Estudio bíblico de Lucas 10:1-42

Lucas 10

Tema: Jesús envió a los setenta discípulos y en conexión con esto pronunció un juicio sobre Corazín, Bethsaida y Capernaum; Parábola del Buen Samaritano; Jesús en el hogar de María y Marta.

Vamos a comenzar nuestra lectura de hoy con los versículos 1 y 2, que dan comienzo al párrafo titulado

Jesús envió a los setenta discípulos

"Después de estas cosas, el Señor designó también a otros setenta, a quienes envió de dos en dos delante de él a toda ciudad y lugar adonde él había de ir. Y les dijo: La mies a la verdad es mucha, pero los obreros pocos; por tanto, rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies."

El Señor envió 70 discípulos que debían preparar el camino para el ministerio de Jesús. Solo Lucas nos relata esta misión, que debía tener lugar por un tiempo limitado, ya que Jesús se estaba dirigiendo hacia Jerusalén.

Hoy se oye con bastante frecuencia la frase de "rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies" como si el Señor estuviera contemplando el mundo preparado para la cosecha, y nuestra misión fuese la de ocuparnos en recogerla. Yo considero que mi ocupación actual es la de sembrar. Si has visto alguna vez trabajar a un labrador, sabes que hay una gran diferencia entre sembrar la semilla y recoger la cosecha, una vez que haya madurado la semilla. Alguien podría decir: "Sí, pero el Señor dijo que la mies era mucha y los obreros pocos". Tenemos que recordar dónde estaba Jesús cuando pronunció esa declaración. En aquel momento se encontraba de este lado de la cruz y una época estaba llegando a su fin. Al final de cada época hay un juicio, que incluye una cosecha, y la época misma, es el tiempo apropiado para la siembra de la semilla. Yo creo que en la actualidad, estamos sembrando la semilla y que al final de esta época tendrá lugar una cosecha. En la parábola del trigo y la cizaña, en Mateo 13:30, el Señor dijo: Es mejor dejarlos crecer juntos, hasta la siega; entonces mandaré a los segadores a recoger primero la mala hierba y atarla en manojos, para quemarla, y que luego guarden el trigo en mi granero. Mi responsabilidad y ocupación es sembrar la semilla, que es la Palabra de Dios. Y ésta es también la tarea de cada cristiano.

Continuemos leyendo los versículos 3 al 9:

"Id; yo os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa ni alforja ni calzado; y a nadie saludéis por el camino. En cualquier casa donde entréis, primeramente decid: Paz sea a esta casa. Si hay allí algún hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; y si no, se volverá a vosotros. Quedaos en aquella misma casa, comiendo y bebiendo lo que os den, porque el obrero es digno de su salario. No os paséis de casa en casa. En cualquier ciudad donde entréis y os reciban, comed lo que os pongan delante y sanad a los enfermos que en ella haya, y decidles: Se ha acercado a vosotros el reino de Dios."

Jesús les advirtió que podrían esperar dificultades y peligro -serían como "corderos en medio de lobos". Debían viajar ligeros de equipaje y no desperdiciar tiempo en conversaciones ociosas. Tenían que ser hombres impulsados por un motivo supremo -preparar los corazones de las personas para cuando Cristo llegase personalmente.

Continuemos leyendo los versículos 10 al 16:

"Pero en cualquier ciudad donde entréis y no os reciban, salid por sus calles y decid: ¡Aun el polvo de vuestra ciudad, que se ha pegado a nuestros pies, lo sacudimos contra vosotros! Pero sabed que el reino de Dios se ha acercado a vosotros. Os digo que en aquel día será más tolerable el castigo para Sodoma que para aquella ciudad. ¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! que si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que se han hecho en vosotras, tiempo ha que sentadas en ceniza y con vestidos ásperos, se habrían arrepentido. Por tanto, en el juicio será más tolerable el castigo para Tiro y Sidón que para vosotras. Y tú, Capernaúm, que hasta los cielos eres levantada, hasta el Hades serás abatida. El que a vosotros oye, a mí me oye; y el que a vosotros desecha, a mí me desecha; y el que me desecha a mí, desecha al que me envió."

Nuestro Señor habló solemnemente sobre la gravedad de rechazar a los mensajeros enviados por Él. Porque rechazarle a ellos equivalía a rechazarle a Él.

Leamos los versículos 17 al 20, que nos hablan sobre el regreso de los mensajeros:

"Regresaron los setenta con gozo, diciendo: ¡Señor, hasta los demonios se nos sujetan en tu nombre! Les dijo: Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Os doy potestad de pisotear serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará. Pero no os regocijéis de que los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos."

Con el objeto de completar la historia de la misión de los 70 discípulos, Lucas nos describió su regreso. Vinieron emocionados y entusiasmados. Sintieron la misma experiencia que nosotros vivimos cuando proclamamos la palabra de Dios y algunos vienen a Cristo. ¡Se siente una gran alegría! ¡Pero qué lección también tenemos al recordar las palabras de Jesús!: Pero no os regocijéis de que los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos. Cuando en el desarrollo de nuestras actividades y ministerio hay éxito, se debe a Su trabajo y no al nuestro.

Leamos, a continuación, la última parte de este párrafo; es decir, los versículos 21 al 24:

"En aquella misma hora Jesús se regocijó en el Espíritu, y dijo: Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y entendidos y las has revelado a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó. Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar. Y volviéndose a los discípulos, les dijo aparte: Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis, pues os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron."

Lucas frecuentemente mencionó el ministerio del Espíritu Santo en la vida de Jesús. Y en este pasaje entrañable, Jesús expresó la emoción de Su alegría por el Espíritu Santo y alabó a Su Padre. Y podemos ver también con claridad, las 3 personas de la deidad y cada una de ellas con su función específica. Jesús el Hijo hacía la voluntad del Padre en el poder del Espíritu Santo.

Ahora llegamos al párrafo que relata la famosa

Parábola del buen samaritano

Las parábolas constituyen una de las características del Evangelio de Lucas. Lucas se especializó en parábolas, así como Marcos se especializó en milagros. Lucas registró ciertas parábolas que se encuentran entre las partes más conocidas de la Biblia. La Parábola del Buen Samaritano es, probablemente, la historia más conocida del texto Bíblico. Algunos críticos literarios la han considerado como una de las más grandes historias que se han contado jamás. Leamos el versículo 25:

"Un intérprete de la Ley se levantó y dijo, para probarlo: Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna?"

La parábola del Buen Samaritano surgió como respuesta a una pregunta sobre la vida eterna. No se trataba de una pregunta honesta, pero sí era una buena pregunta y una pregunta normal, que fue formulada por un intérprete de la ley y, que en ese sentido, era un abogado.

El Señor tenía una manera muy adecuada de tratar las preguntas. Las respondía formulando otra pregunta, lo cual es conocido, por cierto, como el método Socrático, por haber sido utilizado por Sócrates. El método permite que el que formula la pregunta, sea el que la responda. Así que el intérprete o abogado intentó poner a Jesús en el estrado de los testigos y Jesús le dio vuelta a la situación y le puso a él en el estrado de los testigos. Leamos el versículo 26:

"Él le dijo: ¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees?"

Aquí vemos que Jesús ya sabía que él era un experto en la ley de Moisés. Dicen los versículos 27 y 28:

"Aquél, respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo. Le dijo: Bien has respondido; haz esto y vivirás."

Evidentemente, la respuesta de Jesús fue muy aguda y penetrante. Continuemos leyendo el versículo 29:

"Pero él, queriendo justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo?"

Observemos que el Señor le dijo al intérprete que le había respondido correctamente. Recordemos también que este incidente ocurrió antes de que Cristo muriese en la cruz. ¿Quiere decir que una persona puede ser salva por guardar la ley? Si, pero continuemos el argumento hasta el fin. No son los oyentes de la ley, sino los que cumplen la ley los que son justificados. Y si tú dices que puedes cumplir la ley, debo recordarte que Dios te contradice. Él dice que es imposible ser justificado por la Ley porque nadie es capaz de cumplirla. Dijo San Pablo en Gálatas 2:16, sabemos que nadie es reconocido como justo por cumplir lo que manda la ley de Moisés. Y esto se completa con lo dicho por el mismo escritor en Romanos 8:3, 4. Porque Dios ha hecho lo que no pudo hacer la ley de Moisés, que era incapaz de hacerlo a causa de la debilidad humana: Dios envió a su Hijo en la misma débil condición del hombre pecador y como sacrificio por el pecado, para de este modo condenar al pecado en la propia debilidad de nuestra condición.  Y lo hizo para que podamos cumplir lo que la ley exige, pues ya no vivimos conforme a la naturaleza del hombre pecador sino conforme al Espíritu.

Si aquel intérprete de la ley hubiera sido honesto, lo cual no era así, habría dicho: "Maestro, he tratado sinceramente de amar a Dios con todo mi corazón, alma, fuerzas y mente, y a mi prójimo como a mí mismo. Pero no puedo. He fracasado miserablemente. Así que, ¿cómo puedo heredar la vida eterna?" Pero, en vez de ser sincero, adoptó una táctica evasiva y dijo: "¿y quién es mi prójimo?"

Entonces Cristo le dio la respuesta a su pregunta, que es la Parábola del Buen Samaritano. Es una historia sencilla pero maravillosa. Leamos los versículos 30 al 32:

"Respondiendo Jesús, dijo: Un hombre que descendía de Jerusalén a Jericó cayó en manos de ladrones, los cuales lo despojaron, lo hirieron y se fueron dejándolo medio muerto. Aconteció que descendió un sacerdote por aquel camino, y al verlo pasó de largo. Asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, al verlo pasó de largo."

Es posible que este intérprete de la ley fuese un Levita y que al oír esto se haya sentido molesto, al verse aludido de una manera personal. Continuemos leyendo los versículos 33 al 37:

"Pero un samaritano que iba de camino, vino cerca de él y, al verlo, fue movido a misericordia. Acercándose, vendó sus heridas echándoles aceite y vino, lo puso en su cabalgadura, lo llevó al mesón y cuidó de él. Otro día, al partir, sacó dos denarios, los dio al mesonero y le dijo: Cuídamelo, y todo lo que gastes de más yo te lo pagaré cuando regrese. ¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones? Él dijo: El que usó de misericordia con él. Entonces Jesús le dijo: Ve y haz tú lo mismo."

Un profesor universitario ha dicho que en esta parábola podemos ver a 3 clases de personas, que representan a 3 filosofías de la vida:

(1) El ladrón: su filosofía de vida no respeta la propiedad ajena. Es como si dijera: "Lo que tu tienes es mío". Podría aplicarse a 2 grupos muy diferentes en su ética: aquellos que se apropian indebidamente de lo ajeno, como en este caso y, en el otro extremo, aquellos que no creen en la propiedad privada, motivados por ideas políticas, sentimientos humanitarios o concepciones de vida comunitarias que la rechazan.

(2) El Sacerdote y el Levita: Su filosofía de vida expresa: "Lo que yo tengo es mío". Esto es individualismo puro y duro. Es un egoísmo que se desentiende de todo sufrimiento o necesidad ajena a la propia. Es como un capitalismo salvaje y sin Dios.

(3) El Buen Samaritano: Su filosofía de vida dice: "Lo que tengo, te pertenece". Esta sería la filosofía cristiana de la vida. En otras palabras se expresaría así: "Lo que tengo es tuyo si puede resultarte de ayuda". Todas las cosas pertenecen a Dios y nosotros somos sus administradores.

La intención del Señor fue que nosotros aplicáramos esta parábola a nuestra propia situación. Se nos dice que un hombre descendió de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de ladrones. Esta es una figura de la humanidad. Es la raza que se remonta a Adán. Figurativamente hablando en el contexto de la parábola, la humanidad vino de Jerusalén, el lugar donde los seres humanos podían aproximarse a Dios, y se dirigió hacia Jericó, la ciudad que había sido maldecida en el Antiguo Testamento por sus prácticas paganas destructivas para el ser humano. Histórica y espiritualmente, la humanidad cayó, y se encontró impotente, sin esperanza e incapaz de salir de esa situación y salvarse por sí misma. Estaba muerta espiritualmente en el pecado, como aquel hombre que, herido por los ladrones, yacía casi muerto. Los ladrones son una figura del diablo, quien, según Juan 8:44, ha sido un asesino desde el principio. Acerca de este asunto, en Juan 10:8, el Señor dijo: Todos los que vinieron antes de mí fueron ladrones y salteadores? Y cuando la multitud se acercara a Él para arrestarle les diría, en Mateo 26:55, ¿Como contra un ladrón habéis salido con espadas y con palos para prenderme? Cada día me sentaba con vosotros enseñando en el Templo, y no me prendisteis. El diablo es un ladrón, y nuestro Señor fue crucificado entre 2 ladrones. Fue un detalle interesante, ¿no es cierto?

Después la parábola nos cuenta que pasó cierto sacerdote por el mismo camino, pero por el lado opuesto. El representaba al ritualismo y al ceremonialismo, que no pueden salvar al ser humano. Después vino también un Levita, quien igualmente pasó por el lado opuesto. El representaba al legalismo. El ritualismo, las ceremonias y el legalismo, no pueden salvar. Entonces pasó por allí un cierto Samaritano. ¿A quién representaba? El era precisamente el que pronunció la parábola. Cuando el ritualismo, el ceremonialismo, el legalismo y la religión no pudieron hacer nada para ayudar a aquel hombre, llegó Cristo. Él es capaz de vendar a los que tienen el corazón destrozado. Él es capaz de ocuparse del pecador perdido, que está medio muerto, perdido y controlado por sus maldades y pecados, porque es el único que puede ayudarle.

Esta parábola tiene hoy una aplicación práctica para ti y para mí. Cualquier persona que tú puedas ayudar, es tu prójimo. La gente necesita a Cristo, el Buen Samaritano. Se habla mucho sobre hacer llegar el Evangelio a todo el mundo, pero no se invierte tanto esfuerzo en ocuparse de que las personas conozcan real y personalmente a Cristo.

El mundo actual se encuentra en la condición de aquel hombre que cayó entre ladrones, y necesita nuestra ayuda urgentemente. El mundo necesita a Cristo. El me levantó a mí, estimado oyente, y puede levantarte a ti también. Este es el mensaje del buen Samaritano.

Finalmente, leamos los versículos 38 al 42, que nos relatan lo que sucedió cuando

Jesús entró en el hogar de María y Marta

"Aconteció que, yendo de camino, entró en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Esta tenía una hermana que se llamaba María, la cual, sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra. Marta, en cambio, se preocupaba con muchos quehaceres y, acercándose, dijo: Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude. Respondiendo Jesús, le dijo: Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero solo una cosa es necesaria, y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada."

Sin entrar en muchos detalles, basta con decir que María había cumplido con hacer su parte; después, se fue a sentar a los pies de Jesús para escuchar Sus palabras. Marta, su hermana, era una excelente persona y si no hubiera sido por ella, no hubieran podido disfrutar de una deliciosa comida. Sin embargo, se ocupó de su trabajo con tal intensidad que se sintió agobiada y frustrada. Las mujeres conocen bien estas situaciones que se producen al llegar una visita, en que el tiempo disponible nunca es suficiente, nada sucede tal como estaba planeado, surgen complicaciones imprevistas y el estado de ánimo resultante te hace ver las cosas peor de lo que están. Por todo ello, Marta salió de la cocina y dijo algo que, en condiciones normales, nunca hubiera dicho. El Señor fue bondadoso con ella, pero le dijo: "María ha escogido la buena parte".

Estimado oyente, ¿te sientes frustrado, confundido, acorralado en un rincón de la vida en el que no sabes hacia donde dirigirte? En este caso, o ante cualquier situación parecida, lo mejor es que te sientes, como María, a los pies de Jesús, para escucharle hablar. Abre Su Palabra y fíjate en lo que Él tenga que decirte. Te resultará de ayuda, de inspiración ante un cúmulo de actividades que te satura, te supera en tiempo, en fuerzas, en motivaciones para realizarlas. Puede que ésta situación se plantee en tu hogar, porque el tiempo no alcanza para nada, en tu lugar de trabajo por las presiones y el desgaste producido por el trato con la gente, o en el ámbito de tus estudios, porque el tiempo disponible parece insuficiente para poder cumplir con las metas establecidas. Pero tú mismo, tú misma, comprobarás que todo puede verse desde otro punto de vista, todo puede salir mejor, y te sentirás realmente bien, al haber dedicado unos momentos para estar cerca de Jesús para escucharle, y para hablar con Él. Desde los días de María, en que ella escogió aquella buena parte ante la presencia de Dios que nadie podría quitarle, hasta nuestros días, todos aquellos que eligieron lo mismo han optado por lo mejor, aquello que cuando se encuentra, nunca jamás se pierde. Porque produce fruto, energía, motivación, ilusión y fortaleza.

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