Estudio bíblico de 2 Reyes 22:8-23:25

2 Reyes 22:8-23:25

Continuamos estudiando hoy, el capítulo 22 del Segundo Libro de Reyes. Y en nuestro programa anterior, estuvimos hablando del rey Josías, de Judá, en el sur. Y dijimos que había dirigido el movimiento de renovación más grande que este pueblo jamás había experimentado, después de los días de David y Salomón. El reino del norte ya había sido llevado al cautiverio durante el reinado de Ezequías en el sur, quien fue otro rey extraordinario. Después de Ezequías, reinó su hijo Manasés, y después de éste, Amón, ambos reyes malvados, quienes reinaron en Judá.

Pero ahora, Josías estaba en el trono. Y vimos que reinó por 31 años y fue un buen rey. Durante su reinado, Nahum, Habacuc, Sofonías y Jeremías, fueron los profetas. Vimos luego, que lo primero que hizo Josías, actuar rectamente ante los ojos del Señor. Lo segundo que Josías hizo, fue hacer reparar el Templo. El Templo aparentemente no estaba en uso cuando Josías ascendió al trono. Se había convertido en un tipo de almacén, un depósito de sobras y desechos. Pero Josías mandó al pueblo que trabajara y que se ocupara en reparar al Templo. Y dijimos que la iglesia, hoy en día, es muy semejante al Templo de los tiempos de Josías, porque necesita ciertas reparaciones.

No estamos hablando en cuanto a los edificios. Hay muchos hermosos edificios que sirven como templos. El cristianismo en general es hoy es muy semejante al Templo de los tiempos de Josías. Está en gran necesidad de una reparación, es decir, de una gran renovación. No estamos hablando en cuanto a los edificios. Porque hay muchos hermosos edificios que sirven como Templos. Se trata de un retorno a la Palabra de Dios que, por sí misma, limpia, purifica, y con la acción del Espíritu Santo, quita todo lo que estorbe la relación del cuerpo de los creyentes con su Señor. Nos referimos a la presencia de ideas ajenas a la Palabra de Dios que se hayan acumulado en su interior, o a grietas de carácter espiritual, que amenazan a la unidad y estabilidad de muchos creyentes que componen la iglesia. Estos factores impiden su crecimiento y cumplimiento pleno de su labor, que es la gran misión de testimonio que el Señor encomendó a sus discípulos cuando les encargó que fuesen por todo el mundo predicando el Evangelio a todos. Esta reforma comenzó por el mismo rey Josías, dijimos que toda reforma, toda renovación comienza a nivel personal, individual.

Este rey Josías pues, acabó con toda la idolatría que había en la ciudad de Jerusalén. Los ídolos que habían sido levantados por su abuelo Manasés, fueron quitados. Leamos el versículo 8 de este capítulo 22 de este Segundo Libro de Reyes, donde vemos que

El libro de la ley fue descubierto

"Entonces el sumo sacerdote Hilcías dijo al escriba Safán: He hallado el libro de la Ley en la casa de Jehová. E Hilcías entregó el libro a Safán, quien lo leyó."

La tercera cosa que hicieron y que trajo una renovación a la nación fue un retorno a la Palabra de Dios. Habían perdido la Biblia, y la habían perdido en el templo. Pero encontraron esa Palabra y la colocaron como norma de sus vidas. La Palabra de Dios es lo único que tenemos como un arma, estimado oyente. Es la Palabra de Dios la que tiene vida y poder y es más aguda que cualquier espada de dos filos (Hebreos 4:12). No hay ningún atajo, ninguna ruta cómoda, ningún método nuevo para una renovación.

¿Recuerda usted el caso de José y María, los padres de Jesús? Cuando Jesús era niño sus padres terrenales lo perdieron en el Templo. Debiéramos mantenernos alertas para evitar que tanto Jesús como la Biblia se perdieran en la iglesia de nuestro tiempo. En aquel entonces, Hilcías el sumo sacerdote encontró la Palabra de Dios en el Templo. Se había perdido dentro del Templo. Y la Biblia, estimado oyente, tiene que ser el principio de una renovación.

Continuemos la lectura ahora, y leamos los versículos 9 y 10 de este capítulo 22 del Segundo Libro de Reyes:

"Luego el escriba Safán se presentó ante el rey y le rindió cuentas diciendo: Tus siervos han recogido el dinero que se halló en el Templo y se lo han entregado a los que hacen la obra, los que tienen a su cargo el arreglo de la casa del Señor. Asimismo el escriba Safán declaró al rey: El sacerdote Hilcías me ha dado un libro. Y Safán lo leyó delante del rey."

Imaginémonos la escena. El rey Josías estaba escuchando por primera vez la lectura de la Palabra de Dios. Leamos aquí el versículo 11:

"Cuando el rey escuchó las palabras del libro de la Ley, rasgó sus vestidos."

El cuarto paso hacia una renovación es el arrepentimiento. La lectura de la Palabra de Dios trajo arrepentimiento. Cuando el rey escuchó la Palabra de Dios, se rasgó la ropa, como señal de una profunda emoción. ¿Por qué? Porque la Palabra de Dios trajo convicción y reveló su pecado y trajo Sin la Palabra de Dios no eran conscientes de cuan lejos se habían desviado de la Ley de Dios. Un retorno a la Palabra de Dios trae renovación. Leamos ahora el versículo 13:

"Id y preguntad al Señor por mí, por el pueblo y por todo Judá, acerca de las palabras de este libro que se ha hallado, ya que es grande la ira del Señor que se ha encendido contra nosotros, por cuanto nuestros padres no escucharon las palabras de este libro y no han obrado conforme a todo lo que en él está escrito."

El rey estaba asustado al darse cuenta de que ellos merecían el juicio de Dios. El mensaje con el que Dios respondió a Josías por medio de Hulda, la profetisa, reveló tanto la justicia como la gracia de Dios. Leamos los versículos 16 y 17 de este capítulo 22 del Segundo Libro de Reyes:

"Así dijo el Señor: Voy a traer sobre este lugar, y sobre sus habitantes, todo el mal de que habla este libro que ha leído el rey de Judá, por cuanto me abandonaron a mí y quemaron incienso a dioses ajenos, provocando mi ira con toda la obra de sus manos. Mi ira se ha encendido contra este lugar, y no se apagará."

Pero ahora observemos la gracia de Dios hacia el rey Josías. Leamos los versículos 19 y 20:

"y tu corazón se enterneció y te has humillado delante del Señor al escuchar lo que yo he dicho contra este lugar y contra sus habitantes, que serán asolados y malditos, y por haberte rasgado los vestidos y haber llorado en mi presencia, también yo te he oído, dice el Señor. Por tanto, haré que te reúnas con tus padres: serás llevado a tu sepulcro en paz y tus ojos no verán ninguno de los males que yo traigo sobre este lugar."

Y ellos llevaron la respuesta al rey.

Tenemos aquí, la profecía contra el reino de Judá y todo el mal que Dios traería como juicio sobre Judá. Pero vemos que Dios promete a Josías que él moriría en paz y que no vería todo este juicio que vendría sobre Judá. Y la razón para que Dios librara a Josías, la encontramos aquí en la última parte del versículo 18 y en la primera parte del versículo 19. Dice: "Por cuanto oíste las palabras del libro, y tu corazón se enterneció y te humillaste delante del Señor". Y, estimado oyente, para que haya una verdadera renovación en el cristianismo actual, necesitamos oír con mucha atención las Palabras del Libro; necesitamos volvernos a la Palabra de Dios. Y en segundo lugar, necesitamos humillarnos delante de Dios.

Y así llegamos a

2 Reyes 23:1-25

Y en este capítulo se destacan los siguientes eventos: Josías hizo que el libro fuera leído en una asamblea solemne. Renovó el pacto del Señor. Destruyó la idolatría y todas sus secuelas. Quemó los huesos de los muertos sobre el altar de Bet?el, según fue predicho. Celebró una pascua muy solemne. Luego, la ira final de Dios se manifestó contra Judá. Josías murió en Meguido. Le sucedieron en el trono, los malos reyes Joacaz y después, Joacim. Leamos los versículos 1 al 3, que inician el párrafo de

Las reformas adicionales de Josías

"Entonces el rey mandó convocar ante él a todos los ancianos de Judá y de Jerusalén. Luego el rey subió a la casa del Señor con todos los hombres de Judá y todos los habitantes de Jerusalén, los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo, desde el más pequeño hasta el más grande. Allí leyó en voz alta todas las palabras del libro del pacto que había sido hallado en la casa del Señor. Después, puesto en pie junto a la columna, el rey hizo un pacto delante del Señor, comprometiéndose a que seguirían al Señor y guardarían sus mandamientos, sus testimonios y sus estatutos, con todo el corazón y con toda el alma, y que cumplirían las palabras del pacto que estaban escritas en aquel libro. Y todo el pueblo confirmó el pacto."

Vemos que el pueblo dijo que no sólo leerían la Palabra de Dios, sino que también la pondrían en práctica, viviendo de acuerdo con sus normas. Ya hemos dicho que para que se produzca una renovación debe haber una convicción de pecado, que sólo la Palabra de Dios puede traer. Cuando la Biblia logra esa convicción al corazón, a continuación debe venir el arrepentimiento. El arrepentimiento consiste en dar la vuelta y dirigirse en la dirección opuesta. Si uno está yendo por un camino equivocado, da la vuelta para cambiar de dirección.

Josías como rey tuvo una tremenda influencia. Puso en operación un plan muy audaz. Comenzó quitando la idolatría del templo de Dios. Dice aquí en este capítulo 23 del Segundo Libro de Reyes, versículo 4:

"El rey mandó al sumo sacerdote Hilcías, a los sacerdotes de segundo orden y a los guardianes de la puerta, que sacaran del templo del Señor todos los utensilios que habían sido hechos para Baal, Asera y todo el ejército de los cielos. Los quemó fuera de Jerusalén, en el campo del Cedrón, e hizo llevar sus cenizas a Bet-el."

Todas las cosas que tenían que ver con la adoración de los dioses falsos fueron quemadas en los campos de Cedrón, fuera de Jerusalén. Las cenizas luego fueron llevadas fuera del pueblo, para que la gente ni siquiera pudiera verlas. Entonces, Josías desterró la inmoralidad. Continuemos ahora, leyendo el versículo 7:

"Además derribó los lugares de prostitución idolátrica que estaban en la casa del Señor, en los cuales tejían las mujeres tiendas para Asera."

Josías también interrumpió el ofrecimiento de sacrificios humanos, que consistían en sacrificar niños como sacrificio a Moloc. Leamos el versículo 10:

"Asimismo profanó el quemadero que está en el valle del hijo de Hinom, para que ninguno pasara su hijo o su hija por fuego ante Moloc."

Josías también derribó imágenes, esculturas, estatuas, altares y lugares altos que reyes anteriores a él habían introducido en la tierra. Incluso traspasó los límites de Judá, llegando hasta Betel. En 2 Crónicas 34:33, se resume su actividad. Dice así: "Josías quitó todas las abominaciones de toda la tierra de los hijos de Israel, e hizo que todos los que se hallaban en Israel sirvieran al Señor, su Dios. Y mientras él vivió no se apartaron del Señor, el Dios de sus padres."

Fue interesante que en Betel, vio la tumba del profeta que había predicho que él haría todas estas cosas (1 Reyes 13:2), como podemos ver ahora, al leer los versículos 17 y 18:

"Después dijo: ¿Qué monumento es este que veo? Los de la ciudad le respondieron: Este es el sepulcro del hombre de Dios que vino de Judá y profetizó estas cosas que tú has hecho sobre el altar de Bet-el. El rey dijo: Dejadlo; que nadie mueva sus huesos. Así fueron preservados sus huesos y los huesos del profeta que había venido de Samaria."

Ahora, leamos los versículos 21 al 23, donde vemos otro paso importante y positivo que dio Josías:

La pascua fue restituida

"Entonces el rey ordenó a todo el pueblo: Celebrad la Pascua al Señor, vuestro Dios, conforme a lo que está escrito en el libro de este pacto. No había sido celebrada tal Pascua desde los tiempos en que los jueces gobernaban a Israel, ni en todos los tiempos de los reyes de Israel y de los reyes de Judá. En el año dieciocho del rey Josías se celebró aquella Pascua al Señor en Jerusalén."

La celebración de la pascua constituyó un gran evento. Aparentemente no la habían celebrado por mucho tiempo; la habían pasado por alto. Ahora, ¿Qué significaba la pascua? La pascua era un símbolo de Cristo. Pero, el pueblo se había olvidado de ella. En el Nuevo Testamento el apóstol Pablo dijo, en 1 Corintios 5:7, que Cristo, que es el Cordero de nuestra Pascua, fue muerto en sacrificio por nosotros. Hoy en día muchos tratan de tener una religión, pero sin Cristo. La deidad de Cristo es ridiculizada incluso entre algunos que profesan ser cristianos. El valor de la muerte de Cristo es rechazado y despreciado, así como la eficacia de la sangre de Cristo. Pero, estimado oyente, lo único que puede revitalizar al cristianismo es una auténtica renovación.

La marea de una gran bendición tuvo lugar en el siglo XVI y fue impulsada por reformistas como Martín Lutero, Juan Calvino y Zuinglio. Wyclif y Juan Knox habían sido reformistas en lo siglos XIV y XV, aun antes de la Reforma. En el siglo XVII hubo otro despertamiento espiritual conocido como el Movimiento Puritano. El siglo XVIII, en un tiempo de oscuridad y deísmo, comenzó otro gran despertamiento espiritual encabezado por Wesley y Whitfield. En el siglo XIX hubo un influyente retorno a Dios en Oxford, del cual resultó el Movimiento Misionero. Hacia fines de ese siglo grandes movimientos de renovación fueron dirigidos por Moody y Finney. En el siglo XX no ha habido ninguna renovación de alcance mundial. Es verdad que ha habido algunas renovaciones de carácter local, así como otras se han producido en el siglo XXI. Podríamos decir que, en general, vivimos en tiempos de frialdad e indiferencia espiritual. En algunas regiones del mundo, especialmente en aquellas en las cuales el nivel de vida es más o menos elevado, se observa, incluso, un claro retroceso del cristianismo. La mente de las personas está cautivada por otras formas de idolatría, propias de la sociedad de consumo. Los pensamientos giran, más bien, alrededor de lograr una vida de calidad desde el punto de vista material, Y aquellos que ya disfrutan de este nivel, luchan por conservarlo y aumentarlo en una carrera que parece no tener fin. Es como un ansia que no se puede saciar, que nunca está satisfecha. Y las nuevas opciones de ocio y tiempo libre, a las cuales se aferran las personas, cuando pierden su carácter novedoso, pronto son reemplazadas por otras. Desde un punto de vista de realismo humano, no cabría esperar, pues, un cambio en esta situación. Y estas tremendas fuerzas que operan a nivel social, parecen haber arrinconado a la Biblia, la gran ausente de los medios de difusión, limitando su influencia a ciertos ambientes reducidos. Pero, desde el punto de vista de Dios, los asuntos y tendencias humanas se ven de manera diferente. Volviendo a la época que estamos estudiando, vimos que la idolatría había invadido, había saturado todos los niveles e instituciones de la sociedad. Y es preciso recordar que lo que ocurrió en los tiempos de Josías, cuando el pueblo había llegado tan lejos como era posible en su distanciamiento de Dios, debiera estimularnos al considerar las posibilidades de una renovación en la actualidad. Porque en la hora más oscura de aquel reino de Judá, se produjo una renovación profunda en todos los órdenes.

Nos falta reconocer nuestra frialdad e indiferencia. ¿Se la hemos confesado a Dios alguna vez? ¿Hemos sentido esa convicción al entrar en contacto con la Palabra de Dios? Recordando los sentimientos del rey Josías hacia la Palabra de Dios, ¿hemos sentido ante Él ese amor, ese respeto por lo nos ha revelado en la Biblia, y ese deseo de llevar la Palabra divina a nuestra vida práctica? Realmente, necesitamos que la Palabra de Dios penetre en todos los rincones de nuestra vida para que, por el poder del Espíritu Santo, se lleve a cabo en nuestro interior una verdadera transformación.

El profeta Isaías, que profetizó anteriormente en este reino de Judá, en su libro, 6:7, nos relató lo que experimentó ante una visión de la presencia de Dios. Se vio tal como era y se sintió impuro, indigno de haber contemplado al Rey de reyes y así lo expresó. Sus contemporáneos necesitaban sentir lo mismo, dada la situación de postración espiritual en que se encontraban. Entonces, en la misma visión, un ángel, de parte de Dios se acercó a él con unas tenazas que sostenían una brasa que había tomado del altar, y tocándole con ella la boca, le comunicó el siguiente mensaje, que él y su pueblo necesitaban oír: "Mira, esta brasa ha tocado tus labios. Tu maldad ha sido quitada, tus culpas te han sido personadas". Es que aquel pueblo necesitaba la acción del fuego purificador de Dios. Y, estimado oyente, ¿acaso no la necesitamos nosotros?

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