Estudio bíblico de Efesios 4:1-6

Efesios 4:1-6

En este día, amigo oyente, llegamos a una nueva sección en esta epístola a los Efesios. Llegamos a la sección que trata sobre la conducta de la iglesia. En los primeros tres capítulos vimos el llamado celestial y ahora, en esta parte práctica, veremos el andar terrenal del creyente; no un andar mundano, sino un andar terrenal porque nos encontramos con los pies sobre esta tierra. Los verdaderos cristianos, a quienes colectivamente llamamos la Iglesia, están sentados en los lugares celestiales, en Cristo. Él es la cabeza del cuerpo y está sentado a la derecha de Dios, pero la Iglesia tiene que andar por esta tierra, como veremos más adelante. La iglesia, en este capítulo 4, es considerada como un nuevo hombre que vive y actúa en esta tierra.

Recordando entonces los subtítulos y temas principales de la sección doctrinal anterior diremos que hemos considerado el llamado, la construcción y la constitución de la iglesia. En esta última sección de la carta a los Efesios vamos a considerar la conducta, la confesión y el conflicto de la Iglesia. La Iglesia aquí es un nuevo hombre y en el futuro, la Iglesia será una esposa. Y la Iglesia es también un buen soldado de Jesucristo.

En los primeros tres capítulos de la primera sección, hablando desde un punto de vista espiritual, hemos estado como en la cumbre del monte de la transfiguración, por ser este pasaje probablemente el punto espiritual más alto del Nuevo Testamento. Y fue por ese motivo que dedicamos tanto tiempo en dichos capítulos. En esta última sección práctica, descendemos al nivel del diario vivir. Como les sucedió al Señor y a los discípulos al descender del Monte de la Transfiguración, que se encontraron con un joven poseído por el demonio y con una multitud escéptica, nosotros podemos encontrarnos tanto con la rutina como con las situaciones más inesperadas y conflictivas, en un mundo controlado por las fuerzas del mal. Ahora, ¿seremos capaces de traducir estas verdades de la cumbre del monte a las necesidades de la vida cotidiana? ¿Vamos a ser capaces de permanecer firmes y andar por los caminos de esta tierra de una manera que agrade a Dios? Nuestro Señor dijo que estábamos en el mundo pero que no pertenecíamos al mundo.

Se ha afirmado que esta epístola a los Efesios ocupa la misma posición teológicamente que ocupa Josué en el Antiguo Testamento. Llegamos ahora a la posición donde esta verdad es evidente. Recordemos que Josué entró a la tierra prometida en base a la promesa hecha a Abraham, Isaac, Jacob y Moisés. Esa tierra le pertenecía por el derecho concedido por esa promesa y así fue que guió a los israelitas a cruzar el río Jordán para entrar en esa tierra. El cruce del río Jordán es un símbolo de la muerte, la sepultura y la resurrección de Cristo. Nosotros, como creyentes, espiritualmente hablando, hemos sido introducidos en la tierra prometida. Allí es donde usted y yo vivimos en el día de hoy. O, por lo menos, es donde deberíamos estar viviendo hoy, en el territorio que representa la resurrección.

Josué tenía que apropiarse de esa tierra tomando posesión del territorio para disfrutar de sus bendiciones. El término "posesión" es la principal palabra en el libro de Josué. Aunque había enemigos y otros obstáculos interpuestos en el camino, Josué tenía que vencerlos y ocupar el terreno.

Y ya que la palabra "posición" fue una palabra clave en Efesios porque Dios nos ha bendecido "con toda bendición espiritual" (Efesios 1:3). Dios nos las ha entregado a nosotros, pero en nuestra vida aquí en la tierra, ¿hemos tomado posesión de ellas? A los israelitas se les había prometido esa tierra, pero para ellos se trataba de una futura tierra, hasta que entraron en ella. A Josué Dios le dijo (en Josué 1:3): "Yo os he entregado, tal como lo dije a Moisés, todos los lugares que pisen las plantas de vuestros pies". En otras palabras, Dios le dijo que la tierra era de ellos, pero sólo la disfrutarían cuando tomaran posesión de ella.

Ahora, el creyente tiene el privilegio hoy de entrar y ocupar, es decir, de poseer todas las bendiciones espirituales en los lugares celestiales. Sin embargo, las inescrutables riquezas de Cristo deben ser buscadas con un detector espiritual, que es la Palabra de Dios. Hasta este momento, en esta carta apostólica hemos podido observar declaraciones gloriosas, pero a partir de ahora encontraremos mandamientos. A aquellos que han sido llamados a un lugar tan exaltado, se les manda vivir una vida que se corresponda con el llamado recibido.

Hay tantas personas en el día de hoy que se han detenido en su camino y viven en la primera parte de esta epístola a los Efesios, pretendiendo que son personas sumamente espirituales. En cierta ocasión, un Pastor conoció a un matrimonio que era bastante activo en la iglesia, sin embargo no eran miembros de esa iglesia. El Pastor les preguntó un día por qué no se unían a la iglesia, por qué no se hacían miembros. Y ellos miraron hacia arriba y le respondieron "nosotros somos miembros de la iglesia invisible". Nos hemos dado cuenta que muchas veces esas personas que dicen ser miembros de la iglesia invisible, son en cierto sentido invisibles. Son invisibles los domingos por la tarde, en los encuentros de oración y estudio Bíblico y cuando uno necesita alguien que le ayude. Pero la iglesia invisible, estimado oyente, tiene que hacerse visible aquí en la congregación local.

Hemos llegado entonces a la parte práctica de Efesios: es decir, a la conducta terrenal de la Iglesia. En este capítulo la Iglesia es representada como un nuevo hombre. Tenemos en los primeros 6 versículos, la exhibición de este nuevo hombre. Luego en los versículos 7 al 16, tenemos la inhibición del nuevo hombre. Y finalmente, tenemos en los versículos 17 al 32, la prohibición del nuevo hombre. El nuevo hombre debe exhibirse a sí mismo aquí en la tierra. Los miembros de la Iglesia invisible tienen que hacerse visibles y difundir la Palabra de Dios.

Ahora lo que sigue a partir de este capítulo está limitado a aquellos que están unidos a Cristo. El Espíritu de Dios está hablando aquí a personas salvas. Su usted no es cristiano, Dios no le está pidiendo que cumpla los mandamientos de esta epístola. Primero tiene convertirse en un hijo de Dios por la fe en Cristo; tiene que convertirse en un miembro de Su cuerpo, que es la iglesia. Lo que sigue en esta carta es para aquellos que han sido redimidos y han escuchado la Palabra de verdad. Ahora bien, no se puede urgir a los que no tienen vida espiritual a que caminen, no importa cuánto insistamos en ello. La persona que está espiritualmente muerta tiene que recibir primero la vida. Pablo ha dicho que nosotros estábamos muertos en nuestros delitos y pecados. Ésa es la condición de todos los que están perdidos a los ojos de Dios. Es interesante que las religiones le están diciendo a un mundo en agonía: "haz algo y serás alguien". Dios dice justamente lo contrario: "sé alguien y entonces podrás hacer algo". Si usted no es un cristiano, puede permanecer en los costados del camino y escuchar. Usted aprenderá lo que Dios le pedirá que haga si usted se convierte en un creyente; y cuando usted mire a su alrededor, sabrá si los que profesan ser cristianos están viviendo como Dios quiere que vivan. Leamos entonces el versículo 1 de este capítulo 4 de Efesios, en el cual el apóstol comienza a hablar de:

La exhibición del hombre nuevo

"Yo, pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados"

La palabra "pues" es conectiva, es una palabra de transición. Quiere decir, en vista de todo lo que Dios ha hecho por el creyente, y que hemos visto en los tres primeros capítulos de esta epístola.

Pablo es "un prisionero en el Señor". Era un prisionero a causa de su posición en Cristo. ¿No es interesante que Pablo pudiera estar sentado en los lugares celestiales en Cristo, y también podía estar sentado en una prisión porque es un testigo de Cristo ante los no judíos?

Luego el apóstol dijo: "os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados". Esta verbo "rogar" es la misma palabra que encontramos en Romanos 12:1, cuando Pablo dijo "os ruego por las misericordias de Dios". No era un mandamiento del monte Sinaí, donde se entregó la ley con fuego y truenos; era el ruego delicado del que trata de persuadir con amor.

O sea, que tenemos que vivir como es digno de la vocación o llamamiento que hemos recibido. Es un llamado a vivir en un nivel acorde con la posición que tenemos en Cristo. En Filipenses 1:27 Pablo dijo: "27Solamente os ruego que os comportéis como es digno del evangelio de Cristo, para que, sea que vaya a veros o que esté ausente, oiga de vosotros que estáis firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes por la fe del evangelio". Y en Colosenses 1:10 escribió el apóstol: "10Así podréis andar como es digno del Señor, agradándolo en todo, llevando fruto en toda buena obra y creciendo en el conocimiento de Dios". Además, Pablo señaló hacia su propia vida como un ejemplo del andar del cristiano, en Primera de Tesalonicenses 2:10, cuando dijo: "10Vosotros sois testigos, y Dios también, de cuán santa, justa e irreprochablemente nos comportamos con vosotros los creyentes".

Así fue que Pablo nos rogó que viviéramos una vida digna del Evangelio. Posiblemente la gente no se lo diga, pero estará evaluando si usted es un verdadero hijo de Dios por la fe en Cristo. La única forma en que pueden saberlo es por su manera de vivir. Podríamos decir que no se trata tanto de "cómo" anda uno, como de "por dónde" camina uno. Como dijo el apóstol Juan 1:7, "7Pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros y la sangre de Jesucristo, su Hijo, nos limpia de todo pecado". Andar en la luz quiere decir vivir a la luz de la Palabra de Dios. ¿Cuánto tiempo dedica usted a la palabra de Dios? Si usted tiene hijos, ellos saben cuánto tiempo pasa leyendo la Biblia. También sus vecinos podrían saberlo, o la gente de la iglesia. Si queremos vivir en compañerismo y camaradería con Dios, tenemos que vivir a la luz de la Palabra de Dios.

Pablo estaba expresando sus ruegos en base al llamamiento que ellos habían recibido. Les acababa de explicar que vivían en la economía o administración de la gracia de Dios. Vivían bajo un nuevo orden. Leamos ahora los versículos 2 y 3 de este capítulo 4 de Efesios.

"Con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor, 3procurando mantener la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz"

Aquí dice "con toda humildad", lo cual quiere decir, una mente que no es altiva. Usted sabe que Pablo practicaba lo que predicaba. Es lo opuesto al orgullo y al leer la historia del apóstol Pablo, usted encontrará que él actuó con humildad.

El contraste de actitudes lo encontramos en una historia que ya hemos mencionado en otra oportunidad. En cierta ocasión un joven estudiante de un seminario había sido enviado a predicar a una Iglesia conocida. Bien, él estaba muy orgulloso porque lo habían llamado a él para pronunciar un sermón en esa gran iglesia. Así es que, hacia allí se dirigió y debemos destacar que él nunca había tenido ninguna experiencia detrás del púlpito. Era un joven muy inteligente en su clase y en su estudio, pero cuando se puso de pie ante aquel grupo de gente experimentó algo que nunca había sentido antes, y fue el temor de hablar en público. Él se había olvidado de todo lo que tenía pensado decir, pues se había aprendido el mensaje mayormente de memoria. Así fue que, a tropezones, expresándose con gran dificultad pudo ocupar el tiempo establecido. Una anciana que se encontraba en la iglesia se le acercó al terminar la reunión y le dijo: "Joven, yo le estaba observando esta mañana y me gustaría decirle que si usted hubiera subido al púlpito en la forma en que se bajó de él, entonces habría bajado de él, de la forma en que subió". Él había subido al púlpito con mucho orgullo, pero había bajado del él con humildad.

La humildad es una especia de buque insignia de las virtudes cristianas. El apóstol Pablo, escribiendo a los Filipenses, dijo en el capítulo 2, de esta carta, versículo 3: "Nada hagáis por rivalidad o por vanagloria; antes bien, con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo". El Señor Jesucristo se caracterizó por su humildad. Recordemos que dijo, según Mateo 11:29: "Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí: que soy manso y humilde de corazón". Hay muchos creyentes en la actualidad que tienen orgullo por su raza, por su lugar de origen, por su posición y apariencia, y en realidad hasta están orgullosos de haber sido salvos por gracia. Necesitamos permitir, estimado oyente, que el Espíritu Santo nos controle para poder andar en humildad y mansedumbre.

Se cuenta una historia acerca de un grupo de personas que fue a visitar el hogar donde había vivido Beethoven en Alemania. El guía los estaba llevando por diferentes habitaciones y llegaron a una donde se encontraba el piano de Beethoven. Al finalizar su explicación, el guía le dijo al grupo de turistas que si había alguno entre ellos que quisiera sentarse al piano por un momento y tocar alguna obra podría hacerlo. Y todas las personas que allí se encontraban, literalmente se abalanzaron sobre el piano. Sólo un anciano se abstuvo de hacerlo. Después que todos hubieron tenido su oportunidad el guía le preguntó a este anciano: "¿No le gustaría a usted sentarse ante el piano y tocar un poco?" Y el anciano respondió: "Oh, no, no soy digno de hacerlo". Y el nombre de ese anciano era Paderewski, célebre pianista y probablemente el único hombre de aquel grupo que era digno de tocar el mismo piano que había pertenecido a Beethoven. Y él fue el único que no quiso hacerlo.

Con cuanta frecuencia muchos cristianos se lanzan a realizar actividades sin estar especialmente dotados para llevarlas a cabo. A veces decimos que no hay gente suficiente como para realizar trabajos y actividades de la iglesia. Pero hay otro extremo, cuando personas intentan hacer cosas para las cuales no tienen un don específico. Necesitamos que el Espíritu Santo controle esas situaciones, creando en nosotros una actitud de humildad.

Además de humildad, el apóstol nos habló de mansedumbre, o sea de amabilidad y benignidad de carácter. Pero esa afabilidad no significa debilidad. Hubo dos personas de la Biblia que se destacaron por su mansedumbre. En el Antiguo Testamente fue Moisés, y en el Nuevo Testamento, el Señor Jesucristo. Cuando observamos a Moisés descendiendo del monte Sinaí y quebrando las tablas de piedra, y escuchando lo que le dijo a su hermano Aarón y a los israelitas, no calificaríamos su actitud de amabilidad y benignidad. Pero, Dios así la consideró. Y cuando el Señor Jesús se dirigió al templo y expulsó a todos los que estaban allí haciendo negocios ¿actuó con mansedumbre? Por supuesto que sí. Es que, en la práctica, el sistema del mundo opta por una definición de mansedumbre que la convierte en un sinónimo de debilidad. La Biblia describe a la mansedumbre como una disposición a cumplir la voluntad de Dios, no importa cual sea el costo. La mansedumbre consiste en inclinarse ante la voluntad de Dios.

En esta lista se incluye también a la paciencia. Es la capacidad para padecer o soportar algo sin alterarse, o la facultad de saber esperar cuando algo se desea mucho. Es un fruto del Espíritu Santo, como podemos ver en Gálatas 5:22.

Ahora, también se nos dice aquí lo siguiente: Soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor. Quiere decir, el controlarse a uno mismo en una actitud de amor. Colosenses 3:13 completa esta idea diciendo: "13Soportaos unos a otros y perdonaos unos a otros, si alguno tiene queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros".

Finalmente se exhorta diciendo: procurando mantener la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz. El Señor oró por esta unidad en Juan 17:21, diciendo: "21para que todos sean uno; como tú, Padre, en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste". El Espíritu nos ha bautizado en un cuerpo. Recordemos que Pablo dijo en Primera de Corintios 12:13: "13porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, tanto judíos como griegos, tanto esclavos como libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu". Ahora a los creyentes se les pide que conserven la unidad que el Espíritu ha logrado. Nosotros no podemos crear una unidad. Ni podemos forzarla. Sólo el Espíritu Santo crea la unidad. Pero nosotros debemos mantenerla. Todos los verdaderos creyentes en Cristo Jesús pertenecen a un cuerpo, y tendríamos que ser conscientes de que somos uno en Cristo.

A continuación el apóstol procedió a enumerar siete de estos elementos de unidad. Leamos los versículos 4 al 6:

"Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos y por todos y en todos."

Veamos estos factores de unidad

1. Un solo cuerpo. Aquí se refiere al número total de creyentes, desde el día de Pentecostés hasta que Cristo recoja a Su iglesia. Este cuerpo también es llamado la iglesia invisible, pero esta denominación no es totalmente exacta. Porque los verdaderos creyentes están siempre visibles.

2. Un solo Espíritu. Se refiere al Espíritu Santo que bautiza a cada creyente en el cuerpo de Cristo. La obra del Espíritu consiste en unir a los creyentes en Cristo. Ésta es la unidad que al creyente se le pide que conserve.

3. Una misma esperanza de vuestra vocación o llamamiento. Se refiere a la meta, al objetivo colocado frente a todos los creyentes. Ellos serán recogidos de este mundo para ser llevados a la presencia de Cristo. Este evento es llamado en Tito 2:13, "la esperanza bienaventurada".

4. Un solo Señor. O sea, el Señor Jesucristo. Su señorío sobre los creyentes crea y convierte en realidad la unidad de la iglesia.

5. Una sola fe. Se refiere el cuerpo de la verdad llamado en Hechos 2:42 la doctrina de los Apóstoles. Cuando ésta es negada, se producen divisiones. Tiene que haber una base, un fundamento para que se produzca la adhesión de los creyentes. Y esa base es la doctrina correcta.

6. Un solo bautismo. Se refiere al bautismo del Espíritu Santo, que es el verdadero bautismo. El bautismo ritual tiene lugar con agua. El bautismo en agua es el símbolo del bautismo verdadero, el del Espíritu Santo, por el cual los creyentes se convierten una unidad, son hechos uno.

7. Un solo Dios y Padre de todos. Se refiere a la paternidad de Dios, en cuanto a los creyentes. Ya que sólo hay un Padre, Él no es el Padre de los que no son creyentes. El carácter de hijos se recibe sólo por medio de Cristo. La unidad de los creyentes produce una marcada diferencia entre los creyentes y los que no son creyentes. Él es el Padre de todos aquellos que le pertenecen, por haber sido regenerados.

En nuestro próximo programa continuaremos con nuestro estudio a partir de este versículo 6 de Efesios 4. Estimado oyente, esperamos contar con su compañía en nuestro próximo encuentro. Le dejamos una pregunta para su reflexión personal. Habiendo oído hablar de Dios como el Padre de todos los creyentes, y conociendo el principio de la conocida oración del Padrenuestro, ¿considera usted a Dios como su Padre que está en los cielos? ¿Tiene usted esa relación con Él?

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