Estudio bíblico de Ezequiel 21-22

Ezequiel 21 y 22

Es importante estudiar el libro de Ezequiel porque su lectura y estudio han sido descuidados con frecuencia, y porque su mensaje es pertinente para la época en que estamos viviendo. Aunque las palabras de Ezequiel resonaron hace muchísimos años, constituyeron la Palabra de Dios, tal como él repitió con cierta monotonía la frase, el Señor me habló diciendo. Ya que es la Palabra de Dios, tiene una aplicación para nosotros para esta hora, y para nuestra sociedad. Los críticos afirman que, como el Apocalipsis, el libro de Ezequiel no puede ser comprendido y no tiene un mensaje para nosotros. Las visiones de Ezequiel fueron impresionantes, y no pretendemos tener la palabra final en su interpretación. Simplemente nos situamos ante ellas con asombro y temor reverencial. Pero en esta sección del libro, como comúnmente se dice, vamos al grano, a la realidad actual de la vida y somos sinceros al decir que Ezequiel no es difícil de entender y que resulta para nosotros muy práctico. Veamos el

Ezequiel 21

El capítulo 21 es uno de los capítulos más importantes del libro de Ezequiel, porque deja bien en claro que el rey de Babilonia iba a derrocar al último rey de la línea genealógica de David, interrumpiendo así toda sucesión en el trono hasta que venga el Mesías. Leamos entonces el versículo 1 de este capítulo.

"Vino a mí palabra del Señor, diciendo"

Ezequiel repitió esta frase 3 veces en este capítulo. Solo hay una alternativa para el oyente: o está de acuerdo que el Señor dijo esto, o adopta la posición de que Ezequiel estaba mintiendo. Creemos que el Señor le dijo estas palabras, y que Ezequiel no estaba expresando su propio punto de vista. No creo que los sentimientos de Ezequiel influenciaran mucho su mensaje. Jeremías se sintió abrumado por sus sentimientos, que se revelaron en cada palabra que pronunció. No creo que esto haya sido cierto en el caso de Ezequiel. En el principio de su ministerio, cuando Dios le encargó su misión, le dijo a Ezequiel que iba a hablarle a un pueblo rebelde y terco. Y en aquel momento Dios dijo que haría de Ezequiel una persona con un carácter más duro que el de aquel pueblo. Pienso que un poco de esa dureza llegó a su corazón, y de esa manera el pudo realmente decirle directamente al pueblo en qué situación se encontraban. Y este detalle hace que simpaticemos con este profeta, porque si sus sentimientos se hubieran implicado en su misión, este hombre habría sido doblegado por el mensaje que tuvo que comunicar. Escuchemos el principio del mensaje del Señor en los versículos 2 y 3:

"Hijo de hombre, vuelve tu rostro hacia Jerusalén, derrama palabras sobre los santuarios y profetiza contra la tierra de Israel. Dirás a la tierra de Israel: Así ha dicho el Señor: He aquí que yo estoy contra ti, y sacaré mi espada de su vaina y cortaré de ti al justo y al impío."

El juicio era inminente y aparentemente en ese momento era inevitable. Hasta ese punto, la misericordia de Dios se había extendido sobre ellos, pero al llegar a este extremo, el juicio se acercaba y no había ninguna otra alternativa.

Dice aquí. Así ha dicho el Señor; he aquí que yo estoy contra ti. Esta fue la primera vez que El había pronunciado estas palabras sobre Su ciudad de Jerusalén.

Y continuó diciendo, y cortaré de ti al justo y al impío. Esto suena extraño, ¿no es cierto? ¿Quiénes eran los justos? Aquellos que decían que lo eran. En nuestra época están los que oficialmente son miembros de iglesias, pero en realidad no son salvos; son aquellos que cumplen el ritual, que tienen una apariencia religiosa. Y hay muchos hoy que han puesto simplemente una venda sobre la llaga del pecado. Y necesitan limpiar esa llaga, porque puede matarles. Es como un cáncer, y uno no cura la zona afectada por esa enfermedad simplemente colocándole una venda. Tampoco puede usted curar el pecado haciéndose más religioso. Dios dijo que desenvainaría su espada dispuesto a cortar, y que destruiría la ciudad. Y continuó diciendo en el versículo 4:

"Y por cuanto he de cortar de ti al justo y al impío, por eso mi espada saldrá de su vaina contra todo mortal, desde el sur hasta el norte."

El iba a desenvainar su espada para extirpar tanto al justo como al malvado, desde el sur hasta el norte. Y dice el versículo 5 de Ezequiel 21:

"Y sabrá todo mortal que yo, el Señor, saqué mi espada de su vaina; no la envainaré más."

Este era un anuncio muy claro de que había llegado la hora del juicio. Y continuó diciendo en los versículos 6 y 7:

"Y tú, hijo de hombre, gime con quebranto de tus costados y con amargura; gime ante los ojos de ellos. Y cuando te digan: ¿Por qué gimes?, dirás: Por una noticia que cuando llegue hará que desfallezca todo corazón, y toda mano se debilitará, se angustiará todo espíritu y como agua se debilitará toda rodilla. He aquí que viene, y se cumplirá, dice el Señor Dios."

Ahora, aquí Dios le pidió a Ezequiel que hiciera algo, y no estamos preparados para decir si sus sentimientos estaban implicados o no. El no lo hizo de una forma natural. Dios le dijo que lo hiciera. Así que diremos que, en parte, él estaba actuando, representando ese papel. Sin embargo, al hacerlo, el profeta estaba revelando el corazón de Dios.

El pueblo se había quejado de que Ezequiel les hubiera presentado parábolas. En Ezequiel 20:49 leemos: Y dije, ¡Ah, Señor Dios! Ellos dicen de mí: ¿no profiere éste parábolas? De hecho, estaban diciendo: "no comprendemos su mensaje". Es que ellos no querían entenderlo; no querían que se les dijera que las cosas marchaban mal. A veces pensamos que las parábolas del Señor Jesús eran confusas o difíciles de entender. No lo eran, si uno quería entenderlas. Los dirigentes religiosos de Su tiempo comprendieron lo que El estaba diciendo; fue por ese motivo que le odiaron. Ellos captaron que El estaba hablando del juicio contra ellos. Ahora, el versículo 8, de este capítulo 21 de Ezequiel, dice:

"Vino a mí palabra del Señor, diciendo"

Por si alguien no hubiera percibido el mensaje, Ezequiel lo repitió otra vez. Y continuó diciendo en los versículos 9 y 10:

"Hijo de hombre, profetiza y di: Así ha dicho el Señor Dios: ¡La espada, la espada está afilada y bien pulida! Para degollar víctimas está afilada; pulida está para que relumbre. ¿Habremos de alegrarnos, cuando al cetro de mi hijo ha despreciado como a un palo cualquiera?"

Aquí vemos que Dios dijo que iba a juzgar a la ciudad. Esta fue la palabra terrible y temible que salió de la boca de Dios, Aquel que había añorado a Jerusalén. El Señor Jesús también lloró sobre Jerusalén porque amaba a la ciudad. Dice Mateo 23:37 y 38: 37» ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, pero no quisiste! 38Vuestra casa os es dejada desierta, que se dice aquí es algo realmente terrible, y sale de los labios de Dios. Y si usted quiere saber lo terrible que fue ese juicio, puede leer lo que ocurrió cuando Tito de Roma llegó en el año 70 DC, y arrasó la ciudad, tal como Nabucodonosor estaba a punto de hacer en los días de Ezequiel.

Dios explicó claramente lo que iba a hacer, y el mensaje, en ningún modo era completamente nuevo. En el capítulo 66 de Isaías, versículo 16, dice: porque el Señor juzgará con fuego y con su espada a todo hombre; y los muertos por el Señor serán multiplicados. Y también en el capítulo 24 de Isaías, versículo 17 leemos: ¡Terror, foso y red sobre ti, morador de la tierra! Y el profeta Ezequiel tenía que suspirar o gemir porque se aproximaba el juicio. Y el Señor Jesucristo dijo en el evangelio según San Lucas, capítulo 21, versículo 26, que llegaría un día cuando los hombres quedarán sin aliento por el temor y la expectación de las cosas que sobrevendrán en la tierra, porque las potencias de los cielos serán conmovidas. Así que Ezequiel tenía que suspirar y llorar porque Dios había desenvainado la espada del juicio. Hablando ahora de nuestro tiempo, el juicio se encuentra en el futuro. Y este no es un mensaje popular, así como no lo era en los días de Ezequiel. Y dice el versículo 18 de este capítulo 21 de Ezequiel:

"Vino a mí palabra del Señor, diciendo"

Realmente, el profeta no nos permitió olvidarnos de la procedencia de su mensaje. Y continuó el Señor hablando en el versículo 19 de Ezequiel 21:

"Tú, hijo de hombre, traza dos caminos por donde venga la espada del rey de Babilonia. De una misma tierra salgan ambos, y al comienzo de cada camino pon una señal que indique la ciudad adonde va."

En otras palabras, Nabucodonosor quería decidir por qué camino se iba a aproximar a Jerusalén. Ahora, no pensemos que este rey se iba a volver al Señor, porque era un pagano. El iba a utilizar la adivinación y la necromancia (o evocación de los muertos). Y continuó diciendo el versículo 21:

"Porque el rey de Babilonia se ha detenido en una encrucijada, al principio de los dos caminos, para usar de adivinación; ha sacudido las saetas, consultó a sus ídolos, miró un hígado."

Esos eran los métodos que se utilizaban entonces, y que en realidad, también se utilizan hoy.

Y dice aquí ha sacudido las saetas. Esto era lo mismo que echar los dados, o mirar las hojas de té. El arrojó sus flechas o saetas para ver qué dirección tomaban al caer, con el objeto de determinar qué dirección debía seguir para llegar a Jerusalén. Es que Nabucodonosor era un rey totalmente pagano. Sin embargo, Dios anularía sus acciones y esto es importante recordarlo. Y dijo en el versículo 25:

"Respecto a ti, profano e impío príncipe de Israel, cuyo día ya ha llegado, el tiempo de la consumación de la maldad"

Al mencionar a este príncipe de Israel se estaba refiriendo al rey Sedequías, anunciando que la hora de su castigo era inminente. Su tiempo se había terminado.

Encontramos que la Escritura tiene mucho que decir en cuanto al final de esta época. Y él utilizó esta expresión aquí mirando al tiempo final. También Daniel usó esta expresión, el tiempo del fin en el capítulo 11.35 de su libro. Los discípulos le preguntaron al Señor Jesús, en Mateo 24:3, Dinos, ¿cuándo serán estas cosas y qué señal habrá de tu venida y del fin del siglo? Y el Señor respondió esa pregunta. El apóstol Pablo también habló mucho sobre este tema en su Segunda Epístola a los Tesalonicenses. Y este rey a quien se refiere el versículo 25, Sedequías, fue entonces una figura de aquel futuro príncipe malvado, el falso mesías, el Anticristo, que vendrá en el tiempo del fin. Y continuó diciendo el versículo 26 de Ezequiel 21:

"Así ha dicho el Señor Dios: ¡Depón el turbante, quita la corona! ¡Esto no será más así! Sea exaltado lo bajo y humillado lo alto."

Sedequías iba a ser humillado, y no habrá otro rey que se siente en el trono de David hasta que venga el Mesías. Y añadió el versículo 27:

"¡A ruina, a ruina, a ruina lo reduciré, y esto no será más, hasta que venga aquel a quien corresponde el derecho, y yo se lo entregaré!."

Esta fue una profecía notable. Veamos la frase hasta que venga aquel a quien corresponde el derecho, y yo se lo entregaré, es decir, al Señor Jesús. Desde el rey Sedequías hasta el Señor Jesús no se habrá sentado jamás nadie en ese trono. Ezequiel estaba diciendo que nadie jamás podría hacerlo. El Señor Jesús es el Único que lo hará. Ahora mismo El está sentado a la derecha de Dios, esperando hasta que sus enemigos sean puestos como estrado de sus pies cuando El venga a reinar a la tierra.

Esta profecía sobresaliente comenzó en el capítulo 49, versículo 10 de Génesis cuando Jacob estaba comunicando las profecías sobre sus 12 hijos que se convertirían en las 12 tribus de Israel. Él dijo en ese capítulo 49, versículo 10 de Génesis: No será quitado el cetro de Judá, ni el bastón de mando de entre sus pies, hasta que venga Siloh; y a él se congregarán los pueblos. El "cetro" significa, el rey. La palabra hebrea para hasta que Él venga, es muy similar a "Siloh". Habla del Señor Jesús. Esta fue la forma en que se presentó al Señor Jesús en la Escritura. Esta fue la razón por la cual Juan el Bautista dijo en Mateo 3:2, Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado". ¿Por qué? Porque se había acercado en la Persona que había llegado, Aquel de quien todos los profetas habían hablado. Y continuó diciendo en el versículo 29 de este capítulo 21 de Ezequiel,

"Te profetizan vanidad, te adivinan mentira, para que la emplees sobre los cuellos de los malos sentenciados a muerte, cuyo día vino en el tiempo de la consumación de la maldad."

Ezequiel estaba hablando sobre el juicio de los Amonitas, pero otra vez nos encontramos con la expresión en el tiempo de la consumación de la maldad, sugiriendo el final de esta época. Y el Apóstol Pablo dijo en su Segunda Epístola a los Tesalonicenses 2:8, Y entonces se manifestará aquel impío, a quién el Señor matará con el espíritu de su boca y destruirá con el resplandor de Su venida". O sea, que el Señor Jesucristo abatirá a este enemigo en los últimos días. Y los versículos 31 y 32, de este capítulo 21 de Ezequiel dicen:

"Y derramaré sobre ti mi ira; el fuego de mi enojo haré encender sobre ti y te entregaré en mano de hombres temerarios, artífices de destrucción. Serás pasto del fuego, se empapará la tierra con tu sangre; no habrá más memoria de ti, porque yo, el Señor, he hablado."

La generación de Ezequiel tenía que ir a la cautividad. Este sería el fin en cuanto a ellos se refería. Serían sus hijos los que regresarían a la tierra de Israel. Ahora, llegamos al

Ezequiel 22

Continuamos en esta sección que contiene las últimas profecías sobre el juicio que se aproximaba sobre la nación de Israel (capítulos 20 al 24). Al principio, los mensajes de Ezequiel fueron dirigidos a las dos primeras delegaciones que había sido llevadas al cautiverio. Ellos se estaban aferrando a la creencia de que Dios nunca destruiría el templo; era Su santuario, y Su gloria había estado allí.

Ellos creyeron que Dios no permitiría que Nabucodonosor lo tocara. Los falsos profetas animaron a los cautivos en su incredulidad, haciéndoles pensar que no era necesario que ellos volvieran a Dios, o que abandonaran la idolatría y otras malas costumbres.

Ezequiel había estado hablando clara y directamente sobre la situación en estas profecías finales. En el capítulo 20 el comunicó una profecía sobre el Neguev, la zona sur de Israel situada alrededor de Berseba. En esa profecía Dios dijo Yo enciendo en ti un fueg. Los turistas que visitan esa zona comprueban que es un verdadero desierto; no tiene vegetación de ningún tamaño. Allí solía crecer un bosque, pero Dios lo juzgó y destruyó completamente. Después, en el capítulo 21, se encuentra la notable profecía de que no habrá nadie que se siente en el trono de David hasta que el Señor Jesús venga. De esto estaba hablando el ángel cuando le dijo a la virgen María: el Señor Dios le dará el trono de David, su padre. Así que hasta en Navidad podemos recordar al profeta Ezequiel, para enriquecer nuestra comprensión de este tema. Así que los antecedentes que los profetas nos dejaron son hoy muy necesarios.

Leamos ahora los versículos 1 y 2 de este capítulo 22, que nos presentan

Un análisis de las abominaciones de Jerusalén

"Vino a mí palabra del Señor, diciendo: Y tú, hijo de hombre, ¿no juzgarás tú, no juzgarás tú a la ciudad sanguinaria y le mostrarás todas sus abominaciones?"

Aquí tenemos la frase la ciudad sanguinaria. De esa manera la calificó Ezequiel. Isaías, hablando también de Jerusalén, dijo lo mismo en su libro, 1:21, que dice: ¿Cómo te has convertido en ramera, tu, la ciudad fiel? Llena estuvo de justicia, en ella habitó la equidad, ¡pero ahora la habitan los homicidas! El Señor Jesucristo lloró sobre la ciudad y en Lucas 13:34, vemos que dijo: ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados! Después de todo, ¿no lo mataron también a Él? Lo entregaron a los romanos para que lo mataran. Y fue el mártir Esteban quien les dijo a los judíos, en Los Hechos 7:52: ¿A cuál de los profetas no persiguieron vuestros padres? Y mataron a los que anunciaron de antemano la venida del Justo, a quien vosotros ahora habéis entregado y matado. Y en la muerte de Cristo, la multitud gritó, como vemos en Mateo 27:25, su sangre sea sobre nosotros y sobre nuestros hijos,

Así que los líderes de Israel estaban implicados en la apostasía y en pecados graves. Y continuó diciendo el versículo 25 de Ezequiel 22:

"Hay conjuración de sus profetas en medio de ella, como de león rugiente que arrebata la presa. Devoraron vidas, tomaron haciendas y honra, multiplicaron sus viudas en medio de ella."

(1) Sus profetas falsos estaban diciendo: "Todo va bien. Nos estamos arreglando bastante bien". Y dice el versículo 26:

"Sus sacerdotes violaron mi Ley y contaminaron mis santuarios; entre lo santo y lo profano no hicieron diferencia, ni distinguieron entre inmundo y limpio. De mis sábados apartaron sus ojos, y yo he sido profanado en medio de ellos."

(2) Sus sacerdotes violaron descaradamente la ley de Dios. Y después dice el versículo 27 de Ezequiel 22:

"Sus jefes en medio de ella son como lobos que arrebatan la presa: derraman sangre para destruir las vidas, para obtener ganancias injustas."

(3) Sus príncipes eran como lobos que arrebatan la presa. En Los Hechos 20:29, El Apóstol Pablo advirtió a la Iglesia sobre los lobos con piel de oveja.

Ahora, ¿por qué fue Jerusalén llamada ciudad sanguinaria? Por causa de los profetas, los sacerdotes y los príncipes. Finalmente por hoy, leamos los versículos 30 y 31 de este capítulo 22:

"Busqué entre ellos un hombre que levantara una muralla y que se pusiera en la brecha delante de mí, a favor de la tierra, para que yo no la destruyera; pero no lo hallé. Por tanto, derramé sobre ellos mi ira. Con el ardor de mi ira los consumí; hice volver el camino de ellos sobre su propia cabeza, dice el Señor Dios."

No se encontró a nadie en la tierra que se pusiera en pie en la brecha. Yo le doy las gracias a Dios porque Él encontró a un Hombre que se interpusiera entre mi pecado y un Dios santo. Y ese Hombre es el Señor Jesucristo, y Dios ve a todos los que le pertenecen, en Cristo. Por eso me siento tan agradecido por el Hombre, por el Señor Jesucristo, que hoy está en pie en la brecha.

Y, amigo oyente, vamos a detenernos aquí por hoy. Confiamos en que usted volverá a acompañarnos en nuestro próximo programa, cuando reanudemos nuestro estudio sobre el libro de Ezequiel.

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