Estudio bíblico de Mateo 22:15-23:22

Mateo 22:15-23:22

Nuestro programa anterior terminaba con una exposición de la parábola de la fiesta de bodas, en la que pudimos recordar el rechazo de Israel y la invitación general para todos los que quisieran venir a Jesús, aplicable a la época actual y anunciada por medio de la proclamación del Evangelio, que trae buenas noticias para el ser humano de nuestro tiempo.

En el primer incidente que hoy consideramos,

Jesús respondió a los herodianos

que vinieron a El con una pregunta que estaba relacionada con la posición de este grupo, que era un partido político partidario de la casa del rey Herodes, y que tenía esperanzas de que esta casa real les liberase del yugo del imperio romano. No creo que pudieran ser considerados un partido religioso, debido a su marcado énfasis político. Sin embargo los Fariseos, aparentemente, les utilizaron y es bastante posible que muchos de los Fariseos fuesen también Herodianos. Además, tomemos nota de que los Fariseos instigaron el primer ataque contra Jesús. Leamos los versículos 15 al 17:

"Entonces se fueron los fariseos y deliberaron entre sí cómo atraparle, sorprendiéndole en alguna palabra. Y le enviaron sus discípulos junto con los herodianos, diciendo: Maestro, sabemos que eres veraz y que enseñas el camino de Dios con verdad, y no buscas el favor de nadie, porque eres imparcial. Dinos, pues, qué te parece: ¿Es lícito pagar impuesto al César, o no?"

Evidentemente, no estaban interesados en su opinión, pues tenían su propia respuesta sobre este asunto. Era una pregunta capciosa. Si con su respuesta el Señor hubiera favorecido no pagar tributo al Cesar, podría haber sido acusado de traición a Roma, que en esa época gobernaba en el territorio de Israel. Si, por otra parte, hubiera dicho que sí, que se debía pagar dicho tributo, entonces Jesús no podía ser el verdadero Mesías. Así que debieron pensar que le habían puesto entre la espada y la pared. Leamos desde el versículo 18 hasta el 22:

"Pero Jesús, conociendo su malicia, dijo: ¿Por qué me ponéis a prueba, hipócritas? Mostradme la moneda que se usa para pagar ese impuesto. Y le trajeron un denario. Y El les dijo: ¿De quién es esta imagen y esta inscripción? Ellos le dijeron: Del César. Entonces El les dijo: Pues dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios. Al oír esto, se maravillaron; y dejándole, se fueron."

Como ellos utilizaban la moneda de curso legal del Imperio Romano, le presentaron en el acto una moneda romana. Y fue entonces cuando Jesús les dio una respuesta sorprendente, que iba más allá de una simple respuesta a la pregunta. Además, les dijo que ellos le debían algo al Cesar; estaban utilizando su moneda, transitaban por los caminos Romanos y, hasta cierto punto, Roma les proporcionaba paz. Por lo tanto, Jesús opinó que debían entregar al Cesar lo que le pertenecía. Pero aún había más. Debían dar a Dios lo que era de Dios. Naturalmente, este incidente reveló que nuestro Señor no cayó en la trampa. Aunque ciertamente le debían algo al César, ello no les liberaba de su responsabilidad ante Dios.

Leamos los versículos 23 al 28, que nos relatan como

Jesús respondió a los saduceos

"Ese día se le acercaron algunos saduceos(los que dicen que no hay resurrección), y le preguntaron, diciendo: Maestro, Moisés dijo: Si alguno muere sin tener hijos, su hermano, como pariente mas cercano, se casara con su mujer y levantara descendencia a su hermano. Ahora bien, había entre nosotros siete hermanos; y el primero se casó, y murió; pero no teniendo descendencia, le dejó la mujer a su hermano; de igual manera también el segundo, y el tercero, hasta el séptimo. Y después de todos, murió la mujer. Por tanto, en la resurrección, ¿de cuál de los siete será mujer? Porque todos ellos la tuvieron."

Los Saduceos no creían en la resurrección. Y citaron la historia de una mujer que se casó con un hombre que, más tarde, murió. De acuerdo con la ley del levirato, citada en el libro del Deuteronomio 25, el hermano de su marido se casó con ella para perpetuar la descendencia del hermano muerto. Pero él también murió y lo mismo les sucedió a los demás hermanos. En este caso, los Saduceos se equivocaron en dos aspectos que el Señor destacó: leamos los versículos 29 y 30:

"Pero Jesús respondió y les dijo: Estáis equivocados por no comprender las Escrituras ni el poder de Dios. Porque en la resurrección, ni se casan ni son dados en matrimonio, sino que son como los ángeles de Dios en el cielo."

Aquí demostraron su ignorancia en dos áreas; las Sagradas Escrituras y el poder de Dios. Aquí no dice que aquellos fuesen ángeles. Tampoco nosotros seremos ángeles en el cielo sino como ángeles, en el sentido de que en el cielo no nos casaremos, pues allí no será necesario continuar la descendencia por medio del nacimiento. Ello no significa que un marido y su mujer, que en la tierra estuvieron muy unidos, no puedan permanecer unidos en el cielo si así lo desean. En cualquier caso, ambos tendrán una nueva disposición y, seguramente, ¡se llevarán allí mucho mejor que cuando estaban en la tierra! Continuemos leyendo los versículos 31 al 33:

"Y en cuanto a la resurrección de los muertos, ¿no habéis leído lo que os fue dicho por Dios, cuando dijo: Yo soy el Dios de Abraham, y el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob? El no es Dios de muertos, sino de vivos. Al oír esto, las multitudes se admiraban de su enseñanza."

Esta debió resultar una declaración arrolladora. ¿Qué les sucedió a los que habían muerto anteriormente? ¿Y Abraham, Isaac y Jacob? Ellos fueron sencillamente trasladados de la tierra a otro lugar. No están muertos, sino vivos. Y lo mismo es cierto de tus seres queridos que están con Cristo y esperando por ti en el cielo.

En el próximo párrafo leemos acerca de cómo

Jesús respondió a los fariseos

Jesús había hecho callar a los Herodianos y a los Saduceos, y los Fariseos habían estado observando a Jesús y a esos dos grupos. Los Fariseos eran un partido religioso-político. Querían que el reino de David se estableciese en el poder para liberarse de Roma. En cuanto a la restauración del reino, podían unirse con los Herodianos, pero como partido religioso, se oponían a los Saduceos. Los Fariseos podrían compararse hoy con el sector conservador del cristianismo actual, y los Saduceos con el sector liberal. Como los otros dos grupos, los Fariseos se dispusieron a hacer caer a Jesús en una trampa. Fue así que enviaron a un representante, experto en la ley de Moisés, que le formuló una pregunta muy interesante. Leamos los versículos 34 al 40:

"Pero al oír los fariseos que Jesús había dejado callados a los saduceos, se agruparon; y uno de ellos, intérprete de la ley, para ponerle a prueba le preguntó: Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento de la ley? Y El le dijo: Amaras al Señor tu Dios con todo tu corazon, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el grande y el primer mandamiento. Y el segundo es semejante a éste: Amaras a tu projimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas."

En su respuesta, el Señor Jesús no escogió ninguno de los diez mandamientos. Fue muy claro y exacto en su respuesta. Estos dos mandamientos resumían, en realidad, la totalidad de la ley de Moisés. El primero resumía la primera sección de la ley y el segundo, la que le seguía. Si los Fariseos hubiesen sido honestos, debían haber reconocido que no podían salvarse por medio de la Ley, y que necesitaban un Salvador. Y precisamente en aquellos momentos, el Señor Jesús, el Salvador, se encontraba casi bajo la sombra de la cruz. Realmente, al referir estos mandamientos a nuestra vida, tendremos que reconocer que estamos alejados de la presencia de Dios.

Este capítulo finaliza con el encuentro en que

Jesús formuló una pregunta a los fariseos

que seguramente se habían reunido para intentar colocarle en una situación difícil. Pero Jesús se les adelantó y tomó la iniciativa. Leamos los versículos 41 al 46;

"Estando reunidos los fariseos, Jesús les hizo una pregunta, diciendo: ¿Cuál es vuestra opinión sobre el Cristo? ¿De quién es hijo? Ellos le dijeron: De David. El les dijo: Entonces, ¿cómo es que David en el Espíritu le llama Señor, diciendo: Dijo el Señor a mi Señor: sientate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos debajo de tus pies? Pues si David le llama Señor, ¿cómo es El su hijo? Y nadie pudo contestarle ni una palabra, ni ninguno desde ese día se atrevió a hacerle más preguntas."

Jesús citó aquí el Salmo 110:1, culminando con una pregunta incisiva, y que tiene grandes implicaciones. Nuestro Señor dijo que David fue el autor de este salmo, que lo compuso guiado por el Espíritu Santo y que lo escribió sobre el Mesías. Repitamos la pregunta. "¿Si David le llama Señor, ¿cómo es El su hijo?" Es decir, ¿Cómo pudo David dirigirse a su hijo como a un superior, a menos que lo fuese? La única respuesta lógica a esta pregunta es el nacimiento virginal de Cristo. Jesús era el hijo de David, pero era más grande que David. Un hijo de David no podía ser más eminente que David, a no ser que hubiera un elemento extraordinario introducido en la línea de su descendencia, que diese lugar a la llegada de un hijo más grande y destacado. Los relatos del nacimiento sobrenatural de Jesús ofrecen la única respuesta satisfactoria. El Señor de David, entró en la línea de David, como lo explicó el ángel a la virgen María, según el Evangelista Lucas 1:35,

"Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso lo santo que nacerá será llamado Hijo de Dios."

En conclusión, El era más grande que David porque era el Señor de los cielos. Y el Señor estaba presionando a los Fariseos para que se enfrentasen con la verdadera cuestión y le reconociesen como hijo de David, y como Señor de David. Pero este asunto dio por terminado el enfrentamiento verbal con los líderes religiosos, que ya no volverían a enfrentarse con El. Habían decidido su muerte y se dispondrían a actuar para conseguir su propósito. El hecho de que no hubiesen podido responderle, constituyó una de las principales pruebas de Su deidad.

Mateo 23:1-22

Tema: Jesús advirtió a la multitud contra los escribas y fariseos, contra quienes pronunció graves advertencias; Jesús lloró sobre Jerusalén.

Este capítulo marcó el fin de los enfrentamientos entre el Señor Jesús y los dirigentes religiosos. El Señor advirtió a las multitudes sobre ellos y luego les denunció en términos inequívocos. Nunca pronunciaron los labios del Señor palabras tan cáusticas para una condenación implacable. En el próximo párrafo, veremos que

Jesús advirtió contra los escribas y fariseos

Leamos los versículos 1 al 3:

"Entonces Jesús habló a la muchedumbre y a sus discípulos, diciendo: Los escribas y los fariseos se han sentado en la cátedra de Moisés. De modo que haced y observad todo lo que os digan; pero no hagáis conforme a sus obras, porque ellos dicen y no hacen."

Esta denuncia pública de Jesús tuvo lugar en el templo, que era la fortaleza de Sus enemigos. Estos se habían colocado en una posición de autoridad y controlaban las Escrituras del Antiguo Testamento. Habían usurpado lo que no tenían derecho a usurpar. En cierto sentido, ocupaban la misma posición que muchos hoy en día, a quienes la gente acude para escuchar una interpretación de la verdad. Hemos escuchado un triste comentario sobre la inconsecuencia de aquellos maestros. Continuemos leyendo la descripción que Jesús hizo de ellos, en los versículos 4 al 12:

"Atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre las espaldas de los hombres, pero ellos ni con un dedo quieren moverlas. Sino que hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres; les gusta llevar en la frente y en los brazos porciones de las Escrituras escritas en anchas tiras, y ponerse ropas con grandes borlas. Aman el lugar de honor en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, y los saludos respetuosos en las plazas y ser llamados por los hombres Rabí. Pero vosotros no dejéis que os llamen Rabí; porque uno es vuestro Maestro y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis a nadie padre vuestro en la tierra, porque uno es vuestro Padre, el que está en los cielos. Ni dejéis que os llamen preceptores; porque uno es vuestro Preceptor, Cristo. Pero el mayor de vosotros será vuestro servidor. Y cualquiera que se ensalce, será humillado, y cualquiera que se humille, será ensalzado."

Ahora continuemos con el párrafo siguiente, que incluye las

Advertencias pronunciadas contra los escribas y fariseos

En esta sección veremos al bondadoso Jesús, utilizando el lenguaje más severo que existe en todas la Biblia. Ningún profeta del Antiguo Testamento denunció el pecado como lo hizo Jesús. Muchos tienen, en la actualidad, una impresión equivocada o incompleta de Jesús. Es cierto que El ama a los pecadores y que murió por ellos. Pero es igualmente cierto que va a juzgarlos y debemos considerar ambos aspectos de su carácter para tener la verdadera perspectiva de su Persona, tal como la describe la Biblia. En algunos sectores, el concepto corriente de Jesús, ni siquiera es Bíblico; porque se niega su nacimiento de una virgen, el valor de su muerte por los pecados del mundo y su resurrección de los muertos. Realmente, de este Jesús, no tenemos información en los documentos históricos. Las únicas fuentes de que disponemos, nos hablan de un Jesús que nació de una virgen, que realizó milagros, que murió en una cruz en lugar de los pecadores, que venció a la muerte resucitando, que ascendió a los cielos y que vendrá otra vez a la tierra como un Juez. Este Jesús, desconocido para muchas personas hoy en día, es el único Jesucristo que ha vivido en este mundo. El otro, es una invención de la imaginación.

Escuchemos, pues a Jesús, denunciar a aquellos líderes religiosos, pronunciando diversas acusaciones. Leamos los versículos 13 y 14:

"Pero, ¡ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres, pues ni vosotros entráis, ni dejáis entrar a los que están entrando. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque devoráis las casas de las viudas, aun cuando por pretexto hacéis largas oraciones; por eso recibiréis mayor condenación."

En esta sección el Señor utilizó la expresión "ay de vosotros" 8 veces. En ellas el Señor habló de los efectos de las acciones de los líderes sobre otros, de su carácter y de sus acciones. Su antagonismo hacia Jesús, había causado que el pueblo se alejara de El. Con sus largas oraciones trataban de impresionar a la gente con una aparente espiritualidad. Leamos los versículos 15 al 22:

"¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque recorréis el mar y la tierra para hacer un prosélito, y cuando llega a serlo, lo hacéis hijo del infierno dos veces más que vosotros. ¡Ay de vosotros, guías ciegos!, que decís: No es nada el que alguno jure por el templo; pero el que jura por el oro del templo, contrae obligación. ¡Insensatos y ciegos!, porque ¿qué es más importante: el oro, o el templo que santificó el oro? También decís: No es nada el que alguno jure por el altar; pero el que jura por la ofrenda que está sobre él, contrae obligación. ¡Ciegos!, porque ¿qué es más importante: la ofrenda, o el altar que santifica la ofrenda? Por eso, el que jura por el altar, jura por él y por todo lo que está sobre él; y el que jura por el templo, jura por él y por el que en él habita; y el que jura por el cielo, jura por el trono de Dios y por el que está sentado en él."

Además de ser crueles y deshonestos, cuando proferían juramentos, hacían distinciones sutiles, para poder invalidarlos después, porque internamente no tenían intención de cumplirlos. Hilaban fino y colocaban el énfasis en las cosas materiales, antes que en el propósito espiritual para el cual tales cosas debían ser usadas.

Terminamos, pues, nuestro programa de hoy con este lenguaje tan severo de denuncia de la religiosidad falsa, basada en la ostentación y en las apariencias, y que Dios condena. En nuestro próximo encuentro continuaremos con estas enérgicas declaraciones de Jesús, que contrastan con su afectuosa invitación a todos aquellos que hoy quieran venir a El para recibir la salvación, con un corazón sincero y humilde.

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