Estudio bíblico de Ezequiel 23-24

Ezequiel 23 y 24

Llegamos hoy al capítulo 23 de este libro de Ezequiel. Al comenzar el capítulo 21 habíamos dicho es uno de los capítulos más importantes de este libro de Ezequiel, porque dejó bien en claro que el rey de Babilonia iba a derrocar al último rey de la línea genealógica de David. Nadie ocuparía ya el trono hasta que venga el Mesías. Y en ese capítulo nos llamó también la atención la triple repetición que hizo Ezequiel de la frase Vino a mi palabra del Señor diciendo. Esta repetición enfatizaba el hecho de que el profeta no estaba expresando sus propios puntos de vista, sino el mismo mensaje que Dios le había pedido que comunicara.

Nuevamente se aclaró que los sentimientos de Ezequiel no se implicaron mucho en su mensaje. Con Jeremías había sucedido todo lo contrario, pues aquel profeta estaba abrumado por sus sentimientos, que se expresaron en cada mensaje que pronunció. En el caso de Ezequiel, ya al principio, cuando Dios le había encomendado esta misión, le había anunciado al profeta que él iba a hablarle a un pueblo rebelde y obstinado. Dios también dijo que le daría a Ezequiel un carácter más duro que el de ellos. Y de esa manera, el pudo decirle a aquel pueblo con toda claridad, cuál era su verdadera situación. Si sus sentimientos hubieran estado implicados, habría sido quebrantado por el mensaje que tenía que comunicar. Con todo, en el versículo 6 vimos que Dios le pidió al profeta que gimiera con amargura, para que el pueblo percibiera la cercanía del juicio de Dios.

El pueblo se había quejado de que Ezequiel hablara en parábolas, como vimos anteriormente en 20:49. Quisieron dar a entender que no comprendían su mensaje. Lo que sucedió fue que no querían escucharlo. No querían darse por enterados que la situación era mala. Lo mismo sucedería con las parábolas de Jesús. Algunos han pensado que eran difíciles de entender, pero no fue así. El que quería entenderlas, las entendía. El problema fue que los dirigentes religiosos de Su tiempo comprendieron lo que El estaba diciendo y por ese motivo le odiaban. Sabían que les estaba anunciando el juicio que vendría sobre ellos.

En nuestro relato, la tragedia fue que Dios iba a juzgar a la ciudad. Pero al escuchar las palabras de juicio de Dios sobre la ciudad, no olvidemos que el Señor Jesús también lloró sobre Jerusalén. En ese sentido recordamos sus palabras en Mateo 23:37 y 38, cuando dijo: 37» ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, pero no quisiste! 38Vuestra casa os es dejada desierta, 39pues os digo que desde ahora no volveréis a verme hasta que digáis: "¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!"». Estas palabras señalaban a la trágica conquista de la ciudad por parte de el general romano Tito en el año 70 AC, quien arrasó la ciudad tal como Nabucodonosor había hecho en el pasado.

Vimos en el versículo 25 la referencia al malvado príncipe de Israel, que no era otro que el rey Sedequías. Este hombre sería una figura de un futuro rey malvado, el falso mesías, el Anticristo, que aparecerá en los últimos tiempos. Y, como dijimos anteriormente, desde Sedequías, nadie ha ocupado ni ocupará ese trono. Por ello, destacamos la notable profecía del versículo 27, estableciendo que el Señor es el único que tiene derecho a ocupar el trono y lo hará cuando venga a la tierra y derrote a sus enemigos.

Al comenzar el capítulo 22, recordamos que esta sección, capítulos 20 al 24, contiene las últimas profecías del juicio que vendría sobre la nación de Israel. En el principio, los mensajes de Ezequiel estuvieron dirigidos a las dos primeras delegaciones que fueron conducidas al cautiverio. Ellos continuaban aferrándose a la creencia de que Dios nunca destruiría el templo; porque era Su santuario, y Su gloria había estado allí. El pueblo nunca pensó que Dios le permitiría a Nabucodonosor tocar la ciudad. Los falsos profetas animaron a los cautivos en su incredulidad, haciéndoles creer que no necesitaban volver a Dios, abandonar su idolatría y sus malas costumbres. Así que en el capítulo 22 vimos un repaso de las abominaciones de Jerusalén, llamada nuevamente "ciudad sangrienta", también llamada así por el profeta Isaías 1:21. El Señor Jesús también, como hemos visto, al llorar sobre la ciudad destacó que en ella los profetas y enviados de Dios habían encontrado la muerte, culminando esa actitud con la muerte de Cristo mismo. También allí encontró la muerte el mártir Esteban. Fue interesante recordar que en la muerte de Cristo la multitud le gritó a Pilato (Mateo 27:25) Su sangre sea sobre nosotros y sobre nuestros hijos. También destacamos que esa ciudad tuvo una historia sangrienta debido a los líderes de la nación de Israel, es decir, a causa de los profetas falsos, los sacerdotes y los príncipes. Comencemos pues con el

Ezequiel 23 - Parábola de las dos hermanas

Una vez más, en el capítulo 23, Ezequiel corrió el riesgo de quedar aislado y le relató al pueblo otra extraña parábola. En esta parábola de las dos hermanas, una se llamaba Ahola y la otra Aholiba. Creo que cuando él comenzó a presentar esta parábola, la gente realmente se sonrió y habrá dicho: "¿A dónde va este hombre con una historia como ésta?". El versículo 1 nos vuelve a decir:

"Vino a mí palabra del Señor, diciendo"

Ya vemos que el profeta quiso aclarar nuevamente que él no se había inventado esta historia. Dios le había comunicado ese mensaje:

"Hijo de hombre, hubo dos mujeres, hijas de una misma madre, las cuales se prostituyeron en Egipto; se prostituyeron en su juventud. Allí fueron apretados sus pechos, allí fueron acariciados sus pechos virginales."

Así que las dos hermanas ya no eran vírgenes, y se habían dedicado a la prostitución. Pero, ¿de qué estaba hablando el profeta? Y el continuó diciendo en el versículo 4:

"La mayor se llamaba Ahola, y su hermana, Aholiba. Ambas fueron mías, y dieron a luz hijos e hijas. Y se llamaron: Samaria, Ahola; y Jerusalén, Aholiba."

Dice aquí. Samaria, Ahola "Ahola" era el reino del norte de Israel. Y luego dice: Y Jerusalén, Aholiba. Es decir, que Jerusalén y Judá, el reino del sur, era Aholiba.

El significado de Aholiba (o sea Judá y Jerusalén, el reino del sur) es este: "Mi tienda tabernáculo está en ella". ¿Quién estaba diciendo esto? Dios estaba diciendo: "Mi tabernáculo está en ella". En otras palabras, en el reino del sur, en Jerusalén, se encontraba el hermoso templo de Salomón. Para su construcción se utilizó como modelo al tabernáculo del desierto, y era el lugar donde el pueblo se acercaba a Dios.

Pero, veamos ¿qué significaba Ahola? Bueno, quería decir, "Su propia tienda o tabernáculo". El reino del norte se había rebelado y separado de la parte sur de Israel. El rey Jeroboam había colocado dos becerros de oro, uno en Betel y el otro en Samaria. De esa manera había tratado de evitar que la gente fuera al sur a adorar en Jerusalén.

Era muy fácil para los profetas y el pueblo del reino del sur que Dios juzgaría a estos dos becerros de oro del norte, y El seguramente lo hizo. Sin embargo, el también iba a juzgar al reino del sur, porque estaban cumpliendo el ritual de una religión muerta; ellos pensaban que estaban bien con Dios, pero en realidad estaban viviendo en el pecado.

Y en el día de hoy, amigo oyente, una de las cosas que está cortando el nervio de la vida espiritual, aún en las iglesias cristianas y conservadoras es las vidas de algunos de sus miembros. Hay personas que dicen: "Bueno, yo soy salvo por gracia". Y por cierto que es así. Esa es la única manera en que usted y yo hubiéramos podido salvarnos. Sabemos eso. Si Dios no estuviera salvando por gracia, entonces yo no podría ser salvo de ninguna manera. Pero esto no quiere decir que yo no he de vivir para Él. Esto no quiere decir que Él no le va a juzgar a usted y a mí. Y esto tampoco quiere decir que usted puede interrumpir la vida espiritual de una iglesia.

Ezequiel atrajo muy poca atención con su historia sobre esas dos mujeres, Ahola y Aholiba. Ezequiel estaba tratando con mucha gente obstinada y terca, y presentó esta parábola para llamar su atención. A veces los predicadores son criticados por utilizar temas sensacionalistas para sus mensajes, pero simpatizamos con ese esfuerzo por atraer la atención de las personas. Pero, ¿de qué otro modo va uno a conseguir llamar hoy la atención de la gente, que está saturada por tantos anuncios, convocatorias y preocupaciones? Por ello, aun en aquel tiempo, Ezequiel usó métodos poco corrientes. Y continuó el relato en el versículo 12 de este capítulo 23, que dice:

"Se enamoró de los hijos de los asirios sus vecinos, gobernadores y capitanes, vestidos de ropas y armas excelentes, jinetes que iban a caballo, todos ellos jóvenes codiciables."

Estas palabras se refieren a un evento histórico que tuvo lugar cuando el anciano rey Acaz ocupaba el trono del reino del norte. El fue a Damasco para entrevistarse con Tiglat-pileser, rey de Asiria, y allí vio un altar que le impresionó y entonces pensó que era el más hermoso que jamás había contemplado. Así que envió al sacerdote Urías el plano del diseño para poder hacer uno igual a él (como podemos ver en Reyes 16:10-18). Quizás estaba tratando de mejorar la adoración y por ello se ocupó de estas cosas. Bueno, Dios tomó nota de ellos y El juzgó al reino del norte por ello.

Ahora, en este momento del relato de Ezequiel, la invasión babilónica estaba a punto de ocurrir; no había otra alternativa. Dios estaba juzgando tanto al reino del norte como al del sur, porque se habían alejado del Dios vivo y verdadero; uno de ellos se implicó abierta y descaradamente en la idolatría y el otro, fingió adorar al Señor.

Estimado oyente, creemos que sería bueno que el pueblo de Dios prestara atención a la advertencia que Pablo escribió en 2 Corintios 13:5, y que dice: Examinaos vosotros mismos, para ver si estáis en la fe. Alguien podría preguntar: ¿entonces usted no cree en la seguridad del creyente? Si, por supuesto que creo, pero también creo in la inseguridad de quienes quieren pasar por creyentes. Necesitamos examinarnos a nosotros mismos. Cuando usted va a la iglesia, ¿adora usted en realidad a Dios? ¿Se acerca usted más a la persona de Cristo? ¿Le ama realmente? El no desea recibir su servicio, sus obras, a menos que le ame verdaderamente. En Juan 21 el Señor le preguntó a Pedro: ¿Me amas? Cuando Pedro pudo decir que le amaba, entonces el Señor le dijo: Apacienta mis ovejas. Solo a partir de entonces el Señor lo utilizó. Llegamos ahora al

Ezequiel 24

En este capítulo tenemos

La parábola de la olla hirviente

y la muerte de la esposa de Ezequiel. Dios usaría ambos hechos para hablar al pueblo. Leamos el primer versículo de este capítulo:

"Vino a mí palabra de el Señor en el año noveno, en el mes décimo, a los diez días del mes, diciendo: Hijo de hombre, escribe la fecha de este día, porque el rey de Babilonia ha puesto sitio a Jerusalén en este mismo día."

Esta fue la primera vez que el profeta le puso fecha a su mensaje. Porque en ese mismo momento Nabucodonosor estaba atravesando el muro de Jerusalén. En aquella época, al no haber televisión, Ezequiel no podía saber qué estaba sucediendo. No había ningún satélite para transmitir este mensaje de Jerusalén a Babilonia. La única manera en que podía recibir este mensaje era por revelación de Dios. Los críticos de la Biblia siempre han tenido un problema con este versículo. Uno de ellos dijo en una ocasión: "Este versículo nos impone de una manera contundente el dilema de si el profeta Ezequiel engañaba deliberadamente, o si era clarividente". Y por cierto que tenía un sexto sentido, pero provenía de Dios. Por supuesto un crítico no lo reconocería como tal. Y continuó diciendo en el versículo 6:

"Pues así ha dicho el Señor Dios: ¡Ay de la ciudad de sangres, de la olla herrumbrosa cuya herrumbre no ha sido quitada! Por sus piezas, por sus piezas sácala, sin echar suertes sobre ella."

Aquí vemos que nuevamente Jerusalén fue llamada ciudad sanguinaria. Había una olla, y en ella había herrumbre. La olla era la ciudad de Jerusalén; los ciudadanos se encontraban en la olla. Su pecado era la herrumbre, la suciedad que estaba en la olla.

A veces se oye a personas que refiriéndose a otro grupo de personas lo califican como "la escoria de la tierra". Pero, amigo oyente, ¿quiere usted saber lo que Dios dice? El dice que su pecado y mi pecado constituyen la escoria de la tierra. Nosotros nos encontramos todos en la misma olla, y somos la escoria de la tierra. No vemos como podríamos decirlo más enfáticamente. Continuemos leyendo los versículos 15 y 16:

"Vino a mí palabra del Señor, diciendo: Hijo de hombre, he aquí que yo te quito de golpe la delicia de tus ojos; no hagas lamentación ni llores ni corran tus lágrimas."

Aparentemente este joven profeta se había casado con una hermosa joven, una chica israelita y ambos se amaban. Pero allí, en el cautiverio, contrajo una enfermedad y murió. Imaginamos que el profeta sufrió un gran dolor pero, otra vez, tuvo que representar su parte. Dice el versículo 17 de este capítulo 24:

"Reprime el suspirar, no hagas luto por los muertos, cíñete el turbante, ponte los zapatos en los pies y no te cubras la barba ni comas pan de enlutados."

Dios le dijo que actuara como si no estuviera de luto. Y la gente no comprendía su actitud y se acercaba a él diciéndole: "¿Qué significa todo esto? Tu mujer ha muerto y tú no guardas ningún luto. ¿Qué clase hombre eres?

Pero todo lo que Ezequiel estaba haciendo era para comunicarle al pueblo un mensaje. Leamos ahora el versículo 24, de este capítulo 24 de Ezequiel, que es la clave de todo el libro de Ezequiel:

"Ezequiel, pues, os será por señal. Según todas las cosas que él hizo, haréis; y cuando esto ocurra, sabréis que yo soy el Señor Dios."

En ese mismo instante, Jerusalén estaba siendo destruida y más adelante, les llegó a los cautivos la noticia de su destrucción. En el capítulo 33 de este libro, versículo 21, leemos: Aconteció en el año duodécimo de nuestro cautiverio, en el mes décimo, a los 5 días del mes, que vino a mí un fugitivo de Jerusalén, diciendo: "¡la ciudad ha sido conquistada!" Al campamento llegaron estos fugitivos, y cuán terrible debe haber sido su aspecto. Y ellos dijeron: "hemos escapado de la ciudad. Los profetas falsos estaban equivocados; la ciudad ha sido quemada. El templo ha sido arrasado, y la ciudad ha sido reducida a ceniza y escombros".

Ezequiel estaba en lo correcto al no guardar luto. La razón por la que no debían estar de luto se presenta en el versículo 27 que dice:

"Aquel día se abrirá tu boca para hablar con el fugitivo; hablarás, no permanecerás mudo. Tú les serás por señal, y sabrán que yo soy el Señor."

Veamos la frase y sabrán que yo soy el Señor. Jerusalén era la ciudad de Dios y el templo era Su casa. Ellos eran los testigos de Dios ante el mundo. Y cuando el pueblo de Israel fracasó, fue como si Dios les hubiera dicho: Yo destruiré incluso a mis propios testigos en la tierra. Quiero que sepáis que la ciudad ha quedado destruida. El resto de vuestro pueblo está siendo traído al cautiverio. Pero es inútil llorar; ahora no sirve para nada expresar lamentos de dolor. Yo he hecho esto. Soy responsable de ello".

A cada una de las siete iglesias del libro de Apocalipsis, el Señor Jesús dijo: "Será mejor que tengas cuidado con el testimonio que presentas al mundo, porque si no lo haces así, quietaré tu candelero de su lugar". Estimado oyente, el candelero de todas aquellas siete iglesias ha sido removido. Ninguna de ellas existe hoy. Este debería ser un mensaje para nosotros: si usted es un cristiano y hoy no permanece firme de parte de Dios, El removerá su candelero; y en su lugar no quedará ninguna luz.

Este es un mensaje fuerte. No se parece a algunos mensajes endulzados o rebajados que se oyen con frecuencia. Este era Ezequiel, y estaba hablando de parte de Dios. Recordemos que dijo una y otra vez: Vino a mí la palabra del Señor, diciendo. Si usted quiere discutir o expresar su desacuerdo con su mensaje, preséntelo ante el Señor, pero recuerde que él tiene razón, está en lo correcto, y nosotros somos los que estamos equivocados.

Y aquí vamos a detenernos por hoy. Sin embargo, como siempre esperamos contar con su fiel compañía en nuestro próximo programa, en la continuación de este estudio sobre el libro de Ezequiel.

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