Estudio bíblico de 2 Samuel 1:1-2:9

2 Samuel 1:1-2:9

Comenzamos hoy nuestro estudio del Segundo libro de Samuel. Este Segundo libro de Samuel se caracteriza por tres asuntos principales. Primero, "el Pacto de Dios con David", en el capítulo 7. En segundo lugar, "el gran pecado de David con Betsabé". Y en tercer lugar, "el hijo rebelde de David", o sea, Absalón. En cuanto al tema de este Segundo libro de Samuel, podemos decir que es un tema doble. Primero, tenemos la oración. Ahora el primer libro de Samuel, comenzó con oración. Y ahora, el Segundo libro de Samuel termina con oración. El segundo tema que encontramos en este Segundo libro de Samuel, es el reino, o sea, el cambio de gobierno de una Teocracia, a una Monarquía. Ahora, entre los capítulos y versículos dignos de recordar, tenemos en primer lugar, el capítulo 7, que contiene el Pacto de Dios con David. En segundo lugar, el versículo 33 del capítulo 18, que nos presenta el dolor de David por Absalón su hijo. En tercer lugar, el capítulo 22, que nos presenta el canto de alabanza de David, el cual encontramos también en el Salmo 18. Y en cuarto lugar, el versículo 24 del capítulo 24, donde David habló contra una dedicación superficial a Dios.

Ahora, el Segundo libro de Samuel está tan dedicado a David, como el Nuevo Testamento lo está a Cristo. Este libro se entrega por completo al reinado del rey David. El primer libro de los Reyes, registra los pocos años decadentes y la muerte de David. La vida y los tiempos de David, tienen importancia, porque él fue el progenitor de Jesús, como lo expresa el capítulo 1 del evangelio según San Mateo, versículo 1. Y fue también una figura simbólica de Él, como rey. También, el libro de los Salmos en gran manera fue escrito por David, basándose en las experiencias de su propia vida. Aquí en el Segundo libro de Samuel, los capítulos 1 al 10, cuentan de los triunfos de David. Y los capítulos restantes, los capítulos 11 al 24, relatan las dificultades de David. Así es que, vamos a entrar de lleno en nuestro estudio de

2 Samuel 1

En este capítulo 1 del Segundo libro de Samuel, predomina el tema del lamento de David por las muertes de Saúl y Jonatán. Es posible que la pregunta en cuanto a quién mató al rey Saúl, no sea contestada todavía, pero sí se añadió otra persona sospechosa. Un joven amalecita que escapó del campamento de Israel, informó a David de la muerte de Saúl, (como veremos en el versículo 8), y se atribuyó a sí mismo el mérito por la muerte de Saúl, (como vemos en los versículos 9 y 10). David, entonces, ejecutó al joven por el crimen, (como relatan los versículos 14 al 16). El dolor de David, debido a la muerte de Saúl y de Jonatán, fue expresado de forma conmovedora, poética y dramática (como veremos en los versículos 17 al 27). Leamos, pues, los primeros dos versículos de este capítulo 1, del Segundo libro de Samuel:

"Aconteció después de la muerte de Saúl, que vuelto David de derrotar a los amalecitas, estuvo dos días en Siclag. Al tercer día, llegó uno del campamento de Saúl, con los vestidos rotos y la cabeza cubierta de tierra. Cuando se presentó ante David, se postró en tierra e hizo una reverencia."

Estos fueron tiempos oscuros en la historia de Israel. Habían sufrido una derrota en la guerra porque estaban viviendo fuera de la voluntad de Dios. Y aquella situación constituye para nosotros una lección. Al final de la segunda guerra mundial, muchos creyeron que se había logrado la paz en el mundo, y que a partir del final de aquella contienda, Dios comenzaba a dejar de ser necesario y el ser humano podría reconstruir el mundo por sí mismo y disfrutar de sus inclinaciones, lejos de un ser trascendente que se ocupara de los asuntos humanos. Estamos seguros de que ése fue uno de los motivos por los cuales no hemos conocido ni un día de paz, desde el fin de aquella gran guerra. Es como si hubiéramos vivido en un estado de guerra continua. Es que habrá conflictos y guerras para la nación, el pueblo o los individuos que estén fuera de la esfera de la voluntad de Dios. El profeta Isaías dijo en el capítulo 57 de su profecía, versículo 21: "No hay paz para los impíos, ha dicho mi Dios". Isaías dijo eso tres veces. Y me pregunto si eso no es también aplicable para nosotros en el día de hoy. Como ya hemos dicho, los tiempos descritos en estos libros históricos de la Biblia fueron unos tiempos muy oscuros para Israel. Y podemos ver la posición en que la nación se encontraba. El rey Saúl estaba muerto. Jonatán y los otros hijos de Saúl también habían muerto. Israel había perdido la batalla. Los filisteos habían tomado toda la región del norte, alrededor de Galilea, y ahora también habían ganado terreno en el sur. David aún no sabía lo que había ocurrido en la batalla, porque él y sus hombres habían tenido que rescatar a sus propios familiares de manos de los amalecitas. Luego regresaron a Siclag y estuvieron dos días sin oír ni una sola noticia. Por fin, un hombre desaliñado, cubierto de lodo y con sus vestidos rotos, encontró el campamento de David y dijo que había llegado de la batalla. Informó entonces a David que los filisteos habían vencido en la guerra y que Saúl había muerto. Luego, explicó a David lo que había sucedido. Leamos los versículos 3 hasta el 10 de este capítulo 1 del Segundo libro de Samuel:

"David le preguntó: ¿De dónde vienes? Me he escapado del campamento de Israel, le respondió él. ¿Qué ha acontecido? Te ruego que me lo digas, le preguntó David. El pueblo huyó de la batalla; han caído muchos del pueblo y murieron. También Saúl y su hijo Jonatán murieron?respondió él. Dijo David a aquel joven que le daba la noticia: ¿Cómo sabes que han muerto Saúl y su hijo Jonatán? El joven que le daba la noticia respondió: Casualmente fui al monte Gilboa, y hallé a Saúl que se apoyaba sobre su lanza; tras él venían carros y gente de a caballo. Se volvió y al verme me llamó; yo respondí: Heme aquí. Me preguntó: ¿Quién eres tú? Yo le respondí: Soy amalecita. Luego me dijo: Te ruego que te acerques y me mates, porque se ha apoderado de mí la angustia; pues aún sigo vivo. Yo entonces me acerqué y lo maté, porque sabía que no podía vivir después de su caída. Tomé la corona que llevaba sobre su cabeza y el brazalete que tenía en su brazo, y se los he traído aquí a mi señor."

¿Estaba este amalecita diciendo la verdad? ¿No habría encontrado el cuerpo muerto de Saúl y le quitó la corona y el brazalete y las llevó a David? Bueno, creemos que cuando este amalecita encontró a Saúl después que este se había echado sobre su espada, todavía vivía. Y que cuando este amalecita pasó a su lado, Saúl le pidió que terminara de matarlo. Lo interesante es que este joven confesó a David lo que había hecho y parece que esperaba que David le diera alguna condecoración por su hazaña. Pero, leamos lo que ocurrió aquí en los versículos 11 hasta el 14 de este capítulo 1 del Segundo libro de Samuel:

"Entonces David, tirando de sus vestidos, los rasgó, y lo mismo hicieron los hombres que estaban con él. Lloraron, se lamentaron y ayunaron hasta la noche, por Saúl y por su hijo Jonatán, por el pueblo del Señor y por la casa de Israel, pues habían caído al filo de la espada. David preguntó luego a aquel joven que le había traído la noticia: ¿De dónde eres tú? Soy hijo de un extranjero, amalecita, respondió él. ¿Cómo no tuviste temor de extender tu mano para matar al ungido del Señor? le dijo David."

Si este hombre mató a Saúl, fue porque Saúl había desobedecido a Dios cuando rehusó destruir a todos los amalecitas, según vimos en el primer libro de Samuel, capítulo 15. Si Saúl hubiera obedecido a Dios, este amalecita no habría estado vivo para matarlo, y quizá Saúl hasta podría haber sobrevivido. David le preguntó a este joven, cómo fue que no había tenido temor en alzar su mano para dar muerte al ungido de Dios. Recordemos que David rehusó alzar su mano para matar a Saúl, aunque se le presentaron varias oportunidades de hacerlo. Es muy bueno a veces tratar de mirar las cosas desde el punto de vista de Dios. Mientras Saúl fue rey, David nunca alzó su mano en su contra. Nadie más tampoco debía haber alzado las manos en su contra, porque Dios fue quien había puesto la corona en su cabeza y Dios debía ser quien se la quitara a su debido tiempo. Hay un peligro en interferir en la obra de Dios, porque Él es el que interviene y juzga. Siempre lo ha hecho. Es por eso que David le dijo a este joven amalecita, "¿cómo fue que no tuviste miedo de levantar tu mano para matar al ungido del Señor?" Y veamos lo que ocurrió, aquí en el versículo 15:

"Entonces llamó David a uno de sus hombres, y le dijo: Ve y mátalo. Él lo hirió, y murió"

David juzgó al amalecita por haber dado muerte al ungido de Dios. Y el versículo 16 dice:

"mientras David decía: Tu sangre sea sobre tu cabeza, pues tu misma boca atestiguó contra ti, al decir: Yo maté al ungido del Señor."

Ahora, si este hombre inventó su propia historia y su confesión, ciertamente resultó fatal para él. David le dijo, "Tú eres responsable de tú propia muerte, pues tú mismo te declaraste culpable al confesar que habías matado al rey escogido por el Señor" Ahora, creemos que este joven, verdaderamente mató a Saúl. Hizo lo que David nunca habría hecho y entonces David lo juzgó por ello. Leamos los versículos 17 y 18 de este primer capítulo del Segundo libro de Samuel:

"David entonó este lamento por Saúl y Jonatán, su hijo, y dijo que debía enseñarse a los hijos de Judá. Así está escrito en el libro de Jaser"

Aquí se revela el dolor genuino de David por la muerte de Saúl y Jonatán. Saúl había enseñado algo a Israel; hizo su contribución. Es que antes de su reinado, los israelitas no tenían armas de hierro para la guerra, y por lo tanto Saúl les enseñó a ser arqueros. El arco y la flecha eran armas muy eficaces que han sido cruciales en muchas batallas y su buen manejo, ha decidido el desenlace de muchas batallas. Continuamos ahora con el versículo 19 de este capítulo 1 del Segundo libro de Samuel:

"¡Ha perecido la gloria de Israel sobre tus alturas! ¡Cómo han caído los valientes!"

Aquí vemos que la lamentación de David, fue escrita en forma poética y revelaba la tristeza y el dolor genuino del llamado "dulce cantor de Israel". Continuemos con el versículo 20:

"No lo anunciéis en Gat, ni deis las nuevas en las plazas de Ascalón; para que no se alegren las hijas de los filisteos, para que no salten de gozo las hijas de los incircuncisos."

"No lo anunciéis en Gat", dice. Ahora, Gat era la capital de los filisteos. "Ni deis las nuevas en las plazas de Ascalón". Ascalón estaba en la franja de Gaza y era una de las cinco ciudades de los filisteos. Continuemos con los versículos 21 y 22:

"Montes de Gilboa, ni rocío ni lluvia caiga sobre vosotros, ni seáis tierras de ofrendas; porque allí fue desechado el escudo de los valientes, el escudo de Saúl, como si no hubiera sido ungido con aceite. Sin sangre de los muertos, sin grasa de los valientes, el arco de Jonatán jamás retrocedía, ni la espada de Saúl volvió vacía."

Nadie podría decir jamás que Saúl o Jonatán habían sido cobardes. Avancemos con los versículos 23 y 24 de este capítulo 1 del Segundo libro de Samuel:

"Saúl y Jonatán, amados y queridos; inseparables en la vida, tampoco en su muerte fueron separados; más ligeros eran que águilas, más fuertes que leones. Hijas de Israel, llorad por Saúl, quien os vestía de escarlata y lino fino, quien adornaba vuestras ropas con ornamentos de oro."

Saúl había traído prosperidad a la tierra y eso es lo que expresó aquí David. Sigamos adelante con los versículos 25 y 26:

"¡Cómo han caído los valientes en medio de la batalla! ¡Jonatán, muerto en tus alturas! Angustia tengo por ti, Jonatán, hermano mío, cuán dulce fuiste conmigo. Más maravilloso me fue tu amor que el amor de las mujeres."

David y Jonatán eran amigos íntimos. Fue interesante que David dijera "más maravilloso me fue tu amor, que el amor de las mujeres". Y esto fue especialmente cierto, ya que David estaba casado con Mical, la hermana de Jonatán. Más adelante veremos que ella traicionó a David. Creemos que en un principio Mical le había amado o admirado como héroe. Pero llegó el día cuando ella lo despreció. David no tuvo mucho éxito en los asuntos del amor. Abigail fue la única mujer noble que encontramos en su séquito. No estamos de acuerdo con los que creen que Betsabé era una mujer sobresaliente. No creemos que lo fuera. Y su trato con ella fue un pecado desde todo punto de vista y Dios los juzgó por eso. David no tuvo éxito en su matrimonio y, en consecuencia, le fue posible decir en cuanto a Jonatán, que él fue un amigo que le había sido leal y sincero hasta la muerte. Es interesante notar que los hombres que le siguieron, le fueron leales en todo tiempo y circunstancias. Es que, David tenía ese carisma que lograba que sus amigos fueran leales con él. David era ese tipo de hombre. Leamos ahora el versículo 27, versículo final de este capítulo 1 del Segundo libro de Samuel:

"¡Cómo han caído los valientes, cómo han perecido las armas de guerra!"

Éste fue un gran tributo a Jonatán en particular. El dolor de David por la muerte de Saúl y Jonatán, fue pues conmovedor. Y ésta fue una de las lamentaciones más notables en toda la palabra de Dios.

Veremos en el próximo capítulo que David fue hecho rey sobre Judá. También conoceremos a Abner, quien había sido general de Saúl. Ahora, no todos los hijos de Saúl habían sido muertos, aunque todos los que pelearon en la batalla, sí murieron. Pero Saúl tenía un hijo menor llamado Is-boset. Abner le haría rey sobre las otras 11 tribus, y como cabía esperar, estallaría una guerra civil. David derrotaría a Abner y su ejército y después de una larga guerra civil hubiera debilitado a la nación, David por fin, se convertiría en rey sobre las 12 tribus. Al principio, Hebrón fue su hogar. Más tarde se trasladaría al monte de Sión, en Jerusalén lugar que amaba más que cualquier otro lugar.

Estamos llegando a una sección que es histórica. Aunque muchos la encuentran poco interesante, sin embargo en esta sección encontraremos algunos de los relatos más emocionantes en toda la palabra de Dios, así como también, algunas grandes lecciones espirituales. Llegamos pues a

2 Samuel 2:1-9

En este capítulo 2, David dirigido por Dios, subió a Hebrón, donde fue coronado rey de Judá. Abner, general del ejército de Saúl, colocó a Is-boset como rey sobre las otras once tribus de Israel. Leamos el primer versículo de este capítulo 2 del Segundo libro de Samuel:

"Después de esto aconteció que David consultó al Señor diciendo: ¿Subiré a alguna de las ciudades de Judá? El Señor le respondió: Sube. David volvió a preguntar: ¿A dónde subiré? A Hebrón, le respondió él."

Esta expresión aquí, "después de esto" - se refiere al tiempo después de la muerte de Saúl y Jonatán, y a aquel período en que David se lamentó por ellos. Ahora que Saúl estaba fuera de la escena, David quiso saber qué debía hacer, y le preguntó al Señor: "¿Debo subir a alguna de las ciudades de Judá?" Ahora, ¿por qué haría esa pregunta? Bueno, porque todavía estaba en la tierra de los filisteos. Saúl había muerto y David sería el próximo rey. ¿Qué debía hacer ahora? Esperó entonces hasta que recibió sus instrucciones del Señor. Es que David había aprendido que tenía que esperar la dirección del Señor de una manera muy definida.

Dios le dijo que fuese a Hebrón, que estaba situada en el sur de aquella tierra, no demasiado lejos de la frontera con el país de los filisteos. Dios le estaba diciendo que se moviese con cautela. No debía presentarse arbitrariamente para convertirse en rey sobre Israel, sino más bien, dirigirse hacia la tierra para ponerse a disposición del pueblo. Leamos los versículos 2 y 3:

"David subió allá con sus dos mujeres, Ahinoam, la jezreelita y Abigail, la que fue mujer de Nabal, el de Carmel. También llevó David consigo a los hombres que lo acompañaban, cada uno con su familia, los cuales habitaron en las ciudades de Hebrón."

Cuando David se encaminó para Hebrón, llevó consigo a quienes eran sus esposas en ese tiempo. Ahora, alguien podría preguntar: ¿aprobaba Dios que un hombre tuviera dos esposas? Por supuesto que no. El hecho fue que esa situación matrimonial le causaría muchas dificultades a David porque veremos que más adelante, iba a tomar también otras esposas. Ahora, sus seguidores leales fueron con él y se establecieron con sus familias en la ciudad de Hebrón. Leamos ahora el versículo 4 de este capítulo 2 del Segundo libro de Samuel:

"Luego vinieron los hombres de Judá y ungieron allí a David como rey sobre la casa de Judá. Y avisaron a David que los de Jabes de Galaad habían sepultado a Saúl."

Cuando David se puso a disposición de ellos, los hombres de su propia tribu, la tribu de Judá, le ungieron coronándole como su rey. Sigamos adelante con el versículo 5 de este capítulo 2 del Segundo libro de Samuel:

"Entonces David envió unos mensajeros a los de Jabes de Galaad, diciéndoles: Benditos seáis vosotros del Señor, por haber hecho esta obra de misericordia con vuestro señor, con Saúl, dándole sepultura."

David actuó con mucha sabiduría. Los hombres que sepultaron a Saúl eran naturalmente los que le habían sido más devotos, y David entonces les agradeció por este gesto. David había tenido siempre un gran respeto para el ungido del Señor. Recordemos que tuvo dos oportunidades para darle muerte y hacerse rey, pero no se aprovechó de ellas. Las buenas características de David son generalmente pasadas por alto por muchos, porque su pecado parece oscurecerlas, al ser como una nube que cubrió el cielo ocultando la luz del sol, impidiendo así que su vida brillase. Pero David fue un hombre maravilloso en muchos aspectos, aunque tendría que soportar las consecuencias de su gran pecado durante el resto de su vida. En este caso vemos que David elogió a los hombres de Jabes de Galaad. Leamos los versículos 6 y 7 de este capítulo 2 del Segundo libro de Samuel:

"Ahora, pues, que el Señor os trate con misericordia y verdad. También yo os trataré bien por esto que habéis hecho. Esfuércense, pues, ahora vuestras manos y sed valientes; pues murió Saúl, vuestro señor, y los de la casa de Judá me han ungido para que sea su rey."

Luego, David pidió que le dieran el apoyo y devoción a él como rey, así como se lo habían dado a Saúl. Observemos que David actuó de una manera diplomática y encomiable. Debemos reconocer el hecho de que tanto Saúl como Jonatán, tenían hijos y que uno de ellos habría sido el sucesor normal para heredar el trono, de no haber intervenido Dios. Abner quien había sido general del ejército de Saúl, actuó inmediatamente para hacer que uno de ellos fuera rey. Y observemos lo que hizo. Leamos los versículos 8 y 9 de este capítulo 2 del Segundo libro de Samuel:

"Pero Abner hijo de Ner, general del ejército de Saúl, tomó a Is-boset hijo de Saúl, lo llevó a Mahanaim y lo proclamó rey sobre Galaad, sobre Gesuri, sobre Jezreel, sobre Efraín, sobre Benjamín y sobre todo Israel."

Aquí tenemos el principio de la división del reino, que llegaría a su máxima expresión después del reinado de Salomón, cuando Jeroboam encabezase una rebelión. Ésta fue solo la primera fractura de la nación. Al principio, David fue coronado rey sobre el reino de Judá, el reino del sur, pero las tribus del norte hicieron rey a Is-boset, hijo de Saúl.

La muerte de Saúl fue un punto de inflexión en la continuidad de la monarquía en Israel. Y hemos visto a David sometiéndose a la voluntad de Dios y buscando Su dirección. Fue quizás en esa época, cuando una etapa nueva comenzaba en su vida, con nuevos desafíos y dificultades, que David estuvo más pendiente que nunca de la voluntad de Dios para su vida. Por ello consideramos apropiado terminar hoy con las palabras de un Salmo de David, cuyas palabras, escritas o no en aquel período, habrán pasado sin duda por su mente; palabras que creemos apropiadas para usted, estimado oyente, palabras oportunas para una persona que establezca una relación personal con Dios y comience una nueva etapa en su vida. Dice el Salmo 37:4 y 5: "Deléitate asimismo en el Señor, y Él te concederá las peticiones de tu corazón. Encomienda al Señor tu camino, confía en Él y Él hará". Estimado oyente, compruebe usted mismo que estas palabras también se pueden convertir en realidad en su propia vida.

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