Estudio bíblico de Cantares 2:16-3:11

Cantar de los Cantares 2:16-3:11

Llegamos hoy, amigo oyente, al versículo 16 de este capítulo 2 de Cantar de Los Cantares. Hoy comenzamos un párrafo que podríamos titular

La noche anterior al amanecer

Esta hermosa declaración sigue inmediatamente a la canción del regreso del esposo, que es simbólico del momento en que Cristo vendrá a recoger a Su Iglesia. Leamos las palabras de la esposa en el versículo 16:

"¡Mi amado es mío y yo soy suya! Él apacienta entre los lirios."

Esta canción de Salomón expresa el estado espiritual más elevado de la relación que existe entre el Señor Jesucristo y el creyente. Ningún otro libro de la Biblia representa mejor que el Cantar de los Cantares esta relación, y en un nivel mayor que éste. La frase Mi amado es mío y yo suya es una de las verdades teológicas más profundas, que el Señor Jesús expresó en siete simples palabras, en Juan 14:20, cuando dijo: vosotros en mí y yo en vosotros. Y en nuestro pasaje de hoy hemos visto que la esposa dijo mi amado es mío, y yo suya,

En realidad, el Señor Jesucristo dijo: "Aquí, en la tierra, yo ocupé vuestro lugar cuando morí en la cruz. Yo estoy en vosotros. Ahora vosotros tenéis que mostrar mi vida aquí en la tierra". (Por supuesto, solo podemos hacerlo en el poder del Espíritu Santo).Pero nosotros estamos en El, allí arriba, en otra dimensión, sentados en los lugares celestiales, aceptados en el Amado, unidos a Él, resucitados con Cristo. El apóstol Pablo dijo en Colosenses 3:1, 1Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Esta es una declaración maravillosa en realidad. Estimado oyente, si usted es un hijo de Dios, debería decirle que le ama.

Usted y yo vivimos en un día en el que quizá no tengamos mucho de las riquezas de este mundo, sin embargo, desde un punto de vista espiritual, somos ricos. En Su gracia infinita, Él nos ha hecho ricos. Dijo el apóstol Pablo en 1 Corintios 3:21 al 23: Así que nadie se jacte en los hombres, porque todo es vuestro: ya sea Pablo, o Apolos, o Cefas, o el mundo, o la vida, o la muerte, o lo presente, o lo por venir, todo es vuestro, y vosotros de Cristo, y Cristo de Dios. O sea que pertenecemos a Cristo. Y Él es nuestro. Él nos pertenece; Él es nuestro Salvador. Él Señor nuestro Pastor. Nosotros deberíamos acercarnos bien a Él para apropiarnos de estas gloriosas bendiciones espirituales que nos pertenecen. Y, verdaderamente, hemos alcanzado un nivel alto de vida espiritual cuando usted y yo podemos decir: Mi amado es mío, y yo suya.

Después vemos otra hermosa imagen en la frase Él apacienta entre lirios. Nos habla nuevamente del reclinatorio cubierto de flores sobre el cual él se sentaba ante la mesa del banquete. Nos habla de satisfacción, de comunión, de alegría y de todo aquello que es maravilloso. El mundo está buscando estas cosas. Las personas están intentando pasárselo en grande. Bueno, hagámoslo entonces, y disfrutemos de la vida sentándonos a la mesa de Cristo y alegrándonos en El. Este sería un alto nivel espiritual. Nos tememos que muchos de nosotros tendríamos que hacer nuestras las palabras del salmista en el Salmo 139:6, cuando dijo no lo puedo alcanzar.

Entonces tenemos que clamar como lo hacía la esposa y decir: ¡Llévame en pos de ti! ¡Corramos! No podemos correr la carrera que se extiende delante de nosotros hasta que no solo veamos a Jesús, sino que nos apropiemos de Su poder en nuestras vidas. Entonces podremos decir, como la esposa del relato, Mi amado es mío y yo suya.

Leamos ahora el versículo 17 de este segundo capítulo:

"Mientras despunta el día y huyen las sombras, vuelve, amado mío, como una gacela o un cervatillo por los montes de Beter."

Aquí regresamos a la figura de Cristo como el ciervo de la mañana. Recordemos que pudimos observarle en esa mañana tan brillante (en el versículo 8), cuando Él estaba triunfante sobre la cima de la montaña. Durante toda la noche los cazadores habían estado tratando de quitarle la vida y los feroces perros de caza intentando alcanzarle. Fue una noche terrible. El descendió por la puerta de la muerte, pero después ascendió y cruzó la puerta de la resurrección. Ahora, a la luz de ese acontecimiento, aunque usted y yo estemos viviendo en un mundo oscuro, podemos esperar con ansia el amanecer. Estimado oyente, permita que la redención que usted tiene en Cristo, y que todo aquello que Él ha hecho tenga para usted sentido, un significado personal. Descanse usted en ello. Permita que sea su consuelo. Que sea como una almohada donde su cabeza pueda reposar en las horas oscuras de esta vida, como dice en este versículo 17, mientras despunta el día y huyen las sombras.

Y llegamos ahora al

Capítulo 3

Al comenzar este capítulo aún nos encontramos en la segunda canción, pero podríamos decir que entramos en su segunda estrofa. Sin embargo, comienza una nueva sección, que está presentada en una escena totalmente diferente.

Al principio de este libro nos encontrábamos en el país montañoso de Efraín, donde vimos a una joven y a su familia que eran agricultores arrendatarios. En este momento del relato, Salomón había conquistado su corazón y la había traído con él a Jerusalén.

Leamos entonces los versículos 1 y 2 de este capítulo 3, en los cuales vemos a la esposa ocupada en

Una búsqueda nocturna

"Por las noches busqué en mi lecho al amado de mi alma; lo busqué, mas no lo hallé. Pensé entonces: «Me levantaré, recorreré la ciudad, y por calles y plazas buscaré al amado de mi alma». Lo busqué, mas no lo hallé."

Ahora la escena ha cambiado al palacio de Jerusalén, a donde el rey había llevado a su esposa. Ella se había quedado sola porque el rey quizás se encontraba lejos atendiendo los asuntos del reino. Lo que está registrado en esta parte del relato, es un sueño que refleja la angustia de su separación y en el cual ella finalmente, sale a buscarlo por las calles de la ciudad.

Dice aquí, por las noches busqué en mi lecho al amado de mi alma. Esta frase tiene una hermosa aplicación espiritual a nuestra relación con Cristo. Cuando nos espera un día atareado y con presiones, pensamos que debemos tener una buena noche de descanso. Pero si preferimos el descanso a Cristo, puede que logremos dormir nuestras 7 u 8 horas, pero habremos perdido el contacto con Aquel que es, mucho mejor que el descanso. Un expositor Bíblico lo expresó de esta manera: "Pero si Cristo es el primero, el mejor y el más necesario, si El significa más para nosotros que el alimento o el descanso, puede ser hallado rápidamente con frecuencia, aunque no siempre, sin una pérdida real del tiempo o el descanso que estábamos dispuestos a sacrificar por causa de Él. Nuestro descanso nos resultará entonces dulce y refrescante, porque el Señor mismo está habitando en nosotros, y descansando con nosotros."

En el versículo 2 la esposa dice: Me levantaré, recorreré la ciudad, y por calles y plazas buscaré al amado de mi alma. El acto de levantarse de su lecho y salir a recorrer toda la ciudad en su búsqueda indica una determinación de buscar al Señor.

En la frase Lo busqué, mas no lo hallé vemos su honesta confesión. Muchas personas nunca encuentran a Cristo porque nunca le buscan. ¡Cuantos que profesan ser cristianos, que se sientan en los bancos de una iglesia cada domingo, nunca se enfrentan sinceramente con esta realidad: "no lo hallé"! Sin embargo, El ha prometido que será hallado por los que le busquen con todo su corazón. O, como lo expresó el apóstol Santiago en 4:8, Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros.

Continuemos leyendo el versículo 3 de este tercer capítulo:

"Me hallaron los guardias que rondan la ciudad, y les pregunté: «¿Habéis visto al amado de mi alma?»."

Los centinelas parecieron ser efectivos en ayudarle a encontrar a su amado. Al menos, ella estaba a una corta distancia de ellos cuando le encontró. Continuemos leyendo el versículo 4:

"Apenas me aparté de ellos un poco, hallé al amado de mi alma; me así a él, y no lo dejé hasta llevarlo a casa de mi madre, a la habitación de quien me dio a luz."

Aquí vemos la gran recompensa que recibió por su búsqueda, cuando ella dijo hallé al amado de mi alma. Aquí citamos nuevamente al poético expositor Bíblico que citamos antes, y que escribió lo siguiente: "Le encontré. Yo, un hombre, encontré al Señor de la gloria; Yo, un esclavo del pecado, encontré al gran Libertador; Yo, un hijo de la oscuridad, encontré a la Luz de la vida; Yo, el mayor de los perdidos, encontré a mi Salvador y a mi Dios; Yo, como viuda y desolada, ¡encontré a mi Amigo, a mi Amado, a mi Esposo! Id y haced lo mismo, hijas de Sión, y El será hallado por vosotras, "porque entonces le encontraréis, cuando lo busquéis con todo vuestro corazón". Hasta aquí la cita.

Después dijo la esposa: me así a él, y no lo dejé. Mantener una relación de compañerismo ininterrumpida, continua, con Cristo, requiere esfuerzo por parte nuestra. Es fácil permitir que otros intereses llenen nuestra vida, de manera que perdamos el sentido de su Presencia. Un poeta expresó lo siguiente: "Si no es retenido, el Rey se irá; El está dispuesto a ser retenido, sin embargo, no está dispuesto a permanecer sin ser retenido". (Esto, por supuesto, no se refiere a que el creyente pierda su salvación, sino a la pérdida de su comunión con Cristo).

Y además añadió la esposa: y no lo dejé hasta llevarlo a casa de mi madre, a la habitación de quien me dio a luz. Cuando ella encontró a su esposo, regresó justamente al lugar donde había nacido, donde lo había conocido. Muchos de nosotros necesitamos regresar al primer amor. ¿Recuerda usted cuando vino a Cristo? ¿Recuerda lo mucho que significó para usted entonces?

Continuemos leyendo el versículo 5 de este segundo capítulo:

"¡Yo os conjuro, hijas de Jerusalén, por las gacelas y las ciervas del campo, que no despertéis a mi amor! ¡Dejadla dormir mientras quiera!"

Después del encuentro, la maravillosa relación de compañerismo fue restaurada.

El siguiente párrafo puede ser titulado

La entrada de Salomón con su esposa

Esta última parte del capítulo es como una pequeña piedra preciosa. Describe el regreso del rey con su esposa. Esta pequeña joven Sulamita había esperado mucho tiempo por el regreso del pastor a quien había entregado su corazón. Un día ella estaba trabajando en las viñas. Por el camino se acercaba una columna de humo, y entonces se corrió la voz de un grupo de campesinos a otro. "¡Viene el rey Salomón!". Pero ella tenía que trabajar. Entonces alguien se acercó a ella diciéndole con excitación: "¡El rey Salomón pregunta por ti!" Desconcertada respondió: "¿Pregunta por mí? Yo no conozco al rey Salomón". Pero cuando ella fue llevada a su presencia, reconoció que él era su amado pastor que había venido a buscarla.

El la colocó a su lado en el carruaje real y la procesión continuó avanzando, dejando a los sorprendidos campesinos estupefactos por el repentino cambio de posición de aquella que hasta entonces había sido simplemente una de ellos.

Esta imagen prefigura de una manera hermosa la gloriosa realidad del regreso de Cristo, nuestro Amado, cuando venga a buscar a los Suyos. El apóstol Pablo lo describió así en 1 Tesalonicenses 4:16-17: Pues el Señor mismo descenderá del cielo con voz de mando, con voz de arcángel y con la trompeta de Dios, y los muertos en Cristo se levantarán primero. Entonces nosotros, los que estemos vivos y que permanezcamos, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes al encuentro del Señor en el aire, y así estaremos con el Señor siempre.

Continuemos leyendo el versículo 6, que parece una canción entonada por el coro.

"¿Qué es eso que sube del desierto cual columna de humo, perfumado de mirra e incienso, y de todo polvo aromático?"

Aquí tenemos una descripción del rey Salomón mientras se dirigía hacia Jerusalén con su esposa. La gloria que caracterizó a Salomón superaba toda descripción. Podremos vislumbrar algo de aquel esplendor en los próximos versículos.

Nosotros, como creyentes, tenemos que transitar por este mundo como testigos del Señor Jesucristo. Como testigos, hemos sido hechos nuevos en Cristo. Cada uno de nosotros es como la esposa que fue traída delante del esposo y la fragancia de Cristo debería estar sobre nosotros cuando proclamamos al mundo el testimonio de nuestra fe. Aquí dice perfumado de mirra e incienso, y de todo polvo aromático. ¡Cuán maravillosa es la persona del Señor Jesucristo! La mirra nos habla de Su muerte y el incienso, de Su vida. Ambas especies eran dulces y gloriosas.

Continuemos leyendo el versículo 7 de este tercer capítulo:

"¡Ved, es la litera de Salomón! Sesenta valientes la rodean, de entre los fuertes de Israel."

En esta "litera" de viaje el rey era llevado por portadores o asistentes. Y añade el texto que estaba rodeada de sesenta valientes. Estaban viviendo en tiempos peligrosos y estos guardias estaban allí para protegerle.

Una forma que nosotros tenemos de proteger la honra de la persona del Señor Jesús es declarar nuestra creencia en la deidad de Jesucristo, de proclamar que El fue Dios manifestado en un cuerpo humano. Por lo tanto, rechazamos cualquier idea que pretenda presentarle como un Jesús solamente humano. Y dice el versículo 8:

"Todos manejan la espada y son diestros en la guerra; cada uno lleva su espada al cinto, por los peligros de la noche."

Observemos que todos los guardias iban armados con espadas. La Biblia nos dice que nuestra espada es la Palabra de Dios. Aquellos soldados eran expertos en la guerra. Y nosotros tenemos que saber cómo usar la Palabra de Dios. La Palabra de Dios es la espada del Espíritu, y esa es el arma de un buen soldado de Jesucristo. Y continúa la descripción del cortejo en los versículos 9 y 10, que dicen:

"El rey Salomón se hizo una carroza de madera del Líbano, con columnas de plata, respaldo de oro y asiento de púrpura; su interior, tapizado con amor por las hijas de Jerusalén."

Observemos el lujo de la decoración, en madera del Líbano, la plata y el oro. Y esta carroza había sido adornada por las costureras de Jerusalén. Y todo ello preparado con emoción y amor. Y el versículo 11 dice:

"¡Hijas de Sión, salid! Ved al rey Salomón con la corona con la que le coronó su madre el día de su boda, el día del gozo de su corazón."

Aquí dice que su madre lo coronó. Si usted leyó la historia en 1 Reyes 1, recordará que David realmente no quería coronarle. Adonías, otro hijo de David estaba desarrollando su estrategia para obtener el trono para sí mismo. David era ya anciano, y no hizo nada ante esa situación. Su hijo favorito, Absalón, había sido muerto y David no parecía tener mucho interés por Salomón. Así que el profeta Natán se acercó a Betsabé, que era la madre de Salomón, y le dijo que era mejor apresurarse porque, si no hacían nada, Adonías se convertiría en el nuevo rey. Así que Betsabé y Natán se presentaron ante David y éste accedió a que Salomón fuera proclamado rey. Por eso aquí en este poema dice que su madre le coronó. Era su madre la que estaba interesada en que Salomón fuera rey, antes que David, su propio padre.

Y finalmente se nos dice en el versículo 11: Ved al rey Salomón. Bien, esta es una figura de Cristo. Estimado oyente, le invitamos a contemplar a Cristo en su nacimiento, en su vida, en su muerte, y en su resurrección. Y también puede contemplarle hoy anticipadamente en Su gloria, viniendo a la tierra a buscar a Su esposa, es decir, a Su iglesia. ¿Tiene usted una relación con El? ¿Podrá usted darle la bienvenida como su Salvador y su Señor?

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