Estudio bíblico de Romanos 2:1-16

Romanos 2:1-16

En el día de hoy vamos a comenzar nuestro estudio del segundo capítulo de la carta del apóstol Pablo a los Romanos. Y en él, vemos que las personas que se justifican a sí mismas, serán juzgadas por Dios. Pablo indica seis grandes principios por los cuales Dios los juzgará. En el primer versículo de este capítulo 2, el apóstol dijo:

"Por eso eres inexcusable, hombre, tú que juzgas, quienquiera que seas, porque al juzgar a otro, te condenas a ti mismo, pues tú, que juzgas, haces lo mismo".

Podemos decir aquí que este es un tema muy importante en este capítulo. En el capítulo 1 el apóstol reveló la maldad del hombre; mientras que aquí en el capítulo 2 se expone a los que se justifican a sí mismos. Debemos notar aquí que él no está hablando de la salvación, sino que el tema es el pecado y la base por la cual Dios juzgará al hombre. Estos seis principios no son las bases de la salvación. Son más bien, las bases para juicio.

Ahora, yo no sé lo que usted piensa, estimado oyente, pero yo no quiero ser juzgado por Dios. Y le doy gracias a Dios por el Salvador que ha provisto. La Escritura presenta al evangelio como el único medio para obtener la vida eterna. Al rechazar al Hijo de Dios traemos inmediatamente sobre nosotros el juicio de Dios, y el único veredicto es el de ser declarado culpable. El apóstol Juan en su primera carta, capítulo 5, versículo 12 nos dijo que: "El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida". Y en el evangelio según San Juan, capítulo 5, versículo 24, el Señor Jesucristo dijo: "De cierto, de cierto, os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, sino que ha pasado de muerte a vida". Y escuche ahora, lo que Jesús dijo después de las tan conocidas palabras en el evangelio según San Juan, capítulo 3, versículo 17. Por lo general nos detenemos en el famoso versículo 16; pero El también dijo en el versículo 17: "Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él". Y en el versículo 18 dice: "El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios". Y luego, más adelante en el mismo capítulo 3 del evangelio según San Juan dice en el versículo 36: "El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que se niega a creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él". Así que los que no tienen a Cristo hoy ya están perdidos. Usted puede ser una persona religiosa, también puede ser una persona buena, pero sin Cristo, estimado oyente, está totalmente perdido.

Y ahora, aquí en el capítulo 2 de su carta a los Romanos, Pablo dice: "Por lo cual eres inexcusable, oh hombre". Ahora, la palabra "hombre" en esta frase es usada en sentido genérico, hombre o mujer. En ella se incluye tanto a los judíos, como a los gentiles y se refiere a los seres humanos en general. "Quienquiera que seas tú que juzgas", al usar esta expresión, el apóstol pasa de un término general a uno específico. De aquello que representaba a la humanidad en general, a una persona. Pero, aun lo limita a aquellos que juzgan a otros. La palabra usada para "juzgar" aquí, lleva consigo la idea de juzgar pero con la intención de declarar a la otra persona culpable. O sea que, podría leerse así: "Quienquiera que seas tú que condenas".

Aquí entonces se nos hace la siguiente pregunta: ¿Cuál sería la actitud del creyente en el día de hoy hacia esa clase de personas que han sido mencionadas en el capítulo 1 de esta carta a los Romanos? Nosotros deberíamos desear que todos ellos llegaran a salvarse. Y nosotros debemos tratar de llevarles el evangelio. Deberíamos ser como esas personas mencionadas en el antiguo himno que dice: "Rescata al que perece, cuida del que muere, arrebátalos del pecado. Llora por los que están errados, levanta al caído; háblales de Jesús, poderoso para salvar". Y esa debe ser nuestra actitud, la de querer que ellos sean salvos. Pero aclarando bien ante ellos, que necesitan ser salvos y que necesitan ser liberados de ese terrible pecado de perversión e inmoralidad.

Bien, tenemos ahora que tener cuidado cómo leemos, porque podemos llegar a una conclusión errada, porque dice: "porque tú que juzgas haces lo mismo". Ahora, la palabra en griego aquí para "lo mismo", es "auta". Ahora, según el verdadero significado, cuando Pablo usa la expresión "lo mismo" no quiere decir cosas idénticas, sino cosas que son tan malas a los ojos de Dios, como las cosas que hacen los depravados y perdidos; y que resultan ofensivas al pecador culto y refinado.

Una persona que no era salva dijo una vez que el infierno no podría ser calentado lo suficiente como para castigar a una persona como Hitler. Ahora, esta persona que así hablaba estaba juzgando a Hitler, estaba ocupando el lugar de Dios. Y, hay muchos que hoy en día, condenan a otros por sus actitudes o ideas diferentes. Pero es necesario aclarar que nosotros estamos haciendo lo mismo y somos culpables por hacer esto. Ahora, quizás alguien diga: "Un momento, yo no hago esas cosas". Bueno, permítanos decirle entonces que usted está sentado juzgando a aquellas personas que no están en su mismo nivel. Usted está usando los modelos de la sociedad de nuestro tiempo. Y si alguien no llega a los niveles que han sido establecidos en su pequeño grupo, pues se le condena.

De la misma manera, Dios está diciendo que si usted cree que tiene el derecho de juzgar a los demás con sus propias normas, entonces, él también tiene ese derecho y puede juzgarle a usted según Sus propias normas. Y es así como Dios juzga, según Sus normas divinas.

Muchas personas piensan que le resultan agradables a Dios. Si nosotros pudiéramos vernos como Dios nos ve, no podríamos soportarnos. Somos detestables. Somos pecadores perdidos. ¿Qué es lo que podemos contribuir para el cielo? ¿Podemos adornar ese lugar? Nos da la impresión de que algunas personas piensan que el cielo será un lugar mejor cuando ellos lleguen allá. Sin embargo, la tierra no ha sido mejorada por su presencia en ella. Estimado oyente, usted está tratando de negar a Dios el mismo privilegio que usted tiene de juzgar a los demás. Dios le juzgará. Y Él no va a juzgarle según las normas suyas, o las normas por las cuales usted juzga a otros. Él le juzgará según Sus normas divinas. ¿Le empieza a conmover esto? Pues, debería hacerlo; porque yo soy consciente de que no puedo alcanzar el nivel de esas normas, las normas de Dios. Ahora, veremos que a partir del versículo 2, Pablo expuso los principios por los cuales Dios juzgará al pecador culto y refinado. Leamos el versículo 2 de este capítulo 2 de la epístola a los Romanos donde el apóstol Pablo destacó el primer gran principio:

"Pero sabemos que el juicio de Dios contra los que practican tales cosas es según la verdad".

Sabemos que el juicio de Dios es según la verdad, es decir, según la realidad. Hay tantas personas, incluso quienes profesan ser cristianos en estos días, que viven en un mundo imaginario. No quieren oír la verdad del evangelio.

Hay muchas personas pías, santas, que dicen: "¿Sabe usted? Me gustaría mucho estudiar la Biblia, me gusta tener un estudio bíblico". Y, luego, cuando comienzan a estudiar la Palabra de Dios, se dan cuenta que no es lo que ellos pensaban. Experimentan lo que le ocurrió a Juan en el incidente relatado en el libro de Apocalipsis. Cuando comenzó a ver el juicio de Dios, al principio era algo conmovedor, emocionante, era dulce en su boca. Pero, cuando comió el pequeño libro, le produjo una indigestión. Fue amargo en su estómago. Y hay muchos creyentes en nuestros días, que dicen que quieren realizar estudios bíblicos, pero no quieren enfrentarse con la realidad. No quieren ni siquiera escuchar la verdad. Recordemos la advertencia de lo que acabamos de leer: "Mas sabemos que el juicio de Dios contra los que practican tales cosas es según la verdad".

Este fue uno de esos grandes principios. Ahora, insistimos, estos son los principios de juicio y no son los principios de salvación. El hombre tiene el conocimiento inherente de que debe ser juzgado por un poder más grande. Y el próximo juicio de Dios es algo que toda persona sin Cristo llega a negar, o a temer. Las Escrituras son claras en el tema del juicio. El apóstol Pablo, en el libro de los Hechos de los apóstoles, capítulo 17, versículo 31, dijo a los Atenienses: "Por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, acreditándolo ante todos al haberle levantado de los muertos". Pablo había debatido con Félix sobre la justicia, el dominio propio y el juicio venidero. Félix se asustó mucho con esto, pero no quiso oír otro sermón. El juicio de Dios está en contraste con el juicio del hombre. El hombre no tiene conocimiento de todos los hechos, y su juicio es parcial y lleno de prejuicios. El juicio de Dios, en cambio, contempla todos los hechos. Él conoce el estado real del ser humano, le conoce exactamente tal como él es.

Dios dijo en el libro de Daniel, capítulo 5, versículo 27, que somos pesados en balanza, y esa es la Palabra de Dios para aquellas personas cultas que se enorgullecen de su moralidad. Creemos que el gran error de esas personas es el de creer que la persona depravada deber ser juzgada, pero que ellas confían en escapar al juicio porque son diferentes y frente a Dios están en un nivel superior. La gran mayoría piensa que los dictadores que cometieron atrocidades deben ser juzgados, pero que ellas deberían escapar al juicio. Estimado oyente, Dios juzgará al hombre por lo que él es ante Su mirada. ¿Quiere usted estar delante de Dios en esas condiciones? Yo, por mi parte, no lo deseo. Veamos ahora lo que Pablo dijo aquí en el versículo 3 de este capítulo 2 de la epístola a los Romanos:

"Y tú, hombre, que juzgas a los que hacen tales cosas y haces lo mismo, ¿piensas que escaparás del juicio de Dios?"

Robert Govett señaló cuatro maneras por las cuales alguien que ha quebrantado la ley humana podría escapar al castigo. Una manera es que el criminal piensa que su ofensa no será descubierta. En segundo lugar, si es descubierto, piensa que podría escapar de las autoridades a un lugar que estuviera fuera de la jurisdicción del tribunal, por ejemplo, cruzando una frontera. La tercera manera es que si llega a ser arrestado, puede salir libre, gracias a algún detalle técnico que cause una interrupción o suspensión en el procedimiento legal. Y la cuarta manera, es que si lo llegan a condenar, tal vez él pueda escapar de la prisión y permanecer oculto.

Y estimado oyente, ninguna de estas vías de escape está abierta para el ser humano ante el juicio divino. Su ofensa será descubierta. Usted no puede escapar a la autoridad o jurisdicción de Dios. No habrá ningún fallo técnico que interrumpa el juicio, y nunca podrá escapar de la prisión. ¿Cómo escaparemos si despreciamos una salvación tan grande? El autor de Hebreos se preguntó en 2:3, ¿Cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? Luego dijo Pablo aquí en el versículo 4 de este capítulo 2 de la epístola a los Romanos:

"¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y generosidad, ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento?"

Debemos reconocer que la bondad de Dios es algo que nos debería hacer caer de rodillas ante Él. Pero en cambio, empuja a los hombres lejos de Dios. David estaba preocupado por la forma en que prosperaban los malos. Le parecía que no Dios no hacía nada. Y en el Salmo 73, versículos 3 y 4, David dice: "Porque tuve envidia de los arrogantes, viendo la prosperidad de los impíos. No se atribulan por su muerte, pues su vigor está entero". Luego, continuó diciendo en el versículo 5, del mismo Salmo 73: "No pasan trabajos como los otros mortales, ni son azotados como los demás hombres". Y en los versículos 9 y 17 dice: "Ponen su boca contra el cielo, y su lengua pasea la tierra. Hasta que entrando en el santuario de Dios, comprendí el fin de ellos". Estimado oyente, ellos tendrán que enfrentarse al juicio de Dios.

Ahora, si usted es una persona perdida, es decir, que no tiene una relación con Dios, no crea que estamos tratando de apartarle de algunas cosas de esta vida. Si no ha confiado en Cristo y su única esperanza está en esta vida, entonces, trate de extraerle todo lo que pueda a esta vida. Como decían los gladiadores romanos antes de luchar entre sí hasta la muerte: "comamos y bebamos, que mañana moriremos". Pero, estimado oyente, usted necesita un Salvador porque Dios le juzgará. Y la bondad de Dios debe guiarle hacia Él. Pero Él continuó diciendo aquí en el versículo 5, de este capítulo 2 de la carta a los Romanos:

"Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios"

Muchos de los que nos escuchan hoy y que no son salvos, saben que Dios ha sido bondadoso con ellos. Dios los ha bendecido, pero eso no los ha traído a Él, ¿verdad? Cuando usted piensa en los pobres que están padeciendo de hambre allá en tantas zonas del mundo y en las abundantes bendiciones que usted tiene aun siendo un pecador , ¿piensa acaso que Dios no le juzgará? ¿Piensa que de alguna manera logrará escapar? La misma bondad de Dios le tendría que llevar al arrepentimiento. Llegamos ahora al versículo 6 y encontramos aquí, el segundo gran principio. Leamos este versículo 6:

"El cual pagará a cada uno conforme a sus obras"

Estimado oyente, Él recompensará a cada uno lo que merezcan sus obras. La justicia absoluta es el criterio usado en el juicio o en la recompensa del Señor. Las obras del ser humano están ante Dios, expuestas a Su santa luz. Ninguna persona en su sano juicio quiere ser juzgada de esta manera. Tenemos el ejemplo de Cornelio, en los Hechos de los Apóstoles. Él era un hombre bueno, y sin embargo, estaba perdido. Ahora, en el versículo 7 leemos:

"vida eterna a los que, perseverando en hacer el bien, buscan gloria, honra e inmortalidad"

Recordemos aquí que bajo este segundo principio, el tema no es una determinada forma de vida. Más bien, una forma de vida constituye la base para el juicio. La conducta habitual de una persona, sea buena o mala, revela la condición de su corazón. La vida eterna no es la recompensa para una vida de buenas obras. Ello contradeciría muchos otros pasajes Bíblicos que afirman con claridad que la salvación no se obtiene por las buenas obras, sino que se otorga totalmente por la gracia de Dios a aquellos que creen. Una persona que realiza obras buenas, demuestra que su corazón ha sido regenerado por Dios. Tal persona, redimida por Dios, tiene vida eterna. A la inversa, si una persona que obra mal continuamente y rechaza la verdad, demuestra que no ha sido regenerada y, en consecuencia, será objeto de la ira y el juicio de Dios. Leamos ahora los versículos 8 hasta el 11:

"pero ira y enojo a los que son contenciosos y no obedecen a la verdad, sino que obedecen a la injusticia. Tribulación y angustia sobre todo ser humano que hace lo malo, sobre el judío en primer lugar, y también para el que no lo es; en cambio, gloria, honra y paz a todo el que hace lo bueno: al judío en primer lugar y también al que no lo es, porque para Dios no hay acepción de personas".

Y aquí en este versículo 11, tenemos el tercer principio por el cual viene el juicio de Dios. Dice: "Porque no hay acepción de personas para con Dios". O sea, que Dios no hace diferencias entre unos y otros. Éste es uno de los grandes principios del Antiguo Testamento. En el libro de Deuteronomio, capítulo 10, versículo 17, leemos: "Porque el Señor vuestro Dios es Dios de dioses, y Señor de señores, Dios grande, poderoso y temible, que no hace acepción de personas, ni recibe sobornos". Simón Pedro se dio cuenta de esto cuando entró al hogar de Cornelio y dijo que en ese momento entendía que Dios no hacía diferencia entre una persona y otra. (Hechos 10:34). Para Dios, estimado oyente, no hay favoritos. Él no tiene hijos mimados. Todos los hombres son iguales para Él. La justicia tiene los ojos vendados no porque sea ciega, sino para no ver la diferencia entre el rico y el pobre. Todos deben ser iguales delante de ella. Membresía en una Iglesia, pertenecer a una buena familia, o ser un ciudadano destacado, no le da a uno ninguna ventaja delante de Dios. La cuestión verdaderamente importante es: ¿Tiene usted un Salvador? o ¿no tiene un Salvador? Luego leemos aquí en el versículo 12 de este capítulo 2 de la epístola a los Romanos:

"Todos los que sin la Ley han pecado, sin la Ley también perecerán; y todos los que bajo la Ley han pecado, por la Ley serán juzgados"

Y este es otro gran principio (el cuarto) por el cual Dios juzga hoy. Y veamos como lo expresa el versículo 13:

"Pues no son los oidores de la Ley los justos ante Dios, sino que los que obedecen la Ley serán justificados".

Se ha dicho que los paganos están perdidos porque no han oído de Cristo y no le han aceptado. Estimado oyente, ellos están perdidos porque son pecadores. Esa es la condición en la que se encuentra toda la humanidad. Los hombres no son salvos por el conocimiento que tienen; ellos son juzgados por el conocimiento que tienen. La primera parte del versículo dice: no son los oidores de la Ley los justos ante Dios (o sea, los que quedan libres de culpa) Muchas personas piensan que si simplemente dan su aprobación al Sermón del Monte son salvos. ¿Y quiénes obedecen la ley y son declarados justos? Dios no declara justos ni da la vida eterna a aquellos que creen que hacen buenas obras, sino a aquellos que creen en Él y cuya conducta revela un corazón regenerado. En el versículo 15 encontramos el quinto de los grandes principios. Pero leamos también el versículo 14:

"Cuando los gentiles que no tienen la Ley hacen por naturaleza lo que es de la Ley, estos, aunque no tengan la Ley, son ley para sí mismos, mostrando la obra de la Ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia y acusándolos o defendiéndolos sus razonamientos"

Dios juzgará a los paganos por su propia conciencia. Nosotros muchas veces pensamos que de alguna manera u otra, los paganos eludirán el juicio de Dios, por el simple hecho de no tener la revelación. Pero lo que ocurre es que ni siquiera están viviendo según el conocimiento que ellos tienen. Y Dios los juzgará en base a ello. Ahora, el versículo 16 dice:

"en el día en que Dios juzgará por medio de Jesucristo los secretos de los hombres, conforme a mi evangelio".

Esa es la norma o base para el juicio. La idea de que yo seré salvo porque soy un hombre bueno, o porque creo que soy bueno, no es válida. Dios, estimado oyente, va a juzgar a los que se creen buenos por hacer buenas obras. Y Él los juzgará basándose en el principio de lo hecho por Cristo en lo más profundo del corazón humano. Recordemos que Cristo dijo que cualquiera que mirase con codicia a una mujer, ya adulteró con ella en su corazón. Y ese es sólo un ejemplo de los secretos del corazón humano. ¿Desearía usted que los secretos de su corazón fueran hechos públicos, no las cosas hermosas que ha dicho, sino los pensamientos impuros que han pasado por su mente? Todo esto debiera impulsarnos a buscar refugio en Jesús para que Él nos salve. Damos gracias a Dios que, como dijo también Pablo en Efesios 2, somos salvos por gracia, por medio de la fe, y no por obras, para que nadie pueda jactarse de nada. La salvación es, pues, una provisión gratuita, un regalo de Dios. Y entonces, una persona regenerada por el Espíritu Santo, vivirá haciendo las buenas obras que son agradables ante Dios, y también ante los seres humanos.

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