Estudio bíblico de Génesis 24:33-67

Génesis 24:33-67

El capítulo 24 nos relata como Abraham, pensando en una esposa para su hijo Isaac, envía a su siervo principal, Eliezer, a buscar una joven a la tierra donde residían sus parientes. Ante las preguntas de su siervo, Abraham, en una actitud de fe le aseguró que el Dios que le había prometido una tierra y una descendencia enviaría su ángel para guiarle. Y así fue. Eliezer realizó el viaje y, cerca ya de su destino, al detenerse en una fuente para beber, tuvo un encuentro con una bella joven llamada Rebeca, que, le ofreció de beber a él y a sus camellos, confirmando así lo que el siervo había pedido a Dios que sucediese. Como gesto de gratitud, le regaló unas valiosas alhajas y la joven fue a su casa y relató el encuentro. Mientras Eliezer esperaba junto a la fuente, apareció Labán, hermano de Rebeca, para darle una calurosa bienvenida. Anteriormente dijimos que este personaje estaba muy apegado a los bienes materiales y, como veremos más adelante en nuestro estudio de la vida de Jacob, demostraría ser un hábil negociador. Al ver las valiosas joyas obsequiadas a su hermana por aquel extraño, debió concluir que aquel siervo representaba a un hombre muy rico, lo que debió influir en su actitud de generosa hospitalidad.

Habíamos dejado el relato Bíblico en el momento en que Eliezer, el siervo de Abraham, invitado por Labán, entró en la casa, dispuesto a afrontar el final de su misión, explicando los motivos de su viaje.

Leamos los versículos 33 al 35, en los que

El siervo expone su misión

"Pero cuando la comida estaba puesta delante de él para que comiera, dijo: No comeré hasta que haya dicho el propósito de mi viaje. Y Labán le dijo: Habla. Entonces dijo: Soy siervo de Abraham, y el Señor ha bendecido en gran manera a mi Señor, que se ha enriquecido, y le ha dado ovejas y vacas, plata y oro, siervos y siervas, camellos y asnos."

Resumiendo, aunque la hospitalidad era exquisita, cuando le invitaron a comer, prefirió primero explicar el motivo de su viaje y las circunstancias de su encuentro con Rebeca en el pozo, y cómo había visto en cada detalle la guía y confirmación de Dios en la culminación de su misión.

Se nos presenta aquí una adecuada imagen de la relación que existe entre Cristo y su iglesia. Una de las figuras retóricas que el Nuevo Testamento expone, consiste en afirmar que en un día futuro la iglesia se convertirá en la esposa de Cristo. En la actualidad, la iglesia está siendo reunida por la obra del Espíritu Santo, que ha sido enviado al mundo por Dios el Padre y por Su Hijo Jesucristo. El Espíritu Santo, como el siervo de nuestra historia, ha venido a hablarnos de Otro, para tomar las cosas de Cristo y mostrárnoslas. Así como este siervo salió de su caso para procurar conseguir una esposa para Isaac, de la misma manera, el Espíritu Santo vino al mundo para hacer surgir de él una esposa para Cristo, es decir, una familia formada por creyentes.

Observamos que, en este relato, el nombre del siervo no se citó. Cuando él se presentó a toda la familia de Rebeca, dice el versículo 24 que se identificó diciendo simplemente, "Yo soy el siervo de Abraham". Del mismo modo, según el Evangelio de Juan, capítulo 16:13-15, el Señor Jesucristo dijo, respecto a la venida del Espíritu Santo, " . . . no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oiga, . . . El toma de lo mío y os lo hará saber". Así es como actuó el siervo, no hablando de sí mismo sino de la casa del padre. Eso es precisamente lo que el Espíritu Santo quiere que conozcamos. Según el Evangelio de Juan capítulo 16:8, El ha venido para convencer al mundo de pecado, justicia y juicio; de estos tres asuntos El habla hoy a un mundo perdido. El desea que sepamos que la tierra, controlada por el pecado, está bajo juicio, así como los seres humanos están hoy perdidos, porque son pecadores. Se ha llegado a decir que los hombres se pierden porque rechazan a Cristo. Ellos se pierden porque son pecadores. Hayan oído o no hablar de Jesús, son pecadores perdidos. Y esta es, en realidad, la condición del ser humano en la actualidad. Ante esta situación, el Espíritu Santo ha venido para que sepamos que hay un Salvador que ha experimentado nuestro juicio y que ha cumplido la justicia de Dios por nosotros, para que podamos tener un lugar en el cielo, en la presencia de Dios. Es por todo ello que enfatizamos que el Espíritu Santo ha venido al mundo para hablar de otro, para presentar a Jesucristo. El Espíritu Santo no ha venido para hablar de sí mismo, sino de Cristo. Además, tomemos nota de lo que dice el versículo 36:

"Y Sara, la mujer de mi señor, le dio a luz un hijo a mi señor en su vejez; y mi señor le ha dado a él todo lo que posee."

El siervo de Abraham había venido para comunicar a aquella familia que él estaba buscando una esposa para el hijo de su señor, quien iba a heredar todas las posesiones de su padre. Comparando estas palabras con los resultados de la obra de Jesucristo a nuestro favor, diremos que en una manera infinitamente mayor y sublime, el Señor Jesús, como Hijo de Dios, es el Heredero y nosotros, entonces, somos hoy coherederos juntamente con El. Leamos los versículos 37 al 41;

"Mi señor me hizo jurar, diciendo: No tomarás mujer para mi hijo de entre las hijas de los cananeos, en cuya tierra habito; sino que irás a la casa de mi padre y a mis parientes, y tomarás mujer para mi hijo. Y dije a mi señor: Tal vez la mujer no quiera seguirme. Y él me respondió: El Señor, delante de quien he andado, enviará su ángel contigo para dar éxito a tu viaje, y tomarás mujer para mi hijo de entre mis parientes y de la casa de mi padre; entonces cuando llegues a mis parientes quedarás libre de mi juramento; y si ellos no te la dan, también quedarás libre de mi juramento."

En los versículos 42 al 48, el siervo cuenta detalladamente las circunstancias de su encuentro con Rebeca en la fuente. Al finalizar, pidió formalmente la autorización familiar para la unión de Rebeca e Isaac. Dice el versículo 49:

"Ahora pues, si habéis de mostrar bondad y sinceridad con mi señor, decídmelo; y si no, decídmelo también, para que vaya yo a la mano derecha o a la izquierda."

Con respecto a la respuesta de Labán y del resto de la familia de Rebeca al requerimiento del siervo de Abraham, veremos que

Se le concede permiso a Rebeca

Leamos los versículos 50 al 53;

"Labán y Betuel respondieron y dijeron: Del Señor ha salido esto; no podemos decirte que está mal ni que está bien. He aquí, Rebeca está delante de ti, tómala y vete, y que sea ella la mujer del hijo de tu señor, como el Señor ha dicho. Y sucedió que cuando el siervo de Abraham escuchó sus palabras, se postró en tierra delante del Señor. Y el siervo sacó objetos de plata, objetos de oro y vestidos, y se los dio a Rebeca; dio también cosas preciosas a su hermano y a su madre."

Ante el informe del siervo de Abraham, Labán y Betuel tuvieron que admitir que todo el proceso había sido guiado por Dios y era la expresión de Su voluntad. Por consiguiente, no interpusieron ningún obstáculo al matrimonio de Isaac y Rebeca. Observemos el detalle del siervo, entregándole a Rebeca regalos, que eran como un anticipo y garantía de todos los bienes y experiencias que poseería en cuanto se reuniese con su marido. Trasladando esa escena a nuestra realidad espiritual, diremos que ésa es la forma en que el Espíritu Santo actúa dando a las personas bendiciones cuando vienen a Cristo, convirtiéndose en hijos de Dios. Al haber sido justificados por la fe, tenemos paz con Dios, el acceso a su Presencia, el gozo y la esperanza de la presencia del Espíritu Santo. Todas éstas son las cosas maravillosas que como creyentes poseemos en esta tierra, en este tiempo, como señal y anticipo de nuestra posesión total de nuestra herencia eterna ante Dios. Como bien dice el apóstol Pablo en su carta a los Efesios, capítulo 1: 13 y 14:

" . . . habiendo creído, fuisteis sellados en El con el Espíritu Santo de la promesa, que nos es dado como garantía de nuestra herencia, con miras a la redención, de la posesión adquirida de Dios . . ."

Nuestro relato prosigue en el versículo 54, y leeremos hasta el 58:

"Después él y los hombres que estaban con él comieron y bebieron y pasaron la noche. Cuando se levantaron por la mañana, él dijo: Enviadme a mi señor. Pero el hermano y la madre de ella dijeron: Permite que se quede la joven con nosotros unos días, quizá diez; y después se irá. Y él les dijo: No me detengáis, puesto que el Señor ha dado éxito a mi viaje; enviadme para que vaya a mi señor. Y ellos dijeron: Llamaremos a la joven y le preguntaremos cuales son sus deseos. Entonces llamaron a Rebeca, y le dijeron: ¿ Te irás con este hombre? Y ella dijo: Me iré."

Habiendo pasado allí la noche, el siervo de Abraham se dispuso a partir con Rebeca, ansioso por culminar su misión. Pero su hermano y su madre pidieron que se le permitiese permanecer con ellos por unos diez días. Al final, la decisión fue dejada en manos de Rebeca, que resolvió partir.

Contemplemos nuevamente todo este cuadro. Dibujado en el medio oriente, en aquellos remotos orígenes de los tiempos, en el amanecer de la humanidad. Aquella familia había agasajado a un huésped, a quien habían atendido exquisitamente. Habían alimentado a sus camellos y atendido a sus siervos. Le sentaron a su mesa y le ofrecieron un banquete digno de un gran personaje. Pero él había preferido exponer, en primer lugar, el motivo de su misión.

Y así comenzó a transmitirles su extraño mensaje. Había venido a buscar una esposa para Isaac, el hijo de su amo. Podemos ver al siervo entregando los regalos para la familia allí reunida, alhajas de oro y plata, enviadas por Abraham quien, recordemos, era un hombre rico. Vemos al siervo hablándoles y a la familia situada en un círculo alrededor del fuego y algo alejada, en un último plano, vemos a una muchacha muy atractiva, con bellos ojos oscuros, escuchando atentamente las palabras del siervo. Le está oyendo contar la historia de Abraham, del nacimiento milagroso de Isaac y de la vida de éste. El siervo también cuenta sobre aquel día en que su padre le llevó a la cima del Monte Moriah para ofrecerle en sacrificio y cómo Dios evitó que Isaac muriese devolviéndole con vida a su padre. Finalmente, cuenta cómo Abraham le ha enviado para encontrar una esposa para su hijo, que no fuese de los cananeos. La futura esposa debía tener la misma forma de pensar y sensibilidad con respecto al Dios viviente y a Su Palabra.

Rebeca, que había estado escuchando con suma atención, tuvo toda la noche para pensarlo y, cuando le preguntaron por su decisión, a la pregunta "¿Te irás?", contestó sin vacilar, sin evasivas y les dijo resueltamente: "me iré".

En el relato del Nuevo Testamento, observamos que los hombres llamados por el Señor Jesús, adoptaron la misma actitud y tomaron la misma decisión que Rebeca. Aquellos pescadores dejaron sus redes y le siguieron. Es cierto que hubo momentos en que volvieron a desempeñar su antiguo oficio, pero llegó un día cuando rompieron sus vínculos con sus redes, con su pasado, y siguieron a Jesús definitivamente, quedándose con El.

El Espíritu Santo continúa llamando, invitando, en la actualidad. Es como si hubiese ocupado el lugar asumido simbólicamente por aquel siervo. Dios el Padre y el Espíritu Santo han enviado a Jesús, el Hijo, a esta tierra, para morir por el mundo. Y, después de resucitar, antes de ascender al cielo, dijo que enviaría al Espíritu Santo, el Consolador. Efectivamente, el Espíritu ha venido al mundo para llamar a quien el Nuevo Testamento denomina "la esposa de Cristo", es decir, a la iglesia, que es el conjunto de aquellas personas que han aceptado a Jesucristo como su Salvador personal. Es como si El te estuviese preguntando: "¿te irás?". Aquí está el que murió por ti. El quiere salvarte. Pero primero ha de redimirte, rescatarte. Debes venir a El cómo pecador, tienes que dar ese paso y aceptarle como Salvador. Cuando así lo hagas, será como si volvieses a nacer; te convertirás en un hijo de Dios y formarás parte de la iglesia que un día le será presentada a Jesucristo como su esposa. La pregunta continúa siendo, ¿ irás ? ¿aceptarás su invitación? ¿confiarás en Cristo como tu Salvador? Ante esta pregunta no puedes andar con rodeos. O aceptas a Cristo, o no lo aceptas.

Para retomar el relato, leamos los versículos 59 y 60:

"Y enviaron a su hermana Rebeca y a su nodriza con el siervo de Abraham y sus hombres. Y bendijeron a Rebeca, y le dijeron: Que tu, hermana nuestra, te conviertas en millares de miríadas, y posean tus descendientes la puerta de los que los aborrecen."

Esta profecía se fue cumpliendo en el transcurso de los siglos. Pero esta historia no finaliza en este punto del relato Bíblico. Más bien, comienza y el siervo, Rebeca y todo el grupo partieron hacia la tierra prometida. Leamos la última parte del capítulo, comenzando por el versículo 61, que trata sobre como

El siervo y Rebeca comienzan su largo viaje

"Y se levantó Rebeca con sus doncellas y, montadas en los camellos, siguieron al hombre. El siervo, pues, tomó a Rebeca y partió."

El viaje de regreso fue largo; estamos hablando de una larga distancia a través del desierto y en camellos. Podemos imaginar a los viajeros descansando al anochecer en un oasis, rodeando el fuego del campamento. Habrá sido el momento de conversar y quizás Rebeca habrá formulado al siervo de Abraham muchas preguntas sobre todo lo relacionado con su futuro marido, como por ejemplo, las circunstancias de su nacimiento, su crecimiento, el ofrecimiento sobre aquel altar del sacrificio. . . La caravana se dirigía hacia Beer-lajai-roi, lugar que recorrimos al leer Génesis capítulo 16, y donde Agar, la madre de Ismael, había sido visitada por el ángel del Señor. Continuando la lectura, vemos que los versículo 62 y 63 nos llevan a contemplar qué hacía Isaac en aquellos mismos días:

"Isaac había venido a Beer-lajai-roi, pues habitaba en la tierra del Neguev. Y por la tarde Isaac salió a meditar al campo; y alzó los ojos y miró, y he aquí, venían unos camellos."

En este episodio se nos presenta una figura que nos anticipa la venida del Señor a la tierra por su iglesia que, como la Biblia dice en la primera carta del apóstol Pablo a los Tesalonicenses, será arrebatada para recibir al Señor. Pero habrá otra parte de la iglesia, la más numerosa, que estará con Él cuando venga, formada por aquellos creyentes que ya han cruzado el umbral de la muerte y que en aquel día resucitarán. La iglesia vive, pues en esta gozosa espera, tal como Rebeca esperaba ilusionada, su encuentro con Isaac.

Nuestro relato finaliza con los versículos 64 hasta el 67;

"Rebeca alzó los ojos, y cuando vio a Isaac bajó del camello, y dijo al siervo: ¿ Quién es ese hombre que camina por el campo a nuestro encuentro ? Y el siervo dijo: Es mi señor. Y ella tomó el velo y se cubrió. Y el siervo contó a Isaac todo lo que había hecho. Entonces Isaac la trajo a la tienda de su madre Sara, y tomó a Rebeca y ella fue su mujer, y la amó. Así se consoló Isaac de la muerte de su madre."

Un día futuro, también el Espíritu Santo, tal como este siervo hizo, dará testimonio de la pertenencia de todos los creyentes a la familia de Cristo. Y así como Isaac amó a Rebeca, el Señor, que amó tanto al ser humano que se ofreció en el sacrificio de la cruz, verá con satisfacción el fruto de la aflicción de su alma, que son aquellos que han aceptado su sacrificio y le han reconocido como su Salvador convirtiéndose, por su gracia, en hijos de Dios.

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