Estudio bíblico de Cantares 5:5-16

Cantar de los Cantares 5:6-16

Comenzamos hoy un párrafo que podríamos titular

La triste búsqueda del amado

Hemos llegado a la quinta canción. Recordemos que en esta historia de amor el rey Salomón había traído esta humilde joven Sulamita desde la zona montañosa de Efraim hasta el palacio en Jerusalén. En estas canciones la esposa reveló cuan impresionada estaba por todo lo que la rodeaba allí, el palacio, el trono y la mesa de banquetes del rey. Su canción incluyó su adoración al rey.

Pero cuando Él llegó para despertarla, para que lo acompañara en su trabajo como pastor, buscando a las ovejas que estaban perdidas, ella no quiso levantarse de su lecho. Cuando ella finalmente llegó hasta la puerta, El ya se había ido. Entonces ella abrió la puerta y le llamó, saliendo fuera a buscarlo.

Leamos entonces el versículo 6 de este quinto capítulo,

"Abrí a mi amado, pero mi amado se había ido, ya había pasado, y tras su voz se me salió el alma. Lo busqué, mas no lo hallé; lo llamé, y no me respondió."

Como vemos aquí se había roto la comunicación entre ellos.

Personalmente creemos que hay muchísimos cristianos que han hecho una de dos cosas; han entristecido al Espíritu Santo por causa de pecado en sus vidas, o han apagado al fuego del Espíritu al no ser obedientes a El. Esto rompe la comunión y el compañerismo con Cristo y hace que perdamos nuestra alegría. Ahora, eso no quiere decir que nosotros perdemos la salvación, pero seguramente perderemos la alegría de nuestra salvación. Tampoco quiere decir que hemos perdido al Espíritu Santo. El aun habita en el creyente. Podemos causarle tristeza, pero no podemos alejarle de nuestra vida. Sin embargo, sin duda alguna, podemos perder la relación de comunión con El, y muchos cristianos están en esa condición.

Así es que, aquí en la historia que estamos leyendo, la esposa había perdido la comunión que tenía con el esposo. Estimado oyente, si usted no está haciendo nada hoy para el Señor, usted no ha perdido su salvación, pero usted está perdiendo una dulce comunión con Él. Ahora, en el versículo 7, de este capítulo 5, leemos:

"Me encontraron los guardias que rondan la ciudad; me golpearon, me hirieron, me arrebataron el manto los guardias de las murallas."

¿Se da usted cuenta de cuan impotentes somos cuando intentamos andar por nuestra cuenta? Podemos salir con mucho entusiasmo, pero este entusiasmo nunca reemplazará la comunión con Cristo. Algunos cristianos, impulsados por esa actitud impulsiva han salido a presentar el testimonio de su fe, pero con poco tacto y actitudes ofensivas. Con esa forma de hacer las cosas se han enfrentado con el rechazo de la gente. Ese rechazo se debe a la forma de presentar el mensaje y no a la oposición de los demás.

Recordemos la forma en que el Señor Jesús presentó su testimonio a la mujer que se encontraba junto al pozo. Aquella samaritana era una de las personas más hostiles a las que el Señor se acercó. Ella estaba con una actitud desafiante. Pero ¿recuerda usted cómo El planteó la conversación con ella? No comenzó a hablar de una forma agresiva, tratando de imponerle el tema de la conversación. Simplemente le pidió que le dejase beber un poco de agua. Adoptó una actitud humilde, pidiéndole que le hiciera un favor. Entonces, con mucha cortesía le dijo: "Ah, yo podría haberte dado el agua de vida, si tu me la hubieras pedido". Finalmente, ella se la pidió, pero el Señor no se la ofreció hasta que ella se la pidió.

En vez de intentar forzar conversación con alguien, lo primero que debe hacer es despertar el interés de las personas. Ellas deberían ver algo en nuestras vidas que les impulsara a querer saber acerca del Señor Jesús.

Sin embargo, es cierto que existe una oposición a la Palabra de Dios, que a veces proviene de donde nunca la hubiéramos esperado. Y aquí nosotros nos damos cuenta que proviene de lugares de los cuales no se espera. En este pasaje de nuestra historia, la esposa relató lo siguiente: Me encontraron los guardias que rondan la ciudad; me golpearon. Aquella joven estaba pasando momentos difíciles. Estaba siendo herida por quienes debían haber estado protegiéndola. Aquí la amada había respondido muy tarde al llamado del esposo. En su primer sueño, los guardias le habían ayudado a encontrar a su amado (3:3) pero en esta ocasión la confundieron con un criminal. Estas dificultades que tuvo aquí pueden enfatizar su culpabilidad por haberse separado de su amado. Así que el sueño simboliza el dolor de la separación, causada por su egoísmo, y dramatizó la necesidad de la compañía de su esposo para su bienestar y protección.

Ahora, esta joven, la esposa, se encontró con las hijas de Jerusalén y se produjo un canto antifonal. La esposa cantó una parte y las hijas de Jerusalén cantaron una respuesta, como podríamos escuchar en una zarzuela o en una ópera. Y aquí tenemos algo antifonal. Eso quiere decir, que ella canta una parte y las muchachas cantan otra. Parecería que fuese una ópera, ¿verdad? En el versículo 8, leemos el canto de la esposa:

"Yo os conjuro, hijas de Jerusalén, si halláis a mi amado, hacedle saber que estoy enferma de amor."

Aquí podemos ver como le amaba y le echaba de menos. Todo su ser le estaba añorando. El jardín había perdido su fragancia; la mirra y el incienso ya no significaban mucho para ella; y la belleza de las flores se había marchitado.

Ahora en esta antífona respondieron las hijas de Jerusalén. Leamos el versículo 9:

"¿Qué es tu amado más que otro amado, tú, la más hermosa entre las mujeres? ¿Qué es tu amado más que otro amado, para que así nos conjures?"

La respuesta de ellas sonó un poco escéptica. Fue como si le hubieran dicho: "Este que según tu significa tanto para ti, ¿por qué crees que es más para ti que lo que esperas que otro sea para nosotras? ¿En qué es tu amado más que cualquier otro amado? Esas preguntas nos las pueden formular otras personas en el día de hoy. "Por cierto, ¿quién es Jesús? ¿Qué les hace pensar que Jesús es diferente a cualquier otra persona? Han existido otros líderes religiosos. ¿Por qué piensan ustedes que Jesús es diferente a ellos? ¿Por qué creen ustedes que El es quien alega ser? Jesús era simplemente un hombre". Esta es la clase de escepticismo que escuchamos en la actualidad.

Debemos decir que se ha discutido mucho sobre Jesús. Ha habido más controversia sobre él que sobre cualquier otra persona que jamás haya vivido. El es el personaje más polémico de la historia. Su historia ha sido el argumento de grandes producciones cinematográficas, novelas, en muchas de las cuales se ha negado su divinidad, tratándole simplemente como un ser humano, y su persona y su obra han sido analizadas en todos los medios de difusión. Resulta interesante que Dios nos obliga a tomar una decisión en cuando a Su Hijo. El no permitió que Pilato se evadiera de la situación de definir su postura. Pilato intentó evitar su implicación en el problema y pidió una vasija de agua, se lavó las manos y dijo (en Mateo 27:24) Inocente soy yo de la sangre de este justo. ¡Cuán equivocado estaba! El credo más antiguo de la iglesia, que fue recitado por multitudes de personas durante más de 2.000 años, incluye estas palabras: "crucificado bajo Poncio Pilato" Así que a Poncio Pilato no le sirvió de nada lavar sus manos. El sí hizo una decisión. Dios lo obligó a tomar una decisión. Pilato pensó que él era el juez y que Jesús era el prisionero. El no se dio cuenta de que Cristo era el juez y él era el prisionero. E incluso en nuestra sociedad contemporánea, cada persona tiene que tomar una decisión.

Volvamos a la pregunta del versículo 9: ¿Qué es tu amado más que otro amado? De acuerdo con el testimonio de Tertuliano, uno de los llamados padres de la iglesia, los cristianos de la iglesia primitiva habrían escogido la muerte antes que poner a Jesús en el mismo nivel de las deidades paganas del Imperio Romano. Incluso se negaron a tomar un poco de incienso para colocarlo ante la imagen del César. Ellos no lo habrían hecho, porque consideraron que su amado Señor era diferente. El era Dios.

Ahora llegamos a un párrafo centrado en

La belleza del amado

en el que la esposa iba a responder al escepticismo de aquellas mujeres. Uno pensaría que de una forma u otra ellas habrían logrado que el entusiasmo de la esposa se calmara y que ella moderara lo que decía sobre su amado. Fue más al contrario, porque su elocuencia al hablar de su amado amentó. Los versículos 10 al 16 nos presentan una descripción minuciosa del amado. Leamos los versículos 10 y parte del 16:

"Mi amado es blanco y sonrosado, distinguido entre diez mil; ¡Tal es mi amado, tal es mi amigo, hijas de Jerusalén!"

Si usted lee el pasaje completo, verá que ella describió a su amado minuciosamente. ¿Y sabe usted lo que significa esto? Quiere decir que ella le conocía, que le conocía íntimamente.

Y estimado oyente, si usted va a defender al Señor Jesucristo hoy, si usted va a testificar sobre Él, tiene que conocerle. No solo tiene que saber quién es El, pero tiene que conocerle lo suficiente como para poder ser elocuente a favor de El. Y cuando decimos "elocuente", no nos estamos refiriendo necesariamente a ser elocuente en el uso del lenguaje. Nos referimos a que tiene que estar lleno de entusiasmo, emoción, amor y celo por su persona. Usted y yo no solo necesitamos conocerle, sino que también tenemos que amarle. Ese es el desafío, el reto que encontramos aquí; ¡la esposa le conocía verdaderamente; ella le conocía y le amaba! Ella le consideraba inconfundible entre miles de hombres.

Muchos han escrito acerca de la persona de Cristo, porque El es una completa expresión de amor, aun en Su humanidad. Quisiéramos compartir ahora lo que otras personas han dicho acerca de la persona de Cristo.

El Dr. Scofield escribió sobre El lo siguiente. "Todas las otras grandezas humanas han sido arruinadas por pequeñeces. Todas las otras sabidurías han evidenciado defectos a causa de la insensatez. Todas las otras bondades han sido manchadas por la imperfección. El Señor Jesucristo permanece como el único ser de quien se puede decir, sin halagos inaceptables, que es total y realmente encantador.

En primer lugar, me parece a mí que esta hermosura de Cristo consiste en su perfecta humanidad. El era perfectamente humano.

En todos los aspectos, excepto en nuestros pecados y en nuestra naturaleza pecaminosa, El fue y es uno de nosotros. Él creció en estatura y en gracia. Él trabajó, lloró, oró y amó. Él fue tentado en todas las áreas en que nosotros somos tentados, pero en El no había pecado. Con Su discípulo Tomás, nosotros le confesamos como Señor y Dios; le adoramos y le veneramos. No hay ningún otro que haya establecido en nosotros tal intimidad, que se acerque tanto a estos corazones humanos nuestros; no hay nadie, en este Universo, de quien nos sintamos tan poco atemorizados. Él entra de una manera sencilla y natural en nuestras vidas en este siglo XXI, como si Él hubiera se hubiera criado en la misma calle que nosotros. Él no es uno de los antiguos. ¡Cuán saludable y genuinamente humano es Él! Marta le regañó. Juan, que le ha visto resucitar a los muertos, calmar las tempestades y hablar con Moisés y Elías en el Monte, no vaciló en reposar su cabeza sobre Su pecho durante la cena. Pedro no le permitió que le lavara sus pies, pero después quiso que sus manos y su cabeza fueran incluidas en ese lavado. Los discípulos le hicieron preguntas insensatas, le reprendieron, le veneraron, le adoraron, y todo ello en el mismo momento. Y Él los llamó a ellos por sus nombres de pila, les dijo que no tuvieran temor, y les dio la seguridad de Su amor. Y en todo ello El fue totalmente encantador. Hasta aquí, las palabras del Dr. Scofield.

Pero, estimado oyente, quisiéramos preguntándole: ¿Es Él atractivo, encantador para usted? ¿Puede usted hablar de El con la emoción y el entusiasmo que en el relato del Cantar de los Cantares la esposa demostró por el esposo? Tenemos que conocerle personalmente si hemos de testificar sobre El. Y tenemos que amarle. Cuando uno viene a Cristo no tiene lugar una transacción humana, de carácter material. El es maravilloso y creemos que no le alabamos, damos gloria, adoramos y nos inclinamos ante El con gratitud tanto como debiéramos. El es especial y único desde cualquier punto de vista en que le contemplemos. Realmente, merece la pena iniciar una relación con Dios para que el Señor Jesucristo entre a formar parte de nuestra vida.

Citaremos nuevamente un de un escrito del Dr. Scofield:

"La santidad de Jesucristo es tan cálida y humana que atrae e inspira. Jesús recibió a los pecadores y comió con ellos - con toda clase de pecadores; Nicodemo, era un pecador moral religioso, y María de Magdala, de quien Él expulsó siete demonios, era la clase de pecador que nos impacta. Él entró a las vidas pecaminosas, como una corriente clara, cristalina, diáfana entra a un estanque de aguas estancadas. Esa corriente no le teme a la contaminación, pero su dulce energía limpia ese estanque. Nuevamente debemos destacar, y es en relación a esto, que Su simpatía es encantadora.

Él siempre se caracterizó por la compasión; por la multitud sin pastor, la afligida viuda de Naín, la hija pequeña del gobernante que había muerto, el endemoniado de Gadara, la multitud de cinco mil personas hambrientas. Todos aquellos que sufrían, tocaban el corazón de Jesús. Aun su misma ira contra los escribas y los fariseos, no fue otra cosa sino el exceso de Su compasión por aquellos que sufrían bajo su propia dura justicia.

Él sanaba a todos los enfermos, y ¡qué gracia la que demostraba en Su simpatía y compasión! ¿Por qué tocó a ese pobre leproso? Él lo podía haber sanado simplemente con Su palabra, como hizo con el hijo del noble. Bueno, por muchos años ese infeliz había sido un desterrado, separado de todos sus familiares y amigos, deshumanizado. Él había perdido toda la sensación de ser un hombre. El acercarse a él era considerado como una contaminación. Bueno, el toque del Señor Jesucristo lo convirtió nuevamente en un ser humano, y al mismo tiempo le sanó.

Él, el único que jamás pudo elegir el lugar y cómo iba a nacer, entró a esta vida como una persona más. ¡Qué humildad! Una vez dijo Yo estoy entre vosotros como el que sirve. (Luc. 22:27b) Él fue quien lavó los pies de los discípulos. Cuando Él fue insultado, no respondió a los que le ultrajaban. Como una oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, no abrió su boca. (Isa. 53:7) ¿Puede usted imaginarse a Jesús exigiendo Sus derechos?

Pero es en Su trato con los pecadores que la suprema humildad de Cristo se muestra con más dulzura. ¡Cuán tierno es Él! Y, sin embargo, ¡cuán fiel! ¡Cuán considerado! ¡Cuán respetuoso! Nicodemo, que era sincero, pero estaba orgulloso de su posición como maestro en Israel; y tímido, por miedo de ponerse en peligro, vino a Jesús de noche. Antes de irse, este maestro llamado Nicodemo se había dado cuenta de su total ignorancia acerca del primer paso hacia el reino y se alejó para pensar en cuanto a la aplicación personal de la frase, registrada en el mismo Evangelio de Juan ". . . los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas". Pero él no había oído de Jesús una palabra áspera, una expresión que pudiera herir su dignidad.

Cuando Él habló con aquella mujer silenciosa y desesperada, después que sus acusadores se habían ido marchando uno a uno, usó la misma palabra "mujer" que Él usaría cuando se dirigiera a Su madre desde la cruz.

Sígale usted hasta el pozo de Jacob en el calor del mediodía y escuche Su conversación con la mujer de Samaria. ¡Con qué paciencia desarrolló El las más profundas verdades! ¡Con qué delicadeza y, sin embargo, con que fidelidad el señaló e insistió en la gran úlcera de pecado que estaba corroyendo el alma de esta mujer! Y tampoco pudo ser más respetuoso con María de Betania.

Aun en las agonías de la muerte, Él pudo escuchar el clamor de una fe desesperada. Cuando los conquistadores regresaban de las guerras en lejanas guerras, traían a sus principales cautivos como trofeo. Para Cristo fue suficiente llevar de regreso al cielo el alma de un ladrón.

Sí, todo en El es encantador. Y ahora me he quedado sin espacio para hablar de Su dignidad, de Su hombría varonil, de Su perfecta valentía. En Jesús hay un perfecto equilibrio de variadas perfecciones. Todos los elementos de un carácter perfecto están en un hermoso equilibrio. Su mansedumbre nunca fue débil. Su valor nunca fue brutal. Sígale por todas las escenas de atrocidades e insultos en la noche y en la mañana de Su arresto y juicio. Contémplele allí ante el sumo sacerdote, ante Pilato, ante Herodes. Véale allí herido, intimidado, azotado, golpeado en el rostro, escupido y convertido en objeto de burla. ¡Cómo sobresale su inherente grandeza! Ni una sola vez Él perdió Su compostura, Su alta dignidad.

Permítame pedirle a algún pecador que no sea salvo que le siga aún más lejos en los acontecimientos de Su pasión. Vaya con esa multitud burlona fuera de las puertas de la ciudad. Véale allí tendido sobre esa cruz grande y rústica. Escuche el terrible sonido del martillo hundiendo los clavos a través de Sus manos y Sus pies. Vea, mientras la multitud vociferante retrocede, como aquella cruz que sostenía al hombre más tierno, más valiente, y más encantador, fue primero levantada y luego dejada caer en el agujero preparado en la roca. Y el Evangelio nos contó que la multitud se sentó allí a mirarle. Y contémplele usted también. Escúchele pedir al Padre que perdone a Sus asesinos, y todos los demás clamores que pronunció desde la cruz. ¿Puede usted ver su hermosura, su encanto? ¿Y qué quiere decir todo esto?

Él mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero. (1 Pedro 2:24) Todos aquellos que creen en Él son justificados ante Dios. Y El también dijo: El que cree en mí, tiene vida eterna. (Juan 6:47) Termino con una palabra de testimonio personal. Este es mi Amado, y este es mi Amigo. ¿No quisiera usted, estimado oyente, aceptarle como su Salvador, su amado y su Amigo?" Aquí finaliza el escrito del Dr. Scofield.

¿Fue simplemente el hijo de José y María la persona que cruzó el horizonte de este mundo hace más de 2000 años? ¿Fue sólo sangre humana la que se derramó en el monte Calvario para la redención de los pecadores? ¿Qué puede impedir que una persona que hoy examine su vida y su muerte exclame: ¡Señor mío y Dios mío!?

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