Estudio bíblico de Lucas 12:1-59

Lucas 12

Tema: Jesús advirtió sobre la levadura de los Fariseos; dio las parábolas del rico necio, del regreso de una boda, y habló de la prueba de sus siervos a la luz de Su segunda venida; Se presentó como el que dividía a los hombres.

Al llegar a este capítulo 12, continuamos presenciando el extraordinario ministerio y actividades del Señor. Del resumen del capítulo, destaco que sólo Lucas registró la parábola del rico necio, que en su vida se había dedicado a edificar enormes graneros, pero que no había preparado su alma para la vida futura. En nuestra exposición enfatizaremos algunos elementos nuevos añadidos al relato por Lucas.

Leamos el versículo 1, que introduce el párrafo titulado

Jesús advirtió sobre la levadura de los fariseos

"Mientras tanto, millares de personas se habían juntado, hasta el punto que unos a otros se atropellaban. Jesús comenzó a decir primeramente a sus discípulos: Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía"

Este es el período de tiempo en que el ministerio de Cristo alcanzó su máxima repercusión. Le seguían grandes multitudes y realizó muchos milagros. Literalmente abrió los ojos a miles de ciegos, miles de lisiados pudieron caminar y miles de mudos pudieron volver a hablar. En realidad, las multitudes eran tan grandes que resultaría imposible calcular a cuántas personas sanó Jesús. Se llegó incluso hasta el punto en que la cantidad de gente ponía en peligro su propia seguridad, oprimiendo peligrosamente a muchos que fueron, incluso pisoteados.

Cristo advirtió sobre la levadura de los Fariseos. Si la levadura simbolizase al Evangelio, como muchos piensan, ¿por qué advertiría el Señor a Sus discípulos sobre la levadura de los Fariseos? La levadura representa, en realidad, al principio del mal y la levadura de los Fariseos consistía en hipocresía. Podría decirse incluso que lo que la levadura representa, abunda mucho en la actualidad. Leamos los versículos 2 al 5:

"porque nada hay encubierto que no haya de descubrirse, ni oculto que no haya de saberse. Por tanto, todo lo que habéis dicho en tinieblas, a la luz se oirá; y lo que habéis hablado al oído en los aposentos, se proclamará en las azoteas. Os digo, amigos míos: No temáis a los que matan el cuerpo, pero después nada más pueden hacer. Os enseñaré a quién debéis temer: Temed a aquel que, después de haber quitado la vida, tiene poder de echar en el infierno. Sí, os digo, a éste temed."

En base a este principio, muchos líderes que a lo largo de la historia se destacaron por su valor ante el peligro y las mayores dificultades, han hecho suya la siguiente frase: "Teme a Dios y no tendrás que temer a nadie más". Esto era exactamente lo que el Señor estaba expresando en este pasaje. Continuemos leyendo los versículos 6 al 9.

"¿No se venden cinco pajarillos por dos cuartos? Con todo, ni uno de ellos está olvidado delante de Dios, pues aun los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis, pues; más valéis vosotros que muchos pajarillos. Os digo que todo aquel que me confiese delante de los hombres, también el Hijo del hombre lo confesará delante de los ángeles de Dios; pero el que me niegue delante de los hombres, será negado delante de los ángeles de Dios."

El reproche público que el Señor dedicó a los líderes religiosos le convertiría, por supuesto, en el objetivo de su ira. Y sus discípulos podrían esperar para sí mismos la misma clase de trato. El Señor Jesús les dio palabras de consuelo y la certeza de que Dios cuidaría de ellos. Y si Él podía apreciar la caída de un gorrión, era totalmente consciente de las necesidades de aquellos que enseñarían y predicarían Su Palabra. Y en el versículo 10 añadió lo siguiente:

"Todo aquel que diga alguna palabra contra el Hijo del hombre, será perdonado; pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo, no será perdonado."

Cuando alguien blasfema con su boca, eso no es lo que le condena, sino la actitud de su corazón. La blasfemia contra el Espíritu Santo consiste en resistir Su obra de convicción en el corazón y la vida. Se trata de una condición permanente, a menos que la persona deje de resistir.

Leamos los versículos 11 y 12, que añaden otras situaciones:

"Cuando os traigan a las sinagogas, ante los magistrados y las autoridades, no os preocupéis por cómo o qué habréis de responder, o qué habréis de decir, porque el Espíritu Santo os enseñará en la misma hora lo que debéis decir."

Ésta nunca sería la excusa para que un maestro o un predicador perezoso descuidasen su preparación ni su estudio. Era, más bien, la certeza para Sus propios siervos de que el Espíritu Santo, a quien Él enviaría, les daría valor y sabiduría cuando estuviesen testificando para Él. Tenemos muchos ejemplos de esto en el libro de Los Hechos.

Leamos ahora los versículos 13 y 14:

"Le dijo uno de la multitud: Maestro, di a mi hermano que parta conmigo la herencia. Pero él le dijo: Hombre, ¿quién me ha puesto sobre vosotros como juez o partidor?"

El Señor se negó rotundamente a emitir un juicio en un caso como éste. Cuando el Señor Jesús vino a la tierra por primera vez, no vino como juez sino como Salvador. La próxima vez vendrá como Juez. El Padre le ha dado todo el poder para juzgar (Juan 5:22).

A raíz de este incidente, el Señor hizo la siguiente declaración, y luego pronunció la parábola del rico necio. Leamos el versículo 15:

"Y les dijo: Mirad, guardaos de toda avaricia, porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee."

Este es ciertamente un versículo apropiado para muchos cristianos en esta época de materialismo, concretamente de consumismo, que ocupa una parte significativa de nuestra mente y tiempo. La codicia es uno de los pecados vigentes de nuestro tiempo y que los demás no necesariamente pueden vernos cometer; a veces incluso nosotros no seremos conscientes de caer en él. San Francisco de Asís dijo en una ocasión lo siguiente: "Los hombres me han confesado todo pecado conocido, excepto el pecado de la codicia".

Leamos los versículos 16 al 21, que presentan la

Parábola del rico necio

"También les refirió una parábola, diciendo: «La heredad de un hombre rico había producido mucho. Y él pensaba dentro de sí, diciendo: ¿Qué haré, porque no tengo donde guardar mis frutos?. Y dijo: Esto haré: derribaré mis graneros y los edificaré más grandes, y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes; y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años; descansa, come, bebe y regocíjate. Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma, y lo que has guardado, ¿de quién será?. Así es el que hace para sí tesoro y no es rico para con Dios."

Este hombre había acumulado todos sus tesoros en la tierra, pero no había atesorado ninguna realidad espiritual con valor en el cielo. El Señor llamó necio al protagonista de esta parábola, pero observemos que clase de hombre parecía ser. Toda su apariencia exterior indicaba que se trataba de un buen hombre. Era un ciudadano respetuoso de la ley, con una familia normal y un buen vecino. Quedaba fuera de toda sospecha. Vivía una vida cómoda en una zona residencial de las afueras de la ciudad. Y llevaba una vida irreprochable, ajena a negocios turbios o maniobras políticas dudosas. En fin, aquí tenemos a un hombre correcto. Sin embargo, el Señor le llamó necio. ¿Por qué? Porque sólo pensaba en sí mismo: era egocéntrico y codicioso.

Hay muchos que viven como él. La parábola del rico necio es uno de los párrafos más incisivos de la Palabra de Dios. La filosofía mundana no ha variado desde que los gladiadores romanos acuñaron la conocida frase "comamos y bebamos, que mañana moriremos" Esto es lo que convierte al ser humano en un necio. Si tu vives como si esta vida es la única realidad que existe, y vives solo para ti, y como si no hubiera nada más allá de la muerte, eres como aquel hombre. Continuemos leyendo los versículos 22 al 24:

"Dijo luego a sus discípulos: Por tanto os digo: No os angustiéis por vuestra vida, qué comeréis; ni por el cuerpo, qué vestiréis. La vida es más que la comida, y el cuerpo más que el vestido. Considerad los cuervos, que ni siembran ni siegan; que ni tienen despensa ni granero, y Dios los alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que las aves?"

Por supuesto, no es malo acumular cosas. El problema con el rico necio era la codicia, que le convirtió en un ser insaciable que no podía dejar de adquirir bienes. Esa es la tragedia de un capitalismo sin Dios. Es contra este tipo de personas, que se pronuncian juicios muy severos para los últimos días, que se detallan en la carta a Santiago 5:1 ¡Oíd esto, vosotros los ricos! ¡Llorad y gritad por las desgracias que vais a sufrir!

Debiéramos examinar nuestro corazón y preguntarnos: "¿Estoy viviendo solo para esta vida?" El Señor nos recomendó observar a los pájaros, para que aprendiésemos de ellos. Leamos los versículos 26 y 27:

"Pues si no podéis ni aun lo que es menos, ¿por qué os angustiáis por lo demás? Considerad los lirios, cómo crecen: no trabajan ni hilan, pero os digo que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió como uno de ellos."

Si las flores pudieran expresarse, nos dirían hoy muchas cosas acerca de cuando nos preocupamos excesiva y obsesivamente por el cuidado y apariencia de nuestro cuerpo, de nuestra ansiedad por proyectar cierta imagen con el arreglo personal, con la ropa, el perfume, etc. Con toda esta preparación física, no podemos compararnos a la belleza de una flor. Al ver como Dios se ocupa de las flores, deberíamos confiar y depender mucho más de Él.

"Y si así viste Dios la hierba que hoy está en el campo y mañana es echada al horno, ¿cuánto más a vosotros, hombres de poca fe?"

Estas palabras no pretenden estimular la indolencia. Dios ha dado ciertas capacidades a las aves y a las flores, y desea que el ser humano utilice aquellas habilidades que el Creador le ha concedido. Pero no quiere que viva como si el ejercicio de esas capacidades fuese para él todo en la vida. Continuemos leyendo los versículos 29 al 31:

"Vosotros, pues, no os preocupéis por lo que habéis de comer ni por lo que habéis de beber, ni estéis en ansiosa inquietud, porque todas estas cosas buscan las gentes del mundo, pero vuestro Padre sabe que tenéis necesidad de ellas. Buscad, más bien, el reino de Dios, y todas estas cosas os serán añadidas."

Vivimos en un mundo en el que el ser humano, no importa su nivel económico o de vida, se encuentra inmerso en una variedad de actividades comerciales, lo cual es una necesidad lógica tanto para el individuo como para la sociedad y forma parte del progreso de los pueblos. El problema es que el trabajo se transforme en actividad obsesiva y febril, que el texto leído llama "ansiosa inquietud" y el ser humano se olvide que hay un Dios en el cielo, y que los seres de la tierra tienen un alma eterna. Leamos los versículos 32 al 34:

"No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el Reino. Vended lo que poseéis y dad limosna; haceos bolsas que no se envejezcan, tesoro en los cielos que no se agote, donde ladrón no llega ni polilla destruye, porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón."

Todos los seres humanos se encontrarán un día ante la presencia de Dios, y ante la eternidad, despojados de todas las cosas que ocuparon y preocuparon su vida en la tierra. Habrá muchos como el rico de la parábola, que vivieron en este mundo sin Dios, y murieron sin Él.

Ahora encontraremos 2 parábolas relacionadas con el retorno de Cristo. Leamos los versículos 35 al 40, que tratan sobre la

Parábola del regreso de una boda

"Estad preparados y tened vuestras lámparas encendidas; sed semejantes a hombres que aguardan a que su señor regrese de las bodas, para que, cuando llegue y llame, le abran en seguida. Bienaventurados aquellos siervos a los cuales su señor, cuando venga, halle velando; de cierto os digo que hará que se sienten a la mesa y vendrá a servirles. Y aunque venga a la segunda vigilia o a la tercera vigilia, si los halla velando, bienaventurados son aquellos siervos. Pero sabed esto, que si supiera el padre de familia a qué hora el ladrón había de llegar, velaría ciertamente y no lo dejaría entrar en su casa. Vosotros, pues, también, estad preparados, porque a la hora que no penséis el Hijo del hombre vendrá."

Aunque esta parábola se aplica principalmente a Israel y a la segunda venida de Cristo para establecer Su reino sobre la tierra, el principio se aplica a la iglesia, que espera ser recogida por su Señor.

En el oriente, el novio tenía una cena de bodas con sus amigos y luego se dirigía a buscar a su novia, a la casa de ella. Se esperaba que los siervos del novio estuviesen vestidos como para trabajar y tuviesen sus lámparas encendidas para la procesión de regreso. La actitud del creyente ante el retorno de Cristo debe ser de disponibilidad, de estar preparado, haciendo todo lo que pueda por Él y viviendo con la expectativa de Su regreso.

Cuando la figura cambia del "novio" al "ladrón", es para enfatizar el elemento de la aparición inesperada. San Pablo utilizó la misma figura de lenguaje, hablando sobre la segunda venida de Cristo en 1 Tesalonicenses 5:2, que dice así: Sabéis muy bien que el día del regreso del Señor llegará cuando menos se espere, como llega un ladrón en la noche. Sin embargo, Jesús no llegará como un "ladrón" para la iglesia, que saldrá a recibirle en al aire.

Leamos ahora los versículos 42 y 43 que nos hablan sobre

La prueba de los siervos a la luz de la venida de Cristo

"Dijo el Señor: ¿Quién es el mayordomo fiel y prudente al cual su señor pondrá sobre su casa para que a tiempo les dé su ración? Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando su señor venga, lo halle haciendo así."

Esta es una de las parábolas destacadas por su enseñanza sobre nuestra responsabilidad a la luz de la venida del Señor. Nuevamente, la parábola está dirigida principalmente a Israel. Pero el principio se aplica a nosotros como creyentes, que esperamos Su venida para recogernos. Muchas personas creen que el Señor vendrá pronto, así que se encuentran esperando en vez de estar trabajando. Deberíamos estar trabajando como si el Señor no fuese a regresar a la tierra hasta dentro de mucho tiempo. Dejemos de ocuparnos de teorías que tratan de fijar una fecha para Su venida y dediquémonos, más bien, a prepararnos. La bendita y feliz esperanza es la venida de Cristo y debiéramos estar activamente implicados en reunir el "ajuar", consistente en las obras que en aquel día futuro podremos dejar a Sus pies. Continuemos leyendo los versículos 44 al 46:

"En verdad os digo que lo pondrá sobre todos sus bienes. Pero si aquel siervo dice en su corazón: Mi señor tarda en venir, y comienza a golpear a los criados y a las criadas, y a comer y a beber y a embriagarse, vendrá el señor de aquel siervo en día que éste no espera y a la hora que no sabe, y lo castigará duramente y lo pondrá con los infieles."

Esta parábola enseña 2 lecciones importantes: El escepticismo acerca de que el Señor vendrá otra vez produce: (1) Abusos en el ejercicio de la autoridad y (2) Pereza en la conducta. Tenemos que vivir con la expectativa de Su regreso. Debiéramos vivir como si el Señor fuese a aparecer dentro de unos momentos, y tuviéramos que dar cuenta de nuestra vida. La verdad es que tendremos que rendirle cuentas en aquel día futuro, cuando el venga.

Continuemos leyendo los versículos 47 y 48:

"Aquel siervo que, conociendo la voluntad de su señor, no se preparó ni hizo conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes. Pero el que sin conocerla hizo cosas dignas de azotes, será azotado poco, porque a todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará, y al que mucho se le haya confiado, más se le pedirá."

Puede que el Señor no venga hoy, ni mañana, pero vendrá. Nuestra tendencia natural es dejar correr las cosas, porque Él aún no ha aparecido. Nos parece que podemos evadirnos de ciertas responsabilidades, pero en realidad no es así. En aquel día, cuando Jesús venga, seremos juzgados. Dice 2 Corintios 5:10, Porque todos tenemos que presentarnos ante el tribunal de Cristo para que cada uno reciba lo que le corresponda, según lo bueno o lo malo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo. Nosotros, los cristianos, estaremos ante el tribunal de Cristo. Nuestro juicio no determinará si seremos salvos o no. Él nos juzgará para determinar si seremos dignos de recibir premios o no y además habrá diversos grados de recompensa para el creyente.

Leamos los versículo 49 al 53, del párrafo final, titulado

Jesús como factor de división de los seres humanos

"Fuego vine a echar en la tierra. ¿Y qué quiero, si ya se ha encendido? De un bautismo tengo que ser bautizado. ¡Y cómo me angustio hasta que se cumpla! ¿Pensáis que he venido para traer paz a la tierra? Os digo: no, sino enemistad. De aquí en adelante, cinco en una familia estarán divididos, tres contra dos y dos contra tres; estará dividido el padre contra el hijo y el hijo contra el padre; la madre contra la hija y la hija contra la madre; la suegra contra su nuera y la nuera contra su suegra."

El ser discípulo de Jesús quizá signifique ser mal entendido aun por la propia familia. A la larga, el ministerio de Jesús no traería paz, sino disensión, pues algunos aceptarían su mensaje y otros no. Su ministerio sería como un fuego que devora (v. 49) y Jesús anhelaba ver el cumplimiento del propósito de Su ministerio. Su vida y muerte serían la base para juzgar a Israel. Ese juicio, como el fuego, purificaría a la nación. El bautismo de que habló se refería a su muerte, de la que dijo que se cumpliría (v. 50). La misión de Jesús realmente terminó produciendo la clase de divisiones de que habló aquí (vv. 52-53). En la actualidad, los creyentes judíos todavía son excluidos de sus familias y amigos, y a veces, los no judíos también. Pero el ser discípulo implica estar dispuesto a sufrir tales problemas.

Finalmente, leamos los versículos 54 al 56:

"Decía también a la multitud: Cuando veis la nube que sale del poniente, luego decís: Agua viene, y así sucede. Y cuando sopla el viento del sur, decís: Hará calor, y lo hace. ¡Hipócritas! Sabéis distinguir el aspecto del cielo y de la tierra, ¿y cómo no distinguís este tiempo?"

Jesús enseñó a las personas que tenían que ser sensibles para distinguir lo que veían. Aunque habían estado observando su ministerio, no eran capaces de determinar que El era realmente el Mesías. Ellos podían distinguir, sin problemas, las señales naturales (como las nubes, los vientos) pero no podían discernir las señales espirituales. Debían entender lo que estaba ocurriendo justo en medio de ellos, en su propio tiempo, en su momento histórico único; el Rey les estaba ofreciendo el reino. Dios estaba tan cerca de ellos, ¡y ellos tan lejos de Él!

Estimado oyente, espero que tú sí seas consciente del tiempo en que vives, de Su Presencia muy cerca de ti, y de Su Palabra que te habla personalmente, porque te ama y quiere hacerte suyo.

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