Estudio bíblico de 2 Corintios 9:6-10:4

2 Corintios 9:6 - 10:4

Finalizamos nuestro programa anterior en el versículo 5, de este capítulo 9, bajo el tema general de la colecta para los creyentes pobres de Jerusalén, que abarca los capítulos 8 y 9. Habíamos considerado el ejemplo del dar cristiano (8:1-6), la exhortación al dar cristiano (8:7-15) y la explicación del dar cristiano (8:16-9:5). El párrafo que nos corresponde iniciar hoy se titula "El estímulo para el dar cristiano", que abarca desde el versículo 6 al 15, es decir, el resto del capítulo 9. Pablo les dijo que se sentiría muy avergonzado si llegase allí, habiéndose enorgullecido de ellos ante otras personas, y descubriese que no hubieran contribuido a ese proyecto de recaudación de fondos. Una forma generosa de dar es una prueba del amor al Señor y de la dedicación, no solo de un cristiano, sino también de una iglesia. Es como un termómetro que registra la temperatura espiritual.

Recapitulando la situación, diremos que los creyentes de Corinto habían hecho una promesa de que contribuirían en alguna medida al alivio de la situación de precariedad que sufrían los creyentes de Jerusalén. En este sentido, toda promesa que se haga, tanto de hacer como de dar algo, debe considerarse como hecha entre esa persona y el Señor.

En el versículo 5, el apóstol Pablo les dijo a los Corintios, que le había parecido necesario enviar a ciertos hermanos que se adelantaran y les ayudaran a completar la colecta que habían prometido. De esa manera la colecta estaría dispuesta como una muestra de generosidad y no como una muestra de tacañería. O sea que, Pablo estaba seguro que la ofrenda de esta iglesia, iba a ser una contribución generosa, la cual era una evidencia de la gracia de Dios actuando en los corazones de los creyentes. Y ésa es la forma en que Dios quiere que nosotros demos en el día de hoy.

Vamos pues a comenzar con nuestro estudio de hoy con el versículo 6 de este capítulo 9 de Segunda de Corintios, que inicia el párrafo titulado

El estímulo para el dar cristiano

"Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará".

Cuando Pablo había estado hablando con los ancianos de Éfeso les recordó este mismo principio. En el libro de los Hechos de los apóstoles, capítulo 20, versículo 35, dijo: "En todo os he enseñado que, trabajando así, se debe ayudar a los necesitados, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: Más bienaventurado es dar que recibir". Aparentemente, la frase "Más bienaventurado es dar que recibir" fue una expresión que el Señor Jesús usó constantemente. Y aunque ésta se ha convertido en una frase que se cita con frecuencia, la verdad es que se practica muy poco.

"Bienaventurado" realmente significa feliz. Y es que le hará usted más feliz el dar, que el recibir. ¿Cómo le afecta a usted el dar?

Aquí tenemos una prueba decisiva para usted y para mí. ¿Sembramos escasamente? ¿Contribuimos de esa forma? Supongamos que un agricultor sembrara una cantidad de grano en una parcela de tierra y recogiera una cosecha abundante. Supongamos que al año siguiente dijera: "Bueno, este año, no servirá para nada desperdiciar tanta semilla en esta parcela. Me ahorraré semilla sembrando sólo la mitad". Cualquier agricultor sabe que recogerá entonces una cosecha muy pequeña. El principio es que el que siembre poco, poco cosechará y el que siembre mucho, cosechará abundantemente.

Y pensamos que una de las razones por la cual muchos de nosotros carecemos de muchas cosas en el día de hoy, es porque somos muy mezquinos cuando estamos tratando con el Señor. Pablo continuó diciendo en el versículo 7, de este capítulo 9, de la Segunda epístola a los Corintios:

"Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza ni por obligación, porque Dios ama al dador alegre".

Lo que usted sienta en lo profundo de su corazón que debe dar, eso es precisamente lo que debería dar. No de mala gana. Dios no quiere que nadie dé algo con tristeza o resignación. Dios no desea recibir nada que usted preferiría guardar para sí mismo.

En otras palabras, si usted dice, "Bueno, yo tengo un cargo oficial en la iglesia y tengo la responsabilidad de dar", o "me siento responsable de dar por ser miembro de esta iglesia". Es cierto que la iglesia quizás le diga que, como miembro de la misma, usted tiene que colaborar en los gastos. Pero Dios no dice eso, sino que si usted va a contribuir con esa actitud de resignación, Él no solo no desea recibir esa ofrenda, sino que creemos que tampoco la va a utilizar.

Y no solo no desea Dios que usted dé con tristeza. Tampoco quiere que usted se sienta obligado a hacerlo. Él prefiere que usted no contribuya en absoluto, a no ser que lo haga gustosa y alegremente.

Algunos dicen: "Bueno, será mejor que entregue mi ofrenda porque todos los demás lo están haciendo, y quedará mal que yo no lo haga". Esto es también dar por obligación. Y Dios no desea que alguien dé con esa motivación.

Dice aquí que "Dios ama al dador alegre". Usted se puede dar cuenta de que la parte más feliz de una reunión es ésa. En muchas iglesias cuando se ha terminado de reunir la ofrenda todos se levantan y cantan un himno de alabanza. Y si usted no es un dador alegre, estimado oyente, Dios dice que mejor es que no dé. Ahora, en el versículo 8, de este capítulo 9, de la Segunda epístola a los Corintios, el apóstol dijo:

"Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo necesario, abundéis para toda buena obra;"

No conocemos a nadie que se haya arruinado por haber dado demasiado a la obra del Señor. Quizá haya personas así, pero no hemos conocido a ninguna, en realidad. Por el contrario, Dios lo va a bendecir. Y no creemos que todas las bendiciones de Dios sean siempre materiales. Pensamos que muchas personas opinan de esa manera y quieren que Dios lo haga así. Pero no creemos que deba ser así necesariamente. Él ha prometido bendecirnos con toda bendición espiritual. Dicen los versículos 9 y 10:

"como está escrito: Repartió, dio a los pobres, su justicia permanece para siempre. Y el que da semilla al que siembra y pan al que come, proveerá y multiplicará vuestra sementera y aumentará los frutos de vuestra justicia"

Ésta es una cita del Salmo 112, en el cual se considera feliz al que teme al Señor y ayuda generosamente a los pobres. En otras palabras, Dios es quien quiere que hagamos eso porque Él es un Dios justo. Creemos que esta porción de las Escrituras es una gran sección que nos debería enseñar a nosotros en la iglesia, que debemos tener cuidado de aquellos necesitados que se encuentran a nuestro alrededor. Debemos compartir con aquellos que no tienen tanto como nosotros. Y creemos que hay muchos creyentes que tienen un don especial, el de la hospitalidad. Podemos decir de paso que ése es un buen don. Conocemos a varias personas que tienen una cierta manera de abrir sus hogares, de hacer que la gente que les visita se sienta realmente cómoda y bienvenida. Es una forma maravillosa de dar testimonio de la fe en Cristo. Pero también es una manera de estar cerca de las personas que se sienten solitarias y que ansían disfrutar de un compañerismo auténtico. Qué oportunidad incomparable para poder ayudar así a los que tienen grandes necesidades físicas, afectivas y espirituales.

Por tales motivos Pablo nos presentó la ilustración del agricultor a quien no le importa esparcir una cantidad de semilla, porque cree que recogerá una cosecha abundante. Es Dios quien multiplica la semilla del sembrador. Y es Dios, estimado oyente, quien multiplicará todo lo que usted haga para Él. Así que téngalo en cuenta cuando contribuya para la obra del Señor.

Luego dijo Pablo en los versículos 11 y 12, de este capítulo 9:

"para que seáis ricos en todo para toda generosidad, la cual produce, por medio de nosotros, acción de gracias a Dios, porque la entrega de este servicio no solamente suple lo que a los santos falta, sino que también abunda en muchas acciones de gracias a Dios".

Podemos apreciar aquí que esta forma de dar hará que mucha gente le dé gracias a Dios por usted y Dios recibirá entonces la alabanza, la honra y la gloria. Ahora, el versículo 13, dice:

"Ellos, por la experiencia de este servicio glorifican a Dios por la obediencia que profesáis al evangelio de Cristo, y por la generosidad de vuestra contribución para ellos y para todos".

Ellos le agradecen, le dan gracias a Dios por usted. ¿Cuántos misioneros en la obra del Señor le están dando gracias a Dios por usted, estimado oyente? Pablo estaba aludiendo a ese sentimiento de gratitud de quienes habían recibido una ayuda generosa. Ahora, el versículo 14, de este capítulo 9 de la Segunda epístola a los Corintios, dice:

"De igual modo, en su oración a favor de vosotros, os aman a causa de la superabundante gracia de Dios en vosotros".

El dar tiene que ser una obra de gracia. No se nos ha mandado que demos el diezmo. El dar no debe ser algo hecho bajo el peso de una ley. Dios nos pide que contribuyamos como una obra de gracia, de acuerdo con nuestras circunstancias. Algunos cristianos deberían contribuir con mucho más que el diezmo. Otros cristianos no pueden contribuir en absoluto. Debemos dar conforme a nuestras posibilidades. Después, el apóstol Pablo culminó todo el tema del dar diciendo en el versículo 15:

"¡Gracias a Dios por su don inefable!"

Indiferentemente de lo que usted esté dando, usted no podrá dar como Dios da. Porque Dios nos ha hecho un regalo tan grande que no tenemos palabras para expresarlo. Nadie puede ni siquiera aproximarse al regalo que Dios nos ha concedido al entregar a la muerte a Su propio Hijo. Pensemos en esto por un momento. Y aquí recordamos el gran pasaje de 8:9. Aunque Él era rico, dejó el cielo, abandonó la gloria, vino a esta tierra como un misionero. Y vino no sólo para vivir aquí, sino para entregar su vida, para morir por usted. Vino para morir en una cruz. Vino para ser muerto brutalmente para que usted y yo pudiéramos tener vida eterna. Él convirtió su vida en un sacrificio por el pecado, por causa suya, por causa mía.

En la carta a los Hebreos 12:2 se nos dice que Él hizo esto "por el gozo que le esperaba". Él es nuestro maravilloso y glorioso Salvador. No le rebajemos de nivel. Él es la estrella brillante de la mañana. Él es el Hijo de Dios, quien nos ha redimido y es para usted y para mí, el don inefable, que no se puede explicar con palabras. Él es la expresión más elevada y sublime del dar. Nadie puede superar esa clase de entrega.

Y así llegamos a

2 Corintios 10:1-4

Llegamos ahora al capítulo 10, y vamos a cambiar otra vez de tema. Llegamos a la última división de esta Segunda epístola a los Corintios. En los primeros siete capítulos vimos el consuelo de Dios (o el vivir cristiano); luego en los capítulos 8 y 9, estaba la colecta para los pobres en Jerusalén (o el dar cristiano). Ahora, en los capítulos 10 al 13, tenemos el llamado del apóstol Pablo (o la protección cristiana).

Tenemos entonces en primer lugar en el capítulo 10, la autenticación del apostolado de Pablo. Cuando el apóstol comenzó a escribir sobre el dar cristiano, ya advertimos un cambio radical de tema. Ahora, al llegar a una sección enteramente nueva, vemos en esta ocasión un cambio tan radical en el tema y en el estilo, que muchos críticos han supuesto que éste era el comienzo de una tercera carta o epístola. Sinceramente, no puedo aceptar esa teoría. El cambio de tono puede ser explicado fácilmente por otros motivos.

Como ya hemos visto, la iglesia de Corinto era una iglesia dividida. Pablo les dijo, la primera vez que les escribió: "Porque he sido informado acerca de vosotros, hermanos míos, por los de Cloé, que hay contiendas entre vosotros". La mayoría de la iglesia respetaba la autoridad de Pablo. Había una minoría que se oponía al apóstol y rechazaba su autoridad. Parece que en los primeros nueve capítulos Pablo se estaba dirigiendo a la mayoría: en los capítulos 10, 11 y 12, se estaba dirigiendo a la minoría. Fue como cambiar de la luz del día a la oscuridad de la noche.

Usted encontrará a Pablo en esta sección abriendo su corazón, su gran corazón lleno de amor; su corazón como misionero y como un ser humano. Vamos a encontrarnos aquí con un hombre con el que usted no se ha encontrado antes. Porque él ha entrado aquí a una sección en la cual va a defender su apostolado.

Escuchemos lo que él dijo aquí en el versículo 1, de este capítulo 10, de la Segunda epístola a los Corintios:

"Yo, Pablo, os ruego por la mansedumbre y bondad de Cristo, yo, que cuando estoy presente ciertamente soy humilde entre vosotros, pero que cuando estoy lejos soy atrevido con vosotros"

Recordemos que Pablo había escrito una severa carta de corrección. La minoría le había criticado duramente. Habían dicho que sus cartas eran duras y fuertes, pero que él en persona no impresionaba a nadie. Pablo comenzó este capítulo 10 diciendo "por la mansedumbre y ternura de Cristo". Y el problema que lo indujo a escribir estas palabras había sido este: Pablo había llegado a Corinto y él no dependía de nadie y no quería depender de ninguna persona o iglesia. Solía trabajar en el mercado y se había dedicado a la elaboración de tiendas. Y al mismo tiempo que trabajaba, hablaba con las multitudes que pasaban a su lado. La gente de Corinto decía, que él no era un apóstol, porque se dedicaba a hacer tiendas. Por tanto no le consideraban una persona muy importante, sino simplemente un hombre ordinario. Pues bien, estimado oyente, él era un hombre ordinario pero resulta que también era un apóstol. Ahora, el apóstol Pablo, cuando uno lo observaba, veía que tenía el aspecto de los demás hombres. Quizá él fuera considerado inferior a los demás por la clase de trabajo que hacía con sus manos. Así que cuando él dijo "os ruego por la mansedumbre y bondad de Cristo" estaba en realidad diciendo que era como el Señor cuando estaba aquí en la tierra. Y les dijo "Cuando estoy entre vosotros soy humilde". En realidad no tenía un aspecto que llamara la atención, y le veían simplemente como un hombre haciendo tiendas. Así que los Corintios opinaban que cuando se encontraba entre ellos parecía tímido, pero cuando les escribía, se mostraba atrevido y lo hacía con autoridad.

Pablo les escribió con la actitud de mansedumbre y bondad de Cristo. El Señor no levantó la voz para defenderse. No tenía una apariencia llamativa, como lo representarían más tarde los pintores. No tenía una aureola alrededor de la cabeza. Era manso y humilde. Y ésa sería la característica de sus seguidores.

Así que Pablo les instó a que no se dejaran engañar por las apariencias. Él tenía la autoridad de un apóstol. Tenía una misión divina y habló con esa autoridad. Era consciente de la realidad del poder sobrenatural y lo ejercitó. Y les rogó que no le obligaran a ejercer su autoridad. Porque a él le agradaría presentarse ante ellos con mansedumbre y delicadeza. Por eso les pidió que no le evaluaran en términos humanos.

Continuemos leyendo el versículo 2, de este capítulo 10:

"os ruego, pues, que cuando esté presente, no tenga que usar de aquel atrevimiento con que estoy dispuesto a proceder resueltamente contra algunos que opinan que vivimos según criterios meramente humanos".

Pablo les decía que no debían pensar de él de esa manera porque se dedicara a fabricar tiendas, y su aspecto físico y su indumentaria eran los de alguien que realizaba un trabajo físico. Ésa era la manera en que ellos le evaluaban a él. Y luego dijo en el versículo 3:

"Aunque andamos en la carne, no militamos según la carne"

Otra versión lo traduce de esta manera: pues aunque vivimos en el mundo, no libramos batallas como lo hace el mundo. La palabra "carne" aquí viene de la palabra griega "sarks" y que se utiliza en tres maneras diferentes. Puede hablar del cuerpo, es decir, el cuerpo físico que nosotros tenemos, la carne que cubre nuestros huesos. O también puede hablar de debilidad, refiriéndose a aquello que es psicológico. También se puede referir a la naturaleza corrupta que nosotros tenemos, una naturaleza caída, y que nos habla de la parte espiritual. Así es que se puede usar en sentido físico, psicológico y espiritual.

Pablo utilizó la palabra carne en los tres sentidos mencionados, pero con más frecuencia en el sentido de la naturaleza Adámica, la naturaleza caída. Pablo pudo decir en su epístola a los Romanos, capítulo 7, versículo 18: "Y yo sé que en mí, esto es mi carne, no mora el bien". Ésa es la vieja naturaleza corrupta que heredamos de Adán. Creemos que el apóstol usó aquí la palabra carne en el sentido espiritual.

Creemos que en este versículo 3, cuando dijo Aunque andamos en la carne, no militamos según la carne, él estaba usando la palabra carne en el sentido psicológico. Al decir que andaba en la carne, se estaba refiriendo a su debilidad. No creemos que él llegara a Corinto con esa energía. Su guerra, era una guerra espiritual. En su carta a los Efesios 6:12, escribió: "Porque nuestra lucha no es contra sangre y carne, (es decir, contra seres humanos) sino contra principados, contra potestades, contra los poderes de este mundo de tinieblas, contra las huestes espirituales de maldad en las regiones celestes".

Él no fue como un hombre común y ordinario dependiente de los principios naturales. Pablo no estaba utilizando medios mundanos de propaganda. Él no estaba utilizando métodos de propaganda y organización en un esfuerzo humano y utilizando energía humana. Esto no quiere decir que no haya momentos en los que hay que usarlos. Estamos simplemente diciendo que él no los usó. Él no era una de esas personas que usan frases típicas del lenguaje cristiano y que se elevan a las alturas de un lenguaje elocuente para expresar sus pensamientos. Él no fue a Corinto como alguien implicado en una campaña contra Nerón o contra Cesar. Pablo no fue a Corinto a limpiar la ciudad. Tampoco llegó por causa de una invitación de los cristianos para tener una serie de conferencias.

Pablo había escrito en Primera de Corintios 2:2: "Me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado". Pablo tenía una gran perspectiva del campo de batalla en su totalidad. Había que obtener el cielo, y desechar el infierno. Pablo estaba implicado en una contienda que era espiritual y como tal requería armas espirituales. Por ello dijo en el versículo 4:

"porque las armas de nuestra milicia no son carnales, (no son del mundo) sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas"

Este versículo es una especie de paréntesis, y aquí ni siquiera enumeró cuáles eran esas armas. Una guerra espiritual implica que tenemos un enemigo que es espiritual, y un enemigo espiritual requiere armas espirituales. Nuestro enemigo no es de la carne. Se nos dice que tenemos algunas armas que son poderosas, es decir, muy efectivas. ¿Podremos identificarlas?

Nuestra primera arma es la Palabra de Dios. Necesitamos tener confianza en la Palabra de Dios. La Biblia la llama "la espada del Espíritu". Y se nos dice aquí que éstas son destructivas, son útiles para refutar argumentos. Pablo pudo entrar en Corinto, baluarte de la filosofía y la religión, con el arma de la Palabra de Dios. Ésa fue precisamente el arma que él usó. En Efesios 6:17, él también escribió: "Tomad también el yelmo de la salvación y la espada del Espíritu que es la Palabra de Dios". Pablo desenvainó su espada, dependió de esa hoja desnuda y dijo: "El evangelio es el poder de Dios para salvación a todo aquel que cree".

La segunda arma es la presencia del Espíritu Santo. Pablo reconoció su propia debilidad humana. Él sabía que había sido sellado por el Espíritu Santo y que podía actuar siendo reforzado por el poder del Espíritu Santo. También tenemos otra arma: la oración. Reconocemos que se dice poco sobre la oración en cualquiera de estas dos cartas a los Corintios. Sin embargo, Pablo verdaderamente creía en la oración. En su carta a los Efesios 6:18, la mencionó como una de las armas ofensivas, cuando dijo: "Orad en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velad en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos".

Estimado oyente, estas armas espirituales están a disposición de todos los hijos de Dios. Conscientes de que constituyen el único medio para resistir los ataques del mundo espiritual, le invitamos a iniciar esa relación con Dios por la obra de Cristo en la cruz, donde se libró la gran batalla donde Él venció, proclamando Su victoria con Su resurrección. Usted podrá, hoy mismo, hacer realidad esa victoria en su vida, y en la vida eterna.

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