Estudio bíblico de Lucas 9:1-62

Lucas 9

Tema: Jesús comisionó y envió a los 12 discípulos; alimentó a los 5.000; expulsó demonios de un hijo único; se dirigió a Jerusalén, y estableció la prueba para el discipulado.

Todos los eventos de este capítulo están registrados en los otros Evangelios Sinópticos. El Señor había realizado milagros en todas las áreas de la vida, en los ámbitos: físico, espiritual, natural y sobrenatural. Con estos antecedentes, envió a Sus discípulos a cumplir su misión.

Leamos el versículo 1, que inicia el relato de cuando

Jesús comisionó y envió a los doce discípulos

Reuniendo a sus doce discípulos, les dio poder y autoridad sobre todos los demonios y para sanar enfermedades.

Cuando el Señor se encontraba aquí en la tierra, les dio a Sus apóstoles el don de sanidad, que era una de los dones-señales. Sirvió como credencial de los apóstoles para demostrar que ellos eran quienes afirmaban ser. Cuando la iglesia se estableció (antes que el Nuevo Testamento estuviese fijado en forma escrita) la señal que identificaba a un apóstol era el hecho de tener los dones-señales. Pedro y Pablo podían sanar enfermos o restaurar muertos a la vida. Esto era una prueba de que eran verdaderos apóstoles del Señor Jesucristo.

Jesús envió Sus discípulos a predicar el Reino de Dios y a sanar a los enfermos. Esto tuvo lugar antes de que El muriese en la cruz. En la actualidad, lo importante no es la sanidad. Al leer cuidadosamente las Epístolas o cartas de los apóstoles, puede verse que aun cuando Pablo tenía el don de sanar, hacia el final de su ministerio, aparentemente, no lo ejercitó en absoluto. En 1 Timoteo 5:23, le dijo a Timoteo que tomase un poco de vino para un problema de estómago, pero no le sanó. Pablo mismo, en 2 Corintios 12:7 dijo tener como un "aguijón" en su cuerpo; aunque le pidió a Dios que lo quitase, Dios no lo hizo. También en 2 Timoteo 4:20 dijo que tuvo que dejar a su colaborador Trófimo enfermo en Mileto. ¿Por qué no sanó Pablo a su amigo Trófimo? Es que Pablo había llegado al final de su ministerio y los dones-señales, incluso entonces, estaban comenzando a desaparecer de la iglesia. Aparentemente, cuando las Sagradas Escrituras se convirtieron en una parte de la iglesia, el don de sanidad no apareció en escena. La autoridad se desplazó de la persona a la página de la Escritura, la Palabra de Dios. Hacia el fin de su vida, Juan advirtió que la doctrina correcta era la credencial personal del creyente. Dijo 2 Juan 10, Si va a visitaros alguno que no lleve esta enseñanza, no le recibáis en casa ni le saludéis. Y en Gálatas 1:8, el apóstol Pablo dijo: Pero si alguien (sea yo mismo o un ángel del cielo) os anuncia un evangelio distinto del que os hemos anunciado, ¡caiga bajo maldición! Este es un lenguaje fuerte que coloca una autoridad absoluta sobre las Escrituras.

Continuemos leyendo los versículos 2 al 6:

"Y los envió a predicar el reino de Dios y a sanar a los enfermos. Les dijo: No toméis nada para el camino: ni bastón, ni alforja, ni pan, ni dinero; ni llevéis dos túnicas. En cualquier casa donde entréis, quedad allí, y de allí salid. Dondequiera que no os reciban, salid de aquella ciudad y sacudid el polvo de vuestros pies en testimonio contra ellos. Y saliendo, pasaban por todas las aldeas anunciando el evangelio y sanando por todas partes."

Es evidente que aquellas eran instrucciones específicas para aquellos tiempos. Leamos los versículos 7 al 9: porque su ministerio causó impacto:

"Herodes, el tetrarca, oyó de todas las cosas que hacía Jesús, y estaba perplejo, porque decían algunos: Juan ha resucitado de los muertos; otros: Elías ha aparecido; y otros: Algún profeta de los antiguos ha resucitado. Y dijo Herodes: A Juan yo lo hice decapitar; ¿quién, pues, es éste de quien oigo tales cosas? Y procuraba verlo."

Herodes había sido el responsable de la prisión y ejecución de Juan el Bautista. Marcos nos relató que él tenía miedo de que Jesús fuese en realidad Juan el Bautista vuelto a la vida. La curiosidad de Herodes le impulsó a querer ver a Jesús. Los versículos 10 y 11 añaden:

"Al regresar los apóstoles, le contaron todo lo que habían hecho. Y tomándolos, se retiró aparte, a un lugar desierto de la ciudad llamada Betsaida. Cuando la gente lo supo, lo siguió; y él los recibió, les hablaba del reino de Dios y sanaba a los que necesitaban ser curados."

Esta escena nos proporcionó el ambiente para la alimentación de los 5.000. Él había llevado a los apóstoles a un lugar apartado para descansar, pero no tuvieron ocasión de hacerlo. La multitud fue desconsiderada: sin embargo el Señor en su bondad les recibió, enseñándoles y sanando a los enfermos. El próximo párrafo trata concretamente sobre

La alimentación de los cinco mil

Leamos los versículos 12 y 13:

"Pero el día comenzaba a declinar. Acercándose los doce, le dijeron: Despide a la gente, para que vayan a las aldeas y campos de alrededor y se alojen y encuentren alimentos, porque aquí estamos en lugar desierto. Él les dijo: Dadles vosotros de comer. Dijeron ellos: No tenemos más que cinco panes y dos peces, a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta multitud."

Parece que se convirtieron en asesores económicos. Versículos 14 y 15.

"Eran como cinco mil hombres. Entonces dijo a sus discípulos: Hacedlos sentar en grupos de cincuenta. Así lo hicieron, haciéndolos sentar a todos. "

Al final hicieron lo correcto, obedeciendo a Cristo. Veamos los versículos 16 y 17:

"Y tomando los cinco panes y los dos peces, levantó los ojos al cielo, los bendijo, los partió y dio a sus discípulos para que los pusieran delante de la gente. Comieron todos y se saciaron; y recogieron lo que les sobró: doce cestas de pedazos."

Mateo, Marcos y Juan también registraron este milagro. Observemos que el Señor asignó a Sus discípulos una tarea imposible. Ellos tenían que aprender, así como nosotros, que Él siempre pide lo imposible. La razón es evidente. El quiere realizar la tarea. El Creador, que creó los peces en el principio e hizo que el grano se multiplicase en los campos, ahora, por Su mandato creador creo los alimentos para la multitud. Esa debe haber sido la primera vez que muchos en aquella multitud se saciaron. Los trozos que quedaron en las cestas no eran restos para tirar a los desperdicios sino piezas de comida que no habían sido servidas. El siempre provee un excedente. Leamos ahora los versículos 18 al 21, en los que

Jesús anunció su muerte y resurrección

"Aconteció que mientras Jesús oraba aparte, estaban con él los discípulos; y les preguntó, diciendo: ¿Quién dice la gente que soy yo? Ellos respondieron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, que algún profeta de los antiguos ha resucitado. Él les dijo: ¿Y vosotros, quién decís que soy? Entonces, respondiendo Pedro, dijo: El Cristo de Dios. Pero él les mandó que a nadie dijeran esto, encargándoselo rigurosamente"

Aquí la pregunta importante era, ¿Quién es Jesús? El quería saber qué pensaban de Su persona y Su propósito al hacer la pregunta era imprimir en sus mentes quien era Él realmente. Porque había mucha confusión sobre Su persona. Observemos que todas las opiniones eran de alto nivel, aunque se quedaban cortas ante quién era y es. Y lo más extraordinario fue lo que dijo Pedro: "Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente" (Mateo 16:16 registró la totalidad de la frase). Observemos lo que Jesús dijo en el versículo 22:

"Es necesario que el Hijo del hombre padezca muchas cosas y sea desechado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas, y que sea muerto y resucite al tercer día."

Jesús les estaba preparando nuevamente para Su muerte próxima. Pero destacamos que nunca mencionaba su muerte sin citar también Su resurrección. Los versículos 23 al 26 continúan diciendo:

"Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame. Todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, éste la salvará, pues, ¿qué aprovecha al hombre si gana todo el mundo y se destruye o se pierde a sí mismo?, porque el que se avergüence de mí y de mis palabras, de éste se avergonzará el Hijo del hombre cuando venga en su gloria, y en la del Padre y de los santos ángeles."

Aquí el Señor no estaba poniendo una nueva condición para la salvación, sino definiendo la posición de los que han sido salvados. Observemos la frase el que se avergüence de mí y de mis palabras, de éste se avergonzará el Hijo del hombre. ¿Qué clase de cristiano eres tú hoy? ¿Eres uno de los que le sirve e intenta honrarle? Es una pregunta importante e incisiva para estos tiempos.

Llegamos ahora al párrafo que habla sobre

La transfiguración

Aclarando que Lucas añade algo que los otros Evangelios omiten. Leamos el versículo 27:

"Pero en verdad os digo que hay algunos de los que están aquí que no gustarán la muerte hasta que vean el reino de Dios."

Simón Pedro interpretó para nosotros este versículo: dijo que él vio el reino. ¿Dónde lo vio? Pedro estaba con el Señor en este monte y fue un testigo de lo que allí ocurrió. Nos lo contó en 2 Pedro 1:16 al 18, que dice: No os hemos dado a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo siguiendo fábulas artificiosas, sino como habiendo visto con nuestros propios ojos su majestad, pues cuando él recibió de Dios Padre honra y gloria, le fue enviada desde la magnífica gloria una voz que decía: «Éste es mi Hijo amado, en el cual tengo complacencia». Y nosotros oímos esta voz enviada del cielo, cuando estábamos con él en el monte santo. Esta fue la explicación de Pedro como testigo ocular. Pero vayamos al relato mismo, leyendo los versículos 28 y 29:

"Como ocho días después de estas palabras, Jesús tomó a Pedro, a Juan y a Jacobo, y subió al monte a orar. Mientras oraba, la apariencia de su rostro cambió y su vestido se volvió blanco y resplandeciente."

La palabra "transfiguró" proviene del griego metamorphoom o metamorphosis. Lo que ocurrió fue como la experiencia de la oruga, que se introduce en el capullo, del cual sale como una hermosa mariposa. La transfiguración no expuso la deidad de Cristo, sino Su humanidad. La transfiguración es la meta de la humanidad. Cuando vemos al Señor Jesucristo transfigurado en el monte, estamos contemplando exactamente lo que va a tener lugar el día en que seamos recogidos de este mundo. Los muertos resucitarán y los que viven serán transformados, es decir que pasarán por una metamorfosis. Entonces, todos seremos llevados a la presencia de Dios. El v.29 no quiere decir que una luz brilló sobre El como un foco, sino que la luz irradió de su propio cuerpo hacia fuera. Continuemos leyendo los versículos 30 y 31:

"Y dos varones hablaban con él, los cuales eran Moisés y Elías. Estos aparecieron rodeados de gloria; y hablaban de su partida, que Jesús iba a cumplir en Jerusalén."

Allí aparecieron Moisés, el representante de la Ley, y Elías, el representante de los profetas, que daban testimonio de Él. ¿De qué hablaban? De la próxima muerte de Cristo. El Evangelio no es contrario al Antiguo Testamento. Pablo lo explicó de la siguiente manera en Romanos 3:21: Pero ahora, aparte de la ley, Dios ha dado a conocer de qué manera nos hace justos, lo cual se comprueba por los libros de la ley y los profetas. La ley y los profetas revelaban que la única manera en que Dios podía salvarnos era por medio de la justicia que obtenemos por la fe. En el Antiguo Testamento esto se lograba trayendo un sacrificio; es que el sisTema de sacrificios era la misma esencia del sisTema legal de Moisés. Aquel cordero ofrecido en el altar era simbólico de Cristo, quien murió por nuestros pecados. Y los profetas hablaron del Cordero de Dios que quitaría el pecado del mundo. Continuemos leyendo los versículos 32 al 36:

"Pedro y los que lo acompañaban estaban rendidos de sueño; pero, permaneciendo despiertos, vieron la gloria de Jesús y a los dos varones que estaban con él. Y sucedió que, mientras estos se alejaban de él, Pedro dijo a Jesús: Maestro, bueno es para nosotros estar aquí. Hagamos tres enramadas, una para ti, una para Moisés y una para Elías. Pero no sabía lo que decía. Mientras él decía esto, vino una nube que los cubrió; y tuvieron temor al entrar en la nube. Y vino una voz desde la nube, que decía: Éste es mi Hijo amado; a él oíd. Cuando cesó la voz, Jesús se encontraba solo. Ellos callaron, y por aquellos días no dijeron nada a nadie de lo que habían visto."

Leamos ahora los versículos 37 al 43, que nos relatan como

Jesús expulsó demonios de un hijo único

"Al día siguiente, cuando descendieron del monte, una gran multitud les salió al encuentro. Y un hombre de la multitud clamó diciendo: Maestro, te ruego que veas a mi hijo, pues es el único que tengo; y sucede que un espíritu lo toma y, de repente, lo hace gritar, lo sacude con violencia, lo hace echar espuma y, estropeándolo, a duras penas se aparta de él. Rogué a tus discípulos que lo echaran fuera, pero no pudieron. Respondiendo Jesús, dijo: ¡Generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo he de estar con vosotros y os he de soportar? Trae acá a tu hijo. Mientras se acercaba el muchacho, el demonio lo derribó y lo sacudió con violencia; pero Jesús reprendió al espíritu impuro, sanó al muchacho y se lo devolvió a su padre. Y todos se admiraban de la grandeza de Dios. . . ."

Esta escena es una figura de la realidad actual. Jesús y Sus discípulos han ido al cielo y aquí estamos nosotros en el mundo, al pie de la montaña, donde reina la confusión, el compromiso y la impotencia. Es como si el mundo actuase hoy como un hombre poseído por el demonio, y la iglesia se encontrase impotente ante las necesidades de las personas. Cuando Jesús habló a la multitud, les reprendió por su falta de fe ante el problema de aquel niño y, aparentemente, los discípulos y los escépticos estaban incluidos. La condición del muchacho era lamentable. Jesús se volvió al padre apelando a su fe. El padre suplicó desesperadamente para recibir fe, según el relato de los otros Evangelios. Los discípulos estaban confundidos, porque previamente habían expulsado demonios, pero en esta ocasión no pudieron. El Señor les confirmó que este caso era diferente, debido a su gravedad y expulsó al demonio, ante el asombro general.

Leamos los versículos 44 al 46, dentro del párrafo en que

Jesús emprendió con valor su viaje a Jerusalén

"dijo a sus discípulos: Haced que os penetren bien en los oídos estas palabras, porque acontecerá que el Hijo del hombre será entregado en manos de hombres. Pero ellos no entendían estas palabras, pues les estaban veladas para que no las entendieran; y temían preguntarle sobre esas palabras. Entonces entraron en discusión sobre quién de ellos sería el mayor."

Después de la Transfiguración podría esperarse que tuvieran una actitud de humildad y obediencia a Su voluntad. Al contrario, se les despertó la ambición. Estaban pensando en la corona e ignoraban la cruz; Esto ha sido como una maldición para Sus discípulos desde aquel día hasta ahora y una de las maldiciones de la iglesia. (Dijo San Pablo en Gálatas 5:26, No busquemos la vanagloria, irritándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros.) Dicen los versículos 47 y 48:

"Jesús, percibiendo los pensamientos de sus corazones, tomó a un niño, lo puso junto a sí y les dijo: Cualquiera que reciba a este niño en mi nombre, a mí me recibe; y cualquiera que me recibe a mí, recibe al que me envió, porque el que es más pequeño entre todos vosotros, ese es el más grande."

Este es un gran principio para todas las épocas. Los santos más grandes delante de Dios son hombres y mujeres desconocidos que silenciosa y fielmente le sirven. Leamos desde el versículo 49 al 56:

"Entonces respondiendo Juan, dijo: Maestro, hemos visto a uno que echaba fuera demonios en tu nombre; y se lo prohibimos, porque no sigue con nosotros. Jesús le dijo: No se lo prohibáis, porque el que no es contra nosotros, por nosotros es. Cuando se cumplió el tiempo en que él había de ser recibido arriba, afirmó su rostro para ir a Jerusalén. Y envió mensajeros delante de él, los cuales fueron y entraron en una aldea de los samaritanos para hacerle preparativos. Pero no lo recibieron, porque su intención era ir a Jerusalén. Al ver esto, Jacobo y Juan, sus discípulos, le dijeron: Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo, como hizo Elías, y los consuma? Entonces, volviéndose él, los reprendió diciendo: Vosotros no sabéis de qué espíritu sois, porque el Hijo del hombre no ha venido para perder las almas de los hombres, sino para salvarlas."

Jesús reprendió cualquier actitud sectaria y violenta con estas últimas palabras, que enlazan muy bien con las que pronunció en Lucas 19:10, el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido. En aquella ocasión Juan interpretó mal el propósito de la primera venida de Cristo.

Llegamos ahora al párrafo titulado

Jesús les dio la norma del discipulado

En esa sección vemos a 3 aspirantes que querían convertirse en discípulos del Señor Jesús. Observemos que aquí no se estaba hablando del camino de la salvación: (aquí no se formula la pregunta: ¿Qué debo hacer para ser salvo?) Sino que se habla de la actitud que se requiere para aquel que reconoce a Jesús como maestro y desea seguirle para aprender de El.

El primer aspirante era un joven impetuoso e impulsivo. Leamos los versículos 57 y 58:

"Y se fueron a otra aldea. Yendo por el camino, uno le dijo: Señor, te seguiré adondequiera que vayas. Jesús le dijo: Las zorras tienen guaridas y las aves de los cielos nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde recostar la cabeza."

La respuesta del Señor reveló Su propia pobreza cuando vivía en esta tierra, y nos recuerda cómo se identificó Jesús con nosotros al compartir las consecuencias de pecado. No se nos dice si el joven siguió a Jesús. Leamos los versículos 59 y 60, para escuchar a otro aspirante:

"Y dijo a otro: Sígueme. Él le respondió: Señor, déjame que primero vaya y entierre a mi padre. Jesús le dijo: Deja que los muertos entierren a sus muertos; pero tú vete a anunciar el reino de Dios."

La respuesta de Jesús no ha sido bien entendida. Jesús no le estaba prohibiendo asistir al funeral de su padre. Más bien, el joven estaba diciéndole a Jesús que tendría que hacerse cargo de su padre hasta que éste muriese. A su muerte, quedaría en libertad para seguir a Jesús. En la cuestión del discipulado, los afectos humanos deben ocupar un segundo lugar frente a la Voluntad de Dios. (Si surgiese un conflicto entre un afecto humano y la causa de Cristo, Él debe ocupar el primer lugar.) Sin embargo, hay que aclarar que Su voluntad y los afectos humanos, que Él tanto valora, no siempre entrarán en conflicto. Finalmente, leamos los versículos 61 y 62, para escuchar al tercer aspirante:

"Entonces también dijo otro: Te seguiré, Señor; pero déjame que me despida primero de los que están en mi casa. Jesús le contestó: Ninguno que, habiendo puesto su mano en el arado, mira hacia atrás es apto para el reino de Dios."

Este evidentemente tenía el corazón dividido, con respecto a su actitud de seguir a Cristo. Quería ser un discípulo pero no estaba preparado para realizar ningún sacrificio. No se sentía impulsado por la urgencia ni la importancia de la misión. Recordemos que el Señor Jesucristo se estaba entonces dirigiendo hacia la cruz y en su rostro podía verse la firme resolución de cumplir con su misión.

El costo de dedicarse al servicio cristiano es alto y requiere una entrega total de la vida. En contraste con las objeciones de aquellos aspirantes, finalizamos hoy con las palabras de San Pablo en Filipenses 3:13, 14, Hermanos, no creo haberlo alcanzado aún; lo que sí hago es olvidarme de lo que queda atrás y esforzarme por alcanzar lo que está delante,  para llegar a la meta y ganar el premio que Dios nos llama a recibir por medio de Cristo Jesús.

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