Estudio bíblico de 1 Samuel 18:1-20:1

1 Samuel 18:1-20:1

En nuestro recorrido por la Biblia llegamos hoy al capítulo 18 de este primer libro de Samuel que estamos estudiando. En el capítulo 17 David venció al gigante Goliat. No entramos en muchos detalles por la sencilla razón de que es una historia muy conocida. Pero hay algunas grandes lecciones espirituales que no hemos pasado por alto. Por ejemplo, el gigante podría ser un símbolo del mundo. Saúl, creemos nosotros, ilustra la presencia y obra de Satanás; y David representaría al creyente en el Señor Jesucristo. El apóstol Juan en su primera carta, capítulo 2, versículo 15, nos amonestó diciendo: "No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él". Estamos en el mundo pero no pertenecemos al sistema que se opone a Dios o, simplemente, le ignora.

Hemos hablado del contraste que había entre Sansón, uno de los jueces, y David. Sansón trató como amigos a los filisteos. Hasta se casó con una hija de ellos. En cambio, David trató a Goliat como el enemigo que era. Hoy, el sistema del mundo dominado por el enemigo de Dios, es también el enemigo del creyente. Lo interesante fue que la fe de David le capacitó para salir a enfrentarse al gigante y vencerle. El mismo apóstol Juan en su primera carta, capítulo 5, versículo 4, nos dijo: "Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe". Es la misma lección que Josué aprendió al entrar en la tierra prometida y vencer sobre la ciudad de Jericó. Descubrió que la batalla era la batalla del Señor. David también se enteró de que no podía emplear las armas que el mundo de su tiempo había previsto para este tipo de batalla. Tuvo que hacer uso de sus propias armas, de sus propios recursos, es decir aquellos que Dios le había enseñado, y esto es algo que nosotros también debemos tener en cuenta.

En el capítulo 18 vemos que Jonatán, al que ya hemos conocido, y David, se hicieron grandes amigos. Los dos eran hombres sobresalientes, y la clase de personas que Dios puede usar. Comencemos, pues, leyendo el primer versículo de este capítulo 18, que comienza a explicar como surgió

El pacto entre David y Jonatán

"Aconteció que cuando David acabó de hablar con Saúl, el alma de Jonatán quedó ligada con la de David, y lo amó Jonatán como a sí mismo."

David estaba hablando con Saúl. Saúl había llamado a David después de la batalla porque quería darle un merecido reconocimiento por sus hechos. Es posible que, con el tiempo, Saúl creyera que le había dado demasiado reconocimiento, a la luz de lo que sucedería más tarde. Al parecer, Jonatán, el primogénito de Saúl estaba presente también y escuchó esta conversación entre Saúl y David. Y desde ese momento, David y Jonatán, fueron conscientes de la afinidad que había entre ellos. Estos dos tuvieron desde entonces una gran amistad, realmente ejemplar. Muchas veces nos olvidamos de lo noble y bueno que puede ser el afecto de la amistad, el cariño entre dos hombres, como en este caso, cuando son atraídos el uno al otro por sus personalidades similares y compatibles. Pueden ver, el uno en el otro, como un reflejo de sí mismos. Jonatán era un hombre sobresaliente, destacado por su valor, como ya hemos visto, y seguramente admiraba la valentía de David y su confianza en Dios. Y así David y Jonatán hicieron este pacto de amistad vitalicio. Leemos aquí en el versículo 2:

"Aquel día Saúl tomó consigo a David y no lo dejó volver a casa de su padre."

David llegó entonces a ser una figura pública, y desde ese momento en adelante ocuparía esa posición durante toda su vida. Y dice el versículo 3 de este capítulo 18 del primer libro de Samuel:

"Hizo Jonatán un pacto con David, porque lo amaba como a sí mismo."

El pacto que estos dos hombres hicieron fue el de permanecer unidos ante las circunstancias de la vida, como muestra de su afecto, apoyo mutuo y solidaridad. Es muy difícil encontrar una amistad como la que ellos tenían. Continuemos con el versículo 4:

"Se quitó Jonatán el manto que llevaba y se lo dio a David, así como otras ropas suyas, su espada, su arco y su cinturón."

David era un campesino. No tenía ropa que fuera apropiada para su nueva vida pública. Entonces, Jonatán compartió su túnica y su capa con David, lo cual fue una acción muy generosa. Prosigamos con el versículo 5:

"Y salía David a dondequiera que Saúl lo enviaba, y se portaba prudentemente. Entonces lo puso Saúl al frente de su gente de guerra, y era bien visto por todo el pueblo, y también por los siervos de Saúl."

David tenía ese carisma del cual oímos tanto hoy, cuando se habla de la popularidad de algunos; aquello que lo hizo ser aceptado por el pueblo. David en verdad era un gran hombre. Dios había mirado a su corazón; y ahora el público miraba a su aspecto exterior. David era tan atractivo por dentro como por fuera. Es verdad que más tarde David pecó; pero cuando lleguemos al estudio de esa parte de su vida, creemos que nos será posible ofrecer una explicación satisfactoria de lo que ocurrió. Porque él tenía un corazón dedicado a Dios y la gente le amaba por ello. Avancemos con los versículos 6 al 9 de este capítulo 18 del primer libro de Samuel:

"Aconteció que cuando volvían, después de haber matado David al filisteo, salieron las mujeres de todas las ciudades de Israel a recibir al rey Saúl cantando y danzando con panderos, con cánticos de alegría y con instrumentos de música. Mientras danzaban, las mujeres cantaban diciendo: Saúl hirió a sus miles, y David a sus diez miles. Saúl se enojó mucho y le desagradaron estas palabras, pues decía: A David le dan diez miles, y a mí miles; no le falta más que el reino. Y desde aquel día Saúl no miró con buenos ojos a David."

Comprensiblemente, a Saúl no le gustó esta nueva canción que cantaban las mujeres. Saúl tenía celos de David debido a la aceptación y admiración que le profesaba el pueblo. Al proseguir esta historia veremos que Saúl trataría de destruir a David y de apartarle del lugar en que su popularidad le había colocado. Pero David llegó a ser el favorito del pueblo. A medida que David se iba convirtiendo en el personaje más popular, comenzó a ver que Saúl no era con él tan amistoso como al principio. Sigamos adelante leyendo el versículo 10:

"Aconteció al otro día, que un espíritu malo de parte de Dios se apoderó de Saúl, y él deliraba en medio de la casa. David tocaba como otras veces. Saúl tenía la lanza en la mano."

Tenemos aquí una escena realmente dramática. David estaba tocando su arpa y Saúl estaba manipulando una lanza. Ahora, puede ser que David hubiera tocado una o dos notas desafinadas; eso no lo sabemos. Lo cierto fue que sucedió algo tremendo e imprevisto. Leamos el versículo 11:

"Saúl arrojó la lanza, pensando: Voy a clavar a David en la pared. Pero David lo evadió dos veces."

Saúl quería acabar con David permanentemente. David, por su parte, eludió la lanza y luego se fue, saliendo del palacio lo más rápido que pudo. Sigamos adelante con los versículos 12 hasta el 16:

"Temía Saúl a David, por cuanto el Señor estaba con él, y de Saúl se había apartado; por eso Saúl lo alejó de su lado y lo puso al frente de un millar de hombres. Así David salía y entraba a la cabeza de sus hombres. David se conducía prudentemente en todos sus asuntos y el Señor estaba con él. Al ver Saúl que se portaba tan prudentemente, tenía temor de él. Pero todo Israel y Judá amaba a David, pues salía y entraba a la cabeza de ellos."

En los versículos 17 al 20, veremos que la situación tomó un nuevo rumbo porque

David se casó con Mical, hija de Saúl

David era entonces el personaje aceptado por la nación. Saúl se había estado preguntando como le podría atrapar y finalmente decidió aplicar un método ingenioso. Le prometió a David su hija Merab como esposa, con la condición de que continuase su guerra contra los filisteos, esperando que fuese muerto en alguna batalla. Al final ese proyecto no resultó viable y entonces Saúl optó por otro, de modo que le daría a Mical por esposa. Eso colocaría a David en la familia real, donde estaría al alcance de Saúl en todo momento. Ahora, creemos que David nunca llegaría a amar de veras a Mical. Las Escrituras dicen aquí que ella le amaba a él, pero veremos que por fin llegó el día cuando ella se burlaría de él y le despreciaría; y él a su vez la dejaría. A veces nos sentimos inclinados a culpar a David por casarse tantas veces; pero la verdad es que tuvo con aquella mujer un mal comienzo en su vida sentimental. Dice el versículo 20:

"Pero Mical, la otra hija de Saúl, amaba a David. Le fue dicho a Saúl, y a éste le pareció bien."

Dice aquí que Mical amaba a David, pero quisiéramos aclarar que no era esa clase de amor que se necesita para que un matrimonio tenga éxito. En el principio ese amor se basaba en la admiración de ella por el héroe famoso. Pero como ya anticipamos, llegó el día cuando ella le perdería el respeto, y le despreciaría en público, poniéndole en ridículo cuando David, ya ejerciendo como rey, expresara en público su entusiasmo por Dios.

Los versículos 21 al 30 revelan que Saúl pensó que por medio de este matrimonio podría conducir a David hacia una situación de peligro que le causara la muerte. Y exigió como dote 100 prepucios de filisteos, para poder celebrar la boda. Pero David luchó contra los filisteos, obteniendo así la dote requerida. Vemos, pues, que ni aun con este matrimonio pudo Saúl cumplir sus planes en cuanto a David. Vio sus planes frustrados, y le temió incluso más al observar cómo prosperaba.

Y así concluye nuestro estudio de este capítulo 18 del primer libro de Samuel. Entramos ahora a

1 Samuel 19

El capítulo 19 comienza una sección que hemos titulado "David disciplinado". Saúl intentó matar personalmente a David y, al fracasar, dio abiertamente órdenes para que fuese muerto. Aunque en varias ocasiones el rey Saúl, por unos momentos se arrepentía de sus intentos asesinos, la vida de David estaría en peligro hasta la muerte de Saúl. Durante esos años de exilio, quizás unos 10 años, David fue acosado y perseguido como una bestia salvaje. Se convirtió en un nómada, en un vagabundo. Pasó por muchas dificultades y privaciones, viviendo en cuevas en el desierto. Sin embargo, durante ese período fue probado y entrenado en la escuela de Dios. Podríamos decir que tomó todo el curso y se graduó con todos los honores. Porque se convertiría en el rey más importante de Israel, y en un hombre que agradó a Dios. Muchos de los más hermosos salmos de David fueron escritos durante ese período tan duro. Comencemos pues este capítulo 19 leyendo los versículos 1 y 2, que nos informan que

Saúl intentó matar nuevamente a David

"Habló Saúl a Jonatán, su hijo, y a todos sus siervos, para que mataran a David; pero Jonatán, hijo de Saúl, amaba mucho a David, y le avisó diciendo: Mi padre Saúl procura matarte; por tanto, cuídate hasta la mañana, estate en lugar oculto y escóndete."

Jonatán le aconsejó a David que saliera del palacio y se escondiera, porque su vida estaba en peligro. Vemos aquí que Saúl entonces, ya abiertamente, trataba de matar a David. Su amigo Jonatán, sin embargo, quiso ayudarlo. Avancemos con los versículos 3 y 4:

"Yo saldré y estaré junto a mi padre en el campo donde tú estés; hablaré de ti a mi padre y te haré saber lo que haya. Jonatán habló bien de David a su padre Saúl, y le dijo: No peque el rey contra su siervo David, porque ningún pecado ha cometido contra ti y, al contrario, sus obras han sido muy beneficiosas para ti"

Jonatán tenía un plan y tenía la intención de hablar con su padre. Saúl y Jonatán salieron al campo y entonces Jonatán le recordó a Saúl la actitud ejemplar de David hacia el rey. Y continuó diciendo aquí en los versículos 5 al 7 de este capítulo 19 del primer libro de Samuel:

"pues él puso su vida en peligro para matar al filisteo, y el Señor le dio una gran victoria a todo Israel. Tú lo viste y te alegraste. ¿Por qué, pues, vas a pecar contra sangre inocente, matando a David sin causa? Escuchó Saúl las palabras de Jonatán y juró: ¡Vive el Señor!, no morirá. Llamó entonces Jonatán a David y le contó todas estas palabras; él mismo llevó a David ante Saúl, y se quedó a su servicio como antes."

Saúl escuchó finalmente a su hijo y, en consecuencia, David regresó al palacio. Sin embargo, David continuaba siendo cauto, porque sabía que su vida estaba en peligro. Y continuemos con los versículos 8 al 10 de este capítulo 19 del primer libro de Samuel:

"Después hubo de nuevo guerra; salió David y peleó contra los filisteos, les causó un gran estrago y huyeron ante él. Pero el espíritu malo de parte del Señor se apoderó de Saúl; y estando sentado en su casa con una lanza en la mano, mientras David tocaba, Saúl procuró clavar a David con su lanza en la pared, pero él se apartó de delante de Saúl, y la lanza se clavó en la pared. David huyó y se puso a salvo aquella noche."

Observemos la reacción de Saúl al regreso triunfante de David al palacio. Un espíritu malo vino sobre Saúl una vez más, y nuevamente quiso matar a David. Fue una escena muy dramática. David estaba tocando su arpa y Saúl tenía una lanza en su mano. David sabía que la hora llegaría en la que Saúl arrojaría aquella lanza con el intento de enclavarlo a la pared. También sabía que ya no viviría sin peligro en el palacio, aunque estaba casado con la hija de Saúl. Y leemos aquí en los versículos 11 hasta el 13:

"Saúl envió luego mensajeros a casa de David para que lo vigilaran y lo mataran por la mañana. Pero Mical, su mujer, le avisó a David: Si no salvas tu vida esta noche, mañana estarás muerto. Descolgó Mical a David por una ventana. Él se fue y huyó poniéndose a salvo. Tomó luego Mical una estatua y la puso sobre la cama, le acomodó por cabecera una almohada de pelo de cabra y la cubrió con la ropa."

Al principio Mical estaba a favor de David y le dijo que si no se escapaba aquella misma noche, al día siguiente estaría muerto. Ella sabía que su padre hablaba en serio. De modo que, David huyó del palacio y Mical arregló la cama para que pareciera que David todavía estaba acostado allí. Y continuemos leyendo en los versículos 14 al 17:

"Cuando Saúl envió mensajeros para capturar a David, ella dijo: Está enfermo. Volvió Saúl a enviar mensajeros en busca de David, y les dijo: Traédmelo en la cama para que lo mate. Cuando los mensajeros entraron, encontraron la estatua en la cama, y una almohada de pelo de cabra a su cabecera. Entonces Saúl dijo a Mical: ¿Por qué me has engañado así y has dejado escapar a mi enemigo? Mical respondió a Saúl: Porque él me dijo: Déjame ir; si no, yo te mataré."

Ahora, cuando Saúl se enteró de que le habían engañado, pidió explicaciones a su hija. Ella le aplacó diciéndole que David la había amenazado con matarla si no le hubiera ayudado. Leamos ahora, el versículo 18:

"Huyó, pues, David, y se puso a salvo. Se fue adonde estaba Samuel en Ramá, y le contó todo lo que Saúl había hecho con él. Después, él y Samuel se fueron a habitar en Naiot."

Considerando que Samuel había ungido a David como rey; su propia vida también estaba en peligro. Como Saúl estaba abiertamente tratando de matar a David, David se convirtió así, en un hombre constantemente perseguido. Ahora, ¿Cuál sería el futuro para David en aquellos momentos? Andaría como un fugitivo hasta la muerte de Saúl.

Los versículos 19 al 24 describen los intentos de Saúl por traer a David, una vez que le hubo localizado en Naiot de Ramá. Los mensajeros enviados por el rey, profetizaron al encontrarse con el profeta Samuel y no pudieron cumplir su cometido de traer a David. Finalmente, fue el mismo Saúl quien se dirigió hacia allí y entonces el espíritu de Dios se apoderó de él y acabó profetizando él también

Y así concluye nuestro estudio de este capítulo 19 del primer libro de Samuel. Llegamos ahora a

1 Samuel 20:1

En el primer párrafo de este capítulo 20, veremos que

Jonatán ayudó a David a escapar

Saúl sabía que su hija Mical le había engañado en cuanto a David, y que Jonatán y David eran buenos amigos. Por eso, Jonatán tenía que ser prudente, manteniendo en secreto sus comunicaciones con David. Es por eso que se decidiría a comunicarse con David mediante el lanzamiento de saetas, en un lugar descampado. Leamos el primer versículo de este capítulo 20 del primer libro de Samuel:

"Después huyó David de Naiot de Ramá, y fue a decirle a Jonatán: ¿Qué he hecho yo? ¿Cuál es mi maldad, o cuál mi pecado contra tu padre, para que busque mi muerte?"

David preguntó: "¿Qué he hecho yo?" Nunca había hecho nada en contra de Saúl. El hecho es que realmente le había ayudado. Pero Saúl nunca se comportó como rey. Dios sabía que no era un rey, ni tampoco era el hombre que Él había elegido. El pueblo había querido tener un rey y desearon que Saúl fuera aquel rey. Sucedió lo mismo que en los tiempos de Moisés, cuando se encontraban todos en el desierto. Recordemos ese incidente. Los israelitas se habían quejado de la dieta que Dios les había provisto y pidieron carne. Dios les dio lo que pidieron: les dio codornices en abundancia. Pero fue evidente que no estaban confiando en Dios. Si hubieran confiado en el Señor, habrían estado satisfechos con el maná y no habrían clamado por carne; y habrían entonces disfrutado de alegría y paz en sus vidas. Pero al final, Dios les castigó por su rebeldía e incredulidad.

Muchos cristianos hoy en día pretenden adelantarse a los planes del Señor. Le piden esto, aquello, y lo otro. No están dispuestos a permanecer en calma y en una actitud espiritual, permitiendo que Dios obre en sus vidas y les provea lo necesario. Muchas veces Él nos concede nuestras peticiones, y nos sorprendemos agradablemente cuando Él contesta nuestras oraciones, pero el resultado no es siempre satisfactorio. A veces le pedimos algo e insistimos tanto, que al fin Dios nos concede nuestra petición; pero a veces ocurre que después que lo hemos recibido, nos damos cuenta de que es lo peor que nos podía haber sucedido, y permanecemos insatisfechos. Y eso fue lo que ocurrió en cuanto a los hijos de Israel, con su gran insistencia por tener un rey. Nunca debieron haber tenido a Saúl por rey. Saúl ciertamente fue causa de muchos problemas; y aquí vemos que David estaba perplejo. No podía comprender por qué Saúl le perseguía con tanto rencor y crueldad.

En otras ocasiones hemos resaltado el poder transformador de Dios, convirtiendo a quienes han confiado en Jesucristo en nuevas personas. Como contraste, en este programa hemos visto el poder transformador del enemigo de Dios, dominando, esclavizando a un rey, convirtiéndole en un soberano insatisfecho que gobernó a un pueblo insatisfecho e insaciable, en un ser dominado por la envidia, en un asesino que con fría premeditación intentaba acercarse a su víctima indefensa y pacífica, utilizando para ello incluso a su propia familia. Dios había permitido que un espíritu malo pusiera en evidencia los verdaderos sentimientos que había en su corazón. Y, como aquel rey, todos aquellos que son hoy esclavos del pecado, son personas desdichadas. Están condenadas a dejarse arrastrar por las peores pasiones y no pueden liberarse de esa situación por sí mismas. Por todo ello, estimado oyente, queremos dejarle hoy una palabra de esperanza. Es posible romper ese círculo vicioso y trágico. Es posible alcanzar la verdadera libertad. La solución no se encuentra precisamente en el sistema que, o bien se opone a Dios o pretende que le ignora, alegando que desconoce su existencia. La respuesta, la solución, está expresada en el pasaje bíblico de Juan 8:34 y 35 cuando, hablando ante judíos que le dijeron con orgullo, pero faltando a la verdad; "jamás hemos sido esclavos de nadie", Jesús les respondió: "Todo aquel que practica el pecado, esclavo es del pecado. . . Así que, si el Hijo os liberta, seréis verdaderamente libres". Estimado oyente, ¿no cree usted que merece la pena aceptar este ofrecimiento del Hijo de Dios?

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