Estudio bíblico de Filipenses 2:8-11

Filipenses 2:8-11

Amigo oyente, en nuestro programa anterior, dejamos nuestro estudio en el capítulo 2, de esta epístola a los Filipenses. Dijimos que en este capítulo se expone la norma o el modelo para el vivir cristiano; el Señor Jesucristo es ese modelo. Dijo el apóstol Pablo en el capítulo 2:5 de esta carta: Haya, pues en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús. Las normas para el vivir cristiano se resumen en conocer la mente, el pensar de Cristo, como veremos más adelante. Pero es importante aclarar que ese conocimiento de Cristo y el llevar a la vida práctica ese modelo de vida, no lo podemos lograr por una mera imitación.

Porque la vida cristiana no puede llevarse a cabo mediante un esfuerzo de imitación. Se escucha tanto hoy acerca de seguir a Cristo. Y a algunas de estas personas que así se expresan, (especialmente cuando sus vidas no respaldan lo que están diciendo) nos gustaría preguntarles si están tratando de imitar a Jesús. Cuando Pablo dijo que Cristo es la norma del vivir cristiano, él no estaba hablando acerca de una imitación. Él estaba hablando sobre lo que nosotros llamaríamos "impartir", "transmitir". Es decir, que el pensar de Cristo tendría que estar en nosotros, y que sólo puede estar en nosotros por medio del poder del Espíritu de Dios.

Tenemos que aprender a detenernos y a observar como actúa el Espíritu de Dios. Ello no quiere decir que nos sentamos y nos quedamos de brazos cruzados. Por supuesto, llevamos a cabo el programa que Dios nos ha encargado realizar, pero el poder y la dinámica provienen del Espíritu de Dios. De esa manera, Su poder utiliza nuestra debilidad, nuestras limitaciones, nuestras carencias naturales y de esa manera, cumple Sus propósitos en nuestra vida.

Ya hemos examinado anteriormente con más detalle cuatro de los siete pasos que condujeron a la humillación de Cristo, en los versículos 6 y 7 de este segundo capítulo de Filipenses. Para considerar más detenidamente el quinto paso de Cristo hacia su humillación, leamos el versículo 8 de este segundo capítulo de Filipenses.

"Mas aún, hallándose en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz."

El quinto paso se encuentra en la primera parte de este versículo y está en la frase hallándose en la condición de hombre, se humilló a sí mismo. Hay muchos de nosotros que hemos sido humillados por otra persona que ha dicho o hecho algo que era humillante para nosotros. Pero observemos que Él se humilló a sí mismo, y eso resulta lo más difícil de hacer.

A modo de ilustración diremos que en cierta ocasión se estaba realizando una conferencia, y en ese salón de actos era costumbre que todos los oradores que tomaban parte durante toda la semana, se sentaran en la plataforma todas las noches para el servicio religioso de la tarde, indiferentemente de quién tuviera que predicar esa noche. Era como una muestra de cortesía en que cada orador ponía atención en escuchar a los demás cuando pronunciaban su conferencia. Al comenzar la reunión, todos los oradores marchaban hacia la plataforma de una manera muy solemne y ordenada, que era más o menos un ritual. Pero, en esa ocasión había llovido, y había caído tanta agua que aún había agua en la plataforma de los conferenciantes. Había un predicador en ese programa que tenía un don muy especial para hablar y además era una persona de mucha formalidad que dejaba traslucir una gran dignidad. Este hombre vestía con gran elegancia, de rigurosa etiqueta y lucía una impecable corbata y chaqueta de levita. Esa noche al desfilar y subir todos los oradores a la plataforma, este hombre no se dio cuenta que de que allí había agua y que el lugar estaba un poco resbaladizo. Subió pues este hombre y ante los ojos de todos en el auditorio, se resbaló, se deslizaron completamente los pies y cayó sentado de un golpe. Todo el público estalló en una carcajada general. Y algunos de los oradores de la plataforma, no pudiendo contener la risa, salieron por un momento del salón. El se levantó, y usted quizá nunca habrá visto una persona tan humillada como se sintió él, en esa ocasión. A la noche siguiente uno de los oradores, al llegar el desfile a la plataforma le dijo en tono de broma: "Oiga, sería bueno que usted repitiera su actuación de la pasada noche". Pero él contestó muy enojado: "¿No le parece que aquello fue algo realmente humillante?" Y así fue, amigo oyente. Pero, él no se humilló a sí mismo; las circunstancias y las personas le hicieron sentirse humillado. Quizás todos hemos pasado por experiencias que nos han humillado frente a otras personas. Pero en esos casos, nosotros no nos hemos humillado voluntariamente a nosotros mismos. Fueron las circunstancias, u otras personas las que nos han humillado. Pero en el caso de nuestro Señor Jesucristo, fue El quien se humilló a sí mismo, y eso es algo completamente diferente.

Llegamos ahora al sexto paso de su recorrido hacia la humillación. Se encuentra en la segunda parte del versículo 8 que hemos leído. Se encuentra en la frase haciéndose obediente hasta la muerte. La muerte es un evento humillante. No es algo natural. Dios no creó al hombre para morir. El ser humano muere a causa del pecado, a causa de su transgresión. La muerte entró en el mundo por la transgresión de un hombre, y ese hombre fue Adán; y la muerte se transmitió a todos los hombres. Así que la muerte no es natural, porque Dios no creo al ser humano para que pasara por la experiencia de la muerte.

Cuando el Señor Jesús vino a la tierra, fue un poco diferente al resto de nosotros. Usted y yo hemos venido al mundo para vivir. Sinceramente hablando, yo no deseo morir. Quiero vivir. Algunos de nosotros hemos llegado a la parte más fructífera de nuestro ministerio, y queremos vivir mientras el Señor lo permita. Pero el caso del Señor Jesús fue diferente. El nació para morir. Vino a este mundo para morir. El no tenía que morir pero, como dijo Pablo en este versículo 8, El fue obediente hasta la muerte y se entregó voluntariamente. En el caso mío, yo tengo que morir, pero no lo deseo. Aunque El no tenía que morir, pero deseaba hacerlo. ¿Por qué? Para salvarnos a usted y a mí si depositamos nuestra confianza en El. Esto fue precisamente lo que El dijo en Juan 10:15, 17 y 18: 15así como el Padre me conoce y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas. . . 17Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida para volverla a tomar. 18Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla y tengo poder para volverla a tomar.

El séptimo y último paso de la humillación de Cristo se encuentra en la última frase del versículo 8, que dice: y muerte de cruz. No solo fue El obediente hasta la muerte, pero sufrió la muerte en la cruz. Esta clase de muerte causaría un impacto mayor en nuestra conciencia que si dijéramos que Cristo murió en una cámara de gas, ahorcado o en una silla eléctrica. La muerte en la cruz era una muerte vergonzosa. Entonces, El vino de la gloria más elevada y llegó hasta el lugar más bajo de la humillación. ¿Por qué lo hizo? Volvamos por un momento a las palabras "los demás". Recordemos el pasaje de Filipenses 2:4, que dice 4No busquéis vuestro propio provecho, sino el de los demás. El dejó toda su gloria del Cielo y descendió a esta tierra, se convirtió en un hombre y sufrió la muerte de un criminal por otros, es decir, por usted y por mí. Gracias a Dios por ello. Esta es pues, estimado oyente, la mente de Cristo, la forma de pensar de Cristo.

El sentir de Dios es el de glorificar a Cristo. Y comenzando con el versículo 9, tenemos los pasos hacia arriba, los pasos ascendentes. Ya hemos tenido siete pasos descendentes hacia la humillación de Cristo; ahora vamos a ver los siete pasos ascendentes en la exaltación de Cristo. Leamos entonces el versículo 9, que comienza a hablarnos sobre

La mente de Dios - La exaltación de Cristo

"Por eso Dios también lo exaltó sobre todas las cosas y le dio un nombre que es sobre todo nombre"

Aquí tenemos el primer paso hacia la exaltación lo tenemos en la frase Dios también lo exaltó. Este es el propósito supremo de Dios, el Padre, en este universo en el día de hoy; que Jesucristo sea glorificado en el universo que Él creó, y que Él sea glorificado en la tierra donde vive el hombre, donde el hombre se rebeló contra Dios.

Lo que hace que este pequeño mundo tenga significado e importancia, es la muerte de Cristo aquí en esta tierra. No hay ningún otro motivo. Los astrónomos dicen que somos una pequeña partícula en el espacio, y que si este mundo en el cual vivimos fuera borrado, no afectaría en nada al resto del universo. Alguien ha dicho que el hombre es como una enfermedad en la epidermis de un planeta menor. Eso es lo que somos. Pero, amigo oyente, lo que le ha dado dignidad al hombre y ha causado que él pueda mirar a los cielos y cantar alabanzas a la divinidad, es el hecho de que Jesucristo vino y murió en la cruz por él.

Tenemos ahora, el segundo paso de este reconocimiento divino, que vemos en la frase y le dio un nombre que es sobre todo nombre. La próxima ocasión en que tomemos Su nombre en vano, pensemos seriamente en esto. Dios tiene la intención de exaltar ese nombre que usted usa como una maldición ensuciándolo en el barro. En una ocasión explotó una bomba en un avión en el aire; el piloto, gracias a lo que se califica como un milagro, fue capaz de aterrizar con su avión, y se dice que cuando logró realizar con éxito la maniobra, solamente dijo: "Jesucristo, Jesucristo". No sabemos si lo dijo como una blasfemia. Que Dios tenga misericordia de él si lo hizo de esa forma; o quizás pudo haberlo dicho como una oración. El nombre de Jesucristo será exaltado sobre todos los nombres, de todos los grandes personajes de este mundo, y sobre los nombres de todos los ángeles del cielo.

Leamos ahora el versículo 10 de este segundo capítulo de Filipenses:

"Para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, en la tierra y debajo de la tierra"

En este versículo encontramos los tres próximos pasos que destacan la exaltación de Cristo.

El tercer paso está en la frase que en el nombre de Jesús. "Jesús" significa Salvador. Antes de su nacimiento en Belén, el ángel dijo, en Mateo 1:21, le pondrás por nombre Jesús, porque el salvará a su pueblo de sus pecados. Ahora, observemos la referencia a la profecía en este mismo capítulo 1 de Mateo, versículos 22 y 23: Todo esto aconteció para que se cumpliera lo que dijo el Señor por medio del profeta: "Una virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrás por nombre Emmanuel" (que significa: "Dios con nosotros").

¿Podemos señalar algún lugar en la Biblia donde El fue llamado Emmanuel? La afirmación de que la virgen concebirá no ofrece problemas porque ¿de qué otra manera habría poder entrado El en la familia humana excepto por un nacimiento milagroso? Lo que puede haber causado algún problema en este versículo fue la frase le pondrás por nombre Emmanuel, porque no encontramos ningún lugar en la Biblia donde El fue llamado Emanuel. ¿Pero deja este detalle alguna duda sobre el cumplimiento de la profecía? No, estimado oyente. Al contrario. Este es uno de los más notables cumplimientos de la profecía que usted pueda imaginar. El ángel dijo: le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados. Consideremos esto detenidamente. Yo no podría ser llamado Jesús porque ni siquiera me puedo salvar a mí mismo. Y no sería exacto llamarle Jesús a usted, porque usted tampoco puede salvarse por usted mismo.

Es que todos nosotros estamos hoy, por así decirlo, en el mismo barco. La familia humana se encuentra en un barco que se está hundiendo. Si ha de haber un Salvador, éste tendrá que venir del exterior. Hay aquellos que quieren arrojar una cuerda de salvamento. Es como un barco que estuviera naufragando. Alguien en la cubierta superior le dice a aquellos que están abajo en el puente de mando: "¡Dejadme arrojaros una cuerda de salvamento!" Pero es que la cubierta superior también se está hundiendo. Así que la cuerda de salvamento tiene que venir desde algún otro lugar que no sea el barco humano. Ningún ser humano puede ser un Salvador. Volvemos a la frase le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados. ¿Cómo puede El salvar a Su pueblo de sus pecados? Porque El sería Emanuel, es decir, Dios con nosotros. Aquel niño pequeño que vino allá en Belén, es Dios con nosotros. El asumió no la semejanza de los ángeles, sino de nuestra humanidad. Recordemos que El es Emanuel, Dios con nosotros. Y al serlo, puede ser llamado Jesús. Y teniendo en cuenta el significado del nombre, nadie merece ser llamado Jesús.

Es como si Dios hubiera dicho: "Voy a exaltar el nombre que le fue dado cuando vino a la tierra por encima de todo otro nombre."

Ahora el cuarto paso hacia la exaltación de Cristo se encuentra en la frase los que están en los cielos.

El quinto paso en la frase los que están en la tierra.

Ahora el sexto paso está en la frase y los que están debajo de la tierra. Algunos se han apoyado en estas palabras para apoyar su teoría de que finalmente, todos se salvarán. Pero se trata de un uso erróneo de este versículo, porque si usted lo compara con Colosenses 1:20, verá su verdadero significado porque allí dice "y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz". El tema en nuestro pasaje de Filipenses es el señorío de Jesús. Dios le ha exaltado notablemente, para que ante el nombre de Jesús se doble toda rodilla en los cielos, en la tierra y debajo de la tierra. Es decir, que incluso el infierno se tendrá que arrodillar ante El, porque es el Señor. El es Dios. Pero simplemente arrodillarse no implica salvación. Y el pasaje de Colosenses 1:20 no está hablando sobre el señorío de Jesús, sino acerca de la obra reconciliadora de Cristo, de su obra de redención. ¿Y qué fue reconciliado? ¿Qué fue redimido? ¿Estaba el infierno incluido? No. Los que están debajo de la tierra no fueron mencionados en el pasaje de Colosenses. ¿Por qué? Porque ese versículo habla de la redención, y no hay redención en el infierno. Colocando ambos versículos juntos (el de Filipenses y el de Colosenses) queda claro que aquellos que están en el infierno, que se arrodillan ante Jesús, están meramente reconociendo Su señorío. Veamos entonces el versículo de Filipenses 2:10 nuevamente en su totalidad: para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, en la tierra y debajo de la tierra.

Y ahora veamos el séptimo paso, el último, hacia la exaltación de Cristo. Leamos el versículo 11 de este segundo capítulo de Filipenses:

"Y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor para gloria de Dios Padre."

Así que todos tendrán que reconocer que Jesucristo es el Señor. Ello no quiere decir que todos le habrán reconocido como su Salvador. Resulta interesante comprobar que incluso en el infierno los que allí se encuentren deberán reconocer el señorío de Jesús, lo cual, creemos, aumentará su angustia.

Pero cabe añadir aquí una nota de advertencia. Tenga usted cuidado al llamar a Jesús su Señor, si El realmente no lo es. Recordemos que Él dijo en cierta ocasión que habrá muchos en aquel día que le dirán: Señor, Señor y dirán que incluso profetizaron echaron fuera demonios y realizaron milagros en Su nombre. Sin embargo, Él les responderá: Nunca os conocí. (Mateo 7:21-23) Amigo oyente, será mejor que usted le conozca a Él como su Salvador, antes de que usted diga que Él es su Señor. Asegúrese de que Él es su Salvador, y luego si Él es su Salvador, entonces usted puede inclinarse ante Su autoridad y llegar a ser obediente al El como su Señor.

No me gusta escuchar a personas que cantan canciones que exaltan la amistad con Jesús. Por cierto que, nosotros tenemos un amigo en Él, pero Él dijo en Juan 15:14: Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Por lo tanto, sí. Podemos considerarle nuestro amigo si llevamos a cabo en nuestra vida práctica lo que El nos manda hacer. El no será nuestro Señor, ni nuestro amigo, a menos que le obedezcamos. No olvidemos entonces estas palabras de Filipenses 2:9. Por lo cual Dios también lo exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre. Estimado oyente, ¿cual será su actitud frente a Jesús?

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