Estudio bíblico de Juan 5:21-47

Juan 5:21-47

Continuamos hoy estudiando el capítulo 5 del evangelio según San Juan. Y en nuestro programa anterior, comenzamos a considerar las tres grandes demandas o declaraciones que Jesús hizo en cuanto a Sí mismo. Y dijimos que es sobre la base de estas alegaciones o declaraciones, que podemos usar el versículo 24 de este capítulo 5 de San Juan para una presentación clara del Evangelio. Dijimos que la primera alegación o declaración de Jesús, fue que Él era Dios, y que Él podía hacer lo que hace Dios. Había una relación y una armonía perfecta entre el Padre y el Hijo. Por eso, la acusación que lanzaron contra Él, fue absurda. El Hijo no contradecía al Padre, ni el Padre al Hijo. Por eso, Jesús hacía lo que hacía Dios. Por eso, Jesús podía perdonar los pecados. Luego en el versículo 20, Jesús continuó diciendo que había una relación personal y estrecha entre el Padre y el Hijo. Tenemos ahora la segunda gran alegación o declaración, aquí en el versículo 21. Leamos este versículo:

"Como el Padre levanta a los muertos y les da vida, así también el Hijo a los que quiere da vida"

Jesús imparte la vida; da vida a quien quiere. Si Dios levanta a los muertos, el Hijo también levantará a los muertos. Pablo levantó a los muertos. También lo hizo Simón Pedro. Nuestro Señor les dio ese don. Era un don apostólico el de sanar y levantar a los muertos. El Señor Jesús pues, levantó a los muertos. Levantó a los muertos porque Él es Dios. Y estos otros hombres lo hicieron en el nombre del Señor Jesús.

Y viene ahora, la tercera gran alegación o declaración. Leamos el versículo 22 de este capítulo 5 de San Juan:

"porque el Padre a nadie juzga, sino que todo el juicio dio al Hijo"

Una lectura literal sería: "Porque ni aun el Padre a nadie juzga". Dios ha encomendado todo juicio al Hijo". No solamente levanta a los muertos, sino que también juzgará algún día a todos los seres humanos. Los salvos y los perdidos, todos aparecerán delante de Él. Los creyentes aparecerán delante de Él en el Tribunal de Cristo, para ver si reciben recompensa, o no (como podemos ver en 2 Corintios 5:10). Luego, los perdidos aparecerán delante de Él en el gran trono blanco (como podemos ver en Apocalipsis 20:11). Recordemos que el Señor Jesús no vino la primera vez para juzgar; pero la próxima vez vendrá como un juez y todo juicio le será encomendado a Él. Y leamos el versículo 23, que confirma y enfatiza definitivamente que Jesús se encuentra en un plano de igualdad con Dios el Padre:

"para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo no honra al Padre, que lo envió."

Es pues, en base a estas tres alegaciones o declaraciones, estos tres grandes principios, que sigue entonces esta gran declaración aquí en el versículo 24 de este capítulo 5 de San Juan, que tanto utilizamos hoy en la presentación personal del mensaje del Evangelio. Pero no debemos olvidarnos de respaldarla con las declaraciones de Jesús que acabamos de leer. Leamos pues, el versículo 24:

"De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra y cree al que me envió tiene vida eterna, y no vendrá a condenación, sino que ha pasado de muerte a vida."

Tengamos en cuenta que Jesús dice: "tiene vida eterna", lo cual indica que es ahora mismo, en el tiempo presente. No será condenado, que es otra palabra para expresar el juicio. Ha pasado de la muerte a la vida. Ahora, ¿quién es el que dice esto? Se trata de una gran promesa, pero ¿quién la estaba haciendo? Esto es lo importante.

El Señor Jesús, amigo oyente, alegó ser Dios y alegó también, que le era posible hacer lo que hacía Dios. ¡Y eso tiene gran importancia!

Es maravilloso ver las alegaciones o declaraciones que Jesús hizo antes de hacer Su promesa. Porque Jesús dijo que Él era Dios (v. 19); dijo que levantaba a los muertos (v. 21); y dijo que iba a juzgar (v. 22). Éste es el que le dice a usted, que si oye Su Palabra y cree en Él, tiene vida eterna y no será condenado, pues ha pasado de la muerte a la vida. Es el mismo Juez, quien nos dice eso. Eso es lo que hace que estas palabras sean tan maravillosas.

Como usted puede ver amigo oyente, Jesús se presenta como igual a Dios. Estimado oyente, es escuchando a Jesucristo y confiando en Él, que usted se salvará. Ahora, Jesús hace otra gran afirmación. Leamos el versículo 25, y seguidamente el versículo 28:

"De cierto, de cierto os digo: Viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que la oigan vivirán. No os asombréis de esto, porque llegará la hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz"

Ahora, ¿qué quiere decir en el versículo 25, cuando El dice: ". . . la hora,... ahora es?" Bueno, nosotros estamos en ese período de la hora que viene. El versículo 28 dice con toda claridad, que la hora todavía no había llegado, sino que "llegará la hora". El pensamiento es que estamos viviendo en ese período, o en esa época que transcurre hacia el momento en que "los muertos oirán la voz del Hijo de Dios y los que la oigan vivirán."

Ahora, si nosotros estamos en el período de la "hora que viene," entonces, ¿qué quiso Jesús decir con la frase: ". . .y ahora es"? ¿Quiénes son los muertos que oyen Su voz ahora? En el capítulo 11 de este evangelio de Juan, donde se nos cuenta el incidente en que Jesús resucitó a Lázaro de los muertos, usted recordará que Él les dijo a las dos hermanas ante la muerte de Lázaro: "Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente" (Juan 11:25,26). Consideremos las palabras "aunque esté muerto". ¿Significa esto que la persona que está en el sepulcro oye? No. Esto se refiere a la muerte espiritual. La muerte significa separación de Dios. La hora llegará cuando aquellos que están en el sepulcro oirán Su voz y vivirán. Pero la hora. . . es ahora mismo, cuando aquellos que están muertos espiritualmente oyen Su voz y viven. El apóstol Pablo escribió lo siguiente en su carta a los Efesios, capítulo 2, versículo 1: "Y Él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados". Esa es la condición espiritual de todos. Entonces, dice: "El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, sino que ha pasado de muerte, es decir, de la muerte espiritual, a vida."

De modo que en los versículos 25 y 28, Jesús está hablando en cuanto a dos cosas distintas. La expresión "ahora" indica que Cristo da la vida espiritual ¡ahora mismo! La hora que vendrá, se refiere a cuando Él levantará a los muertos del sepulcro. Leamos ahora estos versículos intermedios, que aún no hemos leído, los versículos 26 y 27:

"Como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha dado al Hijo el tener vida en sí mismo; y, además, le dio autoridad de hacer juicio, por cuanto es el Hijo del hombre."

El Señor Jesús es el que da vida. No sólo tiene vida, sino que también da vida. También tiene el derecho de ejecutar juicio. Vino la primera vez como Salvador, no vino como Juez, no vino para juzgar, pero la próxima vez, vendrá como Juez. En ese tiempo, cuando venga como Juez, aquellos en los sepulcros oirán Su voz. Continuemos ahora con el versículo 29:

"y los que hicieron lo bueno saldrán a resurrección de vida; pero los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación."

Una mejor traducción de la palabra "condenación" sería "juicio."

Aquí se mencionan dos resurrecciones. El libro de Apocalipsis, es aun más específico y describe el cumplimiento de la primera resurrección en el capítulo 20:4-6. También describe en ese capítulo, la segunda resurrección en los últimos versículos 11-15. La primera resurrección será la resurrección de todos los salvados, que será la primera fase del próximo gran evento en el programa de Dios. También lo llamamos el Rapto o el Arrebatamiento de la Iglesia. Y amigo oyente, esto tiene amplia base bíblica. El apóstol Pablo se refirió a este evento en su primera carta a los Tesalonicenses 4:7, cuando dijo que seremos "arrebatados".

Este arrebatamiento tendrá lugar en algún tiempo en el futuro. La Biblia no le fija fecha, ni indica las señales que lo precederán. En otras palabras, Cristo puede venir para recoger a Su Iglesia en cualquier momento. Llamará a los Suyos, sacándolos del mundo; tanto los que estén vivos como los que hayan muerto. Pero, creemos que esto será sólo una parte de la primera resurrección. Luego, durante el período de la gran tribulación, muchísimos creerán en Cristo, y por su fe llegarán a ser mártires. Estos serán resucitados al final del período de la gran tribulación, junto con los creyentes del Antiguo Testamento. Ese evento también será parte de la primera resurrección. Serán levantados para vivir para siempre con Jesucristo. Esa será, pues, la primera resurrección. Será la resurrección de vida, como nuestro Señor la llamó.

En cambio, la resurrección de condenación será el llamado juicio del gran trono blanco, cuando todos los que no fueron salvados, de todas las épocas serán resucitados. Quisieron ser juzgados según sus obras, y, ¡así serán juzgados! Estarán ante Dios, ante Él que es Santo, Justo y Recto, y allí tendrán su oportunidad de estar delante de Dios para defender su causa. Pero, Dios ya ha advertido que no hay quien se salve en ese juicio. Únicamente los perdidos se presentarán allí, y éstos serán juzgados según sus obras (porque, según Lucas 12:47, 48, hay diferentes niveles de castigo). Y Dios ya ha expresado con toda claridad, que nadie puede ser salvado por sus obras, porque nuestra condición natural, es una condición de perdición. Y el Señor Jesucristo continúa diciendo, en el versículo 30, del capítulo 5 de San Juan y dice:

"No puedo yo hacer nada por mí mismo; según oigo, así juzgo, y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del Padre, que me envió."

Jesús nos dice aquí, que Él se limitó a sí mismo; que cuando vino a esta tierra y asumió nuestra humanidad, vino como hombre, no para hacer Su propia voluntad, sino la voluntad del Padre.

Y éste es el ejemplo para nosotros hoy. Usted y yo tenemos una voluntad, una vieja naturaleza que no es obediente a Dios. No podemos ser obedientes a Dios porque realmente, por naturaleza, somos rebeldes en cuanto a Dios. Esa es la condición natural de todos los seres humanos. Es por eso que nuestro Señor Jesucristo, tuvo que decirle a Nicodemo, que tenía que nacer otra vez. Todos los que nacen físicamente en el género humano, no pueden agradar a Dios. Por eso, en Juan 3:6 Jesús dijo que lo que nace de padres humanos, es humano; lo que nace del Espíritu es espíritu.

Por tanto, hoy en día, es necesario nacer otra vez, porque esta vieja naturaleza que tenemos, estimado oyente, es incorregible. Está en rebelión contra Dios. La humanidad ha estado alzando una bandera de protesta ante las puertas del cielo, desde el día en que Adán salió por las puertas del paraíso, en el huerto de Edén.

Ahora, nuestro Señor mostrará que hay testigos que pueden dar fe de la veracidad de sus afirmaciones de divinidad, de ser Dios hecho carne. Leamos los versículos 31 y 32, de este capítulo 5 del evangelio según San Juan. Dijo el Señor:

"Si yo doy testimonio acerca de mí mismo, mi testimonio no es verdadero. Otro es el que da testimonio acerca de mí, y sé que el testimonio que da de mí es verdadero."

La Escritura nos enseña que toda declaración debe basarse en el testimonio de dos o tres testigos (Mateo 18:16 y Deuteronomio 17:6). Jesús sabe que si Él diera testimonio de Sí mismo, su testimonio no sería válido en un tribunal.

El testigo a quien Jesús se refería aquí, no era Juan el Bautista. Seguramente que los que le escuchaban, pensarían que era a él a quien se refería; pero Jesús aclaró esto inmediatamente e indicó que no aludía a ningún testigo humano. Dijo en el versículo 33:

"Vosotros enviasteis mensajeros a Juan, y él dio testimonio de la verdad."

Estaba diciendo que era verdad que Juan el Bautista había dado testimonio de Él. Por lo tanto, Juan era un testigo que ellos conocían. Pero Jesús indicó que se refería más bien, a otro testigo que no era un testigo humano. En otras palabras, eran dos testigos los que ellos debían reconocer. Leamos el versículo 34:

"Pero yo no recibo testimonio de hombre alguno; sin embargo, digo esto para que vosotros seáis salvos."

Alegaba tener un testigo que era más importante que el testimonio de un hombre. Sin embargo, Jesús declaró a favor de Juan el Bautista. Según nuestra versión le llamó: una antorcha. En realidad, una traducción más exacta sería, una lámpara. Porque Jesús es la Luz y Juan era Su testigo, el portador de su luz, Su antorcha, Su lámpara. Continuemos con los versículos 35 y 36:

"Él era antorcha o lámpara que ardía y alumbraba, y vosotros quisisteis regocijaros por un tiempo en su luz. Pero yo tengo un testimonio mayor que el de Juan: las obras que el Padre me dio para que cumpliera, las mismas obras que yo hago, dan testimonio de mí, de que el Padre me ha enviado."

Aquí vemos que las credenciales que nuestro Señor Jesucristo tenía, eran los milagros que hacía. La idea que hay quienes hoy tienen el mismo poder que tenía Jesús, es a nuestro parecer, blasfemia. Porque estas obras milagrosas que Él hacía, daban testimonio de que Él era, quien decía ser. Y no se trataba solamente de unos pocos casos aislados de sanidad. Jesús salía donde estaban las multitudes, por los caminos y senderos apartados. Mientras Jesús caminaba entre la gente, muchísimos enfermos eran sanados. Muchas veces hemos destacado este asunto al estudiar los evangelios y es importante que lo recordemos. Estimado oyente, no había simplemente una media docena, ni aun cien, ni doscientas personas que Él sanó. Hubo literalmente, miles y miles de enfermos sanados. Esto ha sido demostrado abiertamente. No hubo una sola persona en aquella época, que contradijera el hecho de que Jesús sanaba a los enfermos. Habrían sido necios, si así lo hubieran hecho. Pero dos mil años más tarde, en antiguas bibliotecas, en grandes universidades de Europa y Estados Unidos, y a miles de kilómetros de distancia de aquella tierra, hay supuestos "eruditos" que se sientan para escribir sus libros, en los que afirman que no creen que Jesús haya realizado milagros, lo cual no comprueba nada. Es que los milagros, eran Sus credenciales. Sus obras testificaban que el Padre le había enviado. Leamos ahora los versículos 37 al 39:

"También el Padre, que me envió, ha dado testimonio de mí. Nunca habéis oído su voz, ni habéis visto su aspecto, ni tenéis su palabra morando en vosotros, porque no creéis a quien él envió. Escudriñad las Escrituras, porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna, y ellas son las que dan testimonio de mí"

Muchas veces este último versículo, ha sido mal entendido. No es una expresión en el modo imperativo, sino en el modo indicativo. Sería más correcto decirlo así: "Vosotros estudiáis las Escrituras". Jesús estaba haciendo una simple declaración sobre lo que ellos hacían, pero no les estaba rogando que hiciesen algo. Les dijo que ellos escudriñaban las Escrituras, creyendo que en ellas hallarían la vida eterna, pero aún no entendían, que estas mismas Escrituras, daban testimonio de Jesús.

Estimado oyente, sería mejor que procurase encontrar a Jesús en la Biblia, para que su búsqueda sea en vano. Ahora, el versículo 40 dice:

"y no queréis venir a mí para que tengáis vida."

Las Escrituras hablan de Jesucristo, pero los líderes religiosos no las comprendieron y no estaban dispuestos a venir a Él. Y los versículos 42 y 43, dicen:

"Pero yo os conozco, que no tenéis el amor de Dios en vosotros. Yo he venido en nombre de mi Padre y no me recibís; si otro viniera en su propio nombre, a ese recibiríais."

Algún día vendrá el anticristo y el mundo le recibirá. Pero en aquel tiempo ellos rechazaron a Cristo. Pero en el futuro, el anticristo vendrá en su propio nombre, mandará que hagan una imagen de sí mismo y a ese, aceptarán. Dice el versículo 44:

"¿Cómo podéis vosotros creer, pues recibís gloria los unos de los otros y no buscáis la gloria que viene del Dios único?"

Ellos buscaban el aplauso de los hombres. No buscaban la gloria que viene del Dios único. Y ahora, leamos los versículos finales, versículos 45 al 47:

"No penséis que yo voy a acusaros delante del Padre. Moisés, en quien tenéis vuestra esperanza, es quien os acusa, porque si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él. Pero si no creéis a sus escritos, ¿cómo creeréis a mis palabras?"

Estimado oyente, esto es importante. En los libros del Pentateuco, en los libros que ya hemos estudiado, hemos tratado de señalar al Señor Jesucristo. Aunque no hay una referencia específica a Él en todas las páginas, sí creemos que Él se encuentra en cada página del Pentateuco. Él dijo en una ocasión, "Moisés escribió de mí", es más, creemos que se encuentra en cada página de la Biblia.

Cuando alguien comienza a lanzar un ataque contra el Antiguo Testamento, ¡Tengamos cuidado! En realidad, está lanzando un ataque sutil contra el Señor Jesucristo mismo. Tememos que haya muchos que neciamente empiezan a poner en duda el Antiguo Testamento y en verdad, no se dan cuenta de lo que están haciendo. Estimado oyente, el Antiguo Testamento es la base, el fundamento. Nuestro Señor dijo: "Pero si no creéis a los escritos de Moisés, ¿cómo creeréis a mis palabras? Es que ambos testamentos van juntos; forman parte de la misma revelación de Dios. Y en esa revelación, Dios quiere comunicarse con usted para decirle que, a pesar de su condición de alejamiento y rebeldía contra Él, el Señor Jesucristo le ama y quiere salvarle, darle la vida eterna, y le invita a creer en Él como su Salvador. Sabemos que la incredulidad es el signo de nuestro tiempo. Pero Dios puede quebrar esas barreras y hacer que la luz ilumine y transforme su vida.

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