Estudio bíblico de Deuteronomio 2:7-4:12

Deuteronomio 2:7-4:12

Continuamos estudiando hoy el capítulo 2 de Deuteronomio. Y en nuestro programa anterior, hablábamos de "el cuidado de Dios por Su pueblo en el desierto". Y vimos en los versículos 4 y 5 de este capítulo 2, cómo Dios les dijo a los israelitas claramente, que no podían tocar la posesión de Esaú. En Génesis, capítulo 36, aprendimos que Esaú vivía en Seir y que Esaú era Edom. Jacob había recibido la primogenitura y recibió la promesa de que sus descendientes tendrían la tierra prometida. Esaú por su parte, se fue a Seir y estaba claro que Dios había dado esa parte al pueblo de Esaú como posesión. Ahora, aquí hay una lección también para las naciones hoy en día. Dios ha prefijado los límites de las naciones, como lo dice el apóstol Pablo, allá en el libro de los Hechos de los apóstoles, capítulo 17, versículo 26, hablando a los atenienses, y les dice: "Y de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra; y les ha prefijado el orden de los tiempos, y los límites de su habitación". Muchas guerras han estallado a causa de que los límites de las naciones no se han respetado.

Otra lección que debemos aprender es que Dios siempre cumple Sus promesas. Aun a un pueblo tal como el pueblo de Esaú. Dios permanece fiel a Su Palabra. Continuemos ahora con el versículo 7 de este capítulo 2 de Deuteronomio:

"Porque el Señor, tu Dios, te ha bendecido en todas las obras de tus manos; él sabe que andas por este gran desierto, y durante estos cuarenta años el Señor, tu Dios, ha estado contigo sin que nada te haya faltado."

Tenemos aquí una visión de conjunto que abarcaba todos esos cuarenta años. Dios conocía todas sus pruebas y dificultades. Sin embargo, Moisés pudo decir de veras, "y nada te ha faltado". Fue el mismo caso de David que, cuando reflexionó sobre su vida, pudo decir en el Salmo 23:1 "El Señor es mi pastor; nada me faltará". ¿Cómo le fue posible decir eso? ¡Pues, porque a él jamás le había faltado nada! Dios no nos promete los lujos de la vida, pero Dios provee para las necesidades de la vida. Y hará eso con usted y también conmigo, estimado oyente. Y pasemos a considerar ahora

El cuidado de Dios por otras naciones

Hemos visto ya cómo Dios protegió los límites de Esaú. Y vemos que hizo lo mismo con las otras naciones. Leamos el versículo 9 de este capítulo 2 de Deuteronomio. Dijo Moisés:

"Entonces el Señor me dijo: No molestes a Moab ni le hagas la guerra, pues no te daré posesión de su tierra, porque yo he dado a Ar como heredad a los hijos de Lot."

Pasando ahora al versículo 19, donde leemos:

"Y cuando te acerques a los hijos de Amón, no los molestes ni pelees con ellos, pues no te daré posesión de la tierra de los hijos de Amón, porque a los hijos de Lot la he dado como heredad."

Los hijos de Israel se enfrentarían con gigantes en la tierra, pero Dios les animó mostrándoles que para poder conquistar su tierra, Esaú también tuvo que destruir a los gigantes llamados horeos, como vemos aquí en el versículo 22, donde dice:

"como hizo el Señor con los hijos de Esaú que habitaban en Seir, delante de los cuales exterminó a los horeos; aquellos desalojaron a éstos y habitaron en su lugar hasta hoy."

Y los hijos de Amón para poder poseer su tierra, también tuvieron que conquistar a los gigantes, los cuales llamaban "zomzomeos" como vemos aquí en el versículo 20, donde dice:

"Por tierra de gigantes fue también ella tenida; habitaron en ella gigantes en otro tiempo, a los cuales los amonitas llamaban zomzomeos."

Al parecer había naciones enteras de gigantes en aquellas tierras. Veamos ahora

La conquista de Transjordania

Leamos el versículo 24 de este capítulo 2 de Deuteronomio:

"Levantaos, salid, y pasad el arroyo Arnón. Yo he entregado en tus manos a Sehón, rey de Hesbón, el amorreo, y a su tierra. Comienza a tomar posesión de ella y entra en guerra con él."

Los israelitas rodearon las tierras de Moab y a Amón. Sin embargo, Dios les dijo que no tomaran posesión de su tierra. Estas naciones les vendieron comida y bebida. Pero Dios les dijo que cuando pidieran a Sehón el amorreo que él les permitiera hacer lo mismo, éste no les dejaría pasar. Por eso, no debían tener miedo de pelear y conquistarlo.

Dios le permitiría a Israel conquistar y poseer la tierra que había pertenecido anteriormente a los moabitas. Los amorreos, bajo el liderazgo de Sehón habían expulsado a los moabitas de esta zona y habían conquistado su territorio. Dios le había permitido desposeer a los moabitas, pero cuando ese rey dirigió su ataque contra Israel, fue muerto y sus fuerzas fueron dispersadas. Su ciudad capital cayó y el territorio fue entregado a Israel. Este episodio sería frecuentemente mencionado como un recordatorio para Israel de lo que Dios había hecho por ellos y se convirtió en una fuente de estímulo. Dios les estaba demostrando que estaba con ellos y que sería fiel a Sus promesas.

Dios nos permite pasar por ciertas experiencias. A veces nos manda pasar por las experiencias difíciles, o por las tristes, para prepararnos para la vida. O quizá Dios las use para prepararnos para que podamos ayudar a otros en sus pruebas. Y así concluimos nuestro estudio del capítulo 2 de Deuteronomio. Y llegamos a

Deuteronomio 3

Tema: La derrota de Og, rey de Basán. (La conquista y posesión de la tierra, al oriente del Jordán.)

Vamos a recorrer rápidamente por este capítulo, porque no es nuestra intención entrar en detalle en cuanto a esta jornada por el desierto. Todo esto todavía es parte del primer discurso de Moisés, en el cual recuerda las experiencias de sus jornadas. Jornadas que ya vimos en nuestro estudio en el libro de Números. Ahora, Israel peleó con Sehón el amorreo, y tomó todas sus ciudades y destruyó al pueblo. Tomaron los ganados, y los despojos de las ciudades. Se nos cuenta esto al final del capítulo 2. Comencemos pues, leyendo los primeros dos versículos de este capítulo 3 de Deuteronomio. Dijo Moisés:

"Volvimos, pues, y subimos camino de Basán. Entonces Og, rey de Basán, nos salió al encuentro con todo su pueblo para pelear en Edrei. Pero me dijo el Señor: No tengas temor de él, porque en tus manos lo he entregado junto con todo su pueblo y su tierra. Harás con él como hiciste con Sehón, el rey amorreo que habitaba en Hesbón."

Aquí, no vamos a entrar en detalles, porque ésta es una repetición de la información que ya tuvimos en nuestro estudio de los capítulos 21 al 25 de Números. Veamos ahora el párrafo referente a

La posesión de la tierra prometida

Leamos los versículos 12 y 13 de este capítulo 3 de Deuteronomio:

"Esta tierra que heredamos en aquel tiempo, desde Aroer, que está junto al arroyo Arnón, hasta la mitad de los montes de Galaad con sus ciudades, la di a los rubenitas y a los gaditas. El resto de Galaad y todo Basán, del reino de Og: toda la tierra de Argob, que se llamaba la tierra de los gigantes, lo di a la media tribu de Manasés."

Éste es un repaso del hecho de que las dos tribus y media escogieron quedarse en el lado oriental del Jordán, recibiendo el reino conquistado a Og. Se pusieron de acuerdo para mandar al lado occidental del Jordán, un ejército de hombres para ayudar a luchar en sus batallas a las otras tribus. Sus esposas, niños, y ganados, se quedaron en el lado oriental. Ya hemos estudiado este incidente en Números 32. Pasemos al último párrafo de este capítulo, titulado

La oración de Moisés

Aquí Moisés recordó su experiencia personal con el Señor y el motivo por el cual no se le permitiría entrar con el pueblo en la tierra prometida. Leamos los versículos 23 al 26:

"En aquel tiempo oré a Jehová y le dije: Señor Jehová, tú has comenzado a mostrar a tu siervo tu grandeza y tu mano poderosa; porque ¿qué dios hay en el cielo o en la tierra que haga obras y proezas como las tuyas? Pase yo, te ruego, y vea aquella tierra buena que está más allá del Jordán, aquel buen monte y el Líbano. Pero Jehová se había enojado contra mí a causa de vosotros, por lo cual no me escuchó, sino que me dijo: ¡Basta!, no me hables más de este asunto."

Como un buen padre, Dios fue fiel a Su Palabra. Es como si le hubiera dicho: "¡Ya está bien. No quiero oír más sobre este asunto!" Continuemos leyendo el versículo 27:

"Sube a la cumbre del Pisga y alza tus ojos hacia el oeste, el norte, el sur y el este, y mira con tus propios ojos, porque no pasarás el Jordán."

Nuestro corazón simpatiza con Moisés cuando le suplicó a Dios que le permitiese entrar en la tierra que había sido su meta durante cuarenta años. ¡Qué gran lección tenemos aquí! Aunque nos arrepintamos de nuestro pecado, tenemos que soportar las consecuencias del mismo en esta vida, nos guste o no. Y Dios le dijo en el versículo 28:

"Instruye a Josué, anímalo y fortalécelo, porque él ha de pasar delante de este pueblo, y él les entregará la tierra que verás."

Moisés estaba dejando claro ante esta generación que estaba preparada para entrar en la tierra prometida, que Josué era el hombre que el Señor había escogido para ser su líder. Y así llegamos a

Deuteronomio 4:1-12

Tema: una amonestación a la nueva generación.

Estamos llegando a la conclusión del primer discurso de Moisés. Él había repasado sus viajes. Moisés y el pueblo estaban entonces en la ribera oriental del río Jordán. Habían llegado al monte Nebo, y Moisés les estaba dando sus instrucciones finales. A medida que les hablaba, miraba en forma retrospectiva a todo ese viaje. Solamente dos hombres que allí se encontraban, habían hecho todo el viaje con Moisés. Eran Josué y Caleb. La mayoría del pueblo había quedado enterrado en el desierto. Todos los demás eran miembros de la nueva generación y estaban dispuestos a entrar en la tierra pero antes, Moisés había querido pasar revista a las experiencias del desierto. Llegamos ahora al párrafo titulado

Moisés les suplicó que obedeciesen a Dios

Leamos los primeros dos versículos de este capítulo 4 de Deuteronomio:

"Ahora, pues, Israel, oye los estatutos y decretos que yo os enseño, para que los ejecutéis y viváis, y entréis y poseáis la tierra que el Señor, el Dios de vuestros padres, os da. No añadiréis a la palabra que yo os mando ni disminuiréis de ella, para que guardéis los mandamientos del Señor, vuestro Dios, que yo os ordeno."

Ellos debían cumplir la Palabra de Dios. No solamente debían oírla, sino hacerla realidad en sus vidas. No debían añadir a la ley, ni tampoco debían quitar nada. Debían cumplirla tal como Dios la había dado.

Si Israel hubiera guardado la ley, ¡qué bendición hubiera sido! Pero, vemos aquí una demostración en la historia de un pueblo que recibió la ley en circunstancias favorables, pero que no pudo obedecerla. Recordemos la afirmación de que ningún ser humano será justificado delante de Dios por la ley. ¿Por qué? ¿Porque Dios es arbitrario? No. Es porque la naturaleza humana es radicalmente mala. Ése es el problema.

Ya hemos indicado que este libro recalca dos grandes Temas: amor y obediencia. Quizás usted nunca se dio cuenta que el amor fue un gran Tema del Antiguo Testamento, pero así fue. Aquí, en este capítulo 4 de Deuteronomio, Moisés le suplicó a esta nueva generación que obedeciese a Dios, y le dio las razones por la cuales debía obedecerle.

1. En primer lugar, Dios quería preservar y prosperar a Israel. Este primer versículo nos dice que ellos debían obedecer al Señor y escuchar Sus estatutos y decretos "para que - como dijo el Señor - viváis, y entréis y poseáis la tierra". La obediencia a Dios era la única base sobre la cual Él podía bendecirles. El deseaba su obediencia porque era Su deseo bendecirles.

2. En segundo lugar, la obediencia de Israel mostraría su agradecimiento a Dios. Leamos los versículos 5 al 8, de este capítulo 4:

"Mirad, yo os he enseñado estatutos y decretos, como el Señor, mi Dios, me mandó, para que hagáis así en medio de la tierra en la que vais a entrar para tomar posesión de ella. Guardadlos, pues, y ponedlos por obra, porque ellos son vuestra sabiduría y vuestra inteligencia ante los ojos de los pueblos, los cuales oirán todos estos estatutos, y dirán: Ciertamente pueblo sabio y entendido, nación grande es esta. Porque ¿qué nación grande hay que tenga dioses tan cercanos a ellos como lo está el Señor, nuestro Dios, en todo cuanto le pedimos? Y ¿qué nación grande hay que tenga estatutos y juicios justos como es toda esta Ley que yo pongo hoy delante de vosotros?"

Dios les había bendecido de una manera tan maravillosa, que debían mostrar su agradecimiento a través de la obediencia.

3. Ahora, en tercer lugar, el amor de Dios debía impulsarles a la obediencia. Pasemos hasta el versículo 37:

"Por cuanto él amó a tus padres, escogió a su descendencia después de ellos y te sacó de Egipto con su presencia y con su gran poder"

Ésta fue la primera vez en la Biblia que Dios le dijo a alguien que le amaba. Dios había demostrado que amaba al ser humano desde el principio del Génesis. Pero hasta ese momento no había dicho nada al respecto, y ésta fue la primera vez que habló de Su amor hacia alguien. Declaró que este amor había sido el motivo para todo lo que Él había hecho. Les había librado de la tierra de Egipto, y haría cosas aún mayores y más poderosas por ellos. La base de todo ello, el motivo, era que Dios les amaba.

Esto es algo que toda persona debiera hoy reconocer. No importa quien sea usted, estimado oyente, ¡Dios le ama! Es posible que usted no siempre sienta el amor de Dios. Nuestros pecados constituyen obstáculos entre Dios y nosotros. Pero a pesar de nuestro pecado, Dios nos ama a usted y a mí. Ha demostrado ese amor en la cruz de Cristo. Cuando recibimos a Cristo como Salvador, podemos experimentar el amor de Dios.

4. En cuarto lugar, debían obedecer a Dios porque le pertenecían. El versículo 1 del capítulo 14 de Deuteronomio, dice: "Hijos sois del Señor vuestro Dios; no os haréis incisiones ni os raparéis a causa de un muerto."

La obediencia a Dios es la primera ley de la vida, estimado oyente. El ser humano tiene un odio natural e innato hacia Dios. El hombre no quiere obedecer a Dios. De hecho, el hombre se opone muchísimo a Dios. Por toda la Palabra de Dios encontramos que hay una resistencia por parte del ser humano contra Dios. Hallamos eso en cada persona aún en la actualidad.

Permítanos decirle, estimado oyente, que si la Palabra de Dios no quebranta la resistencia del ser humano, ninguna otra cosa lo hará. Solamente Dios puede hacerlo. Si Israel tan sólo hubiera obedecido la ley de Dios, ¡qué bendición habría tenido! Volvamos al comienzo de este capítulo 4 de Deuteronomio y leamos los versículos 3 y 4, para ver

Los resultados de la obediencia y la desobediencia

"Vuestros ojos vieron lo que hizo el Señor con motivo de Baal-peor: a todo hombre que siguió a Baal-peor lo exterminó el Señor, tu Dios, de en medio de ti. Pero vosotros, que seguisteis al Señor, vuestro Dios, todos estáis vivos hoy."

Él se estaba refiriendo al tiempo en que Balaam fue llamado para maldecir a Israel, pero no pudo hacerlo. El hecho es que sólo le fue posible pronunciar bendiciones. Pero hizo una sugerencia al rey Moab. Aconsejó al rey que, ya que no podía maldecir al pueblo, el rey debiera dejar que su pueblo iniciase relaciones con los israelitas para que pudieran tener lugar matrimonios mixtos con ellos. Esto implantaría la adoración falsa entre ellos y, en consecuencia, Dios les juzgaría. Y esto fue exactamente lo que ocurrió. Usted recordará que vimos esto en el capítulo 25 de Números. Esto debiera servir de ejemplo a esta generación, y también debiera servir de ejemplo para nosotros.

Hubo una recompensa por su obediencia. Aquellos que sí siguieron al Señor, conservarían la vida y entrarían en la tierra. Dios les recordó de nuevo que la obediencia trae con ella la bendición. Continuemos con el versículo 5:

"Mirad, yo os he enseñado estatutos y decretos, como el Señor, mi Dios, me mandó, para que hagáis así en medio de la tierra en la que vais a entrar para tomar posesión de ella."

La obediencia traería la bendición de Dios. Entrarían en la tierra para tomar posesión de ella. Y su obediencia debía servir aún otro fin. Leamos el versículo 6:

"Guardadlos, pues, y ponedlos por obra, porque ellos son vuestra sabiduría y vuestra inteligencia ante los ojos de los pueblos, los cuales oirán todos estos estatutos, y dirán: Ciertamente pueblo sabio y entendido, nación grande es esta."

Israel debía ser un testigo a todo el mundo. Debía testificar al mundo de una manera opuesta a la que la Iglesia testifica al mundo. A nosotros, como iglesia, Dios nos manda ir a todo el mundo a predicar el evangelio. Ese mandato es dado a cada creyente. Cada creyente en Cristo debiera tener alguna participación en la tarea de proclamar la Palabra de Dios hasta los confines de la tierra.

Ahora, francamente, a los israelitas nunca se les mandó salir como misioneros. Ellos tenían que invitar, como expresaban las palabras "Venid, a la casa del Señor iremos". Su obediencia, su lealtad a Dios, harían que las otras naciones oyeran estos estatutos, y que se fijarían en que las bendiciones de Dios harían de Israel una gran nación. Y entonces, ¿qué harían? ¿Qué hizo, por ejemplo, la reina de Saba? Bueno, ella vino desde los confines de la tierra. Hizo un viaje largo y arduo. Ahora, si una mujer vino y viajó toda esa distancia en tales circunstancias, ¿no cree usted que algunos hombres también vendrían a ver también? Y vinieron. Así de esa manera, Israel testificó al mundo. Si le obedecían, Dios les bendeciría y ello serviría de testimonio a todas las naciones. Pero, si no le obedecían y se apartaban del Señor, entonces Dios enviaría juicio sobre ellos. Leamos ahora el versículo 9:

"Por tanto, guárdate y guarda tu alma con diligencia, para que no te olvides de las cosas que tus ojos han visto ni se aparten de tu corazón todos los días de tu vida; antes bien, las enseñarás a tus hijos y a los hijos de tus hijos."

Dios dio a la nación de Israel la gran tarea de un ministerio de enseñanza. Debían obedecer a Dios y debían enseñar estas cosas a sus hijos y a sus nietos.

La responsabilidad más grande de cualquier nación es la educación de sus jóvenes. Probablemente el fracaso más grande también de cualquier nación es la falta de esa educación. Ahora, no estamos culpando a las universidades ni a las escuelas. ¿Sabe usted dónde se encuentra el problema? Se encuentra precisamente en el hogar. Dios les dijo a los israelitas que instruyesen a sus hijos y nietos. Ésta fue la gran responsabilidad que Dios colocó sobre cada padre y madre en Israel.

Estimado oyente, si usted trae a un niño a este mundo, usted es responsable por ese niño. Nuestro problema hoy no son las relaciones internacionales ni la economía. Nuestro problema es el hogar. Dios hará responsables a los padres de hogares divididos, por esos hijos abandonados a su suerte, que nunca conocieron la enseñanza, ni el amor, ni el interés, ni la comunicación de sus padres. ¡Qué gran responsabilidad es esta! Dios lo expuso con toda claridad a Israel. Cuando la nación fracasó, fue porque había fracasado en el hogar. Y Dios la juzgó por ello.

Veamos ahora que éste es también un capítulo con una gran riqueza espiritual. Pasemos al versículo 12 de este capítulo 4 de Deuteronomio:

"Entonces el Señor habló con vosotros de en medio del fuego; oísteis la voz de sus palabras, pero a excepción de oír la voz, ninguna figura visteis."

El Señor Jesús declaró con toda claridad, lo siguiente. Usted recordará las palabras de Juan 4:24: "Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que le adoren." No debían tener ninguna figura de Dios en ninguna manera. El Señor Jesús se hizo hombre, pero la Biblia no nos dio ninguna descripción física de Él. Pero aunque nadie pueda imaginar qué aspecto tenía, ni pueda verle en su aspecto real, sí puede usted tener la experiencia de sentirle en su corazón. Es que, estimado oyente, necesita usted, aceptar por la fe lo que Él hizo en la cruz al morir en lugar suyo. Jesús puede ser hoy su Salvador y Señor. Entonces sí, con los ojos de la fe, podrá sentir Su presencia de una forma real y definitiva.

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