Estudio bíblico de Jeremías 39:1-44:30

Jeremías 39:7-44:30

Nos toca hoy, amigo oyente, considerar lo que nos dice el capítulo 40 de este libro de Jeremías que estamos estudiando. Pero vamos a recapitular algunas consideraciones que hicimos en la última parte del capítulo anterior, en el 39, porque el contenido está íntimamente relacionado con el capítulo 40.

Los acontecimientos descritos a partir del versículo 7 del capítulo 39, dieron comienzo a lo que el Señor llamó "los tiempos de las naciones". El dijo en Lucas 21:24, 24Caerán a filo de espada y serán llevados cautivos a todas las naciones, y Jerusalén será pisoteada por las naciones hasta que los tiempos de las naciones se cumplan. Aun cuando los israelíes ocupan la ciudad, los no judíos no controlan la mayoría de los lugares santos, con la excepción del Muro de los Lamentos, al cual pueden ir a orar a lamentarse. Es decir que las palabras de Jesús tienen aun vigencia.

Para nuestra generación contemporánea es difícil aceptar el hecho del juicio de Dios, es decir, que el juicio de Dios puede venir sobre una nación, sobre una familia y sobre un individuo. Jeremías había proclamado la Palabra del Señor por cuarenta años. Él había denunciado los pecados del pueblo y había llamado a esta gente al arrepentimiento. Dios había sido muy paciente con ellos, y esa misma paciencia los había engañado. Había permitido a los profetas falsos decir por un tiempo que las palabras de Jeremías no se habían cumplido. Pero en ese momento sus palabras e estaban cumpliendo y ya era demasiado tarde para arrepentirse. Dios es paciente con las personas y les permite continuar hasta que llega un momento en el que no hay remedio. Judá fue un notable ejemplo de esto. Dios les suplicó hasta último momento por medio de Jeremías. Ellos rechazaron a Dios y finalmente llegó el día en que Nabucodonosor arrasó la ciudad.

A la humanidad no le agrada escuchar que Dios va a juzgar. Resulta difícil para la gente creer que Dios alguna vez se enfada. Algunos tratan de decir que es el Dios del Antiguo Testamento el Dios de la ira y que el Nuevo Testamento presenta una imagen diferente de Dios. Permítanos decirle que hay más ira divina en el Nuevo Testamento que en el Antiguo. Usted puede leer en el capítulo 23:29, 33 del evangelio según San Mateo, por ejemplo y escuchar las terribles cosas anunciadas por el amable Señor Jesucristo. Dijo allí: ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!. . . ¡Serpientes, generación de víboras, ¿cómo escaparéis de la condenación del infierno? Y después usted puede leer el libro de Apocalipsis, en el que se relata que las copas de ira son derramadas. Bueno, no hay nada parecido a esto en el Antiguo Testamento. Así es que no puede decirse que en el Antiguo Testamento tenemos a un Dios de ira, y en el Nuevo Testamento tenemos a un Dios de amor. Lo que sí podemos decir es que en cada época hay siempre un Dios de amor y un Dios de ira. Dios castiga el pecado. Usted siempre encontrará el juicio divino y la misericordia divina uno al lado de la otra. El trono de Dios es un trono de gracia, un lugar para encontrar compasión, misericordia pero, al mismo tiempo, ese mismo trono algún día juzgará a la tierra. EL hombre de hoy aun encuentra que esta verdad es difícil de aceptar.

Las leyes de Dios son inexorables y el juicio es el castigo para la desobediencia de eses leyes. A los seres humanos les parece tan difícil entender esto en la esfera moral y espiritual, cuando resulta tan perfectamente evidente en la esfera natural. La historia humana nos enseña la misma lección. Todo lo que tenemos que hacer es trasladarnos a través del corredor del tiempo, y mirar los escombros, las ruinas y las cenizas que quedan de las grandes civilizaciones del mundo. Ellas dan testimonio de que Él es un Dios de venganza, un Dios de castigo, un Dios de juicio. Cuando las naciones se apartaron de sus altos ideales y de ese elevado nivel moral, y descendieron a ideales bajos y viles, cayeron y desaparecieron de la escena de la historia humana. Y es hora de que muchos intelectuales comiencen a leer la historia correctamente, y que descubran que Dios actúa en la historia humana. Llegamos ahora al

Jeremías 40

El tema de los capítulos 40 al 42 abarca las profecías pronunciadas por Jeremías a aquellos que se quedaron en la tierra, a los que no fueron llevados cautivos a Babilonia. De acuerdo con el Bosquejo presentado en la introducción, estos capítulos constituyen la quinta división de este libro de Jeremías.

En estos tres capítulos encontramos, pues, a Jeremías hablando a aquellos que fueron dejados en la tierra de Judá después de la destrucción de Jerusalén. Se trataba de personas muy pobres, y había ciegos, minusválidos, cojos, y otro grupo que podría ser llamado elemento criminal, un grupo de gente dura. Jeremías escogió quedarse con la gente de la tierra. El tenía un mensaje para ellos.

Comencemos pues, leyendo los primeros 4 versículos de este capítulo 40 de Jeremías, que nos muestran a

Un Jeremías liberado

"Palabra del Señor que vino a Jeremías, después que Nabuzaradán, capitán de la guardia, lo envió desde Ramá, cuando lo encontró atado con cadenas entre todos los cautivos de Jerusalén y de Judá que iban deportados a Babilonia. Tomó, pues, el capitán de la guardia a Jeremías y le dijo: Jehová, tu Dios, anunció este mal contra este lugar; y lo ha traído y hecho Jehová según lo había dicho, porque pecasteis contra Jehová y no escuchasteis su voz. Por eso os ha venido esto. Y ahora, he aquí que en este día yo te he librado de las cadenas que tenías en tus manos. Si te parece bien venir conmigo a Babilonia, ven, y yo velaré por ti; pero si no te parece bien venir conmigo a Babilonia, puedes quedarte. Mira, toda la tierra está delante de ti: ve a donde mejor y más cómodo te parezca ir."

Nabucodonosor le permitió a Jeremías hacer lo que él quisiera. El podía haber ido con los cautivos a Babilonia pero, curiosamente, no quiso hacerlo. Creo que si él hubiera ido, habría recibido privilegios especiales, pero Jeremías no habría soportado ver sufrir a sus hermanos de raza como cuando se lamentarían junto a los canales de Babilonia, cuando colgaran sus arpas y lloraran al recordar a Sion. Así que Jeremías no quiso ir con ellos. Habían rechazado su mensaje, y le habían rechazado a él. En Babilonia Dios levantaría a otro profeta, Ezequiel, que les hablaría. Jeremías eligió permanecer en las tierras de Judá con el remanente pobre que quedó allí.

¿Quién amaba realmente aquella tierra? Jeremías. ¿Quién era el verdadero patriota? Jeremías. ¿Quién deseaba de corazón, sinceramente, lo mejor para el pueblo? El profeta Jeremías. Esta actitud resultó en ese momento evidente.

Recordemos que Jeremías recomendó encarecidamente que se rindieran a Nabucodonosor. Creo que si hubieran obedecido a Dios y se hubieran ido por su propia voluntad, no habrían sido hechos cautivos. Probablemente habrían recibido el mismo tipo de trato que Jeremías recibió de Nabucodonosor, y probablemente se les habría permitido quedarse en la tierra.

Ahora en el versículo 8, se nos presenta a Ismael, que tramó asesinar a Gedalías, a quien Nabucodonosor había nombrado gobernador de las ciudades de Judá. Llegamos así al

Jeremías 41 - Asesinato de Gedalías

Y así, en este capítulo tenemos el sangriento relato del asesinato de Gedalías, y de los caldeos y judíos que se encontraban con él. Después Ismael capturó a la gente de la ciudad de Mizpa, con la intención de llevarlos a las tierras de los Amonitas. Pero fueron sorprendidos por Johanan. Este último, temiendo la represalia del rey de Babilonia, porque su gobernador Gedalías había sido asesinado, planeó escapar con todo aquel remanente de la gente hacia Egipto. Llegamos así al

Jeremías 42

Aquí se nos dice que

Jeremías fue consultado

En este capítulo 42 vemos que antes de salir para Egipto Johanán y todos los capitanes se presentaron ante Jeremías. Resulta interesante este detalle de que la gente hubiera recurrido a Jeremías bajo estas circunstancias extrañas. Necesitaban saber qué hacer. ¿Debían quedarse en la tierra o salir de ella? ¿Hacia dónde debían ir? Leamos los versículos 1 al 3 de este capítulo 42:

"Vinieron todos los capitanes de la gente de guerra, junto con Johanán hijo de Carea, Jezanías hijo de Osaías y todo el pueblo, desde el menor hasta el mayor, y dijeron al profeta Jeremías: Acepta ahora nuestra súplica delante de ti y ruega por nosotros al Señor, tu Dios, por todo este resto (pues de muchos que éramos hemos quedado unos pocos, como ya ves por tus propios ojos), para que el Señor, tu Dios, nos indique el camino por donde debemos ir y lo que debemos hacer."

Todo esto sonaba muy bien, ¿verdad? Uno podría pensar que estas personas estaban en realidad intentando andar en los caminos de la voluntad de Dios. Incluso prometieron obedecer la voz del Señor. Y dice el versículo 4:

"El profeta Jeremías les dijo: Os he oído. Y he aquí que voy a rogar al Señor, vuestro Dios, como habéis dicho, y todo lo que el Señor os responda, os lo haré saber. No os ocultaré palabra alguna."

Ellos creyeron que podían confiar en que Jeremías les diría la verdad.

Creemos que toda persona que esté tratando de proclamar la Palabra de Dios, indiferentemente de cual sea el medio, como por ejemplo la radio o el púlpito, debería dejar de lado cualquier intento de parecer ingenioso o de ser sutil. Debería exponer la Palabra sin expresiones sofisticadas o suaves destinadas a agradar a las personas. Cuando el púlpito solo comunica los aspectos positivos e ignora los negativos, la predicación se convierte en un medio de comunicación débil, sin fuerza, en un mero eco de lo que la gente desea escuchar. El Apóstol Pablo a Timoteo en su segunda epístola, capítulo 4, versículos 3 y 4: Pues vendrá tiempo cuando no soportarán la sana doctrina, sino que, teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias pasiones, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas. Esto suele suceder en la actualidad. El resultado es que a la predicación le falta el impacto necesario para que los cristianos puedan hacer frente a las necesidades de su lucha diaria. Cuando, el expositor de la Palabra puede comunicarla de la manera en que lo hizo Jeremías, sin pasar por alto ningún aspecto, permitiendo que la Palabra de Dios llegue al público comunicando lo que El quiere que comunique, entonces esa Palabra será una vez más efectiva.

El relato nos muestra ahora como Jeremías le iba a decir a aquel grupo que había quedado en la tierra, exactamente lo que Dios dijo que debían hacer. Continuemos leyendo los versículos 9 y 10:

"Y les dijo: «Así ha dicho el Señor, Dios de Israel, ante quien me enviasteis para presentar vuestros ruegos en su presencia: Si permanecéis quietos en esta tierra, os edificaré y no os destruiré; os plantaré y no os arrancaré, porque estoy arrepentido del mal que os he hecho."

O sea, que Dios les aseguró que El no continuaría juzgándolos si le obedecían. Después de todo, Dios quería bendecirlos; el castigo es una obra extraña e inusual de Dios. Y El continuó diciendo en los versículos 11 y 12 de este capítulo 42:

"No temáis de la presencia del rey de Babilonia, al cual tenéis miedo; no temáis de su presencia, ha dicho el Señor, porque con vosotros estoy yo para salvaros y libraros de su mano. Tendré compasión de vosotros, y él se compadecerá de vosotros y os hará regresar a vuestra tierra."

Jeremías comunicó la Palabra de Dios tal como El se la entregó. Fue una palabra apropiada, estimulante. Uno podría pensar que a esas alturas, en aquel momento de su historia, ellos sabrían que Jeremías les transmitía la Palabra de Dios, porque esa Palabra había demostrado ser cierta en todo lo que le había ocurrido a aquel pueblo. Uno podría pensar que ellos creerían en Dios, pero Dios sabía que no creerían. Y entonces añadió la siguiente advertencia, que leemos en los versículos 18 al 20 de este capítulo 42:

"Así ha dicho el Señor de los ejércitos, Dios de Israel: Como se derramó mi enojo y mi ira sobre los habitantes de Jerusalén, así se derramará mi ira sobre vosotros cuando entréis en Egipto; y seréis objeto de aversión, de espanto, de maldición y de afrenta; y no veréis más este lugar. El Señor os dijo a vosotros, resto de Judá: No vayáis a Egipto. Sabed ciertamente que os lo advierto hoy. ¿Por qué hicisteis errar vuestras almas? Pues vosotros me enviasteis ante el Señor, vuestro Dios, diciendo: Ruega por nosotros al Señor, nuestro Dios, y haznos saber todas las cosas que diga el Señor, nuestro Dios, y lo haremos."

La experiencia no le había enseñado nada a aquella gente. Porque todavía no obedecerían a Dios. No le darían importancia al mensaje de Jeremías. Dios les había dicho que no se dirigieran a Egipto. Entonces, ¿qué hicieron? Pues se fueron a Egipto. Y así llegamos al

Jeremías 43

El tema general de los capítulos 43 y 44 fueron las profecías dirigidas al remanente que se fue a Egipto. Según el Bosquejo que presentamos en la introducción al libro, estos capítulos constituyen la sexta y última división de este libro de Jeremías. Esta división contiene profecías pronunciadas durante los últimos días del profeta en Egipto y se extiende desde el capítulo 43 al 51. Los capítulos 43 y 44 contienen las palabras dirigidas al remanente del pueblo que se encontraba en Egipto. Leamos entonces los versículos 1 al 3 de este capítulo 43, que nos presentan

El mensaje de Jeremías rechazado

"Aconteció que cuando Jeremías acabó de hablar a todo el pueblo todas las palabras del Señor, su Dios, todas estas palabras que el Señor, su Dios, le había enviado a decirles, Azarías hijo de Osaías, Johanán hijo de Carea y todos los hombres soberbios dijeron a Jeremías: ¡Mentira dices! No te ha enviado el Señor, nuestro Dios, para decirnos: No vayáis a Egipto para habitar allí, sino que Baruc hijo de Nerías te incita contra nosotros, para entregarnos en manos de los caldeos, para matarnos y hacernos deportar a Babilonia."

Y así vemos que aquel pueblo volvió a comportarse otra vez con la misma rutina de siempre. Dijeron que Dios realmente no le había comunicado a Jeremías ese mensaje. El problema era que el profeta no estaba diciendo lo que ellos querían que dijera. Habían esperado que les dijera que fuesen a Egipto. En cambio, Dios les acababa de decir que no fueran a aquel país. Continuemos leyendo los versículos 5 al 7 de este capítulo 43:

"Sino que Johanán hijo de Carea, con todos los capitanes de la gente de guerra, tomaron al resto de Judá, que había regresado de todas las naciones adonde había sido echado, para habitar en tierra de Judá. Eran los hombres, mujeres y niños, las hijas del rey y todas las demás personas que junto con Gedalías hijo de Ahicam hijo de Safán, y con el profeta Jeremías y Baruc hijo de Nerías, había dejado Nabuzaradán, capitán de la guardia. Entraron, pues, en tierra de Egipto, sin obedecer a la voz del Señor, y llegaron hasta Tafnes."

En consecuencia, Johanan y los capitanes obligaron al remanente del pueblo a dirigirse a Egipto, incluyendo en el grupo al profeta Jeremías. Así que regresaron a Tafnes, un lugar que se encontraba cerca de donde habían comenzado su vida como nación, en la tierra de Gosén, en Egipto. Y obligaron a Jeremías a acompañarles, pero él, de todas formas, continuó hablándoles.

Leamos ahora los versículos 8 y 9 de este capítulo 43, que contienen una

Advertencia de Jeremáis al remanente en Egipto

"Vino palabra del Señor a Jeremías en Tafnes, diciendo: Toma en tus manos unas piedras grandes y cúbrelas de barro en el enladrillado que está a la puerta de la casa del faraón en Tafnes, a la vista de los hombres de Judá"

Y así que se encontraron de regreso en las fábricas de ladrillos de Egipto. Podemos comprobar que la desobediencia a Dios no les ayudó a progresar, pues se encontraban en el mismo lugar en que se encontraban al principio. Y continuó el mensaje en los versículos 10 y 11, que dicen:

"Y diles: Así ha dicho el Señor de los ejércitos, Dios de Israel: Yo enviaré y tomaré a Nabucodonosor, rey de Babilonia, mi siervo, y pondré su trono sobre estas piedras que he escondido, y él extenderá su pabellón sobre ellas. Vendrá y asolará la tierra de Egipto: los que a muerte, a muerte; los que a cautiverio, a cautiverio, y los que a espada, a espada."

Lo interesante fue que ellos huyeron a la tierra de Egipto para escapar de Nabucodonosor, pero Dios iba a permitir a Nabucodonosor apoderarse de la tierra de Egipto. Y entonces estarían peor que si hubieran obedecido a Dios y se hubieran quedado en su tierra. Estarían nuevamente bajo el dominio de Nabucodonosor, pero entonces ya estaban fuera de su tierra, y Nabucodonosor los haría esclavos. Llegamos así al

Jeremías 44

Este capítulo registró la negativa absoluta a obedecer a Dios del remanente del pueblo de Judá en Egipto.

Y otra vez, Dios pacientemente les explicó que El era el responsable de la invasión y desolación de Judá. Leamos los versículos 2 y 3 de Jeremias 44:

"Así ha dicho el Señor de los ejércitos, Dios de Israel: Vosotros habéis visto todo el mal que traje sobre Jerusalén y sobre todas las ciudades de Judá. Ahora están asoladas, y no hay quien habite en ellas a causa de la maldad que ellos cometieron para enojarme, yendo a ofrecer incienso, honrando a dioses extraños que ni ellos habían conocido, ni vosotros ni vuestros padres."

Y nuevamente Dios les dio las razones por las que los castigó. Leamos los versículos 7 y 8:

"Ahora, pues, así ha dicho el Señor de los ejércitos, Dios de Israel: ¿Por qué hacéis un mal tan grande contra vosotros mismos, para que en medio de Judá sean destruidos el hombre y la mujer, el muchacho y el niño de pecho, sin que os quede resto alguno, haciéndome enojar con las obras de vuestras manos, ofreciendo incienso a dioses extraños en la tierra de Egipto, adonde habéis entrado para vivir, de suerte que os exterminéis y seáis por maldición y por afrenta a todas las naciones de la tierra?"

¡Qué revelación del amor de Dios! El aun les suplicaba que se volvieran a El.

Y observemos la insolente respuesta de aquel pueblo, que fue y es un ejemplo de la depravación del corazón humano. Leamos, finalmente por hoy, los versículos 16 y 17 de este capítulo 44:

"No escucharemos de ti la palabra que nos has hablado en nombre del Señor, sino que ciertamente pondremos por obra toda palabra que ha salido de nuestra boca, para ofrecer incienso a la reina del cielo y derramarle libaciones, como hemos hecho nosotros y nuestros padres, nuestros reyes y nuestros jefes, en las ciudades de Judá y en las plazas de Jerusalén. Entonces tuvimos abundancia de pan, fuimos felices y no vimos mal alguno."

Aquí la reina del cielo se refería a Ishtar, la diosa babilónica del amor y la fertilidad. En una irónica inversión de la verdad, atribuyeron sus dificultades a su inconstancia en los ritos paganos. Su mirada retrospectiva revelaba una miopía espiritual tremenda. Pues su desgracia se debía precisamente a su idolatría. Habían olvidado que su fidelidad y obediencia a Dios les había traído libertad y bendición. Ante esta actitud, solo les esperaba el castigo de Dios. Por ello al concluir destacamos como el pecado, la rebelión contra Dios entorpece la visión de la realidad, distorsionándola, logrando que vivan engañadas y que su caída sea un hecho irreversible. Solo había una salida a esta situación, la misma solución disponible hoy. Un retorno a Dios, una relación con Dios.

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