Estudio bíblico de Lucas 2:1-30

Lucas 2:1-30

El capítulo 2 es el registro histórico del nacimiento de Jesús, unido a la relación histórica del gobierno romano. La simple nota histórica de la visita de los pastores está ligada al relato sublime de las huestes celestiales.

Jesús fue llevado al templo cuando tenía 8 días de edad para ser circuncidado de acuerdo con la ley de Moisés. Dijo el apóstol Pablo en Gálatas 4:4, 5.  Pero cuando se cumplió el tiempo, Dios envió a su Hijo, que nació de una mujer, sometido a la ley de Moisés,  para dar libertad a los que estábamos bajo esa ley, para que Dios nos recibiera como a hijos. Como resultado de la visita a Jerusalén, tenemos las canciones de Simeón y de Ana.

El único incidente aislado de la niñez de Jesús está registrado por Lucas para que sepamos que Jesús tuvo una infancia normal. Veamos el versículo 52, que expone lo siguiente:

(1) Jesús crecía en sabiduría (el aspecto mental)

(2) Jesús crecía en estatura (aspecto físico)

(3) Jesús crecía en favor ante Dios y los hombres (aspecto espiritual)

Antes de examinar el texto, es necesario que consideremos algo del material de los antecedentes. Recordemos que el Evangelio de Lucas tiene un carácter histórico y ha sido escrito especialmente para los griegos y las personas intelectuales. También tuvo un gran propósito espiritual, que consistía en presentar al Hijo de Dios. Neander, un gran personaje destacado por su santidad personal, afirmó lo siguiente: "Las tres grandes naciones históricas tuvieron que contribuir, cada una de ellas en su manera propia y peculiar, a fin de preparar el suelo para la siembra del Cristianismo; los judíos, por parte del elemento religioso; los griegos, por parte de la ciencia y el arte; los romanos, los dueños del mundo, por parte del elemento político". Añadimos el hecho de que cada uno de los Evangelios de Mateo, Marcos y Lucas, fue dirigido a un sector particular de la humanidad. Mateo fue escrito para los judíos, Marcos para los romanos, y Lucas para los griegos.

El Dr. Gregory escribió: "Los griegos se distinguen claramente de las otras razas históricas por ciertas características notables. Ellos eran, en al mundo antiguo, los representantes de la razón y la humanidad. Se veían a sí mismos como responsables de la misión de perfeccionar a los hombres". Eran los cosmopolitas de esa época. Crearon sus dioses a la semejanza de los seres humanos, así como a su propia semejanza y, en consecuencia, vincularon una mundanalidad y un descreimiento religioso total a la cultura humana.

San Pablo fue la persona apropiada para ir a Atenas e instruir a los griegos sobre su altar dedicado al "DIOS NO CONOCIDO". Lucas, un no judío, acompañó a San Pablo en su viaje.

Evidentemente, la misión universal de los griegos fue así una parte de la preparación para la llegada del Señor Jesucristo al mundo. Obligó a los intelectuales de aquel tiempo a sentir y reconocer la insuficiencia de la razón humana (incluso en su desarrollo más perfeccionado) para lograr la liberación y perfección de la humanidad. Les dejó esperando y deseando la aparición de alguien que pudiese llevar a cabo esa tarea.

El idioma griego se convirtió en un vehículo para difundir la Palabra de Dios. El Evangelio fue comunicado al mundo en ese idioma. Dios utilizó a Alejandro Magno para hacerlo posible.

Howson dijo de Alejandro Magno: "Recogió las mallas de las redes de la civilización, que yacían en desorden sobre las playas asiáticas, y las extendió por el resto de los países que él atravesó en sus prodigiosas campañas. El este y el oeste se unieron repentinamente. Pueblos que estaban separados, se unieron bajo un gobierno común. Se edificaron nuevas ciudades, como centros de la vida política. Se abrieron nuevas líneas de comunicación, como canales de actividades comerciales. La nueva cultura penetró en las cordilleras de Pisidia y Licaonia. Los ríos Tigris y Eufrates se convirtieron en ríos griegos. El idioma de Atenas fue escuchado entre las colonias judías de Babilonia; y una Babilonia griega fue edificada en Egipto por el conquistador, y llamada por su nombre." Fue la ciudad de Alejandría, que aun conserva su nombre.

Recordemos estos antecedentes al considerar el nacimiento del Señor Jesucristo. Leamos entonces los versículos 1 y 2:

"Aconteció en aquellos días que se promulgó un edicto de parte de Augusto César, que todo el mundo fuera empadronado. Este primer censo se hizo siendo Cirenio gobernador de Siria."

Al leer la frase de que "todo el mundo fuera empadronado", alguien podría pensar que se refería literalmente a todos los países del mundo. La palabra griega para "mundo", oikoumene, significa "tierra habitada" y se refería al mundo civilizado de aquella época. (Algunas tribus salvajes del norte de Europa no estuvieron incluidas en aquel censo, aunque a Cesar Augusto le habría encantado imponerles las contribuciones correspondientes, su hubiese podido llegar hasta ellos.)

¿Quién era Cesar Augusto? Era el hijo adoptivo de Julio César. Realmente, su nombre era Octavio y adoptó el nombre de César, a lo cual tenía derecho. Y Augusto no era un nombre sino un título. Cuando el senado le presentó para su consideración algunos títulos como rey, emperador, o dictador, no quedó satisfecho. En cambio, eligió el título de Augusto, que tenía un significado religioso, lo cual fue un intento de deificarse a sí mismo.

El que Lucas mencionase a César Augusto no fue accidental. Este hombre firmó una ley de impuestos que afectó a todo el mundo de aquella época. Necesitaba dinero para formar un ejército que controlase su vasto imperio, y para poder llevar el mismo una vida de lujo. Observemos la referencia histórica de Lucas de que este censo fue primero hecho siendo Cirenio gobernador de Siria. Continuemos leyendo los versículos 3 al 7:

"E iban todos para ser empadronados, cada uno a su ciudad.También José subió de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por cuanto era de la casa y familia de David, para ser empadronado con María su mujer, desposada con él, la cual estaba encinta. Aconteció que estando ellos allí a ella le llegó el tiempo de dar a luz. Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón."

José y María salieron de Nazaret en Galilea y se dirigieron a Belén, la ciudad de David, en Judea. José tomó esta decisión porque él era descendiente de David. ¿Y por qué fue María a Belén? Porque ella también era descendiente de David.

No puedo menos que sentir cierta emoción cuando leo este pasaje Bíblico sencillo e históricamente preciso, que contiene en sí mismo una gran verdad espiritual. César Augusto estaba intentando convertirse a sí mismo en un dios, y quería ser reconocido y adorado como tal. Había firmado una ley de impuestos que había obligado a un hombre y a una mujer, campesinos residentes en Nazareth, a viajar a Belén para inscribirse allí. ¡Y pensar que aquella mujer llevaba en su vientre al hijo de Dios! Aquellos esfuerzos de César Augusto de divinizarse a sí mismo fracasarían y actualmente, nadie le venera. Pero aquel niño que estaba en el vientre de María es hoy adorado por muchos de nosotros, que le reconocemos como nuestro Salvador.

César Augusto fue simplemente un instrumento en las manos de Dios para cumplir la profecía. Dijo el profeta Miqueas 5:2, Pero tú, Belén Efrata, tan pequeña entre las familias de Judá, de ti ha de salir el que será Señor en Israel; sus orígenes se remontan al inicio de los tiempos, a los días de la eternidad. Esta fue realmente una profecía notable.

Todo lo que sucedió fue dispuesto por Dios. Si alguien hubiese tratado de disuadir al Cesar de su proyecto, o de limitar sus efectos para evitar que las mujeres embarazadas tuviesen que viajar, estoy seguro que el César hubiera insistido en la validez de dicha ley, pensando en los beneficios económicos que beneficiarían a sus ejércitos, y en su bienestar personal. Bueno, todo aquello pasó y ya no existe, incluido el César.

En este pasaje, Lucas se interesa por los pequeños detalles humanos, al contarnos que María le puso al niño pañales. Al ver el Hijo de Dios envuelto en pañales, vemos cuan perfectamente humano era Dios manifestado en un cuerpo físico.

Leamos ahora el versículo 8, que inicia el relato de

La recepción de Jesús; el anuncio de los ángeles a los pastores

"Había pastores en la misma región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño."

Mucha gente se pregunta, ¿cuándo nació Jesús? No pudo haber sido en pleno invierno, pues en ese caso, los pastores no habrían estado toda la noche cuidando sus ovejas. Pero la fecha de Su nacimiento es irrelevante, así como lo es el día en que fue crucificado. La Biblia no nos dice cuando nació; lo importante es el hecho de que nació. Tampoco nos revela la Biblia cuando exactamente fue crucificado, porque lo realmente importante es que El murió por nuestros pecados. Continuemos leyendo los versículos 9-11:

"Y se les presentó un ángel del Señor y la gloria del Señor los rodeó de resplandor, y tuvieron gran temor. Pero el ángel les dijo: No temáis, porque yo os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor."

Resulta maravilloso ver a un niño que llega al mundo, y nuestro corazón se conmueve ante él; sentimos como una corriente de simpatía hacia él niño. Esa fue la manera en que Dios entró en el mundo. El podría haber llegado tal como vendrá a la tierra por segunda vez, con gran poder y gloria. En cambio, en esta ocasión vino de la forma más débil en que era posible llegar; como un niño recién nacido.

El no dejó de lado Su deidad, sino Su gloria. Tendrían que haber estado presentes muchos más que algunos pastores y ángeles para darle la bienvenida; toda la creación tendría que haber estado en aquel lugar. En vez de ocuparse de recaudar impuestos, el Cesar tendría que haber estado en Belén para adorarle. Jesucristo podría haberle obligado a hacerlo, pero no lo hizo así. El dejó de lado, no Su deidad, pero Sus prerrogativas de la deidad, al venir como un niño pequeño. Leamos el versículo 12:

"Esto os servirá de señal: hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre."

El Evangelista Lucas estaba enfatizando nuevamente Su humanidad, al destacar que vino como un ser humano. Y por ello, puede compadecerse de nuestras debilidades.

Dios lo sabe todo sobre la humanidad. Te conoce a ti y me conoce a mí. Nos comprende por haber venido a este mundo como un ser humano. Esto también significa que nosotros podemos saber algo sobre Dios, porque El mismo asumió nuestra condición humana.

La escena experimentó un brusco cambio. Leamos los versículos 13 y 14:

"Repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios y decían: ¡Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!."

Esta traducción del versículo 14, nos puede dejar una impresión errónea. Según la traducción más correcta, los ángeles dijeron: "Paz a los hombres de buena voluntad" o, más bien, "Paz entre los hombres en quienes El se complace". Los ángeles no proclamaron lo que algunos afirman a veces, que hay paz en la tierra, confundiendo sus propios deseos con la realidad. Recordemos lo que dijo el profeta Isaías 48:22, No hay paz para los malvados, dice el Señor. Es que vivimos en un mundo donde reina la maldad, en un mundo dominado por Satanás, el enemigo de Dios y, en consecuencia, no hay paz. Sin embargo, hay paz para los seres humanos de buena voluntad. Si tú eres uno de aquellos que ha venido a Cristo para recibirle como tu Salvador, puedes conocer la paz de Dios. Como dijo San Pablo en Romanos 5:1, Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo. Cuando Cristo vino a este mundo por primera vez, ésta fue la clase de paz que El trajo. En Su futura segunda venida vendrá como el Príncipe de Paz; en aquel momento acabará con la injusticia y la rebelión de la tierra. Establecerá la paz en el mundo. Pero hasta que El venga otra vez, no habrá paz en esta tierra.

Leamos los versículos 15 y 16:

"Sucedió que cuando los ángeles se fueron de ellos al cielo, los pastores se dijeron unos a otros: Pasemos, pues, hasta Belén, y veamos esto que ha sucedido y que el Señor nos ha manifestado. Vinieron, pues, apresuradamente, y hallaron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre."

Los pastores se apresuraron a ir a Belén. Allí encontraron a María, José y al niño Jesús. Probablemente fueron los primeros en visitar al recién nacido ya que, según el Evangelio de Mateo, los sabios del oriente no llegaron hasta mucho más tarde. De hecho, cuando los sabios finalmente encontraron al Señor Jesús, El estaba viviendo en una casa y ya habían pasado muchos meses. Continuemos leyendo los versículos 17 al 20:

"Al verlo, dieron a conocer lo que se les había dicho acerca del niño. Todos los que oyeron, se maravillaron de lo que los pastores les decían. Pero María guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. Los pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios por todas las cosas que habían oído y visto, como se les había dicho."

María reflexionaba acerca de muchas cosas en su corazón, como solo una madre podría hacerlo. Debido al peligro que acechaba Su vida, María y José llevaron al niño a Egipto por un tiempo, y regresaron posteriormente a Nazareth.

Ya que El había venido a formar parte de la familia humana y, teniendo en cuenta que había nacido bajo la ley de Moisés, se sometió a la ley. Veamos lo que nos dicen los versículos 21 y 22:

"Cumplidos los ocho días para circuncidar al niño, le pusieron por nombre Jesús, el cual le había sido puesto por el ángel antes que fuera concebido. Cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos conforme a la Ley de Moisés, lo trajeron a Jerusalén para presentarlo al Señor"

Según la ley de Moisés, después del nacimiento de un niño, una mujer era considerada impura durante 40 días. María, como una pecadora más, como todos los seres humanos, tuvo que traer un sacrificio al Señor. Como ella misma había dicho, necesitaba un Salvador. Dicen, además, los versículos 23 y 24:

"como está escrito en la Ley del Señor: Todo varón que abra la matriz será llamado santo al Señor, y para ofrecer conforme a lo que se dice en la Ley del Señor: Un par de tórtolas o dos palominos."

María y José ofrecieron tórtolas como sacrificio, lo cual ponía en evidencia su pobreza. El sacrificio fue ofrecido a favor de María y no del niño. Por lo que sabemos, El nunca ofreció un sacrificio.

Leamos ahora los versículos 25 al 28, que nos relatan los

Incidentes en el templo

"Había en Jerusalén un hombre llamado Simeón. Este hombre, justo y piadoso, esperaba la restauración de Israel; y el Espíritu Santo estaba sobre él. Y le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes que viera al Ungido del Señor. Movido por el Espíritu, vino al Templo. Cuando los padres del niño Jesús lo trajeron al Templo para hacer por él conforme al rito de la Ley, él lo tomó en sus brazos y bendijo a Dios"

Como hemos leído, había un hombre llamado Simeón que, por el Espíritu Santo, estaba en el templo cuando Jesús fue llevado allí para ser presentado, de acuerdo con las disposiciones de la ley de Moisés. Dios le había prometido a Simeón que él vería la salvación de Dios. ¿Y qué vio él? Vio a un niño recién nacido. Es que la salvación es una persona y no algo que tú haces. La salvación es, pues, una persona, y esa Persona es el Señor Jesucristo. O le tienes a El, o no le tienes. O confías en El o, por el contrario, no confías en El. ¿Podrías decir hoy que le tienes?

Ahora tenemos aquí otra composición poética, y Simeón iba a interpretar la canción. Para terminar nuestro programa de hoy, leamos una parte de ella en los versículos 29 y 30:

"diciendo: Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz, conforme a tu palabra, porque han visto mis ojos tu salvación,"

Esta fue una afirmación extraordinaria que procedía de un hombre que tenía una perspectiva limitada de la vida, en el sentido que estaba limitado a un área geográfica determinada. Sin embargo, él vio a Aquel que iba a ser el Salvador del mundo. Esta es para mí una de las cosas más sorprendentes de la Palabra de Dios, especialmente del Nuevo Testamento. Aunque esa Palabra de Dios fue dirigida a cierto pueblo, en realidad ha sido dirigida a todo el mundo. Ninguna otra religión tuvo ese alcance universal. Seguramente observarás que las religiones del mundo han estado generalmente identificadas con un pueblo en particular, o centralizadas en una determinada raza o nación. Pero el Cristianismo, desde sus comienzos, ha sido dirigido a todos los pueblos, a todas las personas de cualquier parte del mundo.

Acabamos de leer que Simeón vio por sí mismo la salvación, es decir que vio a Jesucristo. Tuvo una experiencia personal de encuentro con El. Hoy decimos lo mismo de todos aquellos que, como pecadores reconocen su necesidad de un Salvador y aceptan, personalmente, la salvación que Dios ofrece a todos los que creen en Cristo. ¿No querrías ser tu también, uno de ellos?

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