evangelio de Juan 13:8, Si no te lavo, no tienes parte conmigo. No podemos tener con el Señor Jesús una relación de comunión, compañerismo y amistad, si no somos purificados por El. ¿Y cómo tiene lugar esa limpieza? La respuesta se encuentra en las palabras de Jesús en el mismo Evangelio de Juan 15:3, Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he hablado. Y más adelante, en el mismo libro y el 17:17, les dijo a los suyos: Conságralos a ti por medio de la verdad: tu palabra es la verdad.

Para finalizar nuestra lectura de hoy, veamos los versículos 13 al 15:

"Cuando el hombre con el flujo quede limpio de su flujo, contará para sí siete días para su purificación; entonces lavará su ropa, bañará su cuerpo en agua corriente y quedará limpio. Y al octavo día tomará para sí dos tórtolas o dos pichones, y vendrá delante del Señor a la entrada de la tienda de reunión y los dará al sacerdote; y el sacerdote los ofrecerá, uno como ofrenda por el pecado y el otro como holocausto. Así el sacerdote hará expiación por él para su purificación delante del Señor a causa de su flujo."

Aquí tenemos nuevamente la presencia del agua y de la sangre. La sangre removía la culpa del pecado y el agua quitaba la mancha del pecado. El Espíritu Santo debe aplicar el sacrificio de Cristo haciéndolo efectivo en aquellos pecados secretos que están presentes hoy en nuestras vidas.

Estimado, no sé que pensarás de la sórdida descripción presentada en este capítulo. Creo que debemos reconocer que constituye una imagen cruda y real de todos los seres humanos, entre los que nos encontramos tú y yo. Decía el poeta y rey David en su Salmo 32:5, Te manifesté mi pecado, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones al Señor; y tú perdonaste la culpa de mi pecado. Esa misma actitud de sinceridad, de transparencia frente al Dios que ve los rincones más ocultos de nuestra personalidad, es la que impulsó al llamado "discípulo amado", el apóstol Juan, a trasladar su propia experiencia personal a sus escritos. En su primera carta 1:8 y 9, nos dejó las siguientes palabras, que haríamos bien en llevar a la práctica: Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, El es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad.

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