Estudio bíblico de Juan 16:8-33

Juan 16:8-33

Continuamos hoy considerando este discurso de Jesús, aquí en el capítulo 16 del evangelio según San Juan. Y en nuestro programa anterior, llegamos hasta el versículo 7 donde Jesús les dijo a Sus discípulos, que era conveniente que Él se fuese. Y decíamos que podría haber varios motivos por los cuales era conveniente que Jesús se fuera. Pero mencionamos dos en particular. Un motivo fue Su propósito. Jesús vino al mundo para morir, como Él mismo dijo en Marcos 10:45: "Porque el Hijo del hombre, no vino para ser servido, sino para servir y para dar Su vida en rescate por muchos."

Ahora, cuando esto ocurrió, entonces Él volvió al Padre, porque había terminado la obra para la cual había sido enviado. Por este motivo era mejor que se fuera. Después, mencionamos el segundo motivo y fue que cuando Él vino a esta tierra, se hizo hombre. Dios es Omnipresente, pero Jesús se limitó asumiendo un cuerpo humano. Y eso significaba, por ejemplo, que cuando Él estaba en Galilea, no le era posible estar en Betania a la vez. María y Marta reconocieron esto cuando dijeron que, "si hubiera estado allí, su hermano Lázaro no habría muerto."

Por eso les dijo que enviaría al Espíritu Santo. El Espíritu Santo estaría en todo lugar. Está hoy aquí mismo conmigo, así como está con usted, allí donde se encuentra. Jesús dijo que esto nos convenía. Enviaría al Espíritu, el Consolador, quien vendría a nosotros y estaría en nosotros. Y cuando viniese el Espíritu Santo, desempeñaría varios ministerios. Leamos los versículos 8 al 11 de este capítulo 16 de San Juan:

"Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. De pecado, por cuanto no creen en mí; de justicia, por cuanto voy al Padre y no me veréis más; y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado."

La palabra griega para "convencerá" es "elegcho", que significa "probar la culpabilidad". Y esta palabra, que era un término legal, se usa unas 23 veces en el relato de Platón titulado "el juicio de Sócrates". Cuando el Espíritu Santo viniese, Él probaría la culpabilidad del mundo, así como un juez, o un abogado fiscal, produce evidencia para convencer al juez y a los miembros del jurado, de la culpabilidad de un acusado. El Espíritu de Dios, quiere producir evidencia en el corazón suyo y en el corazón mío, para traernos a esa convicción, y a una actitud de tomar una decisión. Debe haber convicción, antes de que podamos tener fe y confiar en Jesucristo.

En el ministerio presente del Espíritu Santo en el mundo "Convencerá al mundo de pecado", y nuestro Señor explicó lo que eso significaba. Él dijo: "De pecado, por cuanto no creen en mí". Ahora, ¿Cuál es el pecado más grande en todo el mundo? ¿Quiénes son los pecadores más grandes en esta era? Ya hemos visto algunos perversos. ¿Verdad? Toda edad ha tenido sus hombres malvados.

La condición de incredulidad, es muy grave y no hay remedio si una persona rehúsa aceptar a Cristo. Si usted estimado oyente, no confía en Él, está perdido. Es así de sencillo y de importante. Ésta es una decisión que cada persona tiene que tomar. El ser humano de nuestro tiempo, quienquiera que sea, si rechaza a Jesucristo, delante de Dios es el pecador más grande. Recuerde usted que Jesús dijo en el 15:22 de este evangelio de Juan: "Si yo no hubiera venido, ni les hubiera hablado, no tendrían pecado; pero ahora no tienen excusa por su pecado". Estimado oyente, todos los que han escuchado el evangelio, son responsables de su decisión en cuanto a Jesucristo. Rechazar a Jesucristo es un pecado.

En segundo lugar, dijo el Señor que el Espíritu Santo: "convencerá al mundo de justicia". En Romanos 4:25, el apóstol Pablo dijo que Jesucristo: "fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación". Jesucristo volvió al Padre porque había terminado Su obra aquí. Cuando murió en la cruz, murió una muerte de juicio. Llevó mi culpa y la culpa suya, y murió en nuestro lugar. Fue entregado por nuestra transgresión. Pero fue levantado para nuestra justificación. No sólo han sido restados nuestros pecados, sino que también Su justicia nos ha sido sumada, añadida. Eso es de suma importancia porque usted y yo necesitamos justicia. No es suficiente tener los pecados perdonados. No podemos estar ante la presencia de Dios, si no somos nada más que unos pecadores perdonados.

Para poder estar en la presencia de Dios, estimado oyente, necesitamos justicia. El apóstol Pablo dijo en su carta a los Filipenses 3:8 y 9: "... para ganar a Cristo, y estar en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la obediencia a la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe". Si hemos de tener alguna posición delante de Dios, debemos estar unidos a Cristo, y Él es nuestra justicia. O tenemos tanto derecho en el cielo como tiene Cristo mismo, o no tenemos en absoluto ningún derecho de estar allí. Él fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para declararnos justos.

Ahora, en tercer lugar, dijo el Señor que el Espíritu Santo: "convencerá al mundo de... juicio". ¿Significa esto que el juicio vendrá algún día? Según este versículo, la respuesta es que no. El príncipe de este mundo, Satanás, ya ha sido juzgado. Es difícil para muchos creyentes comprender que vivimos en un mundo ya juzgado. Uno oye decir a muchos que se arriesgarán. Se portan, como si todavía estuvieran siendo juzgados. Estimado oyente, esto no es así. Dios ya ha declarado que usted es un pecador perdido, y ya le ha juzgado. En la carta a los Romanos 6:23, el apóstol Pablo dijo: "Porque la paga del pecado es muerte, pero la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro". Vivimos en un mundo que ya ha sido juzgado, y que se encuentra en la misma situación en que está el reo en el corredor de la muerte, esperando la ejecución. El fallo judicial contra todos nosotros es: "condenado", porque todas nuestras justicias son como trapos sucios delante de Dios. Si nos presentamos ante de Dios en nuestra suciedad, tendremos vergüenza y también veremos cuán culpables somos.

Recuerde usted que el apóstol Pablo razonó con el anciano Félix sobre el juicio venidero. Y esto le asustó. Y estimado oyente, a muchas personas hoy, no les gusta que les hablen de ello. Y se ofenden mucho ante esa realidad. El mundo perdido aborrece muchas cosas en cuanto a Dios. Por ejemplo, Su Omnipotencia y Su dirección del universo. No aceptan que este sea el universo de Dios y que Él lo controle a Su manera. No les agrada que Dios salve por la gracia, y que el hombre ya haya sido declarado perdido. El príncipe de este mundo ha sido juzgado ya. Éstas eran, pues las tres cosas de las cuales el Espíritu Santo convencería al mundo.

Continuemos leyendo los versículos 12 al 14 de Juan 16:

"Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar. Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad, porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oiga y os hará saber las cosas que habrán de venir. Él me glorificará, porque tomará de lo mío y os lo hará saber."

Estimado oyente, no lo sabemos todo. Tampoco podemos absorberlo todo. Debemos seguir creciendo en la gracia y en el conocimiento de Él. Ahora, ¿Cómo hacemos esto? No solamente leyendo la Biblia. También hay que considerar que El Espíritu Santo debe ser nuestro Maestro cuando la leemos.

El Espíritu de Dios es el Espíritu de verdad. Jesús dijo: "Él os guiará a toda la verdad". Guiaba a los apóstoles así como el Señor dijo que les guiaría, y hallamos estas verdades en las cartas del Nuevo testamento. El Espíritu de Dios vino a estos hombres en el día de Pentecostés y les guió a la verdad, tanto en su predicación como en sus escritos.

Podemos ver cómo esto se cumplió en los apóstoles. El ministerio del Espíritu Santo ha sido el de completar la enseñanza del Señor Jesucristo. Las cartas de los apóstoles glorifican a Cristo y le muestran como la Cabeza de la Iglesia. Hablan de Su segunda venida para establecer Su reino. Así pues, esas cartas son el desarrollo de la persona y el ministerio de Cristo. También cuentan las cosas que han de venir, y ciertamente el libro del Apocalipsis cumplió esa función.

Observemos los siete pasos que tenemos aquí, sobre la acción del Espíritu Santo en el creyente: (1) el Espíritu Santo, el Espíritu de verdad, ha venido; (2) El guiará a toda la verdad; (3) no hablará por su propia cuenta; (4) dirá todo lo que oiga; (5) hará saber las cosas que van a suceder; (6) dará la gloria y la honra a Jesús; y (7) recibirá lo que es de Cristo y lo dará a conocer.

Puesto que se nos han expuesto estos pasos que resumen la obra del Espíritu Santo, tenemos una manera de poner a prueba lo que oímos y leemos. Él nos guiará a toda la verdad mediante la Palabra de Dios. Jesús dijo que el Espíritu Santo no hablaría por Su propia cuenta. Ahora, alguien podría preguntar: ¿cómo se sabe cuando el Espíritu Santo está actuando en una situación determinada? Bien, el Espíritu Santo está obrando cuando se está dando a Cristo la gloria y la honra. Estimado oyente, si usted asiste a una reunión o a una sesión de estudio bíblico y usted, espiritualmente hablando, siente la presencia del Señor Jesucristo, y Él hace que ésta sea una experiencia real de su maravillosa persona, entonces se trata de la acción del Espíritu Santo. Por eso Jesús dijo: "Él me honrará y glorificará". Pasemos ahora al versículo 15, de este capítulo 16 de San Juan:

"Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío y os lo hará saber."

Una vez más, el Señor Jesús se presentó como igual a Dios. Lo que tiene el Padre, Jesús lo tiene. Al decir: "recibirá de lo que es mío" quiere decir que tomará las cosas de Dios y nos las revelará. Sólo Él puede hacer eso. El apóstol Pablo dijo en 1 Corintios 2:9 y 10: "... Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman. Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu...". Estimado oyente, el Espíritu es el que escudriña lo profundo de Dios, y sólo Él nos lo puede revelar. Lo que el Padre tiene, el Hijo tiene, pero es el Espíritu, el que tomará estas cosas y nos las revelará. Ahora, el versículo 10 dice:

"Todavía un poco y no me veréis, y de nuevo un poco y me veréis, porque yo voy al Padre."

Ahora, ¿Qué quiso decir Jesús con esto? Quiso decir que sería detenido y que ellos, es decir, sus discípulos, serían dispersados como ovejas y apartados de Él. Él sería crucificado y sepultado, y por tanto estaría ausente un poco de tiempo, y no le verían. Al tercer día resucitaría, regresaría y podrían verle nuevamente. A nosotros nos es posible comprender eso, y tiene un significado más completo, más rico, y más profundo para nosotros en la actualidad. Pero observemos lo que ocurrió con Sus discípulos. Leamos los versículos 17 al 20 de este capítulo 16 de Juan:

"Entonces algunos de sus discípulos se decían entre sí: ¿Qué es esto que nos dice: Todavía un poco y no me veréis, y de nuevo un poco y me veréis; y porque yo voy al Padre? Decían, pues: ¿Qué quiere decir con: Todavía un poco? No entendemos lo que dice. Jesús comprendió que querían preguntarle, y les dijo: ¿Preguntáis entre vosotros acerca de esto que dije: Todavía un poco y no me veréis, y de nuevo un poco y me veréis? De cierto, de cierto os digo que vosotros lloraréis y lamentaréis, y en cambio el mundo se alegrará; pero aunque vosotros estéis tristes, vuestra tristeza se convertirá en gozo."

Ellos no sabían exactamente lo que Jesús quería decir. Debía transcurrir aquel período breve de tiempo mientras estuvo en el sepulcro, es decir, aquellos tres días. Pero luego, debía pasar otro rato porque iría al Padre. Pero prometió no dejarles huérfanos. Estaría con ellos y con nosotros por medio del Espíritu Santo, quien tomaría las cosas de Cristo y las convertiría en una realidad para ellos y todos los creyentes. Y es en ese tiempo, estimado oyente, en que usted y yo vivimos. Ya han transcurrido 2000 años, y durante ese período de tiempo, el Espíritu de Dios ha revelado estas cosas a multitudes de personas. Muchísimos creyentes han soportado burlas, tristezas, sufrimiento, torturas y el martirio. Él ha permitido que ellos pasasen por esas durísimas experiencias. Pero toda tristeza se transformará en gozo y alegría. Continuemos leyendo los versículos 21 y 22 de este capítulo 16 de Juan:

"La mujer cuando da a luz tiene dolor, porque ha llegado su hora; pero después que ha dado a luz a un niño, ya no se acuerda de la angustia, por el gozo de que haya nacido un hombre en el mundo. También vosotros ahora tenéis tristeza, pero os volveré a ver y se gozará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestro gozo."

No sabemos dónde se encuentra, ni quién es, pero si usted estimado oyente, ha aceptado a Jesucristo como su Salvador personal, usted es hijo de Dios. Si está pasando por alguna tristeza y tiene lágrimas en sus ojos, o acaso tiene el corazón quebrantado por algún dolor, no se desanime, porque la noche del sufrimiento pasará y por la mañana llegará la alegría. Él traerá gozo a su vida. Creemos que cuando lleguemos a Su presencia y reflexionemos sobre esta vida, si acaso fuese posible tener algún remordimiento, será porque, por no habernos declarado a favor de Él, no sufrimos más por El. Y la alegría por estar en Su presencia será mucho mayor que cualquier tristeza que suframos aquí. Continuemos ahora con los versículos 23 y 24, de este capítulo 16 de San Juan:

"En aquel día no me preguntaréis nada. De cierto, de cierto os digo que todo cuanto pidáis al Padre en mi nombre, os lo dará. Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea completo."

Ésta fue la tercera vez que Jesús habló en cuanto al orar en Su nombre. Ya hemos visto lo que significa permanecer en Él, u obedecerle. Al orar, no se puede simplemente pronunciar Su nombre de forma rutinaria, al fin de una petición, y esperar recibir lo que se pide. Ésa no era la actitud que se desprendía de Sus palabras.

Recuerde que estos discípulos nunca habían orado al Padre en el nombre de Jesús. Usted y yo hoy en día, debemos orar a Dios el Padre en el nombre de Jesús. Quizá alguien preguntará si no podemos orar a Jesús directamente. Creemos que está bien, si es que quiere orar a Él. Pero, ¿por qué se priva usted de un intercesor? Él está allí a la derecha de Dios orando por usted. Es por eso que debemos orar al Padre en el nombre de Jesús. Leamos ahora los versículos 25 al 27:

"Estas cosas os he hablado en alegorías; la hora viene cuando ya no os hablaré en alegorías, sino que claramente os anunciaré acerca del Padre. En aquel día pediréis en mi nombre, y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros, pues el Padre mismo os ama, porque vosotros me habéis amado y habéis creído que yo salí de Dios."

Dice aquí: "La hora viene". Ya se acercaba la crucifixión, la hora de la redención, para la cual Él había entrado en el mundo. Después de pasar aquella hora, orarían al Padre en el nombre de Jesús. Y Jesús estaba tratando de enseñarles que el Padre no ejercía una autoridad áspera, dura, poco dispuesta a contestar la oración. Estaba diciendo, en realidad, "Si creéis que me es necesario pedir al Padre que sea bondadoso y generoso con vosotros, estáis equivocados. Porque el Padre mismo os ama. No es necesario que yo le pida que os ame. Ya os ama. No es difícil llevarse bien con el Padre. Os ama y es por ese motivo que contestará la oración que le dirijáis en mi nombre". Dios quiere hoy oír y contestar nuestras oraciones. Pero éstas deben brotar de un corazón que ama a Cristo y está en una relación de comunión y compañerismo con Él, y en una actitud de obediencia. Continuemos ahora con el versículo 28:

"Salí del Padre y he venido al mundo; otra vez dejo el mundo y regreso al Padre."

Generalmente se considera a Juan 20:30 y 31 como el versículo clave del evangelio de San Juan. Pero junto a ese pasaje me agradaría colocar este versículo que acabamos de leer. El Hijo eterno vino a la tierra con un sólo propósito - redimir a los seres humanos. Cuando Su misión se realizó, volvió al Padre. Éste es el movimiento de la acción en el evangelio de Juan. El escritor ha dado una descripción triste y dramática acerca de la persecución venidera, pero concluyó el capítulo con victoria. ¡Y la victoria de Él, es nuestra victoria!

Este versículo es más grande que Belén; es más ancho que el espacio. Se proyecta hasta la eternidad, más allá de los límites del espacio, hacia el mismo trono de Dios. Después habló de esos breves momentos que pasó con los Suyos. Vino desde la eternidad y volvió a la eternidad. Leamos ahora los versículos 29 y 30 de este capítulo 16 de Juan:

"Le dijeron sus discípulos: Ahora hablas claramente y ninguna alegoría dices. Ahora entendemos que sabes todas las cosas y no necesitas que nadie te pregunte; por esto creemos que has salido de Dios."

Debemos comprender claramente que el Señor Jesús era Dios manifestado en la carne. Los discípulos llegaron entonces al punto del convencimiento. Estaban convencidos de los hechos. Vieron que Él había venido del Padre y que había venido al mundo. Él era el Mesías, era el Salvador que alegaba ser. Todavía no comprendían el trance amargo de la muerte por la cual debía pasar, y luego la puerta de la resurrección y de la ascensión, para volver a la gloria del Padre. Todavía no lo comprendían. Pero, en realidad estimado oyente, ¿hasta qué punto lo comprendemos nosotros, después de 2.000 años? Leamos ahora los versículos finales, versículos 31 y 32.

"Jesús les respondió: ¿Ahora creéis? La hora viene, y ha venido ya, en que seréis esparcidos cada uno por su lado y me dejaréis solo; pero no estoy solo, porque el Padre está conmigo."

Se acercaba la hora en que todos estos hombres se dispersarían. Le abandonarían; pero aún así, Él no estaba solo "porque el Padre - dijo Él, - está conmigo". Éste es uno de los grandes misterios. Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, como dijo el apóstol Pablo en 2 Corintios 5:19. Y también es igualmente cierto, que en la cruz, Jesús clamó a gran voz diciendo: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?" (Marcos 15:34), que es una cita del Salmo 22 y allí mismo se incluye la explicación. El Salmo 22:3 dice: "Pero Tú eres santo, Tú que habitas entre las alabanzas de Israel". Es que Jesucristo fue hecho pecado por nosotros. Y hubo como una rasgadura en la Deidad, como también la hubo en el velo del templo, cuando Cristo murió. Sin embargo, en aquel momento, en Cristo, Dios estaba reconciliando consigo mismo al mundo.

Éste es un misterio que la mente humana no puede comprender. No tenemos estimado oyente, la suficiente inteligencia como para comprender la redención que Jesús logró en la cruz. No es extraño que Dios envolviera la cruz en el manto de la noche, como si dijera: "nunca le será posible a nadie entrar en lo que tiene lugar aquí". Creemos que por toda la eternidad, usted y yo, estimado oyente, estaremos continuamente comprendiendo algo nuevo y maravilloso en cuanto a la muerte del Señor Jesús por nosotros. Leamos finalmente, el versículo 33:

"Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción, pero confiad, yo he vencido al mundo."

El hijo de Dios, puede conocer la paz en esta vida porque la paz se halla únicamente en Cristo y no en otro lugar. Luego, el Señor advirtió: "En el mundo tendréis aflicción". Nuestro Señor lo expresó claramente. No hay paz en el mundo, sino conflictos y dificultades. Cristo tenía razón ¿verdad? Pero, ¡Él ha vencido al mundo! ¡Y la victoria de Él es nuestra victoria! Cuando usted y yo aprendamos a identificarnos con Él y lleguemos a tener una relación íntima con Él, comenzaremos a experimentar la paz de Dios en nuestros corazones y confiaremos verdaderamente. Y a pesar de las dificultades, en nuestras vidas habrá paz y alegría.

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