Estudio bíblico de 1 Crónicas 16:22-18:4

1 Crónicas 16:22 - 18:4

Continuamos hoy, nuestro recorrido por el Primer Libro de Crónicas, y nos encontramos todavía en el capítulo 16. Y en nuestro programa anterior, estuvimos hablando del Pacto que Dios hizo con Abraham, y que confirmó con Isaac, al hacer Su promesa. Dios, ha hecho pactos y esos pactos tienen mucha importancia en el día de hoy. Dios hizo, pues, un pacto con Abraham y no ha faltado a Su palabra. Dios dijo: "Te daré a ti y a tu descendencia esta tierra", y Dios lo va a hacer. Eso no quiere decir que tienen que ir y tomarla de nuevo ahora, sino que cuando la reciban de Dios no tendrán que temer a sus vecinos, o a ninguna otra nación. Podrán vivir en paz con otros pueblos, y los otros pueblos con ellos. Es que habrá un nuevo orden mundial y Dios, a quien pertenece toda la tierra, es justo, y dará a cada uno lo que le corresponda. Y tal como Él hizo un pacto con Abraham y sus descendientes, así también Dios ha hecho un pacto con nosotros. Al estar unidos a Cristo Jesús, Él nos ha dado todas las bendiciones espirituales.

Ahora, David entendió que Dios había hecho pacto con Abraham, en relación la tierra. Leamos entonces el versículo 22, de este capítulo 16 del Primer Libro de Crónicas:

"Dijo: No toquéis a mis ungidos ni hagáis mal a mis profetas".

Tenemos, pues, que tener mucho cuidado de no interferir con la obra de Dios. Dios extendió Su mano de protección sobre los patriarcas cuando se desplazaban de un lugar a otro. Esto se refería principalmente a Abraham, Isaac y Jacob. Pero tiene también una aplicación para nosotros. Antes de criticar a un líder espiritual, debiéramos preguntarnos si estamos perjudicando o ayudando a la obra de Dios.

Bien, continuemos ahora con este Salmo de David, que tenemos aquí en este capítulo 16, del Primer Libro de Crónicas. Leamos ahora los versículos 23 al 25:

"Cantad al Señor toda la tierra, proclamad de día en día su salvación. Cantad entre las gentes su gloria, en todos los pueblos sus maravillas. Porque grande es el Señor, digno de suprema alabanza y más temible que todos los demás dioses".

Llegará un día, estimado oyente, cuando esta creación que en la actualidad se queja y sufre, esperando la redención de los hijos de Dios, podrá ser liberada. Y entonces usted podrá escuchar la música más hermosa que jamás ha escuchado. Veamos ahora, lo que dice el versículo 26:

"Porque todos los dioses de los pueblos son ídolos, mas el Señor hizo los cielos".

Y eso quiere decir que esos dioses no son nada, sino un trozo de madera, de roca o de metal. Esto nos recuerda los ídolos actuales, que los seres humanos se han forjado y a los cuales admiran de forma tan excluyente, hasta el punto que han desplazado a Dios, el Creador del universo y la vida, de sus pensamientos y teorías. Y ahora, leamos los versículos 27 al 29:

"Alabanza y magnificencia hay delante de él. Poder y alegría hay en su morada. ¡Tributad al Señor, familias de los pueblos, dad al Señor gloria y poder!¡Dad al Señor la honra debida a su nombre! Traed ofrenda y venid delante de él. ¡Postraos delante del Señor en la hermosura de la santidad!"

Esto no significa simplemente adorarle en la liturgia elaborada de una hermosa iglesia, sino más bien adorarle penetrando en la belleza de Su Persona y de Su santidad. Muchos de nosotros no sabemos siquiera cómo adorar a Dios. Y aun ahora, al leer este Salmo, ¿no siente el deseo de unirse a las palabras del autor del salmo? La verdadera adoración no consiste en usar tópicos o repetir mecánicamente frases ya preparadas de antemano, sino en expresar los profundos sentimientos de admiración y gratitud del corazón. Veamos ahora, los versículos 30 al 33:

"¡Que tiemble en su presencia toda la tierra! Él afirmó el mundo para que no se conmueva. Alégrense los cielos, gócese la tierra. Digan en las naciones: El Señor reina. ¡Resuene el mar y su plenitud! ¡Alégrese el campo y todo lo que hay en él! Entonces cantarán los árboles de los bosques delante del Señor, porque viene a juzgar la tierra".

Ese día llegará, estimado oyente. Dice aquí que los árboles cantarán. Yo estoy esperando ese día. Quizá, usted me pregunte, y "¿Cómo cree usted que cantarán los árboles?" Bueno, no sabemos como ellos y el resto de la naturaleza expresarán su lenguaje de alabanza. Pero cuando lleguemos a ese día ya lo sabremos, porque participaremos de esa alabanza universal. Ahora, el versículo 34, dice:

"Aclamad al Señor, porque él es bueno; porque su misericordia es eterna".

A Dios no le falta la misericordia, estimado oyente, y eso es lo que necesitamos: la compasión y la capacidad de Dios para comprendernos y perdonarnos. Él ejercita esa virtud en abundancia, de acuerdo con la propia necesidad de cada uno. Téngalo en cuenta, estimado oyente, y acuda a Él en caso de necesidad. Y ahora, los versículos 35 al 40, dicen:

"Y decid: ¡Sálvanos, Dios, salvación nuestra! Recógenos y líbranos de las naciones, para que confesemos tu santo nombre, y nos gloriemos en tus alabanzas. ¡Bendito sea el Señor, Dios de Israel, de eternidad a eternidad! Y dijo todo el pueblo: Amén, y alabó al Señor. David dejó allí, delante del Arca del pacto del Señor, a Asaf y a sus hermanos, para que ministraran de continuo delante del Arca, según el rito de cada día; y a Obed-edom con sus sesenta y ocho hermanos; y a Obed-edom hijo de Jedutún, y a Hosa, como porteros. Asimismo al sacerdote Sadoc, y a los sacerdotes, sus hermanos, delante del tabernáculo de Jehová en el lugar alto que estaba en Gabaón, para que sacrificaran continuamente, por la mañana y por la tarde, holocaustos al Señor en el altar del holocausto, conforme a todo lo que está escrito en la ley que el Señor prescribió a Israel".

Aquí vemos que ellos mantuvieron abierta la comunicación con Dios. Aparentemente no había habido una continuación de los sacrificios y de la adoración durante el reinado de Saúl. Entonces David organizó el ritual. El arca se encontraba en Jerusalén y él designó a quienes servirían continuamente ante el arca.

No sabemos quién era el Secretario de Estado de David, el Ministro de Hacienda o los embajadores, pero sí sabemos quienes cuidaban del arca, quiénes adoraban ante la presencia de Dios y quienes estaban a cargo de los asuntos espirituales de su reino. Prosigamos ahora con el versículo 41:

"Con ellos estaban Hemán, Jedutún y los otros escogidos, designados por sus nombres, para glorificar al Señor, porque es eterna su misericordia".

Ésta es la razón, estimado oyente, por la cual nosotros debemos dar gracias a Dios, porque podemos encontrar paz en la realidad de que es eterna Su misericordia.

Y este capítulo 16 del Primer Libro de Crónicas, concluye con estos versículos 42 y 43, diciendo:

"Y con ellos, a Hemán y Jedutún, que tenían trompetas, címbalos y otros instrumentos de música para acompañar los cantos a Dios. Los hijos de Jedutún eran porteros. Después todo el pueblo se fue, cada cual a su casa; también David se volvió para bendecir su casa".

Al entrar ahora en

1 Crónicas 17

El tema preponderante nos lleva a David en el templo. El deseo de David de construir un templo a Dios complació tanto al Señor que permitió que se repitiera aquí la totalidad del episodio registrado en 1 Samuel 7. Leamos, pues, el primer versículo del capítulo 17 del Primer Libro de Crónicas:

"Viviendo ya David en su casa, dijo al profeta Natán: Mira, yo habito en casa de cedro, mientras el Arca del pacto de Jehová está bajo cortinas".

Quizás la noche anterior había llovido, y David pudo escuchar el golpeteo de la lluvia sobre el techo del palacio, y entonces pensó que el arca de Dios se encontraba allí fuera, en una tienda. Lo cual le llevó a decirle a Natán que quería edificar una casa dedicada a Dios. Leamos el versículo 2:

"Y Natán dijo a David: Haz todo lo que está en tu corazón, porque Dios está contigo".

Simpatizamos mucho con Natán. Él dijo lo que pensó que era lo más apropiado. Sin embargo, aquí tenemos un caso en el que un profeta de Dios estuvo equivocado y Dios tendría que corregirlo. Leamos los versículos siguientes, versículos 3 hasta el 5 de este capítulo 17, del Primer Libro de Crónicas:

"Pero aquella misma noche vino palabra de Dios a Natán, diciendo: Ve y di a David mi siervo: Así ha dicho el Señor: Tú no me edificarás casa para que yo habite. Pues no he habitado en casa alguna desde el día en que saqué a los hijos de Israel hasta el día de hoy; antes estuve de tienda en tienda, y de tabernáculo en tabernáculo".

Dios siempre se identifica con Su pueblo, y ése es el motivo por el cual Él asumió nuestra condición humana. En el Antiguo Testamento vimos que Dios se reunió con Su pueblo en tiendas, porque ellos vivían en tiendas. Ahora, en el versículo 6, leemos:

"Por dondequiera que anduve con todo Israel, ¿acaso dije a alguno de los jueces de Israel, a los cuales mandé que apacentaran a mi pueblo: ¿Por qué no me edificáis una casa de cedro?"

Cuando el pueblo llegó a su tierra prometida y edificó casas permanentes, no se había edificado aún un templo permanente. Y Dios dijo que no les había pedido que le edificasen una casa. Pero este deseo había surgido en el corazón de David. De modo que, Dios envió a Natán el profeta con un mensaje para David. Leamos los versículos 7 y 8:

"Por tanto, ahora dirás a mi siervo David: Así ha dicho el Señor de los ejércitos: Yo te tomé del redil, de detrás de las ovejas, para que fueras príncipe sobre mi pueblo Israel. He estado contigo en todo cuanto has andado, he cortado a todos tus enemigos de delante de ti, y te haré un nombre grande, como el nombre de los grandes de la tierra".

Dios dijo a David: "No quiero que te olvides de tu origen humilde. Yo fui y te busqué cuando eras un joven pastor, para hacerte rey sobre mi pueblo". Y Dios engrandeció a David, que llegó a ser uno de los líderes mundiales de su tiempo. En consecuencia, su nombre es recordado como uno de los grandes personajes de la historia. Y Él continuó hablando a David, por medio de Natán, el profeta, aquí en el versículo 9 y le dijo:

"Asimismo he dispuesto lugar para mi pueblo Israel, y lo he plantado para que habite en él y no sea más removido; ni los malhechores lo sigan oprimiendo, como antes"

En otras palabras, Dios dijo que llegará el día cuando Él pondrá a Su pueblo en su tierra, y ellos tendrán paz. En ese día, ellos se volverán al Señor su Dios, aunque aún se encuentran lejos de hacerlo. En el día de hoy existe una gran división en Israel, sobre si deben o no seguir el punto de vista ortodoxo. Avancemos ahora, con el versículo 10:

"Como en el tiempo cuando puse jueces sobre mi pueblo Israel; sino que humillaré a todos tus enemigos. Te hago saber, además, que el Señor te edificará casa".

¿No es esta la manera de actuar de Dios? David dijo: "Yo quiero edificar una casa para Dios". Y Dios le respondió: "David, tú no lo puedes hacer. Tus manos están manchadas de sangre. No puedo permitir que tú la edifiques. Pero Yo te voy a edificar una casa a ti. Yo te doy crédito por lo que quieres hacer". David tenía en su corazón el deseo de edificar una casa para Dios y Dios le reconoció su mérito por ello Escuchemos dónde pone el Señor el énfasis aquí en los versículos 11 y 12:

"Cuando se cumplan los días para que vayas con tus padres, levantaré descendencia después de ti, a uno de entre tus hijos, y afirmaré su reino. Él me edificará Casa, y yo confirmaré su trono eternamente".

Ahora, ¿De quién estaba hablando Dios, aquí? Puede usted verlo en Lucas 1:31-33. El gran pacto que Dios hizo con David se cumpliría en Jesucristo. Escuchemos lo que Dios dijo en el siguiente párrafo, aquí en el capítulo 17, de este Primer Libro de Crónicas, versículos 13 y 14:

"Seré para él como padre, y él será para mí un hijo; no apartaré de él mi misericordia, como hice con aquel que fue antes de ti; sino que lo confirmaré en mi Casa y en mi reino eternamente, y su trono será firme para siempre".

Dios cumplirá esa promesa. Dios constituirá su reino sobre la tierra y el Señor Jesucristo vendrá a establecer ese reino sobre la tierra. Leamos ahora, el versículo 15:

"Conforme a todas estas palabras, y conforme a toda esta visión, habló Natán a David".

Como ya indicamos anteriormente, todo el incidente está registrado en el Segundo libro de Samuel, capítulo 7. Y aquí en Crónicas, Dios volvió otra vez sobre esto para resaltar lo que Él consideró que era importante. Veamos ahora, la reacción de David, aquí en el versículo 16:

"Entonces entró el rey David y estuvo delante del Señor, y dijo: Señor Dios, ¿quién soy yo, y qué es mi casa, para que me hayas traído hasta este lugar?"

David dijo: "Yo no entiendo Tu bondad, Tu gracia y Tu misericordia". Y aquí cada uno de nosotros puede decir lo mismo que David. ¿Por qué ha sido Dios tan bueno conmigo? ¿Por qué ha sido Dios tan bueno con usted, estimado oyente? Su misericordia es muy abundante. ¡Qué bueno es tener una relación con Dios! Tener una comunicación abierta con Él, porque sí tenemos comunicación con Él por Su Palabra y al dirigirnos a Él en oración. Y David, continuó diciendo en el versículo 17:

"Y aun esto, Dios, te ha parecido poco, pues has hablado del porvenir de la casa de tu siervo, y me has mirado como a un hombre excelente, Señor Dios".

Ésta fue una declaración notable. Ellos estaban esperando la venida de Alguien. Tendría que provenir de la simiente de la mujer, y de Abraham. Tendría que ser de la tribu de Judá. Aquí se nos dijo que formaría parte de la familia de David. Así que David se sintió abrumado por el hecho de que el Mesías vendría de su descendencia. Dice el versículo 18:

"¿Qué más puede decir David del honor que has dado a tu siervo, si tú conoces a tu siervo?"

¿Ha derramado usted lo que hay en su corazón ante Dios hasta que ya no quedara nada más por decir? Ésa era lo condición de David. Veamos ahora el versículo 19:

"Señor, por amor de tu siervo y según tu corazón, has hecho toda esta gran obra, haciendo notorias todas tus grandezas".

¿Hizo Dios todo aquello por David porque él fuera una buena persona? No. Sabemos que no siempre fue así. Tampoco nos ha salvado Dios a usted y a mí por la bondad de nuestro carácter. Nos salvó por su maravillosa e infinita gracia. Dios nos colma de favores tan especiales, no a causa de nuestras buenas cualidades, sino por Su bondad. David se sintió abrumado por lo que Dios acababa de decirle. No nos sorprende entonces que pudiera cantar aquellos hermosos salmos. Luego, David repasa lo que Dios ha hecho por él. Leamos los versículos 20 al 22:

"Señor, no hay nadie semejante a ti, ni hay Dios fuera de ti, según todas las cosas que hemos oído con nuestros oídos. ¿Y qué pueblo hay en la tierra como tu pueblo Israel, al cual su Dios fue a rescatar, a fin de engrandecer su nombre por medio de prodigios y maravillas, arrojando a las naciones de delante de tu pueblo, al que tú rescataste de Egipto? Tú has constituido a tu pueblo Israel por pueblo tuyo para siempre; y tú, Señor, has venido a ser su Dios".

Vemos aquí que David repasó, con admiración, los eventos de la gracia de Dios hacia la nación de Israel. Leamos los versículos 23 y 24:

"Ahora pues, Señor, la palabra que has hablado acerca de tu siervo y de su casa, sea firme para siempre, y haz como has dicho. Permanezca, pues, y sea engrandecido tu nombre para siempre, a fin de que se diga: Señor de los ejércitos, Dios de Israel, es Dios para Israel. Y se mantenga la casa de tu siervo David firme en tu presencia".

Es evidente que David creyó y se apoyó en lo que Dios había prometido. Leamos los últimos versículos de este capítulo 17, los versículos 25 al 27:

"Porque tú, Dios mío, revelaste al oído de tu siervo que le has de edificar casa; por eso ha hallado tu siervo motivo para orar delante de ti. Ahora pues, Señor, tú eres el Dios, y has prometido a tu siervo este bien; y ahora has querido bendecir la casa de tu siervo, para que permanezca perpetuamente delante de ti; porque tú, Señor, la has bendecido, y bendita será para siempre".

Y pasamos ahora a

1 Crónicas 18

En este capítulo tenemos una nueva sección. Desde el capítulo 18 hasta el capítulo 20, se habla de las guerras en las cuales participó David. Algunos podrían decir que hemos enfatizado en estos dos libros de Crónicas, tenemos el punto de vista de Dios, y preguntarse cómo pueden estas guerras armonizarse con esta interpretación. Vamos, por lo tanto, a hacer algunas observaciones preliminares.

En la epístola del apóstol Santiago, capítulo 4, versículo 1, se nos dijo: "1¿De dónde vienen las guerras?" Y también dio la respuesta: "¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros? 2Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia y nada podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís".

En otras palabras, podemos decir que el antecedente de las guerras, es el corazón pecaminoso del hombre. Es muy fácil oponerse a las guerras, pero nuestra lógica protesta no bastará para librarnos de ellas. Una actitud de protesta podría influir en la finalización de una determinada guerra, pero pronto comenzaría otro conflicto armado, porque el problema básico radica en el corazón malvado del ser humano.

Usted y yo, amigo oyente, vivimos en un mundo en el cual, según el Señor Jesucristo en el evangelio según San Lucas, capítulo 11, versículo 21: El hombre fuerte y armado guarda su casa. ¿Por qué? Porque tiene enemigos. Es que nosotros no estamos viviendo en una situación ideal. El milenio no ha llegado, y el hombre no puede convertirlo en realidad. Sólo el Príncipe de Paz podrá traer paz, verdadera paz a este mundo. Mientras tanto, las naciones acumulan armamento de gran poder destructivo, porque se ha generado una actitud de desconfianza irreversible.

Fue muy interesante lo que Dios dijo a Satanás en el instante que el hombre pecó; dijo: "Pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya". Estimado oyente, nadie puede cambiar eso. Hasta que el pecado y la maldad sean quitados de esta tierra, continuarán las guerras. Las guerras son solamente el síntoma; la enfermedad es el pecado, y ése es el problema.

David fue un hombre a quien Dios había bendecido, y como resultado había enemigos a su alrededor. Mientras él era un pequeño rey, el rey de una tribu, no le prestaban mucha atención. Y Dios nos hizo saber que Él tomó nota de que incluso el reino de David estaba en un mundo convulsionado por la guerra.

Veamos, pues, algo sobre las guerras de David. Las naciones aquí mencionadas fueron enemigos permanentes de Israel, que les atacaron en momentos de debilidad. Leamos los primeros cuatro versículos de este capítulo 18 del Primer Libro de Crónicas:

"Después de estas cosas aconteció que David derrotó a los filisteos, los humilló y les arrebató Gat y sus villas. También derrotó a Moab, y los moabitas fueron siervos de David, y le pagaban tributo. Asimismo derrotó David a Hadad-ezer, rey de Soba, en Hamat, cuando éste iba a asegurar su dominio sobre la región del Éufrates. David le capturó mil carros, siete mil soldados de los carros y veinte mil hombres de a pie; y desjarretó David los caballos de todos los carros, excepto los de cien carros que dejó".

Ése fue el botín de guerra. ¿Por qué se deshizo David de esos caballos? Porque Dios le había dicho al rey que nunca debía multiplicar el número de sus mujeres ni de sus caballos; aunque más tarde, su hijo Salomón multiplicaría ambas cosas.

Estimado oyente, este relato Bíblico de guerras no nos presenta una realidad lejana, distante, ni siquiera distinta a nuestra experiencia actual. Cada día las noticias nos recuerdan las guerras actuales, y el terrorismo ha sembrado la muerte cerca de nuestros hogares. Estimado oyente, le invitamos a sentir la verdadera paz, la que se siente al iniciar una relación con Dios al creer en el Señor Jesucristo como Salvador. Esta experiencia puede ser suya, y ahora mismo. Y no son nuestras propias palabras, Jesucristo dijo, "La paz os dejo, mi paz os doy".

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