Estudio bíblico de Juan 10:21-11:2

Juan 10:21-11:2

Continuamos hoy estudiando el capítulo 10 del evangelio según San Juan. Y en nuestro programa anterior, dejamos a Jesús rodeado por los judíos, quienes le dijeron que si Él era el Cristo, que lo dijera abiertamente. A lo cual Jesús respondió, que Él ya lo había dicho, pero que ellos no querían creer. Las obras que Él hacía en nombre de Su Padre, daban testimonio de Él. En otras palabras, Jesús les dijo que Él presentaba las evidencias de ser el Mesías. Sus obras daban testimonio de ello. O sea que Su enseñanza, Su vida, y Sus milagros, demostraban que Él era el Mesías. El problema pues, no radicaba en Su falta de credenciales sino en el corazón que no creía. No querían creer, lo cual demostraba que no eran Sus ovejas. Ése era pues el lado negativo. Veamos ahora el lado positivo que Jesús destacó. Leamos los versículos 27 al 30, de este capítulo 10 del evangelio según San Juan:

"Mis ovejas oyen mi voz y yo las conozco, y me siguen; yo les doy vida eterna y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las dio, mayor que todos es, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre. El Padre y yo uno somos."

Sus ovejas oyen Su voz y le siguen. Es decir, que la marca de propiedad en las ovejas, es la obediencia. ¿Quiere usted saber si una persona es salva o no? Entonces observe cómo es su relación con Cristo y si le está obedeciendo. Nuestros oídos deben estar abiertos a Su voz. Recuerde usted que cuando el sacerdote del Antiguo Testamento era consagrado, la sangre era puesta sobre el lóbulo de su oreja derecha. El Espíritu de Dios tenía que abrir su oído porque, como dijo el apóstol Pablo en su primera carta a los Corintios, capítulo 2, verso 9: "Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido al corazón del hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman". Dios tiene que revelárnoslas por Su Espíritu. Nosotros, figurativamente hablando, y ya que por el sacrificio de Cristo en la cruz tenemos acceso a Dios, también tenemos que tener puesta la sangre sobre el lóbulo de la oreja. En Proverbios 20:12 leemos: "El oído que oye, y el ojo que ve, ambos igualmente ha hecho el Señor."

El Señor dice aquí en el versículo 27: "...Y Yo las conozco". Y me alegro de que alguien me conozca. A veces, mis amigos me entienden mal y tengo que explicarme. Pero nunca me es necesario explicarme a Jesús. Él sabe cuando estoy poniendo excusas y cuando estoy eludiendo algún asunto, porque Él siempre me comprende, me conoce.

Luego dice: "Y me siguen". Creemos en la seguridad eterna del creyente y en la inseguridad de los que profesan ser creyentes, pero que no lo son. "Y me siguen", dice el Señor. Y así de simple es. Si el pastor llamara por la mañana a Sus ovejas y comenzara a caminar por la colina hacia arriba, y si de unas quinientas ovejas en el redil, cien salieran y le siguieran, tendríamos que llegar a la conclusión de que esas cien ovejas, eran sus ovejas. Y también llegaríamos a la conclusión de que las otras cuatrocientas no eran sus ovejas.

El Señor dice luego: "Y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás". Estimado oyente, cuando Él les da vida eterna, eso quiere decir que no la pueden ganar, ni trabajar para obtenerla. Él se las da gratuitamente. Y es vida eterna. Es para siempre. Si se acabase o agotase en algún momento, cuando ellas pecasen, en ese caso no sería vida eterna. No podrían ser realmente Sus ovejas, si esa vida no durara para siempre. Las ovejas pueden hallarse en peligro, pero el Pastor las protegerá. Pueden estar esparcidas, pero Él las reunirá de nuevo. Nunca perecerán. Ahora, ¿pueden descarriarse? Sí. Pueden descarriarse. Pero, ¿perecerán? No. Las ovejas pueden meterse en la pocilga, pero nunca ha habido oveja que se quede en una pocilga. Las ovejas y los cerdos, no viven juntos. La oveja siempre es oveja. Y nadie las arrebatará de la mano del Salvador. Ningún enemigo, ningún ser humano, ningún ser creado, puede arrebatarlas de Su mano. ¡Y esto es maravilloso!

Cierta vez alguien argumentaba que uno mismo puede salirse de la mano de Dios, porque somos agentes morales libres. Pero escuche usted el pasaje. Realmente dice: "Ningún ser creado las arrebatará de mi mano". Él es el Pastor. Él es Dios. No debiera creer que puede retirarse porque el Padre cierra las manos aferrándole, y usted no podría salir. Dios le tiene a usted en Su mano y no puede salir de ella. Ambas manos son las manos de la Deidad. Ningún ser creado ni ninguna circunstancia puede arrebatar las ovejas de Su mano.

Hace años, un ranchero contaba acerca de sus ovejas y decía que tenía dos mil ovejas, y que era necesario que alguien las vigilara todo el tiempo. Si dos ovejitas pasaban al otro lado de una colina y se alejaban del rebaño, se perdían, porque no pueden encontrar su camino de regreso al rebaño, por sí mismas. La única manera en que pueden estar seguras, es que el pastor esté allí con ellas. Ante la posibilidad de que un lobo se acerque para comerse una de ellas, uno creería que las otras ovejas serían lo suficientemente inteligentes como para querer regresar y unirse al resto del rebaño. Pero, las ovejas no saben a dónde ir. Todo lo que hacen es balar, balar y dar vueltas, hasta que el lobo las devore. Una oveja de por sí, es torpe, no tiene ninguna manera de defenderse; ni puede correr más que sus enemigos. Si una oveja está segura, no es porque sea vivaz ni inteligente, sino porque tiene un buen pastor.

Estimado oyente, permítanos decirle que Jesús nos da vida eterna, y nunca pereceremos. Alguien podrá acusarnos de presunción. Pero no. No nos estamos jactando. Estamos reconociendo el poder de nuestro Pastor. Tenemos un Pastor maravilloso. El no perderá ninguna de Sus ovejas. Si comienza con cien, no terminará con noventa y nueve. Si una se pierde, irá a buscarla. Y así, ninguna de ellas perecerá.

Luego dijo que Él y el Padre son Uno. Y aquí, afirmó ser Dios, otra vez. Leamos los versículos siguientes, versículos 31 al 33, de este capítulo 10 de San Juan:

"Entonces los judíos volvieron a tomar piedras para apedrearlo. Jesús les respondió: Muchas buenas obras os he mostrado de mi Padre; ¿por cuál de ellas me apedreáis? Le respondieron los judíos, diciendo: Por buena obra no te apedreamos, sino por la blasfemia, porque tú, siendo hombre, te haces Dios."

Hay una cosa segura. En aquel entonces, aquellos que le oyeron comprendieron muy bien que Jesús se presentó como igual a Dios. Había presentado Sus credenciales. No había ninguna manera posible de negar Sus milagros. Sanó a miles de enfermos y no se podía negar la evidencia. Entonces le acusaron de blasfemia. Le acusaron de llamarse Dios. Y, ¿sabe usted que eso es exactamente lo que estaba haciendo? Continuemos con los versículos 34 al 38:

"Jesús les respondió: ¿No está escrito en vuestra Ley: Yo dije, dioses sois? Si llamó dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios (y la Escritura no puede ser quebrantada), ¿al que el Padre santificó y envió al mundo, vosotros decís: Tú blasfemas, porque dije: Hijo de Dios soy? Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis. Pero si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que conozcáis y creáis que el Padre está en mí y yo en el Padre."

La acusación que ellos lanzaron era que Jesús, siendo un hombre, se hacía Dios. Jesús entonces, les citó el Salmo 82, versículo 6, donde dice: "...Yo dije: Vosotros sois dioses, y todos vosotros hijos del Altísimo". Los hombres son llamados a ser los hijos de Dios, pero Jesús es Único, porque Él es el Hombre a quien el Padre ha santificado. Es el que ha sido consagrado. Es diferente a cualquier otro en el mundo. Porque fue enviado al mundo con una misión. Él está en el Padre y el Padre está en Él. Leamos ahora los versículos 39 al 42:

"Intentaron otra vez prenderlo, pero él se escapó de sus manos. Y se fue de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde primero había estado bautizando Juan, y se quedó allí. Muchos acudían a él, y decían: Juan, a la verdad, ninguna señal hizo; pero todo lo que Juan dijo de éste era verdad. Y muchos creyeron en él allí."

Juan el Bautista no hizo milagros, pero presentó un verdadero testimonio del Mesías. Jesús es el Mesías, el Cristo. Él era el que había de venir. "¿Qué piensa usted de Cristo?" Su respuesta será la manera de comprobar su posición personal. Uno no puede estar en lo correcto en cuanto a todo lo demás, a menos que primero esté en lo correcto en su forma de pensar acerca de Jesús. "¿Qué piensa usted sobre Cristo?" Si usted estimado oyente, es Su oveja, entonces oirá Su voz. Pero si no lo es, no le oirá, sino que la voz de Jesús será ahogada en el murmullo de voces que le hablan a usted. Sin embargo, a pesar de la confusión, a Sus ovejas les es posible oír al Hijo de Dios.

Y así concluimos nuestro estudio del capítulo 10 del evangelio según San Juan. Y llegamos ahora a

Juan 11:1-2

En este capítulo, Jesús resucitó a Lázaro de los muertos, en Betania. Quisiéramos hacer aquí una pausa para considerar el propósito y perspectiva del evangelio según San Juan.

En los primeros diez capítulos, Cristo se ha estado revelando a un círculo que cada vez mayor. Comenzó en las bodas de Caná donde se congregaron algunos invitados y también Sus discípulos. Y al describir el resultado de ese primer milagro de Jesús, las Escrituras dicen que Sus discípulos creyeron en Él. Al final de su ministerio, en la fiesta de los Tabernáculos y en la fiesta de Dedicación, la nación entera estaba delante de Él. Allí, Jesús se presentó al pueblo, pero fue rechazado. Rechazaron Sus obras, como relata el capítulo 5 de este evangelio, versículo 16. Rechazaron Sus palabras en el capítulo 8, versículo 58 y 59. Y vimos aquí en el capítulo 10 que acabamos de estudiar, en los versículos 30 y 31, que rechazaron Su persona. Este capítulo es como una especie de intermedio en el relato que hizo el evangelista. El ministerio público de Jesucristo había llegado a su conclusión y entonces Jesús se retiraba a un ministerio particular. Concentró Sus esfuerzos en los individuos, y ya no en alcanzar a la nación. Los eventos de este capítulo tuvieron lugar entre la fiesta de Dedicación y la Pascua durante algún tiempo, entre los meses de Diciembre y Abril.

Para nosotros, el estudio del evangelio de Juan, es como subir a un monte y cada capítulo nos eleva un poco más que el anterior. Recordemos que Juan nos explicó el motivo por el cual escribió este evangelio. En el capítulo 20, versículos 30 y 31 dijo: "Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre". Retrocediendo hasta el mismo principio del libro, leemos en 1:1 y 14: "En el principio era el Verbo, el Verbo estaba con Dios y el Verbo era Dios. Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros". Mientras que Jesús caminó entre nosotros como un hombre, esta gran tesis fue respaldada por milagros y discursos. Los judíos rehusaron creer que Jesús fuese el Hijo de Dios. Y Jesús entonces, les pidió que creyeran las obras que hacía. Por tanto, nosotros hacemos la pregunta suprema: ¿Tiene Cristo el poder para levantar a los muertos?

La pregunta de mayor importancia en cualquier religión, es aquella que tiene que ver con la muerte. Hay preguntas que tienen que ver con esta vida, pero el gran misterio, es la muerte. La vida también es un gran misterio, pero quedaría prácticamente sin sentido, si no hubiese una resurrección de los muertos. Entonces, la pregunta que hay que hacerle a cualquier religión, es si tiene poder sobre la muerte.

Muchos tratan de descartar lo milagroso de las Escrituras, incluyendo la resurrección corporal. Y no por motivos de erudición sino simplemente porque no creen en el hecho milagroso y sobrenatural. Hay personas actualmente que dicen querer una religión que esté involucrada con lo presente, en el aquí y el ahora, y no en el futuro. Creen que la esperanza de la resurrección es solamente para el más allá y prefieren una religión práctica, no teórica. Pero, estimado oyente, esto es lo que todos deseamos. Nosotros creemos en una esperanza que puede ser experimentada ¡ahora mismo!

Cristo nos ofrece muchos beneficios ahora mismo, pero el más grande de todos los beneficios, es la vida eterna. Es pues, muy práctico hacer la pregunta: ¿Resucitarán los muertos? La vida aquí es tan breve. Cualquiera que haya perdido un ser amado, sabe que la esperanza de la resurrección es una realidad muy práctica. Estimado oyente, si usted no tiene esta esperanza al encontrarse ante una tumba, seguramente estará abrumado por la melancolía y la tristeza.

Nos hemos dado cuenta que las sectas falsas y las religiones de hoy en día, ofrecen toda clase de argucias y pretensiones en cuanto a lo que ofrecen a sus adeptos, pero no hay ninguna de ellas que haya podido levantar a los muertos. Cuando Jesús sanó a los enfermos, era el cuerpo el que quedaba sanado. Cuando Jesús levantó a los muertos, fue el cuerpo el que fue resucitado. Muchas religiones prometen mucho para el presente, pero nada para el futuro. Sería como llevar a alguien en avión con un piloto novato que sabe cómo despegar y volar, pero que todavía no ha aprendido lo más difícil, cómo aterrizar. Estimado oyente, la gran esperanza de la fe cristiana es ¡la resurrección de los muertos!

Los evangelios nos cuentan de tres incidentes en los cuales Jesús resucitó a los muertos. Primero, tenemos el caso de la niña de doce años que acababa de morir. Este relato lo podemos encontrar en el evangelio según San Mateo, capítulo 9, versos 18 al 26. En Marcos, capítulo 5, versos 22 al 43. Y en el evangelio de Lucas, capítulo 8, versículos 41 al 56. Tenemos luego el caso del joven que era llevado al cementerio para ser sepultado, que se relata en Lucas, capítulo 7, versículos 11 al 15. Y entonces, en tercer lugar, encontramos el caso de Lázaro, un hombre ya mayor, que había sido sepultado y había estado muerto por cuatro días. Y éste lo encontramos aquí en el capítulo 11 de Juan, versículos 1 al 46. Y podemos observar que los que fueron levantados de los muertos pertenecían a todas las edades.

Permítanos ser más específicos aquí, y declarar que aunque es verdad que estos fueron levantados de los muertos, ésta no era la resurrección, en el más amplio sentido de la palabra. Lo que ocurrió entonces, fue más bien una restauración a la vida. Pero la resurrección misma, es un evento futuro que aún no se ha cumplido. El apóstol Pablo, confirma en qué consiste la resurrección, en su primera carta a los Corintios, capítulo 15, versículos 42 al 44, donde leemos: "Se siembra en corrupción, resucitará en incorrupción. Se siembra en deshonra, resucitará en gloria; se siembra en debilidad, resucitará en poder. Se siembra cuerpo animal, resucitará cuerpo espiritual". Los casos citados anteriormente fueron levantados de los muertos, pero a ninguno de ellos se les dio un cuerpo eterno. Todos tuvieron que enfrentar una vez más, la muerte. Pero Cristo representa los primeros frutos de una cosecha, es decir, el primero de aquellos que duermen. La resurrección de Jesús es la única verdadera resurrección. Una vez más, el apóstol Pablo en su primera carta a los Corintios, capítulo 15, versículo 23 nos dice: "Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida."

Nuestro Señor utilizó una variedad de métodos para hacer Sus milagros de sanidad. Pero Su método para levantar a los muertos siempre fue el mismo: ¡Hablarles! Les llamó y les habló como si le oyeran. Ahora, ¿Sabe usted por qué hizo eso? ¡Porque le oían! Creemos que cuando Él vuelva con su voz de mando, todos oiremos nuestros nombres, porque nos llamará de los muertos.

Comencemos este capítulo leyendo los primeros dos versículos de este capítulo 11:

"Estaba enfermo uno llamado Lázaro, de Betania, la aldea de María y de Marta, su hermana. (María, cuyo hermano Lázaro estaba enfermo, fue la que ungió al Señor con perfume y le secó los pies con sus cabellos)."

Era la aldea de María. Este relato fue escrito alrededor del año 90 D.C. y en aquel entonces todos sabían acerca de María, la que había ungido los pies de Jesús con perfume de nardo puro. La fragancia de aquel perfume todavía llena el mundo de los creyentes. Jesús dijo que el acto de devoción que ella realizó, sería recordado dondequiera que fuera predicado el evangelio. Opinamos que hay muchos humildes que están quebrando sus frascos de alabastro de perfume de nardo puro, y que tendrán más reconocimiento allá en el cielo, que muchas otras personas que reciben tanta publicidad aquí en la tierra. Dios, estimado oyente, mira las cosas desde un punto de vista diferente al nuestro, y Él es el que ha de juzgar con justicia todas las cosas.

Estos versículos pues, describen la escena en la casa de Marta. Antes, nuestro Señor Jesucristo, ya había estado allí de visita. Quizás usted recordará que en una de estas visitas, Marta se había afanado y se había sentido frustrada con muchos detalles, para preparar una cena al Señor. Y Jesús le había dicho que el sentarse a Sus pies para aprender de Él, como había hecho su hermana María, era mucho mejor que el afanarse y agobiarse con el trabajo.

Hay diferentes dones y capacidades. Algunas mujeres tienen un maravilloso don en cuanto al hogar. Éste es el llamado de muchas mujeres cristianas. Hay muchas otras también que tienen como su don, un ministerio fuera del hogar. Enseñan en la iglesia en clases bíblicas para niños y adultos. Otras desempeñan trabajos de asistencia social a favor de enfermos y necesitados. Pero recordemos que tanto la mujer que sirve en su hogar, como la que trabaja fuera del hogar en las más variadas ocupaciones profesionales, están sirviendo al mismo Señor. Y Dios recibe con agrado y dará la justa recompensa a estos esfuerzos, muchas veces ignorados o que pasan desapercibidos ante la sociedad, con que tantas mujeres responden al amor que Dios mostró hacia ellas en Su obra de salvación.

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