Estudio bíblico de Levítico 24:1-23

Levítico 24

Tema: Las lámparas del candelabro, la mesa del pan de la presencia, la pena de muerte para el blasfemo.

Si lo comparamos con los anteriores, este capítulo parece fuera de lugar. Los asuntos tratados en él parecen no tener conexión. El aceite para las lámparas y el pan para la mesa no parecen encajar entre la fiesta de los Tabernáculos, expuesta en Levítico 23 y el Año Sabático, explicado en el capítulo 25. No obstante, éste fue el método utilizado por las Sagradas Escrituras en otra ocasión. Se trata de Números 8:1-4, donde se encuentran las instrucciones para encender las lámparas, que se inserta como una breve descripción entre los regalos de los jefes de las tribus y la sección de la purificación y consagración de los levitas.

Esta transición que se hace en este capítulo 24, de la explicación del calendario festivo, que llegaba a su culminación con la Fiesta de los Tabernáculos a la explicación del mantenimiento de ciertos artículos del mobiliario de la tienda de reunión en este capítulo 24, ilustra la fidelidad que siempre deben manifestar los creyentes (como sacerdotes del nuevo Testamento), tanto en la rutina de la vida diaria como en las experiencias espirituales más profundas. Uno de los propósitos de esta aparente digresión (antes de retomar los asuntos referentes al calendario santo en el próximo capítulo 25) era eliminar la noción de que la presencia de Dios se limitaba a las ocasiones especiales de culto, lo cual no era así. Ya que los 2 muebles con su contenido, considerados aquí en el capítulo 24, estaban estrecha y esencialmente relacionados con la continua presencia de Dios, que habitaba en medio de Israel. Entre las grandes fiestas debía mantenerse sin interrupción la comunión cotidiana y el compañerismo con Dios en la tienda de reunión.

Además creo que en el pasaje que hoy consideramos, en Levítico 24, esta disposición del material nos enseña otra lección espiritual de grandes alcances y de suma importancia, ya que todo debía ser hecho a la luz y guía del Espíritu Santo. Nuestro pasaje de hoy, enseñaba que la celebración de las fiestas del calendario festivo (del capítulo 23) y el cumplimiento de los años Sabático y del Jubileo (explicados en el capítulo 25) debían tener lugar a la luz del Espíritu Santo y en la fortaleza y poder de Cristo, prefigurados por el aceite de las lámparas y el pan de la mesa. La necesidad de esa fuerza y del poder y la guía del Espíritu Santo trascienden a la experiencia de los israelitas y pueden aplicarse a los creyentes de todos los tiempos, ante las grandes exigencias y situaciones de la vida, en que se hace evidente nuestra debilidad y desorientación.

Hay algunas implicaciones prácticas que no debieran pasarse por alto. La gente tenía que proporcionar el aceite para el candelabro y la harina de gran calidad para el pan de la mesa. Dios les convirtió así en participantes activos de la provisión y adoración de la tienda de reunión. Por medio de algún milagro, Dios podría haber provisto el aceite y la harina, y haber hecho la mesa y el candelero. Sin embargo, El quiso que la gente participase en todo.

De la misma manera, hoy también aquellos que aman la Palabra de Dios debieran ocuparse en hacer llegar el mensaje a las personas. Dios les dijo a los israelitas en aquella ocasión que trajesen el aceite y la harina.

No debiéramos dejar de resaltar la importancia del candelabro. Probablemente fue la figura más exacta y hermosa de Cristo en toda la tienda de reunión. Era de oro macizo, maravillosamente diseñado con 7 brazos de ramas de almendro que salían de un tronco principal.

Solo Aarón estaba encargado de que las lámparas del candelabro continuasen encendidas (Éxodo 30:7, 8). Es importante darnos cuenta de que hoy las lámparas están a cargo de nuestro Gran Sumo Sacerdote. Jesucristo dijo que El era la luz del mundo. Después de Su resurrección y antes de partir de esta tierra, les dijo a los Suyos que ellos tenían que ser luces en el mundo. San Pablo utilizó la misma idea en Filipenses 2:15, cuando dijo que ellos estaban en medio de gente mala y perversa y brillaban como lumbreras en un mundo oscuro. En Apocalipsis 1 y 2, el Señor Jesucristo, como nuestro Gran Sumo Sacerdote, se encuentra hoy en medio de los candelabros para mantenernos brillando. El derrama el aceite, que es la provisión del Espíritu Santo. El recorta las mechas de las lámparas para que la luz arda con mayor brillo. Cuando una lámpara se niega a brillar, El la aparta: éste es el pecado de muerte que el apóstol Juan mencionaba en su carta.

Por lo tanto, la inserción de esta sección sobre el candelabro y la mesa del pan de la presencia, no está fuera de lugar.

El segundo incidente del libro de Levítico se encuentra en este capítulo. El hijo de una madre israelita y un padre egipcio blasfemó. Este fue un ejemplo más de las dificultades y problemas ocasionados por la multitud mixta que salió de Egipto con los israelitas. Hubo jóvenes problemáticos y alborotadores, que se corresponden con muchas personas llamadas cristianas, que se debaten entre el mundo, por una parte, y el servicio a Dios por la otra.

A continuación, presentaré, de este capítulo 24, un breve

Bosquejo

1. El aceite de oliva para el candelabro de oro, vv. 1-4.

2. La harina para la mesa del pan de la presencia, vv. 5-9.

3. La pena capital para el pecado de blasfemia, vv. 10-23.

Leamos los versículos 1 y 2, que nos hablan sobre

El aceite de oliva para el candelabro de oro

"Entonces habló el Señor a Moisés, diciendo: Manda a los hijos de Israel que te traigan aceite puro de olivas machacadas para el alumbrado, para hacer arder la lámpara continuamente."

La gente debía proveer el aceite de oliva y, ya que las 7 lámparas ardían continuamente, tanto de día como de noche, éste era un asunto importante. Esta ocupación dio a cada israelita, así como a la tribu de Leví, un interés especial en el servicio de la tienda de reunión. El aceite de oliva debía ser puro, libre de hojas e impurezas. El fruto no debía ser exprimido sino golpeado, para obtener aceite de la máxima pureza. Tenían que utilizar el mejor método, porque el aceite nos habla del Espíritu Santo. Continuemos leyendo los versículos 3 y 4:

"Fuera del velo que está junto al arca del pacto, en la tienda de reunión, Aarón las dispondrá para que ardan desde el anochecer hasta la mañana delante del Señor continuamente; será estatuto permanente que pasará de padres a hijos. Mantendrá las lámparas en orden en el candelabro de oro puro, continuamente delante del Señor."

Mientras la tienda de reunión estuviese instalada, las lámparas tendrían que mantenerse encendidas continuamente lo que, evidentemente no podrían hacer cuando viajasen por el desierto. Como ya hemos observado, solo Aarón controlaba el uso y servicio del candelabro. Dice Éxodo 30:7 y 8, Y Aarón quemará incienso aromático sobre él; lo quemará cada mañana al preparar las lámparas. Y cuando Aarón prepare las lámparas al atardecer, quemará incienso. Habrá incienso perpetuo delante del Señor por todas vuestras generaciones.

Recordemos lo que hemos dicho del Señor Jesucristo, caminando en medio de los 7 candelabros como nuestro Gran Sumo Sacerdote. El se mueve en nuestros corazones, en nuestras vidas. A veces El tiene que apagar alguna lámpara que está despidiendo humo en vez de luz.

Leamos los versículos 5-7, que nos hablan sobre

La harina para la mesa del pan de la presencia

"Tomarás de la mejor harina y con ella cocerás doce tortas, de cuatro kilos y medio cada una. Y las colocarás en dos hileras, seis en cada hilera, sobre la mesa de oro puro que está delante del Señor. Y en cada hilera pondrás incienso puro, que le servirá al pan como ofrenda de memorial, quemada en honor del Señor."

Ya vimos que la harina y el aceite fueron provistos por la gente. Así como el aceite nos habla del Espíritu Santo, el pan señala a Cristo.

La harina de calidad estaba obtenida del trigo. El incienso era una sustancia natural considerada un presente del pueblo. El pan, pues, nos habla de Cristo y el incienso de la maravillosa fragancia de Su humanidad.

Continuemos leyendo los versículos 8 y 9:

"Cada día de reposo, continuamente, esto se pondrá en orden delante del Señor; es un pacto eterno para los hijos de Israel. Y será para Aarón y para sus descendientes, y lo comerán en un lugar santo; porque lo tendrá como cosa muy sagrada de las ofrendas quemadas en honor al Señor, por derecho permanente."

El pan quedaría sobre la mesa por una semana. Sería cambiado el Sábado, y el pan viejo sería comido por Aarón y sus hijos, y siempre en el Lugar Santo. Cuando muchos años después el rey David y sus soldados se encontraron en una situación de necesidad desesperada, el sacerdote Ahimelec les daría parte del pan sagrado para comer; el incidente está relatado en 1 Samuel 21:4-6. Nuestro Señor mencionó este incidente cuando sus discípulos fueron criticados por arrancar espigas y comer los granos en el día Sábado (Mateo 12:3, 4).

El pan y la luz nos hablan de Cristo, quien dijo en Juan 6:51: Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo también daré por la vida del mundo es mi propio cuerpo. Además, dijo Jesús en Juan 8:12, Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.

Necesitamos alimentarnos de El para vivir y servirle. Y todo lo que hagamos para El debe ser hecho bajo su luz, guiados por el Espíritu Santo.

El próximo párrafo, se refiere a

La pena capital para el pecado de blasfemia

Solamente hay 2 incidentes registrados en el libro de Levítico. Uno fue el de Nadab y Abiú, ya examinado en el capítulo 10: Y ahora llegamos a éste, que parece enteramente fuera de lugar, entre las instrucciones aquí presentadas. Pero tenemos que reconocer que Dios estaba enseñando una gran lección sobre la blasfemia.

La inclusión de este grave incidente constituye igualmente un recordatorio de que la legislación incluida en el libro de Levítico fue dada en un contexto histórico determinado con el propósito de satisfacer las exigencias de situaciones históricas específicas.

Leamos los versículos 10?12:

"El hijo de una mujer israelita, cuya madre se llamaba Selomit, hija de Dibri, de la tribu de Dan, cuyo padre era egipcio, salió entre los hijos de Israel; y el hijo de la israelita y un hombre de Israel lucharon en el campamento. Y el hijo de la israelita ofendió y maldijo el Nombre del Señor. Entonces lo llevaron a Moisés. Y lo pusieron en la cárcel, hasta que se les aclarara la palabra del Señor."

El joven que blasfemó era el hijo mestizo de una israelita y un egipcio. Ya hemos leído que, junto con los israelitas salió de Egipto una gran multitud de personas de muy diversa procedencia (Éxodo 12:28). Y veremos que ese numeroso grupo provocaría problemas en el campamento; murmurarían, se quejarían y causarían divisiones. Dice Números 11:4, Entre los israelitas se había mezclado gente de toda clase, que solo pensaba en comer. Y los israelitas, dejándose llevar por ellos, se pusieron a llorar y a decir: "¡Ojalá tuviéramos carne para comer!

Al ver los problemas que se produjeron, comprendemos las razones por las que Dios le dijo a Su pueblo que no debían tener lugar matrimonios mixtos entre creyentes y no creyentes. Esto no tiene nada que ver con aspectos físicos o raciales. Es una distinción de carácter espiritual entre aquellos que son hijos de Dios, y aquellos que no lo son.

Este joven mestizo se vio ante un gran problema. Tenía que tomar una decisión sobre si adoptaba el modo de vida de su padre, o el de su madre. Quizás el problema consistía en que nunca había adoptado una decisión definitiva al respecto. Posiblemente en un principio se inclinó por una opción, pero en su mente siempre reaparecería el mismo dilema. Ese habrá sido el problema de muchos en aquella multitud mixta. Para ellos había sido una decisión difícil dejar Egipto y, ante las situaciones críticas, sus pensamientos volverían a aquel país y serían los primeros en protestar.

Así fue que aquel joven se implicó en una pelea. Podemos entender la situación que dio origen al conflicto. El no tenía una posición en la tribu de Dan, a la que pertenecía su madre, pero tenía acceso al campamento de Israel. Una vez iniciada la pelea, pronunció un insulto que afectaba gravemente al honor y respecto debidos a Dios, maldiciendo el nombre del Señor, un nombre tan sagrado para el pueblo que ni siquiera se atrevían a pronunciarlo. Y que se trataba, sin duda, del tetragrama o conjunto de 4 consonantes del nombre del Dios de Israel, Y H V H, pronunciado "Yahveh" o "Jehová". Sin embargo, aquel joven no solo se atrevió a pronunciarlo, sino también a deshonrarlo en público. Como muchas personas en la actualidad, que lo utilizan para reforzar un insulto que exterioriza muy elocuentemente lo que hay en su mente y corazón.

Esta fue una de las 4 instancias en que Moisés tuvo que esperar a recibir más revelación divina antes de manejar correctamente una situación dada. Las otras 3 situaciones se encuentran registradas en Números capítulos 9, 15 y 27.

Continuemos nuestra lectura con los versículos 13-16.

"Entonces habló el Señor a Moisés, diciendo: Saca fuera del campamento al que maldijo, y que todos los que lo oyeron pongan las manos sobre su cabeza, y que toda la congregación lo apedree. Y hablarás a los hijos de Israel, diciendo: Si alguien maldice al Señor su Dios, tendrá que cargar con su pecado. Además, el que blasfeme el nombre del Señor, ciertamente ha de morir; toda la congregación ciertamente lo apedreará. Tanto el extranjero como el nativo, cuando blasfeme el Nombre del Señor, ha de morir."

Aquí vemos que Dios anunció su veredicto de culpabilidad y el castigo fue la muerte por lapidación. La gravedad de aquel pecado estaba en proporción con el castigo infligido por Dios. Todos los que habían escuchado la blasfemia tuvieron que colocar sus manos sobre la cabeza del joven, significando con ese gesto que la culpa era asignada únicamente a aquel hombre. El castigo establecido por Dios para estos casos debía aplicarse tanto a los israelitas como a los habitantes pertenecientes a otros pueblos. Porque los extranjeros que vivían en Israel y que por ello disfrutaban de ciertas bendiciones del pacto que Dios había establecido con Su pueblo, no podían repudiar al autor del pacto.

Leamos ahora los versículos 17 al 22:

"Si un hombre quita la vida a cualquier ser humano, ciertamente ha de morir. Y el que quite la vida a un animal lo restituirá, vida por vida. Si un hombre hiere a su prójimo, según hizo, así se le hará: fractura por fractura, ojo por ojo, diente por diente; según la lesión que haya hecho a otro, así se le hará. El que mate un animal, lo restituirá, pero el que mate a un hombre, ha de morir. Habrá una misma ley para vosotros; será tanto para el extranjero como para el nativo, porque yo soy el Señor vuestro Dios."

Aquí se estableció la que es conocida como la "ley del talión": ojo por ojo, diente por diente, que indicaba que el castigo debía ser medido o establecido en base a la ofensa hecha. En este pasaje también podemos ver que Dios proveyó protección para la propiedad privada de las personas. Excepto en el caso de homicidio, la restitución impuesta debía entenderse en términos de una compensación equivalente. El castigo se efectuaba literalmente y la citada ley se aplicaba indistintamente a los israelitas y a los extranjeros. Y continúa diciendo el versículo 23:

"Moisés entonces habló a los hijos de Israel, y ellos sacaron fuera del campamento al que había maldecido, y lo apedrearon. Los hijos de Israel hicieron tal como el Señor había mandado a Moisés."

La lección moral o espiritual que se desprende de este incidente es que el carácter sagrado del nombre de Dios debía ser protegido, porque la blasfemia era un delito de gran envergadura. De la misma manera, la vida humana debía ser protegida.

Dios actuó con justicia en todas Sus relaciones con los seres humanos. Uno de los profetas declaró lo siguiente: "El alma que peque, morirá". Pero ante esa declaración de condena, y en esta época en que opera la gracia y misericordia de Dios, proclamamos que Cristo sufrió nuestra sentencia de muerte. Dijo el profeta Isaías 53:4-6: Y sin embargo, él estaba cargado con nuestros sufrimientos, estaba soportando nuestros propios dolores. Nosotros pensamos que Dios lo había herido, que le había castigado y humillado. Pero fue traspasado a causa de nuestra rebeldía, fue atormentado a causa de nuestras maldades; el castigo que sufrió nos trajo la paz, y por sus heridas alcanzamos la salud. Todos nosotros nos perdimos como ovejas siguiendo cada cual su propio camino, pero el Señor cargó sobre él la maldad de todos nosotros.

Hoy hemos considerado aquellos muebles de la tienda de reunión: el candelabro de oro, la luz de sus lámparas, y la mesa del pan de la presencia. Quisiera terminar enfatizando las declaraciones de Jesús, que fue el cumplimiento profético de aquella luz y de aquel pan, palabras que ya hemos citado en relación con las grandes verdades espirituales que cada ser humano puede escuchar hoy y recibirlas de una manera personal. Jesús dijo: Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno come de este pan, vivirá para siempre; Y además expresó lo siguiente: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.

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