Estudio bíblico de Lucas 11:1-54

Lucas 11

Tema: Jesús enseñó 2 parábolas sobre la oración, registradas sólo en Lucas; Jesús les enseñó a Sus discípulos a orar utilizando las parábolas del amigo persistente y del buen padre; el Señor fue acusado de expulsar demonios por Belcebú y él respondió con la parábola del espíritu impuro que salió de un hombre; Jesús dio la señal de Jonás y la parábola de la lámpara encendida; finalmente, se produjo una denuncia de los Fariseos.

Vamos a leer en este capítulo 11, los versículos 1 al 4, que incluyen

Algunas de las cosas que Jesús dijo sobre la oración

"Aconteció que estaba Jesús orando en un lugar y, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos. Él les dijo: Cuando oréis, decid: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu Reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal."

Esta importante sección trata sobre la oración de una forma tan completa que no podría encontrarse en ninguna otra parte de los Evangelios. Podrá parecer similar a otras secciones de los Evangelios aunque, de hecho, es diferente. Hay quienes creen que este pasaje constituye una inserción, una intrusión, en el relato cronológico del ministerio de Cristo. Es cierto que no sigue el movimiento narrativo, pero introduce muchas implicaciones interesantes.

El motivo por el cual Su discípulo quiso saber cómo orar fue que él vio y oyó orar a Cristo. La costumbre del Señor era retirarse a orar El solo. Un discípulo acertó a oír Su oración y en su corazón surgió el deseo de orar como Cristo. En la actualidad, el Señor Jesucristo se encuentra a la derecha de Dios intercediendo por nosotros. El es nuestro gran Intercesor. Y es aún una buena idea pedirle que nos enseñe a orar. Una petición apropiada sería, entonces, "Señor, enséñanos a orar".

Este discípulo no estaba simplemente preguntando cómo orar. El Señor había presentado el Sermón del Monte, que resumía como se podría orar. No estaba preguntando por una técnica, un sisTema, una forma estética o un ritual que se debiera seguir. No se trataba de cómo hacerlo, sino que quería orar como Cristo oraba.

El discípulo le pidió al Señor: enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos. Esta fue una visión fugaz inesperada de la vida de Juan el Bautista, una especie de mirada de despedida ya que será lo último que veremos de él. En esta última imagen, ¿qué vemos? Vemos a Juan como un hombre de oración. ¿Dirán lo mismo de ti y de mí? Todos los grandes siervos de Dios han sido hombres de oración. La vida estéril de los cristianos y la falta de vida de la iglesia de nuestro tiempo son el resultado de la falta de oración. Este es nuestro gran problema.

En respuesta a su pedido, el Señor presentó un ejemplo. No creo que El tuviera la intención de que éste se convirtiese en la oración oficial que se oye con tanta frecuencia en las reuniones públicas. No surgió para llegar a ser una forma elevada y oficial para los cultos públicos, sino para ser una oración personal, espontánea, como la de un hijo que habla con su padre. Dios el Padre me conoce y no creo que desee que yo me dé importancia, asuma una voz que no es natural, y utilice un lenguaje florido. Creo que El desea que al orar, sea yo mismo. Tampoco desea que emplee una gran abundancia de palabras. A muchos nos produce una cierta fatiga escuchar una exhibición de vocabulario, y creo que a Dios también.

Examinemos, pues, algunos de los elementos de la oración. La primera parte es de adoración: "Santificado sea ti nombre". La frase "Venga tu Reino" expresa el deseo de que la voluntad de Dios se haga en la tierra. Implica acabar con el mal e instaurar el bien. Significa que tienes el deseo que la voluntad de Dios se imponga en tu vida. Es inútil pronunciar las palabras de esta oración si no tienen un significado real y personal. Esta es una oración para el creyente, y no para el que no ha sido salvo. Hay una oración específica para el no creyente, y es la siguiente: "¡Oh Dios, ten compasión de mí que soy pecador!" (Lucas 18:13), y que puede, incluso ser más simple. Dios es misericordioso y puede extender su gracia y misericordia sobre ti. No le tienes que suplicar que te salve; te salvará si vienes a Él.

Una parte de esta oración se refiere a la provisión física, en la frase "El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy". Y después se nos dice que oremos lo siguiente: "perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben". Yo no creo estar a la altura de esa norma. Espero que tú lo estés. ¿Perdonas tú a todos? Bueno, Dios quiere que perdonemos a otros. La norma para nosotros quedó establecida en Efesios 4:32, y dice así: Sed buenos y compasivos unos con otros, y perdonaos unos a otros como Dios os perdonó en Cristo.

Que Dios nos ayude a ser hombres y mujeres de oración. Cuando pensamos en prioridades dentro de nuestras iglesias, pensamos en más predicadores, locales, misioneros, etc. Lo cierto es que necesitamos más personas que sepan como orar, llegando hasta la misma presencia de Dios.

Dios no finalizó el Tema de la oración en este capítulo. Sólo Lucas registró la siguiente parábola, que arroja una luz diferente sobre el Tema de la oración. Es una parábola de contraste. Leamos los versículos 5 al 10

"Les dijo también: ¿Quién de vosotros que tenga un amigo, va a él a medianoche y le dice: Amigo, préstame tres panes, porque un amigo mío ha venido a mí de viaje y no tengo qué ofrecerle; y aquél, respondiendo desde adentro, le dice: No me molestes; la puerta ya está cerrada y mis niños están conmigo en cama. No puedo levantarme y dártelos? Os digo que, si no se levanta a dárselos por ser su amigo, al menos por su importunidad se levantará y le dará todo lo que necesite. Por eso os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá, porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá."

Estimado oyente, Dios no duerme. ¿Crees que Él no quiere responder a tus oraciones? Él realmente desea responderlas y así lo hará. Esto es lo que esta parábola está diciendo. Es una parábola por contraste y no por comparación. No necesitas atronar con tu voz el portal del cielo ni llamar ruidosamente a sus puertas para atraer la atención de Dios. El no es reacio para escucharte y responderte. En el libro del profeta Isaías 65:24, dijo: Antes que clamen, yo responderé; mientras aún estén hablando, yo habré oído.

Algunos piensan que Dios, simplemente, no escucha y, por lo tanto, no responde sus oraciones. Quizás aún no han entendido que muchas veces Él dice que no, a lo que hayamos pedido. Nuestro problema es que no estamos preparados para asumir una respuesta negativa. Porque Dios siempre oye las oraciones de los suyos y las contesta. Y cuando la respuesta es "no" se debe a que no hemos estado orando por lo que era mejor para nosotros. Con el transcurso de los años he aprendido que la mejor respuesta que Dios me ha concedido a muchas de mis peticiones es un "no" rotundo y absoluto.

Hace muchos años había estado orando por mucho tiempo y con gran ilusión por algo que consideraba valioso y muy importante para mí, desde el punto de vista vocacional. Cuando llegó el tan esperado día, recibí el tremendo impacto de una respuesta negativa. Aquel día, en vez de orar, me dirigí a Dios con lágrimas, expresándole mi desilusión, mi gran decepción porque había defraudado mis esperanzas. Hoy, después de muchos años me avergüenzo de aquella primera reacción y le he pedido perdón por mi actitud de rebeldía e incomprensión. Porque realmente, Dios no me había dejado solo, no me había fallado. Él sabía lo que era mejor para mí y, más adelante, cuando llegó el momento oportuno, recibí algo muchísimo mejor de lo que había pedido hace años. Y tuve que darle las gracias, no sólo por haber respondido ahora abundantemente y positivamente, por haberme dicho al fin que "sí". Sino también le di las gracias por la primera respuesta negativa, porque si en aquel momento, me hubiera dicho que sí, mi vida vocacional habría tenido un mal comienzo y con impredecibles resultados.

Recuerda las palabras claves del versículo 9 y 10. Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá, porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. Preséntale a Dios tus peticiones y Él te dará lo mejor. Dice el versículo 11:

"¿Qué padre de vosotros, si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide pescado, en lugar de pescado le dará una serpiente?"

Pero antes de dirigirte a Dios en oración, asegúrate de que Él es realmente tu Padre celestial. Dice Juan 1:12, Mas a todos los que lo recibieron, a quienes creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios. El creer que el Señor Jesucristo murió por ti y resucitó para tu justificación, te convierte en un hijo de Dios. Cuando confías en Cristo como tu Salvador, eres unido por el Espíritu Santo a la iglesia, es decir, al cuerpo espiritual de Cristo. Entonces, y ya como hijo, puedes presentarte ante Dios y llamarle "Padre", con la misma naturalidad con que te presentas ante tu padre aquí en la tierra, para hablar con él y compartir tus problemas o necesidades. Leamos los versículos 12 y 13, que completan esta idea:

"¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?"

En aquellos días Jesús les dijo a Sus discípulos que pidiesen el Espíritu Santo. Por lo que sé, ellos nunca pidieron el Espíritu. Más tarde Cristo les diría, en Juan 20:22, Recibid el Espíritu Santo. Ellos necesitarían el Espíritu Santo durante esos días intermedios antes de Pentecostés. Después, en el gran día de Pentecostés, Él vino y les bautizó, uniéndoles al cuerpo de creyentes, uniéndoles a Cristo mismo. En ese día fueron llenos del Espíritu Santo. Esa llenura, esa plenitud es algo que todos necesitamos. Por otra parte, todos los creyentes han sido bautizados para formar un solo cuerpo. Como dijo San Pablo en 1 Corintios 12:13, De la misma manera, todos nosotros, judíos o no judíos, esclavos o libres, fuimos bautizados para formar un solo cuerpo por medio de un solo Espíritu; y a todos se nos dio a beber de ese mismo Espíritu.

En el próximo párrafo veremos que

Jesús fue acusado de expulsar demonios por Beelzebú

Este incidente quedó también registrado en Mateo 12:24-30 y Marcos 3:22-30. De este relato surgió la noción del llamado "pecado imperdonable". En la actualidad, no hay ningún pecado imperdonable. Leamos los versículos 14 y 15:

"Estaba Jesús echando fuera un demonio, que era mudo; y aconteció que, después de salir el demonio, el mudo habló y la gente quedó maravillada. Pero algunos de ellos decían: Por Beelzebú, príncipe de los demonios, echa fuera los demonios."

La naturaleza convincente de los milagros de Jesús obligó a los Fariseos a ofrecer alguna explicación. No podían negar la existencia de los milagros cuando estaban ocurriendo delante de sus ojos. Y recurrieron a la explicación más ruin y blasfema para intentar justificar los milagros de Jesús. No negaron que habían tenido lugar, pero alegaron que habían sido realizados por el poder del diablo. Leamos también los versículos 16 al 19:

"Otros, para tentarlo, le pedían señal del cielo. Pero él, conociendo los pensamientos de ellos, les dijo: Todo reino dividido contra sí mismo es asolado, y una casa dividida contra sí misma, cae. De igual manera, si Satanás está dividido contra sí mismo, ¿cómo permanecerá su reino? Os digo esto ya que decís que por Beelzebú echo yo fuera los demonios. Si yo echo fuera los demonios por Beelzebú, ¿vuestros hijos por quién los echan? Por tanto, ellos serán vuestros jueces."

Y así, Cristo les fue mostrando lo absurdo de sus razonamientos, culminando con la siguiente afirmación del versículo 20:

"Pero si por el dedo de Dios echo yo fuera los demonios, ciertamente el reino de Dios ha llegado a vosotros."

La frase "El reino de Dios ha llegado a vosotros" significaba que el reino estaba entre ellos, en la presencia de la persona de Jesús, que tenía las credenciales del Rey. Leamos a continuación, los versículos 21 y 22:

"Mientras el hombre fuerte y armado guarda su palacio, en paz está lo que posee. Pero cuando viene otro más fuerte que él y lo vence, le quita todas las armas en que confiaba y reparte el botín."

"El hombre fuerte y armado" aquí es Satanás. El hombre que había sido poseído por el demonio, era una evidencia de su poder. "El hombre más fuerte que él" es Cristo. Y Jesucristo, más poderoso que Satanás, pudo expulsar al demonio, liberando a aquel hombre. Lucas no dijo cuándo Cristo atacó y venció a Satanás. Quizás tenía en mente la experiencia de la tentación, o la muerte y resurrección, o tal vez la victoria final sobre Satanás. Y Jesús, al ser el más fuerte, tiene derecho a repartir el botín, que incluye a todos los que, como este hombre del cual leímos, estaban poseídos por demonios, y dejaron de pertenecer a Satanás.

Leamos los versículos 24 al 26, que relatan la

Parábola del espíritu impuro

"Cuando el espíritu impuro sale del hombre, anda por lugares desiertos buscando reposo; pero, al no hallarlo, dice: Volveré a mi casa, de donde salí. Cuando llega, la halla barrida y adornada. Entonces va y toma otros siete espíritus peores que él; y entran y viven allí, y el estado final de aquel hombre viene a ser peor que el primero."

Esta parábola retrata la precaria posición de Israel y los Fariseos. La parábola habla de un hombre con un espíritu impuro. El demonio deja al hombre y éste siente que está limpio, vacío, barrido y adornado. Una reforma no es buena; si todos en el mundo dejasen de pecar ahora mismo, (suponiendo que tal cosa fuese posible) no habría por ello más cristianos. Lo que se necesita no es una reforma, sino una regeneración. Figurativamente hablando, Israel había barrido la casa limpiándola por medio de los ministerios de Juan el Bautista y Jesús, pero la nación no invitaría al Señor Jesucristo a ocuparla. Así, esa generación malvada de judíos alcanzaría un estado aún peor, tal como lo describe la parábola.

Leamos los versículos 29 al 32, que tratan sobre

La señal de Jonás

"Apiñándose las multitudes, comenzó a decir: Esta generación es mala; demanda señal, pero señal no le será dada, sino la señal de Jonás, porque así como Jonás fue señal para la gente de Nínive, lo será también el Hijo del hombre a esta generación. La reina del Sur se levantará en el juicio contra los hombres de esta generación y los condenará, porque ella vino desde los confines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón, y en este lugar hay alguien que es más que Salomón. Los hombres de Nínive se levantarán en el juicio contra esta generación y la condenarán, porque ante la predicación de Jonás se arrepintieron, y en este lugar hay alguien que es más que Jonás."

La "señal" sería Su propia resurrección, por supuesto. Jesús les dirigió hacia 2 incidentes del Antiguo Testamento. El primero era el relato del profeta Jonás. Jonás fue aparentemente restaurado a la vida cuando se encontraba en el pez. Dios le rescató de la oscuridad y de la muerte, llevándole hacia la luz y la vida. La experiencia de Jonás era un símbolo de la próxima muerte y resurrección de Jesucristo. Después de su milagrosa liberación, los habitantes de Nínive recibieron a Jonás, escucharon su predicación y se arrepintieron. Pero en cuanto a Israel, sus actos y actitud como nación, la colocaron en una posición mucho peor, porque ella no recibió a su Mesías y no se arrepintió.

A continuación leamos los versículos 33 al 36, que tratan sobre la

Parábola de la lámpara encendida

"Nadie pone en oculto la luz encendida, ni debajo de una vasija, sino en el candelero, para que los que entran vean la luz. La lámpara del cuerpo es el ojo. Cuando tu ojo es bueno, también todo tu cuerpo está lleno de luz; pero cuando tu ojo es maligno, también tu cuerpo está en tinieblas. Cuidado, pues, no sea que la luz que en ti hay no sea luz, sino tinieblas. Así que, si todo tu cuerpo está lleno de luz, no teniendo parte alguna de tinieblas, será todo luminoso, como cuando una lámpara te alumbra con su resplandor."

Nuestro Señor dio una simple explicación sobre el propósito de la lámpara, como elemento que produce luz, con el objeto de transmitirla. La resurrección de Cristo es la luz, un rayo de luz en el mundo. Tú y yo estamos en un mundo limitados por el nacimiento y la muerte, encerrados entre estos 2 eventos. La resurrección de Cristo es aquello que trae esperanza del exterior. ¿Qué harán los seres humanos con esa luz?

Para ver un objeto hay 2 cosas esenciales: luz, para hacerlo visible y los ojos, para mirarlo. La luz no tiene ninguna utilidad para el que está ciego. Alguien que pueda ver, pero que no tenga luz, y un ciego con una luz, están en la misma dificultad. La luz y el ojo son esenciales para la vista.

Incluso ante la presencia de Cristo, los hombres no estaban evidentemente viéndole, porque para ellos fue como un obstáculo frente al que tropezaron. Ello no quiso decir que Él no era la Luz del Mundo; sino que ellos estaban ciegos.

Leamos los versículos 37 al 41:

"Tan pronto terminó de hablar, un fariseo le rogó que comiera con él; y entrando Jesús en la casa, se sentó a la mesa. El fariseo, cuando lo vio, se extrañó de que no se hubiera lavado antes de comer. Pero el Señor le dijo: Vosotros los fariseos limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estáis llenos de rapacidad y de maldad. ¡Necios!, el que hizo lo de fuera, ¿no hizo también lo de dentro? Dad limosna de lo que tenéis, y entonces todo os será limpio."

Vemos aquí que el Señor había omitido la limpieza ceremonial, que era un rito religioso. El Señor proclamó que la religión no era un asunto de detalles externos, sino una cuestión del corazón y con ello estableció un gran principio. Después pronunció 3 ayes o lamentaciones que ilustraron dicho principio. Leamos los versículos 42 al 44:

"Pero ¡ay de vosotros, fariseos!, que separáis para Dios la décima parte de la menta, la ruda y toda hortaliza, y pasáis por alto la justicia y el amor de Dios. Esto os era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello. ¡Ay de vosotros, fariseos!, que amáis las primeras sillas en las sinagogas y las salutaciones en las plazas.¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, que sois como sepulcros que no se ven, y los hombres que andan por encima no lo saben."

Ellos tenían valores falsos. El no estaba diciendo que era malo separar la décima parte para Dios, pero su error era lo que dejaban de hacer. Y es que dar tus bienes materiales no te convertirá en un cristiano. Sin embargo, si amas a Cristo, contribuirás voluntariamente con lo que quieras. Y en esto como en lo demás, los Fariseos eran una mala influencia. Leamos el versículo 45:

"Respondiendo uno de los intérpretes de la Ley, le dijo: Maestro, cuando dices esto, también nos ofendes a nosotros."

Cada palabra iba encajando donde correspondía. Los Fariseos estaban ocupados en los detalles externos. Y el pecado de los escribas era la falta de sinceridad, y estaban añadiendo cosas a la Ley, haciéndola más difícil e incluso, no cumpliéndola ellos mismos. Leamos los versículos 46 al 52:

"Él dijo: ¡Ay de vosotros también, intérpretes de la Ley!, porque cargáis a los hombres con cargas que no pueden llevar, pero vosotros ni aun con un dedo las tocáis. ¡Ay de vosotros, que edificáis los sepulcros de los profetas a quienes mataron vuestros padres! De modo que sois testigos y consentidores de los hechos de vuestros padres; a la verdad ellos los mataron, pero vosotros edificáis sus sepulcros. Por eso la sabiduría de Dios también dijo: Les enviaré profetas y apóstoles; y de ellos, a unos matarán y a otros perseguirán, para que se demande de esta generación la sangre de todos los profetas que se ha derramado desde la fundación del mundo, desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, que murió entre el altar y el Templo; sí, os digo que será demandada de esta generación. ¡Ay de vosotros, intérpretes de la Ley!, porque habéis quitado la llave de la ciencia; vosotros mismos no entrasteis, y a los que entraban se lo impedisteis."

La actitud de Jesús frente a los líderes religiosos constituyó una advertencia para todos los tiempos. Las personas recurrieron a ellos como intérpretes de la verdad. Pero ellos colocaron el énfasis sobre las cosas materiales antes que en el propósito espiritual para el cual debían ser usadas. Y ellos mismos no estaban llevando una vida acorde con las Sagradas Escrituras. Desgraciadamente, el mayor obstáculo para la causa de Cristo hoy, es el creyente que profesa exteriormente creencias que no se corresponden con su realidad interior. Necesitamos examinar nuestras propias vidas a la luz de estos pasajes Bíblicos. Leamos los últimos versículos, 53 y 54:

"Diciéndoles él estas cosas, los escribas y los fariseos comenzaron a acosarlo en gran manera y a provocarlo para que hablara de muchas cosas, acechándolo y procurando cazar alguna palabra de su boca para acusarle."

La situación de Jesús puso en evidencia el precio que pagó por expresar fielmente el mensaje de Dios. ¿Ocurriría lo mismo en la actualidad?

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