Estudio bíblico de Juan 14:5-15

Juan 14:5-15

Continuamos hoy estudiando el capítulo 14 del Evangelio según San Juan, y en nuestro programa anterior dejamos a Jesús animando a Sus discípulos, pues la sombra de la cruz se había proyectado sobre ellos y estaban embargados de tristeza. Acababa de decirles que iba a preparar un lugar para ellos en la casa del Padre, y que un día vendría a buscarles para llevarles allí con Él. En ese momento uno de ellos le hizo una pregunta. Y con ello damos comienzo a nuestro estudio Bíblico de hoy. Leamos el versículo 5 de este capítulo 14 del Evangelio de Juan:

"Le dijo Tomás: Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino?"

Allí se encontraba sentado Tomás, el que dudaba. Parece que Tomás siempre estaba haciendo preguntas y planteando dudas. Claro que nos alegramos de que él hubiera estado allí ese día, y que le hubiera hecho esta pregunta al Señor porque era una buena pregunta. Y a mí también me hubiera gustado habérsela hecho si hubiera estado allí presente. Si él no hubiera hecho esta pregunta, pues, tampoco habríamos tenido la maravillosa respuesta de Jesús, que fue una clara expresión del Evangelio, en pocas palabras. Leámosla en el versículo 6:

"Jesús le dijo: Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí."

El artículo en griego es un adjetivo. Jesús dijo: "Yo soy el camino". El no es simplemente una persona que muestra el camino, sino que Jesús, personalmente, es el camino. Ninguna iglesia ni ceremonia puede llevarnos a Dios. Sólo Cristo puede hacerlo. Él es el camino. O bien, tiene usted a Cristo, o no le tiene; o confía usted en Él, o no confía. Cristo es el camino, y también dijo que Él es la verdad. No dijo simplemente que nos hablaba la verdad, aunque sí la hablaba. Él establece las normas de la verdad, Él conduce al conocimiento de la verdad; ¡Y Él es la verdad, y es la vida! No sólo declaró que estaba vivo; Él es la fuente, el origen de la vida; desde el nivel vegetal más inferior de la vida, hasta el nivel espiritual más alto de la vida.

Luego el Señor dijo: "Nadie viene al Padre, sino por Mí". Y aquí Él hizo de todas las religiones, sectas, cultos e ismos, un callejón sin salida. Dijo que el único camino a Dios era Él mismo. Y ésta fue una declaración dogmática.

En cierta ocasión, un estudiante universitario que estaba conversando con un pastor evangélico, dijo que no le gustaba la Biblia porque estaba llena de dogmatismo. Y eso es cierto. El chico se refirió a este versículo y dijo: "¡Eso es dogmático!" Y en realidad lo es, amigo oyente, porque el dogmatismo, es decir, la aceptación de principios innegables es característico de la verdad. También los maestros en las escuelas son dogmáticos. Si no lo cree, pregúntele a sus hijos si son o no dogmáticos cuando explican los principios inalterables de las operaciones matemáticas. Estimado oyente, tenemos que reconocer que una de las características de la verdad es su dogmatismo.

Pero, por otra parte, es importante entender que todo dogmatismo no es verdad. Hay mucha ignorancia protegida por el dogmatismo. Sin embargo, aquello que es verdad es dogmático. Cuando yo le pido a alguien que me indique cómo llegar a algún lugar, no quiero que las indicaciones me las dé una persona que no esté segura de cómo llegar allí. ¿Sabe usted que millones de personas, por más de 2.000 años han estado viniendo a Cristo en base la declaración de Jesús "Yo soy el camino", y han comprobado que es correcta? Las ha conducido al cielo. ¿Por qué no la pone usted a prueba? El dijo que no hay otro camino para llegar al cielo, sino sólo por Él.

¿Es Cristo su Salvador hoy en día? ¿Confía usted en Él como su Salvador personal? Sólo Él le puede salvar. Todo lo que Cristo le pide que haga es que venga a Él. Si usted confía en Él, se salva; pero si no confía en Él, no se salva. Es así de simple y de claro, y es así de dogmático también.

Lo que ocurre es que cuando el hombre pecó en el huerto del Edén le sucedieron tres cosas: Primera, quedó muerto espiritualmente ante Dios; segunda, perdió su comunión con Dios; y tercera, perdió su conocimiento de Dios. Ahora Cristo dice que Él es el camino. Necesitamos la reconciliación, y eso es lo que Cristo ha hecho. Muchas personas creen que tienen que hacer algo, realizar algún esfuerzo, para poder ser reconciliados con Dios. Estimado oyente, Jesucristo ya lo ha hecho todo. Él es el camino, y Él es la verdad. Necesitamos el conocimiento y la iluminación; y el Espíritu Santo es el único que puede hacer eso. Lo hace tomando las cosas de Cristo y revelándonoslas. Cristo es la verdad, y es la vida. Todos estábamos espiritualmente muertos en delitos y pecados, y necesitábamos la regeneración. Cristo es el camino, y la verdad, y la vida. Él nos trae vida nueva mediante el nuevo nacimiento.

Permítanos decir aquí otra cosa más. Judas representa al diablo, porque el diablo entró en él y Judas fue vencido por el diablo. Simón Pedro, por su parte, fue vencido por su propia naturaleza y, confiando en ella, negó a nuestro Señor Jesucristo. Tomás había sido vencido por el mundo. Las consideraciones espirituales eran oscuras y no reales para Tomás. Es posible que estemos equivocados, pero creemos que Tomás empezó a comprender allí en el aposento alto. Creemos que era sabio en cuanto a las cosas de este mundo, y que era materialista. Había sido apóstol por tres años, pero todavía no comprendía las cosas espirituales. Jesús le dio esta maravillosa respuesta y abrió sus ojos a la realidad espiritual.

El Señor Jesús continuó hablando aquí en los versículos 7 y 8, de este capítulo 14 de Juan, y dice:

"Si me conocierais, también a mi Padre conoceríais; y desde ahora lo conocéis y lo habéis visto. Felipe le dijo: Señor, muéstranos el Padre y nos basta."

Felipe era un individuo muy tranquilo; lo opuesto al locuaz Pedro. Creemos que Felipe habló muy rara vez. Tenía un nombre griego y algunos creen que era griego, y bien pudo haberlo sido, pero también pudo haber sido un judío con nombre griego. Felipe era un hombre extraordinario, porque cada vez que le vimos en el relato, estaba trayendo a alguien a Jesús. Usted recordará que él fue quien trajo a Natanael. Felipe era una persona de pocas palabras, mientras que Natanael siempre tenía algo ocurrente que decir. Felipe era el hombre serio, mientras que Natanael era más bien humorista. Pero aquel Felipe tranquilo fue quien trajo a los hombres a Jesús. Recordemos que los griegos vinieron a él diciendo que querían ver a Jesús. Y aquí, en este versículo 8 de Juan 14, Felipe expresó la ambición más alta que pudo tener un hombre, el deseo más noble expresado por una persona en toda la Biblia: "Señor, muéstranos el Padre."

Estimado oyente, permítanos hacerle una pregunta personal. ¿Cual es el deseo de su vida? ¿Cuál es su meta final? ¿Quiere usted enriquecerse? ¿Quiere labrarse un nombre y una posición por sí mismo? ¿Quiere educar a sus hijos? ¿Quiere criarlos en la disciplina y en la instrucción del Señor? Nuestras metas pueden ser dignas. Sin embargo, la meta más alta y noble es la que expresó Felipe, es decir, el deseo de ver a Dios. Ahora notemos la respuesta que Jesús le dio a Felipe aquí en el versículo 9:

"Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre?"

Felipe sabía por las Escrituras del Antiguo Testamento que Moisés había visto la gloria de Dios y que Isaías tuvo una visión de la gloria de Dios. No creemos que debamos interpretar la respuesta de Jesús como un reproche para Felipe. Jesús le dijo que había hecho muchos milagros. Y aunque Felipe no había visto la gloria de Dios como la vieron Moisés e Isaías, había visto a Jesús, había oído Sus palabras y presenciado Sus obras. Todo lo que Felipe quería ver, ya lo había visto en Jesucristo. Había visto a Dios, porque en Cristo había una mayor y más completa revelación de Dios que cualquier revelación dada en el Antiguo Testamento. Felipe tuvo la más grande revelación de Dios porque él le había visto encarnado, como un ser humano, y había estado con Él por tres años. Recordemos que el autor de la carta a los Hebreos dijo en 1:3 de esa carta, que Jesús es "el resplandor de Su gloria, y la imagen misma de Su sustancia...". Y aquí, en este versículo 9, de Juan 14, Jesús le dijo a Felipe: "El que me ha visto a mí, ha visto al Padre."

Estas palabras no quieren decir que uno está viendo la persona idéntica, sino que significan que uno ve al Padre en Su poder, en Su carácter, y en Su amor. En el 4:24 de este Evangelio de Juan, Jesús le dijo a la mujer samaritana: "Dios es espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que le adoren". De la misma manera, al comienzo de este Evangelio, en el 1:18, Juan dijo que "A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer". Es a Jesucristo a quien vemos. Vamos a pasar toda la eternidad con Él. Para aquellos que le amamos, la meta de nuestras vidas es conocerle cada vez más. ¿No cree usted que es de vital importancia que usted venga a conocerle? En el versículo 10 de este capítulo 14 de Juan, el Señor Jesús continuó hablándole a Felipe y le dijo:

"¿No crees que yo soy en el Padre y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre, que vive en mí, él hace las obras."

El Señor Jesús aquí destacó el testimonio de Sus palabras y de Sus obras. Eran lo mismo. Lo uno era igual a lo otro. Él era perfectamente coherente. En cambio, nuestro problema es hacer que nuestras palabras y nuestras obras coincidan. Hacemos grandes declaraciones y expresamos testimonios notables, pero ninguno de nosotros vive una vida perfecta. Es por este motivo que cada cristiano debiera dedicar un tiempo para la confesión. Como vimos en el capítulo 13, Jesús dijo que Él tenía que lavarnos para que pudiéramos tener comunión y compañerismo con Él. Son demasiados los cristianos que pierden su comunión con Dios porque creen que son buenos creyentes, pero sus palabras y sus obras no son coherentes. Es necesario confesar esa situación...

¿Se ha fijado usted alguna vez que el Señor Jesús nunca apeló a Su propia mente ni a Su propia voluntad para tomar una decisión? Él dijo: "Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que vive en Mí, Él hace las obras". Cuando Jesús hablaba, expresaba la voluntad del Padre. Todas Sus obras emanaban de la voluntad del Padre. Por lo tanto, le dijo a Felipe que cuando él oía las palabras de Jesús, estaba oyendo las palabras del Padre, y cuando veía las obras de Jesús, estaba viendo al Padre obrando por medio de Jesús.

Usted habrá observado que Jesús tuvo interrupciones durante Su discurso. Primero fue Pedro, y luego Tomás, y a continuación, Felipe. Pero Jesús continuó pronunciando Su discurso hasta el versículo 22, donde sería interrumpido nuevamente. Continuemos, pues, con el versículo 11 de este capítulo 14 de San Juan.

"Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí; de otra manera, creedme por las mismas obras."

Jesús dijo que si Sus palabras no podían hacer que creyeran, entonces Sus obras debían conducirles a la fe. Continuemos leyendo el versículo 12:

"De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él también las hará; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre."

Cuando nuestro Señor estuvo aquí en esta tierra, hizo grandes obras y milagros. Estos apóstoles hicieron los mismos milagros. Sanaron a los enfermos y levantaron a los muertos. Con todo, Jesús dijo que aquellos que creyesen en Él harían mayores obras. ¿Cuál es la obra mayor que harían?

En el día de Pentecostés, Simón Pedro, que había negado a Jesús en la noche en que fue arrestado, predicó un sermón, y 3000 personas creyeron en el Señor. Pensamos en los hombres que a través de los años han dedicado sus vidas para alcanzar a hombres, mujeres y niños para Cristo. Pensamos en los misioneros que han ido a tantos países del mundo predicando a un Salvador crucificado, resucitado, glorificado y que vendrá otra vez, a fin de que los que oigan puedan aceptar a Cristo y nacer a una nueva vida. Ése es un milagro mayor que el de sanar a los enfermos. ¿No le parece? ¿Qué es mejor: sanar el alma o sanar el cuerpo? Cuando el Señor Jesucristo estuvo en la tierra, hizo el milagro de levantar los cuerpos físicos de los seres humanos, pero nosotros tenemos el privilegio de predicar a Jesucristo para que las personas, en cuerpo y alma, puedan vivir eternamente. El logro supremo es traer a los hombres y a las mujeres a una correcta relación con Dios.

¿Cómo se harían estas obras mayores? El Señor Jesucristo dijo aquí al final del versículo 12: "porque yo voy al Padre". Era Jesucristo mismo quien todavía estaba obrando, pero hoy Él está actuando lo hace por medio de instrumentos humanos. Obra a través de la naturaleza humana, frágil como el barro. Pero así es como Él obra hoy en día. Me asombro de que me sea posible entregar un mensaje bíblico por radio, y que haya quienes vengan a Cristo. Estimado oyente, ¡eso es mayor! Si Jesucristo estuviera aquí hablando a las personas, tal evento sería una gran obra; pero cuando Jesucristo nos toma a usted y a mí y obra por medio de nosotros para alcanzar a otras personas, ¡ésa es una obra mayor!

¿Se ha fijado usted con cuánta frecuencia Jesús habló de Su Padre? Encontramos veinte referencias al Padre en este pasaje, y es siempre el Señor Jesús quien le menciona. Leamos ahora los versículos 13 y 14 de Juan, capítulo 14:

"Todo lo que pidáis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo pedís en mi nombre, yo lo haré."

El continuó diciendo que estas obras mayores serían el resultado de la oración. Desafortunadamente, la evangelización por medio de la oración está descuidada en nuestro tiempo. El Señor dice aquí: "Y todo lo que pidáis al Padre en mi nombre, lo haré..."

Estos versículos han sido con frecuencia mal entendidos. Muchas personas se han aferrado a estos versículos, tomándolos en su significado literal. Dicen que han orado, pero que Dios simplemente no ha contestado su oración. Luego preguntan que pudo andar mal. Bueno, lo que ocurre es que están leyendo algo en el versículo que en realidad no está allí. Necesitan continuar leyendo. Todo esto forma parte de un solo conjunto. Leamos el versículo 15:

"Si me amáis, guardad mis mandamientos."

Consideremos lo que estos tres versículos dicen. ¿Qué significa pedir en el nombre de Cristo? Orar con el respaldo de Su persona significa colocarse en Su lugar. Significa estar completamente identificados con Él, y unidos a Cristo. Significa que usted y yo imploramos los méritos de Su bendito Hijo cuando nos hallamos ante Dios. No tenemos ningún mérito ni ninguna posición propia ante Dios. Él no oye mi oración porque yo soy quien soy. El no oye su oración porque usted es quien es. Él oye nuestras oraciones cuando se elevan en el nombre de Cristo. Ésta no es simplemente una frase que pegamos como una etiqueta al fin de la oración, terminando con las palabras: "en el nombre de Jesús". Orar en Su nombre es presentar la oración en los méritos de Jesús y para Su gloria.

"Lo haré, - dijo Jesús, en el versículo 13, - para que el Padre sea glorificado en el Hijo". Una oración que permita que la gloria de Dios se manifieste en el Hijo, es una oración que con toda seguridad Él contestará. Así, cuando oramos en el nombre de Jesús y para la gloria de Dios, no estamos orando de forma egoísta para nosotros mismos; estamos orando para Él. Estamos orando para que la gloria del Padre sea manifestada en el Hijo.

La eficacia de nuestra oración también depende de nuestra obediencia a Cristo. Esta promesa fue dada a aquellos que le aman, y la evidencia de su amor es la obediencia a Sus mandamientos. El amor será demostrado por la obediencia a Cristo. Un cristiano indisciplinado no puede decir que ama al Señor Jesús. Y terminamos hoy examinándonos a nosotros mismos, y reflexionando sobre las oraciones que habitualmente dirigimos a Dios, con las siguientes preguntas, que nos hacemos a nosotros mismos, y que también le dirigimos a usted. Estimado oyente. ¿Cómo le está yendo a Ud. con este Tema de la oración? ¿Ama Ud. al Señor Jesús? ¿Está Ud. obedeciendo Sus mandamientos porque le ama? Y cuando usted le pide algo a Dios, ¿lo hace colocando la gloria de Dios y Su Voluntad como máxima prioridad? Si la respuesta es afirmativa, entonces puede usted acercarse con confianza a la presencia de Dios. Y ya puede darle las gracias, porque la respuesta divina será lo mejor que Dios tiene para usted.

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