Estudio bíblico de Números 1:21-2:34

Números 1:21 - 2:34

Todavía nos encontramos en el capítulo 1 de Números y en nuestro programa anterior, estábamos hablando de lo importante que es para usted y para mí, que sepamos y estemos seguros de ser hijos de Dios. Hay muchos cristianos que profesan ser cristianos, pero no pueden decir con total certeza la siguiente afirmación: Soy hijo de Dios por la fe en Cristo. Cada uno tiene que saber, tiene que estar seguro de que es hijo de Dios, que pertenece a la familia de Dios. Es pues de vital importancia que un cristiano sepa con seguridad y recuerde siempre, que es hijo de Dios.

El Apóstol Juan en su primera carta, capítulo 5, versículos 12 y 13, nos dice: "El que tiene al Hijo, tiene la vida. El que no tiene al Hijo de Dios, no tiene la vida. Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna y para que creáis en el nombre del hijo de Dios". Pablo, por su parte, en su segunda carta a Timoteo 1:12, podía decir: "Yo sé a quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día"

Bueno, continuando ahora con este capítulo 1 de Números, necesitaríamos una calculadora para ir sumando todas las cifras que aparecen en este capítulo. No vamos, pues, a leer todos esos números de las doce tribus de Israel, ni los números de los que estaban en cada tribu. Así es que vamos a leer entonces el versículo 21 y luego pasaremos al versículo 23. El versículo 21 dice así: "Los contados de la tribu de Rubén, fueron 46.500. Y el versículo 23, dice: "Los contados de la tribu de Simeón, fueron 59.300". Y así sigue hasta el versículo 46, donde dice: "Fueron todos los contados: 603.550." Este es el total exacto, lo cual puede ser fácilmente comprobado. Pero notemos que los Levitas no eran contados. Leamos los versículos 47 al 50:

"Pero los levitas, por sus familias, no fueron registrados junto con ellos, porque Jehová le había dicho a Moisés: Solamente no contarás a la tribu de Leví, ni harás el censo de ellos entre los hijos de Israel, sino que confiarás a los levitas el tabernáculo del Testimonio, con todos sus utensilios y todas las cosas que le pertenecen. Ellos llevarán el Tabernáculo y todos sus enseres, servirán en él y acamparán alrededor del Tabernáculo."

Los Levitas no fueron contados entre ellos, porque, como acabamos de leer, habló Jehová a Moisés, diciendo: "Solamente no contarás la tribu de Leví, ni tomarás la cuenta de ellos entre los hijos de Israel." La razón por la cual no eran contados para la guerra era porque estaban completamente ocupados en el manejo del tabernáculo. Lo levantaban, es decir, lo armaban de noche cuando entraban en el campo y lo desarmaban cuando estaban listos para marchar a la mañana siguiente. Continuemos leyendo los versículos 51 al 53:

"Cuando el Tabernáculo haya de trasladarse, los levitas lo desarmarán, y cuando el Tabernáculo haya de detenerse, los levitas lo armarán. Y el extraño que se acerque, morirá. Los hijos de Israel acamparán cada uno en su campamento, y cada uno junto a su bandera, según el orden de sus ejércitos. Pero los levitas acamparán alrededor del tabernáculo del Testimonio, para que no se desate la ira sobre la congregación de los hijos de Israel. Los levitas tendrán la custodia del tabernáculo del Testimonio."

Los hijos de Israel, amigo oyente, tenían que saber quiénes eran. Era también importante que cada uno de ellos supiera a qué tribu pertenecía. Lo mismo ocurre en cuanto a nosotros. Necesitamos saber nuestro linaje, el hecho de que pertenecemos a la familia de Dios, y que somos sus hijos. Y tenemos que saber a quien pertenecemos. Y así concluimos nuestro estudio del capítulo 1 de este libro de Números. Llegamos ahora al capítulo 2. Este capítulo nos presenta las normas y el orden de posición de las 12 tribus en su marcha a través del desierto.

En el capítulo uno nos enteramos del censo. Cada israelita tenía que saber quién era y su ascendencia familiar. No podían salir a la guerra a menos que cada miembro de cada tribu supiese su posición. Durante todos los años en el desierto, la disposición del campamento y el orden a seguir en su marcha, eran ordenados según la dirección de Dios.

Al comienzo de este segundo capítulo, dice que levantaron banderas en el campamento. Estas eran las banderas bajo las cuales debían acampar los hijos de Israel. Y quizá usted se ha preguntado qué era lo que decían o qué tipo de diseños aparecía en estas banderas. Citaremos a dos grandes eruditos del Antiguo Testamento, los doctores Keil y Delitzsch, quienes escribieron lo siguiente en su comentario del Pentateuco: "Ni la ley mosaica, ni el Antiguo Testamento en general, nos dan indicio alguno en cuanto a la forma o el carácter de la bandera. Según la tradición rabínica, la bandera de Judá llevaba la figura de un león; la de Rubén, la imagen de un hombre o la cabeza de un hombre; la de Efraín, la figura de un buey; y la de Dan, la figura del águila. De modo que las cuatro criaturas vivas, unidas en forma de querubines, descritas por Ezequiel, estaban representadas en estas cuatro banderas." Hasta aquí el comentario de estos eruditos Keil y Delitzsch.

Existe pues el peligro, de tratar de atribuirle demasiado a este hecho y en efecto hay quienes aún creen que la disposición del campamento es una representación de cómo las estrellas están colocadas en el cielo, o sea los signos del zodíaco. Hay quienes tratan de encontrar el evangelio escrito en las estrellas, o tratan de hallar su futuro escrito en las estrellas. Por eso mismo, no debemos ir más allá de lo que se registra en la Biblia. Shakespeare dijo en su obra "Marco Antonio y Cleopatra", "No es a nuestras estrellas, sino a nosotros mismos que nos encontramos subordinados."

En otras palabras, nuestro problema radica en nosotros mismos, y no allá en las estrellas. No encontraremos el evangelio en las estrellas. El evangelio se halla en la Palabra de Dios. Las estrellas revelan el eterno poder de Dios y Su deidad, como lo revela toda la creación. Pero no se hallará el evangelio en las estrellas, ni en la creación. Y en cuanto a las banderas, ya sea que llevasen un nombre o un emblema, el asunto no tiene mayor importancia. Sabemos que la tradición no siempre es exacta.

Pasemos, pues, a la disposición del campamento. Leamos los versículos 1 al 9 de este capítulo 2 de Números:

"Habló Jehová a Moisés y a Aarón, y les dijo: Los hijos de Israel acamparán alrededor del Tabernáculo de reunión, cada uno junto a su bandera, bajo las enseñas de las casas de sus padres. Estos acamparán al frente, hacia el este: la bandera del campamento de Judá, según el orden de sus ejércitos. El marcharán delante según el orden de sus ejércitos. Su cuerpo de ejército, según el censo: 74.600 hombres. Junto a él acamparán los de la tribu de Isacar. El jefe de los hijos de Isacar era Natanael hijo de Zuar. Su cuerpo de ejército, según el censo: 54.400 hombres. También acampará la tribu de Zabulón. El jefe de los hijos de Zabulón era Eliab hijo de Helón. Su cuerpo de ejército, según el censo: 57.400. Todos los censados en el campamento de Judá, 186.400 hombres, marcharán delante según el orden de sus ejércitos."

Fíjese usted que todos acampan alrededor del tabernáculo. El tabernáculo era levantado dentro del campamento, y luego los hijos de Israel acampaban alrededor de él. Levantaban las banderas para señalar su lugar en el campamento.

A la tribu de Judá le tocó acampar al este y las tribus de Isacar, como lo vemos en el versículo 5 y de Zabulón, en el versículo 7, acampaban con la de Judá bajo la misma bandera. Creemos que el emblema en aquella bandera era un león. Cuando veían pues la bandera con el león, estas tres tribus recordaban su procedencia. Siguiendo adelante, leamos ahora los versículos 10 al 16:

"La bandera del campamento de Rubén estará al sur, según el orden de sus ejércitos. El jefe de los hijos de Rubén era Elisur hijo de Sedeur. Su cuerpo de ejército, según el censo: 46.500. Acamparán junto a él los de la tribu de Simeón. El jefe de los hijos de Simeón era Selumiel hijo de Zurisadai. Su cuerpo de ejército, según el censo: 59.300. También acampará la tribu de Gad. El jefe de los hijos de Gad era Eliasaf hijo de Reuel. Su cuerpo de ejército, según el censo: 45.650. Todos los censados en el campamento de Rubén, 151.450 hombres, marcharán los segundos según el orden de sus ejércitos."

La tribu de Rubén quedó al sur del tabernáculo y las tribus de Simeón en el versículo 12, y la de Gad en el versículo 14, acampaban con Rubén. Su bandera tenía la cara de un hombre, lo cual las identificaba con su tribu. Leamos ahora el versículo 17:

"Luego irá el Tabernáculo de reunión, con el campamento de los levitas, en medio de los campamentos. En el orden en que acamparon, así marchará cada uno junto a su bandera."

Encontramos aquí la posición del tabernáculo, y dónde acampaban los levitas. Sigamos leyendo los versículos 18 al 24.

"Al occidente, la bandera del campamento de Efraín, según el orden de sus ejércitos. El jefe de los hijos de Efraín era Elisama hijo de Amiud. Su cuerpo de ejército, según el censo: 40.500. Junto a él estará la tribu de Manasés. El jefe de los hijos de Manasés era Gamaliel hijo de Pedasur. Su cuerpo de ejército, según el censo: 32.200. También acampará la tribu de Benjamín. El jefe de los hijos de Benjamín era Abidán hijo de Gedeoni. Su cuerpo de ejército, según el censo: 35.400. Todos los censados en el campamento de Efraín, 108.100 hombres, marcharán los terceros según el orden de sus ejércitos."

Las tribus de Manasés, en el versículo 20, y de Benjamín, versículo 22, acampaban en el oeste con la tribu de Efraín. El emblema en su bandera era un buey. Por último, tenemos la sección del norte. Leamos los versículos 25 al 31.

"La bandera del campamento de Dan estará al norte, según el orden de sus ejércitos. El jefe de los hijos de Dan era Ahiezer hijo de Amisadai. Su cuerpo de ejército, según el censo: 62.700. Junto a él acamparán los de la tribu de Aser. El jefe de los hijos de Aser era Pagiel hijo de Ocrán. Su cuerpo de ejército, según el censo: 41.500. También acampará la tribu de Neftalí. El jefe de los hijos de Neftalí era Ahira hijo de Enán. Su cuerpo de ejército, según el censo: 53.400. Todos los censados en el campamento de Dan, 157.600, marcharán los últimos tras sus banderas."

Las tribus de Aser, versículo 27, y de Neftalí, versículo 29, acampaban con la tribu de Dan. Y el emblema de su bandera era un águila. Vemos pues, que los hijos de Israel acampaban de una manera ordenada. Cada familia en cada tribu sabía dónde le correspondía acampar, Veamos ahora los versículos 32 al 34:

"Estos fueron los hijos de Israel censados según las casas de sus padres. Todos los registrados por campamentos, según el orden de sus ejércitos: 603.550. Pero los levitas no fueron contados entre los hijos de Israel, como Jehová lo mandó a Moisés. E hicieron los hijos de Israel conforme a todas las cosas que Jehová mandó a Moisés. Así acamparon bajo sus banderas, y así marcharon cada uno por sus familias, según las casas de sus padres."

Hemos aprendido ahora que a los hijos de Israel les era necesario saber su genealogía. Debían saber quiénes eran y a qué familia y tribu pertenecían. Tenían que saber su linaje para poder saber el lugar que les correspondía en el campamento. No podían salir a la guerra a menos que estuvieran seguros de sus puestos. De la misma manera, para nosotros hoy en día, la lucha cristiana no se hace en la esfera de las dudas y los temores, sino a la luz clara de una salvación segura. Nuestros enemigos hoy en día son el mundo, la naturaleza física dominada por las pasiones, y el diablo. Amigo oyente, estos enemigos le vencerán si usted no está seguro de su salvación.

Cada persona en la iglesia del Señor Jesucristo tiene un lugar asignado por Dios. Todo servicio que se presta dentro de la Iglesia o cuerpo de Jesús debe ser dirigido por el Espíritu Santo. Se nos dice que por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en su cuerpo. Cuando usted fue puesto en el cuerpo de Cristo, fue puesto como miembro. El Apóstol Pablo, escribiendo en su primera carta a los Corintios, capítulo 12, versículos 12 al 14, dice: "Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos son un solo cuerpo, así también Cristo. Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu. Además el cuerpo no es un solo miembro, sino muchos".

Cuando usted se incorpora en ese cuerpo, amigo oyente, es puesto allí para servir. Cada creyente tiene un don, una capacidad espiritual. Usted, hermano que nos escucha, tiene un don. Y es el ejercicio de ese don, lo que constituye el servicio cristiano. Piense cuántos dones debe haber en la Iglesia. Hay muchos miembros en el cuerpo, y el Espíritu Santo los dirige a todos.

Hay muchos miembros en el cuerpo humano y cada uno tiene su función específica. Hay más de 20 huesos en un solo pie. De igual manera, en el cuerpo de Cristo hay muchos dones y cada uno de nosotros debe ejercer el don que se le ha dado. Creemos que Dios recompensa a los Suyos según el ejercicio de ese don. Aunque el Espíritu Santo asigna a cada creyente los dones como El quiere, creemos que 1 Corintios 12:31 indica que podemos orar pidiendo los dones mejores. Y a usted y a mí nos corresponde averiguar cuál es nuestro don.

Según la enseñanza bíblica, no debiera hacerse ningún énfasis especial en uno o en varios dones. Después de todo, el cuerpo total presenta una gran diversidad, y tiene muchos miembros, cada uno con su don específico. El Dr. Vernon McGee, autor de estos estudios bíblicos, nos dice a este respecto, que después de escuchar cómo enseñaba la Biblia el Dr. Ironside, le pidió a Dios que le permitiera enseñar así como enseñaba ese maestro. Pero después de un tiempo, descubrió que no podía enseñar como él. Pero Dios le permitió tener el ministerio de enseñanza de la Palabra de Dios que procuraba tener y que le había pedido. Y amigo oyente, creemos que debemos procurar seriamente los mejores dones, pero todo el proceso de orar en cuanto a los dones y el proceso de ejercitarlos debe estar bajo el control soberano del Espíritu Santo.

Amigo oyente, ya que hemos hablado de la posición de cada uno de los miembros de aquel pueblo en el campamento, podemos aplicar la lección práctica que este episodio de la marcha por el desierto nos enseña. Y la lección consiste en que usted debe hallar su puesto o lugar en el campamento. ¿Está usted usurpando el puesto de otro? ¿Ocupa usted acaso un puesto en la Iglesia que en realidad no puede desempeñar y que realmente le pertenece a otra persona? Debemos animar a todos los hermanos de nuestras Iglesias a que encuentren su puesto. Eso debe animar al hermano más humilde en la Iglesia. Usted amigo oyente tiene un don y Dios quiere que lo ejerza. No trate de hacer el trabajo de otro. Haga lo que Dios le ha llamado hacer.

¿Recuerda usted a Dorcas? Ella hacía vestidos. Ese era su don. Usted recordará que cuando ella murió trajeron a Simón Pedro, y las viudas que allí estaban tenían puesta la ropa que Dorcas había hecho. Ahora, ¿por qué tenían puesta esa ropa? Porque Dorcas la había hecho para las viudas. Simón Pedro dijo: "Mejor es que levantemos a esta mujer de los muertos. ¡La Iglesia la necesita!" Y así Dios la levantó de los muertos. Amigo oyente, en la iglesia de Jesucristo, nadie debe usurpar el lugar de nadie, haciendo el trabajo que correspondería a otra persona ni ocupar una posición para la cual no está debidamente preparado. Cada miembro de la familia espiritual debiera ser estimulado a ocupar el lugar para el cual Dios le ha capacitado, lo cual debiera ser un motivo de aliento para el miembro más humilde de la iglesia. Pero si usted es un hijo de Dios, debe usar su don o capacidad hoy mismo, para el bien del cuerpo de los creyentes, para el saludable crecimiento y desarrollo del pueblo de Dios. De esa manera, y como dijo San Pablo en su carta a los Efesios 4:16, todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor.

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