Estudio bíblico de 2 Corintios 12:1-16

2 Corintios 12:1-16

En el día de hoy estimado oyente, llegamos a este destacado capítulo 12 de la Segunda epístola del apóstol San Pablo a los Corintios que, como ya dijimos, se encuentra en esta última división de esta epístola titulada, "El llamamiento del apóstol Pablo". El tema de este capítulo es la revelación del apostolado de Pablo. Mucho se ha dicho acerca de los viajes espaciales. Este ha sido un tema que ha dado mucho que hablar en las décadas del 60 y del 70. Han ocurrido hechos sorprendentes, como el llegar a la superficie de la luna. Ese viaje, en realidad, no ha significado una gran distancia, cuando uno considera las inmensas distancias del espacio que nos rodea. Sabemos que la distancia que existe entre la tierra y la luna por ejemplo, es muy grande; pero cuando uno comienza a medir las distancias que existen, por ejemplo, hasta el planeta Marte o a cualquiera de los otros planetas, entonces, la distancia a la luna ya no es tan grande como parecía. Y cuando uno comienza a medir la distancia hacia las estrellas más cercanas, como la constelación de Andrómeda por ejemplo, entonces, podemos decir que el hombre todavía no ha llegado muy lejos en sus viajes por el espacio.

Ahora, lo interesante que debemos notar es que en la Biblia existe información acerca de tres hombres que han viajado al espacio sideral y después regresaron a la tierra. Ninguno de ellos fue mencionado en el Antiguo Testamento. Quizá alguien diga que Enoc y Elías lo hicieron, pero no creemos que ellos hayan llegado al cielo. El Señor Jesucristo dijo en Juan 3:13: "Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, es decir, el Hijo del Hombre que está en el cielo". Ahora, eso era en relación al Antiguo Testamento. Alguien quizá diga: "Bueno, yo pensaba que Elías había sido llevado hasta el cielo". Pero, después de todo, las Sagradas Escrituras nos hablan de tres cielos, y él fue llevado a algún lugar en la atmósfera. Tenemos la dimensión del primer cielo, donde se encuentran las aves de los cielos; el segundo cielo, que sería la dimensión de las estrellas del cielo y el tercer cielo, que es la morada de Dios. Ahora, hasta el tiempo del Señor Jesucristo, cuando Él hizo esa declaración, posiblemente ningún ser humano había llegado al espacio sideral. El Señor Jesucristo dijo que el Hijo del Hombre descendió del cielo. Luego sabemos de otros dos hombres que estuvieron en el cielo y regresaron. El apóstol Juan en la isla de Patmos, fue llevado al cielo y escribió acerca de lo que vio y oyó allí en el libro de Apocalipsis. Y pensamos que fue hasta el tercer cielo, donde está el trono de Dios. En Apocalipsis, capítulo 4, versículos 1 y 2 escribió: "Después de esto miré, y vi una puerta abierta en el cielo; y la primera voz que yo había oído, como sonido de trompeta que hablaba conmigo, decía: Sube acá, y te mostraré las cosas que deben suceder después de estas. Al instante estaba yo en el Espíritu, y vi un trono colocado en el cielo, y a uno sentado en el trono". O sea que, Juan fue llevado al cielo, y vemos que Pablo fue el otro hombre que fue llevado al cielo. El relato de esta experiencia se encuentra en este capítulo 12 que estamos estudiando.

Por lo tanto, tenemos a tres personas que han sido capaces de decirnos algo sobre el cielo. Uno es el Señor Jesús, quien es Dios manifestado en un cuerpo físico, dijo más que ninguna otra persona sobre el cielo, pero en realidad no fue mucha la información que nos dio. Juan, tampoco tuvo mucho que decir sobre su experiencia, y Pablo no dijo absolutamente nada sobre ese lugar.

Veamos lo que Pablo dijo aquí, porque fue algo que él no hubiera relatado en absoluto, si no se hubiera visto obligado a defender su apostolado. Él nos habló entonces de su peculiar viaje al espacio. Leamos entonces el versículo 1 de este capítulo 12 de Segunda de Corintios, en el cual se nos comenzó a hablar de

La experiencia de Pablo

"Ciertamente no me conviene jactarme, pero me referiré a las visiones y a las revelaciones del Señor".

En la primera parte del versículo 1, de este capítulo 12, de su Segunda epístola a los Corintios, él dijo: Ciertamente no me conviene jactarme. Usted seguramente recordará lo que vimos en el capítulo anterior. Él mencionó allí los incidentes que tuvo que soportar por causa del testimonio de Cristo, y en los cuales no hubo mucha honra y gloria, sino más bien humillaciones. Y pienso que el Espíritu de Dios le hizo relatar esas experiencias para que nadie jamás pudiera decir: "Yo he soportado más sufrimientos que el apóstol Pablo".

Muchos de nosotros escuchamos a personas, hombres y mujeres, que cuentan algo de su conversión. Generalmente uno escucha los testimonios más destacados ya que los otros, los casos normales, comunes y corrientes, no llaman la atención. Pero lo que debemos observar es el lugar que el Señor Jesús ocupa en esos relatos. Con frecuencia, la historia contada se va desarrollando y nos presenta a la persona que se convirtió, lo que hacía, como vivía en el pecado, y el cambio notable que se operó en ella, mientras que se dice muy poco sobre el Señor Jesús. Hasta el punto en que uno a veces se pregunta si el Señor se ha presentado como el personaje clave y necesario. Así es que en muchos testimonios que hemos escuchado, Dios ha recibido poca alabanza, honra y gloria.

Después de habernos contado lo mucho que sufrió por causa del testimonio de Cristo, Pablo procedió a mencionar las visiones y revelaciones que recibió del Señor. Por nuestro estudio de Los Hechos de los Apóstoles, ya sabíamos que el Señor se le había aparecido a Pablo en el camino que conducía a Damasco. ¿No ha observado usted que Pablo dijo poco sobre estas apariciones personales? Ahora, aquí tenemos otro incidente de ese tipo. Leamos entonces el versículo 2 de este capítulo 2 de Segunda de Corintios:

"Conozco a un hombre en Cristo que hace catorce años (si en el cuerpo, no lo sé; si fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe) fue arrebatado hasta el tercer cielo".

Fue el Señor Jesús el que habló de las aves del cielo, que vuelan por el espacio aéreo. No vuelan a mucha altura (así que indudablemente se refería a la atmósfera). Más allá de esta dimensión está el espacio, donde se encuentran las estrellas, los astros. Pero todavía no se trata del tercer cielo, donde se encuentra el trono de Dios. ¡Qué ridícula fue aquella declaración de los cosmonautas que afirmaron que no habían visto a Dios cuando llegaron a la Luna! Es que no llegaron lo suficientemente lejos. Tenían que haber llegado hasta el llamado tercer cielo para encontrar el trono de Dios. Y Pablo habló de su experiencia de haber sido llevado al tercer cielo. Y le puso fecha. Dijo que ocurrió 14 años antes de escribir está epístola. Debe haber sido aproximadamente el tiempo en que realizó su primer viaje misionero. Con respecto a este primer viaje misionero, se nos habló de su experiencia en Listra. Dice el libro de los Hechos 14:19 y 20: "Pero vinieron algunos judíos de Antioquía y de Iconio, y habiendo persuadido a la multitud, apedrearon a Pablo y le arrastraron fuera de la ciudad, pensando que estaba muerto. Pero mientras los discípulos lo rodeaban, él se levantó y entró en la ciudad. Y al día siguiente partió con Bernabé a Derbe".

Pues bien, ¿estuvo muerto Pablo? No creemos que esa gente lo hubiera abandonado en aquel lugar si no hubiesen estado bastante seguros de que estaba muerto; y Dios le pudo levantar de entre los muertos. Pablo no estaba muy seguro de si lo que vio fue una visión, o de si en esa ocasión él había sido en realidad llevado al cielo. Y es evidente que él estaba describiendo aquí su propia experiencia. Y luego continuó diciendo en el versículo 3, de este capítulo 12:

"Y conozco al tal hombre (si en el cuerpo, o fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe)"

¿Había sido realmente muerto entonces y llevado al cielo? ¿O había simplemente perdido el conocimiento a causa de los golpes y tuvo esa visión? Pablo no fue dogmático sobre esto, y nosotros tampoco deberíamos serlo. Como acabo de decir, creo que él estuvo muerto y Dios le levantó de los muertos pero, de cualquier manera, el resultado fue el mismo. Pablo vio el tercer cielo. Escuchemos su informe. Leamos el versículo 4:

"Que fue arrebatado al paraíso, donde oyó palabras inefables que al hombre no se le permite expresar".

La mayoría de las personas habrían escrito varios gruesos volúmenes para relatar semejante experiencia. Y probablemente muchos habrían presentado una gran serie de mensajes sobre su viaje al cielo. Pero esto fue todo lo que Pablo dijo. Éste fue su informe completo. Dijo tanto y, sin embargo, dijo tan poco. No hubo ninguna descripción de esta experiencia. Y dijo aquí en los versículos 5 y 6:

"De tal hombre me gloriaré; pero de mí mismo, en nada me gloriaré sino en mis debilidades. Sin embargo, si quisiera jactarme, no sería insensato, porque diría la verdad; pero me abstengo de hacerlo, para que nadie piense de mí más de lo que en mí ve u oye de mí".

No vemos aquí ninguna jactancia, ni que hiciera alarde de sí mismo. El hombre que fue llevado al tercer cielo y escuchó palabras inexpresables, que a nadie se le permitirían pronunciar era el mismo que fue descolgado por una ventana del muro de la ciudad en una canasta. Leamos ahora el versículo 7, donde se menciona

El aguijón de Pablo en su cuerpo

"Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltara, me fue dado una espina en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca"

Pablo dijo que estaba dispuesto a hablarnos sobre sus debilidades, pero no nos diría nada sobre el tercer cielo. ¿Por qué? Porque se le dijo que no hablara sobre ello.

Pensamos que muchas veces Satanás trata de quitar a los testigos de Dios de la escena de la tierra, quiere deshacerse de ellos, y para lograrlo él utiliza, pensamos nosotros, enfermedades; una espina en la carne.

¿Cuál era la espina que Pablo tenía clavada en su cuerpo? No sabemos. No sabemos lo que Pablo vio en el cielo, y tampoco sabemos cuál era el aguijón en su cuerpo.

Lo interesante aquí es que Dios cerró la boca de Pablo y lo silenció. Él no le dijo nada a nadie sobre lo ocurrido, mantuvo silencio en cuanto a eso y no nos lo reveló.

Ahora ¿por qué le dio Dios a Pablo un aguijón en su cuerpo? Pues fue para mantenerle humilde, para evitar que se enalteciera, que se enorgulleciera más allá de lo normal por haber tenido esa visión. Y añadió en los versículos 8 y 9:

"Respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor que lo quite de mí. 9Y me ha dicho: Bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo".

Pensamos que el problema de salud de Pablo puede haber sido una vista deficiente. Cuando lleguemos a la carta que escribió a los Gálatas, veremos que dijo que tuvo que escribir en letras grandes, lo cual pudo indicar que no podía ver bien. Más adelante, en nuestro estudio del libro de Gálatas, discutiremos este asunto más detalladamente. Pero cualquiera fuera la naturaleza de esa espina, Pablo se dirigió al Señor tres veces para que esa dolencia le fuera quitada y el Señor se negó a hacerlo. El Señor le escuchó la primera, la segunda y la tercera vez. No fue que el Señor no hubiera escuchado sus oraciones, sino que la respuesta del Señor fue que no.

Algunas veces continuamos pidiéndole algo al Señor por lo cual Él ya nos ha dicho que no. Si Él no nos ha dado lo que le hemos pedido, pensamos que no nos ha respondido nuestra oración. Con una mayor frecuencia, Su respuesta a mis oraciones es una negativa. Y con el tiempo he descubierto que su respuesta negativa, fue la mejor respuesta que me pudo haber dado.

En el caso de Pablo, el Señor le dijo a Pablo: "Te basta mi gracia". Le dijo que no le quitaría la espina de su cuerpo, pero que le daría la gracia para poder soportarla. Y esta respuesta fue lo mejor de todo. También le dijo: "Mi poder se perfecciona en la debilidad". En otras palabras, en el ministerio de Pablo fue evidente que él era físicamente tan débil, que el Espíritu de Dios le suministraba la fuerza, el poder. Por ello el apóstol pudo decir: "Por tanto, muy gustosamente me gloriaré más bien en mis debilidades, para que el poder de Cristo more en mí". Ésta fue la reacción de Pablo a la respuesta del Señor. Pablo se gloriaría en sus debilidades y no en el hecho de que había tenido una visión.

Y así fue que Pablo continuó diciendo en el versículo 10 de este capítulo 12:

"Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en insultos, en privaciones, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte".

Y qué contraste tenemos entre este hombre, Pablo, y Sansón, en el Antiguo Testamento. El Espíritu de Dios venía sobre Sansón y éste se convertía en un hombre fuerte. La gente se asombraba de su fuerza física; pero llegó un día cuando este hombre se sintió muy débil. Y así suele suceder. Los fuertes son hechos débiles, debilitados, pero los débiles son convertidos en individuos fuertes. De esa manera, Dios puede usar a una persona débil. Y dijo, además, Pablo en el versículo 11:

"He sido un insensato al gloriarme, pero vosotros me obligasteis a ello. Yo debía ser elogiado por vosotros, porque en nada he sido inferior a aquellos grandes apóstoles, aunque nada soy".

Observemos como explicó este asunto con más detalles. Estaba pidiendo disculpas otra vez, tal como lo había hecho anteriormente en varias ocasiones. Pablo se consideraba a sí mismo como el menor de los apóstoles; sin embargo dijo que en nada había sido inferior a aquellos eminentes apóstoles, aunque por otra parte pensaba que no valía nada. Pero dice: "Yo no soy menos que el principal de los apóstoles". Alguien lo tendría que haber defendido, pero aparentemente nadie lo hizo. Y continuó diciendo en el versículo 12:

"Con todo, las señales (o marcas distintivas) de un apóstol han sido hechas entre vosotros en toda perseverancia, señales, prodigios y milagros"

Había ciertos dones o señales dadas a los apóstoles para autenticar el mensaje que proclamaban. Tenían el don de sanar a los enfermos, resucitar a los muertos, y hablar en lenguas. Pablo tuvo que viajar a través de Galacia, y en esa zona tendría que haber habido cincuenta dialectos e idiomas diferentes, y Pablo podía hablar todos ellos. ¿Por qué? ¿Los estudió? No. En aquellos primeros tiempos del cristianismo, era necesario difundir la Palabra de Dios por el Imperio Romano lo más urgentemente posible y con tal propósito, los apóstoles fueron equipados con esos dones. En la actualidad, los misioneros y traductores de la Biblia deben pasar años estudiando los idiomas que van a utilizar.

Hemos pasado por una extraordinaria sección de las Sagradas Escrituras. Alguien ha dicho que uno de los motivos por los cuales Pablo no nos dijo nada sobre el cielo fue porque entonces se produciría un éxodo masivo fuera de este mundo para llegar allí. No lo sabemos, por supuesto. Pero es cierto que podríamos pasar un tiempo contemplando el cielo, y entonces perderíamos nuestra perspectiva de un mundo perdido que necesita oír acerca del Salvador. El cielo es un lugar maravilloso pero se dice muy poco de él en la Palabra de Dios. Probablemente es tan extraordinario que el lenguaje humano no lo puede describir. Pero nuestra responsabilidad es intentar alcanzar a las personas con el Evangelio para que algún día puedan estar allí en el cielo.

Aunque, estimado oyente, yo no pueda decirle mucho sobre el cielo, puedo hablarle de Aquel que se encuentra en el cielo. Podemos hablar de Él, del Señor Jesucristo, y tenemos que fijar nuestra mirada en Él. Y esta epístola realmente ha enfatizado esta actitud. Al contemplarle, nos iremos pareciendo a Él en muchos aspectos. Este viaje de peregrinación por este mundo será mucho más tolerable si mantenemos nuestros ojos fijos en Él. Como peregrinos sentiremos que el sol no despedirá tanto calor, la carga diaria no será tan pesada, las tormentas de la vida no serán tan violentas si mantenemos nuestra atención concentrada en el Señor Jesucristo.

Leamos ahora los versículos 13 y 14 de este capítulo 12 de 2 Corintios, a partir de los cuales se habla de

Los planes de pablo para volver a visitar Corinto

"Porque ¿en qué habéis sido inferiores a las otras iglesias, excepto en que yo mismo no os he sido carga? ¡Perdonadme este agravio! Ahora, por tercera vez estoy preparado para ir a vosotros; y no os seré una carga, porque no busco lo vuestro, sino a vosotros, pues no deben atesorar los hijos para los padres, sino los padres para los hijos".

Aquí vemos a Pablo como el padre espiritual de todos ellos. Él les había conducido a Cristo y había establecido la iglesia en Corinto. Y continuamos leyendo el versículo 15:

"Y yo, con el mayor placer, gastaré lo mío, y aun yo mismo me gastaré del todo por amor de vuestras almas, aunque amándoos más, sea amado menos".

Pablo les estaba diciendo que parecía que cuanto más les quería, menos le querían ellos a él. Y en el versículo 16, dijo:

"Pero en todo caso: Yo no os fui carga. No obstante (algunos dicen que) siendo astuto, os sorprendí con engaño".

Observemos a este hombre. En el versículo 14 les había dicho que no buscaba lo que ellos tenían, o su dinero, sino que les buscaba a ellos. Él los quería ganar a ellos para Cristo. ¿Acaso no fue eso lo que el Señor Jesús les dijo a sus apóstoles? Recordemos Sus palabras: "Seguidme, y os haré pescadores de hombres". Él no les dijo que cada pez que pescaran tendría una moneda de oro en su boca. Él les convirtió en pescadores de hombres, y es aquí donde debe ponerse el énfasis.

En un momento de este programa hemos hablado de la importancia de mantener nuestra mirada fija en Jesús. Es que el pecado y la maldad humana que controlan nuestra naturaleza, han afectado o desenfocado nuestra vista de tal manera, produciendo una ceguera espiritual, una incapacidad para percibir la realidad de Dios, de Su Palabra, y de la obra de Cristo en la cruz. A los Fariseos de su tiempo, el Señor Jesús les dijo que si fueran ciegos, no tendrían la culpa de su pecado, pero como ignorando la realidad, decían que veían, eran culpables. Ellos pensaban que tenían una percepción espiritual. Si ellos hubieran sido realmente ciegos, podrían haber alegado la ignorancia en su defensa. Pero eran responsables porque pecaban deliberadamente. Estimado oyente, Necesitamos pedir la ayuda de Dios para dirigir una mirada de fe al Salvador, a aquel que saldó la cuenta de mis pecados y los suyos en la cruz. Le invitamos a recibir la gracia de Dios, a hacerla realidad en su vida, que será una vida eterna, y por la obra del Espíritu Santo, aceptando el ofrecimiento de Jesucristo, aquel que dijo que había venido a dar vista a los ciegos.

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