Estudio bíblico de 1 Reyes 18:29-19:4

1 Reyes 18:29-19:4

Continuamos hoy estudiando el capítulo 18 del Primer Libro de Reyes. Y en nuestro programa anterior, llegamos a lo que creemos es quizás una de las escenas más dramáticos en toda la Biblia. Y es el desarrollo y culminación del desafío que hizo Elías a los 450 profetas de Baal. Y estos profetas realizaron en la cima del Monte Carmelo una verdadera representación dramática. Mientras tanto, Elías simplemente se sentó allí observándolo todo con mucho sarcasmo y cinismo. Ellos invocaron el nombre de Baal pero nada ocurrió. Saltaron, expresaron todas sus emociones, hasta llegar a la histeria. Por último, comenzaron a herir sus propios cuerpos hasta sangrar. Creían que esto sí incitaría a Baal para que actuara. Mientras tanto, Elías se burlaba de ellos, disfrutando de aquella función, les decía: "Gritad con voz más fuerte, porque es un dios. Quizá está meditando o tiene algún trabajo o se ha ido de viaje. ¡Tal vez duerme y haya que despertarlo!" Mientras tanto, el pueblo de Israel estaba observando la escena.

Bajo el reinado Acab y Jezabel casi hubo una apostasía total. Elías se había quedado solo. Ahora, es verdad que había siete mil que no se habían arrodillado ante Baal, pero ellos se habían escondido en los refugios de las colinas. Ninguno de ellos se había acercado a Elías quien, por otra parte, no se había enterado de la existencia de ese grupo hasta que Dios se lo dijo.

Elías, pues, se preocupó más por agradar a Dios que por buscar la popularidad. Buscó la aprobación divina antes que el aplauso del público. Fue una voz solitaria en el desierto del mundo. Llevó a cabo una guerra total contra Satanás y sus huestes, que dominaban a aquel pueblo.

El monte Carmelo domina la Bahía de Haifa y el Mar Mediterráneo. Es una cordillera extensa. Al oriente queda Megido, Armagedón y el Valle de Esdraelón. En este lugar imponente se alzó la figura solitaria y majestuosa de Elías, separado de todos. Creemos que se sintió aburrido después de observar por unos momentos el espectáculo de estos profetas de Baal. Luego, una sonrisa irónica apareció en su rostro y habló. Se pudo escuchar en su voz el sarcasmo; ridiculizó a estos profetas, burlándose de ellos. Por último, con un cierto desdén, les hizo señas de que se pusieran a un lado. Leamos los versículos 29 y 30 de este capítulo 18 del Primer Libro de Reyes:

"Pasó el mediodía y ellos siguieron gritando frenéticamente hasta la hora de ofrecer el sacrificio, pero no se escuchó ninguna voz, ni hubo quien respondiera ni escuchara. Entonces dijo Elías a todo el pueblo: Acercaos a mí. Todo el pueblo se le acercó, y Elías arregló el altar del Señor que estaba arruinado."

Elías tendría entonces que depender de Dios. El altar del Señor estaba deteriorado, y Elías pasó cierto tiempo reparándolo, colocando las piedras dispersas de modo que la estructura volviera a estar unida. Y eso, fue una acción dramática que debió aumentar la expectativa de todos los presentes.

El altar era, pues, un símbolo de unidad. Y Elías lo reparó antes de que Dios pudiera actuar. Sigamos leyendo ahora, los versículos 31 al 33 de este capítulo 18 del Primer Libro de Reyes:

"Tomó doce piedras, conforme al número de las tribus de los hijos de Jacob, al cual había sido dada palabra del Señor diciendo, Israel será tu nombre, edificó con las piedras un altar al nombre de Jehová. Después hizo una zanja alrededor del altar, en que cupieran dos medidas de grano. Preparó la leña, cortó el buey en pedazos, y lo puso sobre la leña."

Ahora, recordemos que Israel era una nación. No eran dos naciones, Israel y Judá, ni Samaria y Jerusalén, sino 12 tribus que constituían una nación. Entonces Elías restauró el altar en el nombre del Señor. Luego, hizo una zanja alrededor del altar, preparó la leña y cortó en pedazos al buey. Por último, mandó que llevaran cuatro tinajas de agua y que la derramaran sobre el sacrificio y sobre la leña. Ahora, es verdad que de donde recogían el agua quedaba bastante lejos. Nos preguntamos cuánto tiempo habrán demorado en traer esas cuatro tinajas de agua hasta la cima del monte. Era una ruta larga, pero, Elías no tenía prisa. Y dijo aquí en los versículos 34 y 35:

"y dijo: Llenad cuatro cántaros de agua y derramadla sobre el holocausto y sobre la leña. Hacedlo otra vez, dijo; y lo hicieron otra vez. Hacedlo la tercera vez, dijo de nuevo; y lo hicieron la tercera vez, de manera que el agua corría alrededor del altar, y también se había llenado de agua la zanja."

Quizás si hubiéramos podido haber visto a Elías en ese momento, habríamos observado una sonrisa forzada en su rostro. ¿Sabe usted por qué se sonreiría? ¿Por qué echaría agua sobre ese altar? Es que solo Dios puede hacer lo imposible. Un poco de agua no impediría que el fuego descendiera y consumiera todo, y por tanto no le importó echar agua sobre todo el altar. Podría haber seguido derramando agua durante las siguientes veinticuatro horas, y aún así el fuego habría descendido.

Elías estaba aprendiendo a depender de Dios, como ya hemos visto. Recordemos que permaneció junto a ese arroyo pequeño y lo vio secarse. Él sabía que, en sí mismo, no era sino un canal por el cual el agua podría correr. También había mirado a esa tinaja vacía de harina, de la cual Dios le había alimentado a él, a la viuda y a su hijo durante todo el período de la sequía. Luego, una vez más, Elías se dio cuenta de que era como un cuerpo muerto y aprendió que si algo pudiera lograrse, Dios tendría que hacerlo. Simplemente se puso en pie en la cima del monte Carmelo y con su sonrisa irónica estaba anticipando lo que iba a suceder. Creemos que Elías tenía sentido del humor, y Dios también lo tiene. Creemos que Elías bien pudo haber dicho en voz baja: "Señor, si Tú no lo haces, no se hará". Leamos el versículo 36:

"Cuando llegó la hora de ofrecer el holocausto, se acercó el profeta Elías y dijo: Señor, Dios de Abraham, de Isaac y de Israel, sea hoy manifiesto que tú eres Dios en Israel, que yo soy tu siervo y que por mandato tuyo he hecho todas estas cosas."

Y estimado oyente, debiéramos reconocer el hecho de que si Dios no actúa, ciertas cosas no se harán. ¿Entendió usted la oración de Elías? Ésta fue una de las grandes oraciones de la Biblia. Dijo: "Señor, Dios de Abraham, de Isaac y de Israel" Observemos que Elías usó el término "Israel" en vez de "Jacob". Ahora, ¿Por qué usó el término Israel? Bueno, Israel fue el nombre dado no a las 12 tribus, sino a una nación. También en su oración dijo:"sea hoy manifiesto que tú eres Dios en Israel, y que yo soy tu siervo" Elías había hecho todas estas cosas de acuerdo con la Voluntad de Dios. De la misma manera debemos asegurarnos de que lo que hagamos, sea llevado a cabo según la voluntad de Dios. No haga usted algo que quiere hacer, para luego pedir que el Señor lo bendiga. Dios no actúa de esa manera. Tiene que seguir el curso de Su propósito, es decir, el plan de Dios, si quiere recibir las bendiciones de Dios. No tenemos ningún derecho de demandar cosa alguna de Dios, como si Él estuviera a nuestro servicio, a la espera de una orden. Debemos orar según Su voluntad. Y el versículo 37 de este capítulo 18 del Primer Libro de Reyes dice:

"Respóndeme, Señor, respóndeme, para que conozca este pueblo que tú, Señor, eres el Dios, y que tú haces que su corazón se vuelva a ti."

Aquí en este versículo Elías estaba orando para que se manifestase la gloria de Dios. Y eso es lo que pone a Dios en acción. Y leemos ahora, en los versículos 38 al 40, para ver lo que sucedió:

"Entonces cayó fuego del Señor y consumió el holocausto, la leña, las piedras y el polvo, y hasta lamió el agua que estaba en la zanja. Viéndolo todo el pueblo, se postraron y dijeron: ¡El Señor es el Dios, el Señor es el Dios! Entonces Elías les dijo: Apresad a los profetas de Baal para que no escape ninguno."

Ellos los apresaron y Elías los condujo al arroyo Cisón y allí los degolló.

Ahora, eso fue una acción brutal. Pero en realidad, acabó con la apostasía y la herejía. Leamos los versículos 41 al 45 de este capítulo 18 del Primer Libro de Reyes, para considera

La oración de Elías rogando por la lluvia

"Entonces Elías dijo a Acab: Sube, come y bebe; porque ya se oye el ruido de la lluvia. Acab subió a comer y a beber. Pero Elías subió a la cumbre del Carmelo y, postrándose en tierra, puso el rostro entre las rodillas. Luego dijo a su criado: Sube ahora y mira hacia el mar. Él subió, miró y dijo: No hay nada. Pero Elías le ordenó de nuevo: Vuelve siete veces. A la séptima vez el criado dijo: Veo una pequeña nube como la palma de la mano de un hombre, que sube del mar. Elías dijo: Ve y dile a Acab: Unce tu carro y desciende, para que la lluvia no te lo impida. Entre tanto, aconteció que los cielos se oscurecieron con nubes y viento, y hubo un gran aguacero. Subió a su carro Acab y se fue a Jezreel."

Cuando el pueblo se volvió a Dios, la lluvia y las bendiciones descendieron. Ahora, Elías era un gran hombre. Para que el pueblo se diera cuenta que la sequía no había sido simplemente algún accidente de la naturaleza, sino una medida disciplinaria, la sequía terminó de la misma manera en que había comenzado, por medio del mandato del hombre de Dios, Elías. Él dijo que la lluvia vendría. En el principio nada se podía ver sino el agua del mar y el cielo azul. Sin embargo, cuando el siervo de Elías miró por séptima vez, pudo ver una nube tan pequeña como la mano de un hombre. Aquella nube creció rápidamente hasta que los cielos se oscurecieron y la lluvia inundó la tierra seca. Leamos además, el versículo 46:

"Pero la mano del Señor estaba sobre Elías, que se ciñó la ropa a la cintura y corrió delante de Acab hasta llegar a Jezreel."

Elías le había dicho a Acab que se apresurara en llegar a casa porque pronto el río aumentaría su caudal y no podría cruzarlo. Pero entonces Elías se puso a correr. ¿Por qué? Porque es un hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras. Era un ser muy humano, y ahora en el capítulo 19, veremos cuán humano era. Llegamos pues a

1 Reyes 19:1-4

Y en este capítulo el tema se centra en Elías sentado bajo una retama. En resumen, se incluyen los siguientes eventos. Amenazado por Jezabel, huyó a Beerseba. En el desierto, estando cansado de la vida, fue fortalecido por un ángel. Dios le envió a ungir a Azael, a Jehú y a Eliseo, y Eliseo siguió a Elías.

Como Acab informó a Jezabel que Elías había dado muerte a todos sus profetas de Baal, entonces, juró matar al profeta. Emprendió la retirada cobardemente dirigiéndose a Beerseba, donde dejó a su siervo y se fue por el desierto hasta que se sentó debajo de un enebro, donde pidió al Señor que le quitara la vida. Evidentemente, Elías estaba sufriendo de un agotamiento nervioso. Evidentemente había quedado exhausto física y mentalmente. Dios le dio entonces un alimento nutritivo y un prolongado descanso. Luego, el Señor le ofrecería una manifestación espectacular. Primero, un grande y poderoso viento, luego, un terremoto y después un fuego. Ahora, a Elías le agradó toda esta manifestación. Luego llegó un sonido suave y delicado. Aunque esto último era contrario a la personalidad de Elías, Dios estaba presente en ese sonido suave y delicado. Entonces Dios le envió nuevamente al lugar de la acción y el peligro, y en su camino, llamó a Eliseo para que fuera su sucesor.

Consideremos entonces el primer párrafo de este capítulo, en el cual

Elías huyó de Jezabel

Es difícil comprender que el mismo hombre que Elías, el hombre que estaba huyendo, era el mismo que había desafiado a los cuatrocientos cincuenta profetas de Baal. Parecía un hombre diferente. Sin embargo, había una explicación para su condición. Leamos los primeros tres versículos de este capítulo 19 del Primer Libro de Reyes:

"Acab dio a Jezabel la noticia de todo lo que Elías había hecho y de cómo había matado a espada a todos los profetas. Entonces envió Jezabel a Elías un mensajero para decirle: Traigan los dioses sobre mí el peor de los castigos, si mañana a estas horas no he puesto tu persona como la de uno de ellos. Viendo Elías el peligro, se levantó y se fue para salvar su vida. Al llegar a Beerseba, que está en Judá, dejó allí a su criado."

El mensaje que Jezabel envió a Elías fue amenazador. El haber estado ante el público desafiando la falsa adoración de su nación había agotado mucha de su energía y fuerza. Tuvo una actitud extraña cuando oyó el mensaje de Jezabel amenazando matarle. Así como Simón Pedro, en el Nuevo Testamento, cuando caminando sobre el mar apartó sus ojos del Señor y vio aquellas olas grandes y empezó a hundirse, Elías también perdió el valor y comenzó a huir. Fue hasta Beerseba que quedaba lejos, al sur, y estaba en pleno desierto. Cualquiera que se hubiera alejado tanto como para llegar a Beerseba, podría considerarse seguro de estar libre de la persecución de cualquier soberano de Israel, el reino del norte. Pero cuando Elías llegó a este lugar desértico, vemos que dejó allí a su siervo y continuó caminando por un día más de viaje. Leamos ahora el versículo 4:

"Luego de caminar todo un día por el desierto, fue a sentarse debajo de un enebro. Entonces se deseó la muerte y dijo: Basta ya, Señor, quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres."

Tenemos que admitir que este fue un verdadero cambio para un hombre que se había presentado allí en el monte Carmelo, desafiando a los profetas de Baal. En ese momento se escondió debajo de un enebro, lejos, allí en el sur, al otro extremo de la tierra; se estaba escondiendo de la mujer Jezabel. Acab no había hecho ningún esfuerzo para arrestarlo ni destruirlo; pero Jezabel odiaba a Elías. Si estuviera en sus manos, ella no iba a permitirle salir de este incidente con vida.

Creemos que es necesario destacar aquí que Elías había pasado por una experiencia traumática cuando se encontraba delante del altar orando a Dios, y cuando el fuego cayó del cielo. Luego, ejecutó a los profetas de Baal. Entonces hubo una gran lluvia torrencial, lo cual fue una victoria total para Elías. De modo que, Acab volvió e informó a Jezabel de todo lo que había ocurrido y ella, a su vez, le envió el mensaje amenazándole de muerte. Ésta fue la mujer más malvada de toda la Biblia. Elías, por su parte, apartó sus ojos del Señor y huyó a lo que en aquel entonces era el extremo de la tierra civilizada. Cuando llegó a Beerseba, simplemente continuó su huida llegando aun más lejos. Por fin, creyó que ya estaba fuera del alcance de Jezabel.

Y francamente, que cuando lo vemos allí, agazapado debajo de ese enebro, nos avergonzamos de él. Estamos seguros que muchos cristianos le habrían dado a Elías un buen discurso en cuanto a cómo uno debe ser alegre y optimista, y cómo debe sonreír ante cualquier situación. Pero, no creemos que hubiera logrado que Elías les devolviera la sonrisa mientras permanecía debajo de ese enebro.

Cualquiera podría criticar a Elías, culparle por no estar confiando en Dios como debía hacerlo. Alguien hasta podría decir que fue una vergüenza para el Señor. ¿Qué le había sucedido a nuestro profeta? ¿Era éste el que había desafiado a los profetas de Baal? ¿Era éste el que había dicho: Si el Señor es Dios, seguidle ? ¿Qué enfermedad le había atacado? ¿Cuál era el diagnóstico? ¿Podrían conocerse las causas de su estado?

Hemos de sugerir algunas causas. Hubo una causa física para explicar por qué actuó de esta manera. Había trabajado demasiado. Estaba exhausto. Se había preocupado demasiado. Estaba físicamente rendido. El impacto de tantas experiencias traumáticas bien pudo haberle causado la muerte. Estaba agotado después de la tremenda presión soportada al declararse a favor de Dios en medio de tal oposición.

Aunque había siete mil creyentes que no se habían arrodillado ante Baal, ninguno de ellos habría llegado a estar debajo del enebro. Se estaban escondiendo en sus refugios de las montañas. Nunca habrían podido soportar aquellas experiencias en lo alto del monte Carmelo, y tampoco vieron el fuego que cayó del cielo. Elías estuvo solo en aquellos momentos. Elías nunca habría huido de Jezabel si no hubiera estado exhausto. Creemos que hoy necesitamos personas que estén dispuestos a trabajar para Dios con esta actitud de entrega y compromiso, hasta el punto de quedar físicamente postrado.

Hay otra causa para su conducta en el elemento o el factor psicológico implicado en esta situación. Estos son los tiempos de la hipertensión, la frustración, la depresión, la crisis nerviosa, el desengaño, el desánimo, la tristeza, la desilusión. Quizás, estimado oyente usted no ha comprendido bien la personalidad de Elías. Era fuerte y decidida. Era hombre de mucho ánimo y de carácter impetuoso. Tenía un aspecto rudo, que realmente ocultaba un espíritu sensible. Era un hombre dominado por sus emociones, y le era muy posible ir desde un estado de euforia a uno de abatimiento. Poseía las sensibilidades más finas. Le agradaba lo artístico y lo estético. Su naturaleza era emocional y tuvo actitudes emotivas. Quizás sufrió, como dicen los psicólogos, de una psicosis maníaco depresiva.

Ahora recordemos que Dios puso pieles de tejones sobre toda la hermosura, la riqueza, y la obra artística del Tabernáculo o tienda que utilizaron los israelitas como santuario en su travesía del desierto. Una piel de tejones era el exterior de algo maravilloso y hermoso. Pues bien, así era la apariencia exterior de Elías. Nuestro pasaje de hoy finaliza cuando, en esas condiciones deplorables, le pidió a Dios que le quitara la vida.

Ya hemos visto los motivos por los cuales Elías huyó. Y en las páginas de la Biblia, otros huyeron también, por muy diversos motivos. Tal como en nuestro tiempo, en el cual muchos intentan huir y de no enfrentarse con la realidad, con una situación o con otras personas. El ser humano no puede huir de sí mismo ni de ningún problema. Tampoco puede huir del pecado que le esclaviza, afectando gravemente su personalidad. Estimado oyente, Dios sale al encuentro del que huye, del que evita enfrentarse a Él. Es mejor establecer primero una relación con Dios. Al creer en el Señor Jesucristo como Salvador, al recibir la salvación, le entregamos el control de nuestra vida. Y con el poder del Espíritu de Dios, que mora en nosotros, podremos enfrentar cualquier situación. Bien pudo San Pablo decir en 1 Corintios 15:57, "Gracias a Dios que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo."

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