Estudio bíblico de Lucas 14:7-15:3

Lucas 14:7-15:2

Terminábamos nuestro programa anterior al comenzar el capítulo 14 de Lucas, y creo oportuno recordar el resumen de los Temas presentado entonces, porque los incidentes de este capítulo 14, el considerado en el programa anterior y los que serán expuestos en éste, están estrechamente relacionados entre sí, siguiendo una secuencia narrativa continua. Las partes del Tema o resumen dado para todo el capítulo 14 fueron los siguientes:

Tema: Jesús fue a comer a casa de un jefe Fariseo; la parábola de los invitados descorteses; la parábola de la gran cena; la parábola sobre la edificación de la torre y la del rey que va a la guerra; la parábola de la sal que pierde su sabor.

Habíamos destacado la exclusividad del Evangelista Lucas en el tratamiento de algunos incidentes de la vida de Jesús, en comparación con los otros Evangelios. Sólo Lucas registró la ocasión de la comida en que Jesús acudió a la casa del Fariseo, y de la lección de etiqueta en la devastadora parábola del invitado ambicioso. Las parábolas de la torre y el rey preparándose para la guerra, ambas relacionadas con el discipulado, tampoco se encuentran en los otros Evangelios.

Leamos el versículo 7, que comienza el relato de la

Parábola de los invitados descorteses

"Observando cómo los convidados escogían los primeros asientos a la mesa, les refirió una parábola, diciéndoles"

Esta parábola comienza con una descripción rica en detalles, acorde con su contenido en enseñanza y aplicación. En aquellos tiempos no utilizaban, como hoy, el sisTema de tarjetas para asignar previamente la ubicación de los invitados a la mesa. En consecuencia podemos imaginarnos que los que iban llegando se dirigían al cuarto de la casa donde se había dispuesto la mesa y se apresuraban lo más posible para ocupar los mejores lugares. En aquel tiempo había en la mesa 4 lugares principales. En vez de sillas, se utilizaban una especie de colchonetas y los invitados se reclinaban en la mesa. A cada lado de la mesa había 3 lugares para reclinarse; y en cada lado, el lugar central era el de honor, con un total de cuatro lugares principales para toda la mesa. En la cabecera de la mesa estaban los lugares primero, segundo y tercero: el segundo lugar, o lugar central, era el lugar de honor. Alrededor, en el otro lado, estaban los lugares cuarto, quinto y sexto, y el lugar de honor era el quinto. Continuando alrededor de la mesa, en el otro lado, estaban los lugares séptimo, octavo y noveno, con el lugar octavo como lugar de honor. Y en el cuarto lado de la mesa, el lugar undécimo era el lugar de honor.

Era comprensible que uno de estos ancianos Fariseos no se moviese tan rápido como alguno de los jóvenes Fariseos. Cuando el cocinero anunciaba que el primer plato de la comida o cena estaba listo, podemos imaginarnos que el anciano Fariseo se dirigía lo más rápido que podía al lugar segundo, el de honor, en la cabecera de la mesa. Quizás un Fariseo joven había llegado allí antes que él y entonces el anciano intentaría sucesivamente llegar a tiempo al lugar quinto; si éste ya estaba ocupado, intentaría llegar al octavo y si aquel tampoco estaba libre, quizás lograba ocupar el undécimo. Aunque éste era el de menor importancia, aún se consideraba un lugar de honor.

Podemos imaginar que habrá sido una escena cómica el contemplar a aquellos hombres tratar de llegar tan rápidamente como eran capaces, a los lugares de mayor honor. Así que había llegado el momento para que el Señor corrigiese sus modales con unas normas elementales de comportamiento. Continuemos leyendo los versículos 8 al 10:

"Cuando seas convidado por alguien a unas bodas no te sientes en el primer lugar, no sea que otro más distinguido que tú esté convidado por él, y viniendo el que te convidó a ti y a él, te diga: Da lugar a éste, y entonces tengas que ocupar avergonzado el último lugar. Más bien, cuando seas convidado, ve y siéntate en el último lugar, para que cuando venga el que te convidó te diga: Amigo, pásate a este sitio de más categoría. Entonces tendrás el reconocimiento de los que se sientan contigo a la mesa."

Lo primero que aconsejó el Señor al invitado a una fiesta de bodas fue lo siguiente: "No te sientes en el lugar principal. Tu anfitrión puede haber pensado en otro invitado para tal sitio y entonces vendrá y te dirá: cámbiate al último lugar de la mesa para que mi invitado de honor se pueda sentar aquí". En realidad, para cambiarse al último lugar (o sea, el duodécimo) solo tendría que desplazarse un lugar, pero resultaría muy embarazoso.

Y el consejo continuaría de la siguiente manera: "vete siempre al lugar menos importante de la mesa. No tendrás dificultad para conseguir ocuparlo, porque nadie más intentará situarse allí. Entonces, cuando el anfitrión venga y vea donde estás sentado, te dirá: "Tu eres mi invitado especial. Por favor, ocupa el lugar de honor". Entonces, será otro el que tendrá que cambiarse de lugar. En fin, éstos serían buenos modales y justamente el comportamiento opuesto a la habitual carrera de este grupo para ocupar los lugares de mayor honor.

De este incidente, el Señor estableció un gran principio. Leamos el versículo 11:

"Cualquiera que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido."

Este fue, pues, un principio importante que los creyentes debiéramos tener en cuenta.

A continuación, el Señor corrigió al anfitrión. Leamos los versículos 12 al 14:

"Dijo también al que lo había convidado: Cuando hagas comida o cena, no llames a tus amigos ni a tus hermanos ni a tus parientes ni a vecinos ricos, no sea que ellos, a su vez, te vuelvan a convidar, y seas recompensado. Cuando hagas banquete, llama a los pobres, a los mancos, a los cojos y a los ciegos; y serás bienaventurado, porque ellos no te pueden recompensar, pero te será recompensado en la resurrección de los justos."

Aquí el señor estaba exponiendo otro gran principio. La mayoría convida a cenar siempre a los mismos invitados. Estos vienen una vez y la vez siguiente, éstos son los que invitarán. Y así sucesivamente. El Señor estaba condenando una práctica exclusiva de la hospitalidad con aquellos que podían corresponder la invitación, porque podían permitírselo por su posición social. Él estaba proponiendo que se abriesen las puertas de la hospitalidad para los necesitados y minusválidos; aquellos que por su situación de indigencia no podrían recompensar la invitación ni las atenciones recibidas, ni contribuir al prestigio social de nadie. Ello era dar con generosidad sin esperar recibir nada a cambio.

A continuación llegamos a la exposición de la

Parábola de la gran cena

El relato parece indicar que continuaba la cena en casa del Fariseo acerca del cual leímos al principio del capítulo 14, en nuestro programa anterior. El que le había invitado para tratar de descubrir algo que pudiera desacreditar a Jesús, y ante los invitados, Él había sanado a un enfermo en el día del reposo. Después, el Señor había corregido los modales de los que buscaban los lugares de honor y luego, había corregido a su anfitrión, aconsejándoles con respecto a como organizar cenas con invitados ciertamente diferentes. Así que podemos imaginarnos la tensión que se habrá vivido en aquella cena. Leamos ahora el versículo 15:

"Oyendo esto uno de los que estaban sentados con él a la mesa, le dijo: ¡Bienaventurado el que coma pan en el banquete del reino de Dios!"

Así fue como, en medio del silencio embarazoso que debía reinar, intervino públicamente alguien que seguramente estaba acostumbrado a pronunciar tópicos piadosos como éste. Si yo hubiese estado allí le habría preguntado qué quería decir con eso, y dudo que hubiera podido contestarme. Hasta el momento no he podido leer ningún comentario Bíblico que me pudiese explicar que habrá querido decir. El Señor tenía una respuesta en forma de parábola. Leamos los versículos 16 y 17:

"Entonces Jesús le dijo: Un hombre hizo una gran cena y convidó a muchos. A la hora de la cena envió a su siervo a decir a los convidados: Venid, que ya todo está preparado."

Para una cena de tal importancia, la costumbre era enviar las invitaciones con mucha anticipación. Pero al llegar el día de la celebración de la cena, se confirmó la invitación personalmente. Esto me recuerda que Dios ha extendido una invitación. ¿Y que va a hacer el ser humano con ella? La invitación de Dios es para ofrecer la salvación. Tú no puedes comprar tu derecho a asistir a esa fiesta. Tampoco puedes forzar tu asistencia y abrirte paso a codazos para entrar por tus propios medios. Tú sólo podrías entrar al lugar de la fiesta por la gracia y misericordia de Dios. Dijo San Pablo en Efesios 2:8 y 9: Pues por la gracia y bondad de Dios habéis recibido la salvación por medio de la fe. No es esto algo que vosotros mismos hayáis conseguido, sino que os lo ha dado Dios. No es el resultado de las propias acciones, de modo que nadie puede jactarse de nada. Tú entras a esa fiesta por recibir un regalo. La única cosa que excluirá a cualquier ser humano del cielo es una negativa a aceptar la invitación de Dios.

Veamos ahora la reacción de los que fueron invitados personalmente a la fiesta. Comprobemos cual es la respuesta de los seres humanos a la invitación de Dios. Leamos el versículo 18.

"Pero todos a una comenzaron a excusarse. El primero dijo: He comprado una hacienda y necesito ir a verla. Te ruego que me excuses."

Esto no fue una excusa. Fue una coartada, a la cual alguien definió como una mentira metida dentro de la piel de una excusa. Ninguno de los que fue invitado dijo: "No iré a la fiesta". Simplemente estaban expresando pretextos para ocultar el hecho de que no deseaban ir.

El primer hombre que presentó una excusa era mentiroso o un necio. No tenía mucho sentido comprar un campo sin verlo primero. Continuemos leyendo el versículo 19:

"Otro dijo: He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlos. Te ruego que me excuses."

El primer invitado había permitido que sus posesiones le mantuvieran alejado de la fiesta. El segundo hombre dejó que sus negocios le apartaran del banquete. Nuevamente tendría que decir que este segundo invitado también era o mentiroso o necio. ¿Cómo podría ir a arar de noche? En aquellos tiempos no tenían iluminación para trabajar de noche. También aquí eran evidentes las excusas. "Tengo que ganarme la vida" es una frase que escuchamos con frecuencia. La gente está tan ocupada con sus negocios que no tiene tiempo para Dios. Un día vas a tener que morir, y descubrirás que los negocios continuarán como siempre y sin ti. Pero alguien más tenía otra excusa que presentar. Leamos el versículo 20:

"Y otro dijo: Acabo de casarme y por tanto no puedo ir."

Había una ley en Israel que eximía a un hombre de ir a la guerra si había tomado una nueva esposa. Este invitado tenía el pretexto más débil de todos. ¿Por qué no trajo a su esposa con él a la cena? En este caso, un afecto natural le mantuvo alejado de la fiesta. Muchas veces he oído la siguiente frase: "Yo no asisto a la iglesia porque el domingo es el único día que puedo pasar con mi familia".

Estos factores, más que cualquier otro motivo, han alejado de Dios a muchas personas: posesiones, negocios, afectos naturales. ¿Cuántas personas permanecen hoy apartadas de Dios por causa de esos motivos? Bueno, Dios tiene una invitación impresa para ti. Esta escrita en la sangre de Jesucristo y te invita a ti a la gran mesa de la salvación.

Continuemos con la parábola leyendo los versículos 21 al 24:

"El siervo regresó e hizo saber estas cosas a su señor. Entonces, enojado el padre de familia, dijo a su siervo: Ve pronto por las plazas y las calles de la ciudad, y trae acá a los pobres, a los mancos, a los cojos y a los ciegos. Dijo el siervo: Señor, se ha hecho como mandaste y aún hay lugar. Dijo el señor al siervo: Ve por los caminos y por los vallados, y fuérzalos a entrar para que se llene mi casa, pues os digo que ninguno de aquellos hombres que fueron convidados gustará mi cena."

Esta fue una declaración muy severa. Si tú rechazas la invitación de Dios, Él te tiene que rechazar a ti. Y quedarás excluido por causa de tu negativa a aceptar Su invitación.

Leamos ahora los versículos 25 al 27, con los que concluye este párrafo:

"Grandes multitudes iban con él; y volviéndose, les decía: Si alguno no me ama más que a su padre, a su madre, a su esposa, a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, y aun más que a sí mismo, no puede ser mi discípulo. El que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo."

Lo que estos versículos quieren decir es que deberíamos colocar a Dios en primer lugar. Es una cuestión de prioridades, la que demuestra la devoción y consagración de un creyente a Jesucristo. Paradójicamente, el colocar a Dios en el primer lugar, mantiene, refuerza y consolida los lazos familiares mencionados en el versículo que acabamos de leer.

Leamos ahora los versículos 28 al 30, que exponen la

Parábola sobre la edificación de una torre

"¿Quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla? No sea que, después que haya puesto el cimiento, no pueda acabarla y todos los que lo vean comiencen a hacer burla de él, diciendo: Este hombre comenzó a edificar y no pudo acabar."

Costará algo tomar una decisión con respecto a Cristo. Costará algo ser Sus discípulos. Piénsatelo bien. Examínalo detenidamente. Debieras calcular el costo antes de tomar una decisión. Porque este costo puede consistir en renunciar a algunas cosas, o enfrentar dificultades.

Leamos los versículos 31 al 33, que contienen la

Parábola del rey que va a la guerra

"¿O qué rey, al marchar a la guerra contra otro rey, no se sienta primero y considera si puede hacer frente con diez mil al que viene contra él con veinte mil? Y si no puede, cuando el otro está todavía lejos le envía una embajada y le pide condiciones de paz. Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo."

Como ya hemos expresado repetidas veces, una persona puede ser salva aceptando a Jesucristo como su Salvador. Pero esa persona nunca le seguirá ni le servirá hasta que esté dispuesta a hacer un sacrificio. Esto es lo que este pasaje Bíblico esta enseñando. Hay una diferencia entre ser un creyente y ser un discípulo que está dispuesto a dejar todo con tal de seguir a Jesús todo su tiempo. Desafortunadamente, no todos los creyentes son discípulos. (Hay un diferente nivel de dedicación).

Para finalizar, leamos los versículos 34 y 35,

"Buena es la sal; pero si la sal se hace insípida, ¿con qué se sazonará? Ni para la tierra ni como abono es útil; la arrojan fuera. El que tiene oídos para oír, oiga."

No hay nada más inútil que la sal que ha perdido su salinidad. ¡Que Dios nos libre de ser cristianos inútiles!

Lucas 15:1-2

Llegamos ahora a la que probablemente fue la más amada parábola que nuestro Señor pronunció.

Los antecedentes de esta parábola fueron la presencia de recaudadores de impuestos (llamados publicanos) y pecadores que acudieron a escuchar al Señor Jesús formando grandes multitudes. Los Fariseos y los escribas comenzaron a murmurar, quejándose y criticándole por ello. Para ellos era un tropiezo que Él les recibiese e incluso comiese con ellos.

Su respuesta a las quejas de los Fariseos y escribas fue una gran parábola. Habitualmente, lleva el nombre de 3 parábolas. La parábola de la oveja perdida, la parábola de la moneda perdida y la parábola del hijo pródigo. De hecho, son como 3 partes de una parábola. Son como tres fotografías con un mismo marco. Puede también compararse a un tríptico.

Leamos los versículos 1 y 2:

"Se acercaban a Jesús todos los publicanos y pecadores para oírlo, y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: Este recibe a los pecadores y come con ellos."

No podían los Fariseos y escribas haber formulado un elogio más grande de Jesús. Millones de personas que vivieron y viven en este mundo le han dado gracias a Dios porque Jesús recibe a los pecadores. Este incidente no era nuevo en este Evangelio. Para terminar, quisiera recordar otro conflicto sobre el mismo Tema, relatado en Lucas 5:30-32, por la respuesta magistral que Jesús dio a sus enemigos en aquella ocasión resumiendo su misión como Salvador del mundo: Pero los fariseos y los maestros de la ley pertenecientes a este partido comenzaron a criticar a los discípulos de Jesús. Les decían: ¿Por qué coméis y bebéis con los cobradores de impuestos y los pecadores? Jesús les contestó: Los que gozan de buena salud no necesitan médico, sino los enfermos. Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores, para que se conviertan a Dios.

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