Estudio bíblico de Levítico 21-22

Levítico 21-22

Tema: La ley de la pureza personal de los sacerdotes.

Desde el capítulo 11 hasta el 20, hemos estado estudiando la ley dirigida al pueblo. Ahora veremos la ley referida concretamente a la pureza personal de los sacerdotes. Esta se encuentra detallada en los capítulos 21 y 22. También encontraremos que ciertas partes de esta sección ya han sido citadas anteriormente.

La intención original de Dios había sido que toda la nación fuese un reino de sacerdotes (Éxodo 19:5 y 6). La desobediencia en el incidente del becerro de oro anuló la posibilidad de desarrollar una sociedad perfecta e ideal.

Después del fracaso de Israel como nación, Dios eligió a una de las tribus para que sus miembros ejerciesen el sacerdocio: la tribu de Leví. La sociedad quedó dividida así. Estaba la congregación o el pueblo, los sacerdotes, y el sumo sacerdote. La posición de autoridad más elevada, requería una mayor obligación y a mayor responsabilidad, correspondería un nivel superior de vida espiritual.

La iglesia es llamada, en la actualidad, un sacerdocio espiritual. Cada creyente es un sacerdote y tiene acceso al trono de la gracia de Dios. Cada creyente-sacerdote tiene que vivir una vida pura, que solo es posible por el poder del Espíritu Santo que habita en los creyentes. Leamos 1 Pedro 4:8-11. Sobre todo, sed fervientes en vuestro amor los unos por los otros, pues el amor cubre multitud de pecados. Sed hospitalarios los unos para con los otros, sin murmuraciones. Según cada uno ha recibido un don especial, úselo sirviéndoos los unos a los otros como buenos administradores de los diferentes dones de Dios. El que habla, que hable conforme a las palabras de Dios; el que sirve, que lo haga por la fortaleza que Dios da, para que en todo Dios sea glorificado mediante Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el dominio por los siglos de los siglos. Amén. Y en este mismo libro 2:9 y 10, dijo también Pedro: Pero vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido para posesión de Dios, a fin de que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable; pues vosotros en otro tiempo no erais pueblo, pero ahora sois el pueblo de Dios; no habíais recibido misericordia, pero ahora habéis recibido misericordia.

Como pueblo de Dios, somos llamados a un nivel de vida espiritualmente superior. San Pablo dijo en Efesios 4:17, 22-24: No viváis más como los paganos, que viven de acuerdo con sus vanos pensamientos . . . En cuanto a vuestra antigua manera de vivir, despojaos de vuestra vieja naturaleza, que está corrompida por los malos deseos engañosos, Debéis renovaros en vuestra mente y en vuestro espíritu, y revestiros de la nueva naturaleza, creada a imagen de Dios y que se manifiesta en una vida recta y pura, fundada en la verdad. El hijo de Dios, salvado por Su gracia y misericordia, ha sido llamado a vivir una vida espiritualmente elevada.

Jesucristo, que es nuestro Gran Sumo Sacerdote, ha estado a la altura de su alto oficio sacerdotal. Dice Hebreos 7:26-28: Porque convenía que tuviéramos tal sumo sacerdote: santo, sin maldad, sin mancha, apartado de los pecadores y exaltado más allá de los cielos, que no necesita, como aquellos sumos sacerdotes, ofrecer sacrificios diariamente, primero por sus propios pecados y después por los pecados del pueblo; porque esto lo hizo una vez para siempre, cuando se ofreció a sí mismo. Porque la ley designa como sumos sacerdotes a hombres débiles, pero la palabra del juramento de Dios, que vino después de la ley, designa al Hijo, que ha sido hecho perfecto para siempre. O sea, que el Señor Jesucristo es el sacerdote, y es el sacrificio. El se ofreció a Sí mismo.

Nuestro texto nos muestra a los sacerdotes y al sumo sacerdote incluidos dentro de la esfera de la ley.

Ahora veremos, y de este capítulo 21 de Levítico, un breve

Bosquejo

Ley de la pureza personal de los sacerdotes

1. Prevención de la contaminación del sacerdocio por el parentesco y las amistades, vv. 1-15.

2. Descalificaciones para la función sacerdotal, vv. 16-24.

Leamos los versículos 1 al 3, para ver el Tema de la

Prevención de la contaminación del sacerdocio por el parentesco y las amistades

"El Señor dijo a Moisés: Habla a los sacerdotes, los hijos de Aarón, y diles: Ninguno se contamine con persona muerta entre su pueblo, salvo por sus parientes más cercanos, su madre, su padre, su hijo, su hija o su hermano, o por su hermana soltera, que está cerca de él, por no haber tenido marido; por ellos puede contaminarse o hacerse impuro."

En esta sección, Moisés debía dirigirse a los sacerdotes. La muerte era y es el castigo por el pecado. Y la idea era que ellos no debían hacerse impuros con el pecado. El contacto físico con un cadáver traía contaminación. Al sacerdote solo se le permitía hacerse impuro por sus parientes cercanos. Los incluidos aquí eran relaciones sanguíneas y por naturaleza próximas al sacerdote. Se le autorizaba a expresar sus sentimientos de condolencia y dolor como un sacerdote de Dios. Debía ser una figura de Jesús, que un día lloraría ante la tumba de su amigo Lázaro y que puede compadecerse de nuestras debilidades. Sin embargo, al sacerdote no se le permitió contaminarse con los cadáveres de otras personas. Podía lamentarse en su corazón, pero se le negaba el contacto físico. Y dice el versículo 4:

"No se contaminará como pariente por matrimonio entre su pueblo, pues se haría impuro."

El cargo que ocupaba el sacerdote le exigía una separación más estricta que a una persona común del pueblo. Leamos el versículo 5:

"No se raparán la cabeza, ni se afeitarán los bordes de la barba, ni se harán heridas en su cuerpo."

Esto era algo que hacían los paganos como un gesto de duelo por los muertos. El sacerdote no debía participar de estas prácticas paganas que le rodeaban. Y dice el versículo 6:

"Serán santos consagrándose completamente a su Dios y no profanarán el nombre de su Dios, porque presentarán las ofrendas quemadas al Señor, el alimento de su Dios; por tanto, serán santos."

La posición de ellos, como representantes de Dios, requería dignidad y moderación. Lo mismo se aplica hoy a los representantes de Dios en la iglesia. Dice la carta de San Pablo a Tito 1:7, 8, hablando de uno de ellos: como administrador de Dios, es necesario que lleve una vida recta, no obstinado, ni de mal genio, no dado a la bebida, ni amigo de peleas, no amante de ganancias deshonestas, sino hospitalario, amante de lo bueno, prudente, justo, consagrado a Dios y disciplinado.

Continuemos leyendo los versículos 7 y 8 de Levítico 21:

"No tomarán mujer que haya sido profanada como ramera, ni tomarán mujer divorciada de su marido; porque el sacerdote es santo, consagrado a su Dios. Lo consagrarás, pues, porque él ofrece el alimento de tu Dios; será santo para ti; porque yo, el Señor que os hace santos, soy santo."

Esto se refería a su vida personal y privada y en ésta también, debido a su cargo, tenía que revelar la santidad de Dios. No debía casarse con una prostituta, que hubiera sido violada o que estuviese divorciada. La razón dada era que estaba sirviendo a Dios, ofreciendo "el alimento de Dios".

El sacerdote era un símbolo de Cristo. También el cuerpo o conjunto de los creyentes, llamado la "esposa de Cristo" ha de ser purificado antes de ser presentado a Cristo, sin mancha ni arruga, como declara Efesios 5:26 y 27. Continuemos leyendo en Levítico 21, el versículo 9:

"Y la hija de un sacerdote, si se rebaja y se convierte en prostituta, a su padre deshonra; en el fuego será quemada."

¿Por qué? Por la posición de su padre. Recibiría el más severo de los castigos si deshonraba el cargo de su padre.

Continuemos leyendo los versículos 10 al 12:

"Y el que sea sumo sacerdote entre sus hermanos, sobre cuya cabeza haya sido derramado el aceite de la unción y que haya sido consagrado para llevar las vestiduras, no descubrirá su cabeza dejando suelto el pelo ni rasgará sus vestiduras en señal de luto, ni se acercará a ningún muerto, ni aun por su padre o por su madre deberá hacerse impuro; no saldrá del santuario ni profanará el santuario de su Dios, porque la consagración del aceite de la unción de su Dios está sobre él; yo soy el Señor."

Esta es la primera mención del sumo sacerdote. Como sacerdote ungido por Dios, debía permanecer separado para el Señor. Tenía que utilizar la corona en la cual estaban inscriptas las palabras "Santidad al Señor". Como un recordatorio continuo de quien era, a quién pertenecía y a quién servía.

No debía rasgar sus ropas santas. No debía ser una persona violenta. En el juicio de Jesús se quebrantó la ley cuando el sumo sacerdote, en una reacción emocional, rasgó sus vestiduras (Mateo 26:65). El sumo sacerdote tampoco podría asistir al funeral de su padre o madre. El aceite de la unción había sido derramado sobre él y, por razón de su posición, debía estar totalmente consagrado a Dios y separado del pecado.

En el caso del Señor Jesucristo, el aceite de la unción había sido derramado sobre El, que había venido a cumplir la voluntad de Su Padre, llegando incluso hasta la muerte. Y El requiere precisamente tal dedicación por parte de Sus seguidores. Y los versículos 13 al 15 añaden:

"Tomará por mujer a una virgen. De éstas no tomará: viuda, divorciada o violada o prostituta, sino que tomará por mujer a una virgen de su propio pueblo, para que no rebaje a su descendencia entre su pueblo; porque yo soy el Señor que lo santifico, consagrado."

También su esposa debía estar a la altura de su posición en el santo oficio del sacerdocio. Vemos aquí con quienes no podría casarse.

Leamos los versículos 16 al 21, que comentan el Tema de las

Descalificaciones para la función sacerdotal

"Entonces habló el Señor a Moisés, diciendo: Habla a Aarón y dile: Ningún hombre de tu descendencia, por todas sus generaciones, que tenga algún defecto físico se acercará para ofrecer el alimento de su Dios. Porque ninguno que tenga defecto se acercará: ni ciego, ni cojo, ni uno que tenga el rostro desfigurado, o extremidad deformada, ni hombre que tenga pie quebrado o mano quebrada, ni jorobado, ni enano, ni uno que tenga defecto en un ojo, o sarna, o erupciones en la piel, ni castrado. Ningún hombre de la descendencia del sacerdote Aarón que tenga defecto se acercará para ofrecer las ofrendas que se queman del SEÑOR; porque tiene defecto no se acercará para ofrecer el alimento de su Dios."

¿Por qué era esto así? Así como ningún sacrificio podía ser ofrecido si tenía un defecto, por la misma razón ningún sacerdote podría servir en la tienda de reunión si tuviese un defecto físico. Tanto la ofrenda como el que la presentaba representaban a Cristo y en El, no había defecto, ni en Su persona ni en Su obra. Cristo es el Sumo Sacerdote perfecto. No solo no tiene defecto sino más bien atractivo, gloria y excelencia. Finalmente, leamos los versículos 22 y 23:

"Podrá comer el alimento de su Dios, tanto de las cosas santísimas como de las sagradas, sólo que no ha de entrar hasta el velo o acercarse al altar, porque tiene defecto, para que no profane mis santuarios; porque yo soy el Señor que los he consagrado."

Aunque aquellos que tuviesen algún defecto no pudiesen servir, no estaban excluidos de la mesa del Señor. Dios había provisto para ellos, lo cual contrastaba con el tratamiento que el mundo pagana ofrecía a los que no eran aptos.

(Aquí hay una lección espiritual para nosotros. Hay muchos creyentes que tienen algún serio impedimento, ya sea físico, moral, ético o espiritual que les apartaría de ciertas formas de servicio. Pero sin embargo, son santos consagrados genuinamente a Dios que tienen, en todos los aspectos, los derechos y privilegios de los creyentes.) Pasemos ahora a

Levítico 22

Tema: continúa la ley de pureza personal de los sacerdotes.

Bosquejo

1. Profanación del sacerdocio debido a enfermedad, dieta y los muertos, vv. 1-16.

2. Criterios para evaluar las ofrendas traídas por el pueblo, vv. 17-33.

Leamos los versículos 1 y 2, que comienzan a hablar de la

Profanación del sacerdocio debido a enfermedad, dieta y los muertos

"Habló el Señor a Moisés, diciendo: Di a Aarón y a sus hijos que tengan cuidado con las cosas sagradas que los hijos de Israel me consagran, para que no profanen mi santo nombre; yo soy el Señor."

Tenía que haber una separación entre lo sagrado y lo secular. Aarón no debería llevarse las cosas de la tienda de reunión a su casa. La lección para nosotros es que no debemos tratar los asuntos sagrados y santos de Dios, tanto los revelados como los que no alcanzamos a comprender, como si fueran Temas comunes o vulgares. Dice el versículo 3:

"Diles: Si alguno de entre vuestros descendientes en todas vuestras generaciones, se acerca a las cosas sagradas que los hijos de Israel consagran al Señor, estando impuro, esa persona será eliminada de mi presencia. Yo soy el Señor."

El sacerdote no debería ocuparse de su oficio en una forma descuidada o negligente. Si de esta forma actuase, Dios exigía que fuera apartada del sacerdocio. Hay una aplicación espiritual para el creyente de hoy. Dijo San Pablo en 1 Corintios 11.31, 32, Si nos examináramos bien a nosotros mismos, el Señor no tendría que castigarnos, aunque si el Señor nos castiga es para que aprendamos y no seamos condenados con los que son del mundo.

Dios procedió a enumerar todas las formas de impureza que descalificarían a un sacerdote para ejercer su función sacerdotal. Leamos los versículos 4 al 9:

"Ningún varón de los descendientes de Aarón que sea leproso, o que tenga flujo, podrá comer de las cosas sagradas hasta que sea limpio. Y si alguno toca alguna cosa contaminada por un cadáver, o si toca a un hombre que tiene una emisión seminal, si alguno toca ciertos animales por los cuales se pueda contaminar, o a cualquier hombre que lo contamine, cualquiera que sea su impureza, la persona que toque a cualquiera de éstos quedará impura hasta el atardecer; no comerá de las cosas sagradas a menos que haya lavado su cuerpo con agua. Cuando el sol se ponga quedará limpio, y después comerá de las cosas sagradas, porque son su alimento. No comerá animal que muera o sea despedazado por fieras, contaminándose por ello; yo soy el Señor. Guardarán, pues, mi ordenanza para que no se carguen de pecado por faltar a ella, y mueran porque lo profanen; yo soy el Señor que los he consagrado."

Los sacerdotes debían ser santos en sus relaciones en sus hogares, en sus contactos sociales o comerciales, y en cualquier contacto con el mundo. Habían sido apartados como santos y consagrados al Señor. Debían ser un ejemplo para otros. Algunas de las advertencias mencionadas eran iguales a las expresadas para todo el pueblo. El sacerdote no tenía privilegios especiales. Tanto la impureza del hombre común como la de los sacerdotes tenía que ser ceremonialmente limpiada. La vida privada del sacerdote debía equipararse a su oficio y servicio público.

"Ningún extraño comerá cosa sagrada; ni huésped del sacerdote, ni jornalero comerán cosa sagrada."

El sacerdote debía preservar el carácter santo de la tienda de reunión excluyendo a los extranjeros. Solo los hijos de Dios podrían adorarle. Y dicen los versículos 11 al 13:

"Pero si un sacerdote compra con su dinero un esclavo como propiedad suya, éste sí puede comer de ella, y también los nacidos en su casa podrán comer de su alimento. Y si la hija del sacerdote se casa con un extraño, ella no comerá de la ofrenda de las cosas sagradas, las que se dan a los sacerdotes. Pero si la hija del sacerdote queda viuda o se divorcia, y no tiene hijo y regresa a la casa de su padre como en su juventud, podrá comer del alimento de su padre; pero ningún extraño comerá de él."

Solo los nacidos en casa del sacerdote podrían comer de su alimento. Leamos los versículos 14 al 16:

"Y si un hombre come inadvertidamente cosa sagrada, entonces añadirá a ella una quinta parte y restituirá la cosa sagrada al sacerdote. No profanarán las cosas sagradas que los hijos de Israel ofrecen al Señor, causándoles así sufrir castigo por la culpa al comer sus cosas sagradas; porque yo soy el Señor que los he consagrado."

La ignorancia de la ley no era una excusa. Y la custodia del lugar santo fue una responsabilidad añadida a los sacerdotes. (Recordemos que el mundo incrédulo forma su opinión de la iglesia a partir de sus miembros. Recordemos la advertencia del Señor en Mateo 18:7, Ay de aquel que haga pecar a los demás.)

Leamos los versículos 17-20, que comentan los

Criterios para evaluar las ofrendas traídas por el pueblo

"Y el Señor habló a Moisés, diciendo: Habla a Aarón y a sus hijos y a todos los hijos de Israel, y diles: Cualquier hombre de la casa de Israel o de los forasteros en Israel, que presente su ofrenda, ya sea como cumplimiento de una promesa o como ofrenda voluntaria, las cuales presenta al Señor como holocausto, para que os sea aceptada, ésta debe ser macho sin defecto del ganado, de los corderos o de las cabras. Lo que tenga defecto, no ofreceréis, porque no os será aceptado."

La sección contiene normas y reglas para que la gente trajese sus ofrendas, reglas que debían ser puestas en vigor por los sacerdotes. No se permitían ofrendas con defectos porque éstas señalaban a Cristo. Leamos los versículos 21 al 28:

"Cuando alguno ofrezca sacrificio de ofrenda de paz al Señor para cumplir un voto especial o como ofrenda voluntaria, del ganado o del rebaño, tiene que ser sin defecto para ser aceptado; no habrá imperfección en él. Los que estén ciegos, quebrados, mutilados, o con llagas purulentas, sarna o erupciones en la piel, no los ofreceréis al Señor, ni haréis de ellos una ofrenda quemada sobre el altar al Señor. En cuanto al buey o carnero que tenga un miembro deformado o atrofiado, podréis presentarlo como ofrenda voluntaria, pero por cumplimiento de una promesa no será aceptado. También cualquier animal con sus testículos magullados, aplastados, rasgados o cortados, no lo ofreceréis al Señor ni lo sacrificaréis en vuestra tierra; tampoco aceptaréis tales animales de mano de un extranjero por ofrenda como alimento para vuestro Dios; porque su corrupción está en ellos, tienen defecto y no os serán aceptados. Y habló el Señor a Moisés, diciendo: Cuando nazca un ternero, un cordero o un cabrito, quedará siete días con su madre, y desde el octavo día en adelante será aceptable como sacrificio de ofrenda quemada al Señor. Mas, ya sea vaca u oveja, no mataréis a ella y a su cría en el mismo día."

Vemos aquí una lista de los defectos que provocarían el rechazo de una ofrenda. La edad del animal, 7 días, indicaba un ciclo completo. En el punto de los animales sin defecto para las ofrendas, los israelitas fracasaron y Dios, a través de los profetas, les denunció por ello, como podemos comprobar en Malaquías 1:6-14. Leamos los versículos 29 y 30:

"Y cuando ofrezcáis sacrificio de acción de gracias al Señor, lo sacrificaréis de manera que seáis aceptados. Lo comeréis en el mismo día, no dejaréis nada de él para la mañana siguiente; yo soy el Señor."

La ofrenda sería libre. Este tipo de ofrenda debía simbolizar al Padre, que entregó a Su hijo por amor, y al Hijo que vino sabiendo que después del sufrimiento tendría gozo y alegría, como dice Hebreos 12:2. La ofrenda debía ser comida en el mismo día, para no permitir la más leve posibilidad de corrupción. Leamos finalmente los versículos 31 al 33:

"Así, pues, guardaréis mis mandamientos y los cumpliréis; yo soy el Señor. No profanaréis mi santo nombre, sino que seré santificado entre los hijos de Israel; yo soy el Señor que os he consagrado, que os saqué de la tierra de Egipto para ser vuestro Dios; yo soy el Señor."

Aquel pueblo había sido llamado a ser un testigo de Dios, sirviéndole como nación. Su nombre tenía que estar presente en cada acto de adoración. (No habían sido llamados a ser testigos hasta los confines de la tierra, como tú y yo hemos sido llamados.)

¿Cuál debía ser la motivación de su obediencia? El Dr. Bonar enumeró 5 razones, resumidas en las siguientes declaraciones de Dios:

1. "Yo soy el Señor"

2. "Yo seré santificado entre los israelitas"

3. "Yo soy el Señor que os he consagrado"

4. "Yo soy el Señor que os saqué de Egipto"

5. "Yo soy vuestro Dios"

En la tercera frase, "Yo soy el Señor que os he consagrado" destacamos que el creyente hoy tiene libertad, lo cual no significa libertinaje. La santidad y justicia de Dios deben mantenerse celosamente en nuestra adoración.

En la cuarta frase, "Yo soy el Señor que os saqué de Egipto" destacamos que Dios te ha salvado por Su gracia y misericordia, y no con la idea de imponerte una tarea proporcional. Entonces, no sería gracia. La gracia no exige un pago. El verdadero creyente no servirá a Dios por obligación, sino por amor.

Y ante la quinta y última frase, "Yo soy vuestro Dios" te pregunto: ¿es El tu Dios? Si lo es, tú le representas. El mundo está leyendo sobre El, en ti. La gente no está realmente leyendo la Biblia en la actualidad. Está leyendo tu vida y la mía. ¿Qué estarán leyendo?

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