Estudio bíblico de Lamentaciones 3:1-5:22

Lamentaciones 3:4-5:22

Volvemos hoy a este pequeño libro de Lamentaciones. Vamos a concluir nuestro estudio de este libro en el programa de hoy, y esperamos poder captar el mensaje que tenemos en estos últimos capítulos.

Cada uno de los capítulos de este breve libro de Lamentaciones forma un acróstico. Es decir, que hay 22 letras en el alfabeto Hebreo, y cada uno de los 22 versículos de cada capítulo comienza con cada una de esas letras en orden sucesivo. Sin embargo, en este capítulo 3 hay 66 versículos, lo cual significa que hay 3 versículos para cada letra del citado alfabeto. Ahora, el profeta dijo en los primeros 4, versículos del capítulo 3, de Lamentaciones:

1 Yo soy el hombre que ha visto aflicción bajo el látigo de su enojo.

2 Él me ha guiado, me ha llevado por tinieblas y no por la luz;

3 Ciertamente contra mí vuelve sin cesar su mano todo el día.

4 Él hizo envejecer mi carne y mi piel y quebrantó mis huesos;

Jeremías era un hombre que se había enfrentado a muchas dificultades y problemas. Su salud se había deteriorado a causa de su preocupación por Jerusalén. El profeta no había permanecido impasible por la destrucción que había visto venir sobre su nación. El no fue por todas partes diciendo "¡Ya os lo decía yo!" Realmente, había resultado emocionalmente afectado. Su reacción también nos muestra como Dios siente. Dios no está fuera de la escena. El Señor Jesús dijo, como leemos en Hebreos 13:5, No te desampararé ni te dejaré. Cualquiera sea la situación por la que usted esté pasando, puede tener la absoluta seguridad de que El está a su lado.

Continuemos leyendo los versículos 21 al 24 de este capítulo 3:

21 Pero esto consideraré en mi corazón, y por esto esperaré:

22 Que por la misericordia del Señor no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias;

23 Nuevas son cada mañana. ¡Grande es tu fidelidad!

24 "Mi porción es el Señor; por tanto, en él esperaré", dice mi alma.

Si tuviéramos que poner un título a estos tres últimos capítulos de Lamentaciones, sería: "Cuando el mañana se convierte en el ayer". Jeremías estaba mirando al pasado. Había predicho el juicio que venía sobre Jerusalén, y Jeremías estaba sentado en los escombros y ruinas de la ciudad, llorando a medida que escribía esta lamentación.

Estos versículos son el único punto brillante en todas las 5 lamentaciones. Por la misericordia del Señor no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias; nuevas son cada mañana. ¡Grande es tu fidelidad! A pesar de los severos juicios de Dios, y muchos pensaron que fueron demasiado duros, Jeremías pudo ver la mano de la compasión de Dios. Ellos habrían sido aniquilados completamente su no hubiera sido por la misericordia de Dios. Si ellos hubieran recibido lo que merecían, habrían sido totalmente destruidos. Habrían desaparecido de la faz de la tierra.

¿Se debió la liberación de Judá de tal destino a algún factor que había en ellos? No. Se debió a la fidelidad de Dios. El había prometido a Abraham que haría de él, de su descendencia, una nación; y ésta era la nación. El había prometido a Moisés que les conduciría a una tierra. El había prometido a Josué que les establecería en esa tierra. El prometió al rey David que algún día llegaría alguien de su línea de descendencia que reinaría en el trono para siempre. Todos los profetas dijeron que Dios no destruiría completamente a este pueblo, sino que los juzgaría por su pecado. Dios es fiel. El los había juzgado y castigado, pero no permitiría que los aniquilaran totalmente. De esta manera, siempre quedó un remanente fiel y, al final, se convertirán nuevamente en una gran nación. Y así llegamos al

Lamentaciones 4

Esta cuarta lamentación es una meditación. Sentado entre los escombros y cenizas de Jerusalén, Jeremías describió el horror de la destrucción de su ciudad y el traslado del pueblo al cautiverio por parte de Nabucodonosor. La escena fue tan espantosa que yo me sentiría tentado a evitar el presentar un mensaje semejante sobre el juicio final. Pero tenemos que enfrentarnos con el hecho de que Dios es un Dios justo, y también es un Dios de amor. Dios juzga y castiga el pecado, y al hacerlo, actúa con justicia. El pueblo de Judá no recibió un juicio total a causa de la compasión y misericordia de Dios. EL profeta Habacuc dijo en su 3:2, ¡en la ira acuérdate de la misericordia! Dios nunca olvida ser misericordioso y compasivo. Siempre hay una salida para el pueblo de Dios, si ese pueblo transita por el camino de Dios. Leamos ahora los versículos 1 y 2 de este capítulo 4;

"¡Cómo se ha ennegrecido el oro! ¡Cómo ha perdido el oro puro su brillo! Las piedras del santuario están esparcidas por las encrucijadas de todas las calles. Los hijos de Sión, preciados y estimados más que el oro puro, ¡son ahora como vasijas de barro, obra de manos de alfarero!"

Jeremías estaba comparando al oro con los jóvenes de Sión. Los valiosos jóvenes de Judá, que habían sido como vasijas de oro eran en esos momentos como vasijas de barro. Habían sido quebrados. Esto es lo terrible de la guerra; que elimina a los mejores jóvenes de una nación.

Ningún cristiano debería tener un concepto de sí mismo más alto que el que debería tener. De esa manera descubriremos que somos simplemente vasos de barro. En 2 Timoteo Pablo comparó al creyente con un vaso de barro. Sin embargo, lo importante no es de que material han sido hechas las vasijas, sino cómo están siendo usadas. ¿Somos vasijas para el uso del Maestro o para nuestro propio uso?

En las bodas de Caná de Galilea el Señor Jesús pidió que los siervos trajeran unas viejas y gastadas tinajas de agua, que aparentemente habían estado apartadas en un rincón hasta que pasara la boda. Y El usó esas viejas tinajas para proveer de vino a los invitados. El pudo usar esas viejas tinajas, pero tenía que llenarlas de agua, el Agua es la Palabra de Dios. Cuando nosotros, como viejas tinajas, nos llenamos con la Palabra de Dios, El puede usarnos.

Los hombres jóvenes de Judá no habían estado sirviendo a Dios, y terminaron como piezas rotas de cerámica. ¡Qué imagen trágica! Continuemos leyendo el versículo 4 de este cuarto capítulo:

"De sed se le pega al niño de pecho la lengua al paladar; los pequeñuelos piden pan, y no hay quien se lo dé."

El sitio de Jerusalén por Nabucodonosor fue algo horrible. El pueblo sufrió dentro de la ciudad y en vez de rendirse, presentaron resistencia y vieron morir a sus niños pequeños. Fue una forma terrible de matar a los niños. Pero no habría que señalar con el dedo a aquellos actos terribles cometidos por aquella gente, porque en la actualidad, el aborto es matar a niños pequeños. Continuemos leyendo el versículo 5 de este cuarto capítulo:

"Los que comían delicados manjares desfallecen por las calles; los que se criaron entre púrpura se abrazan a los estercoleros."

Ellos habían vivido con todos los lujos. Tenían grandes supermercados en ese tiempo pero en aquellos días los estantes estaban todos vacíos y no pudieron disfrutar más de las comodidades que una vez tuvieron.

¿Se ha detenido usted a pensar lo que le pudiera ocurrir al lugar donde usted vive? Suponga que los estantes de los supermercados que ahora están llenos de alimentos estuvieran todos vacíos la próxima semana cuando usted vaya a hacer la compra. Suponga que usted acciona el interruptor de la luz y no se encienden las luces de la casa. Supónga, que no hay calefacción, ni aire acondicionado, ni combustible para los coches. Un clamor de desesperación se elevaría en toda la nación. Seríamos un pueblo indefenso e impotente. Esto es lo que le sucedió a Jerusalén cuando Dios los juzgó. Continuemos leyendo el versículo 6 de este cuarto capítulo:

"Porque más fue la iniquidad de la hija de mi pueblo que el pecado de Sodoma, que fue destruida en un instante, sin manos que se alzaran contra ella."

Ahora, Dios juzgó a Sodoma y Gomorra, pero Él también juzgó a Jerusalén, aun con mayor severidad. ¿Por qué fue así? Porque el pecado de Jerusalén fue peor que el de Sodoma y Gomorra. Sodoma y Gomorra fueron destruidas porque en ellas imperaba un desenfreno y perversión sexual total. Fueron muy graves los pecados de esas ciudades, pero hay algo aun peor. Si usted se sienta en el banco de una iglesia, escuche el Evangelio, y permanezca indiferente, sin hacer nada en cuanto a lo que ha escuchado; y ese pudiera ser el caso de alguna persona que está escuchando este programa en este momento. Amigo oyente, el Señor Jesucristo murió por usted. Dios es misericordioso y compasivo para con usted hoy; pero usted, en cambio, le vuelve la espalda. Entonces, cuando Dios juzgue, el juicio para usted será más severo que para los paganos de las zonas más remotas del mundo. Mucha gente pregunta qué sucederá con los paganos que hay por el mundo. ¡No se preocupe por ellos, preocúpese por usted! ¿Ha respondido usted al ofrecimiento de Dios que le extiende Su gracia por medio de Jesucristo? Ahora, escuchemos lo que Él dijo en el versículo 7 de este capítulo 4 de Lamentaciones:

"Sus nobles eran más puros que la nieve, más blancos que la leche; más encendidos sus cuerpos que el coral, más hermoso su talle que el zafiro."

¡Qué buena apariencia tenían! ¿verdad? Y amigo oyente, la religión hoy tiene una apariencia atractiva. Hay hermosos edificios de iglesias, antiguos y modernos, con grandes comodidades y con salas para diversos usos. Por fuera, la imagen es buena, positiva. Ahora, cuando aquí Jeremías habló de los nobles, se refería a los nazareos. Un "nazareo" era alguien que hacía un voto o promesa voluntaria, y había muchos que la hacían, y eran felicitados por ello. Su apariencia exterior era atractiva. Pero se trataba de una simple apariencia exterior, Sus corazones no habían cambiado. Es hermoso tener edificio e instalaciones atractivas, a todos nos agrada esa posibilidad. Pero resulta trágico cuando las personas en su interior no son nuevas criaturas en Cristo Jesús. Todavía continúan cometiendo los mismos pecados de antes; y esa es la imagen que Jeremías nos dejó del pueblo de Judá. Y dice el versículo 9 de este cuarto capítulo de Jeremías.

"Más dichosos fueron los muertos a espada que los muertos por el hambre, porque estos murieron poco a poco por faltarles los frutos de la tierra."

Aun cuando Jeremías fue testigo de la terrible destrucción de Jerusalén y de la muerte de muchos de sus habitantes, dijo que era mejor estar muerto que vivo, porque el estado en que se encontraban los sobrevivientes era desesperante. Y dice el versículo 10 del capítulo 4;

"Las manos de mujeres piadosas cocieron a sus hijos: ¡Sus propios hijos les sirvieron de comida en el día del desastre de la hija de mi pueblo!"

Lo mismo ocurrió también cuando Tito destruyó a Jerusalén en al año 70 D.C. La gente tenía tanta hambre que las madres tenían que entregar a sus propios niños para que se los comieran. Ahora al mirar aquellas escenas nos sobrecoge el espanto. Y al mirar a nuestra sociedad vemos que la práctica indiscriminada del aborto envía a la muerte a cientos de miles de pequeños indefensos. Dios ha provisto el hermoso don de la maternidad y cuando una criatura es concebida, la intención divina es que ese niño o niña venga al mundo. Fue la misma intención divina que se hizo realidad cuando ese padre y esa madre nacieron a la vida. Continuando ahora, con el versículo 13 de este capítulo 4 de Lamentaciones, leemos:

"Fue por causa de los pecados de sus profetas y las maldades de sus sacerdotes, que derramaron en medio de ella la sangre de los justos."

Como los profetas falsos y los sacerdotes no les dijeron la verdad a la gente, fueron culpables de asesinato y esa fue la evaluación que Dios hizo de ellos. El aplicar esta lección a nuestra realidad, nos recuerda nuestra gran responsabilidad de predicar la Palabra de Dios, y de decir a las personas como pueden ser salvas. Pensemos en como habló Dios de aquellos profetas y sacerdotes que ocultaron el mensaje de salvación y de cómo los consideró culpables. Y Dios dijo entonces, en el versículo 16:

"En su ira, el Señor los apartó y no los mirará más: No respetaron la presencia de los sacerdotes ni tuvieron compasión de los viejos."

La gente no prestó ninguna atención a los sacerdotes que estaban proclamando la Palabra de Dios. Jeremías era un profeta de Dios y ellos no le hicieron caso. Dios juzgó al pueblo por esta actitud. Veamos ahora lo que dice el versículo 17 de Lamentaciones, capítulo 4.

"Nuestros ojos desfallecen esperando en vano nuestro socorro; en nuestra esperanza aguardamos a una nación que no puede salvar"

Y esto es algo que la nación de Israel necesita aprender. Dios no los puso de nuevo en esa tierra en el año 1948; las Naciones Unidas los constituyeron en una nación, y desde entonces nunca han conocido un minuto de paz. Han habido guerras y amenazas continuamente. No se han vuelto a Dios y El no les colocó de nuevo en la tierra.

No deseamos ser mal entendidos. Creemos que el regreso de Israel a esa tierra fue un gran acontecimiento. Fue el Dr. W. F. Albright quien hizo la siguiente declaración: "Es un hecho sin paralelo en los anales de la historia humana, que una nación que fuera llevada en cautiverio por 70 años, regresara para reanudar su vida nacional, y que después de casi 600 años, esta misma nación fuera dispersada otra vez por todo el mundo por cerca de 2000 años y retuviera su identidad". Hasta aquí la declaración del Dr. W. F. Albright. El ver como Dios trató a esa nación ha hecho que muchos se vuelvan a Él.

El Señor dijo que el problema fue que el pueblo de Judá estaba esperando que Egipto los ayudara, y Egipto no les ayudó, sino que fue un enemigo. Eso es algo que las grandes potencias mundiales necesitan reconocer. Lo importante no es que se le proporcione a Israel armamento militar. Necesitamos darles la Palabra de Dios, la Palabra que ellos nos dieron hace tantos años. Continuemos leyendo el versículo 20 de Lamentaciones 4:

"El aliento de nuestras vidas, el ungido del Señor, de quien habíamos dicho: «A su sombra tendremos vida entre las naciones», quedó apresado en sus lazos."

¡Qué imagen de ese pueblo en su condición actual, mayormente disperso en tantas naciones! Leamos el versículo 22 de este capítulo 4 de Lamentaciones:

"Ya está cumplido tu castigo, hija de Sión: Nunca más hará él que te lleven cautiva. Castigará él tu iniquidad, hija de Edom, y descubrirá tus pecados."

Así que, después del juicio, Dios prometió que les colocará en la tierra de manera permanente. Llegamos ahora al

Lamentaciones 5

La quinta y última lamentación es una oración de Jeremías. Ahora, Leamos el versículo 1:

"Acuérdate, Señor, de lo que nos ha sucedido; mira, y ve nuestro oprobio."

Judá había perdido el honor y el respeto que tenía entre las naciones. Dicen los versículos 11 al 13, de este capítulo 5:

"Violaron a las mujeres en Sión, a las vírgenes en las ciudades de Judá. A los príncipes colgaron de las manos; no respetaron el rostro de los viejos. Llevaron a los jóvenes a mover el molino, y los muchachos desfallecían bajo el peso de la leña."

Aquí vemos su situación. Sus mujeres violadas y sus príncipes colgados. Lo habían perdido todo. Los jóvenes que sobrevivieron fueron hechos esclavos para trabajar al servicio del rey Nabucodonosor. Dice el versículo 15:

"Cesó el gozo de nuestro corazón, y nuestra danza se cambió en luto."

La alegría de sus corazones se apagó. Con todo, el profeta clamó a Dios en los versículos 19 al 21 de este capítulo 5 de Lamentaciones, y dijo:

"Mas tú, Señor, permanecerás para siempre; tu trono, de generación en generación. ¿Por qué te olvidas completamente de nosotros y nos abandonas por tan largo tiempo? Haznos volver a ti, Señor, y nos volveremos; renueva nuestros días como al principio."

Esta fue la oración de Jeremías a favor de su pueblo. Podríamos aprender una lección de ella. Antes de que sea demasiado tarde, sería mejor que volviéramos al Señor.

Hace ya muchos años que Daniel Webster, un líder político y diplomático norteamericano, hizo la siguiente declaración, que suena como una profecía: "Si los libros religiosos no circulan entre las masas y la gente no se vuelve a Dios, yo no sé qué será de nosotros como nación. Si la verdad no es difundida, lo será el error. Si Dios y Su Palabra no son recibidos, el diablo y sus obras tendrán el predominio. Si el volumen evangélico no llega a todas las regiones habitadas, lo harán las páginas de una literatura corrupta y disoluta. Si el poder del Evangelio no se siente a través de lo largo y ancho de la tierra, reinarán sin moderación ni fin la anarquía, el desorden, la degradación, la miseria, la corrupción, y la oscuridad". Hasta aquí la declaración de Daniel Webster. ¡Qué panorama más triste! Lamentablemente, esta es la situación a la que hemos llegado en nuestros países. ¡Qué mensaje el de este libro de Lamentaciones para nosotros en la hora actual! Pero podemos asegurarle que no será elegido como el libro del mes, ni como el libro del año. ¡Es una lástima que muchos no estén dispuestos a escuchar su mensaje! Y así, amigo oyente, ponemos punto final a este breve estudio del libro de Lamentaciones y confiamos que haya sido de provecho espiritual para usted. Continuando con nuestro recorrido a través de la Biblia, en nuestro próximo programa, volveremos al Nuevo Testamento, para iniciar el estudio de la primera epístola del Apóstol Pablo a Timoteo. Esperamos contar, como siempre con su muy valiosa compañía.

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