Estudio bíblico de Lamentaciones 1:1-3:4

Lamentaciones 1:18-3:4

Hoy, amigo oyente, llegamos una vez más a este libro de Lamentaciones de Jeremías, donde el profeta, como hemos dicho, abrió su corazón y su alma ante nosotros. Él se preguntó por qué la ciudad de Jerusalén estaba tan solitaria. Y dio una respuesta doble: Pecado que cometió Jerusalén. Eso lo vimos en el versículo 8, del primer capítulo de Lamentaciones. Y, luego, en el versículo 18, de este mismo capítulo 1, él profeta dijo:

"Pero el Señor es justo, pues yo me había rebelado contra su palabra. Oíd ahora, pueblos todos, ved mí dolor: mis vírgenes y mis jóvenes fueron llevados en cautiverio."

Jeremías lamentó la destrucción de Jerusalén en su soledad. Estuvo allí llorando entre las cenizas. ¿Por qué había sido destruida la ciudad? La ciudad había pecado. La segunda explicación fue la siguiente: el Señor es justo. Dios lo hizo, y actuó con justicia.

Esto resulta difícil de entender y nos sentimos inadecuados para llegar al fondo, a la esencia de esta cuestión. Nos situamos simplemente en la periferia del dolor de este hombre y encontramos que no podemos penetrar más adentro. Solo podemos mirar hacia este jardín por encima del muro. No somos capaces de entrar y pasear por él de un lado para otro. El nos reveló dos aspectos, el amargo y el dulce: Jerusalén había pecado, pero sin embargo, Dios amaba a Jerusalén. Destacamos las dos frases: Gravemente ha pecado Jerusalén (v. 8) y el Señor es justo. (v. 18). Dios les amó a ellos, como el mismo dijo: con un amor eterno. Y Él causó todos estos juicios sobre ellos porque Él es justo.

Otra cita del Dr. G. Campbell Morgan podría ayudarnos a entender este aspecto. De la revelación del furor de Dios él dijo: "Existe la necesidad de una revelación de la ira, el furor de Dios. Esta es una necesidad suprema en el interés del universo. Las prisiones se han creado teniendo en cuenta el interés de las personas libres. El infierno es la protección del cielo. Un estado o país que no puede castigar el crimen está condenado al fracaso; y un Dios que tolerara el mal, no sería bueno. Negadme mi revelación Bíblica de la ira de Dios, y me sentiré inseguro en el universo. Pero reveladme Su Trono establecido, ocupado por Uno cuyo corazón está lleno de ternura, cuyas entrañas tienen ansias de amar, entonces tendrá la plena seguridad de que El no tolerará aquello que arruina, abate y condena; sino que lo destruirá, y a todos sus instrumentos, en el interés de todo aquello que es elevado, noble y puro". Hasta aquí la cita.

Amigo oyente, usted y yo estamos viviendo en un universo donde existe un Dios. Un Dios viviente. Un Dios cuyo corazón muestra Su amor y un vivo anhelo por usted. Pero, permítanos decirle lo siguiente: si usted le da la espalda a Él, Él le juzgará aunque todavía continúe amándole, porque Él es el Dios justo de este universo. No estamos seguros de comprender esta verdad en toda su magnitud, pero sabemos que esto es lo que El dice en Su Palabra. El es un Dios de amor, un Dios de justicia, y un Dios de santidad. Y todo el universo, incluyendo al mismo Satanás, tendrá que admitir que Dios es justo en todo lo que hace. Amigo oyente, Dios es tan grande, maravilloso y bueno, que no deberíamos atrevernos a no tomarlo en serio, a obrar ligeramente con El.

Jesús les pudo decir a los escribas y fariseos de Su época, los líderes religiosos de Su tiempo: "Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas". Y, ¿por qué los llamó hipócritas? Porque, como les dijo a continuación: porque devoráis las casas de las viudas (como podemos ver en Mateo 23:14). Y esta fue solo una de las razones. Estimado oyente, si su cristianismo no afecta a su corazón, a su vida en el hogar, a su trabajo o profesión, y a su vida en sociedad, entonces, de acuerdo con lo que dijo Jesús, usted sería un hipócrita. Nosotros no hemos dicho esto, ni lo haríamos. Él lo dijo. Y El es Aquel que lloró por estos hombres que le escucharon decir estas palabras tan duras. Nuestros ojos están secos, pero Sus ojos están llenos de lágrimas hoy, por usted y por mí. Estimado oyente, no le vuelva la espalda a Dios, quien lo ama de esta manera. De hecho, será trágico si así lo hace.

Dios hace lo que hace, porque es un Dios justo. El no puede cerrar sus ojos ante el mal, ante la maldad. Cuando Sus propios hijos le desobedecen, Dios los tiene que disciplinar, aunque esa acción quebrante Su corazón. Así, en este libro podemos ver que Jeremías nos reveló el corazón de Dios: cuando Jeremías lloraba, Dios estaba llorando; cuando él se entristecía y afligía, Dios se entristecía. Cuando no entendemos lo que está sucediendo a nuestro alrededor, o en nuestra vida, lo importante es confiar en que Dios es justo en lo que hace. Y aunque quebrantó Su corazón divino, el fue justo al permitir que Jerusalén fuera destruida, y al permitir que el pueblo fuera conducido al cautiverio.

Jeremías clamó porque quiso saber el motivo de lo que estaba sucediendo y Dios le aseguró que El era justo en lo que le estaba haciendo a Jerusalén.

Otra angustiosa pregunta que Jeremías tuvo fue la siguiente, que vimos en el versículo 12 de este primer capítulo: ¿No os conmueve a cuantos pasáis por el camino? En otras palabras, ¿hasta qué punto estaba implicada la gente? ¿Le interesaba, le preocupaba al pueblo lo que estaba sucediendo?

El hombre no está dispuesto a aceptar el hecho de que Dios está airado con el pecado. En cambio, el hecho de que Dios es amor, se destacado, en todo su valor. Estamos de acuerdo en que Dios es amor, y la Iglesia, sin duda alguna, necesita aprender llevar el amor de Dios a todos los órdenes de la vida. Con frecuencia hemos fracasado en esta labor, pero creemos que en esta generación, este deseo ha conducido a un énfasis excesivo sobre el amor de Dios. Dios es justo, y Dios es santo. Y en todos sus tratos con el ser humano actúa con justicia.

La pregunta persiste: ¿Qué siente acerca de su pecado y la ira de Dios hacia él? ¿Significa algo para usted? Jeremías se sentó a llorar ante la ciudad. No había muchos más llorando con él. ¡Ah! En el Salmo 137 se nos dijo que los cautivos que habían sido llevados a babilonia se sentaban y lloraban cuando recordaban a Sión. Ellos clamaban por venganza, y creo que tenían el perfecto derecho a hacerlo, pero ¿había en ellos un arrepentimiento verdadero? ¿O era como el arrepentimiento de un ladrón que lo siente porque ha sido detenido pero que no se arrepiente de su robo? El pueblo que fue llevado cautivo lloró. Pero Jeremías, que no fue llevado cautivo, también lloró sobre los escombros, los restos, las cenizas y las ruinas de la ciudad. El era un hombre libre, pero se conmovió, se implico y se preocupó por la situación.

Nuevamente queremos referirnos a algunas presentaciones del mensaje del evangelio que resultan atractivas, elocuentes en su vocabulario, pero nos preocupa que la palabra "pecado" esté totalmente ausente. Esos mensajes no enfatizan en absoluto que Dios es justo y que tiene que castigar nuestro pecado.

El nacimiento virginal, la deidad de Cristo, Su muerte y resurrección, son todos factores importantes, pero la pregunta es: ¿Por qué murió El? Esa fue la pregunta planteada en el Salmo 22:1, Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? Nuestro Señor pronunció esa pregunta cuando estaba colgado de la cruz. Y encontramos la respuesta a esa pregunta en el mismo Salmo, en el versículo 3, que dice: Pero tú eres santo, tú que habitas entre las alabanzas de Israel. El es santo. El es justo. Cristo murió en aquella cruz porque usted y yo somos pecadores, pecadores condenados al infierno.

Miremos hoy a la cruz y recordemos aquella frase de Lamentaciones 1:12; ¿No os conmueve a cuantos pasáis por el camino? Él no tenía que morir. Él sufrió como ningún otro hombre ha sufrido jamás. Dios le desamparó, pero Dios nunca le desamparará a usted mientras viva. Él desamparó a Cristo, para no tener que desampararle a usted. Amigo oyente, me permito preguntarle ¿no significa esto nada para usted?

El Sr. McCheyne fue un cristiano, un hombre de Dios del pasado que tuvo una experiencia real con el Señor. El escribió un poema sobre la frase Bíblica "El Señor, justicia nuestra" (Jer. 23:6, 33:16), y el Profesor Ironside lo citó en su libro "Notas sobre la Profecía y las Lamentaciones de Jeremías": el poema dice lo siguiente, "Frecuentemente leo con placer para calmarme u ocuparme en algo, la mesura silvestre de Isaías, o la página sencilla de Juan. Pero incluso cuando ellos mostraban el madero ensangrentado, la frase "El Señor, justicia nuestra" no significaba nada para mí". Como lágrimas que brotan de las hijas de Sion, yo lloré cuando las aguas cubrieron Su alma. Sin embargo, no pensé que mis pecados le habían clavado al madero. Y la frase "El Señor, justicia nuestra" no significó nada para mí". "Cuando la libre Gracia me despertó con la luz de lo alto", - continuó diciendo el señor McCheney - "entonces, un temor legal me sacudió. Y temblé como si estuviera ante la muerte. No había refugio, ni podía hallar ninguna seguridad en mí mismo. Y pensé, "El Señor, justicia nuestra" debe ser mi Salvador. Todos mis terrores se desvanecieron ante ese nombre tan dulce. Mis temores culpables se desvanecieron, y resueltamente me acerqué a beber de la fuente, la fuente gratuita de la vida. Y la frase "El Señor, justicia nuestra" significó todo para mí".

Amigo oyente, ¿no le conmueve esto a usted, que pasa por el camino? ¿Viene usted a Jesucristo solamente para tener una nueva personalidad? ¿Para tener un poco de paz en su alma, o para crear un poco de amor en el altar de su vida? ¿Es esa la razón por la cual Él murió en la cruz? Escuche, estimado oyente. El murió en la cruz para salvarle del infierno.

El Espíritu Santo ha venido al mundo para revelar a Cristo como Salvador, y ha venido para convencer al mundo de pecado. ¿Qué clase de pecado? ¿Muerte? ¿Robo? Sí, pero hay algo peor que esto. Los seres humanos han pecado, como dijo Jesús en Juan 16:9, por cuanto no creen en mi. Dios tuvo un remedio para el ladrón. El ladrón de la cruz fue salvo. Creo que Pablo fue culpable de asesinato, porque fue responsable de la muerte del mártir Esteban, pero él fue salvado. Moisés también fue un asesino. Dios tiene un remedio para el asesino, para el ladrón, para el mentiroso, pero Dios no tiene un remedio para la persona que rechaza a Jesucristo. Este es el mayor pecado que usted puede cometer.

El rechazo de Cristo es un estado más que un acto, que una acción. Usted nunca puede cometer el acto de rechazar a Cristo, pero puede llegar gradualmente a un estado en al cual Cristo y lo que Él ha hecho para usted le resulte algo que no tiene ningún sentido en absoluto. Hemos visto que Jerusalén, en el libro de Jeremías, llegó a un estado acerca del cual Dios le dijo al profeta: "Jeremías, no te inquietes porque ellos no te están escuchando. No te molestes si yo no respondo a tu oración. Si Moisés, o Elías o Samuel estuvieran aquí para orar por ellos, por el pueblo de Judá, yo tampoco respondería a sus oraciones. Es demasiado tarde: ellos han cruzado el límite". Y hay muchas personas que viven en nuestra sofisticada época que han cruzado el límite y se encuentran en ese estado de rechazo a Dios y a Cristo.

Ahora nosotros no podemos juzgar cuando una persona ha llegado a ese estado de haber rechazado completamente a Cristo. A través de nuestro ministerio por radio hemos visto la conversión de muchas personas a quienes habíamos considerado como casos imposibles, para quienes no parecía haber ninguna esperanza. Así que ni usted ni yo somos quienes como para decir que alguien ha cruzado esa línea, ese límite, y se encuentra en ese estado de rechazo total.

Jerusalén había rechazado a Dios. Un individuo puede rechazar a Dios. ¿Qué significa Jesucristo para usted? ¿Qué significa Su muerte para usted? Otra vez viene a nuestra mente la emotiva frase del 1:12 de este libro: ¿No os conmueve a cuantos pasáis por el camino? Y así llegamos al

Lamentaciones 2

Leamos en primer lugar el versículo 5:

"El Señor se volvió enemigo y destruyó a Israel, destruyó todos sus palacios, derribó sus fortalezas y multiplicó en la hija de Judá la tristeza y el lamento."

Dios asumió la responsabilidad total por lo que había hecho el rey Nabucodonosor de Babilonia. Dios permitió que el destruyera la ciudad de Jerusalén. Dios lo usó como una vara para castigar, tal como había usado a los Asirios contra Israel para castigarlo.

Amigo oyente, ¿se ha detenido usted a pensar alguna vez en su propia vida personal, y se ha preguntado por qué Dios permite que ciertas personas se crucen en su camino? ¿Ha deseado usted alguna vez no haber conocido jamás a alguna persona? ¿Hay personas a quienes usted considera como sus enemigos? Es posible que alguien le haya causado aflicciones, pero todo habrá sucedido en el cumplimiento del propósito divino. Dios lo ha permitido todo con un propósito definitivo. Aprenda usted a reconocer la mano de Dios actuando en su vida. Continuemos leyendo el versículo 7 de este capítulo 2:

"El Señor desechó su altar y menospreció su santuario; entregó los muros de sus palacios en manos de los enemigos, y ellos hicieron resonar su voz en la casa de Jehová como en día de fiesta."

Aquí se estaba hablando del mismo templo que Dios había bendecido, --recordemos que El había dado las instrucciones para su construcción, y Su misma Presencia había estado allí en el pasado. Y en este momento se dijo que El Señor desechó su altar y menospreció su santuario.

Trasladémonos por un momento a nuestra situación. Aquellos que profesan ser cristianos y asisten a una iglesia necesitarían examinarse a sí mismos. El que usted vaya a la iglesia, ¿es algo en lo que Dios se deleita? ¿O es algo que en realidad perjudica a Su causa? ¿Esta su estado de ánimo bien cuando usted va a la iglesia, o está en una actitud crítica? ¿Puede el Espíritu de Dios usarlo? En ciertas condiciones espirituales personales hasta puede incluso ser pecado ir a la iglesia. ¿Sabe usted cuál era el lugar más peligroso la noche en que Jesús fue entregado? Alguien dirá "Fue en ese lugar donde esos maleantes estaban tramando la muerte del Señor Jesucristo". Pero, no, amigo oyente, el lugar más peligroso esa noche estaba en el aposento alto donde se encontraba el Señor Jesús. Y, ¿sabe usted por qué? Porque allí estaba Satanás. Él colocó en el corazón de Judas Iscariote el deseo de traicionar al Señor; y también entró al corazón de Simón Pedro para que éste discípulo negara conocer a su Señor. Simplemente el hecho de que usted asista a la iglesia no quiere decir necesariamente que usted está agradando a Dios. Continuemos leyendo el versículo 10 de este segundo capítulo de Lamentaciones:

"Se sientan en tierra y callan los ancianos de la hija de Sión; echan polvo sobre sus cabezas y se ciñen ropas ásperas. Las vírgenes de Jerusalén bajan la cabeza hasta la tierra."

Todo el pueblo mostró las expresiones externas de pena y dolor, pero observemos como fue afectado Jeremías. Leamos el versículo siguiente, el versículo 11:

"Mis ojos se deshacen en lágrimas, mis entrañas se conmueven y mi hígado se derrama por tierra a causa del quebrantamiento de la hija de mi pueblo; y los niños, ¡aun los de pecho!, desfallecen entre tanto en las plazas de la ciudad."

Dijo Mis ojos se deshacen en lagrimas. Había llorado tanto que ni siquiera podía ver. Y añadió mis entrañas se conmueven. Esta agonía que estaba viviendo lo destrozaba, arruinaba su salud. Estaba tan implicado en la situación que quebrantó su corazón.

¿Cuántos de nosotros estamos dispuestos a implicarnos realmente en la obra de Dios? ¿Estamos dispuestos a poner en peligro nuestra salud? ¿Estamos dispuestos a entregarnos a Dios? Leamos ahora el versículo 15 de Lamentaciones 2:

"Cuantos pasan por el camino baten palmas al verte, silban y mueven despectivamente la cabeza sobre la hija de Jerusalén, diciendo: ¿Es esta la ciudad que decían de perfecta hermosura, el gozo de toda la tierra?."

El enemigo exterior estaba entusiasmado con la miseria de Jerusalén.

A veces algunos pueden ser muy severos en sus comentarios acerca de la condición de la iglesia de nuestro tiempo. Especialmente, nos referimos a aquellos que se han retirado de una participación activa, aunque no de la obra de Dios en general. Cada una de estas personas debería preguntarse a sí misma hasta qué punto se considera implicada con sus hermanos que trabajan en los variados aspectos del ministerio cristiano. Cuando ve problemas y dificultades en la iglesia actual, ¿se siente afectada por ellos? ¿Se limita a hacerse a un lado, sentándose cómodamente en el papel de un observador, como lo haría un crítico, o trae esa situación tristeza a su corazón? Amigo oyente, no vamos a contestar esa pregunta por usted porque se trata de un asunto personal y privado. Porque resulta demasiado fácil ser severos en nuestra crítica cuando la situación no significa nada para nosotros ni nos afecta personalmente en absoluto. Por nuestra parte, toda situación negativa conmueve nuestro corazón y por ello deseamos ser de estímulo a todos los maestros de la Biblia, y a todos los que proclaman el mensaje del evangelio. Y así llegamos al

Lamentaciones 3

Cada uno de los capítulos de este breve libro de Lamentaciones forma un acróstico. Es decir, que hay 22 letras en el alfabeto Hebreo, y cada uno de los 22 versículos de cada capítulo comienza con cada una de esas letras en orden sucesivo. Sin embargo, en este capítulo 3 hay 66 versículos, lo cual significa que hay 3 versículos para cada letra del citado alfabeto. Ahora, el profeta dijo en los primeros 4, versículos del capítulo 3, de Lamentaciones:

1 Yo soy el hombre que ha visto aflicción bajo el látigo de su enojo.

2 Él me ha guiado, me ha llevado por tinieblas y no por la luz;

3 ciertamente contra mí vuelve sin cesar su mano todo el día.

4 Él hizo envejecer mi carne y mi piel y quebrantó mis huesos;

Jeremías era un hombre que se había enfrentado a muchas dificultades y problemas. Su salud se había deteriorado a causa de su preocupación por Jerusalén. El profeta no había permanecido impasible por la destrucción que había visto venir sobre su nación. El no fue por todas partes diciendo "¡Ya os lo decía yo!" Realmente, había resultado emocionalmente afectado. Su reacción también nos muestra como Dios siente. Dios no está fuera de la escena. El Señor Jesús dijo, como leemos en Hebreos 13:5, No te desampararé ni te dejaré. Cualquiera sea la situación por la que usted esté pasando, puede tener la absoluta seguridad de que El está a su lado.

Y, bien, amigo oyente, vamos a detenernos aquí, porque nuestro tiempo ha llegado a su final por el día de hoy. Dios mediante, volveremos en nuestro próximo programa cuando esperamos finalizar nuestro estudio de este libro de Lamentaciones. Esperamos que usted nos acompañe en la conclusión de este pequeño libro del Antiguo Testamento.

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