Estudio bíblico de Jeremías 33:1-36:32

Jeremías 33 al 36

En el día de hoy, amigo oyente, continuamos nuestro estudio en el libro de Jeremías. Habíamos dicho que los capítulos 30 al 33 forman la cuarta división principal de este libro y contienen profecías sobre el futuro de las 12 tribus de Israel y del cercano cautiverio de Judá. Los capítulos 30 al 33 constituyen una canción brillante y estimulante. El reino del norte llevaba ya mucho tiempo en el cautiverio y en este momento Nabucodonosor y su ejército sitiaba Jerusalén, preparados para destruir la ciudad y el templo. Las predicciones de los falsos profetas y Hananías habían demostrado ser falsas, especialmente la de Hananías, quien había dicho que Babilonia sería derrotada dentro de 2 años. Y el capítulo 32 nos mostró a Jeremías en la prisión, aunque Dios le instruyó para que comprara un campo. Fue para mostrar al pueblo que confiaba en Dios cuando El dijo que ellos regresarían algún día a esa tierra.

Los días eran muy oscuros para Judá, pero Dios le permitió a Jeremías mirar a través del túnel del tiempo hacia al final del mismo, donde podía verse la luz. Ahora, en el capítulo 33 de Jeremías, tenemos a Dios confirmando y reafirmando el pacto que Él había hecho con David. Vendrá un día cuando Él restaurará al pueblo a esa tierra, y a la comunión con Dios. Y en el primer versículo de este

Jeremías 33

"Vino palabra del Señor a Jeremías por segunda vez, estando él aún preso en el patio de la cárcel, diciendo"

Podemos apreciar que el profeta aún se encontraba en la cárcel. Y los dos versículos siguientes, versículos 2 y 3, dicen:

"Así ha dicho el Señor, que hizo la tierra, el Señor que la formó para afirmarla; el Señor es su nombre: Clama a mí y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces."

Este último versículo ha sido citado con frecuencia en reuniones donde los cristianos expresan sus testimonios personales. Es un hermoso versículo, pero creemos que resulta aun más significativo si se lo recuerda en el contexto de este capítulo. A pesar del hecho de que el profeta estaba en una prisión, a este hombre se le pidió que comprara un campo. Jeremías actuó por fe y compró esa propiedad, aunque tenía muchas preguntas en su mente. ¿Por qué estaba Dios permitiendo que Judá fuera llevado al cautiverio? Sinceramente hablando, creo que cuando un creyente pasa por estos momentos de duda, está dando un ejemplo de fe. Alguien podría preguntar como puede ser esto. Estimado oyente, si usted está caminando con Dios, en una relación de compañerismo con El, El es tan maravilloso y hace cosas tan extraordinarias que habrá momentos en los que usted no entienda lo que El está llevando a cabo. Nuestra pregunta seguramente va a ser "¿Por qué estás haciendo esto?" ¿No tiene usted a veces preguntas como ésta? Tenemos que admitir que todos las tenemos.

El profesor McGee, autor de estos estudios, nos contó que siempre recordaría aquella noche en que fue al hospital para ver a su esposa y a su recién nacido hijo. La enfermera, con un rostro serio le comunicó que el médico quería hablar con él. Entonces el médico le comunicó que el niño había muerto. Su esposa aun no lo sabía así que McGee entró en la habitación para darle la noticia. Allí permanecieron unos momentos, llorando juntos, y después él salió a una terraza. Era verano y el miró al cielo y a las estrellas. Tenía una sola pregunta "¿Por qué? ¿Por qué?" Nos dijo el profesor que incluso al pasar los años aun mira al cielo y hace la misma pregunta. Pero dijo también que con el transcurso del tiempo ha aprendido a colocar su mano en la mano de Cristo y a simplemente continuar en la oscuridad. Muchas veces le habla de este asunto al Señor y le cuenta sus dudas, pero también le dice que confía en El. Y dijo también que se alegraba de que Jeremías hubiera sido esa clase de persona. Y en la Biblia, además, hubo hombres que tenían preguntas y se las hicieron a Dios. En el libro de Habacuc, encontramos que el profeta Habacuc tenía muchas preguntas; en realidad, su libro se parece a un enorme POR QUE. El profeta Jonás también tuvo algunas preguntas para formularle al Señor. Estimado oyente, tales preguntas no revelan una falta de fe, pero sería una hipocresía fingir que hemos aceptado los caminos de Dios y que estamos viviendo en completa sumisión a El cuando, en realidad, estamos teniendo preguntas en nuestro interior. Creo que Dios desea, por encima de todo, que seamos completamente honestos con El. Y ésta es Su promesa para nosotros: Clama a mi y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tu no conoces.

Ahora Dios iba a reafirmar el pacto que había hecho con el rey David en 2 Samuel 7. El hizo un pacto con David que establecía que habría alguien que se sentaría en su trono para siempre. Este pacto se convirtió en la canción lema de cada profeta. Todos ellos se refirieron a este pacto y se apoyaron en él. Escuchemos a Jeremías, leyendo los versículos 14 y 15:

"He aquí vienen días, dice el Señor, en que yo confirmaré la buena palabra que he hablado a la casa de Israel y a la casa de Judá. En aquellos días y en aquel tiempo haré brotar a David un Renuevo justo, que actuará conforme al derecho y la justicia en la tierra."

La frase en aquellos días se refiere al día que se aproxima, el Día del Señor.

La frase haré brotar a David un Renuevo justo nos lleva a afirmar que no ha habido un renuevo justo, excepto Uno, El que nació en Belén.

Y dice aquí también: actuará conforme al derecho y la justicia en la tierra. Aquí observamos que aun no hemos tenido un gobernante como éste. Y dice el versículo 16:

"En aquellos días Judá será salvo, y Jerusalén habitará segura. Y se le llamará: el Señor, justicia nuestra"

La frase el Señor es nuestra justicia corresponde a la frase hebrea "Jehová-tsidkenu". Si usted y yo tenemos alguna justicia, es en Jesucristo. El es nuestra justicia. Leamos ahora el versículo 17:

"Porque así dice el Señor: No faltará a David un descendiente que se siente sobre el trono de la casa de Israel, ni a los sacerdotes y levitas faltará un descendiente que delante de mí ofrezca holocausto, encienda ofrenda y haga sacrificio cada día."

¿Dónde cree usted que se encuentra este hombre hoy? No hay ningún israelita en el mundo que pueda reclamar el derecho a ocupar el trono del David. El único que tiene ese derecho está sentado a la derecha de Dios, como el salmista explicó en el Salmo 110:1, donde leemos: El Señor dijo a mi Señor: "Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de mis pies". Dios se encuentra hoy ocupado llamando a personas que se relacionen con El e invoquen Su nombre, y preparándose para colocar a Su Hijo en el trono de este universo. Leamos ahora, los versículos 19 al 22 de este capítulo 33 de Jeremías:

"Vino palabra del Señor a Jeremías, diciendo: Así ha dicho el Señor: Si pudiera invalidarse mi pacto con el día y mi pacto con la noche, de tal manera que no hubiera día ni noche a su debido tiempo, podría también invalidarse mi pacto con mi siervo David, para que deje de tener un hijo que reine sobre su trono, y mi pacto con los levitas y sacerdotes, mis ministros. Como no puede ser contado el ejército del cielo ni se puede medir la arena del mar, así multiplicaré la descendencia de David, mi siervo, y de los levitas que me sirven."

Cuando esta profecía fue pronunciada, Sedequías ocupaba el trono de Judá. El fue uno de los hombres más corruptos de la monarquía. El rey Nabucodonosor le quitó los ojos y lo condujo al cautiverio. Uno podría pensar que esto dio por terminada la línea de descendencia de David. Habría dado por concluida la descendencia de cualquier otra nación. De ello podemos estar seguros. Por ejemplo, no hay nadie que hoy esté reclamando el trono del reino de Babilonia. Y tampoco hay quien pueda ocupar el lugar que dejó Alejandro Magno. No hay hoy en Egipto ningún Faraón. Pero hay Alguien en la línea genealógica de David que puede reclamar Su trono. Dios dijo que El tiene la intención de colocarle algún día en el trono del universo. Esta es una gran profecía y una que resulta muy difícil de ignorar o de espiritualizar. Creemos que Dios quiso decir exactamente lo que ha dicho. Y así llegamos al

Jeremías 34

Como tema de este capítulo tenemos la predicción del cautiverio de Sedequías, la obediencia de los Recabitas, y el episodio en el que el rey Joacim quemó la Palabra de Dios.

Comencemos nuestra lectura de este capítulo 34 leyendo los versículos 1 al 5:

"Palabra del Señor que vino a Jeremías cuando Nabucodonosor, rey de Babilonia, con todo su ejército, todos los reinos de la tierra bajo el señorío de su mano y todos los pueblos peleaban contra Jerusalén y contra todas sus ciudades. Dijo así: Esto ha dicho el Señor, Dios de Israel: Ve y habla a Sedequías, rey de Judá, y dile que así ha dicho el Señor: Yo entregaré esta ciudad al rey de Babilonia, el cual la entregará al fuego. Y tú no escaparás de su mano, sino que ciertamente serás apresado y en su mano serás entregado. Tus ojos verán los ojos del rey de Babilonia, que te hablará cara a cara, y entrarás en Babilonia. Con todo, oye palabra del Señor, Sedequías, rey de Judá, porque así ha dicho el Señor acerca de ti: No morirás a espada. En paz morirás, y así como quemaron especias por tus padres, los reyes primeros que fueron antes de ti, las quemarán por ti, y harán lamento por ti diciendo: ¡Ay, señor!, porque yo he hablado la palabra, dice el Señor"

Jeremías tenía que profetizar que la ciudad de Jerusalén sería quemada por fuego por el rey de Babilonia y que el rey Sedequías mismo sería llevado cautivo. Y continúan diciendo los versículos 8 y 9:

"Palabra del Señor que vino a Jeremías después que Sedequías hizo pacto con todo el pueblo en Jerusalén, para promulgarles libertad, que cada uno dejara libre a su esclavo hebreo y a su esclava hebrea, y que nadie los usara más como esclavos."

Aquí vemos que el rey Sedequías hizo un pacto con el pueblo por el que todos los esclavos hebreos debían ser liberados. Y dicen los versículos 15 y 16:

"Vosotros os habíais hoy convertido y habíais hecho lo recto delante de mis ojos, anunciando cada uno libertad a su prójimo; y habíais hecho pacto en mi presencia, en la casa en la cual es invocado mi nombre. Pero os habéis vuelto atrás y profanado mi nombre, y habéis vuelto a tomar cada uno a su esclavo y cada uno a su esclava, que habíais dejado libres a su voluntad, y los habéis sujetado para que os sean esclavos y esclavas."

El Señor había dicho que habían hecho "lo recto", lo que El aprobaba, (aquí podemos ver Exodo 21:2).

Pero Sedequías no cumplió su pacto, y el Señor dijo de él: os habéis vuelto atrás y profanado mi nombre. En otras palabras, Sedequías profanó el nombre de Dios. Concediendo verdaderamente la libertad al pueblo, Sedequías, como rey de Judá, podía haber demostrado al mundo que él era diferente, y que servía al Dios vivo y verdadero. Pero fue una simulación y él no cumplió su promesa. No solo se desprestigió él mismo, sino que profanó, deshonró el nombre de Dios.

Lo que el mundo siempre observará es la vida del hijo de Dios. El nombre de Dios y el progreso de Su Palabra han sido perjudicados más por aquellos que profesan conocerle que por los que no creen en El. Las vidas de aquellos que pronuncian el nombre de Cristo pueden dañar Su causa más que aquellos que dicen ser incrédulos. En este caso Dios categóricamente dijo: habéis profanado mi nombre. Y continuó el mensaje divino en los versículos 19 al 21:

"A los jefes de Judá y a los jefes de Jerusalén, a los oficiales, a los sacerdotes y a todo el pueblo de la tierra, que pasaron entre las partes del becerro, los entregaré en manos de sus enemigos y en manos de los que buscan su vida; y sus cadáveres serán comida para las aves del cielo y para las bestias de la tierra. A Sedequías, rey de Judá, y a sus jefes los entregaré en manos de sus enemigos, en manos de los que buscan su vida y en manos del ejército del rey de Babilonia, que se ha retirado de vosotros."

Veamos la frase del v. 19, que pasaron entre las partes del becerro. Esa era la manera en que los hombres establecían un pacto o un contrato en aquellos tiempos. Realizaban un sacrificio y lo cortaban por la mitad, colocando la mitad del animal en un lado, y la otra mitad al otro lado. Los presentes entonces pasaban entre ellas y unían sus manos. Esta fue la forma en que Dios hizo su pacto con Abraham. La ceremonia equivaldría hoy al trámite que se hace ante un notario. El rey Sedequías, los príncipes, los sacerdotes y el pueblo, todos ellos habían violado el pacto con Dios al no conceder la libertad a los siervos y, en consecuencia, Dios pronunció este juicio sobre ellos. Llegamos ahora al

Jeremías 35

En este capítulo encontramos a los Recabitas, que eran una parte del remanente fiel, y que estaban en marcado contraste con la nación en general. Dios nos ha transmitido este relato para recordarnos que siempre ha habido un remanente; El nunca dejará al mundo sin un testimonio de Su Persona. Aun en el período más oscuro de la historia que el mundo jamás habrá conocido, el período de la Gran Tribulación, que es todavía futuro, cuando los 144.000 sean obligados a pasar a la clandestinidad, aun habrá 2 testigos que públicamente declararán su testimonio de Dios. Esa es precisamente la manera en que Dios dispondrá los eventos. Incluso en el tiempo en que a Satanás le estará siendo permitido dirigir la escena mundial, Dios ha dicho que mantendrá en acción a los 2 testigos, que serán invencibles por un tiempo, es decir, que nadie les podrá causar daño hasta que su misión se haya cumplido. Leamos entonces los versículos 1 y 2 de este capítulo 35 de Jeremías:

"Palabra del Señor que vino a Jeremías en días de Joacim hijo de Josías, rey de Judá, diciendo: Ve a casa de los recabitas, habla con ellos e introdúcelos en la casa del Señor, en uno de los aposentos, y dales a beber vino."

El Señor le dijo a Jeremías que trajera a los recabitas a la casa del Señor, y que les diera a beber vino. Y continúan diciendo los versículos 5 y 6:

"Puse delante de los hijos de la familia de los recabitas tazas y copas llenas de vino, y les dije: Bebed vino. Pero ellos dijeron: No beberemos vino, porque Jonadab hijo de Recab, nuestro padre, nos ordenó diciendo: No beberéis jamás vino, vosotros ni vuestros hijos."

Aquí vemos que en base a un mandato que esa familia había recibido hacía muchos años, los recabitas se negaron a beber el vino que Jeremías les ofreció. Y escuchemos ahora el mensaje divino en los versículos 13 al 15 de este capítulo 35 de Jeremías:

"Así ha dicho el Señor de los ejércitos, Dios de Israel: Ve y di a los hombres de Judá y a los habitantes de Jerusalén: ¿No aprenderéis a obedecer mis palabras? dice Jehová. Fue firme la palabra de Jonadab hijo de Recab, el cual mandó a sus hijos que no bebieran vino, y no lo han bebido hasta hoy, por obedecer al mandamiento de su padre. En cambio, yo os he hablado desde el principio y sin cesar, y no me habéis escuchado. Envié a vosotros todos mis siervos los profetas, desde el principio y sin cesar, para deciros: Volveos ahora cada uno de vuestro mal camino, enmendad vuestras obras y no vayáis tras dioses extraños para servirlos, y viviréis en la tierra que os di a vosotros y a vuestros padres; pero no inclinasteis vuestro oído ni me escuchasteis."

Y Dios resaltó ese marcado contraste entre los recabitas, que fielmente obedecieron los mandamientos de su padre terrenal, y los miembros de la tribu de Judá, que no escucharon los mandamientos de su amante Padre celestial. En el resto de este capítulo Dios continuó pronunciando juicio sobre el pueblo de Judá y bendiciones para los recabitas. Y ahora llegamos entonces al

Jeremías 36

Este capítulo revela la actitud del rey Joacim hacia la Palabra de Dios y los mensajes que Dios le envió por medio de Su profeta Jeremías. Leamos los primeros dos versículos de este capítulo:

"Aconteció en el cuarto año de Joacim hijo de Josías, rey de Judá, que vino esta palabra del Señor a Jeremías, diciendo: Toma un rollo en blanco y escribe en él todas las palabras que te he hablado contra Israel, contra Judá y contra todas las naciones, desde el día en que comencé a hablarte, desde los días de Josías hasta hoy."

Dios le dio a Jeremías que registrara todas Sus palabras en un libro; así que Jeremías dictó todas las palabras de Dios a Baruc, quien las escribió para él. Entonces jeremías le mandó a Baruc que llevara el rollo a la casa del Señor y lo leyera en presencia de todo el pueblo. Cuando los príncipes se enteraron de lo que había ocurrido, enviaron a buscar a Baruc y le hicieron leer el rollo en presencia de ellos. Continuemos el relato leyendo los versículos 19 al 23:

"Entonces dijeron los príncipes a Baruc: Vete, y escondeos tú y Jeremías, y que nadie sepa dónde estáis. Entraron luego a donde estaba el rey, al atrio, habiendo depositado el rollo en el aposento de Elisama, el secretario; y contaron a oídos del rey todas estas palabras. Envió el rey a Jehudí a que tomara el rollo, y él lo tomó del aposento de Elisama, el secretario. Y leyó Jehudí del rollo a oídos del rey y a oídos de todos los jefes que se hallaban junto al rey. Estaba entonces el rey en la casa de invierno, en el mes noveno, y había un brasero encendido delante de él. Y cuando Jehudí había leído tres o cuatro planas, el rey las rasgaba con un cortaplumas de escriba y las arrojaba al fuego que había en el brasero. Así hasta que todo el rollo se consumió en el fuego del brasero."

Esta hecho nos muestra lo que el rey Joacim pensaba de la Palabra de Dios: El la tomó y simplemente la arrojó al fuego. No le importó hacer semejante cosa. No la aceptaba, no creía en ella.

No nos impresiona saber que la Biblia ha sido un éxito de ventas. ¿Quién está realmente leyendo la Biblia hoy? El ignorar la Biblia no es verdaderamente diferente a arrojarla al fuego, como hizo el rey Joacim. Y veamos la reacción de aquellos hombres en el versículo 24:

"No tuvieron temor ni rasgaron sus vestidos, ni el rey ni ninguno de sus siervos que oyeron todas estas palabras."

No hubo temor ni remordimiento por lo que había hecho.

Si alguien cree que Dios se iba a detener aquí porque Joacim había destruido Su Palabra, está equivocado. Dice el versículo 28:

"Vuelve a tomar otro rollo y escribe en él todas las palabras primeras que estaban en el primer rollo que quemó Joacim, rey de Judá."

Dios le dijo a Jeremías que escribiera todo el texto otra vez y que enviara un mensaje al rey Joacim. Dice el versículo 30:

"Por tanto, esto ha dicho el Señor acerca de Joacim, rey de Judá: No tendrá quien se siente sobre el trono de David, y su cuerpo será echado al calor del día y al hielo de la noche."

Y eso fue exactamente lo que le sucedió al rey Joacim. Él no tiene a nadie que se pueda sentar en el trono de David en la actualidad. El Señor Jesucristo, que tiene derecho a ese trono, no procedió de esa línea de descendencia. La virgen María nació de la línea de Natán, otro hijo de David, y fue a través de ella que el Señor Jesús tiene el título de sangre al trono de David. Nadie de la línea de descendencia de Joacim se ha sentado ni se sentará jamás en ese trono. Es que la Palabra de Dios es eterna y no puede ser destruida por ningún ser humano, ni por todas las fuerzas del mal. Jesucristo, la Palabra viva de Dios que se encarnó entre los seres humanos dijo en una ocasión: El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.

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